domingo, 26 de febrero de 2017

Ciudad con aroma de café XXII


Víctor Cardona Galindo
José Manuel Armenta Sánchez, El Bohemio de corazón.
En la historia musical de Atoyac están artistas que en su momento trascendieron, como Juan Figueroa Rodríguez (Juanello), el tenor Ambrosio Castillo Muñoz y nuestro nuevo valor Kopani Rojas Ríos que ahora ocupa lugares importantes en la cultura de Guerrero.
En  El Ticuí nacieron las tres voces que dieron identidad musical a la región en los años setentas y ochentas. Aquí vieron la luz Manuel Armenta, Gonzalo Ramírez y Efraín Méndez cuyas voces siguen haciendo palpitar corazones y motivan, cuando menos, una lágrima al recordar los amores de antaño.
José Manuel Armenta Sánchez nació en El Ticuí Guerrero el 13 de enero de 1945. Fue hijo del señor Alfredo Armenta Galeana de ocupación músico y de Alejandra Sánchez Rosa.
Estudió en la escuela primaria Modesto Alarcón y en la secundaria federal número 14, al egresar partió para trabajar en la Ciudad de México, donde estudió un año en la Escuela Nacional de Música.
Laboró en Acapulco en el hotel Plaza Internacional en el oficio de tapicería y tiempo después regresó a El Ticuí y se unió al grupo musical formado por Catarino Hernández Olea que en los primeros momentos se llamó Los Tigros, nombre que les puso Edwin Pino, conjugando la Ti de Ticuí y Gro de Guerrero. Otros proponían que se llamaran Los alegres de la cumbia.
Sergio Eugenio Zeferino en Agua Desbocada. Antología de escritos atoyaquenses, escribió que Edwin Pino ganó el concurso y por ello se llevó la cantidad de 100 pesos en un evento que se realizó en el patio de la Fábrica de Hilados y Tejidos. Después se llamaría Los Brillantes de la Costa Grande.
“Nos llamamos los brillantes /y no es para presumir /si no para llevar a todos /nuestra forma de servir”, dirían en una guapachosa cumbia.
Los primeros integrantes y fundadores de Los Brillantes de Costa Grande fueron: Catarino Hernández Olea, primera trompeta y director musical; Gilberto Hernández Olea, segunda trompeta; Manuel Armenta Sánchez, la voz en las baladas; Juan José Armenta Sánchez, baterista; Margarito Gómez Soriano, Guitarra; Miguel Chávez Ávila, segunda voz y bajista; Gregorio Benítez Godoy, teclados; Abel Olea Barrientos, Güiro; Javier Soberanis Méndez, Fernando Radilla Méndez, Manuel Mesino y Alfredo Armenta Galeana.
En el año de 1974 Manuel Armenta contrajo matrimonio con la señora Blanca Estela Cabañas Valle con quien procreó cuatro hijos: Maritza, Jonathan, Manuel Alejandro y Carlos Armenta Cabañas.
Entre los grandes éxitos que cantó Manuel Armenta se encuentran: Mi amigo, Ambiciosa, Regalo equivocado, Ave mensajera, Veredita, El fruto de tu pecado, También mis ojos lloran, El cantinero entre otras.
Formó parte de otras agrupaciones a donde llevó melodías exitosas que cantó con Los Brillantes, entre esos grupos podemos mencionar: Alborada, Sierra Verde, Sentimientos Ocultos, Mister Iris y Guitarras de Costa Grande. Después grabó un disco como solista apoyado por Roberto Belester y Ramón Gómez.
Lamentablemente cayó enfermo del esófago y fue operado en el hospital de cancerología en Acapulco, pero días después murió de un paro respiratorio el 12 de junio del 2006, cuando tenía 43 días de haber fallecido su hermano Juan José Armenta quien tocó la batería también con Los Brillantes de Costa Grande.
Al funeral vinieron personalidades de la música regional, como Bertín y Lalo Gómez, Gonzalo Ramírez y Zenón Galeana quienes frente a la concurrencia interpretaron sus éxitos. Fue un entierro muy emotivo, lleno de recuerdos y añoranzas de los mejores tiempos de la música regional.
De recuerdo quedó aquella imagen que describió Fabio Tapia: “Veía a Manuel Armenta sonreírse inspirado en su canto luciendo su dentadura de oro cantando Corazón Coranzoncito y Regalo Equivocado… Manuel tuvo una voz prodigiosa y cantó con pasión y sentimiento, lo que hizo caracterizar a Los Brillantes de Costa Grande de un estilo propio e inigualable pero se logró gracias al gran acople que hubo entre los trompetistas don Cata y su hermano, quienes hacían los arreglos y le ponían el calor a la música del grupo con su acento original que hizo vibrar a muchos corazones enamorados”.
Cada año el Ayuntamiento de Atoyac rinde homenaje a Manuel Armenta Sánchez pues el concurso de canto que se efectúa cada año en el marco de la Feria del Café lleva su nombre.

Juan Figueroa Rodríguez, Juanello

Juanello se proyectó nacional e internacionalmente con la canción Espejismo, que estuvo en el gusto del público una buena temporada. La gente recuerda a Juanello de niño trabajando en el cine Álvarez, donde recogía los envases de refrescos que los asistentes tiraban a la hora de la función, alumbrando en la oscuridad con una pequeña lámpara de mano diciendo: “va por hay”.
El cantautor Juan Figueroa Rodríguez, Juanello 
quien se hizo famoso con la canción Espejismo
Página leída. Foto: Víctor Cardona Galindo.

Ayudaba a cargar los aparatos al grupo Kind Lather. Comenzó a cantar con ellos, no como vocalista de planta, sino más bien como suplente. Juanello no niega su origen humilde, lo dice con orgullo en diversas entrevistas que ha dado a los medios de comunicación.
Se llama Juan Figueroa Rodríguez y nació en Vallecitos de Zaragoza, municipio de Zihuatanejo, pero su mamá lo trajo de meses a la ciudad de Atoyac, por eso se considera cien por ciento atoyaquense, donde tiene muchos amigos y radica su familia. Ha venido a cantar muchas veces a la Feria del Café. También el extinto alcalde Germán Adame lo trajo para que actuara un 10 de mayo, donde se hizo un espectáculo muy emotivo lleno de recuerdos para las madres que se congregaron en el centro social Lido.
El señor Salvador Velázquez, lo ayudó para que grabara con la empresa CBS su primer disco, con su éxito Espejismo.
“Ay pero si te encontré /del brazo de otro /no te molesté, corrí y lloré /sintiendo el coraje /de haberte encontrado /con otro querer…”
“Hay pero dime, dime, dime /por qué me engañaste /si siempre juraste /que era yo tu adoración…”
El 23 de diciembre de 1973 estuvo en el estudio grabando las canciones, Espejismo, Página leída, Qué esperabas y Estaré convencido. Luego de la popularidad que le dio Espejismo ofreció conciertos en grandes ciudades de Estados Unidos y América Latina.
El éxito obtenido le valió premios como El Ariel de Oro, que le otorgó la XEW; El calendario Azteca y el Discómetro que entregan las empresas disqueras.
En 2004 la empresa holandesa Golden Music, le grabó un disco con temas como Recordar es Vivir. 17 Quilates de oro de Juanello. Después el 11 de abril del 2009 el Ayuntamiento de Atoyac le otorgó la presea al mérito musical “Ambrosio Castillo Muñoz”, que después ya no se le dio a ningún otro músico atoyaquense.
Pero el mejor homenaje que le podemos dar a Juanello, sin duda es seguir cantando sus canciones. “Ay pero dime por qué /no me esperaste /espejismo fue /tan sólo tu amor /y de aquel cariño /que un día me juraste /el tiempo lo borró”.

