domingo, 17 de diciembre de 2017

Dos hombres del saber


Víctor Cardona Galindo
Quien visite Atoyac se preguntará ¿Por qué la biblioteca municipal se llama “Dagoberto Ríos Armenta”?, y ¿Por qué la de El Paraíso se llama “Salvador Morlet Mejía”?, o se preguntará ¿Por qué no le pusieron el nombre de un gobernador, presidente de la república o de un gran escritor? Pues resulta que desde hace poco las autoridades decidieron que debía honrarse a los hombres excepcionales de este lugar y se ha buscado que las escuelas, calles y bibliotecas lleven el nombre de nuestros próceres locales. Pero por ahora nos ocuparemos de los personajes que dan nombre a las bibliotecas más importantes de éste municipio.

Dagoberto Ríos Armenta

 Desde 1993, Dagoberto Ríos Armenta es el encargado de cuidar que la historia de Atoyac no se pierda. Es el responsable del archivo municipal, en donde, por su sentido común, ha sabido conservar documentos importantes que, sin su gusto por la lectura, ya hubieran desaparecido.
Dagoberto Ríos Armenta

Dago, como le llamamos sus amigos, nació el 9 de marzo de 1938,  año de la expropiación petrolera. Estudió hasta el tercer año en la escuela “Juan Álvarez”, luego pasó a la primaria “Valentín Gómez Farías” de El Ticuí. Después en la “Modesto Alarcón”,  para terminar finalmente en la “Juan Álvarez”. En su preparación profesional concluyó la carrera corta de mecanografía.
Trabajó 30 años en el correo y es jubilado de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Es hijo de Delfino Ríos Parra y de Gertrudis Armenta Mesino, de esta última heredó su amor por la lectura y los libros.
Por su formación autodidacta se relacionó con maestros como Lucio Cabañas Barrientos y Serafín Núñez Ramos, esto lo llevó a ser parte de la histórica célula del Partido Comunista Mexicano que se formó en Atoyac, misma que marcó el inicio de una era de la lucha por la democracia. Este grupo fue auspiciado por el célebre luchador social, Othón Salazar Ramírez. En la fonda de la mamá de Dago comieron personajes como Juan de la Cabada y Renato Leduc
Fue miembro, entre otros grupos, del Club de Jóvenes Democráticos en los sesentas, y en 1988 formó  parte del grupo Convivencia Cultural Atoyac, con quienes colaboró en la publicación de algunos libros como el de Modismos atoyaquenses. Dago es también un gran dibujante, y a veces comparte su obra con sus amigos.
Dagoberto Ríos es una especie de guardián del templo, un cuidador apasionado de la historia del pueblo que lo vio nacer. Ha participado y visto el crecimiento democrático de Atoyac. Dago participó en la formación de La Central Campesina Independiente y en el Frente Electoral del Pueblo y ha sido toda su vida, un luchador social y lector apasionado de biografías de héroes y hombres destacados. Actualmente es miembro del consejo editorial de la revista Cronos, lo que el tiempo no disuelve. Participó en el libro colectivo Agua Desbocada donde escribió la leyenda “Días de las ánimas”.
En el trienio del alcalde Pedro Brito García el cabildo acordó imponer el nombre de Dagoberto Ríos Armenta a la biblioteca municipal, acto que se realizó con honores, esta fue una decisión muy acertada sin duda, porque con esta designación se honra a la lectura porque Dago es una de las personas más ilustradas de Atoyac, que le tiene amor a los libros y que ha leído muchos. Así como es aficionado a las películas del cine mexicano.

