domingo, 26 de marzo de 2017

Ciudad con aroma de café XXVI

Víctor Cardona Galindo
La carretera
Al momento de crearse nuestro estado de Guerrero, las únicas vías de comunicación eran los caminos reales. El principal era el México-Acapulco, que desde tiempos precoloniales unía el centro con el mar del sur. Por ese camino se movieron por más de dos siglos los cargamentos que traía y llevaba el galeón de Manila. El camino real se mantuvo por más de un siglo en el México independiente, hasta que al masificarse la presencia de los automóviles en la Ciudad de México, los movimientos posrevolucionarios exigieron la construcción una carretera.
La recién estrenada carretera a San Jerónimo
de Juárez en 1935. Foto: Colección de 
Rubén Ríos Radilla.

La construcción de la carretera fue una demanda del movimiento escuderista de Acapulco. Con ello se pretendía acabar con el aislamiento regional del que se beneficiaban los miembros de la colonia española del puerto quienes acaparaban la producción y controlaban el comercio local.
Muerto Juan R. Escudero la demanda de la carretera la retomó el general Amadeo Vidales Mederos con su Plan del Veladero dado mismo que fue dado a conocer el año de 1926.
El 11 de noviembre de 1927 fue inaugurada la carretera México-Acapulco, con sus 485 kilómetros del Palacio Nacional de la ciudad de México a la plaza principal de Acapulco.
Retomando los datos que aporta Tomas Bustamante Álvarez en el volumen IV de la Historia General de Guerrero, “En 1926 se inició la construcción de la carretera Acapulco-Puerto Marqués y la de Acapulco hacia Costa Grande. Los habitantes de Coyuca de Benítez, Zacualpan, San Jerónimo, Atoyac y Tecpan, comenzaron los trabajos de sus carreteras partiendo de sus respectivos pueblos para conectarlas con la carretera en construcción que venía de Zihuatanejo a Petatlán, por el oeste y de Acapulco, por el este”.
Antes de la llegada de la carretera se iba para Acapulco a lomo de bestias por un camino de herradura y se tardaba hasta tres días en llegar al puerto y viceversa. La gente dormía en el camino. El general Silvestre Mariscal en sus memorias nos habla del recorrido que se hacía de Acapulco-Atoyac a lomo de bestias por la orilla de la playa. El trayecto del Carrizal a la Barra de Coyuca o a Pie de la Cuesta se hacía en cayucos donde se podía admirar esa hermosa laguna que por las mañanas asemeja un inmenso espejo extendido entre las frondas costeñas.
Luego el trayecto se completaba en carretas jaladas por bueyes. “Cuando llegaban a la Frente del Diablo (un lugar lleno de arrecifes y acantilados con historias espeluznantes), la brecha era demasiado angosta, y las llantas de la carreta quedaban al pie del precipicio”, por eso la gente se bajaba  hasta que el carretero pasaba ese tramo, eso nos narra Graciela Guinto Palacios en su novela Palpitaciones costeñas
En ese tiempo en Atoyac había un viejo camino que pasaba por la orilla de El Humo, Barrio Nuevo y entraba a Los Arenales. Era una brecha por la que circulaban las carretas. Por ese camino escabroso comenzaron a llegar a nuestra ciudad los primeros juegos mecánicos a finales de los años veinte. Los carros que los transportaban llegaban llenos de las ramas que arrancaban al pasar por los callejones llenos de vegetación.
El cronista de San Jerónimo don Luis Hernández Lluch registró que fue el señor Zeferino Torreblanca Ávila quien compró el primer camión, en diciembre de 1926, que fungió como primer transporte a partir de febrero de 1927 entre San Jerónimo y Atoyac.
Nuestro cronista por excelencia Wilfrido Fierro Armenta registró que general Rafael Sánchez Tapia jefe de operaciones Militares del estado de Guerrero trajo, el 23 de enero de 1929, el primer coche marca Pontiac, tipo coupé, así como el primer camión de redilas Chevrolet. “Los vehículos fueron conducidos por el camino a la playa”.
Rosa Santiago Galindo tiene 94 años, nació en 1923, recuerda que en aquel tiempo Atoyac era un pueblo chico, vivía pura gente criolla y honesta, así como se ven de carros ahora por las calles, así había de bestias: burros, mulas, caballos y atravesaban las calles marranos por doquier. Su mamá les decía cuando salían a la calle “váyanse por la orilla no las vaya atropellar un burro”.
Rosita dice que el primer carro llegó frente a la escuela Juan Álvarez, era una camioneta de redilas grande de color azul con bancas incrustadas a su interior para trasportar gente, se llamaba El Gaucho, llegó poco después otra camioneta roja que se llamaba El Rosita.
Orbelín Soberanis Núñez, en su libro Como ha sido el Tecpan que yo he vivido, recuerda  que hasta 1932 de Tecpan se iba a Acapulco “cabalgando a caballo por los médanos en dos días se llegaba al entonces pequeño Puerto de Acapulco. Quedándose a dormir la primera noche en el rancho El Guiñote localizado en el municipio de Coyuca de Benítez, propiedad de un señor conocido como Perico Diego”.
“La carga se transportaba en carretas en un recorrido de ocho largos días y en la época de lluvias, como siempre estaban crecido los ríos, la carga se pasaba de un lado a otro en canoas y a veces se llegaba a mojarse o llenarse de lodo en los charcos que tenían que cruzar durante su largo recorrido”.
“A las cinco de la mañana salíamos de Tecpan ya fuera a caballo, en mulas o en carretas, recuerdo que al llegar a un lugar llamado ‘Monte alto’, si el viaje era en carreta, al pasar por enormes charcos llenos de lodo se nos impregnaban las nalgas de esa mezcla de agua y tierra; se hacían más o menos tres horas a San Jerónimo” donde se cruzaba el río en pangos.
Durante 1931-1933 el paso de camiones para ir al puerto de Acapulco se hacía por la playa, en esos años de Atoyac a los Arenales se utilizaban los servicios del coche Dodge de Felipe Rodríguez. Dice Wilfrido Fierro que “el camino de carretas hacia el puerto de Acapulco y Zihuatanejo, sirvió mucho para el tráfico de camiones a partir del año de 1933 hasta que dio paso a la carretera nacional”.
Anituy Rebolledo retoma a Carlos E. Adame y su Crónica de Acapulco donde rememora esos tiempos. “Una camioneta salía de Atoyac con pasaje y carga con destino al puerto. Paraba en el río de San Jerónimo donde ya esperaban los viajeros de ésta última localidad. Todos montaban en carretas ahora tiradas por bueyes para un viaje accidentado por angostas y lodosas veredas”.