Fernando Rosas Solís, El Ruiseñor De Guerrero

Fernando, quien nació el 18 de abril de 1915 en San Jerónimo el Grande municipio de Atoyac, logró trascender en el ámbito nacional e internacional, gracias a su prodigiosa voz.
La primera oportunidad de cantar se la dieron en La Orquesta Oriental, con quienes anduvo una temporada, pero por una riña que tuvo con Eleuterio Cabañas se fue a vivir a la ciudad de México, donde trabajó en el Correo. Allá buscó la oportunidad de cantar en la radiodifusora XEW donde destacó interpretando temas como Traigo mi 45 y Punto Final. Haber grabado canciones como Hoja seca, Nosotros y Vagabundo, con la firma RCA Víctor lo proyectó a nivel internacional y ganó contratos en radiodifusoras de los Estados Unidos.
Fernando Rosas Solís, El Ruiseñor de Guerrero 
quien inició su carrera de cantante en la Orquesta
Oriental de don Margarito Flores Quintana. 
Foto tomada de la Monografía de Atoyac de Wilfrido
 Fierro.

Actúo en los principales teatros y centros nocturnos de la Ciudad de México y se fue de gira por Sudamérica.
Al morir José Agustín Ramírez, Fernando Rosas y el Dueto Caleta grabaron las principales canciones del compositor para difundirlas e inmortalizarlas como las conocemos ahora. Cuando estaba en la cúspide de su carrera Fernando Rosas murió el 9 de febrero de 1959, los restos del Ruiseñor de Guerrero fueron sepultados en la Ciudad de México.

Fernando Rosas y La Orquesta Oriental

El maestro Margarito Flores Quintana tenía 84 años cuando lo entrevisté en 1994. Estaba retirado de la música y de la actividad docente. En su plática siempre recordaba con cariño aquella ocasión cuando Fernando Rosas, El Ruiseñor de Guerrero llegó a la casa de Delfino Ríos en donde ensayaba La Orquesta Oriental, a pedir que lo admitieran como cantante; en ese tiempo Fernando Rosas tenía aproximadamente 16 años y venía de San Jerónimo de Juárez.
Entre otras anécdotas que contaba el maestro Margarito, como cariñosamente le llamábamos, es que en aquellos entonces la fábrica de hilados y tejidos del Ticuí proveía de luz eléctrica a la ciudad de Atoyac, y en los precisos momentos cuando Fernando Rosas cantaba en una boda con La Orquesta Oriental, se fue la luz y aun así Fernando siguió cantando con la voz tan maravillosa que tenía.
Flores Quintana, maestro pionero de la música en la Costa Grande, no recordaba las fechas, pero nos dijo que Fernando Rosas se fue a la Ciudad de México porque fue herido con un puñal por Eleuterio Cabañas en la calle Aquiles Serdán: “Fernando vino a dejarme aquí a la casa después de correr gallo y se fue, al poco rato vinieron a avisarme ‘le dieron a Fernando’. Corrí y lo llevé al médico, luego se fue a México para no tener más problemas aquí”.
En la Ciudad de México entró de aficionado a la XEW, estación radiofónica de moda y triunfó. Recorrió los Estados Unidos y otros países en una gira.
Cuando ya era famoso venía para Atoyac, llegaba a la casa de Raúl Galeana Estévez ahí se reunían con el maestro Margarito Flores para platicar sobre música y recordad anécdotas que les tocó vivir.

Los corridos

Los corridos narran las aventuras de los hombres valientes de nuestra tierra. Son muchos los que todavía se cantan. Antes había muchos compositores de corridos, ahora son escasos. Los corridos son crónicas rimadas en las que se narran hechos de sangre o se habla de algún valiente. El corrido tiene un papel destacado como testimonio histórico, expresión de protesta y además es un medio de información.
Muchos de estos corridos como El Cirgüelo, Claudio Bahena, La Muerte de los Fierro y el de Los Nogueda se han transmitido de generación en generación sobre hechos que ocurrieron a principios del siglo pasado. Los corridos locales más famosos son los que hablan del guerrillero Lucio Cabañas Barrientos.

Muchos de los corridos que se cantan en Atoyac donde se plasma su historia, son de autor desconocido, el de Los Nogueda se le atribuye a Ecliserio Castro Ríos, mejor conocido por Cheyo, un virtuoso compositor que nació ciego y que tenía una gran capacidad de orientación. Los acontecimientos de la guerra sucia en Atoyac quedaron plasmados en versos de Eusebio Martínez Ochoa que narra cómo ocurrió el cateo en un pueblo de la sierra y en todos los corridos que compuso don Rosendo Radilla Pacheco. Hay incluso algunos corridos chuscos como el de La Pulga y el corrido a Los Fierreros que se cantan de diferentes maneras principalmente en El Ticuí. 

jueves, 23 de febrero de 2017

Ciudad con aroma de café XXI

Víctor Cardona Galindo
Desde hace mucho tiempo Atoyac dejó de ser una ciudad cuya vida circulaba alrededor de la iglesia católica. Las agrupaciones religiosas se han diversificado. Los salones del reino de los Testigos de Jehová están por todos los rumbos, hasta en el pueblo más pequeño. Hay una Casa de la Cultura y una comunidad cultural organizada. Llama la atención la presencia de la iglesia del Dios Único instalada en la colonia Benito Juárez dirigida por el padre Máximo Gómez. La ciudad va evolucionando, la mayoría de las calles están pavimentadas, desaparecieron los cuches sueltos y por todos lados vemos antenas de telefonía celular.
El paso del río, de El Ticuí a la ciudad de Atoyac, en 1984. La gráfica fue
tomada donde ahora está el puente. Foto: tomada de Internet.