Salvador Morlet Mejía, fundador de instituciones

Salvador Morlet Mejía, fundador de escuelas y formador de generaciones, nació el 12 de septiembre de 1908 en Chilpancingo, Guerrero. Formaba parte de la familia Morlet Alarcón de Chilpancingo y Morlet Sutter de Acapulco. Fundó la primera escuela del Paraíso en 1952, año en que llegó a esta comunidad serrana el 8 de enero.
Salvador Morlet Mejía

Estudió la normal en el Centro Pedagógico de Chilpancingo y trabajó como maestro federal en Tecolapa municipio de Olinalá; en Petaquillas y Dos Caminos poblaciones de Chilpancingo; en Zompantle, Zopilostoc,  Tlacotepec y otras comunidades del municipio de Heliodoro Castillo. En Tlacotepec y El Paraíso fundó las escuelas primarias a las que dio el nombre de Cuauhtémoc.
 En su juventud vivió seis años en Estados Unidos, donde aprendió el inglés. Regresó a México y solicitó ingresar al magisterio estatal, logrando méritos en la clase de inglés en El Colegio del Estado de Guerrero, luego realizó estudios pedagógicos logrando una plaza de maestro federal.
En Tecolapa municipio de Olinalá Guerrero conoció a Isabel Andreu León, originaria de este lugar, con quien se casó y tuvo 14 hijos, uno murió a los 15 días de nacido y le sobrevivieron 13: Iris, Alberto, Carlos, Jesús, Eva, Lilia, Magdalena, Guadalupe, Rosalina, Ricardo, Arturo, Roberto y Alfredo. Los cinco últimos nacieron en El Paraíso.
Por invitación personal de ciudadanos fundadores del Paraíso, entre ellos don Josafat Valadez y Eduardo Sotelo, vino a esta comunidad y llegó a vivir a la humilde casa del maestro ubicada en la calle Cuauhtémoc la cual estaba construida con bajareque. Después esa vivienda le fue regalada por la comunidad al maestro Morlet. Las familias de El Paraíso interesadas porque sus hijos aprendieran las primeras letras se turnaban semanalmente para darle de comer a él y a su familia.
Salvador Morlet Mejía fue hijo de Frumencio Morlet Alarcón y Consuelo Mejía Linares, originaria de Tlacotepec. Don Frumencio Morlet era banquero en la ciudad de México y cuando estalló  la revolución, guardó celosamente lingotes de oro propiedad del Banco y los devolvió cuando pasó la revuelta. Por las venas del maestro Salvador corría la sangre honesta de su padre y su vocación de servicio.
A las dos primarias que fundó, en los diferentes lugares donde estuvo en --Tlacotepec y en El Paraíso-- les puso el nombre de Cuauhtémoc, sentía mucha admiración por el último emperador azteca, cuya efigie dibujaba con esmero y dedicación. También en El Paraíso fue fundador de la secundaria Técnica --la que antes era particular incorporada-- donde siempre fue el subdirector, no quiso ser el director porque ya lo era de la primaria.
Escribía poemas, acrósticos y canciones como “Ojos ambarinos” que le compuso a su esposa Isabel Andreu León. 
El maestro Salvador, siempre pulcro al vestir con sus trajes y corbatas, de colores grises y negros, gestionó la energía eléctrica para El Paraíso que se inauguró el 15 de septiembre de 1957, también a él se debe la fundación del correo y el registro civil. Además contribuyó con la llegada del teléfono y con los dos turnos de la escuela primaria.
Salvador Morlet Mejía murió el 17 de agosto de 1989 en la ciudad de México, a donde había ido a visitar a sus hijos y nietos. Está sepultado en esa capital en el panteón “Jardines del Recuerdo”.
Salvador Morlet tuvo el mérito de haber viajado desde  Tlacotepec al Paraíso a lomo de bestias, ya que no existía la carretera. Era un lugar de difícil acceso a donde también se podía llegar en una avioneta pasajera que aterrizaba en los terrenos donde ahora está el Centro del Bachillerato Tecnológico Agropecuario.
Don Salvador llegó a un pequeño pueblo que no rebasaba las 150 casas y contribuyó con su progreso. Es contemporáneo de don Fidel Núñez Ávila quien se refugió primero en el Edén y luego en la Pintada.
Al maestro Salvador todos lo recuerdan con cariño y dicen que era muy amable. Por eso para honrar su trayectoria social y educativa una calle del Paraíso lleva su nombre y el 24 de octubre del 2008, se inauguró la biblioteca “Profesor Salvador Mortet Mejía” en esa población serrana a la que entregó parte de su vida.

