viernes, 30 de noviembre de 2018

Octaviano Santiago Dionicio III

Víctor Cardona Galindo 
En 1966 hubo otro movimiento de alumnos en la Escuela Secundaria Federal de Atoyac. “No había maestros, exigieron maestros y los lograron, a Octaviano no le gustaba que perdieran clases”, dice su hermana Ángeles Santiago Dionicio.
De izquierda a derecha de pie, en tercer lugar de la tercera fila, se ve a
Octaviano Santiago Dionicio con saco negro, Este fue el grupo que asistió a
la escuela de cuadros de la Juventud Comunista de México. Foto: cortesía de
Arturo Martínez Nateras.

Andrés Vargas Rendón explicó los pormenores de este movimiento: “Cursábamos segundo año cuando comenzó la grilla, porque no teníamos profesores de español y geografía, a los de tercero les faltaban maestros que les impartieran física, química y orientación vocacional.” Los alumnos se revelaron. Octaviano Santiago Dionicio era el presidente del grupo,  los reunió y se propusieron actividades para llevar a cabo. No dejaron entrar a la reunión al director Armando Pérez Terríquez, pero éste escuchaba atrás de las rendijas de las tablas. Se acordó imprimir volantes, todos los alumnos se cooperaron y, después, se repartieron. En ese grupo había muchos que pertenecían al Club de Jóvenes Democráticos que era el motor del movimiento.
En respuesta el director de la escuela convocó a una reunión de padres de familia buscando contener el movimiento estudiantil, pero se encontró con una fuerte organización. Había estudiantes en las calles repartiendo volantes, los padres llegaban a la reunión con el volante en sus manos y enterados de la problemática, cuando el profesor Pérez Terriquez quiso manipular la información, los padres de familia les dieron la razón a los alumnos inconformes.
 “Los estudiantes de la Escuela Secundaria Federal de este lugar, Octaviano Santiago, Juan Martínez, Dora Luz Reyes y Ángela Mastache lanzaron a la luz pública unos volantes de protesta en contra del director del citado plantel Profr. Armando Pérez Terríquez, por falta de maestros”, registra Wilfrido Fierro el 31 de octubre de 1966. 
“A raíz de eso salió una comisión para gestionar ante la SEP más personal, llevando la propuesta de Salvador Castro Navarrete para español y a Malaquías Pérez Alejo para matemáticas. De allá trajeron la orden para que esos maestros se integraran a la plantilla de la secundaria” comentó Andrés Vargas Rendón.
“Lo anterior  constituyó un precedente para que Octaviano fuera hostigado por sus ideas ya bien definidas a tal grado que el director le retuviera, inexplicablemente, su certificado de secundaria por cierto con buenas calificaciones”, señala Juan Martínez.
Ángeles Santiago recuerda que, durante un tiempo, Octaviano fue el de finanzas en la escuela secundaria, en una ocasión iba entregar lo recaudado ese año y fue a su casa para que su mamá le diera el dinero que tenía guardado y se lo echó en la bolsa de atrás del pantalón y se subió a su bicicleta, pero en el camino se le cayeron los billetes. Iba a entrar a le dirección cuando se dio cuenta que no tenía el dinero y se regresó. Su mamá vendió el café al tiempo para que Octaviano llevara el dinero perdido a la dirección.
Fue dos veces seguidas presidente de la Sociedad de Alumnos de la escuela Secundaria Federal. En ese tiempo eran unas instalaciones pequeñas, tenían unas láminas arriba y no había lugar para los talleres de carpintería y radio técnico. Se recuerda a Octaviano yendo a ver al comisariado ejidal del Rincón de la Parotas para solicitar madera, organizando a los “chamacos” que fueron, junto con los ejidatarios, a cortar los árboles para construir las galeras de los talleres.
Buscó al señor Feliciano Castro que vivía cerca de la escuela primaria Modesto Alarcón para que hiciera las barracas para los talleres. Don Chano ya  iba a terminar las galeras cuando lo asesinaron durante la masacre del 18 de mayo de 1967 en el Zócalo de esta ciudad.
Ese siniestro día se suspendieron las clases en la secundaria, los alumnos salieron a sus casas, mientras Octaviano Santiago y Pedro Martínez fueron a ver a don Feliciano Castro,  que estaba en el consultorio del doctor José Antonio Palós Palma muy grave y el médico dio su veredicto: “este hombre ya no tiene vida, es su resistencia solamente la que lo mantiene vivo”. Anduvieron recorriendo las casas de los caídos, fueron donde don Arcadio Martínez Javier, donde doña Isabel Mesino y donde Prisciliano Téllez. Ya por la noche llegaron a la casa de la maestra Hilda Flores Solís, que era el cuartel general de los comunistas y ahí se reunieron con Lucio Cabañas Barrientos que al día siguiente salió a la sierra de donde bajó solamente muerto.
“La sociedad de alumnos de la  Secundaria Federal 14 fue presidida por Octaviano Santiago y Juan Martínez  Alvarado en los ciclos escolares 66-67 y 67-68. A ese grupo les tocó ver la camioneta ensangrentada con rumbo a Chilpancingo en donde llevaban judiciales heridos de la masacre del 18 de mayo de 1967”. Comenta Juan Martínez Alvarado.
Al año de la masacre, el 18 de mayo, en 1968, Juan Fierro García, Octaviano Santiago Dionicio y Decidor Silva Valle intentaron organizar un acto conmemorativo al primer aniversario de la masacre pero el evento fue inhibido por El Ejército. “Cualquier manifestación que se organizara sería disuelta” les informó el comandante del 32 Batallón de Infantería coronel Gilberto Torres Pujol. Ese día soldados de dos batallones y demás cuerpos policiacos pusieron en estado de sitio la ciudad.
“Con motivo del Primer Aniversario de la masacre re­gistrada entre ‘Cívicos’ y fuerzas del Estado del Gobierno del Dr. Ray­mundo Abarca Alarcón capitaneado los primeros por el Profr. Lucio Cabañas Barrientos y como previsión de cualquier alteración al orden público desde ayer las fuerzas federales del 32 y 4º Batallón se encar­gan de la guarnición de esta plaza así como la Policía Judicial al mando del Comandante Rafael (Pay) Radilla, ya que días antes los estudiantes Juan García Fierro, Octaviano Santiago Dionisio y Decidor Silva Valle, El Negri, lanzaron panfletos en donde incitaban al pueblo a la violencia y a rendir un homenaje a los "Cívicos" caídos en 1967 el público no hizo acto de presencia”. Anotó Wilfrido Fierro Armenta en la Monografía de Atoyac.      