“Se llegaba al Zapotillo casi al medio día luego de un recorrido de alrededor de 20 kilómetros. Allí se cambiaba de medio de transporte, de carretas a camión de redilas. El destino siguiente era El Carrizal, distante 40 kilómetros, al que se llegaba entre 2 y 4 de la tarde. El viaje se hacía por el llano que separaba la laguna del oleaje marino”.
Al respecto dice Orbelín: “Ya estando en El Zapotillo se abordaban unos camiones parecidos a las camionetas que se usan hoy, donde transportaban pasajeros con algunos bultos de carga, de las cabeceras municipales hacia las comisarías; eran un poco más largas, los asientos estaban unos frente al otro, eran bancas acomodadas de la cabina del vehículo a la cola del mismo; los pasajeros nos íbamos viendo cara a cara”.
“Estos incomodos camiones –sigue Orbelín- arrancaban sus motores dándoles cran (el cran era una varilla gruesa que tenía dos ángulos) y entonces circulaban estos transportes por toda la playa, por todo el médano, y de El Zapotillo se llegaba al Carrizal del municipio de Coyuca de Benítez en un tiempo aproximado de cuatro horas; ahí nos embarcábamos en lanchas de motor y navegábamos por toda la laguna en donde veíamos de vez en cuando algunos lagartos. La travesía llegaba a la Estación, de la Barra del Río de Coyuca”.
“Las pangas –dice Carlos E. Adame- salían de la barra a esperar el pasaje produciendo un ruido característico al ir rompiendo las aglomeraciones del lirio acuático o ‘patos’ invasores de la laguna. Las hileras de costales de copra y ajonjolí se alineaban por toda la localidad. El olor a gasolina impregnaba el ambiente y los viajeros abarrotaban las fondas a orillas de la laguna (…)
Los 8 kilómetros entre el Carrizal y la Barra se cruzaba en dos o tres horas a bordo de lanchas gasolineras o pangos característicos de la región”.
“En seguida –habla Orbelín- se abordaban camionetas del mismo corte para terminar el viaje al llegar a Acapulco en un tiempo aproximado de 12 horas… Algunas veces nos embarcábamos en El Carrizal en un pequeño barco de un señor Mac Hudson que nos trasladaba hasta Pie de la Cuesta”.
“El tramo final entre la Barra y Acapulco –alrededor de 30 kilómetros-, se cubría en plena oscuridad para llegar al puerto a eso de las 9 de la noche. Un viaje de 15 horas”, comenta Carlos E. Adame.
La carretera entre Acapulco-Atoyac-San Jerónimo quedó terminada en 1935. Dice Tomas Bustamante que en parte fue la industria forestal la que impulsó la apertura de carreteras, porque a partir de ahí ésta actividad económica comenzó a tener auge en las regiones del centro y Costa Grande; “ahí donde la comunicación por carretera había llegado, los bosques fueron sometidos a intensivos sistemas de explotación”.
Otro recuerdo es el de Graciela Guinto, “Antes que la carretera entrara a Coyuca, el pueblo no sabía de talas, todo estaba virgen. El ‘chicayotillo’ y el ‘panteco’ abundaban en el campo; y las mujeres, alegres, los cortaban, ocupándolos como blanqueador. Las ancianas y otras no muy jóvenes, lavaban en el río con el tórax descubierto, enseñando sin pudor sus pechos flácidos tostados por el sol. Obviamente, ocupaban para lavar, la lejía y el jabón de sebo hecho en casa”.
“La carretera nacional de México a Zihuatanejo estaba terminada. Cuando construyeron el tramo cercano a Coyuca fue una novedad para los nativos, quienes se asombraban ante la nueva maquinaria pesada que ocupaban en la construcción de la misma, la cual era desconocida para ellos. Todo esto dio trabajo a los lugareños y más vida al pueblo; pues llegaron muchos forasteros a laborar en la carretera y en la construcción del puente. Algunas nativas encontraron su pareja y se casaron con ellos; y otra vez, la sangre costeña se mezcló a otra sangre de diferente idiosincrasia. Y la gente decía: —‘Se la llevó uno de la carretera a vivir a su tierra’”, dice la coyuqueña en su otra novela Sangre Bronca.
Después de pasar por Coyuca la carretera de terracería llegó primero a San Jerónimo y el ramal de Atoyac se abrió en 1939. Cuando la brecha se acercó a nuestra ciudad, tarde con tarde, la población acudía a observar las máquinas que trabajar. Se quedaban atónitos de ver como abrían la tierra. “Máquinas que algunos pobladores bautizaron con el apodo de ‘cuchas’”, recuerda don Simón Hipólito Castro.
Don Inés Galeana Dionisio nació en 1926, tenía 13 años cuando llegó la carretera a nuestra ciudad. Un día fueron con su papá Lino Galeana Reyes y su mamá Catalina Dionisio Gómez a ver como trabajaban las máquinas de noche. Eran como a las 10 de la noche cuando se fueron y regresaron a las 12. Era admirable ver como derribaban los árboles grandes. Los arrancaban con todo y raíz y los iban a tirar a otro lado. Todos se admiraban de la fuerza de las máquinas. Al final de su vida don Inés recordaba que atrás de la máquina venía una aplanadora y unos carros regando la tierra.
Por su parte Zeferina Pino iba al Rancho Verde donde estaba la propiedad de Joaquín Paco papá de Álvaro Paco a ver el espectáculo de las máquinas excavadoras. Todos estaban admirados de como llegaba el progreso a la ciudad.
Ya terminada la carretera los primeros viajes en camión fueron muy tortuosos, “a los lados del camino –nos recuerda Orbelín Soberanis- había muchos árboles, incluyendo espinos cuyas ramas golpeaban al viajero si este no iba pendiente de cubrirse oportunamente; además había unos baches tan grandes que más bien eran pozos, los cuales al atravesarlos el camión, hacían que el viajero cayera sobre el pasajero de enfrente y así lentamente se pasaba por Alcholoa, Cacalutla, Zacualpan, El Cayaco, El Papayo, El Zapote hasta llegar al río de Coyuca, el cual se cruzaba un sinfín de problemas, similares al tránsito del río San Jerónimo”.
Al llegar a la Frente del Diablo comenta Soberanis Núñez que la gente se bajaba del camión, pues peligrosamente pasaba el transporte por una reducida brecha entre el abismo y la montaña.
Es Francisco Galeana Nogueda en su libro Conflicto sentimental. Memorias de un bachiller en humanidades quien nos recuerda que durante su niñez “corrían por la brecha polvorienta unos cuantos camiones que hacían en servicio de dicha población al puerto, y según recuerdo los dueños de esos transportes pioneros eran Chico el Loco; don Celso Salgado; Chuma Abarca, Faustino Olguín y Ángel Olguín, su hijo; Rosendo –poco a poquito-; Felipe Rodríguez y otros”.