A mi generación le tocó ver la llegada del teléfono celular y la internet. Ahora existe esta generación que se le llama “nativos digitales” para quienes la existencia de los medios de comunicación como la televisión por cable, la internet, los videojuegos, las tabletas y el celular son de lo más común. Muchos niños ni se acuerdan cuando aprendieron a manejar esos dispositivos. Pero no siempre fue así, estos aparatejos que aparentemente hacen la vida más fácil, llegaron por estos lares a partir del año 2000. Con excepción de la televisión por cable que llegó desde 1996. Con anterioridad ya en algunos negocios se habían instalado máquinas de videojuegos tragamonedas, mismas que vinieron a cambiar los juegos de la niñez, y cada vez fue más la presencia de aparatos de video juegos portátiles.
A mi generación le tocó entrar a la vida cuando apenas la televisión pública se hacía popular por estos rumbos, sólo unas cuantas familias podían comprar ese aparato y una que otra casa tenía televisión a color. La gente tardaba días en enterarse de los acontecimientos mundiales, hoy por la tecnología, en el mismo minuto en que están pasando las cosas, ya las conocemos. Incluso podemos ver en vivo y en tiempo real acontecimientos de gran magnitud como el impactante segundo avionazo a las Torres Gemelas de Nueva York.
A nosotros todavía nos tocó divertirnos jugando rayuela, canicas y cocoles. Las niñas tenían muñecas no tan sofisticadas como las de ahora, era rara quien poseía una Barbie y nosotros éramos felices haciendo pelear a El Santo y Blue Demon que venían en una sola presentación. Los juegos no eran tecnologizados, los niños teníamos libertad de irnos a bañar al río y las niñas jugaban a las “comiditas” o a la “rueda de San Miguel”, el juego de “Juan Pirulero” o en las “cebollitas” interactuaban con los niños. Por las noches en nuestras calles nos reuníamos para jugar al “encantado” o a las escondidas.
Cuando éramos niño jugábamos en los corredores sin piso atrapando cuquitos, que es una especie de diminutos topos que escarban la tierra haciéndola saltar y formando pequeños cráteres, atraparlos y ponerlos con tierrita en nuestras manos era nuestro pasatiempo. Para encontrarlos les llamábamos “cuquitos, cuquitos”, parece que les gustara ese nombre porque al oír nuestra voz comenzaban a escarbar. Esos topitos, para nosotros cuquitos, que habitan en la tierra suelta de los corredores de las casas, en realidad son larvas de hormiga león y los pequeños cráteres de tierra fina que escarban son unas trampas muy prácticas para que caigan otros insectos que les sirven de alimento.
También cortábamos los frutos tiernos del cirián para hacer vaquitas o con varas del mismo árbol hacíamos arcos para jugar a los apeches. Jugábamos con avioncitos hechos con hojas  de Rosa de las Ánimas y a veces una espina de cornizuelo era una poderosa nave de guerra.
Los juegos más rudos eran: trozar una botella de Clarasol y colocarle en la boquilla la mitad de un globo y como proyectiles usábamos los frutos de un árbol conocido como Paraíso, con esos jugábamos a las guerritas, algunos usaban pequeñas piedritas. Los proyectiles se introducían por lo ancho de la botella y una vez que caían en el globo se le jalaba con fuerza y se soltaba, el disparo era certero en la espalda del adversario, “estense quietos chamacos se van a sacar un ojo” gritaba un adulto, ese era el regaño. Otro juego era fabricar carabinas con pedazos de tablas y ligas, con esas lanzábamos corcholatas y jugábamos a los balazos.
Con monedas jugábamos a la cuarta. O fabricábamos rayuelas con botones o corcholatas aplastadas. A las corcholatas se les hacían dos hoyos en medio y después de sacarles filo en una piedra, se les metía un hilo para hacerlas girar y jugar a las cortadas.
Con un alambre doblado empujábamos un rin de bicicleta y todo el día andábamos corriendo detrás de la rueda. O simplemente empujábamos por el suelo una varita arqueada que iba por delante de nosotros dando tumbos. El burro o el avión se jugaba con tachuelas redondas hechas con pedazos de tepalcates. El Stop, para jugarlo se hacía un círculo y se marcaban cuadros con nombres de países y se decía declaro la guerra en contra de: al que le tocaba brincaba y decía stop. Era de habilidad.
Para jugar Martín Quemao se repetía el verso: “Mantin quemao /quien lo quemó /el dueño del jato /préndelo préndelo /por chupador de tabaco… Ese era el verso burla para el que se quedaba.
Otro juego era: “Amo a Tom, matarilim, rili, ron /Milano, no está aquí /está en su vergel /abriendo la rosa y cerrando el clavel”. Casi todos los juegos eran de correr por eso no había chamacos gordos por más que le entraran duro a las tortillas con frijoles.
Un helado de vainilla o de fresa era la mayor delicia que podría disfrutar un niño. Existe una tonada que para todos los mexicanos es familiar, y no es otra que la canción que tienen todavía los carros que venden helados. Es un sonido hechizante que nos anuncia que el nevero está pasando por la calle y es la hora de salir corriendo a comprar nuestra nieve preferida. Esta melodía viene desde la época de nuestros abuelos cuando los helados se vendían en bicicletas. A nosotros nos tocó correr tras esas camionetas pick-up o combis que nos llamaban repetidamente con ese sonidito que alegraba el corazón.
Para los que no saben, esa melodía se llama Alley Cat del compositor y pianista Bent Fabric, la han tocado muchas generaciones de heladeros en todas las regiones de México, sumándose después  Chicken Feed del mismo autor. Esas son las tonadas que todavía llaman nuestra atención para comprar un helado. Yo así recuerdo mi niñez, muchas veces ganándome uno azotes por no querer dejar de ver el programa del Chavo del 8 o los Súper Amigos de la Liga de la Justicia.
La niñez de mi generación fue muy bonita, podíamos bañarnos todo el día en las aguas limpias del río y en las caídas de los canales. Cuando secaban los canales podíamos atrapar gran cantidad de peces y camarones. No había tanta contaminación, a principios de los ochenta se podía beber el agua de las sangrías de los canales, todo estaba limpio, los ticuiseños íbamos a traer todas las mañanas agua del canalón para beber. Las cosas se comenzaron a cochinear entrando los años noventa, ya en 1992 nos atacó una epidemia de cólera.
En materia de comunicaciones los atoyaquenses hemos avanzado lento. En 1964 llegaron los primeros aparatos de televisión a la Costa Grande. En 1979 se instaló en El Ticuí una antena retrasmisora de televisión que pronto se quitó, luego se instaló otra en la Cueva del Club de Leones y en 1986 se hicieron populares las antenas parabólicas. En 1991 se inauguró con la presencia del gobernador José Francisco Ruiz Massieu la estación de radio XHAYA Estéreo Sol en el 100.9 FM. En 1993 la alcaldesa María de la Luz Núñez Ramos instaló una antena repetidora de televisión con la que se veían cuatro canales.
El 2 de octubre 1995 se fundó la televisión por cable Cablecosta y dos años después inició en operación el canal 8. En los primeros días de septiembre de 1997 fueron las primeras transmisiones del noticiero NTC Directo en la Noticia. Para el 2001 llegó la telefonía celular y la fibra óptica de Internet. Antes si querías conectarte al ciberespacio tenías que hacer una llamada de larga distancia. En la ciudad de Atoyac hay antenas por todos lados, la gente cree que provocan cáncer. También los platos azules y rojos de las empresas de televisión por paga adornan las culatas de muchos hogares.
Cuando comencé a reportear allá por 1991, sólo había fax en la terminal de la flecha roja y en la Cámara Nacional de Comercio (Canaco), el doctor Miguel Ángel Ponce Jacinto era presidente de ese organismo y Rafael Arzeta Cervantes, Rafa, el administrador. Rafa a veces de mal humor nos hacía el favor de mandarnos el fax a nuestros periódicos, siempre que llamáramos por cobrar. En la terminal de autobuses Estrella Blanca Gildo nos enviaba los textos a 10 pesos por hoja. Por eso había que ser escueto en nuestras notas. Luego Nereo Galindo y Leonel Aguilera instalaron su oficina en la calle de la SARH donde tenían un fax y a veces nos lo prestaban, también siempre que llamáramos por cobrar.
Recuerdo que Leonel dormía pegado a la ventana con una pistola 38 especial como almohada, mientras que Nereo dormía en la cama del único cuarto de la casa. Los dos escribían en la tarde, Leonel para EL Sol de Acapulco y Nereo Galindo para Novedades de Acapulco. Leonel siempre estaba haciendo bromas, era un gran amigo.
El fax fue el pretexto para que Graciela Radilla como corresponsal de Diario 17 llegara a la Canaco y de ahí naciera el romance que posteriormente la llevaría a casarse con Rafael Arzeta. Luego vivieron en Agustín Ramírez donde en un momento estuvieron las oficinas del Sindicato Nacional Redactores de la Prensa (SNRP) cuya primera delegación encabezó Nereo Galindo Hernández.
Ya para 1994 había fax en las casetas Fantasy, y en la Central de mi madrina Charlotte. Nos cobraban tres pesos por hoja y lo que tardara la llamada al pasar el fax. Todos los corresponsales escribíamos a máquina y luego íbamos corriendo a mandar nuestros faxes. Luego Graciela y Rafael nos siguieron prestado el fax que instalaron en su casa cuando publicaban la revista La Costa.
Cuando vino la Internet, el primer Cibercafé se instaló en la calle Álvaro Obregón en la casa de Lety Arevalo, cobraban 30 pesos la hora, teníamos que redactar a mano primero para después ir a capturar y mandar las notas. A Marcos Villegas Tecuapa, El Campanita, lo envicie en eso del internet enseñándole unos videos pornográficos que me llegaron en forma de virus. Luego cuando tenía dudas en el manejo de la máquina le preguntaba a buen Marcos Villegas, que aprendió bien rápido, El Campanita es un hombre de gran corazón, de mucha sensibilidad y buen amigo. Luego el maestro Abonce abrió el cibercafé Payolita, a un costado del Ayuntamiento, que fue muy famoso a principios del año 2000, entonces ya cobraban 10 pesos. Ahora hay cibers que cobran hasta 3 pesos la hora.
Fuimos aprendiendo poco a poco a manejar las herramientas de trabajo. El problema que nos encontramos cuando comenzamos a mandar nuestras notas por internet fueron los famosos virus. A Rafael Arzeta, en ese tiempo corresponsal de Novedades, le llegó vía internet un pene de medio metro que infestaba los archivos y al abrirlos aparecía. El travieso de Rafael domesticó el virus y lo guardó en un disquete y luego como no queriendo infectaba las máquinas donde trabajaba con tamaño pizarrín. Ese virus se convirtió en una calamidad, no era nocivo, simplemente al abrir los archivos salía primero, pero al darle escape desaparecía.
Un día, alguien me mandó un virus que era también un órgano reproductor masculino que caminaba con sus testículos tras el  puntero del mouse, queriéndoselo comer. Era una lata cada vez que aparecía porque se movía sin control por toda la pantalla, hasta que un día encontré la manera de eliminarlo y le dije adiós.
Todo eso para nosotros era novedad, íbamos aprendiendo en la marcha. Muchas dudas desparecieron hasta que Pablo Alonso Sánchez como líder del SNRP invitó a una maestra cubana que daba clases en la Facultad de Comunicación de la Universidad Autónoma de Guerrero que nos enseñó a manejar los programas y hacer de la computadora una herramienta poderosa para nuestro trabajo.

