sábado, 14 de febrero de 2015

Levantamientos recurrentes en la región de Atoyac (Décima parte)


Víctor Cardona Galindo

CarlosCeballos Loya, Julián, Carmelo CortésCastro, Cuauhtémoc y Gabriel Barrientos Reyes, Fernando, después de ser torturados en el Campo Militar número Uno, fueron consignados a la penitenciaría de Chilpancingo, acusados del secuestro del doctor Jaime Castrejón Díez, dice Arturo Miranda “a pesar de que éste fue secuestrado cuando ellos ya estaban detenidos”. Carlos y Carmelo duraron poco prisioneros. Se fugaron el 20 de agosto de 1972 a través de un hueco que abrieron en la pared del lado sur de la cárcel. Gabriel Barrientos no pudo salir con ellos porque estaba en otra celda.
Un mes después ya estaban de regreso en la sierra con la Brigada Campesina de Ajusticiamiento, desde donde enviaron un comunicado a la opinión pública hablando de su liberación y dando a conocer su postura política. Unos meses más tarde Lucio Cabañas salía de la montaña debido a una enfermedad que lo mantenía a veces tirado en la hamaca todo el día. Al frente de la brigada se quedaron Carmelo Cortés y Carlos Ceballos.
El guerrillero Gabriel Barrientos Reyes, Fernando
fue detenido junto Carlos Ceballos Loya y Carmelo 
Cortés Castro, el 18 de noviembre de 1971 en 
Atoyac por elementos del 50 Batallón de Infantería. 
Foto anexo fotográfico del informe de la Comverdad.

