lunes, 22 de diciembre de 2014

El diario del amor 5

Para soportar tu olvido me remontaré al Filo Mayor. Caminaré de Pericotepec a Vallecitos. Entre frescas rutas y otros cantos. Quizá a mi regreso, una hermosa sierreñita ilumine con sus hermosos ojos verdes el lugar donde estaba tu ausencia.


Una hermosa amapola del Filo Mayor. Foto Francisco Magaña de Jesús.

Levantamientos recurrentes en la región de Atoyac (Segunda parte)

Víctor Cardona Galindo

Tenía siete años que el levantamiento del general Jiménez había terminado, cuando se vino la llamada Guerra de los Pinzones en 1884. Muchos atoyaquense abrazaron esa causa, donde uno de los valerosos capitales fue, el bisabuelo de Lucio Cabañas, Doroteo Cabañas Calderón.
El Fénix número 49 que se publicó el 16 de diciembre de 1876 dice que la señora Josefa Amaro Galeana peleaba la posesión del predio Las Huertecillas que le fue despojado por el finado coronel Eugenio Pinzón y se condenó a los descendientes del despojante al pago de costas, daños y perjuicios con previa justificación de la parte actora. El fallo a favor de Amaro se dio el día 28 de octubre de 1876, firmado por Martín Solís juez de primera instancia del distrito de Galeana. A partir de ahí los Pinzones acudieron a los buenos oficios de sus amigos en el gobierno, pero  no encontraron apoyo porque la contraparte pertenecía a la también poderosa familia Galeana.
Se dice que las injusticias del gobierno que presidía Manuel González, el acoso del gobernador del estado Diego Álvarez y el pleito de tierras en el predio Huertecillas, dio origen al movimiento armado del año 1884, promovido por los hermanos Pinzón, que llevó como jefe a Dámaso Reyes, El general Zoyate. Estas fuerzas sublevadas fueron atacadas por primera vez en la cuadrilla de El Humo municipio de Atoyac. Después de este combate los pinzones tuvieron que resistir la embestida de la fuerzas federales de los batallones de Infantería 4º, 8º y 24º que comandaban Pioquinto Huato, Gregorio Ney y Esteban Morales respetivamente y que estaban bajo las órdenes del coronel Canuto Neri.
Francisco Galeana Nogueda trató de manera muy amplia la historia de Atoyac en su libro Conflicto sentimental. Memorias de un bachiller en humanidades publicado en 1992.