En el cibercafé de la calle Álvaro Obregón, un día, policías de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) estuvieron dictando datos de su “parte de novedades” para mandarlos por correo electrónico y nosotros los corresponsales de los medios de comunicación estábamos escuchando todo. Creo que no se imaginaron que en Atoyac los periodistas escribían en un cibercafé. Luego en Payolita unos agentes federales estuvieron bajando la información de una página de internet del Ejército Popular Revolucionario (EPR). Los reporteros locales nos esteramos de todo, después tuvimos problemas con el comandante. Nos quiso involucrar con el narco y con la guerrilla, principalmente a Pablo Alonso y a mí. Nereo Galindo buscó la asesoría del abogado Luis Pablo Solís Verdín quien nos defendió con mucha valentía. 

sábado, 11 de febrero de 2017

Ciudad con aroma de café XX


Víctor Cardona Galindo
Los hermanos Rea Salgado inauguraron un muralismo muy local. Han pintado murales de caricaturas, héroes nacionales, leyendas y diversos temas en casi en todas las primarias y jardines de niños del municipio de Atoyac. En todas las comunidades de la sierra y el bajo se ha visto el trabajo de sus pinceles. Durante mucho tiempo, la entrada de la escuela preparatoria número 22 expuso una réplica, pintada por los Rea, del mural “La Maestra” de Diego Rivera. Ahora la escuela primaria Lázaro Cárdenas y la Emiliano Zapata lucen sendos murales que fueron encargados a los miembros de ésta familia.
Mural “La maestra”, una réplica del original de 
Diego Rivera, pintado por los hermanos Rea 
en el antiguo edificio de la escuela preparatoria 
número 22. Foto: Víctor Cardona Galindo.