Por la carretera polvosa, que se iba abriendo poco a poco, llegó hasta Atoyac en 1933 el general Lázaro Cárdenas del Río candidato a la presidencia de la República por el Partido Nacional Revolucionario, quien sentado en el poder cambió la vida de los costeños.  

viernes, 17 de marzo de 2017

Ciudad con aroma de café XXV

Víctor Cardona Galindo
El 15 de diciembre del 2009 la Corte Interamericana de Derechos Humanos dictó sentencia por la desaparición forzada del expresidente municipal de Atoyac Rosendo Radilla Pacheco, en la cual, principalmente, pide limitar el fuero militar. La resolución dice que: “frente a situaciones que vulneren derechos humanos bajo ninguna circunstancia puede operar la jurisdicción militar” el procesamiento de los responsables “corresponde siempre a la justicia ordinaria”.
La casa de la familia Pino, misma que fue derribada
 para construir un estacionamiento, era una digna 
representante de las viviendas del siglo XIX. 
Foto: Víctor Cardona Galindo.

La Corte ordenó a México: La investigación y sanción de los responsables en la detención y desaparición de Rosendo Radilla, así como la localización de sus restos, la realización de un acto público de reconocimiento de responsabilidad de los hechos. La elaboración de una semblanza, así como la colocación de una placa alusiva a su memoria en su natal Atoyac.
Como para calmar a la opinión pública y reducir la presión internacional el 17 de noviembre de 2011 en un acto en el Zócalo de la ciudad de Atoyac, sin la presencia de los familiares de Rosendo Radilla Pacheco, las autoridades de los tres niveles de gobierno develaron la placa en honor al líder cívico.
El encargado del despacho de la Secretaría de Gobernación Juan Marcos Gutiérrez González, acompañado de la Secretaria de Relaciones Exteriores Patricia Espinosa Cantellano y del gobernador Ángel Aguirre Rivero, ofreció disculpas públicamente a la familia Radilla Martínez por la desaparición de Rosendo Radilla Pacheco y en la fachada del DIF municipal develaron una placa que dice:
El Estado Mexicano devela la presente placa a la memoria de Don Rosendo Radilla Pacheco y de las víctimas de desapariciones forzadas ocurridas en las décadas de los 60 y 70, en un ‘contexto sistemático de violaciones a los derechos humanos’, según lo señalado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en su resolución…Lo anterior, se hace en cumplimiento a lo ordenado por la citada corte en el caso Rosendo Radilla Pacheco vs. Estados  Unidos Mexicanos, en virtud de su desaparición forzada por agentes del Estado el 25 de agosto de 1974, en un retén militar de esta población. Este lamentable suceso ha dejado invaluables lecciones a la nación mexicana… El Estado reconoce la incansable búsqueda de sus familiares, por la justicia, verdad y reparación… Atoyac de Álvarez, Guerrero a 14 de noviembre del 2011”.
La placa quedó colocada, en una de las  paredes frontales del viejo Palacio Municipal y en  donde los últimos años ha funcionado el DIF municipal. El día primero de marzo de este año parientes de desaparecidos y la familia Radilla depositaron en ese lugar una ofrenda florar en honor a don Rosendo Radilla Pacheco al cumplirse los 103 años de su natalicio.
Este 8 de marzo de 2017 al conmemorar el Día Internacional de la Mujer las autoridades municipales encabezadas por el alcalde Dámaso Pérez Organes develaron otra placa que dice: “8 de marzo Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras. El alcalde Dámaso Pérez Organes otorga el reconocimiento al mérito civil Hilda Flores Solís a las mujeres atoyaquenses. Un mejor Atoyac empieza desde casa, el cambio lo hacemos juntos hombres y mujeres. ¡Libertad, dignidad, respeto y justicia a las amas de casa! Gobierno municipal de Atoyac de Álvarez Gro, 2015-2018”.
Esta última placa quedó instalada al costado izquierdo del monumento al general Juan Álvarez Hurtado y fue develada en honor a todas las trabajadoras del hogar del municipio de Atoyac. Con ésta la fachada del edificio del DIF ya luce dos placas alusivas a dos luchadores sociales.
Los caminantes

En la esquina de Nicolás Bravo y Reforma, con El Nanche, por las mañanas llegaba Miguel Castillo. Sacaba su computadora de juguete y mientras le ingresaba la contraseña pedía El Sol de Acapulco. Luego se sentaba a leerlo. Miguel tenía su muro en el puente de la calle Juan Álvarez frente a donde estaba el cine Álvarez, lo tapizaba de recortes, era una especie de periódico mural de hechos del narcotráfico y el priismo. De vez en cuando cambiaba su periódico mural a una de las columnas del puente de El Ticuí, donde le agregaba unas publicaciones pornográficas.
Un día, después de tantas quejas de los vecinos el Ayuntamiento llevó a Miguel, en una patrulla, a tirar a Tres Palos donde tiene un hermano, lo bajaron y le dijeron ahí te quedas. Los policías pasaron a realizar unas compras al puerto, y en la tarde cuando daban un recorrido, Miguel los abordó en la calle principal frente a Elektra, -a qué hora llegaron manito -les dijo - yo me vine luego, nomás vi a mi hermanito y me retaché. Ese es Migue.
De buenas a primeras Miguel Castillo desapareció, nadie da respuestas concretas. Unos dicen que se fue con uno de sus hermanos para Michoacán. Otros dicen que apareció muerto por el rumbo de Técpan de Galeana el año pasado, pero que la familia no quiso reclamar su cadáver y lo sepultaron en la fosa común.
Miguel estaba muy mal de sus facultades mentales, pero todavía se recuerdan sus discursos en los sepelios de Hilda Flores Solís y de Rocío Mesino Mesino. Por cierto en el sepelio de Rocío sorprendió con su elocuencia y su mensaje fue el que más se apegó a la realidad. Al escucharlo y verlo vestido de verde olivo algunos dudaron de su locura. Le pedí una copia de su discurso y me la negó. “Es que ya está registrado en derechos de autor”, me contestó.
Mucho me acuerdo de El Gringo, uno señor que circulaba cerca de la colonia de Acapulquito y la Mariscal ahí en la calle Silvestre Castro, le daba asilo una señora que se llamaba Irene. El Gringo decía que ya se estaba haciendo niño y se veía a cada rato en su espejo –ya voy para niño. Cuando agarraba su costal caminaba casi corriendo. Alguien le gritaba – ¿A cuánto vas? -Él contestaba –voy a cien.
Hubo un tiempo que muchos indigentes recorrían la ciudad, la patrulla los recogía y los tiraba en la madrugada por el rumbo de Papanoa. Al tercer día estaban aquí de regreso, porque la policía de Tecpan los agarraba llegando a su ciudad y los venía a soltar a la Y Griega. Así estuvieron durante mucho tiempo. En este estado y este país no hay espacios para este tipo de personas vulnerables.
Aquella indigente embarazada que tuvo su hijo en un corredor en las inmediaciones de la iglesia. Andaba bañando a su hijo con agua fría por la mañana, el niño estaba morado del frío, cuando la policía se lo quitó para llevarlo al DIF.
-Mi hijo no ha hecho nada, porque se lo llevan –lloraba diciendo que su hijo no era un asesino para que lo llevaran a la cárcel. Su llanto era desgarrador y daba dolor escucharla. Ojalá el niño haya quedado en buenas manos.
O aquella que recorría las calles desnuda de la cintura para arriba y que tenía unas tetas envidiables, acanaladas con una aureola de tonos semioscuros. – Que chulas chiches tiene esa mujer-, oí decir a una maestra en la esquina de la calle Reforma y Álvaro Obregón.
El pelón Bernabé Gervasio recorre las calles con su costal al hombro pidiendo comida. Él es de Mexcaltepec, pero por alguna razón va mucho a Tecpan de Galeana de donde se viene caminando, tarda dos días para llegar a nuestra ciudad. El otro es Ismael, anda siempre descalzo por la carretera, a veces solamente come hojas y lo admirable es que no se enferma. Ya rebasa los setenta y sigue flaco siempre caminando cubierto solamente por un short.