“La población de Atoyac tuvo que soportar una de la situaciones más difíciles de sus tragedias; sus casas fueron objeto de incendios y de igual suerte corrieron las cuadrilla de El Salto, Mexcaltepec y Cerro Prieto. Sin embargo ante todas esta vicisitudes, las valientes fuerzas de los pinzones soportaron el embate de sus perseguidores, diseminándose en lugares estratégicos en toda la comarca, integradas por Doroteo Cabañas(bisabuelo de Lucio), Julián Nava, Isidro Reyes, Herculano Nava, Cristino Galeana, Doroteo Gervasio, Gregorio Mesino, Andrés Gervasio y Quirino Martínez, todos ellos siguieron imponiendo su entereza y su valor, hasta que fueron invitados a indultarse por el coronel Canuto Neri, quien les ofreció darles garantías y respetar sus vidas, y al mismo tiempo girando órdenes de extenderles salvoconductos a los principales Jefes de la Revolución de Corral Falso, pues interesaba a su gobierno que no se alterara el orden en otros pueblos para que no hubiera mayores repercusiones de la misma índole en el país”, registró el cronista de Atoyac Wilfrido Fierro Armenta.
Una vez indultadas estas fuerzas, el coronel Neri, recibió instrucciones de que los principales jefes rebeldes fueran hechos prisioneros y fusilados. Los detenidos custodiados por un batallón fueron llevados al paraje de Los Tres Brazos, donde fueron ejecutados. En el campo quedaron tirados los cadáveres de: Desiderio, Carlos y Rafael Pinzón. Con ellos murieron también J. Isabel Evangelista, Herculano Salinas y Abraham Radilla. “Este fue el pago que el gobierno dio por sus servicios prestados por mucho tiempo en defensa de la patria en vez del perdón por el error cometido”, concluye Wilfrido.
Esta rebelión cambió la composición de las comunidades, porque muchas de las tropas sublevadas ya no bajaron de la sierra, allá se quedaron a vivir. Los Cabañas, por ejemplo, permanecieron en El Camarón y bajaron hasta el movimiento revolucionario de 1911, cuando Pablo, Pedro y Tiburcio Cabañas participaron en la toma de la ciudad de Atoyac.
El testimonio de Pablo Cabañas Barrientos dice: “Doroteo Cabañas que vivía en Corral Falso se sumó a la lucha y  después de la muerte de los Pinzón, no pudo regresar a su pueblo y se quedó a vivir en El Camarón donde su familia creció. Allá nacieron Pablo, Pedro, Tiburcio, Juana y Ramona. Pero un día siendo don Doroteo ya un viejo unos gavilleros raptaron a Juana. Don Doroteo la quiso defender y lo asesinaron”. El viejito veterano de la lucha de los pinzones quedó tirado en el camino que lleva al cerro de la Bandera.
Después el ya general Canuto A. Neri se levantó en armas en 1893 y en Atoyac encontró decididos partidarios. En 1901 participaron los atoyaquenses apoyando a Rafael Castillo Calderón. El Plan del Zapote fue redactado en Mochitlán pero se dio a conocer en Atoyac donde encontró un importante apoyo.
A los 10 años, los maderistas encabezados por el profesor Silvestre Mariscal González tomaron la ciudad de Atoyac, el 26 de abril de 1911. Después se dieron los pleitos internos, entre maderistas, en los que perdieron la vida el coronel Perfecto Juárez y Reyes y el capitán Florentino López. La muerte de estos dos importantes maderistas, le costó la cárcel y más tarde la vida a Silvestre Mariscal.