Cléver, Cuauhtémoc y Octavio recibieron clases del pintor tixtleco Secundino Catarino Crispin, quien les enseñó las técnicas básicas y traían el talento de nacimiento. Aun siendo niños Cuauhtémoc y Octavio pintaron un cuadro de un caballo blanco cabalgando en el campo, mismo que durante muchos años adornó, en Santo Domingo, el corredor de la casa de Lidia Castro Enríquez, abuela de los Rea.
Los hermanos Rea Salgado son: Eloy, René, Ana Bertha, Oralia, Melitón, Félix, Blanca Eneida, Cléver, Cuauhtémoc, Octavio, Omar y Eréndira. De ellos Octavio, Cléver, Omar, Erendira, Cuauhtémoc y René se dedicaron a la pintura.
La Comunidad Cultural Atoyaquense que encabeza Pedro Peñaloza Carmona le realizó un homenaje a René Rea Salgado, mediante una semana de eventos culturales que fue inaugurada por el secretario de Cultura en el estado, Mauricio Leyva Castrejón el vienes 27 de enero. Los programas fueron en plaza Las Fuentes, donde se instaló una exposición de pintura y fotografía denominada “Una mirada a mi pueblo” que estuvo hasta el 3 de febrero, con la participación de pintores locales y de Tlapa de Comonfort. La actividad fue clausurada por el alcalde Dámaso Pérez Organes quien reconoció el legado que dejó el maestro René Rea Salgado al sembrar la semilla del conocimiento y compartir su experiencia con los niños y jóvenes interesados en el arte de la pintura.
René Rea Salgado