La calle Agustín Ramírez

La esquina de Reforma con Nicolás Bravo es muy solicitada, enfrente está Pollerama de Roberto Hernández, en la contra esquina está la cocina de doña Bertha, da barato y a la hora del almuerzo se llena de personal de protección civil y policías. Yo tenía la costumbre de decir “La cuenta y un policía”, pero donde doña Bertha nada más pido la cuenta, porque policías hay todo el tiempo, para escoger.
Adelante de donde se instala El Nanche, a vender el periódico, está la base de las Urvans que van hacia El Paraíso. En la calle Nicolás Bravo llega la carga de naranjas y plátanos de La Soledad, de ahí los carretilleros transportan el producto a los diversos lugares donde se va a vender. Esos de La Soledad son muy trabajadores, siembran plátano, aguacate, caña, naranja, café y cultivan la miel de palo. La Soledad es casi un paraíso, dicen que ahí el general Juan Álvarez extraviaba a sus presos, muchos de ellos se quedaron allá porque encontraron todo lo necesario para vivir.
La calle Agustín Ramírez es una vía muy concurrida ahí, el 18 de julio de 1981, se formó el primer grupo de Alcohólicos Anónimos, agrupación que ha salvado muchas vidas y ha dado felicidad y tranquilidad a muchos hogares, el primer grupo se llamó “Los cafetaleros”. Se instaló en la casa de Jerónimo Luna Radilla, El Güero Luna, los primeros integrantes fueron Adolfo, Pancho Juárez, Tacuba, Justino Reyes, Antonio Sánchez, Álvaro y Toño Quiñones.
Todo surgió porque al Güero Luna se lo llevaron anexado al grupo Cuauhtémoc que está en la calle Ámsterdam atrás de la embajada de los Estados Unidos en la Ciudad de México. De allá trajo el programa. Cuando comenzó el grupo Cafetaleros una máquina de coser Singer les servía de tribuna. Ironías de la vida, él que trajo el programa a nuestra ciudad se murió por el puro gusto del alcohol.
Ésta calle se llama Agustín Ramírez porque aquí vivió de niño el célebre compositor guerrerense. Pero además esa vía tiene el mérito de haber visto nacer a Jesús Bartolo Bello López uno de los mejores poetas que tiene Guerrero en la actualidad. Nuestro poeta ganó el premio nacional Mérida de poesía y que recientemente publicó la antología Memoria de nuestro polvo.
Un coquero comenzó poniéndose enfrente de Doña Mine en Agustín Ramírez, siguiendo el ejemplo que les puso doña Aleja Ríos, el coco es negocio y de cuchara es sabroso. El agua con todo y pulpa ya cuesta 15 pesos. La gente le hace fila temprano. El coco es bueno para expulsar la solitaria, lubricar la piel y curar la chikungunya. En últimas fechas los coqueros se han multiplicado, hay cerca de la terminal, frente al Cecafé, en el estacionamiento de Súper Ché, casi frente a la Iglesia, en la calle Independencia y se ponen algunos en el boulevard.
Los pedigüeños aparecen por todos lados. Uno entró un día a una tienda pidiendo para sacar a su hermanita del hospital. Después me lo encontré en un restaurante pidiendo para su mamá ciega y en otra ocasión para su hermana enferma del pulmón. Este cabrón tiene mucha familia, lo que no tiene es vergüenza.
Entre las calles del centro y la colonia Sonora, existe “el bolillero más veloz del Oeste”, cuando oyes gritar ¡bolillooo! Y dentro de la casa contestas ¡Bolilloo! Y sales a la calle, el bolillero, disparado en su bicicleta recorre medio kilómetro, y escuchas el siguiente grito a lo lejos. Para comprarle necesitas estar alerta esperándolo en la puerta de la casa, lo que resulta difícil porque los bolilleros son los despertadores de esta somnolienta ciudad.
A Carmen le enoja que los taxistas no sepan dónde queda la calle Vicente Guerrero. Cuando los taxistas le preguntan dónde queda les tiene que decir que adelante de la Mueblería Carrillo, por donde está la base de las combis.
Es que en Atoyac los nombres de las calles están de adorno, la gente poco pone atención a ellos, aquí la orientación es por referencias. La calle Vicente Guerrero es por la calle de las combis, si vives en la calle Galeana, tienes que decir  por El Parazal, el Atrancón, por la parota o por donde vive la maestra Lupe Galeana.
El Centro de Salud de la colonia Manuel Téllez es el centro de salud de la Parota. Si alguien vive en la colonia Benito Juárez dice que vive por donde el Padre Máximo.
Al referirse a la calle Juan Álvarez se dice Rumbo al Chico, por la Herminia, por donde Raúl Galeana, antes de llegar al callejón de los chocomiles, por Elektra, por la terminal o por la secundaria y últimamente Súper Che también se usa como referencia.
La Calle Palmas es la calle de la Coalición de Ejidos o atrás de la Corona. Decir la calle Aldama, es por Estereosol o la calle de las combis que van a El Ticuí.
Cuando vivimos por la colonia Francisco Villa y Loma Bonita decimos antes o atrás de la Ciudad de los Servicios. Esas son las referencias más comunes para orientarnos en Atoyac, pocos son los que hablan de nombres de calles.
El tamarindo de la calle Juan Álvarez ya no está pero sigue siendo referencia. Los desfiles salen de “El tamarindo” al Zócalo. El Atrancón se llama así porque ahí existió una cantina con ese nombre y El Tejaban porque ahí estaba una galera de una compañía silvicultora. El Tamarindo, la cantina el Atrancón y El tejaban ya no existen, pero le dieron nombre a los lugares.