En Atoyac El Club de Jóvenes Democráticos fue una agrupación impulsada por la célula del Partido Comunista, que llegó a tener cientos de afiliados.  A decir del propio Octaviano Santiago Dionicio “a los jóvenes les llamaba la atención el arrojo y la iniciativa de Lucio Cabañas”, por eso él lo admiraba mucho.
Anterior al Club de los Jóvenes Democráticos hubo otra agrupación que organizó en 1962  Lamberto Martínez Santiago, la Organización de la Juventud Revolucionaria de Atoyac, y tenía como integrantes a José Hernández Meza, Justino García Téllez, Romelio Téllez Blanco y Bonifacio Pino, la mayoría eran estudiantes de la escuela secundaria. Algunos como Chon Nario no estudiaban pero se integraron de manera entusiasta a este proyecto. Había alumnas como Romana y Andrea Radilla Martínez.
Dice José Hernández Meza que algunos miembros de ésta agrupación comenzaron a frecuentar a Lucio Cabañas cuando llegó a impartir clases en Mexcaltepec. Lucio los invitaba a comer “Ahorita vamos a comernos unos frijolitos sancochados con unas memelas bien calientes acompañados con una salsa macha de chiles verdes”. Se organizaban lecturas del manifiesto comunista, estaban pendientes de las noticias de radio Habana.
Hernández Meza comentó que este grupo tuvo entre otras tareas la defensa por la apertura de la escuela secundaria, hicieron pasquines, cartulinas y caricaturas que pegaban por las noches en la ciudad: “Los potentados locales se oponían a la apertura de la secundaria por que acusaban al director doctor Raymundo Benavides de ser rojillo. Pegar propaganda era muy penado y si encontraban a alguien haciéndolo lo llevaban a la cárcel”, por eso la brigada se organizaba muy bien y con un silbato se avisaban del peligro. Entre otras cosas apoyaban también los mítines de la Asociación Cívica Guerrerense.
Pero volviendo al Club de Jóvenes Democráticos dice Decidor Silva Valle, El Negris que en 1965 se fundó la célula de la Juventud Comunista en la casa de “Champurro”, cerca del Río Atoyac: “ahí en la Clandestinidad Octaviano Santiago nos reunió a los jóvenes para tal propósito y escuchar las palabras que nos iba a dirigir el enviado del Partido Comunista, Carpóforo Cortez Barona”. Ese grupo públicamente salió con la imagen de Club de Jóvenes Democráticos porque en ese tiempo el Partido Comunista estaba prohibido. Los iniciadores fueron: Carlos Castillo Cruz, Daniel Gutiérrez Ávila, apodado Champurro, Gaspar de Jesús, Domingo Ramírez, Juan Fierro García, Decidor Silva Valle y claro Octaviano Santiago Dionicio.
A decir de El Negris, en el Club de Jóvenes Democráticos el más entusiasta era Juan Fierro García, joven que está considerado como el primer desaparecido político en Atoyac. Los integrantes del Club eran brigadistas que hacían pintas con pintura negra y roja, brochas y cubetas. Pegaban posters con engrudo en las paredes y postes. Las consignas eran: “Libertad a los presos políticos”, “Muera el mal gobierno”, “Muera el PRI” y “Mueran los explotadores del Pueblo”.
Dagoberto Ríos Armenta recuerda una de las veces que salieron a las calles a pegar propaganda fue en la noche del 29 de noviembre de 1964 pues al día siguiente 30 llegaría la primera dama de la nación, pero al amanecer los del gobierno ya habían retirado los carteles de las calles, ese día a las 9:15 de la mañana en la colonia Moderna aterrizó el helicóptero que transportaba a la primera dama Eva Sámano de López Mateos, quien vino a inaugurar el edificio del Instituto de Protección a la Infancia construido por el go­bierno federal y que después sirvió de cuartel militar. Y de paso develó la placa de la calle Antonio Paco Navarrete un revolucionario que llegó al grado de Teniente Coronel.
Cuando estalló el conflicto de la escuela Juan Álvarez los integrantes del Club recorrieron las comunidades informando de los acontecimientos e invitando a las concentraciones que se hacían en el zócalo.  El día primero de febrero de 1967 salió a la luz pública el periódico “El Machete Costeño” órgano de difusión del Club de Jóvenes Democráticos, su director era Gaspar de Jesús, el subdirector Javier Gutiérrez y el Jefe de redacción Decidor Silva Valle.
En aquellos años la dirección nacional del Partido Comunista convocó a un concurso de lema, himno y logo para la Juventud Comunista. En ese concurso se iba a calificar también la formación de nuevos núcleos juveniles,  por eso Octaviano Santiago y Pedro Martínez se dedicaron a la formación de grupos. Gran parte de los muchachos reclutados en esta jornada posteriormente se convirtieron en apoyo de la guerrilla. Se formaron esa vez más de 50 núcleos de la Juventud Comunista de México. Hubo pequeñas células en San Martín, La Florida, Las Trincheras, Alcholoa, San Jerónimo, San Luis la Loma, Rincón de las Parotas y El Ticuí. Por la formación de núcleos fueron premiados y les regalaron un gran cuadro del Che Guevara que le quedó a Decidor Silva en resguardo.
Decidor Silva recuerda que cuando empezó la represión, en compañía de Pedro Martínez y Octaviano Santiago en la casa del señor Antonio Onofre Barrientos, en la calle Altamirano, donde vivió Lucio Cabañas, enterraron libros y documentos comprometedores, los protegieron con plástico, pero pasados los años, cuando escarbaron ya no había nada. Algo similar pasó con el premio que la Juventud Comunista de Atoyac recibió en un pleno de la dirección nacional en México, su mamá Crispina del Valle Mariscal lo quemó junto a ejemplares de las revistas URSS y Bohemia que venía de Cuba y documentos del Partido Comunista.
Por información de Arturo Martínez Nateras sabemos que Octaviano Santiago Dionicio estuvo en la escuela de cuadros de la Juventud Comunista de México y después en 1968 salió rumbo a Moscú para estudiar 10 meses en la escuela de cuadros de la Komsomol, incluso su estancia en la ciudad de México coincidió con la masacre del 2 de octubre pues en esa fecha Octaviano estuvo hospedado en Tlatelolco con algunos jóvenes estudiantes del Politécnico.
De Atoyac también estudiaron en Moscú, además de Octaviano, Carmelo Cortés Castro y Pedro Martínez. “Había muchas facilidades para ir porque todo lo pagaba Moscú”, comenta Decidor Silva quien no pudo ir a tomar esos cursos porque cuando le llegó la oportunidad estaba en el último año de la normal.