En los años 1912 y 1913 esta región fue escenario de la revuelta de Julián Radilla, que exigía la liberación de Mariscal. El gobierno maderista envío al 30 batallón a combatir a los radillistas y se dio aquel histórico combate en la cabecera municipal que duró 7 días. En 1916 Pablo Cabañas Macedo (abuelo de Lucio) enarboló la bandera zapatista en la Costa Grande y en 1918 se sumó al El Cirgüelo, para combatir a los Figueroa y su ejército de verdes integrado por indios Yaquis. Esa vez mariscalistas y zapatistas exigían la libertad del gobernador Silvestre Mariscal.
El 7 de julio de 1919, Arnulfo Radilla se fugó de la prisión de Chilpancingo acompañado de algunos zapatistas, en esta acción murió el mochitleco Cenobio Mendoza quien también intentaba fugarse. Arnulfo Radilla atravesó la sierra y llegó caminando a la ciudad de Atoyac con las ropas raídas, luego se refugió en el cerro de la Cal, donde la leyenda dice que está enterrado el tesoro de la Aduana.
Por eso para 1919, Arnulfo Radilla seguía alzado en la sierra. Patricio Pino escribió en su diario que la noche del viernes 14 de noviembre de 1919, la guarnición militar se sublevó y se unió a los rebeldes que bajaron de la sierra encabezados por Alberto de la Cruz y Arnulfo Radilla. Después de esto el subteniente Genchi y dos soldados que apoyaron a Radilla fueron fusilados. Pino nos muestra en sus escritos como la población estaba sometida a los designios de los militares que vejaban, sometían a los comerciantes a préstamos forzosos y el que no accedía a dar el dinero exigido era conducido como animal a la cárcel pública, como sucedió con Rosendo Galeana Lluch. Mientras los propietarios de las fincas de café casi no subían a la sierra por temor a los rebeldes.
Los zapatistas siguieron en la sierra y en una de las intrigas que se dieron entre los bandos, Pablo Cabañas dio muerte a Arnulfo Radilla por el rumbo de Loma Larga el 12 de enero de 1920. Un año después se amnistió y se sumó a la gente de Álvaro Obregón.
Los combates siguieron en 1923 cuando muchos aguerridos atoyaquenses enarbolaron la bandera del agrarismo junto a Alberto Téllez, Silvestre Castro, El Cirgüelo y Valente de la Cruz. De Atoyac salió una comisión, encabezada por Feliciano Radilla, para rescatar a Juan R. Escudero, pero por la intervención de la madre, Irene Reguera, no pudieron protegerlo en la sierra y más tarde fue asesinado por las guardias blancas de Rosalío Radilla. Es así como las luchas obreristas de los Escudero se pelearon con las armas en la Costa Grande principalmente en Atoyac. 
Los atoyaquenses secundaron a Amadeo Vidales con su Plan del Veladero en 1926, movimiento armado que duró hasta 1929. El cuartel general de Amadeo Vidales estuvo un tiempo en Los Valles y luego en El Fortín, del cerro plateado, municipio de Atoyac. Dice José Carmen Tapia Gómez que “la vida de los campesinos de La Costa Grande guerrerense está profundamente ligada al cerro Plateado, que fue ocupado por Morelos y Galeana en tiempos de la lucha por la independencia y en donde, más tarde, se llegó a decir que Zapata y Villa organizarían un congreso”.
Históricamente el Ejército ha cometido atrocidades contra la población civil, sobre todo en la persecución contra Vidales, quemando pueblos y cortándoles las trenzas a las mujeres que encontraba en la zona del café. Como testigo de esa barbarie que se vivió está el nombre de la población de El Quemado misma que muchas veces fue reducida a cenizas.
Los vidalistas vengaron los agravios, “de emboscada en emboscada fueron acabando al 67 Batallón de Infantería, hasta que una mañana los exterminaron en la barranca de El Morenal, paraje que hoy se localiza en el ejido de Los Valles”, recuerda Simón Hipólito Castro.