jueves, 9 de marzo de 2017

Ciudad con aroma de café XXIV


Víctor Cardona Galindo
Algunos perros callejeros recorren la ciudad y merodean cerca del mercado. Dos muy sarnosos duermen afuera del cajero de un banco, “son los eternos prófugos de ciertos taqueros”, dicen en la guaca, los que gustan relajear pesado, al fin y al cabo “chivo que ladra no muerde”.
Cuando fue alcalde Germán Adame Bautista, el regidor Juan Lucena mediante una campaña del sector salud quiso acabar con los perros callejeros, pero hubo una gran protesta y alboroto, que encabezó Clavert Rea Salgado, porque a todos, hasta los más sarnosos, les salieron dueños y fueron a conseguir facturas apócrifas y certificados donde constaban que les habían puesto las vacunas. Solo un perrito que no tuvo padre ni madre ni otro perro que le ladre, fue el único que sacrificaron.
Esta casa, ubicada en la Calle Nicolás Bravo y Nigromante,
 que representa al Atoyac viejo será derribada para construir
 ahí un moderno edificio que ocupará una tienda Oxxo. 
Foto: Víctor Cardona Galindo

Algo que no escapa a la memoria es que cuando fue presidente Luis Ríos Tavera en 1964, entonces si sacrificaron gran cantidad de perros, por el rumbo de Huanacaxtle, los envenenaron y los quemaron, entonces no existía la Sociedad Protectora de Animales y no había veterinarias que certificaran una vacuna que no les pusieron. Ni un héroe llamado Clevert Rea defensor de los desvalidos y animales en desgracia.
Los perros callejeros son una calamidad, pero también los que tienen dueños, porque los sacan a defecar en la calle y nadie recoge las heces. Pronto se hará necesario algún bando del Ayuntamiento para que los propietarios de los caninos se hagan responsables de sus gracias. “Mi perro es muy educado se sale solito a cagar a la calle”, dice un hombre jubiloso “y a usted quien lo educa compadre”, le contesta la vecina que a diario barre su pedacito de calle.
Porque esa es otra, en el Centro ya se acostumbraron a que el Ayuntamiento les barra sus calles, muchos vecinos solamente barren la banqueta y tiran la basura a la calle, en espera que el heroico escuadrón de saneamiento básico la recoja.  En las colonias donde no llega el servicio de barrido la gente únicamente barre su pedacito calle y donde hay terrenos baldíos o casas abandonadas las cosas se ven muy mal. En el pasado hubo bandos del Ayuntamiento donde exigían a los vecinos barrer sus calles. Ahora ya no se puede hacer eso, porque la gente alega que para eso paga impuestos, aunque a decir verdad solamente un 20 por ciento del padrón paga regularmente el predial. En Atoyac la mayoría de las colonias son irregulares y no pagan impuestos municipales. Todavía hace veinte años a las cinco de la mañana se escuchaban por todas las calles el sonido de las escobas de vara donde los vecinos barrían las calles, al clarear el día todas las calles estaban limpias.
Otro aspecto de la casa.