jueves, 29 de noviembre de 2018

Octaviano Santiago Dionicio II

Víctor Cardona Galindo
 En su natal Atoyac, Octaviano Santiago Dionicio cursó hasta el quinto año en la Escuela Primaria del Estado “Juan Álvarez”, pero en sexto se cambió a la “Modesto Alarcón” donde fue alumno de Serafín Núñez Ramos. Se sentía solo donde estudiaba por eso se fue siguiendo a sus amigos de la Hora Santa, del catecismo y del futbol. Ahí comenzó su historia.
Octaviano Santiago Dionicio cuando se pasó a estudiar
sexto año a la escuela primaria Modesto Alarcón. Foto:
Cortesía de Javier Núñez Navarrete.

Era un niño que a todos lados acompañaba a su madre Juana Dionicio. Aprendió a labrar la tierra con su burrito pardo y a sembrar maíz por el rumbo de La Pindecua donde hacía milpa para ayudar a su familia. 
Según el maestro universitario Juan Martínez Alvarado en la vida de Octaviano “no se puede desligar su trayectoria en primaria y secundaria porque prácticamente fue una sola etapa y cuyos inicios están en el curato de la iglesia, bajo la catequesis de Nachita Castro y la cobertura eclesiástica del padre Ángel Bustos Castro”.
Ángeles Santiago Dionicio cuenta que su hermano fue monaguillo porque quería mucho al padre Ángel Bustos, era del coro infantil, se colgaba su reliquia e iba a la Hora Santa, pero se retiró porque el padre Isidoro Ramírez lo castigó sin motivo.
El maestro Juan Martínez considera que: “en el atrio de la iglesia se torció la vida del prospecto de cura, ahí le nació la idea a Octaviano de cambiarse a la Escuela Primaria “Modesto Alarcón”, por ser la escuela que más se identificaba con los ‘huarachudos’ y por la entrega de los maestros rurales que ahí impartían clases, principalmente Serafín Núñez Ramos, Salvador Castro Navarrete, Ángel Gómez, Francisco Navarrete y por supuesto Lucio Cabañas Barrientos, entretenido siempre con las rondas infantiles en el patio de la escuela y en los salones amenizando las clases con una guitarra”.
“En la ‘Modesto’ la doctrina fue otra, ahí conoció de la diferencia de clases sociales, del capitalismo, socialismo, de los países que se querían liberar de yugo imperialista de USA: Vietnam, Laos y Panamá. Declamó poemas de Neruda, supo de Fidel Castro, del Che Guevara y su Gramma, de Camilo Cienfuegos, de David Alfaro Siqueiros y de Othón Salazar Ramírez”.
Fue en ese tiempo cuando en un viejo tocadiscos de baterías se ponía en su casa a escuchar quedito el canto de La Internacional, himno de los comunistas en el mundo. Así lo recuerda su hermana María Cristina.
La Escuela Primaria “Modesto Alarcón” ya era un semillero de inconformidad desde 1963, porque en el desfile del 20 de noviembre de ese año pasó algo inusitado, dicha escuela presentó un carro alegórico con un texto que decía: “La Revolución se hizo ¿Para quién? Y en otro escrito pedía la libertad de los presos políticos cívicos. 
Comenta Juan Martínez que en la “Modesto Alarcón”, junto a Serafín, Octaviano “en lugar de tratar de entender la Santísima Trinidad trataba de entender Así se templó el Acero y los siete tomos del Capital de Marx repetidos a discreción incansablemente en conferencias, ex profeso para un grupo de niños de primaria, impartidas por uno de los miembros más connotados del Partido Comunista en Guerrero: Félix Bautista Matías”.
“Ahí empezó todo, fue adoctrinado no para consagrarse a Dios sino a la lucha de los pobres contra los ricos, su niñez quedó desestructurada por la llegada de nuevas ideas ‘exclusivas’ de los maestros que tenían conciencia social, muy orgullosamente contados con los dedos de las manos”.
Ese año que Octaviano Santiago se cambió a la “Modesto Alarcón” los maestros federales comenzaron un movimiento por democratizar la administración de la escuela y el 5 de febrero de 1964 los maestros lograron sustituir a Genara Reséndiz de Serafín como directora por el profesor Francisco Guerrero y en abril las autoridades de la SEP la regresaron al cargo. Entre otras cosas que se organizaban en la “Modesto Alarcón”,  el 10 de mayo de 1964 a las 12 del día Ramón Danzós Palomino realizó un mitin en la plaza principal de Atoyac. Ahí fue el debut de Santiago Dionicio como activista político de izquierda.
El 27 de abril de ese mismo año, el alcalde Luis Ríos Tavera informaba al Secretario de Gobernación Luis Echeverría sobre los movimientos de los enemigos del PRI, al referirse a los militantes del Frente Electoral del Pueblo (FEP) y decía que el 75 por ciento de los maestros federales eran agentes del FEP. Informaba que el candidato a senador Luis Cabañas Ocampo desplegaba gran actividad moviendo a sus familiares de la sierra.
Luego el 17 de mayo ocho maestros de la “Modesto Alarcón” entre ellos Serafín Núñez Ramos publicaron su inconformidad en los periódicos de Acapulco en contra de la maestra Genara Reséndiz alegando incapacidades para ostentar el cargo de directora, lo cual es relatado por el Cronista de la Ciudad Wilfrido Fierro Armenta.
Ante el creciente activismo político de izquierda el Presidente Municipal Luis Ríos Tavera comenzó a tachar a los maestros federales como aprendices de comunistas. Los mentores protestaron. El 14 de junio a las 10 de la mañana frente al Ayuntamiento, Lucio Cabañas en un elocuente discurso dijo que Ríos Tavera los tildó de comunistas en una reunión con presidentes municipales en Zihuatanejo. En respuesta Cabañas acusó a Tavera de proteger a los talamontes y de no dejar trabajar a la fábrica de El Ticuí.
En otro escrito el 22 de julio de 1964, Ríos Tavera se dirige a la Dirección de Investigaciones Políticas niega haber tratado de comunistas a los maestros federales y culpa al periódico La Verdad que “hace labor con el objeto de crear un clima de agitación e intranquilidad que perjudica a nuestro estado de Guerrero”.
Una vez más Luis Ríos Tavera relataba al Secretario de Gobernación Luis Echeverría el 19 de marzo de 1965 que los maestro ayudantes de la “Modesto G. Alarcón” encabezados por los líderes Lucio Cabañas Barrientos y Serafín Núñez: “han sembrado un estado de inquietud y desasosiego entre alumnos y padres de familia y en contra de la directora del mencionado plantel Profra. Genara Reséndiz de Serafín”.
Dice el reporte que “los mencionados líderes apoyan a Danzos Palomino y han vociferado en contra de las autoridades federales, estatales y municipales”. Enfatiza que “la tranquilidad del municipio de Atoyac está en zozobra desde que los mencionados maestros agitan desde el 10 de mayo de 1964”. Por esas fechas se fundó formalmente la célula del Partido Comunista en Atoyac.
