lunes, 9 de febrero de 2015

Levantamientos recurrentes en la región de Atoyac (Novena parte)


Víctor Cardona Galindo

En  la novela La guerra de Galio, Héctor Aguilar Camín habla de Santiago, un guerrillero norteño que va a la sierra de Guerrero para sumarse a Lucio Cabañas, de vuelta al medio urbano Santiago es asesinado una celada en un una ciudad del norte. Un día Álvaro López Miramontes me platicó que Santiago es en realidad Carlos Ceballos Loya, un guerrillero mexicalense que vino a luchar a la sierra de Atoyac.
La vida de Carlos Ceballos Loya, la podemos seguir mediante el libro Los Guerrilleros mexicalense de José Luis Alonso Vargas y en las investigaciones de Arturo Gallegos Nájera quien ha publicado dos libros: La guerrilla en Guerrero y A merced del enemigo.
Carlos Ceballos Loya nació en Mexicali Baja California, el 27  junio de 1948, formó parte de una familia de clase media, donde a temprana edad aprendió la habilitad manejar automóviles. Se tituló como profesor normalista y obtuvo una plaza como maestro de primaria a fines de la década de los sesentas.
Carlos Ceballos Loya, Julián fue un guerrillero 
mexicalenseque vino a luchar a la sierra de Atoyac 
y acompañó a los brigadistas de Lucio Cabañas en 
varias acciones de 
armas. Foto anexo fotográfico del informe de
 la Comverdad.