Las casas de empeño han invadido la ciudad, llegaron a existir 13 en el primer cuadro, ahora disminuyeron las casas de empeño pero crecieron las casas financieras de ahorro y préstamo. Se están acabando los pocos recursos de Atoyac y la gente vive endeudada. Pero eso no es lo único terrible, en el centro ya no se puede dormir, porque a cualquier mínimo desbalance, se activan las alarmas de las casas de empeño y ahí están gritando las sirenas un buen rato desvelando a los vecinos.
Prenda Mex, tiene una sucursal en la calle Juan Álvarez Norte, frente a casa Galeana. Monte Cash, también en la Juan Álvarez, frente a los microbuses que van a la colonia 18 de Mayo. Casa Balsas está en Nicolás Bravo, Servi Empeño, donde tu oro gana peso, está frente al sitio de Taxis.
En la calle Obregón y Juan Álvarez está Monte Pío Luz Saviñón, a la cantina de un lado ya le pusieron por nombre Cervefrío Monte Pío. En la esquina de Emiliano Zapata y Juan Álvarez está Presta Max, que compra oro. También está Prestaprenda de Banco Azteca en la calle Juan Álvarez frente a la Casa de la Cultura.
Las financieras: en la calles Independencia está Zihuatlán, caja de ahorro y préstamo; Compartamos Banco está en Juan Álvarez Norte, Cooperativa Sinvacrem, de préstamo y ahorro, está en Reforma. También está Sefina, Finlabor, Incremin y Contigo en las calles del Centro. Esas casas otorgan préstamos en facilidades siempre que cumplan con los requisitos y una legión de enganchadores recorre las calles buscando clientes.
De Banco Azteca hay cuatro sucursales, entre ese banco, Elektra y Coppel, tienen a todos endeudados. Ahí se va el dinero de los atoyanquenses. Las motos de los cobradores de Elektra andan por todos los rumbos y a toda hora. La gente llegó a decir que si el tigre Ankor le debiera a Elektra seguro lo hubieran encontrado. Porque los cobradores de esa empresa son eficaces para encontrar a la gente y nadie escapa de ellos. Pero tampoco ellos se salvan de una maltratada, los morosos son muy enojones y más sin amanecieron crudos o no tienen para el abono, “donde haz visto a un bruja contento”, me dice un amigo.
La ciudad y el municipio han crecido y pueden ser un polo de atracción turística por su importante presencia arqueológica. Como quedó manifiesto en el Primer Coloquio de Investigaciones Culturales de Atoyac de Álvarez Guerrero y con la presentación del libro De árboles cósmicos y jaguares. Los petrograbados de La Gloria, que se llevó a cabo 3 de diciembre del año pasado. En ese evento el arqueólogo Miguel Pérez Negrete explicó que Atoyac es el municipio de Guerrero que tiene mayores manifestaciones rupestres. Que según los vestigios Atoyac se comenzó a poblar hace tres mil años y la sierra hace dos mil. Que durante 17 siglos diferentes culturas visitaron la Cueva del Conejo, que está cerca de Piedras Grandes, para dejar manifiesta su ideología. Que El Hombre del Maíz es el petrograbado más grande de todo el estado de Guerrero. El arqueólogo también explicó que descubrieron en la sierra de Atoyac un petrograbado en el que se registró un eclipse de sol ocurrido en el año 900 después de Cristo.
Guerrero es el primer lugar en Mesoamérica donde se desarrolló el metal. Los cuitlatecos y los tepuztecos vivían en la sierra y eran los hombres del metal. Con todo el material encontrado en el municipio hay condiciones para hacer un buen museo y explotar esa riqueza cultural. En el periodo del alcalde Javier Galeana Cadena funcionó un museo bajo las instalaciones del kiosco, pero al terminar su trienio la exposición fue desmantelada, algunas piezas adornan oficinas del mismo Ayuntamiento y otras regresaron a las colecciones privadas de donde  salieron.
Por su riqueza histórica Atoyac tiene condiciones de formar el museo más importante del estado Guerrero sólo se necesita inversión y voluntad política. Se han formado varios comités para gestionar un museo comunitario sin embargo nada se concreta. En la Casa de la Cultura hay una pequeña colección de piezas y unas vitrinas están abandonadas en la bodega del Ayuntamiento. Rubén Ríos Radilla durante un tiempo operó un museo itinerante. Hay importantes colecciones privadas de objetos antiguos que con un lugar adecuado, las darían para su custodia y el aprecio público.
Hay en el centro monumentos históricos y casas de la arquitectura vernácula que se pueden preservar. Una de las tareas, de la delegada de la súper colonia Centro, debería ser realizar un inventario de las casas construidas en el siglo XIX, para que no sean derribadas en aras del supuesto progreso que le ha robado magia a nuestra cabecera municipal.
Para los que conocieron la ciudad cuando era un pueblo de tejas no me dejarán mentir que pudo ser un pueblo mágico. Las casas históricas fueron demolidas para construir comercios, la que fue morada del general Silvestre Mariscal ahora es Construrama. La del coronel Alberto González es ahora la tienda El Buen Precio. La de Antonio A. Pino cuyo terreno perteneció al general Juan Álvarez Hurtado ahora es un estacionamiento. Donde está la nevería la Flor de Guerrero estuvo la casa de Inés D. Mariscal hombre que fue presidente municipal de Atoyac 13 veces durante el porfiriato.
El castillo del doctor Antonio Palós Palma ahora es un laboratorio de análisis clínicos y consultorios médico. En el castillo del doctor Palós funcionó la Casa de la Cultura Romualdo García Alonso, luego las oficinas del PRD y finalmente fue demolida para construir esos laboratorios. Es lamentable ver como se pierde la magia de Atoyac.
La casa de la calle Agustín Ramírez donde vivía doña Luchi Pino, era una casa del siglo XIX por ese simple hecho no se podía derribar, como no se pueden derribar todas las casas que existen en Atoyac que fueron construidas en ese siglo. Para modificar esas viviendas se tiene que pedir permiso al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Quiero que comentar que la casa de los Pino, que ahora es estacionamiento, fue vendida por sus propietarios por necesidad económica. El Ayuntamiento se enteró de esto hasta que se pidió el permiso para derribarla, la dirección de Desarrollo Urbano me consultó y negó el permiso, lamentablemente cuando fuimos a ver, la estaban derribando por dentro. Cuando unos amigos, entre ellos Zoila Hernández, Paco Magaña, José Hernández y yo pusimos el grito en el cielo ya habían derribado la parte de adentro aún sin permiso del Ayuntamiento. Un enviado del INAH me dijo que pusiéramos la denuncia, ya para entonces varios emisarios me habían visto para que desistiera de mis comentarios y cuando fui ver el lugar por últimas vez ya la habían derribado. Entonces ya no quise seguir el asunto para evitarme problemas personales.
En cuanto a ese inmueble, quiero decir que el general Juan Álvarez vendió el terreno al capitán liberal Antonio A. Pino quien construyó la casa. Según doña Luchi Pino, Juan Álvarez sólo sembró el cerezo de la India que estaba dentro de la barda y que la doctora Judith Solís Téllez y yo alcanzamos a ver. No sé si el cerezo murió antes o lo derribaron también.
El progreso sigue su expansión destruyendo el pasado. Después de la muerte de la maestra María de Jesús Luna Radilla, La maestra Chuchita, derribaron su casa que era del siglo XIX. Otro vestigio del viejo Atoyac, una casa de alto que se encuentra en Nicolás Bravo y Nigromante está a punto de ser demolida para construir una tienda Oxxo.
En este asunto, no todo es responsabilidad de la autoridad. La iniciativa privada, en este caso, los dueños de las casas del siglo XIX tienen que cobrar conciencia para conservarlas. La autoridad municipal lo único que puede hacer es negarle el permiso de construcción. La otra es comprarla, pero para esto la familia necesitada de dinero, por el trámite de los recursos, tendría que esperarse un año y nadie a quien le apremie el dinero estaría dispuesto hacerlo. De ahí que el único destino de esas casas está en manos de la iniciativa privada. Espero tomemos conciencia.
En cuanto a los otros monumentos. En 1996 en el periodo de la alcaldesa María de la Luz Núñez Ramos al remodelar la plaza el arquitecto Hilario Arroyo Valadez, Lalo, movió la estatua de Juan Álvarez a donde se encuentra hora. Lalo quien decía que el arroyo Cohetero era para Atoyac como una cicatriz en la cara de una mujer bonita, también construyó el obelisco en honor a Lucio Cabañas Barrientos y en el 2002 se sepultaron ahí los restos del guerrillero. Luego las organizaciones sociales de izquierda colocaron, el 2 de diciembre del 2004, la estatua que esculpió el escultor Jorge Ramírez (de Celaya Guanajuato) en la fundición de los hermanos Rivero en la Ciudad de México y la develaron con la presencia del escritor Carlos Montemayor, el padre Máximo Gómez Muñoz y la luchadora social Hilda Flores Solís.
Hay otros monumentos históricos en la Y Griega está uno a Juan Álvarez y otro a Lázaro Cárdenas. De este último Wilfrido Fierro registró que el 27 de diciembre de 1980 a las 10 de la mañana arribaron a la Y Griega el presidente de la República José López Portillo acompañado por Cuauhtémoc Cárdenas y Nabor Ojeda para develar la estatua del general Lázaro Cárdenas del Río. “El presidente López Portillo fue conducido a este lugar por un helicóptero especial. En el acto estuvo presente el C. Presidente Municipal de Atoyac, don Alfonso Váz­quez Rojas y numerosas personas de Atoyac y lugares circunvecinos”.
El monumento a Juan Álvarez que cuando venimos de Acapulco nos encontramos en la Y Griega al entrar al boulevard, se instaló en el 2004 y fue inaugurado 10 de agosto el mismo día que el gobernador René Juárez Cisneros inauguró el boulevard. José Balderrama Orduño donó el busto de Luis Donaldo Colosio que está en la entrada de la ciudad y se instaló en el periodo del alcalde Javier Galeana Cadena.
En la planta baja de lo que ahora es el DIF municipal se encuentra también un busto del ex presidente Benito Juárez García donde cada año la comunidad masónica se reúne a rendirle homenaje.   
Hoy otros monumentos históricos como la tumba de Luis Pinzón y Gabino Pino González. Los dos viejos cuarteles, el que se ubica en el Calvario donde durante mucho tiempo estuvieron las oficinas del PRI y el de la colonia Mártires.
En Atoyac hace falta reglamentar el uso de monumentos históricos. Un día un hombre jalaba su tienda con una reata amarrada de la correa del rifle de la estatua a Lucio Cabañas. Le dije que no podía hacer y me dijo y tú quien eres “la autoridad en este caso”, le contesté con energía, el hombre dejó de amarrar y buscó otra manera de sostener su tienda. Luego pensé que esto debe reglamentarse, que se sepa en Atoyac que nadie puede atentar contra un monumento sin sanción. Una ocasión alguien se llevó el busto de Luis Donando Colosio y lo dejó tirado en la colonia 18 de mayo.