En un panorama en que el café y la copra estaban a merced de los acaparadores y las compañías madereras talaban los montes sin dejar beneficio a las comunidades, se llevó a cabo en abril de 1965 un congreso de la Central Campesina Independiente en el “Cine Álvarez” entre los organizadores del evento que Wilfrido Fierro registra se pueden encontrar nombres conocidos: Elizabeth Flores Reynada, Juan Mata Severiano, Isidoro Sánchez López “El Satélite”, Serafín Núñez Ramos y Lucio Cabañas Barrientos. A los participantes de este evento se les comenzó a llamar “rojillos” y se fortaleció la exigencia de parte de los reaccionarios para que sacaran de Atoyac a ese “par de agitadores” como eran conocidos Lucio y Serafín.
El Cronista de la Ciudad Wilfrido Fierro Armenta asienta el 4 de diciembre de 1965: “Con ésta fecha fueron retirados los profesores Lucio Cabañas Barrientos y Serafín Núñez, de la escuela “Modesto Alarcón” acusados –según el decir de los padres de familia del referido plantel- de estar impartiendo a los alumnos doctrina comunista”. Fueron enviados a Tuitán Durango.
La respuesta de los padres de familia y alumnos no se hizo esperar y el 15 de diciembre tomaron las instalaciones de la escuela. Exigen que se revoque la decisión y los maestros vuelvan a la escuela. A finales del mes el gobernador Raymundo Abarca Alarcón vino a esta ciudad a atender el conflicto.
Doña Tita Radilla Martínez recordó que los alumnos de Serafín Núñez tenían muchos problemas con unos padres de familia, porque decían que los estaban volviendo comunistas: “A una compañera la querían excomulgar de la iglesia por estar en el grupo. Ese fue el motivo por el que al profesor Serafín se lo llevaron de la escuela, porque había protestas de algunos padres de familia”.
“Cuando él se despidió el último día que estuvo con nosotros, nos dio la clase y se despidió de mano de uno por uno. Todos se agachaban en su butaca a llorar, pero cuando salió el profesor se para Octaviano Santiago y dice ¿así nos vamos a quedar, nada más llorando? Hay que hacer algo. Hay que ir a la SEP para pedir que nos lo regresen”.
Saliendo de la escuela fueron a pedirle un consejo a don Rosendo Radilla Pacheco quien les dijo que se lanzaran a la ciudad de México. “Se fueron los chamacos a México con Octaviano a la cabeza, algunos sin permiso”. Las alumnas se pusieron a pedir cooperación casa por casa. Se dio la lucha y se logró que los maestros regresaran. A decir de Juan Martínez fue por iniciativa propia del grupo “Jóvenes democráticos” que se llegó hasta las oficinas de la SEP, a pedir el regreso de Lucio y Serafín cuando fueron desterrados hasta el Estado de Durango. Parte de  los gastos se los dieron en la Ciudad de México miembros del Partido Comunista Mexicano”.
Tita Radilla recuerda que Octaviano era de los más chicos del grupo pero era el más aventado: “Se distinguía porque no le gustaba que un niño discriminara a otro”. 
Una vez terminada la primaria, Octaviano Santiago se fue a estudiar a la escuela Secundaria Federal “Benito Juárez” que estaba en la calle Independencia de esta ciudad. Cuando los iban cambiar a las instalaciones del Sur de la ciudad, en un homenaje a la bandera de los lunes, Octaviano Santiago tomó la palabra y protestó diciendo que los iban a trasladar a unos gallineros. Las aulas de la secundaria eran galeras divididas con tablas solamente.
Javier Núñez Navarrete recuerda a Octaviano en la primaria y en la secundaria como un buen compañero que le gustaba el futbol y que jugaba en el equipo “Oro”, pero también era bueno para el volibol y basquetbol. En ese tiempo estaba enamorado de una jovencita llamada Estela a la que seguía en la secundaria y al Zócalo. Escribía en un periodiquito mimeografiado, era muy estudioso y andaba en bicicleta.
Celina Orbe Torres dice que Octaviano fue un buen compañero, excelente estudiante, humilde y sincero. “Desde la primaria traía sus ideas, cuando llegó a la secundaria él ya iba a las reuniones del maestro Lucio, con Juan Martínez y Elías Bello.” Recuerda que cuando regresaba a Atoyac siempre saludaba a sus compañeros de la adolescencia con mucho cariño: “Nunca cambió su manera de ser”.
Saúl Pérez Juárez escribió en El Sol de Acapulco, que Octaviano organizó un movimiento con los padres de los rechazados de la Escuela Secundaria Federal y logró que se ampliara un grupo más de primer año. Lo recuerda como “un alumno humilde, con su uniforme gastado, sus libros usados, pues siempre los adquiríamos con quienes ya cursaban un grado superior, pero con un carácter decidido y unos ojos tan expresivos que parecía manifestar todas las inconformidades que muchos no nos atrevíamos hacer”.
Retomando el recuerdo de Juan Martínez: “fue él y otros niños los que tuvieron la idea (claro con la influencia de Núñez Ramos) de exigir unidos –todos los alumnos egresados de las primarias Juan Álvarez, Modesto Alarcón, Valentín Gómez Farías y la Herminia L. Gómez-- una ‘secundaria para todos’ (antes del examen de admisión para 60 lugares) y sí el encabezó el movimiento. En la Escuela Primaria Juan Álvarez el grupo de ‘niños conscientes’ fue totalmente rechazado en su lucha por la directora Julita Paco Pizá. Puesto que percibió que esa idea no nacía en nosotros sino en Lucio Cabañas y Serafín Núñez”.
“El grupo que buscaba ‘secundaria para todos’ aprobó el examen de admisión, iban bien preparados gracias al trabajo integral de los maestros de la ‘Modesto Alarcón’, quienes se preocupaban por transmitir no tan sólo ideas socialistas sino la preparación en general. Fueron esos maestros auténticos apóstoles de la educación”.
“Cuando ese grupo ingresó a la secundaria estaba formado entre otros por Gaspar de Jesús Reséndiz, “Reyes”; Javier Gutiérrez Ávila, “Champurrito”; Félix Bello Manzanares, “El Cuche”; Roberto Quevedo Fajardo, “El Güero Quevedo”; Juan Martínez Alvarado  y por supuesto “Octa” para Juana Dionicio y “El Crudo” para nosotros. El grupo ya estaba fichado, de tal manera que se consideraba como un grupo de ‘revoltosos’, alumnos de los profesores de la Modesto”.
La mayoría de estos adolescentes: “Ya habían participado antes de entrar a la secundaria en 1964 en un Congreso campesino encabezado por Ramón Danzós Palomino dirigente del Frente Electoral del Pueblo, en diferentes actos en apoyo a la Autonomía Universitaria, publicaron el primer (y único ) periódico infantil  en el país de corte izquierdista –así lo reconoció Othón Salazar Ramírez en un mitin en Atoyac, el periódico se llamaba Vanguardia Infantil, cuyo primer tiraje en mimeógrafo se realizó en la casa de Jacob Nájera en San Jerónimo y continuamente se constituían como grupo en defensa de las clases más desprotegidas”. 