Desde temprana edad se sintió atraído por la literatura de izquierda. Devoraba todo lo que caía en sus manos desde los clásicos, como Marx, Engels, Lenin y Mao, hasta las experiencias de guerrilleros contemporáneos. De manera especial se aficionó por leer la historia de la revolución cubana y sus dirigentes históricos. Soñaba que algún día aportaría su granito de arena para lograr el cambio en nuestro país.
En sus tiempos de estudiante se caracterizó como un chofer de automóvil intrépido y agresivo, en altas horas de la noche se le veía acompañado de una brigada de jóvenes comunistas que en cuestión de segundos dejaba pintadas las bardas con la consigna ¡Yanquis go home! ¡Fuera Vietnam!
Enterado del frustrado ataque al cuartel de Madera, en la sierra de Chihuahua, por un grupo guerrillero comandado por Arturo Gámiz, el 23 de septiembre de 1965, Carlos pasó muchos meses esperando la oportunidad y el dinero para salir en busca de los sobrevivientes que según él se estarían reorganizando. En su cabeza fijó el proyecto de incorporarse a ellos. Hasta que cobró sus primeros ingresos como maestro intentó cumplir con su objetivo, pero lo único que encontró fue un pelotón de soldados que lo detuvo, lo interrogó y amenazó durante varios días. Luego lo dejaron en libertad
La masacre de Tlatelolco en 1968 ejecutada por el Ejército Nacional y el aplastamiento brutal de un legítimo movimiento estudiantil que reclamaba justicia, libertad y democracia; la hipocresía y el cinismo de la clase política mexicana, la persecución posterior de los dirigentes estudiantiles, fortalecieron en el joven Carlos sus convicciones revolucionarias. 
A inicios de la década de los setentas logró hacer contacto con un grupo clandestino que nació en la capital mexicana, denominado Grupo N o Núcleo Central, conocido después como Los Guajiros, dirigido por un profesor de economía del Instituto Politécnico Nacional, Leopoldo Angulo Lucken, también conocido como: El General, Arnulfo, Matus o Matusalen, esto último por ser el más viejo de todos los integrantes de aquel embrión revolucionario.
Ceballos se incorporó a la lucha y quedó como responsable del naciente grupo en Baja California. El 14 de abril de 1971 asaltaron una casa de cambio en La Mesa Tijuana. En aquella acción participaron, por el Grupo N, José Luis Alonso Vargas, Federico; Carlos Ceballos y Ramón Ruíz; y por el grupo Los Procesos, Gustavo Hirales Morán, en su debut como guerrillero.
El viernes 9 de julio, un comando guerrillero asaltó la empresa Almacenes de Azúcar, S.A., en Tijuana, Baja California, entre los participantes se encontraban: José Luis Alonso Vargas, Carlos Ceballos y Gustavo Hirales Morán y Leopoldo Angulo Luken, Melchor.
Por ser Ceballos el único que sabía conducir. Tuvo que manejar la camioneta hasta ese lugar, dejando a unas cuadras su Ford Falcón de modelo atrasado, que ante los acontecimientos y pérdida de tiempo en la operación, decidió dejarlo como perdido a una cuadras del lugar, quedando en él documentos de identificación personal, como la tarjeta de circulación.
En el proceso de investigación, la policía notó la presencia del auto que permanecía parado, por lo que procedieron a abrirlo e investigar, encontrando todos los datos personales de Carlos Ceballos, iniciándose la persecución del joven maestro, que se encontraba en Tepic, Nayarit en los cursos de verano de la Normal Superior. Cuando estaba en clases le fueron a avisar que la policía estaba en la dirección preguntando por él, y “ni tardo ni perezoso salió por donde pudo, menos por la puerta, que al llegar la policía al salón ya no le vieron ni el polvo”, anotó Arturo Gallegos.
Para entonces ya la dirigencia del grupo N tenía una estrecha relación con el Partido de los Pobres. “Los pocos días que Melchor trabó relación directa con Lucio Cabañas fueron suficientes para que naciera una fraternidad inquebrantable entre ellos. A su regreso al D.F. Melchor contaba una tras otra las anécdotas de su encuentro con el ‘Comandante’ Cabañas. Decía que era igual que él de bromista, dicharachero y vacilador, pero serio y decidido a la hora de la acción. Coincidían también en la edad y en su visión de la revolución pobrista, como la llamaba Cabañas”, escribió Alonso Vargas en Los guerrilleros mexicalenses.
Carlos Ceballos perseguido por la policía del Norte se dirigió a la ciudad de México e hizo contacto con el Grupo N, a quienes planteó su deseo de incorporarse al Partido de los Pobres
Melchor estaba satisfecho con la conducta revolucionaria de sus paisanos mexicalenses que en  una reunión del Núcleo Central, realizada a fines de julio de 1971, en Las Truchas, estado de México, propuso a Carlos Ceballos Loya para formar parte de la representación del Grupo N, en la Brigada Campesina de Ajustamiento en la Sierra de Guerrero. El mismo Leopoldo Angulo Luken, Melchor, se autopropuso para acompañar a los cinco guerrilleros urbanos seleccionados por cumplir con esta representación, hasta el campamento del profesor guerrerense.
En los primeros días de agosto de 1971 Julián el guerrillero, inició el ascenso hacia la sierra de Atoyac. “Quedaba atrás, definitivamente, el profesor Carlos Ceballos Loya, nunca más a las aulas ni a la rutina de fin de semana, en Mexicali o Tijuana. Nunca más a las desgastantes reuniones estatales contra la burocracia o por la democracia. No había más opción que su M–1 y el Partido de los Pobres”, afirmaba.
Junto con Leopoldo Ángulo Luken, que allá se llamó Arnulfo; Marcos e Isaél, Ceballos llegó a su primer campamento guerrillero donde se llamó Julián. Leopoldo Ángulo estuvo casi todo el mes de agosto viviendo la experiencia de una verdadera guerrilla rural.