En la cañada del Morenal, un paraje de la sierra muy cercano a Los Valles, las tropas del Plan del Veladero encabezadas por el general Amadeo Vidales casi acabaron con un batallón de federales. Aquella batalla sangrienta del 28 de octubre de 1926 dejó muchos soldados muertos. Las aguas del arroyo del Morenal bajaban rojas porque en su cauce quedaron muchos heridos que se desangraban, algunos soldados se acercaron a tomar agua y ahí murieron. Con el paso del tiempo y como testigo de aquella fecha quedó un conjunto de cruces esparcidas por el lugar.
“Aquí siempre se ha mantenido la inquietud levantisca”, recordó don Inés Galeana Dionisio quien nos dijo que 300 hombres se habían enlistado en 1939 en espera de las órdenes de Juan Andrew Almazán para tomar las armas. Ezequiel Padilla encontró mucho apoyo acá en 1946 y Enrique Guzmán en 1952, luego el gazquizmo en 1960.
Aquí los bandos revolucionarios atoyaquenses limaron sus asperezas con las balas y se fueron matando entre ellos hasta consolidarse los grupos que controlaron el municipio en forma de cacicazgos.  En la sierra, Pedro Cabañas Macedo y Toribio Gómez Pino; en el bajo, Crispín Ocampo Bello, quienes encabezaron una época de terror hasta pacificar el municipio. Estos grupos caciquiles que se fortalecieron con el alemanismo, entraron en crisis en 1960, con el surgimiento del movimiento cívico anticaballerista que llevó su cauce hasta la masacre del 18 de mayo de 1967 que marcó el inicio de la guerrilla del Partido de los Pobres comandada por Lucio Cabañas.
También la guerrilla de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR) de Genaro Vázquez Rojas se desarrolló en nuestra sierra. Esa organización se fundó en El Triángulo un lugar que se encuentra en los límites con Coyuca de Benítez a un kilómetro de El Posquelite.
Genaro estaba preso en el penal de Iguala donde intentaron asesinarlo. Por ello, el 22 de abril de 1968, el primer comando armado de la Asociación Cívica Guerrerense, lo liberó de la cárcel. Este comando estuvo integrado por siete miembros y Roque Salgado Ochoa fue su comandante, lo conformaban: José Bracho Campos, Filiberto Solís Morales y los atoyaquenses Ceferino Contreras Ventura, Pedro y Donato Contreras Javier y Abelardo Velázquez Cabañas. De esos siete murieron dos, Filiberto y Roque. Salieron heridos Ceferino Contreras y José Bracho.
“Este grupo que llamábamos Comando Armado Vicente Guerrero fue preparado para rescatar a sangre y fuego a Genaro de las garras del estado. Genaro, planeó la estratagema siguiente; fingir un dolor de muela, para que lo trasladaran a una clínica dental que se encontraba a unos 200 metros de la cárcel. El primer intento no dio resultado porque muchos niños que salían de la escuela Herlinda García, estuvieron en peligro de perder sus vidas”, escribió Antonio Sotelo.
La segunda vez. “Cuando la policía conducía al compañero Genaro, el comandante Roque Salgado le marcó el alto y le ordenó que dejaron en libertad al reo, pero la policía en forma imprudente, empezó a disparar contra los cívicos; el comando armado contestó el fuego y se trabó un tiroteo”, dice Sotelo.
De acuerdo a Orlando Ortiz, cosas estuvieron así: “A las diez y media de la mañana Vázquez Rojas salió de la prisión custodiado por el sargento de la policía urbana Librado Mendoza Espino y el policía José Rodríguez Flores, así como el agente de la judicial Maclovio Salgado Ocampo”, quienes fueron encargados de llevarlo al centro de salud. El enfrentamiento con la policía duró como siete minutos.