domingo, 5 de marzo de 2017

Ciudad con aroma de café XXIII

Víctor Cardona Galindo
A pesar del bajo precio y que las huertas fueron arrasadas por la roya anaranjada la ciudad de Atoyac sigue oliendo a café. Más por la zona de los bancos. Hay torrefactores por toda la cabecera municipal y el café de olla se toma casi en todos los hogares. Por esos los cafés como establecimiento luchan por sobrevivir, el Mili-lop tiene pocos clientes pero resiste y el café de la plaza Las Fuentes tiene un poco más demanda porque ahí están las salas de cine y la gasolinería. Las marcas de café son muchas, por todo el centro de la ciudad se vende café en polvo. Por eso la ciudad sigue oliendo a café a pesar de todo, y a pesar de lo que se diga, Atoyac sigue siendo la tierra del café, del buen café.
Corredores de las casas típicas construidas en el siglo 
XIX que todavía existen en la cabecera municipal de 
Atoyac. Foto: Víctor Cardona Galindo.

Por las tardes, en la parte sur de mi ciudad se respira un intenso olor a coco que viene de la aceitera de Marcos Galeana Luna. La producción de copra se niega a desaparecer, a pesar del crecimiento de las plantaciones de mango, y hay quienes le están apostando de nuevo al coco sembrando variedades híbridas resistentes a plagas como el amarillamiento letal.
Y si vamos por la calle Silvestre Castro o Insurgentes en la colonia Acapulquito ahí huele a chicharrón de puerco, por ahí viven muchas chicharroneras, se antojan los descarnos, esos pedacitos de carne que se desprenden del chicharrón. Valiéndonos un comino los triglicéridos, los descarnos son un platillo de reyes cuando se sirven con frijoles negros, aderezados con una salsa de jitomate criollo y una guarnición de tortillas de comal con leña, de preferencia de maíz morado.
En la colonia Acapulquito están Las Picos de Oro o  Las Güinsas, así les llamaban a las trabajadoras sexuales en tiempos pasados, ahora se les dice meretrices, ahora es raro aquel que las llame putas. En el pasado eran famosos los cabarets: La Burrita, La Copa de Oro, de donde no salía mi abuelo; La Puerta del Sol en donde de vez en cuando se iba a echar una cerveza mi papá, El Carioca, El Impala y El Varón Rojo donde un tiempo fue cliente este cronista.
En la calle Silvestre Castro, de la colonia Acapulquito, está La Sonaja (Zona de Tolerancia) es un foco rojo de la ciudad y un sitio muy ruidoso. De manera oficial están registradas 30 meretrices que todos los miércoles pasan revista en el Centro de Salud y pagan 20 pesos a la semana, como impuesto al Ayuntamiento, para ejercer el oficio que llaman más antiguo del mundo. Aunque son más las que prestan el servicio de manera ilegal. La Zona de Tolerancia tiene ahora muy pocos clientes pero se niega a morir. Las mujeres trasnochadas todavía están en las puertas de los cabarets cazando clientes. De vez en cuando uno que otro desbalagado llega por ahí. Últimamente se prohibieron los narcocorridos en los cabarets y las cantinas. Se ha intentado bajarle al ruido, porque los vecinos se quejan en la oficina de Reglamentos de los altos decibeles, pero no han podido meter en cintura a los antros y sigue el ruido. En el callejón de El Chango también hay algunas cantinas donde se ejerce la prostitución, los fines de semana se ve una fila de albañiles regateando el precio, “Quiero 500, pendejo”, dice ella, “Ni que tuvieras oro”, contesta él. Otra le grita a la cantinera: “Si viene Reglamentos le dices que soy tu hija”, mientras se empina una “coronela” bien fría.
Aquí la prostitución es legal. Las prostitutas pagan impuestos al municipio y la Secretaría de Salud les pasa revista y les hace los análisis gratuitos para detectar enfermedades de transmisión sexual.
Dice Lidia Cacho que el Parlamento Europeo determinó que la prostitución, como forma de consumo sexual de mujeres por un precio, constituye una práctica de desigualdad.
En un artículo denominado “¿Prostituidores o empresarios?” publicado en El Sur el 31 de octubre de 2016, Lidia Cacho rescata lo dicho por Richard Poulin profesor emérito del departamento de sociología  y antropología de la Universidad de Ottawa, autor del libro: Sexo, Capitalismo y Crítica del Valor “La prostitución no es un acto individual, no es una elección ni una relación de compra-venta en igualdad. Los hombres compran sexo para sentirse superiores y esto no afecta sólo a las prostituidas, sino a todas las mujeres”.
Poulin asegura que la sociedad responsabiliza a las mujeres por estar en el mercado sexual, los hombres, en cambio, son denominados clientes o empresarios cuando en realidad son prostituidores. Sus investigaciones han probado que la legalización del comercio sexual incrementa la desigualdad y favorece tres veces más a los dueños de los burdeles en que se puede ejercer legalmente.
Es claro que en Atoyac la prostitución ha crecido, aunque solamente 30 se atrevan a ejercer de manera legal. La oficina de Reglamentos realiza cotidianamente redadas en las cantinas y bares, quien esté “fichando” y no tenga permiso es llevada detenida y paga una multa administrativa que va de los 150 a 200 pesos. Se sabe de la existencia de casas de cita donde la prostitución se ejerce de manera muy discreta, y ahora ha proliferado una nueva forma de prostitución donde las mujeres se desnudan le toman fotos a su trasero y las envían con el precio, por whatsapp, a los posibles clientes.
En la Zona de Tolerancia todas las noches doña Juana vendía platillos de iguana bien picosa y carne de puerco, estaba hasta la madrugada. Colocaba su mesa en la calle Silvestre Castro en la línea de Las Vegas y El Impala. Ahora en esa misma línea está otra señora que vende unas quesadillas y dobladas de tinga riquísimas. Hace 20 años El Peludo era el único taxista que daba el servicio nocturno, manejaba un taxi pirata rojo y cuando salíamos bien borrachos, de esos antros de mala muerte, El Peludo era el único auxilio para llegar a nuestras casas. Ahora el servicio nocturno es continuo en el sito de taxis que está cerca de la terminal.
