A mi amigo Maximino Villa Zamora
El
Cabeza de perro es un cerro encantado. Le llaman Cabeza de Perro porque desde
una parte del camino, al pasar por Mexcaltepec, la montaña asemeja un perro
echado.
En
la cima se han encontrado tepalcates y fragmentos silbatos. Para nuestros
antepasados fue un centro de culto a las deidades de las lluvias, dice Miguel
Pérez Negrete que esas “divinidades que vivían en las cúspides de los cerros
prominentes según la cosmogonía prehispánica y se les veneraba para lograr
lluvia y buenas cosechas. Los nahuas llamaban a esas divinidades Tlaloques”.
Los chaneques pues.
Es
un cerro encantado donde se han observado pequeñas bolas de fuego que salen y
entran cerca de la cúspide. El vulgo los llama arbolarios, hay quien también
dice haber visto una serpiente gigante que brama. Zeferino Serafín nos comenta
que en los años cincuenta del siglo pasado se decía que en el cerro Cabeza de
perro “habitaba un ser fabuloso que llamaban Sierpe”, es decir una serpiente
alada de gran tamaño.
Una
familia de El Ticuí solía pasar todos los años nuevos en las faldas de cerro
Cabeza de Perro, a orilla de las limpias aguas del majestuoso río Atoyac. Una
noche cuando estaban festejando, vieron pasar, entre los árboles que adornan la
montaña, una pequeña bola de fuego que volaba río arriba. No tenía ni un minuto
que había pasado cuando se escuchó un estruendo que por poco los deja sordos.
Suspendieron el festejo y pasaron el resto de la noche en silencio. Al día
siguiente, con el amanecer, se vino una monumental parvada de zopilotes que
nubló los contornos, entonces los hombres de la familia fueron a donde bajaban
los zopilotes. Encontraron esparcidos por el lugar los restos de una gigantesca
serpiente verde, parecía que la había destrozado la explosión de una granada,
solamente la cabeza y la cola estaban intactas. Los zopilotes se peleaban las
vísceras y despegaban sus restos de las piedras a picotazos. La familia no
volvió a festejar el Año Nuevo en ese rancho, que abandonaron por la
inseguridad abrumó la zona y por lo inusitado de este fenómeno. Nunca habían
visto una culebra tan grande. La bola de fuego sigue pasando por el rumbo, hace
poco sorprendió a los habitantes de San Juan de las Flores.
Otros
dicen que el cabeza de perro es el centro de un volcán, a tal grado que por
tanto rumores una comunidad llamada Arroyo Grande fue totalmente abandonada por
sus pobladores, porque de pronto se escuchaban rugidos que venían del centro de
la tierra.
Dicen
los de Mexcaltepec que en el cerro Cabeza de Perro hay unos monos que irradian
luz. Un hombre subió buscando riquezas y encontró los monos de luz, cargó uno,
pero al avanzar todo se oscurecía, colocaba el mono en su lugar y la luz
volvía. Estuvo a punto de desbarrancarse al querer salir con rapidez con un
mono de luz. La oscuridad no le permitió ver por donde avanzaba. Por eso nadie
los ha podido mover esos monolitos de su lugar y siguen alumbrando. De noche se
ven de lejos.
El
Cabeza de perro es una de las montañas más grandes del municipio de Atoyac,
donde la leyenda dice que está escondido el tesoro del general Juan Álvarez y
en cuyas faldas Lucio Cabañas establecía su campamento guerrillero. Se puede
subir caminando solamente por la comunidad de Agua Fría.
De
la calle 5 de mayo de El Ticuí se ve de frente el mítico cerro Cabeza de Perro,
donde hombres valerosos acudieron en el pasado a realizar sus pactos con El
Cuera Negra. Ese demonio elegante que recorre por las noches los pueblos a
caballo. Se dice que exactamente frente al Cabeza de Perro en las faldas del
cerro de La Florida está La Piedra del Diablo.
Francisco
Galeana escribió que el cerro está al norte de Atoyac, tiene un aspecto estéril
y desértico, no muestra el tono azul como los otros, tiene su faz descolorida.
Se ha dicho también que en ese cerro o en la cárcel que encierra su verde
selva, existe una hermosa laguna, cuyo encanto consiste en vestirse de
multicolor ropaje cuando el sol diluye sus rayos blanquecinos sobre la faz azul
de su rostro cristalino.
“Y
a la vez, en dicho perímetro abunda lujuriosa floresta, y en cuanto a su fauna
hasta el ave del paraíso surca con sus alas medrosas el cielo limitado e
impasible. La laguna hechizada tiene de todo y la habitan hermosas ninfas.
Un
arroyo grande nace en esta laguna, cuyos bordes según cuentan quienes tuvieron
la dicha de experimentar este sortilegio, forman el más bello ramillete de
flores exóticas y raras; viñedos cuyas frutas almibaradas satisfacen al paladar
más exigente.
Todo
este sopor lo sentían quienes en alguna ocasión se aventuraban por esos
contornos, pues se cree que es el lugar donde los habitantes de Tecpan,
temerosos de las incursiones de los tarascos guiados por su rey Caltzontzin,
depositaron sus riquezas en oro y piedras preciosas, tesoro que se cree que
existe hasta la fecha.
Un
nativo del pueblo de Atoyac, según versiones, entregó al general Juan Álvarez
un pergamino, el cual contenía el mapa que señalaba exactamente el sitio donde
estaba este encantamiento, con el objeto de que el patricio usara este tesoro
para la causa de la Independencia; no sabemos si lo encontró, aunque se cree
que no fue hallado y sigue reflejando en determinado tiempo la dorada llama de
su existencia”.
Los
pueblos de El Salto y Mexcaltepec duermen bajo la tutela del encantado Cabeza
de Perro. El Salto toma su nombre por las dos hermosas cascadas que la
naturaleza nos regaló y que están a unos metros río abajo. Por su parte
Mexcaltepec (los burócratas le pusieron Mezcaltepec) su nombre es de origen
náhuatl que significa: En el Cerro del templo de la luna (Meztli: Luna, Calli:
templo o casa, Tepel: Cerro y C : En). Nuestros antepasados le pusieron así
porque “hay un mes del año que la luna se posa en un cerro que se asemeja a una
mesa, y se ubica al Este del pueblo” escribió el ingeniero Federico Lorenzana.
Mexcaltepec es el pueblo madre de la cabecera municipal. Ahí se fundó lo que
ahora es Atoyac.
(Texto
de Víctor Cardona Galindo)