Durante ocho días hubo bailes folclóricos, canto, chistes, lecturas de cuentos, conferencias y se presentaron videos sobre las leyendas locales realizados por alumnos de la escuela preparatoria número 22. La plaza Las Fuentes instalada en la entrada de ésta ciudad estuvo muy concurrida esos días.
René Rea Salgado nació el 12 de septiembre de 1963, en la comunidad serrana de Santo Domingo, ubicada a tres horas de la cabecera municipal de Atoyac. Hijo de la señora María de Jesús Salgado Bahena y Félix Rea Castro, fue el segundo de los 12 hermanos, ocho hombres y cuatro mujeres. Murió el 4 de noviembre de 2016, le sobrevive su hijo Samuel Rea Reyes de 14 años que procreó con Lidia Reyes Yanes.
Desde muy pequeño Rene fue muy vivaracho e inteligente, siempre se mostró con un espíritu bondadoso y responsable, apoyando en las tareas de la casa y ayudando a sus hermanos  menores. Estudiaba en la escuela primaria Benito Juárez de Santo Domingo pero allá solamente se cursaba hasta cuarto año por falta de profesores, por eso en 1976 su madre compró un predio en la cabecera municipal, para hacer una casita, donde la familia pudiera vivir y los niños continuaran sus estudios.
Al llegar a la cabecera municipal, con 13 años de edad, René comenzó a estudiar en la escuela primaria Modesto Alarcón,  y al mismo tiempo consiguió un carrito de raspados con el que se inició en el trabajo. Con su hermano Eloy recorría las calles vendiendo raspados, con esto aportaban recursos a la casa y ayudaban a sostener a sus hermanos menores.
Al terminar la primaria se inscribió en la Secundaria General Numero 14 Mi patria es primero donde únicamente cursó hasta segundo año, tuvo que abandonar la escuela por falta de recursos económicos, pues su familia atravesaba por una crisis, por esos comenzó a trabajar tiempo completo en lo que se pudiera.
Su familia recuerda que a los 15 años entró a trabajar como peón de albañil y únicamente viendo a los maestros aprendió el oficio y se hizo albañil, luego fue plomero, mecánico, electricista y arreglaba también aparatos electrodomésticos. Muchas de sus habilidades las aprendió estudiando por correspondencia.
Tenía 17 años cuando le ofrecieron peleas de box en una pequeña arena, aquí en la ciudad, fue así como El Gallito debutó en el boxeo y comenzó su carrera boxística ganando la mayoría de sus peleas. Muchos atoyaquenses disfrutaron de sus encuentros en el ring. Ya a los 19 años se le presentó la oportunidad de probar suerte en la Ciudad de México como peleador profesional, pero un hombre de familia como él atendió los ruegos de su madre y se quedó a trabajar con los suyos.
En temporada de las cosechas de café siempre era el primero en arreglar sus cosas para irse a trabajar a las huertas donde lo mismo cortaba café, chaponaba, media a los peones y cargaba las bestias para transportar el aromático grano. Él era encargado de hacer los jatos (campamentos) en el cerro para que la familia habitara durante la corta del café. Amaba su trabajo no importaba cual fuera, amaba a los animales silvestres, los agarraba, los acariciaba y después los soltaba. Un día lo mordió una serpiente cuernilla, lo bajaron de la sierra a lomo de bestia para que lo atendiera un médico. Aun así no se le quitó el hábito de atrapar animales silvestres que le dejaron muchas cicatrices en el cuerpo. Con su valentía siempre daba mucha seguridad a la familia cuando estaban allá en el campamento de la huerta de café.
En 1999 junto con su hermano Cléver entraron a trabajar al Ayuntamiento municipal cuando era presidente Acacio Castro Serrano, quien los mandó a capacitar como operadores de maquinaria pesada, luego por sus aptitudes se convirtieron en los responsables del parque maquinaria que tenía la comuna, por lo que René viajaba seguido a  la sierra y se quedaba allá varios días y sólo bajaba a llevar diésel.
Ya en el último año del gobierno de Acacio Castro había muchas solicitudes para pintar murales en las escuelas, por eso se armó un proyecto de dibujo y pintura que comenzaron a ejecutar René y Cléver, así pintaron muchos murales, pero como la demanda crecía, René mandó a traer a sus hermanos Octavio y Cuauhtémoc quienes en ese momento estudiaban la licenciatura, el primero en Acapulco en la escuela de Psicología y el segundo la Facultad de Comunicación en Chilpancingo.
Dice Cuauhtémoc que ni Cléver ni René tenían experiencia con el dibujo y la pintura pero al atreverse a pintar en las paredes de las escuelas fueron tomando mucha experiencia. Les comenzó a gustar la pintura artística, por lo que cada vez pintaban con más entusiasmo en todas las comunidades. René nunca se dio por vencido a pesar de que ya estaba grande, aprendió a pintar muy bien, “cosa que admiramos por su capacidad, entrega y paciencia para hacerlo”. Los jardines de niños y las primarias aún conservan los recuerdos de su trabajo, al igual que algunos lienzos que a un quedaron comenzados en espera de que René terminara su trabajo.
Al llegar a la presidencia municipal Germán Adame Bautista colocó a René, a Clever y a Cuauhtémoc en la casa de la Cultura, como instructores del taller de pintura, en esas fechas, mediante un proyecto, elaboraron un escenario tridimensional, para la feria del café, de 17 metros de ancho por 6 metros de alto, todo pintado en triplay recortado. En el escenario, que lució el teatro del pueblo resaltaba la figura del Cortés, la iglesia Santa María de la Asunción, una pizcadora de café, la fábrica de hilados y tejidos. El trabajo le gustó mucho al alcalde quien presumía con los visitantes la habilidad de los pintores atoyaquenses.
Siendo instructores de la Casa de la Cultura, después de ver tantas carencias en los talleres, comenzaron una lucha para exigir al gobierno municipal la remodelación del edificio donde laboraban. Después de una lucha constante que se mantuvo contra el gobierno, lograron que se destinaran 520 mil pesos para la remodelación del auditorio de lo que antes fue el cine Galápagos. En una de las manifestaciones que realizaron, los trabajadores de la Casa de la Cultura, bloquearon el centro de la ciudad colocando cuadros  y haciendo eventos artísticos a media calle.
René Rea Salgado siempre era muy aventado para todo y nunca se le dificultaba, pintó muchos cuadros y salía a exponer a otros estados de la República, un día trajo a este municipio a un grupo de Oaxaca con la Gelagetza, con ellos aprendió hacer tamales y otros platillos oaxaqueños.
Siempre que René salía a exponer a otros estados regresaba contento contando lo que había aprendido y a las personas que había conocido. En el año 2001, en una exposición que se realizó en Chilpancingo un capitán del Ejército llegó a ver los cuadros y le dijo a Cuauhtémoc que quería un mural grande, por lo que éste le habló a su hermano René para ver el precio y si lo podían hacer, René no dudo y dijo “si lo hacemos”. Eso lo caracterizaba a él, la confianza que se tenía.
Convinieron con el capitán de la 35 Zona Militar, le dieron el precio de un mural en manta y al óleo. El oficial no lo dudó, les dio ocho días para terminarlo, les entregó la mitad del costo y la otra mitad cuando terminaran el trabajo. El mural fue pintado por Octavio, René y Cuauhtémoc quienes terminaron por la madrugada del 19 de febrero y la entrega sería a las 8 de la mañana.
Pero por las prisas, a los pintores, se les olvidó poner los ojos a la mujer del mural y el capitán, como andaba chocante con la pintura, llamó a todos los oficiales y les enseñó el trabajo, y al percatarse el jefe de mayor rango de que faltaban los ojos, le dijo al capitán que no tenía ojos la mujer, al oír esto el capitán miró a Cuauhtémoc. Cuauhtémoc y René dijeron “es que la señora está lejos y no se le distinguen los ojos  y también el mensaje es que muchos de los que tenemos ojos no podemos ver o no queremos ver”. El capitán quedó conforme y encargó otros cinco cuadros más, mismos que pintó René. Quedaron muy bonitos y coloridos, “a pesar de que pensábamos que por su falta de experiencia no podría hacerlo, lo hizo, ahí aprendí que cuando se quiere no hay ningún obstáculo para hacer las cosas”, dice Cuauhtémoc Rea.
Cuando  René  salía a pintar a las escuelas siempre iba con gran entusiasmo y alegría, fue así como se ganó a las personas de las distintas comunidades, que le brindaban su cariño, respeto y admiración, a ese  gran ser humano, que siempre tenía una solución para cada problema y un lado positivo para lo negativo, siempre fue fuerte hasta el día que falleció.
Él sabía que tarde o temprano la muerte, que ya lo perseguía, lo alcanzaría. Si un día se enfermaba trataba de ocultarlo. Su mayor preocupación fueron sus alumnos de la Casa de la Cultura y cuando se enfermaba pedía que no le avisara a su madre, “no le digan para no preocuparla”.
Hasta el último momento siempre acudió a dar clases a sus alumnos de la Casa de la Cultura. Nunca se dio a la pena y aunque sea a paso lento llegaba a dar clases, siempre apoyando a sus compañeros y a los maestros. René dejó pendiente una visita a Tixtla, con el director de la Casa de la Cultura Agustín López Flores. Estaba muy entusiasmado, quería ir, pero ese día enfermó y avisó que no iría, con su cara triste y con una gran impotencia. Ya enfermo con gusto veía las publicaciones que se hacían por el Facebook, imágenes y películas de los eventos en Tixtla durante la semana cultural en honor al  natalicio del general Vicente  Guerrero.
René cayó grave desde octubre de 2016, un día acostado en la cama, ya enfermo, contó que en la noche lo visitó la muerte, dijo que era un hombre alto delgado con capa, y guantes blancos, que se le quedó mirando y saltó por la ventana, al irse dejó un fuerte aroma a rosas en la cama, “yo lo vi”, comentó al día siguiente.
Después de ese suceso se agravó mucho más y terminó en el hospital general Juventino Rodríguez donde después de una larga lucha contra la muerte, René perdió la batalla el 4 de noviembre de 2016,  dejó un gran vacío en la familia pero un gran legado como recuerdo. Su muerte fue tranquila primero quedo inconsciente y de ahí falleció, siempre fue creyente de Dios y eso mantenía su espíritu vivo. “Lo recordamos siempre por su sencillez y lealtad, así como sus palabras ‘miedo a la muerte si para morir nacimos’, ‘Aunque sea con frijolitos’, ‘no hagan corajes’ entre otras frases que recordamos siempre con gran alegría, y orgullo de a ver contado con un gran hermano en toda la extensión de la palabra. Era el pilar de la casa”, dice Cuauhtémoc Rea.
“Donde quiera que esté y con quien esté lo recordamos y recordaremos siempre, con su sonrisa, con sus bromas, con su entusiasmo para hacer las cosas, porque siempre fue pacífico. Se fue uno de  los grandes, un ejemplo para la familia, aquel que hasta de médico la hacía cuando mi madre enfermaba o uno de sus hermanos porque lo mismo sabía inyectar, aplicar sueros o curar heridas, sabía también de medicamentos y de herbolaria, era pues un gran hombre”.




sábado, 4 de febrero de 2017

Ciudad con aroma de café XIX


Víctor Cardona Galindo
Juan Álvarez Hurtado es el héroe nacional más importante que tenemos, por eso la escuela primaria del centro de la ciudad lleva su nombre. La segunda colonia que se formó en la cabecera municipal, la calle principal y el boulevard se llaman Juan Álvarez. Tata Juan es un orgullo para los atoyaquenses, es de quien más se habla y más obras se han escrito.
Por eso un monumento al general Juan Álvarez Hurtado engalana la plaza principal de Atoyac. Es aquí donde cada año las autoridades acuden a rendir homenaje al primer gobernador del estado de Guerrero y principal dirigente de la Revolución de Ayutla que llevó a los liberales al poder.
Pintura al óleo que retrata al general Juan Álvarez 
Hurtado en la batalla de Texca del 30 de septiembre 
de 1830, la obra fue realizada por los hermanos 
Dámaso y Efrén Ubaldo Parra, originarios de Tixtla. 
Foto: Víctor Cardona Galindo.