viernes, 19 de diciembre de 2014

El diario del amor 4

Voy recogiendo tu recuerdo, como un espectro levantando sus pasos. En Zihuatanejo donde decías que la sierra besaba el mar. Fui a corretear pelícanos pensando que tal vez yo también pueda volar con las alas mojadas de lagrimas, aunque, quiero, más allá de las fregatas, que trazan los cielos veloces y libres. Con sus alas mojadas.

jueves, 18 de diciembre de 2014

miércoles, 17 de diciembre de 2014

El diario del amor 2

“Eres robador de historias, velador de sueños y guardián de la memoria. Hay te quedas”, dijiste antes de besarme en los labios y salir por esa puerta de que fue nuestro hogar. Te vi cerrar la puerta por fuera, mientras el gato ronroneaba en mis pies como diciendo me tienes a mi.


Hoy 17 de diciembre de 2014 se cerró un ciclo en la historia de Atoyac que comenzó en 1988.

Marcos Villegas

Dirigentes históricos del PRD de manera pública y en conferencia de prensa dieron a conocer su renuncia al partido, porque las dirigencias Estatal y Nacional de este instituto político se han alejado de la lucha social y de los principios que dieron origen al partido.
Mario Valdés Lucena, fundador del PRD, dijo “jamás un luchador de izquierda, podría estar pensando egoístamente en el que el 7 de Octubre vamos a luchar por espacio de poder de representación popular, mientras tengamos cuatros estudiantes Normalistas de desaparecido de los 42”, Abundó.
Señaló que en todo Guerrero, no hay condiciones para que se lleven acabó las elecciones por los acontecimientos ocurrido el 26 de Septiembre. Aclaró que no se hacen aun lado de la lucha social, ni de la izquierda, solo del PRD.
De izquierda a derecha, Pedro García Méndez, Juan de Díos Solís, María de los Ángeles Santiago Dionicio, Mario Valdez Lucena y Pablo César Solís Nava, durante la conferencia en la que renunciaron al PRD.
Destacó que como ir a pedir el voto a la comunidad de san Juan de las Flores, un pueblo que nunca ha perdido el PRD en las elecciones, cuando ahí hay dos jóvenes estudiantes normalista desaparecido, nieto de Pedro Flores Zamora, militante perredista, de que voten, cuando nuestros dirigentes estatales del Partido andan huyendo para no enfrentarse con el Movimiento que exige Justicia por los 42 estudiantes Normalistas desaparecidos.
Con lágrimas en los ojos, la Ex presidenta del Comité municipal del PRD, María de los Ángeles Santiago Dionisio puntualizó “creíamos que este partido iba hacer las cosas cuando la hicimos en un inició, un partido solidario, hoy únicamente han llegado al poder a servirse y no a servir, me salgo con la cara en alto, fui regidora pero para servir y no para servirme y di la mayor parte de mi vida 42 años en la lucha de izquierda, porque quería que ATOYAC tuviera otro tipo de vida”. 