El “escuadrón de la muerte”, de los que gustan empinar el codo, ha estado durante muchos años en la colonia Acapulquito, frente al río, ahí es donde van a dar los desahuciados y prófugos del alcoholímetro. Aunque ahora también se han formado otros, uno frente a la entrada del panteón, en el estacionamiento frente a la Iglesia y hasta en las bancas del Zócalo llegan muchos borrachitos a curársela. Atrás de la parroquia está El Fortín, es una “piquera” donde van los “teporingos o teperochos”, dice mi padrino Chon Nario.
Últimamente alrededor del Oxxo del centro deambulan los borrachitos, algunos se quedan tirados a media calle, a Juanito ni se le puede uno acercar, huele a orines y a caca, no se limpia los mocos y dura meses sin bañarse. Muchos como él dan mal aspecto al centro de la ciudad.
La presencia de los borrachitos y el miedo generalizado que existe por la violencia, hace que la gente no quiera salir a pasear y se esté perdiendo el sentido de comunidad, el ambulantaje también hace de las suyas, ya los comerciantes invadieron los costados del Zócalo.
Hace dos años el Cabildo municipal autorizó la creación de la colonia Centro. Una súper colonia, con más de ocho mil habitantes de los 20 mil que tiene la cabecera municipal, de hecho la colonia Centro es ahora el núcleo poblacional más grande del municipio. La nueva colonia Centro va por el Sur desde la calle Francisco Javier Mina que limita la colonia Santa Dorotea y por en Norte  hasta la calle Cafetal que colinda con las colonias Juan Álvarez, Insurgente Morelos y Popular Florida.
Por Este la colonia llega hasta la calle 18 de marzo donde colinda con la colonia Villita y Manuel Téllez, para subir por Francisco I. Madero hasta la calle Hermenegildo Galeana donde colinda con la colonia Benito Juárez para bajar por Álvaro Obregón y seguir por Capíre donde la colindancia es con la Sonora y luego seguir por todo el arroyo Cohetero hasta topar otra vez con Galeana donde colinda con la Francisco Villa y El Parazal, para luego doblar por Florida y subir por Corregidora hasta topar con la colonia Insurgente Morelos y bajar por la calle Cafetal hasta el río. Por el Oeste el límite es el río Atoyac hasta llegar a la calle Álvaro Obregón y doblar por Juan Álvarez hasta 16 de septiembre y de ahí subir por Aquiles Serdán para doblar por Mina hasta topar de nuevo con 18 de Marzo. Al  Sur también colinda con las colonias Acapulquito y Silvestre Mariscal. Muy grande sin duda.
Los promotores de la colonia Centro, entre ellos Antonio Radilla Flores, alegaron falta de atención y falta de representatividad en la solución de sus necesidades y problemas comunes, como deficiencia en el alumbrado público y la inseguridad, alegaron que no había quien les firmara una constancia de pobreza. En fin, argumentos más argumentos menos, el hecho es que hace dos años se formó la súper colonia Centro.
El domingo 15 de febrero de 2015, con una buena participación ciudadana se llevó a cabo, en el Zócalo de la ciudad de Atoyac, la primera jornada para elegir el delegado municipal de la colonia Centro que, por primera vez en la historia, contó con un representante ante el Ayuntamiento.   
Se registraron tres planillas. Una encabezada por Zoila Elena Solís Hernández representando a la planilla Amarilla junto con su suplente Pilar Pérez Gutiérrez, esta era consideraba la planilla del Ayuntamiento, aunque las autoridades se deslindaron a tiempo. Zoila había pedido ser la planilla Dorada, pero ante la dificultad de imprimir una papeleta con un círculo de ese color, optó por ser la Amarilla.
Las otras eran: la que encabezó el profesor Noé Juárez Ortiz de la planilla Morada con los suplentes Abel Nava y Mauro Martínez Ramírez. El maestro Efraín Girón Fajardo representó a la planilla Blanca, llevando como suplente a Jesús Castañón Franco y Anabel Hernández Soberanis. Todos los candidatos acreditaron con su credencial del Instituto Nacional Electoral (INE) su radicación en la colonia Centro.
La casilla se instaló en la entrada del edificio del DIF municipal frente al Zócalo. Como representante del Ayuntamiento estuvo el prestigiado jurista Carmelo Díaz Robles quien fue el validador del proceso y verificó el nombramiento de los representantes de cada planilla: Zoila Hernández Flores por la Amarilla, Elda Bello Peralta por la Morada y Araceli Castro Abarca por la blanca.
Una vez instalada la mesa electoral integrada por Facundo Flores Bello, Rosa Isela Luna Arzeta, Omar Parra y María Eugenia Roldan, la votación inició minutos después de las 10 de la mañana de manera ordenada y sin incidentes y se acordó que el cierre de la casilla sería a las 5 de la tarde en punto. Los ciudadanos procedieron a emitir su voto presentando su credencial de elector y se les marcó su dedo con tinta indeleble para garantizar la transparencia de la votación.
Finalmente la elección, trascurrió de una forma tranquila y pacífica, los aspirantes tuvieron la madurez y respeto entre ellos. Algo que no pasó desapercibido fue que el promotor principal de la creación de la colonia Centro, Antonio Radilla Flores no figuró entre los contendientes. Como dice el dicho: “Unos corren la liebre y otros sin correr la alcanzan”.
Finalmente pudieron votar quienes pudieron acreditar con su credencial de elector que vive en el Centro. Aunque algunos que se sienten dueños de la ciudad exclamaron: “Está votando mucha gente chanta que no es del centro”. Todavía persisten algunos prejuicios sociales. Algunos del Centro se sienten ciudadanos de primera.
De los más de ocho mil habitantes que viven en esa demarcación territorial, sólo votaron para elegir a su delegado municipal 841 lo que equivale a un 20 por ciento de los votantes.
Al final de la jornada la planilla Morada que encabezó el profesor Noé Juárez Ortiz obtuvo 445 sufragios y la planilla blanca que representó Efraín Girón Fajardo sacó 337 votos y la planilla amarilla que encabezó Zoila Elena Solís Hernández obtuvo 39 votos. A esta última seguramente le afectó que la cambiaron de color. Además se contabilizaron 20 votos nulos.
Para el 2016 salió electo como delegado Facundo Flores Bello y en la elección que se llevó a cabo el domingo 12 de febrero de este 2017 Alicia Castro Mondragón es la tercera delegada de la súper colonia Centro.