miércoles, 28 de noviembre de 2018

Esos jardines de la sierra

Víctor Cardona Galindo

El titix es la repepena de 
la amapola. La cuarta rallada.

Hace mucho tiempo, allá en la sierra, en la casa de la abuela había amapolas moradas, rojas, anaranjadas y blancas. Se veían muy bellas en el jardín. Muchas veces nacían solas y brotaban de la basura húmeda. Pero un buen día alguien aconsejó a los hombres, fueron al Filo Mayor a sembrar flores y comenzó un negocio lucrativo, de sufrimiento y miedo.
Flor de amapola y el bulbo del que se extrae la goma de opio de muy buena
calidad. Foto: Francisco Magaña

Vinieron extraños compradores de la goma y enseñaron a los lugareños a sembrar. Se incrementó la venta de mangueras y de fertilizante que iba para el Filo Mayor. Porque la mejor cosecha es la que se da por riego. Dicen que en la temporada de lluvia la goma es aguada y tiene menos precio.
En la década de los ochentas fue la época de oro para el sector amapolero, no hubo Procampo que lo fomentara ni apoyos emergentes y tampoco la secretaría de la agricultura constituyó una cadena productiva. El cultivo floreció, no únicamente en el sentido estricto de la palabra.
En ese tiempo un kilo de goma de opio llegó a costar 40 millones de pesos, a pesar de bajo valor adquisitivo que tenía nuestra moneda, eso era mucho dinero. Hubo quien cosechó hasta cinco kilos y los colocó en el mercado.
La ciudad de Atoyac se llenó de sierreños, que vestían ropas caras y extravagantes. Con sombrero tejano, botas y cinturón piteado. La palabra “vale” escuchaba por todos lados y los “Vales”, como se les denominó a los habitantes de la sierra alta, podían pagar bien los productos y las mercancías.
Se incrementaron las historias de valor y muchos adolescentes querían se amapoleros. A Heriberto un compañero de la secundaria lo mataron los soldados en el Filo Mayor cuando se regresaba del plantío a su pueblo. Era muy joven e inteligente de una gran calidad humana y quedó tirado acribillado por la tropa en una ladera hasta que lo encontró la familia después de una exhaustiva búsqueda.
Acá en El Bajo cuando llegaba un nuevo rico, era fiesta, mandaban traer a un guitarrista para que amenizara la parranda que duraba días. El hombre traía muchos billetes. Un niño, que usaba una cadena oro gruesa en el cuello, decía que su papá tenía mucho dinero porque sembraba pipísa. Algunos ganábamos un dinero extra haciéndoles las tareas de la escuela a esos compañeros que traían cadenas de oro y trajes caros. Algo había de tocar.
En el Ticuí en los años ochenta y hasta principios de los noventas lo sobrevuelos de los helicópteros de la Procuraduría General de la República eran cotidianos, bajaban en el campo de aterrizaje y por las mañanas emprendían el vuelo hacia la sierra de donde volvían hasta la tarde. Esos helicópteros eran una plaga para los jardines de la sierra y sinónimo de pobreza.
Cada temporada las sinfonolas de los cabarés como el Agua Azul, Las Vegas, El Impala, El Tiburón y La Copa de Oro retumbaban con los corridos. Muchos duetos y guitarristas recorrían los restaurantes y cantinas contando con música las historias de los narcos famosos. Había mucho dinero, en el camino a la sierra imperaban las camionetas Cheyennes del año y las antenas parabólicas adornaban hasta la más humilde casa.
Un nuevo rico mandó a hacer libros de yeso y los empotró en la pared, todos los clásicos desde Shakespeare, Cervantes y Tolstoi estaban puestos finamente en un librero. Se veían bonitos pero no se podían leer.
El corrido que cantan Los Armadillos de la Sierra, “De la semilla a la bola” es ilustrativo de ese cultivo de alto riesgo: Me la rifé cuatro meses/de la semilla a la bola/mojadas y mal pasadas/chula se dio la amapola/cayeron cerca los guachos/dejamos la planta sola.
Estaba bien agüitado/tanto trabajo pa nada/ y que se me ocurre un plan/tenía que actuar de volada/ vamos a rallar de noche/ aunque la goma esté aguada. Le puse doble navaja/ a todos los ralladores/tiene que chorrear a gusto/ así le dije a los peones/ no tengan miedo compitas/tan dormidos los pelones.
Desde aquel tiempo el procedimiento ha sido difícil. Subirse una temporada a la sierra, buscar una falda de un cerro que sea inaccesible para el común de la gente, sembrar melgas de amapola, regarlas con rehiletes, fertilizarla y cuidarla con un rifle en la mano. Al principio no había tanto cuerno de chivo como ahora, aunque siempre ha sido regla que en la primera cosecha “hay que comprarse su buena armita, es indispensable para el trabajo”. Y cuidarse cuando ya está por dar porque a veces otro más vivo puede robarse la cosecha.
A Porfirio lo mataron “por tener una buena planta”. Cuando ya iba a cosechar lo esperaron en el camino y lo asesinaron a tiros. Si hubiera cosechado le iría bien ese año.
Desde el principio como ahora muchos jovencitos se enrolan como ralladores y es que allá en El Filo, pagan el día doble y con las comidas. Se bajaban, y se bajan, con un buen billete para beber nomás. Para presumir la buena “fusca”. O quedar muertos en un pleito de borrachera.
Los que no tuvieron madres eran unos que contrataban indígenas, de los que venían a cortar café, les ofrecían mejor paga y se los llevaba a sembrar amapola al cerro. Los utilizaban durante todo el proceso y ya cuando cosechaban. Les decían –Váyanse a traer aquellas mangueras que quedaron allá abajo-, y cuando los pobres jornaleros estaban en la barranca recogiendo las mangueras desde lo alto les disparaban con Cuernos de Chivo o M-1 y quedaban acribillados en las laderas de cualquier cerro. De esa manera se ahorraban el jornal, los cartuchos eran más baratos que pagarles su salario. Además con ellos afinaban su puntería.
Desde 1996 al 2010 la plaza principal de la ciudad lució la fuente de la amapola. El arquitecto Hilario Arroyo, constructor del zócalo, quizá sugirió con ese diseño que no sólo de productos lícitos vive Atoyac.
Esos jardines de la sierra dejan cada año, todavía, una gran derrama económica. “Cuando les va bien a los de la sierra alta nos alivianamos todos”.
Para un sembrador de amapola la vida no es fácil. Se alistan con tiempo, compran latas de sardinas, atún y chile en vinagre. Allá en la siembra sufren mucho. Muchas malpasadas y la dieta la complementan con “la cacería de algún animalito”. A veces se comen las tortillas hasta con moho. Porque se van muy lejos, para que los militares no puedan dar con el plantío buscan lugares propicios entre los riscales, “lo más feo de la sierra para que el gobierno no destruya las plantas”.
Una vez ubicado el lugar se limpia como si fuera tlacolole. El trabajo queda tan lejos a veces a tres horas de camino del último pueblo. Son tres meses de sufrimiento y únicamente bajan a lo indispensable a llevar comestible y a ver a su familia. A veces piden fiado para poder sobrevivir y cuando venden la mercancía entonces pagan sus deudas. “Ese dinero muchas veces no luce porque en los pueblos de la sierra la gente va sobreviviendo nada más. Son pocos los que administran bien su dinero”, dice una mujer que sabe lo que es sufrir en la sierra.
Los insumos y enceres los suben caminando entre riscales y cargándolos penosamente. Corren los peligros que conllevan vivir tanto tiempo en el monte, a veces los bajan picados por una víbora o por un alacrán. Se topan con los jaguares que viven en los riscales, “afortunadamente no se han comido a nadie, aunque no dejan de dar miedo”.
Duermen en cuevas y trabajan en esas cañadas cuidándose del gobierno porque si los agarran se pasan de cinco a seis años en la cárcel.
El cultivo es igual a maíz. Aunque hay diversas variedades de amapola y las más populares son: la morada, la blanca y la roja, dice un experto en el cultivo. “La  más rápida es la roja a los tres meses ya se está cosechando. La blanca se lleva de cuatro hasta cinco meses para rallar”.
“Se ralla el bulbo con mucha suavidad. Se hacen los ralladores con esquinitas de navajas de rasurar y se empotran en rajas de ocote. Se ralla con delicadeza, menos de medio milímetro, porque si se pasa de la medida se ahorca el bulbo, se seca, es muy sensible por eso tiene que ser sensible al hacer la ralladita, se cala la navaja con el dedo, que solo corte la piel de arriba”.
“Luego para recoger la goma, a un bote de chiles en vinagre se le hace una V para que pase el bulbo con suavidad y recoger la goma. Si es en las secas, se ralla y al día siguiente se recoge la goma, pero si es en temporada de lluvias la goma se recoge a las tres horas, porque si llueve se cae la gomita”.
La goma de opio que se cosecha en temporadas de lluvias es más aguada por eso es más barata. El peso de la goma depende donde se produzca, porque si el terreno es duro la goma es más pesada. La que pesa mucho es la que se da en tierra roja, “en un terreno de 20 por 20 de tierra roja se da un kilo”.
Y si es tierra blanda (tierra negra) se necesita un terreno de 30 por 40 para un kilo. “La amapola blanca y la morada son más tardadas pero aguantan más y rinden más”.
Ahora la semilla es barata con 500 pesos puedes comprar aproximadamente un kilo. Para sembrarla se hacen camellones para la siembra. La amapola es muy frágil se quiebra con mucha facilidad. La semilla es como la mostaza, cuando se siembra, se tira despolvoreada con los dedos que caiga donde sea. Se desparrama con los dedos, ya cuando nació se deshija a los 15 días o  más, quitando las matitas que estorban se hacen los camellones para cosecharla con facilidad.
Oliendo la goma varía el efecto. Algunos pueden sentirse livianitos como el aire, no se siente el cansancio cuando uno huele la gomita. De los ralladores son pocos los que se narcotizan con la goma, “a muchos ya ni les hace”. Esa gomita que huele como a humedad penetrante. Cuando está chiquita muchos se comen la hoja, “sabe a lechuga”.
“Con una navaja hacen cuidadosos cortes horizontales en la bolita en la que están los pétalos, y le ponen al pie de la planta un bote en el que va cayendo gota a gota la goma de amapola”. Escribió Ezequiel Flores (El Sur 30/08/2005).
En el 2005 la goma se cotizaba “en 10 mil pesos en temporada de lluvias y 20 mil pesos en temporada de sequía; ésta cantidad procesada representa 100 gramos de heroína en polvo”.
“De una hectárea se puede extraer 15 kilos de un opio lechoso, similar a la savia, de la vaina de la flor que se usa para producir heroína y un plantío de éstas características puede aguantar de 5 a 6 cosechas o rallas”.
A principios del 2011 en las secas el kilo de goma de opio estuvo a 26 mil pesos en el mercado local. “En las aguas casi no es negocio sembrar porque la amapola se hace poca” y el 2010 la gomita que se cosechó en temporada de lluvia se vendió a 11 mil pesos el kilo.
En las aguas del 2011 el kilo de opio estuvo a ocho mil pesos y la cosecha del primer trimestre del 2012 el precio varió de 15 a 20 mil pesos según el patrón.
Para procesarla se necesita alcohol, sal, cal, se hierve dependiendo si es aguada o dura. De un kilo se baja hasta 250 gramos. Después de hervirla se tuerce en un trapo, lo que sale es tierra, se asolea y de ahí sale el polvo blanco que es la morfina. Después de ese trabajo rudimentario lo que sigue es cosa de especialistas. Ya en polvo el 2011 tenía un costo por gramo de 100 pesos, en el mercado local.