“En los albores del año de 1973, hubo la necesidad de trasladar a Lucio Cabañas a la ciudad de México para atención médica, por lo cual se quedan como responsables de la conducción del grupo, Cuauhtémoc y Julián. Fue en este periodo que se acuerda impulsar la lectura de manera obligatoria, como única forma de superación personal y de consciencia. Los pocos libros con que se contaban empezaron a rolarse entre la base y en cada reunión se hacía un pequeño balance de lo que se había entendido. La sorpresa fue que los campes empezaron a utilizar una nueva terminología e incluso preguntaban lo que no entendían y discutían cuestiones de su nuevo conocimiento”, recogió Arturo Gallegos.
También en ese corto periodo de tres meses, sucedieron dos hechos que registra la historia: el secuestro de Francisco Sánchez López y la elaboración del que se conoce como el Segundo Ideario del Partido de los Pobres. En el primer caso, Julián encabezó la comisión, manejó el Jeep del secuestrado hasta abandonarlo al tomar la serranía. En el segundo fue el detonante que enfrentó a Cuauhtémoc con Lucio, pues después de haber sido aprobado en el seno de la Brigada fue enviado para su publicación a la revista Por Qué? Sin antes haberlo consultado con el jefe guerrillero que era atendido por un médico amigo en la capital del país, a grado tal que una semana después de su publicación en la revista, salió el desmentido del profesor argumentando que ese no era el Ideario del Partido de los Pobres, puesto que él desconocía su existencia.
Francisco Sánchez López era un ganadero, coprero y comerciante originario de Tecpan de Galeana. El 7 de marzo de 1973, Pedro Hernández Gómez, Ramiro, Martín Nario Organes, Samuel, Conrado y Carlos Ceballos Loya, Julián, lo tomaron por sorpresa en Coyuquilla, cuando se dirigía en su vehículo a las huertas de su propiedad y para el 8 de marzo ya estaba en un campamento de la sierra en las inmediaciones del cerro Cabeza de Perro.
La Brigada Campesina de Ajusticiamiento del Partido de los Pobres se responsabilizó públicamente del secuestro de quien aseguraban era “miembro de la burguesía mexicana explotadora dueño de ordeñas, terrenos de cultivo, huertas de coco, acaparador de copra en el Estado de Guerrero y socio de la fábrica de aceites y jabones ‘La Polar’; presta dinero con intereses elevados a tal grado de que se adueña de las huertas de los campesinos (...) A sus trabajadores les paga sueldos raquíticos; compra la copra y otros productos agrícolas a precios bajos”, decía el comunicado. 
Por su libertad se exigió a la familia dos millones y medio de pesos, pero ellos nada más ofrecieron medio millón y cuando deberían de pagar el rescate, únicamente se presentaron con medicinas y ropas para el secuestrado, entonces la guerrilla concluyó que pensaban alargar las negociaciones esperando que el Ejército los encontrara y liberara al retenido, sin que tuvieran que pagar el rescate. Finalmente Francisco Sánchez fue fusilado el 17 de abril de 1973 en el arroyo de Las Piñas cerca de San Andrés de la Cruz.
El 18 de abril, Wilfrido Fierro registró: “Hoy a las 10: 30 horas del día fue traído de la zona cafeta­lera el cadáver del Sr. Francisco Sánchez, que fuera secuestrado por el gue­rrillero Lucio Cabañas Barrientos en su huerta de palmeras ubicada en Coyu­quilla, Gro. del Mpio. de Petatlán, el día 7 del mes en curso a quien le pedía por su rescate la cantidad de cinco millones de pesos. Como los familiares no pudieron cubrir el importe fue pasado por las armas por órdenes del mencionado guerrillero, siendo encontrado en el paraje de El Arroyo de las Piñas, cerca al poblado de San Andrés de la Cruz de la zona cafetalera de Atoyac. Los familiares del occiso al enterarse de los hechos se presentaron a la presidencia municipal para recogerlo, en donde fue identificado por el C. Presidente Municipal Dr. Silvestre Hernández Fierro y el agente del Minis­terio Público Lic. Ángel Serrano”.
La prensa publicó que fue encontrado a las siete de la mañana de ese 18, con dos balazos de calibre M-1, uno en la caja torácica, exactamente a la altura del corazón y el otro en la frente que se presume fue el tiro de gracia. Quienes lo ajusticiaron dejaron dos recados, un texto decía “La Brigada Campesina de Ajusticiamiento del Partido de los Pobres ajusticia al Sr. Francisco Sánchez López, porque sus familias se negaron a entregar el rescate de 2.5 millones de pesos”, publicaba Juan Damián Cabrera, “Cabañas mató a Rico Ganadero”, en Avance de Iguala, el 19 de abril de 1973. 
Este capítulo se cierra, cuando después de la llegada de Lucio Cabañas el 27 de abril de 1973 al campamento de El Nanchal, se sanciona a Cuauhtémoc con ocho meses fuera de la Brigada, bajo argumentos de inmoralidad. También son expulsados los elementos de la naciente Liga Comunista 23 de septiembre, acusados de oportunistas y arribistas al tratar de socavar las bases del Partido de los Pobres en su beneficio. Julián sintió que indirectamente aquella medida le afectaba y optó por solidarizarse con los expulsados. Salió de la sierra de Guerrero y se trasladó a Guadalajara.
El Zanca, como lo bautizaron sus nuevos compañeros, se dirigió a la ciudad Obregón y de ahí al municipio de El Quiriego, en Sonora. Nos dice Arturo Gallegos que incorporado a las filas de la Liga Carlos Ceballos, con el seudónimo de Macario, es comisionado para formar parte del grupo que iniciaría el trabajo en la región noroeste de país, mejor conocida por ellos como El Cuadrilátero de Oro, comprendido entre los estados de Sonora, Chihuahua, Durango y Sinaloa. Después de subirse a la sierra y luego de meses de hacer largos recorridos de reconocimiento del terreno y de iniciar el proselitismo entre rancherías y poblados, los insurrectos quedaron incomunicados de la Liga por varios meses, a grado tal que jamás se enteraron de los problemas que se anidaron en su seno debido a las diferencias políticas surgidas en su interior en el periodo 1974-75, cuando la acción policiaca y las diferencias redujeron a su mínima expresión a esa organización. Uno de los que rompieron con la Liga fue justamente Leopoldo Angulo Lucken, dirigente máximo del grupo N, también conocido como Los Guajiros.