“Me duele, porque este partido dejamos a compañeros desaparecidos y compañeros que murieron y que se fueron con la ilusión de ver a un ATOYAC, GUERRERO, y un México mejor y la tribu de la Corriente llamado los Chuchos, son los que hundieron a este partido, y Atoyac es un pueblo de lucha y tenemos a más de 600 desaparecidos de la llamada Guerra Sucia”, expreso.

martes, 16 de diciembre de 2014

Levantamientos recurrentes en la región de Atoyac (Primera parte)

Víctor Cardona Galindo

Vistiendo la yegua para la danza de El Cortés en San Juan 
de las Flores, sierra de Atoyac de Álvarez. Foto Víctor Cardona

Según las Relaciones Geográficas del siglo XVI, los cuitlatecos de Atoyac no pagaban tributos en especie a los aztecas. Su contribución era el valor, ellos servían de soldados en la guerra que sostenían con los purépechas de Michoacán y con los yopes de la región de Acapulco. Los costeños han sido aguerridos desde tiempos inmemorables; por eso en el primer recorrido que realizó el cura Morelos por la Costa Grande, en aquel tiempo provincia de Zacatula, se encontró un suelo fértil para la causa.
Nos dice la historia, que después de entrevistarse con Hidalgo en Charo, Morelos se dirigió a Carácuaro acompañado de un solo criado, con una escopeta de dos tiros y un par de trabucos. En Carácuaro se le unieron 20 hombres, con ellos se internó en lo que ahora es el estado de Guerrero. En Coahuayutla se le unió Rafael Valdovinos con algunos hombres armados. En Zacatula se les incorporó Marcos Martínez con cincuenta soldados. Al pasar por Petatlán se le unieron cerca de doscientos hombres, procedentes de las comarcas vecinas encabezados por Juan Bautista Cortés.
Entre Tecpan y El Zanjón se le unieron más de setecientos hombres, en su mayor parte sin armas. Al pasar por lo que ahora es el municipio de Atoyac, se  le sumaron Cesáreo Ramos, Luis Pinzón y Julián Ávila. Juan Álvarez cabalgó para alcanzarlo en Coyuca y en Pie de la Cuesta se le adhirieron un grupo numeroso de los naturales de Atoyac.
Justino Castro Mariscal en su libro Galeana en la Epopeya de la Independencia Nacional, cuenta que “el 9 de noviembre Morelos emprendió su avance de El Zanjón a Pie de la Cuesta y al Veladero, tomando el camino de la playa con el grueso de su columna y por el camino boscoso, ordenó que marcharan los hombres de Atoyac, distinguidos por la característica de que por no saber pronunciar bien el español les llamaban los ‘naturales’. Al segundo día de la partida, Morelos y sus principales jefes acamparon en un pequeño poblado cerca de Coyuca de Benítez, lugar convenido para reunirse con los naturales. Después de mucha espera, el cura llegó a dudar de la sinceridad de los atoyaquenses y queriendo investigar las causas que hubieran tenido para regresarse los que tan decididamente se habían presentado en El Zanjón a luchar por la libertad, y tomando por donde debía de encontrarlos, recorrió como legua y media y en los instantes de penetrar a un palmar de coquito  de aceite pudo escuchar que dentro de ese bosque salía una multitud de voces (…) Eran los naturales que por todo almuerzo comían los sabrosos frutos que a la sazón se encontraban tirados bajo las sombras de corpulentas palmeras. Ante aquella alharaca de revolucionarios noveles, el cura Morelos quiso darles una lección por el descuido en que se encontraban y, al efecto, ordenó que se les marcara el ‘quien vive’, y como en su vida jamás habían oído gritos guerreros ni tampoco sabían cómo contestarlos, resultó que cuando escucharon la palabra amenazante de hacerles fuego, respondieron con la exclamaciones de: ¡Santo Dios! Al escuchar estas ingenuas palabras, Morelos se adelantó y llegando hasta ellos les trató con amabilidad y cariño, diciéndoles: ‘No hijos, cuando oigan estos gritos, contestarán: ¡La América! o ¡La Virgen de Guadalupe!’.
Después del incidente, muy contentos, los naturales prosiguieron el camino en compañía de cura Morelos, para acampar en Coyuca de Benítez, Bajos del Ejido, El Ejido Viejo y Pie de la Cuesta. Al llegar al puerto de Acapulco su contingente ya rebasaba los mil hombres. Aunque mal armados iban todos dispuestos a dar la vida por lograr la independencia.
Una vez consumada la independencia, la zona no quedó en paz, dice Francisco Gómezjara, en Bonapartismo y lucha campesina en la Costa Grande de Guerrero, citando a Orozco y Berra: “La de Atoyac… esta población se componía, en su tercera parte, de familias descendientes de gente blanca; pero en el año del 30 [1830] se sublevaron una noche los indígenas contra los de razón, matando a balazos a algunos hombres y mujeres, de cuyas resultas huyeron los que quedaron para otros puntos abandonando sus casas; causa porque en el día son todos naturales”.
