Víctor Cardona Galindo
En la novela La
guerra de Galio, Héctor Aguilar Camín habla de Santiago, un guerrillero norteño que va a la sierra de Guerrero para
sumarse a Lucio Cabañas, de vuelta al medio urbano Santiago es asesinado una celada en un una ciudad del norte. Un día
Álvaro López Miramontes me platicó que Santiago
es en realidad Carlos Ceballos Loya, un guerrillero mexicalense que vino a
luchar a la sierra de Atoyac.
La
vida de Carlos Ceballos Loya, la podemos seguir mediante el libro Los Guerrilleros mexicalense de José
Luis Alonso Vargas y en las investigaciones de Arturo Gallegos Nájera quien ha
publicado dos libros: La guerrilla en
Guerrero y A merced del enemigo.
Carlos
Ceballos Loya nació en Mexicali Baja California, el 27 junio de 1948, formó parte de una familia de
clase media, donde a temprana edad aprendió la habilitad manejar automóviles. Se
tituló como profesor normalista y obtuvo una plaza como maestro de primaria a
fines de la década de los sesentas.
Desde
temprana edad se sintió atraído por la literatura de izquierda. Devoraba todo
lo que caía en sus manos desde los clásicos, como Marx, Engels, Lenin y Mao,
hasta las experiencias de guerrilleros contemporáneos. De manera especial se
aficionó por leer la historia de la revolución cubana y sus dirigentes
históricos. Soñaba que algún día aportaría su granito de arena para lograr el
cambio en nuestro país.
En
sus tiempos de estudiante se caracterizó como un chofer de automóvil intrépido
y agresivo, en altas horas de la noche se le veía acompañado de una brigada de
jóvenes comunistas que en cuestión de segundos dejaba pintadas las bardas con
la consigna ¡Yanquis go home! ¡Fuera
Vietnam!
Enterado
del frustrado ataque al cuartel de Madera, en la sierra de Chihuahua, por un
grupo guerrillero comandado por Arturo Gámiz, el 23 de septiembre de 1965,
Carlos pasó muchos meses esperando la oportunidad y el dinero para salir en
busca de los sobrevivientes que según él se estarían reorganizando. En su
cabeza fijó el proyecto de incorporarse a ellos. Hasta que cobró sus primeros
ingresos como maestro intentó cumplir con su objetivo, pero lo único que
encontró fue un pelotón de soldados que lo detuvo, lo interrogó y amenazó
durante varios días. Luego lo dejaron en libertad
La
masacre de Tlatelolco en 1968 ejecutada por el Ejército Nacional y el
aplastamiento brutal de un legítimo movimiento estudiantil que reclamaba justicia,
libertad y democracia; la hipocresía y el cinismo de la clase política
mexicana, la persecución posterior de los dirigentes estudiantiles, fortalecieron
en el joven Carlos sus convicciones revolucionarias.
A
inicios de la década de los setentas logró hacer contacto con un grupo
clandestino que nació en la capital mexicana, denominado Grupo N o Núcleo
Central, conocido después como Los Guajiros, dirigido por un profesor de
economía del Instituto Politécnico Nacional, Leopoldo Angulo Lucken, también conocido
como: El General, Arnulfo, Matus o Matusalen, esto
último por ser el más viejo de todos los integrantes de aquel embrión
revolucionario.
Ceballos
se incorporó a la lucha y quedó como responsable del naciente grupo en Baja
California. El 14 de abril de 1971 asaltaron una casa de cambio en La Mesa Tijuana.
En aquella acción participaron, por el Grupo N, José Luis Alonso Vargas, Federico; Carlos Ceballos y Ramón Ruíz;
y por el grupo Los Procesos, Gustavo Hirales Morán, en su debut como
guerrillero.
El
viernes 9 de julio, un comando guerrillero asaltó la empresa Almacenes de
Azúcar, S.A., en Tijuana, Baja California, entre los participantes se
encontraban: José Luis Alonso Vargas, Carlos Ceballos y Gustavo Hirales Morán y
Leopoldo Angulo Luken, Melchor.
Por
ser Ceballos el único que sabía conducir. Tuvo que manejar la camioneta hasta
ese lugar, dejando a unas cuadras su Ford Falcón de modelo atrasado, que ante
los acontecimientos y pérdida de tiempo en la operación, decidió dejarlo como
perdido a una cuadras del lugar, quedando en él documentos de identificación
personal, como la tarjeta de circulación.