martes, 27 de noviembre de 2018

Octaviano Santiago Dionicio


Víctor Cardona Galindo 
Conocí a Octaviano Santiago Dionicio, cuando don Filemón Pérez corría en El Ticuí buscando gente, diciendo –este si es güevon, lo chingó el gobierno pero no se rajó.
No fueron muchos los ticuiseños que se acercaron a recibir al candidato a presidente municipal del Partido Socialista Unificado de México (PSUM). El mitin se improvisó frente a una llave de agua pública que estaba a un lado del viejo tamarindo que tiraron para hacer el nuevo zócalo.
La porra emocionada coreaba “Octaviano seguro, al PRI dale duro”. A cada arenga del candidato se respondía con esa emotiva consigna. Eran los tiempos duros para la izquierda y sólo se competía para no perder el registro.
Ahí Octaviano dirigió, a la poca concurrencia, un apasionado discurso. En ese tiempo este cronista era un niño. No recuerdo lo que dijo pero me quedé emocionado. La imagen que tengo de aquel Octaviano es un pantalón beige, con una camisa blanca manga larga y zapatos cafés.
Santiago Dionicio es un líder histórico, uno de los más limpios que ha dado este municipio, es ejemplo de lealtad y congruencia con sus ideas, siempre ha sido de izquierda, nunca ha claudicado, que para estos tiempos de políticos chapulines es un gran valor. Ha denunciado permanentemente las torturas de las que fueron objeto él y otros luchadores sociales en el tiempo de la Guerra Sucia. Asimismo no ha dejado de exigir la presentación con vida de los desaparecidos políticos.
Octaviano nace el 22 de marzo de 1951 en Atoyac, hijo de Juana Dionicio Hernández y de Manuel Santiago Zamora. Vio la luz en el número 11 de la calle Vicente Guerrero mejor conocida como La Calle Grande. Estudió en la Escuela Primaria del Estado “Juan Álvarez” y luego pidió, que lo inscribieran en la “Modesto Alarcón” en donde se encontró con Lucio Cabañas, a quien había conocido en una reunión a la que asistió acompañando a su madre.
Siguió sus estudios en la Escuela Secundaria Federal número 14 “Mi patria es primero”, donde fue dos veces presidente de la sociedad de alumnos. Más tarde se fue a estudiar a la normal rural de Ayotzinapa “Raúl Isidro Burgos”, ya estaba a punto de graduarse como maestro normalista, cuando se fue a la sierra con Lucio Cabañas Barrientos.
Fue miembro del grupo iniciador del Club de los Jóvenes Democráticos. En 1964, a los 13 años, con la candidatura a la presidencia de la república de Ramón Danzós Palomino, salió por primera vez como activista político de izquierda y así se ha mantenido hasta la fecha.
Militante de la Juventud Comunista de México de 1966-1970, luego del Partido Comunista Mexicano de 1970 a 1971, deja esa organización para pasar al Partido de los Pobres que dirigía Lucio Cabañas Barrientos de 1971 a 1976. Por sus ideas y participación política cayó preso siete veces. Los periodos más largos fueron cuando estuvo encarcelado de 1971 a 1976 y de 1978 a 1982. Ocasiones en las que fue torturado brutalmente.
La voz de Octaviano siempre ha sido importante para el movimiento popular y universitario. Estando en la cárcel envió al Congreso de la Federación de Estudiantes Universitarios Guerrerense (FEUG) -realizado en junio de 1979- una ponencia, misma que fue publicada en 1980 en la que narra acontecimientos del movimiento estudiantil de la Universidad Autónoma de Guerrero.
Cuando fue liberado en 1976, el gobernador genocida Rubén Figueroa Figueroa lo quiso convertir en policía político. Como Octaviano no aceptó fue amenazado de muerte y de volver a la cárcel, por eso lo siguieron hostigando. Acorralado en Guerrero se fue a Querétaro donde fue detenido por la policía de ese estado el 30 de septiembre de 1978; esta vez lo torturaron 40 días judiciales y miembros de la Dirección Federal de Seguridad. Lo acusaban del asesinato de Obdulio Ceballos.
Algunas veces lo quisieron asesinar en la cárcel de Hogar Moderno de Acapulco, de donde salió en 1982. Mientras estuvo en el penal dio clases a los presos y muchos llegaron a estimarlo.
En una ocasión el licenciado Soto Ramírez denunció que se preparaba un atentado en contra de Octaviano,  los colonos tocaron los rieles en señal de alarma y más de mil 500 personas se plantaron afuera de la cárcel de Hogar Moderno. Gracias a esa movilización salieron libres, además de Octaviano, Juan García Costilla, Aquilino Lorenzo, Arturo Gallegos Nájera, Guillermo Bello López y Juan Islas Martínez, durante el periodo de Alejandro Cervantes Delgado.
Octaviano Santiago Dionicio fue candidato a senador de la república por el PSUM. Ha sido candidato a presidente municipal de Atoyac por el Partido Socialista Unificado de México en 1986 y por el PRD, en el 2002. Fue presidente del PRD en Acapulco, y presidente estatal de ese mismo partido y diputado local. Su última batalla ha sido por la formación de la Comisión de la Verdad que tomó protesta el 17 de abril de este año ante el Congreso del Estado y que investigará las desapariciones forzadas del periodo que comprende 1969 a 1979.
En las últimas fechas Octaviano Santiago Dionicio atraviesa una penosa enfermedad que ya lo ha mandado varias veces al hospital y lo mantiene inactivo; sin embargo, el atoyaquense es fuerte y ha resistido los embates del mal. En uno de esos lapsos que la enfermedad le dio una tregua tuvimos la oportunidad de entrevistarlo y habló de sus proyectos. Se ha propuesto escribir un libro de sus muchas experiencias en la lucha de izquierda.
Octaviano nos habló que estudió hasta quinto año en la escuela primaria “Juan Álvarez” y que siguiendo a sus amigos del alma se cambió a la “Modesto Alarcón” en sexto año, donde recibió clases de Serafín Núñez Ramos. Narró la vida clandestina que llevaba el Partido Comunista en Atoyac en aquellos años, cuando permanentemente eran acechados por policías políticos como Wilfrido Castro Contreras y otro de apellido Ochoa.