También en Tecpan ocurrió algo similar cinco años después. “A ejemplo de los indígenas de Atoyac y adunado con ellos, se sublevó en septiembre de 1835, contra los de razón y asesinaron a las once del día 15 de dicho mes al primer alcalde, al subprefecto y al administrador de alcabalas; y podían haber sacrificado a más víctimas si no se hubieran fugado precipitadamente”.
Los atoyaquenses siguieron primero a Morelos, luego a Guerrero en la lucha por la independencia. A Juan Álvarez luchando por el federalismo en contra del centralismo y en contra de las dictaduras defendiendo a la república. En la invasión norteamericana participaron con la División del Sur en la lucha para expulsar al extranjero que ofendía con su presencia a la patria, en 1847. Los ancestros atoyaquenses estuvieron en Molino del Rey esperando la orden de atacar, sin embargo las órdenes no llegaron porque Antonio López de Santa Anna abandonó su posición en el combate.
Fueron participantes decididos en la guerra del Plan de Ayutla en 1854, como lo dice don Luis Hernández Lluch cronista del municipio de San Jerónimo de Juárez: “Los atoyaquenses marcharon unidos a través del tiempo; al frente del país estaba el nefasto dictador que nos gobernó once veces, dicho dictador fue Antonio López de Santa Ana y don Juan Álvarez en el sur se opuso a esta perversa dictadura y proclamó el Plan de Ayutla, este plan lo proclamó el primero de marzo de 1854, y conociendo Santa Ana la rebelión de Juan Álvarez mandó a combatirlo con el general Félix Zuloaga. Este general en lugar de marchar hacia Acapulco, donde estaba Álvarez, marchó hacia el oeste, atravesando la Sierra Madre Occidental, saliendo por un poblado llamado Juluchuca y de ahí marchó al este; conociendo el general Álvarez la maniobra del general santanista movilizó un ejército poderoso y mandó al general Tomás Moreno y lo esperó en un lugar muy estrecho, llamado El Calvario, donde se parapetó,  ahí fue el primer encuentro o choque entre las dos fuerzas; Tomas Moreno le ocasionó 200 bajas y luego retrocedió para esperarlo en la hacienda de Nuxco, ahí en ese lugar los alvaristas organizaron un sitio que duró más de 20 días, y ahí se rindieron cayendo prisionero el general Zuloaga, que fue remitido al puerto de Acapulco”. En el sitio de Nuxco participó el coronel Antonio Ayerdi que más tarde sería el primer presidente municipal de Atoyac.
Eutimio Pinzón Martínez fue de los primeros revolucionarios que se levantaron secundando el Plan de Ayutla y según un certificado del general Diego Álvarez fechado en la Hacienda de la Providencia el 20 de marzo de 1868, el general atoyaquense luchó hasta el triunfo del movimiento.
Entre otras acciones de armas, destacaron la toma de Ixtapan de la Sal en el Estado de México, donde junto a Antonio Díaz Salgado y otros jefes revolucionarios, derrotaron a un coronel santanista de apellido Romero. Luego vino la toma de Ario Michoacán y el fallido ataque a Morelia el 24 de noviembre de 1854, donde participó en coordinación con las brigadas de Epitacio Huerta y Manuel García Pueblita. En esta acción le tocó a Pinzón atacar y tomar la garita de Santa María. Los jefes revolucionarios llegaron hasta la Plaza, cuya formidable caballería arrollaba a los jefes santanistas en todas direcciones, pero cuando el triunfo parecía sonreírles llegó el refuerzo gobiernista de Román Tavera comandando mil 500 hombres y seis piezas de artillería. Con ésta fuerza logró la retirada de los partidarios del Plan de Ayutla.
Después de esta derrota Pinzón regresó al Sur con su brigada para seguir luchando por el Plan de Ayutla. Al triunfo de la causa en 1855, el presidente interino de la República, general Juan Álvarez premió los servicios de Pinzón con el grado de general de brigada rango que después ratificó el presidente Benito Juárez en San Luis Potosí el 4 de diciembre de 1865.
Durante la guerra de Reforma nuestros paisanos acudieron al llamado de aquel gran soldado que fue Eutimio Pinzón Martínez. Los atoyaquenses pelearon también contra la intervención francesa de 1862 a 1867, concurrieron a la defensa de Puebla sitiada por los franceses del 16 de marzo al 17 de mayo de 1863, donde estuvieron al mando del general Diego Álvarez y de Cesáreo Ramos. En esta campaña Eutimio Pinzón participó en la toma de Puebla el 2 de abril, habiéndose distinguido por su ataque al Fuerte del Carmen, por lo que mereció elogios del general Porfirio Díaz, jefe del Ejército de Oriente. Pinzón con su segunda brigada se encargó de la persecución de Márquez. Actúo en el asedio de la Ciudad de México por la Villa de Guadalupe, regresando al Estado de Guerrero el 26 de mayo.