En
el proceso de investigación, la policía notó la presencia del auto que
permanecía parado, por lo que procedieron a abrirlo e investigar, encontrando todos
los datos personales de Carlos Ceballos, iniciándose
la persecución del joven maestro, que se encontraba en Tepic, Nayarit en los
cursos de verano de la Normal Superior. Cuando estaba en clases le fueron a
avisar que la policía estaba en la dirección preguntando por él, y “ni tardo ni
perezoso salió por donde pudo, menos por la puerta, que al llegar la policía al
salón ya no le vieron ni el polvo”, anotó Arturo Gallegos.
Para
entonces ya la dirigencia del grupo N tenía una estrecha relación con el Partido
de los Pobres. “Los pocos días que Melchor
trabó relación directa con Lucio Cabañas fueron suficientes para que naciera
una fraternidad inquebrantable entre ellos. A su regreso al D.F. Melchor contaba una tras otra las anécdotas
de su encuentro con el ‘Comandante’ Cabañas. Decía que era igual que él de
bromista, dicharachero y vacilador, pero serio y decidido a la hora de la
acción. Coincidían también en la edad y en su visión de la revolución pobrista,
como la llamaba Cabañas”, escribió Alonso Vargas en Los guerrilleros mexicalenses.
Carlos
Ceballos perseguido por la policía del Norte se dirigió a la ciudad de México e
hizo contacto con el Grupo N, a quienes planteó su deseo de incorporarse al
Partido de los Pobres
Melchor
estaba satisfecho con la conducta revolucionaria de sus paisanos mexicalenses
que en una reunión del Núcleo Central,
realizada a fines de julio de 1971, en Las Truchas, estado de México, propuso a
Carlos Ceballos Loya para formar parte de la representación del Grupo N, en la
Brigada Campesina de Ajustamiento en la Sierra de Guerrero. El mismo Leopoldo
Angulo Luken, Melchor, se autopropuso
para acompañar a los cinco guerrilleros urbanos seleccionados por cumplir con
esta representación, hasta el campamento del profesor guerrerense.
En
los primeros días de agosto de 1971 Julián el guerrillero, inició el ascenso
hacia la sierra de Atoyac. “Quedaba atrás, definitivamente, el profesor Carlos
Ceballos Loya, nunca más a las aulas ni a la rutina de fin de semana, en Mexicali
o Tijuana. Nunca más a las desgastantes reuniones estatales contra la
burocracia o por la democracia. No había más opción que su M–1 y el Partido de
los Pobres”, afirmaba.
Junto
con Leopoldo Ángulo Luken, que allá
se llamó Arnulfo; Marcos e Isaél, Ceballos llegó a su primer campamento guerrillero donde se
llamó Julián. Leopoldo Ángulo estuvo
casi todo el mes de agosto viviendo la experiencia de una verdadera guerrilla
rural.
Julián se
adaptó rápidamente a la dinámica del grupo, cumplía las comisiones, hacía las
guardias, eludía las discusiones y trataba de ocultar sus fatigas y sus
hambres. Cuando se enteró de la escasez de fondos y alguien propuso la
necesidad de una expropiación bancaria, Julián
se apuntó en la comisión que bajaría a Acapulco.
“A
fines de septiembre de ese mismo año, la Brigada Campesina de Ajusticiamiento,
mandó una comisión a Acapulco para buscar recursos a través de una
expropiación, comisionando primero a Cuauhtémoc,
Chon, Francisco y Julián para
realizar las primeras investigaciones. Concluidas estas se tomó en
consideración el número de elementos y armas que se requerían para realizar la
acción, agregándoseles Isaél, Fernando y Pancho Encinas”, dice Arturo Gallegos
La
expropiación se llevó a cabo el 24 de octubre de ese año para lo cual “se
seleccionó al Banco de Comercio de Acapulco (Bancomer), ubicado en ese tiempo
avenida Cuauhtémoc y Diego Hurtado de Mendoza, utilizando para tal efecto el
taxi número 98 que manejó Julián y
posteriormente abandonado en el barrio de Petaquillas. Esta fue otra operación
fallida pues el monto de lo sustraído fue poco menos de 17 mil pesos, por lo
que se consideró un fracaso total, sobre todo porque hubo tiros y en un rebote
de bala fue herido Francisco. Al
banco entraron Isaél como responsable
las cajas, Francisco responsable de
vigilar a los clientes y Cuauhtémoc
que se encargó de desarmar y vigilar al policía, mismo que al oponer
resistencia le dispararon al piso para que viera que la cosa iba en serio. De
aquí salió la esquirla que hirió a uno de ellos. En la puerta Fernando con un M-1 vigilando adentro y
afuera mientras Julián los esperaba
en el auto con el motor en marcha y otro M-1 con el que inmovilizó al agente de
tránsito que al darse cuenta del asalto, quiso dar aviso a la policía pero al
apuntarlo Julián con el arma se quedó
quietecito cual estatua viviente. A una cuadra en una motocicleta esperaba Chon
a Isaél con el motor en
marcha, en virtud de que el dinero tendría que ser sacado primero por ser el
objetivo”, comenta Gallegos.