Para burlar la vigilancia del gobierno se reunían en diferentes casas: “donde Roberto Arzeta, Isidoro Sánchez, Juan Mata Severiano, Hilda Flores y la vivienda de Dagoberto Ríos Armenta”.
Con emoción Octaviano Santiago se acuerda cuando en 1964 salió por primera vez a la calle a pegar propaganda y a realizar pintas a favor de Ramón Danzós Palomino. La célula de partido la encabezaba Lucio Cabañas y Serafín Núñez, “la visita a los pueblos era un asunto primordial, porque Lucio era poco dado a las reuniones de escritorio”.
Dice que iba en quinto año de primaria cuando acompañó a su madre a una reunión de cafetaleros, ahí escuchó un discurso de Lucio Cabañas contra los caciques y contra el envenenamiento del río: “El discurso fue muy contundente y me gustó”. Luego, cuando tuvo la oportunidad de saludarlo en la escuela “Modesto Alarcón” se emocionó con la presencia del futuro guerrillero y desde entonces quedó ligado a la lucha.
Allá por 1969, la dirección nacional de Partido Comunista convocó a un concurso para hacer el logo, el lema y un himno a la Juventud Comunista. La convocatoria incluía la formación de nuevos núcleos juveniles. Por eso Pedro Martínez y Octaviano llegaron a formar más de 50 núcleos en Atoyac, San Jerónimo y Tecpan. Por este trabajo fueron premiados, les regalaron un cuadro del Che Guevara y otras cosas: “El cuadro le quedó en reguardo al Negris”.
Lucio Cabañas le tuvo mucha confianza. Octaviano Santiago siendo muy joven se convirtió en recadero de la guerrilla iba y venía de la sierra llevando parque y cartas.
Ya en 1969 estaba involucrado en el movimiento normalista con miembros del comité directivo de la Normal de Ayotzinapa, por los embates del gobierno decidieron reunirse en el Ticuí y alrededor de 20 estudiantes concurrieron a la casa de Antonio Hernández. Pero al pasar el “pango” Wilfrido Castro y Ochoa les pisaba los talones, “gente que siempre nos perseguía”.
Octaviano Santiago dio el aviso a sus compañeros, pero no todos pudieron escapar por las huertas, algunos fueron detenidos. Israel Rebolledo se quedó con él a esperar a los militares, que entraron a la casa de Antonio Hernández, los detuvieron tirándolos de los cabellos y se los llevaron a la fábrica de hilados y tejidos, luego al cuartel de El Calvario, después al puerto de Acapulco de donde su madre los rescató.
Sobre ésta detención, en el Archivo General de la Nación hay una ficha que informa de los hechos ocurridos el 17 de agosto de 1969 en el que: “fueron detenidos por militares de la 27 zona el Lic. Tirio Fernández Lugarrique y 6 estudiantes en el Ticuí, porque se les sorprendió tratando de agitar el mencionado poblado. Se les decomisó un mimeógrafo, 19 revistas de la URSS de fechas atrasadas”.
Los estudiantes detenidos fueron: “Jesús Santiago Nogueda estudiante de la Escuela Secundaria, Israel Rebolledo Flores estudiante de la secundaria de 18 años, Octaviano Santiago Dionicio de 18 años según los datos estudiante de Escuela Normal Rural ‘Guadalupe Aguilera’ del estado de Durango, Ramiro Onofre Gudiño 18 años estudiante de la normal rural de Ayotzinapa, Antonio Rodríguez Díaz 18 años del Ticuí y estudiante de Ayotzinapa, J. Luis Gudiño Vázquez 18 años estudiante de Ayotzinapa”. Según el mismo reporte.
“Con estas detenciones el Ejército y la DFS disolvieron una reunión en El Ticuí en el que participarían estudiantes de diversas normales del país. Los militares y la Policía del estado y la DFS sitiaron El Ticuí”.
En otra ocasión Octaviano fue a la cárcel por repartir y pegar volantes, fue el 18 de mayo de 1970, cuando lo detuvieron en la madrugada en la ciudad junto con Valentín Nava Cabañas y otros, “la consigna era pegar el volante, pero donde no pudiéramos pegar por el acoso de la policía entonces teníamos que tirarlo dentro de una camioneta o por debajo de la puerta de las casas”.
En hechos paralelos ese día también la policía detuvo a dos jóvenes que trabajaban en una camioneta: “los agarraron sin deber nada”. Uno de ellos era hijo de don Julio Hernández Hinojosa y el otro de Agustín Mesino.
Don Julio Hernández Hinojosa era comisariado ejidal de San Martín de la Flores y vino a reclamar a su hijo, del cuartel lo mandaron al Ayuntamiento, donde lo detuvo la judicial que lo entregó al ejército. Lo acusan de haber regalado unos cocos cuando la guerrilla pasó por su huerta por tal motivo fue trasladado al cuartel de Acapulco. Los soldados lo torturaron y lo castraron hasta matarlo. Su cuerpo quedó tirado en el patio de la 27 Zona Militar y Octaviano lo vio en una de sus salidas al baño. Le gritó a su madre que hacía guardia en la reja, “aquí está un cuerpo parece que es don Julio”. Con doña Juana había periodistas que difundieron esa noticia. “La muerte de don Julio nos salvó de ser consignados, porque los militares para suavizar las cosas nos liberaron, aun cuando ya nos habían fichado terriblemente”.
Don Julio Hernández Hinojosa fue el primer muerto por las torturas del Ejército, en ese periodo negro de la Guerra Sucia. Nadie pensó que las cosas llegarían a tal grado porque era un hombre de trabajo, respetado y no tenía delito alguno.
Al día siguiente, según informó el mismo gobierno, fueron puestos en libertad Octaviano Santiago Dionicio, Josafat Hernández Ríos (hijo de don Julio), José Isabel Radilla Solís, Valentín Nava Cabañas y Julián Castro Vázquez. Salieron de las instalaciones de la 27 zona a las tres de la tarde del 21 de mayo.
Esta es sólo una muestra de lo que Octaviano Santiago ha vivido. Hacemos votos para que se recupere pronto y sigamos con ésta entrevista.