La falta de comunicación y de recursos los llevó a plantearse la una acción militar para obtener de fondos. Seleccionaron a un acaudalado empresario, al cual mantuvieron cautivo durante meses sin lograr su propósito. Al parecer el rescate no se pagó y continuó la crisis. Este acontecimiento alertó a las corporaciones policiacas y militares, que comenzaron una encarnizada búsqueda de los alzados. Los cuatro que componían el grupo, fueron ubicados de manera fortuita cuando preparaban sus alimentos en una cañada de la sierra alta. Los militares empezaron a disparar cayendo muerto el guerrillero que cocinaba. Miguel Topete Díaz, Espartaco, responsable militar y político del grupo fue herido en un glúteo y fue auxiliado por Macario quien recién se había incorporado. Sin duda la experiencia adquirida en Guerrero como parte del Partido de los Pobres, le ayudó a sortear la envestida militar y sacar a su compañero herido del lugar y del peligro. Después de dos días de caminar por los intrincados montes, lograron escapar, pero el herido ya presentaba signos de agotamiento por el esfuerzo, pérdida de sangre y por la infección que le produjeron altas temperaturas.
Como estaban bastante retirados de alguna población, Macario decidió dejar escondido a su compañero para bajar a conseguir medicinas y alimentos. Regresó al otro día con lo mínimo para las curaciones y la sobrevivencia. Dice Gallegos que “Esta parte la recordaba Miguel con mucha nostalgia y con los ojos enrojecidos por el llanto contenido, reconociendo al compañero que aun en las peores condiciones no lo abandonó a su suerte y lo salvó de morir de hambre o por efecto de la infección, o mejor aún, de caer en manos del enemigo”.
Por esos días lograron contactar al otro elemento disperso, con quien discutieron la forma de escapar de la zona, porque todos los caminos estaban copados por la vigilancia policiaca y militar. Además abría que caminar cientos de kilómetros y en las condiciones que estaban era prácticamente imposible. “Fue en ese momento en que de manera inconsciente uno de ellos dice: solo por aire. Los compañeros se vieron entre sí y le festejaron la idea”. Inmediatamente se dirigieron a la casa de un terrateniente que tenía una avioneta para su servicio particular, vigilaron el lugar y cuando llegó el piloto de la nave lo tomaron prisioneros y lo obligaron a que los llevara lejos de ahí. Así fue como los sobrevivientes de aquel grupo lograron evadir la vigilancia de corporaciones policiacas y militares que les seguían la pista de cerca.
De regreso a la ciudad de México en 1975, Ceballos se incorpora al Grupo N, recién escindido de la Liga. Cuando cayó Carmelo Cortés aquel 31 agosto 1975. Carlos Ceballos estaba en la sierra, mucho tiempo después se enteró y derramó sus lágrimas por aquél guerrillero atoyaquense al que consideraba un hermano.
Pero su afición a la bohemia no lo abandonaba. En una reunión convocada por este grupo Macario asistió acompañado de un six de cervezas para “amenizar” la reunión. Eso provocó que uno de los dirigentes conocido como El General le llamara la atención, pidiéndole que dejara la cerveza fuera del recinto de reunión, lo cual hizo sin discusión. Al término del evento Macario llamó a su amigo y líder y le dijo: “sabes a mí me gusta esta madre y reconozco que rompí la disciplina, somos amigos y quiero conservar tu amistad, por lo que desde este momento me retiro del grupo para no comprometerlos”.
Fue así como el bajacaliforniano se separó del grupo N y se trasladó a Guadalajara, donde adoptó el seudónimo de Pancho y se contactó con Tomás Lizárraga Tirado, El Tom de Analco. Un buen día del año de 1976, llegó a la casa de Pancho un elemento del grupo con la información de que El Tom quería platicar con él, cosa que le extrañó puesto que lo vio el día anterior. Sin embargo el visitante insistió que era urgente. Sin discutir más,  Pancho salió y le dijo a su compañera que regresaba pronto, subió a un auto donde se encontraban dos elementos, uno de ellos al volante. Pancho tomó lugar atrás del chofer, un conocido suyo. El lugar del copiloto lo ocupó un desconocido quien cuadras adelante saco una pistola y le disparó a Pancho. Así acabó su vida.
Dice Gallegos que la versión de Miguel Topete es que el asesino también fue muerto por el otro que iba atrás. En total fueron tres los muertos que quedaron en el lugar. Se desconoce a ciencia cierta si fueron infiltrados, pero la prensa y los medios de comunicación “informaron” que fue un ajuste de cuentas entre grupos al presentar desechos los cuerpos de El Tom y Pancho.
Los familiares de Carlos Ceballos al darse cuenta del hecho, se trasladaron a Guadalajara a reclamar su cuerpo, sin embargo este ya no estaba, creyeron que fue llevado a la fosa común. La explicación que le dieron a su hermano es que había caído en un enfrentamiento, que al preguntarles que como lo sabían, le contestaron que le hicieron la prueba de la parafina y le encontraron residuos de pólvora en la mano derecha, lo que hizo dudar de la veracidad del dicho, puesto que el caído era zurdo.
“En la morgue de Guadalajara baje a los infiernos buscando a Santiago… No encontramos el cuerpo… Nos mostraron fotos de cómo lo habían levantado muerto en el coche. Era él, sin barba, y éramos nosotros sin él (…) Luego de tres días de ley, el cadáver sin identificar fue remitido a una fosa común, donde probablemente yace todavía, ‘despojado del nombre de sus huesos’”, escribió Héctor Aguilar Camín en La Guerra de Galio.


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