Tras
ese fracaso se continuó la búsqueda de fondos pero fue otro fracaso al intentar
asaltar la bodega de la cervecería Superior, ubicada en la calle Ejido. Ahí ni
siquiera hubo que llegar pues los comisionados para expropiar el carro no
pudieron hacerlo, estos eran Fernando
y Julián, motivo por el que
recibieron tremenda critica de sus compañeros, sobre todo de Cuauhtémoc quien les dijo: “¡no somos
capaces de quitar un carro, y queremos hacer la revolución!”
Después
de unos días en Acapulco el “18 de noviembre de 1971, al calor de las copas, se
le ocurrió a Julián y a Cuauhtémoc y a Fernando ir a Atoyac a dejarle dinero a Pancho Encinas para que éste lo hiciera llegar al Partido de los
Pobres. Contrataron un taxi que convino cobrar 500 pesos por llevarlos y
regresarlos al puerto de Acapulco”.
Antes pasaron por la
casa de don Petronilo, que era tío de Cuauhtémoc,
para que una de sus hijas los acompañara y así evitar sospechas de miradas
indiscretas o de la policía. Don Petronilo despertó a Guadalupe que los
acompañó, serían las diez de la noche cuando salieron de Acapulco.
Al llegar a Atoyac
ninguno de los tres conocía el lugar donde vivía Florentino Loza Patiño, Pancho Encinas. Pasaron varias veces por
frente al cuartel del 50 Batallón de Infantería a la una de la mañana, los
soldados los vieron sospechosos y los detuvieron. A Guadalupe la condujeron a
un pequeño hotel, llevando el maletín con el dinero, ya casi al amanecer salió
y tomó un autobús rumbo al puerto de Acapulco, para avisarle a su familia y a
Humberto Espinobarros Ramírez.
Los tres detenidos
fueron trasladados al puerto de Acapulco, a la zona militar donde fueron
identificados por el comandante de la judicial Wilfrido Castro Contreras. En
eso llegó Guadalupe Castro con Humberto Espinobarros Ramírez, a reclamar a los guerrilleros.
Los dos también fueron apresados. A Espinobarros lo mandaron a Veracruz y a
Guadalupe al Campo Militar Número Uno con los otros tres detenidos en Atoyac.
“Los pusieron en celdas
separadas, unidas entre sí por los costados. Para mejor ubicación había un
pasillo en medio que dividía la zona de celdas. Los presos podían ver a los de
enfrente pero no a los que pegaban con ellos… El pasillo era bastante largo y
había un guardia al fondo; las celdas eran muy pequeñas, de un metro cuadrado,
donde el detenido dormía sentado, cuando podía. Frente a la celda de Guadalupe
se encontraba una mujer casi desnuda con un niño en brazos que, sin embargo, no
dudó en deshacerse de un pedazo de trapo para dárselo a la recién llegada”.
El 19 de noviembre por
la tarde el ACNR había sido secuestrado el rector de la UAG doctor Jaime
Castrejón Díez. Así que a los aprehendidos además le preguntarles por el asalto
al banco también le preguntaban por el académico taxqueño. “Los tres detenidos negaron la culpabilidad de
Guadalupe, por lo que después de ocho días de tortura fue conducida de regreso
a la XXVII Zona militar en Acapulco, donde fue fichada el 26 de noviembre de
1971”.
“Mientras a Carmelo
Cortés Castro, Cuauhtémoc; Gabriel
Barrientos Reyes, Fernando; Carlos
Ceballos Loya, Julián, los
mantuvieron más tiempo en el Campo Militar Número Uno y los regresaron a
Chilpancingo días después. Finalmente fueron presentados a la opinión pública
el siete de diciembre de ese año y conducidos a la Penitenciaría de
Chilpancingo como responsables del asalto al Banco de Comercio de Acapulco. El
8 de diciembre la prensa dio cuenta de la noticia a ocho columnas con las
fotografías de rigor”, escribió Arturo Gallegos.
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