Testimonio de la ocupación militar en Los Valles, municipio de Atoyac


Víctor Cardona Galindo
 Cuando pasó el primer helicóptero militar por la comunidad de Los Valles estaban todos en las huertas de café. Don Alfonso Bataz le comentó a una de sus peonas: “Refugio no te gustaría subirte a uno de esos aparatos”, ella dijo que no. Don Alfonso agregó “a mi sí, porque quiero saber lo que se siente”, su deseo pronto se cumpliría.
Julio Galindo Romero

Cuando los guachos llegaron, para quedarse en Los Valles, al primero que se llevaron cautivo fue a don Alfonso Bataz. Todos los del pelotón venían “floreados” un traje verde de distintos tonos, “camuflajeados” se dice comúnmente. Cuando don Alfonso llegó de trabajar, acababa de colgar la carrillera del parque con su pistola en el tirante cuando los soldados le rodearon la vivienda, lo detuvieron y se lo llevaron a la casa de Canuto Lugardo donde estuvo detenido tres días incomunicado y sin comer.
A los tres días llegó el helicóptero, aterrizó en el asoleadero de Juana Galindo, donde los soldados pusieron en círculo muchas piedras que pintaron de blanco. “En ese aparato se llevaron a don Alfonso Bataz. Eso fue en mayo y regresó hasta en agosto, después de permanecer prisionero en el Campo Militar Número Uno”.
Fue el 18 de mayo de 1971 a las dos de la tarde cuando arribó a Los Valles el capitán primero Melitón Garfias Torres, comandando 34 militares de una columna volante del 49 Batallón de Infantería. Desde entonces instalaron su cuartel en la casa de Canuto Lugardo, los campamentos quedaron, atrás de la casa de Victorina Romero Cabañas y alrededor del ojo de agua. Desde entonces ésta pequeña comunidad de la parte media de la sierra, de donde son originarios los Galindo vivió sitiada durante siete años: “No hay Galindo en Atoyac que no sea de Los Valles”.
Los Valles tenía dos arroyos que lo atravesaban. También un manantial al que acudían por las mañanas y en las tardes las jovencitas que iban por agua, el cual era punto de reunión de los enamorados. Pero la armonía se rompió cuando llegaron los guachos, buscando a los guerrilleros. Traían una lista de nombres y preguntaban si conocían a Lucio Cabañas Barrientos. Los guachos estaban por todos lados, aunque aquí nunca se vio un guerrillero.
Una mañana amanecieron sitiados todos los caminos y los soldados regresaron a todos los hombres que iban a sus milpas, juntaron a toda la población en la cancha. Nos tuvieron todo el día bajo el rayo del sol, a pesar de que los niños llorábamos porque teníamos hambre. Llamaban al jefe de la familia y lo llevaban a su casa a buscar armas. No dejaron ir a nadie de la cancha hasta que terminaron de juntar las armas, las que recogieron en costales después de desarmar a todo pueblo.
Traían a tres detenidos señalando gente. En la mañana del 27 de enero de 1975, cuando hubo un cateo en la comunidad por personal del 27 Batallón de Infantería. Se llevaron al esposo de Esther Romero, que era de San Martín de las Flores y tenía una semana viviendo en Los Valles. El helicóptero llegó a las 2 de la tarde por las armas que les habían quitado a los del pueblo, “no dejaron siquiera un rifle para los venados”.
Isidoro Pérez Galindo de La Mata de Plátano, salió de la cárcel después de estar prisionero en Campo Militar Número Uno, pasó por Los Valles y le puso un suero a María de Refugio de un solo piquete dejó bien puesta la aguja, diciendo “Ahi ‘ta, ya lo puso el doctor Bule” y con una camisa de manga larga colgada del brazo se fue para su casa. No se supo en que momento lo volvieron a detener el hecho es que está desaparecido.
En algunos casos de desapariciones la judicial detenía a los campesinos y los entregaba a los militares en Atoyac. Como es el caso de Julio Galindo Romero, también de Los Valles, a quien se lo llevó la judicial el 4 de diciembre de 1977; la misma suerte corrió Acacio Gómez Iturio, su vecino. Ambos fueron sacados de sus respectivas casas, a la una de la mañana y jamás se volvió a saber de ellos.
Otro habitante de la comunidad, Israel Romero Dionisio fue desaparecido por la Policía Judicial Federal cuando tenía 14 años de edad, en los Bajos del Ejido.
En el Zapotillal, cerca de Los Valles los soldados acribillaron una vaca a la que le marcaron el alto y no se detuvo. Era de noche y pensaron que eran los guerrilleros, le hicieron una primera descarga tupida y después se generalizaron los disparos. La vaca quedó tirada bufando hasta que murió.
El lugar donde nosotros vivíamos estaba retirado del pueblo, no muy lejos, pero era una huerta de árboles de nanche, cajeles, marañonas y mango petacón. Para llegar a la casa había que cruzar la huerta, entre paredones donde anidaban los pájaros turcos, que salían a juguetear por las mañanas en el camino. Toda esa armonía se rompió con la presencia de los soldados, quienes se quedaron rodeando el corral. A mi madre se le ocurrió mandarme a comprar al pueblo, pero en el camino un soldado me arrebató el dinero.
Corrí asustado a decirle a mi madre, ella vino y le reclamó al jefe militar  que uno de sus soldados me había quitado el dinero, el oficial me pidió que señalara al militar, pero no pude identificar al ladrón, porque todos se veían iguales.
Los militares tenían otro campamento en el Ojo de Agua y las muchachas no querían ir al agua por el acoso del que eran objeto. Muchos soldados se llevaron a chicas de mi pueblo, para luego soltarlas a los cuatro meses, embarazadas. Ese fenómeno se dio en toda la sierra por eso en muchos pueblos hay apellidos raros.
A Victorina Romero a menudo le registraban la casa y colocaron un campamento en su terreno debajo de los árboles de limón dulce.
Los militares lo invadían todo, hasta los lugares donde siempre se bañaban las mujeres. Los helicópteros aterrizaban a cada rato en el asoleadero de Juana Galindo llenando de polvo todo el barrio.
Un día, después del cateo, los guachos llegaron por todas partes, rodearon nuestra casa por la cocina “cerrojearon” las armas. Esas armas largas que dan miedo y llevan al frente como si fueran a soltar la ráfaga en cualquier momento. Querían que mi mamá, que se encontraba sola en ese momento, les entregara las armas. Un viejo madrina del pueblo, les había dicho que a nuestra casa no la habían cateado.
Pero mi mamá les contestó enojada que las únicas armas que mi papá tenía eran el hacha, el machete y una resortera que usaba para cazar iguanas. Al ver la decisión de mi madre el capitán, un sujeto con aires de valentón, únicamente metió una mano en el cartón de la ropa y ordenó la retirada.
La situación era difícil, había retenes en la carretera y no dejaban pasar comida. Se acabó el maíz en el pueblo. Ya estábamos hastiados de comer plátanos hervidos, frijol tierno o tortillas de plátano, porque ni de cacería podían salir los hombres. Ya en esos tiempos en que el Ejército reforzó su bloqueo a la guerrilla, no dejaban pasar más de dos kilos de cada comestible por familia a la semana.
Los soldados eran como langostas, se comían las mandarinas tiernas, las cañas y los mangos verdes. No dejaban nada. En donde colocaban su campamento se comían todo. Las mujeres no podían irse a bañar al arroyo porque en todos lados había soldados. Si salíamos al excusado nos veían, estaban en por todas partes.
Aunque no todos eran malos, algunos cambiaban las comidas de latas que llevaban, por comida fresca. Una vez llegaron unos guachos a la casa y le pidieron frijol guisado a mi mamá, se los dio; a cambio le dejaron latas de comida, unas eran “salchicha para freír” le dijeron.
Mi papá no conocía la salchicha y una vez que los militares se fueron abrió la lata y las vació en un plato y al verla exclamó – “Hijos de la chingada, esto es chile de perro, hijos de su puta madre”. Y arrojó las salchichas a la barranca. Ahora con el tiempo cuando me acuerdo me muero de la risa, tan sabrosa que es la salchicha con huevo o en una torta.
No había leche en polvo en la tienda rural llamada Conasupo. Ni masa para hacer atole blanco. Durante la ocupación militar nacieron dos de mis hermanos. Mi mamá decidió ir al arroyo con una lanza a pescar cangrejos. Los hizo en caldo con epazote y chile rojo: “se me ponían la chiches llenas de leche cuando tomaba caldo de cangrejo”, de esa manera se criaron mis hermanos.
Con la ocupación militar se vinieron algunos beneficios para el pueblo, “podíamos ir a consulta a San Andrés”. Las enfermeras iban vestidas con unos trajes de mascotita azul con cuello blanco y todos los médicos vestidos de militares”. 
“Figueroa cumplió, le dijo a Lucio que lo dejara vivo y a cambio él iba a hacer muchas mejoras a los pueblos de la sierra. Por eso llegó la carretera y la luz al mismo tiempo a Los Valles y luego hicieron la escuela y el centro de salud”. Considera María del Refugio Galindo.
Lo cierto es que cuando estaban trabajando en la carretera se llevaron a mucha gente “se llevaron a Arturo Galindo y Andrés Patacuas”. Iban por más personas, pero un día cuando vinieron por Eusebio Martínez, el Presidente del Comisariado Ejidal Alejandro Galindo Cabañas y el comisario José Castro López se pusieron los pantalones y le marcaron el alto al coronel: “de aquí ya no van a sacar más gente. Aquí ustedes vienen a descansar porque este pueblo es pacífico, pero a otro hombre no lo sacan, porque somos más civiles que soldados y si nos medimos a balazos en el llano ustedes salen perdiendo”.
No sé si sería la sensatez del militar o la decisión que vio en sus rostros, pero ya no se llevaron a nadie: “Si la autoridad no pone un alto se acaban al pueblo”. Con relación a otros lugares en Los Valles hubo pocos desaparecidos, pero sí muchos hombres conocieron la sala de tortura del 27 Batallón de Infantería, regresaban orinando sangre y las mujeres los curaban con cataplasmas de la corteza de un árbol llamado jobero.
Los versos del corrido “El cateo” de Eusebio Martínez Ochoa dejó testimonio de aquellos hechos: El pueblo estaba tranquilo/sin tener temor a nada/ni siquiera lo pensaban/que el gobierno les llegara. Cuando el gobierno llegó/al poblado de Los Valles/unos rodeaban el barrio/otros cuantos en las calles. /La gente muy asustada/miraba por todos lados/al verse entre los soldados/y que estaban denunciados. Los jefes se repartieron/formando grupos cada uno/para hacer aclaraciones/y terminar el cateo. El Batallón 27/ellos hicieron el cateo/traían a tres guerrilleros/buscando a sus compañeros/tomaron de prisionero/al esposo de Esther Romero.