viernes, 22 de marzo de 2024

CARMELO CORTÉS CASTRO

 

Víctor Cardona Galindo

Fue originario de la comunidad denominada El Rincón de las Parotas municipio de Atoyac de Álvarez, nació el 16 de julio de 1948. Hijo Juan Cortés Morales Cuyuco, Aurelia Castro Millán. De niño caminaba todos los días, alrededor de ocho kilómetros, desde el Rincón de las Parotas, para asistir a la primaria “Modesto Alarcón” ubicada en la cabecera municipal. Sus compañeros de aula lo recuerdan por su capacidad tan analítica de preguntar. Hacía preguntas que muchas veces metía en aprietos a sus maestros.



Al terminar la primaria, continuó sus estudios en el internado de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, ubicado en las afueras de la ciudad de Tixtla Guerrero, donde ingresó en 1962 para cursar la secundaria. En ciclo escolar 1964-1965 fue miembro del comité nacional de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM).

Concluida la secundaria, salió del internado para continuar sus estudios en la Universidad Autónoma de Guerrero, en la preparatoria número Uno, de Chilpancingo, quería ser abogado. Ahí hizo contacto con miembros del Partido Comunista Mexicano y su filial, la Juventud Comunista a la que ingresó en 1966, en esta militaban los jóvenes: Pablo Sandoval Ramírez, Pedro Helguera Jiménez, Virgilio de la Cruz Hernández y los hermanos César y Serafín Núñez Ramos. La relación con gente de izquierda le abrió el camino al estudio del marxismo, y se convirtió en un estudioso de esta ciencia.

En octubre de 1966, Carmelo participó en la toma del edifico docente de la Universidad. Como estudiante de la preparatoria Uno enfrentó al rector de la UAG Virgilio Gómez Moharro en su pretensión de reelegirse en el cargo, lo que originó un gran movimiento estudiantil y popular que desembocó en una huelga general, primera que registra esa casa de estudios después de obtener su autonomía en 1963. El cardiólogo Gómez Moharro tuvo que renunciar al cargo en 1966. Por esos acontecimientos, el Consejo Universitario, enjuició a 47 universitarios, académicos, administrativos y estudiantes; entre estos últimos a Carmelo.

El 23 de marzo de 1967, concluyó el juicio y se dictaminó la expulsión definitiva de todos ellos, con una diferencia, en el caso de Carmelo había una nota especial con la leyenda: “sin ningún derecho a revisión”. Así quedaron truncados los sueños de quien aspiró a estudiar la carrera de abogado.

Después de ser expulsado, participó de manera activa en distintos movimientos sociales; en La Marcha por la libertad, programada para caminar de Dolores Hidalgo a Morelia en pro de la libertad de Rafael Aguilar Talamantes y fue delegado por Guerrero para apoyar al movimiento estudiantil de la ciudad de México en 1968.

En 1969, el Partido Comunista Mexicano lo envió a la escuela de cuadros en la URSS de donde regresó en 1970. Allá conoció a luchadores sociales de Centro y Sudamérica, que con los años se convertirían en dirigentes importantes de la insurgencia guerrillera de Latinoamérica.

A principios de 1970, se incorporó al Partido de los Pobres, estuvo en la sierra hasta que fue detenido en Atoyac de Álvarez el 19 de noviembre de 1971, junto con Carlos Ceballos Loya y Gabriel Barrientos Reyes. Fue llevado, junto a sus compañeros al Campo Militar número Uno y luego regresado a Guerrero para ser recluido en la penitenciaría de Chilpancingo de donde se fugó el 20 de agosto de 1972, junto a Carlos Ceballos Loya, con quien regresó al Partido de los pobres.

En los primeros meses de 1973, quedó como responsable de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento del Pdlp, al salir Lucio a la ciudad de México, para atenderse de una enfermedad, por ese tiempo se redactó un nuevo ideario del Pdlp, el segundo que se conoció, mismo que fue publicado por la revista ¿Por qué? Esta iniciativa le costó perder la confianza de Lucio y otros, lo que le valió la sanción, dictada en mayo de 1973, por ocho meses fuera de la brigada, aunque oficialmente se argumentó cuestiones de “moralidad”.

El 8 diciembre de 1973, fundó junto con otros jóvenes el grupo urbano denominado Fuerzas Armadas Revolucionarias, que pretendía estrechar lazos de colaboración con el Pdlp, pero el rechazo de Lucio terminó con esa posibilidad en enero de 1974.

Después de muchas acciones revolucionarias, el 25 de julio de 1975 dirigió y participó en persona la expropiación del Banco Nacional de México, sucursal la Selva, de Cuernavaca Morelos. En esta acción resultaron dos policías muertos. La persecución continuó hasta las afueras de la ciudad, donde los perseguidos se vieron forzados a pararse y enfrentar a sus perseguidores; el saldo fue de un subjefe policiaco muerto y un agente herido. El monto de lo expropiado fue de más de dos millones de pesos, de los cuales la policía recuperó ochocientos mil la madrugada del siguiente día, cuando cayeron prisioneros algunos participantes en el asalto.

La policía sitió a Carmelo en el cerro de las Tetillas, pero logró escapar y llegó a la ciudad de México sin ninguna herida.