Julián se adaptó rápidamente a la dinámica del grupo, cumplía las comisiones, hacía las guardias, eludía las discusiones y trataba de ocultar sus fatigas y sus hambres. Cuando se enteró de la escasez de fondos y alguien propuso la necesidad de una expropiación bancaria, Julián se apuntó en la comisión que bajaría a Acapulco.
“A fines de septiembre de ese mismo año, la Brigada Campesina de Ajusticiamiento, mandó una comisión a Acapulco para buscar recursos a través de una expropiación, comisionando primero a Cuauhtémoc, Chon, Francisco y Julián para realizar las primeras investigaciones. Concluidas estas se tomó en consideración el número de elementos y armas que se requerían para realizar la acción, agregándoseles Isaél, Fernando y Pancho Encinas”, dice Arturo Gallegos
La expropiación se llevó a cabo el 24 de octubre de ese año para lo cual “se seleccionó al Banco de Comercio de Acapulco (Bancomer), ubicado en ese tiempo avenida Cuauhtémoc y Diego Hurtado de Mendoza, utilizando para tal efecto el taxi número 98 que manejó Julián y posteriormente abandonado en el barrio de Petaquillas. Esta fue otra operación fallida pues el monto de lo sustraído fue poco menos de 17 mil pesos, por lo que se consideró un fracaso total, sobre todo porque hubo tiros y en un rebote de bala fue herido Francisco. Al banco entraron Isaél como responsable las cajas, Francisco responsable de vigilar a los clientes y Cuauhtémoc que se encargó de desarmar y vigilar al policía, mismo que al oponer resistencia le dispararon al piso para que viera que la cosa iba en serio. De aquí salió la esquirla que hirió a uno de ellos. En la puerta Fernando con un M-1 vigilando adentro y afuera mientras Julián los esperaba en el auto con el motor en marcha y otro M-1 con el que inmovilizó al agente de tránsito que al darse cuenta del asalto, quiso dar aviso a la policía pero al apuntarlo Julián con el arma se quedó quietecito cual estatua viviente. A una cuadra en una motocicleta esperaba Chon  a Isaél con el motor en marcha, en virtud de que el dinero tendría que ser sacado primero por ser el objetivo”, comenta Gallegos.
Tras ese fracaso se continuó la búsqueda de fondos pero fue otro fracaso al intentar asaltar la bodega de la cervecería Superior, ubicada en la calle Ejido. Ahí ni siquiera hubo que llegar pues los comisionados para expropiar el carro no pudieron hacerlo, estos eran Fernando y Julián, motivo por el que recibieron tremenda critica de sus compañeros, sobre todo de Cuauhtémoc quien les dijo: “¡no somos capaces de quitar un carro, y queremos hacer la revolución!”
Después de unos días en Acapulco el “18 de noviembre de 1971, al calor de las copas, se le ocurrió a Julián y a Cuauhtémoc y a Fernando ir a Atoyac a dejarle dinero a Pancho Encinas para que éste lo hiciera llegar al Partido de los Pobres. Contrataron un taxi que convino cobrar 500 pesos por llevarlos y regresarlos al puerto de Acapulco”.
Antes pasaron por la casa de don Petronilo, que era tío de Cuauhtémoc, para que una de sus hijas los acompañara y así evitar sospechas de miradas indiscretas o de la policía. Don Petronilo despertó a Guadalupe que los acompañó, serían las diez de la noche cuando salieron de Acapulco.
Al llegar a Atoyac ninguno de los tres conocía el lugar donde vivía Florentino Loza Patiño, Pancho Encinas. Pasaron varias veces por frente al cuartel del 50 Batallón de Infantería a la una de la mañana, los soldados los vieron sospechosos y los detuvieron. A Guadalupe la condujeron a un pequeño hotel, llevando el maletín con el dinero, ya casi al amanecer salió y tomó un autobús rumbo al puerto de Acapulco, para avisarle a su familia y a Humberto Espinobarros Ramírez.
Los tres detenidos fueron trasladados al puerto de Acapulco, a la zona militar donde fueron identificados por el comandante de la judicial Wilfrido Castro Contreras. En eso llegó Guadalupe Castro con Humberto Espinobarros Ramírez, a reclamar a los guerrilleros. Los dos también fueron apresados. A Espinobarros lo mandaron a Veracruz y a Guadalupe al Campo Militar Número Uno con los otros tres detenidos en Atoyac.
“Los pusieron en celdas separadas, unidas entre sí por los costados. Para mejor ubicación había un pasillo en medio que dividía la zona de celdas. Los presos podían ver a los de enfrente pero no a los que pegaban con ellos… El pasillo era bastante largo y había un guardia al fondo; las celdas eran muy pequeñas, de un metro cuadrado, donde el detenido dormía sentado, cuando podía. Frente a la celda de Guadalupe se encontraba una mujer casi desnuda con un niño en brazos que, sin embargo, no dudó en deshacerse de un pedazo de trapo para dárselo a la recién llegada”.
El 19 de noviembre por la tarde el ACNR había sido secuestrado el rector de la UAG doctor Jaime Castrejón Díez. Así que a los aprehendidos además le preguntarles por el asalto al banco también le preguntaban por el académico taxqueño.  “Los tres detenidos negaron la culpabilidad de Guadalupe, por lo que después de ocho días de tortura fue conducida de regreso a la XXVII Zona militar en Acapulco, donde fue fichada el 26 de noviembre de 1971”.

“Mientras a Carmelo Cortés Castro, Cuauhtémoc; Gabriel Barrientos Reyes, Fernando; Carlos Ceballos Loya, Julián, los mantuvieron más tiempo en el Campo Militar Número Uno y los regresaron a Chilpancingo días después. Finalmente fueron presentados a la opinión pública el siete de diciembre de ese año y conducidos a la Penitenciaría de Chilpancingo como responsables del asalto al Banco de Comercio de Acapulco. El 8 de diciembre la prensa dio cuenta de la noticia a ocho columnas con las fotografías de rigor”, escribió Arturo Gallegos.

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