Aunque los festejos en grande se han hecho en San Jerónimo de Juárez. Todos los años los poderes del estado se trasladan a Arenal de Álvarez, donde se monta una guardia de honor y se realiza un desfile cívico-militar ante el monumento de don Juan Álvarez Hurtado que ahí se encuentra. En Atoyac los gobiernos pasados instituyeron la medalla al mérito cívico Juan Álvarez misma que han recibido el padre Máximo Gómez Muñoz y Tom Shaffer fundador de la clínica Bethel.
Y ahora del 23 al 27 de enero se desarrolló la primer semana Alvarista promovida desde la Secretaría de Cultura cuyo titular Mauricio Leyva Castrejón es un admirador del atoyaquense y en su honor escribió la novela Juan Álvarez entre el zorro y la pantera.
Juan Álvarez es muy difundido, pero a pesar del tiempo algunos políticos e instituciones educativas siguen recurriendo en el error de llamarlo Juan N Álvarez, incluso la tienda Coppel le puso el nombre Juan N Álvarez a la sucursal de Atoyac el cual luce con letras gigantes en la fachada principal ignorando que la “N” no tiene razón de ser.
Eso pasa cuando se toma como base escritos y fuentes de internet que no son fidedignas. Se sigue cometiendo el error de escribir Juan N Álvarez, cuando la “N” nunca existió en la firma de nuestro héroe, lo demuestran documentos certificados y su testamento. Se decía que se llamaba Juan Nepomuceno pero una investigación que realizó la señora Juventina Galeana, con el grupo Convivencia Cultural Atoyac, demostró que lo de Nepomuceno es un mito.
Aun así algunas instituciones parecen ignorar que hubo un decreto del Congreso del Estado fechado el 7 de enero de 2000, con el que se determina rectificar la “N” del nombre de Juan Álvarez Hurtado, impuesto y colocado en lugares públicos en el estado de Guerrero. Ese decreto ordenaba que se le quitara la “N” al aeropuerto de Acapulco y a todas las escuelas primarias e instituciones del estado que llevaran la “N”, en algunos casos ese decreto no se ha cumplido.
Tomando como fuente a don Hermilo Castorena Noriega, el error de escribir la “N” intermedia en el nombre de don Juan Álvarez se inició con la publicación, en 1971, de un folleto hecho por el gobierno del estado titulado Los Ejecutivos del Estado.
El cronista de Chilpancingo argumenta que si Juan Álvarez nació el 27 de enero de 1790, ese día corresponde a San Juan Crisóstomo Obispo, doctor de la iglesia griega, según el calendario del más antiguo Galván, editado en 1886. Así, si a don Juan Álvarez le hubieran puesto un segundo nombre de acuerdo al día de su nacimiento, hubiera sido “Crisóstomo” y en vez de “N” se intercalaría la “C”.
Al héroe de las tres guerras, por la provincia en que nació su padre, lo apodaban Juan Gallego. Y en las batallas contra Santa Ana, después de la promulgación del Plan de Ayutla, le llamaron La Pantera del Sur.
La historia de los homenajes a Juan Álvarez comienzan por el decreto número 60 firmado por el gobernador del estado Francisco O. Arce y emitido por el Segundo Congreso Constituyente el 24 de junio de 1872, en su artículo 1 dice: “En memoria del nacimiento del C. General de División y Benemérito de la Patria, Juan Álvarez, se declara Ciudad al pueblo de Atoyac, en el Distrito de Tecpan de Galeana y llevará el nombre de Atoyac de Álvarez”.
Ese mismo decretó bautizó a Coyuca como Coyuca de Benítez por haber nacido ahí doña María Faustina Benítez esposa de Juan Álvarez y facultó al gobierno del estado para que construyera dos monumentos uno en el barrio de la Tachuela municipio de Atoyac y otro en el barrio de San Nicolás municipio de Coyuca de Benítez.
Sin embargo fue hasta 1945 que Cirilo Heredia Álvarez nieto de Juan Álvarez donó el busto que se colocó en Arenal de Álvarez, para ese entonces ya municipio de San Jerónimo de Juárez. El busto fue sustituido en 1974 por una estatua que el presidente Fidel Galeana Agatón gestionó ante el gobernador Israel Nogueda Otero y el busto fue llevado a la escuela primaria Juan Álvarez de esa localidad.
Hay una hermosa pintura de don Juan Álvarez, que actualmente se encuentra en la Casa de la cultura de Atoyac titulada “La batalla de Texca”. El cronista Wilfrido Fierro asentó que con fecha 27 de enero de 1962, la escuela primaria federal José María Morelos y Pavón de Tixtla obsequio al municipio de Atoyac esa obra de arte siendo presidente del Consejo Municipal Félix Roque Solís.
Se trata de un cuadro al óleo que retrata al general Juan Álvarez en la batalla de Texca del 30 de septiembre de 1830, la obra fue realizada por los hermanos Dámaso y Efrén Ubaldo Parra originarios de Tixtla. El cuadro de referencia mide un metro con 70 centímetros por 2 metros con 20 centímetros. 
La entrega se llevó a cabo en sesión solem­ne del Cabildo a las 10 de la mañana, con la presencia del presidente del Concejo Municipal Félix Roque Solís y el secretario Rogelio Juárez Godoy. La comisión entrega estaba encabezada por el profesor Ramón Catalán Verbera, promotor del trabajo; Manuel Sandoval, regidor del Ayuntamiento de Tixtla y Leopoldo Astudillo Vargas, representante de la Junta de Acción Cívica de Tixtla.
Años más tarde la ciudad de Atoyac quiso tener una estatua del Benemérito de la patria y comenzaron a realizar actividades para su construcción. En 1966 lo que se recaudó en la elección de la reina del Carnaval se destinó para la erección de la estatua del general Juan Álvarez y esa vez salió electa Florentina Radilla del Río. Pero fue hasta el el 6 de junio de 1972 que se iniciaron los trabajos para construir el pedestal donde se instalaría el monumento al general Juan Álvarez Hurtado que llegó el 16 de ese mes, dice Wilfrido Fierro “a las 11 horas de la mañana, llegó el carro No. 13 de Líneas Unidas del Sur, S. A, trayendo ya la estatua de bronce” obra del escultor Miguel del Águila Pineda. 