De su caída hay varias versiones. El parte oficial sostiene que el 31 de agosto de 1975 en la madrugada fue detectado un Volkswagen donde viajaban tres sujetos, uno de ellos era Carmelo, quienes al verse descubiertos huyeron y fueron perseguidos hasta que se enfrentaron en las calles de Presa San Martín y Presa Cointzio donde fueron abatidos por el enemigo. El 2 de septiembre de 1975, el periódico La Prensa publicó que el guerrillero muerto junto a Carmelo Cortés fue identificado y se llamaba Daniel Flores.

 

Al Atoyac

 

Ignacio Manuel Altamirano

 

     Abrase el sol de julio las playas arenosas

que azota con sus tumbos  embravecido el mar,

y opongan en su lucha, las aguas orgullosas,

al encendido rayo, su ronco rebramar.

 


     Tú corres blandamente bajo la fresca sombra

que el mangle con sus ramas espesas te formó:

y duermes tus remansos en la mullida alfombra

que dulce primavera de flores matizó.

 

     Tú juegas en las grutas que forman tus riberas

de ceibas y parotas el bosque colosal:

y plácido murmuras al pie de las palmeras

que esbeltas se retratan en tu onda de cristal.

 

   En este edén divino, que esconde aquí la costa,

el sol ya no penetra con rayo abrasador;

su luz, cayendo tibia, los árboles no agosta,

y en tu enramada espesa, se tiñe de verdor.

 

  Aquí solo se escuchan murmullos mil suaves,

el blando son que forman tus linfas al correr,

la planta cuando crece, y el canto de las aves,

y el aura que suspira, las ramas al mecer.

 

  Osténtanse las flores que cuelgan  de tu techo

en mil y mil guirnaldas para adornar tu sien:

y el gigantesco loto, que brota de tu lecho,

con frescos ramilletes inclínase también.

 

     Se dobla en tus orillas, cimbrándose, el papayo,

el mango con sus pomas de oro y de carmín;

y en los ilamos saltan, gozoso el papagayo,

el ronco carpintero y el dulce colorín.

 

    A veces tus cristales se apartan bulliciosos

de que morenas ninfas, jugando en derredor:

y amante las prodigas abrazos misteriosos

y lánguido recibes sus ósculos de amor.

 

    Y cuando el sol se oculta detrás de los palmares,

y en su salvaje templo comienza a oscurecer,

del ave te saludan los últimos cantares

que lleva de los vientos el vuelo postrimer.

 

     La noche viene tibia; se cuelga ya brillando

la blanca luna, en medio de un cielo de zafir,

y todo allá en los bosques se encoge y va callado,

y todo en tus riberas empieza ya ha dormir.

 

     Entonces en tu lecho de arena, aletargado

cubriéndote las palmas con lúgubre capuz,

también te vas durmiendo, apenas alumbrado

del astro de la noche por la argentada luz.

 

     Y así resbalas muelle; ni turban tu reposo

del remo de las barcas el tímido rumor,

ni el repentino brinco del pez que huye medroso

en busca de las peñas que esquiva el pescador.

 

     Ni el silbo de los grillos que se alza en los esteros,

ni el ronco que a los aires los caracoles dan,

ni el huaco vigilante que en gritos lastimeros

inquieta entre los juncos el sueño del caimán.

 

     En tanto los cocuyos en polvo refulgente

salpican los umbrosos yerbajes del huamil,

y las oscuras malvas del algodón naciente

que crece de las cañas de maíz, entre el carril.

 

     Y en tanto en la cabaña, la joven que se mece

 en la ligera hamaca y en lánguido vaivén,

arrúllase cantado la zamba que entristece,

mezclando con las torvas el suspirar también.

 

     Más de repente, al aire suenan los bordones

del arpa de la costa con incitante son,

y agítanse y preludian la flor de las canciones,

la dulce malagueña que alegra el corazón.

 

     Entonces, de los barrios la turba placentera

en pos del arpa el bosque comienza a recorrer,

 y todo en breve es fiestas y danza en tu ribera,

y toda amor y cantos y risas y placer.

 

     Así transcurren breves y sin sentir las horas:

y de tus blandos sueños en medio del sopor

escuchas a tus hijas, morenas seductoras,

que entonan a la luna, sus cántigas de amor.

 

     Las aves en sus nidos, de dicha se estremecen,

los floripondios se abren su esencia a derramar;

los céfiros despiertan y suspirar parecen;

Tus aguas en el álveo se sienten palpitar.

 

     ¡Ay! ¿Quién, en estas horas, en que el insomnio ardiente

aviva los recuerdos del eclipsado bien,

no busca el blando seno de la querida ausente

para posar los labios y reclinar la sien?

 

     Las palmas se entrelazan, la luz en sus caricias

destierra de tu lecho la triste oscuridad:

las flores a las auras inundan de delicias...

y solo el alma siente su triste soledad.

 

    Adiós, callado río: tus verdes y risueñas

orillas no entristezcan las quejas del pesar;

que oírlas solo deben las solitarias peñas

que azota, con sus tumbos, embravecido el mar.

 

    Tú queda reflejando la luna en tus cristales,

que pasan en tus bordes tupidos a mecer

los verdes ahuejotes y azules carrizales,

que al sueño ya rendidos volviéronse a caer.

 

     Tú corre blandamente bajo la fresa sombra

que el mangle con sus ramas espesas te formó;

y que duerman tus remanso en la mullida alfombra

que alegre primavera de flores matizó.

 

Rimas, julio de 1864