Luego los atoyaquenses apoyaron en 1867 a Diego Álvarez contra Vicente Jiménez, odisea que le costó la vida al gran soldado liberal Eutimio Pinzón, quien sucumbió el 13 de junio de ese año, peleando contra las huestes del coronel Ignacio Figueroa en Los Valles de Metlapa, muy cerquita de Iguala.
El general Vicente Jiménez, se había levantado en armas contra Diego Álvarez el 7 de junio de 1867 en la ciudad de Iguala. Contaba con las tropas guerrerenses que participaron en la toma de Querétaro. Mientras Diego Álvarez, regresaba con dos brigadas de la División del Sur del estado de Puebla donde tomaron parte en la campaña del 2 de abril.
Por este conflicto llegó a Guerrero el general Francisco O. Arce, comisionado por el gobierno federal para pacificar el estado. Ante la presencia del nuevo mandatario, Jiménez depuso su actitud el 3 de abril de 1868 y se acuarteló en la ciudad de Tixtla. Pero luego los partidarios de Diego Álvarez publicaron en Acapulco la intención de reelegirle como gobernador. Por eso nuevamente el general Jiménez se reveló en contra el gobierno de Arce. El congreso desaforó al gobernador y vino a sustituirlo Francisco Catalán, partidario de Jiménez.
Al mismo tiempo la Secretaria de Guerra, envió más tropas al estado para atacar a Jiménez y nombró jefe de toda esa fuerza a Diego Álvarez que de inmediato redujo a la rebelión de Jiménez a un movimiento de pequeñas guerrillas. Con el apoyo del gobierno federal, triunfó Diego Álvarez saliendo electo nuevamente gobernador del estado y tomó posesión el primero de marzo de 1873.
Al triunfo del Plan de Tuxtepec Porfirio Díaz se instaló en la ciudad de México y de allá envió fuerzas comandadas por Ignacio Parra para combatir a don Diego Álvarez, quien se había mantenido leal al presidente Sebastián Lerdo de Tejada. Con las fuerzas enviadas vino el general Vicente Jiménez como gobernador y comandante militar. Mientras tanto Diego Álvarez se marchó a la Costa Grande, pero dejó instaladas en el camino de Amojileca sus fuerzas armadas que luego fueron derrotadas por las de Jiménez. Álvarez protegió el paso del ex presidente Lerdo de Tejada hasta que se embarcó en el puerto de Acapulco el 25 de enero de 1877. Después de esta acción se refugió en Coyuca de Benítez su pueblo natal, y de este lugar renunció a su cargo como gobernador manifestando a la federación que se retiraba a la vida privada. Ante eso la Secretaría de Guerra ordenó a Jiménez, el 10 de marzo de 1877, que se le diera a él y a todos sus soldados garantías y salvoconductos. Jiménez no obstante a las órdenes recibidas quiso acabar con los alvaristas y por ello avanzó hacia la Costa Grande instalando su fuerza en San Jerónimo el Grande y Tecpan.
Los partidos de don Diego Álvarez desesperados porque se les perseguía en su propio terreno, se organizaron y decidieron jugarse el todo por el todo. Por ello acatando órdenes de Diego Álvarez, el teniente coronel Matías Flores se trasladó a Atoyac, mientras las fuerzas voluntarias comandadas por el coronel Pioquinto Gómez atacaban en San Jerónimo el Grande a las tropas de línea del general Vicente Jiménez. El combate tuvo lugar a las 22 horas del día 23 de abril de 1877, en donde salieron victoriosas las fuerzas alvaristas. En esta acción resultó herido de gravedad y de las dos piernas Desiderio Pinzón, “haciéndose notar la bravura y temeridad de los capitanes Arcadio Fierro y Rómulo Mesino, así como de los soldados Aurelio Castro, Mauricio Armenta, Juan Gerónimo, Apolonio Abarca y Antonio Gómez”, asentó Wilfrido Fierro Armenta en su Monografía de Atoyac.
La hazaña fue repetida la madrugada del 27 del mismo mes cayendo sobre el jefe jimenista Chico Félix, quien había cometido muchas depredaciones en la hacienda La Providencia. Esa ocasión los alvaristas casi acabaron con toda la oficialidad, el general Jiménez se salvó de milagro. Se había quedado a dormir en Tecpan. El 5 de mayo de 1877 los alvaristas de Atoyac vuelven a atacar en San Gerónimo a los últimos reductos jimenistas. Los obligaron a abandonar el lugar y a retirarse hasta San Luis. De ahí acosado por las fuerzas de Álvarez, Jiménez abandonó el estado.




El Diario del amor

Me quedé contenido. Como quien flota sobre una laguna cálida sin poder sumergirse. Con la respiración entrecortada, aprisionando el aliento. Esperando, un día más, que la manta purpura que cubre las aguas se disipe, cual marea roja. Levantando la veda.