Y el 24 de junio, a las 11 de la mañana, el gobernador del estado Israel Nogueda Otero develó la estatua del ilustre atoyaquense. Al acto asistieron los tres poderes del estado y se llevó a cabo una sesión pública de la Cámara de Diputados y un desfile cívico y militar recorrió las principales calles de la ciudad.
Muchos años más tarde se instalaría otro monumento de Juan Álvarez en el triángulo de la Y Griega, pero pocas gentes identifican, en la imagen, al primer gobernador del estado de Guerrero.
Juan Álvarez Hurtado, nació el 27 de enero de 1790 en el barrio de la Tachuela, hoy Arenal de Álvarez y a sus 20 años se sumó con José María Morelos a la lucha por la independencia, el 17 de noviembre de 1810, en el pueblo de San Miguel ahora Coyuca de Benítez.
De niño Juan Álvarez asistió a la que en ese tiempo fue la mejor escuela de México al lado del profesor Ignacio Avilés, y al morir su padre siendo muy joven tuvo que abandonar sus estudios para venir a La Tachuela a trabajar como vaquero de su propia hacienda.
Juan Álvarez desenfundó su machete para usarlo en contra del ejército español que oprimía estas tierras, participando en múltiples combates. Durante el ataque al Fuerte de San Diego fue herido de ambas piernas. También, defendió con heroísmo la ciudad de Tixtla cuando los realistas querían rescatarla de los insurgentes.
Después de la muerte de Morelos y bajo el mando de Vicente Guerrero se convirtió en guerrillero y como un rayo caía sobre el ejército realista, cuyos soldados sólo veían, antes de morir, relumbrar el filo de su machete y el nombre de Juan Gallego, como llamaban a Juan Álvarez, se volvió el terror para los realistas en las tierras del sur.
Juan Álvarez fue consecuente con sus convicciones, siempre fue liberal, nunca cambio de bando, fue un hombre de una sola pieza, no claudicaba ante nada. Era un hombre de gran corazón que amaba a su esposa, a su familia y cultivaba la tierra. Estaba listo siempre para defender una causa justa y tomar su machete a favor de la patria.
Al frente de sus fieles seguidores iba y venía del combate para construir la patria que hoy tenemos. Tuvo el honor de estar al lado de tres hombres grandes de nuestra historia, José María Morelos, Vicente Guerrero y Benito Juárez. Con el primero para iniciar la lucha por la libertad nacional; con Guerrero luchó para lograr la independencia, desterrar la tiranía y consolidar la nación, con Benito Juárez consolidó la estructura político-jurídica del país, y el afianzamiento de la soberanía nacional con el triunfo de nuestro pueblo en contra de la intervención.
El fin de su vida coincidió con la caída del segundo imperio encabezado por Maximiliano de Habsburgo. Juan Álvarez, estuvo en muchos momentos de nuestra historia, desde la independencia, la intervención norteamericana, el Plan de Ayutla, la intervención francesa y la formación del Estado de Guerrero del cual fue su primer gobernador. Fue un patriota de tiempo completo, de sus 77 años de vida, sirvió a la nación cincuenta y seis años, nueve meses, cuatro días. Desde su incorporación a la lucha de independencia el 17 de noviembre de 1810 hasta su muerte en la hacienda la Providencia el 21 de agosto de 1867.
Diversos historiadores definen a Juan Álvarez como un hombre tenaz, que trabajó como vaquero de su propia hacienda, a quien le gustaba pasar tiempo con los buscadores de perlas en Petatlán y desde muy temprana edad se rodeó de gente muy humilde.
Juan Álvarez como todos los hombres polémicos tiene muchos detractores, actores que muchas veces han buscado mermar su grandeza, pero los logros de su actuar lo defienden por sí solos. Debemos recordar que de la revolución de Ayutla salieron los hombres de la Reforma y sobre los hombros de Juan Álvarez iban gigantes como Benito Juárez, el Benemérito de las Américas.
La Providencia, una hacienda de adobe y piso de tierra, de la cual sobrevive su capilla, fue el refugio de los que luchaban en México por la libertad. En los terrenos de esa hacienda se cultivaba frijol y maíz, se fabricaban cartuchos y albergaba soldados dispuestos a dar la vida y volver a la carga en defensa de la patria.
La hacienda la Providencia era el hogar de la heroica División del Sur, que participó en defensa de la patria, cuando el norteamericano invasor ofendía el suelo mexicano. Aunque algunos cuestionan su actuar en la batalla de Molino del Rey, pero lo cierto es que no recibió las órdenes adecuadas del tirano Santa Anna, a quien se le acusó de estar en complicidad con el invasor.
Su lucha por las libertades democráticas lo llevó a combatir contra Santa Anna hasta derrocarlo. Encabezar la revolución de Ayutla le permitió llegar a la presidencia de la República pero sólo duró en el cargo del 4 de octubre de 1855 al 8 de diciembre del mismo año, fecha en que renunció a esa investidura, porque un hombre de campo como él, forjado en el trabajo y la batalla, no podía permanecer en la política soportando las intrigas de muchos políticos que agazapados aspiraban al poder.
Renunció pronunciando aquellas palabras que resumen su grandeza, “Pobre entré a la presidencia y pobre salgo de ella, pero con la satisfacción de que no pesa sobre mí la censura pública, porque dedicado desde mi tierna edad al trabajo personal sé manejar el arado para mantener a mi familia sin necesidad de los puestos públicos, donde otros se enriquecen con ultraje de la orfandad y de la miseria”.
Después de renunciar a la presidencia se retiró a vivir en su hacienda. Le tocó hostigar a los franceses cuando intentaban tomar Acapulco y en la Providencia estuvo Porfirio Díaz, buscando apoyo del veterano patriota que le proporcionó algunas armas para que fuera a combatir a los franceses en la platera ciudad de Taxco.
Fue federalista en contra de los centralistas, defendió la república en contra de la tiranía de Iturbide y de Santa Anna. Defendió la soberanía nacional y durante el poco tiempo que estuvo en la presidencia se redactó lo que después sería conocida como Ley Juárez, misma que sentó las bases de una república democrática para nuestro México.