sábado, 16 de diciembre de 2017

El triángulo de La ciudad perdida

Víctor Cardona Galindo
En unos terrenos entre la comunidad de Los Planes y La Finquita, muy cerca de El Paraíso, se encontró en el 2011 un basamento piramidal, de un centro ceremonial prehispánico posiblemente del posclásico, en la fachada norte se observa una alfarda. Tiene cuatro escalones bien conservados, mide 30 por 30 aproximadamente.
Para los habitantes de los pequeños poblados circunvecinos ha sido normal que los “gringos” vengan en sus “carrotes”, tomen fotos y si alguna piedra les gusta se la lleven. Bueno, aquí les llaman “gringos” a cualquier extranjero que esté güero.
La pirámide enterrada en Los Planes, descubierta en
 2011. Foto: Víctor Cardona Galindo.

Luego de que los peones de Hermenegildo Torres Lorenzana encontraron las escalinatas, en los terrenos de su suegro Antonio Camacho, hubo quien pensó que había en esas ruinas un tesoro y le hicieron varios hoyos al montículo, en uno de ellos le colocaron la imagen de San Isidro Labrador.
El hallazgo del basamento piramidal se difundió con rapidez mediante las redes sociales, principalmente por Facebook. Alguien tomó las fotos y realizó una carga móvil porque en ese momento el celular era una novedad en El Paraíso, pues la señal inalámbrica llegó el 22 de enero del 2011 y la cobertura llega hasta Los Planes, La Finquita y La Quebradora. Hasta los peones que andan trabajando en las huertas de café o de plátano traen su celular.
Para ir a Los Planes hay que seguir un camino de flores amarillas del árbol llamado apánico,  que florea y produce una manzanita que al reventar suelta una especie de algodón. Al apánico (cuyo nombre científico es Cochlospermum vitifolium) le llamaban en náhuatl Tecomaxóchitl, su corteza sirve para curar la hepatitis y la diabetes. La receta es sencilla se abre una canaleja en forma de canoa en el tronco del árbol, a la cual se le pone agua y se toma fermentada. La otra planta que florea entre enero y marzo en el camino a la sierra es la retama, cuyas flores amarillas compiten con el primavero que crece majestuosamente cerca del camino.
En Los Planes la secundaria funciona en un aula destinada para la primaria que construyó el gobierno de Germán Adame Bautista; la primaria opera en la casa de Salud. El kínder es una aulita de madera. Hace unos años los vecinos se preocuparon por recolectar los vestigios arqueológicos, los juntaron en una casa e hicieron un pequeño museo, pero ahora en el local donde funcionaba duermen los maestros. Al desaparecer el museo comunitario las piedras que estaban en la escuela, han sido regaladas o han ido desapareciendo.
Don Miguel García Salas era el promotor del museo comunitario que funcionó en el 2005, respaldado por el CONAFE, institución que hasta la fecha atiende los tres niveles educativos básicos en Los Planes. Los habitantes de esa pequeña comunidad de 12 casas van a consulta médica al Paraíso, en el 2010 se terminó de pavimentar la carretera.
Desde el 2005 hay sitio de taxis en El Paraíso. Visitar esta zona es ir al corazón de la selva cafetalera, “la sierra es más arriba” dicen los habitantes de Los Planes. Ir a los Planes es caminar por la tierra del jaguar, el tigrillo, el güinduri, el “catecuan” y el gato montés, felinos que dominan la selva del café.
Cerca de Los Planes, a unos tres kilómetros está el Cerro de La Señora (Así se llama en honor a Faustina Benítez de Álvarez) en donde los jaguares se han reproducido con rapidez, además pueden verse manadas hasta de 12 jabalíes y mucho venado de cola blanca. Se han visto cerca pumas, que son pardos. Las onzas sólo se dan en el filo mayor.
En el cerro de la Señora unos cazadores encontraron una cueva con armas del siglo antepasado, eran escopetas cuascleras y tercerolas, había muchos metales, espadas y balas de cañón. Ahí Juan Álvarez tenía su polvorín “por si las dudas” resguardado en la espesura de la Selva. En ese cerro que era una fortaleza del “Padre del Federalismo” hay muchas cuevas donde puede vivir la gente.
Los Planes es una comunidad fundada por las familias Rodríguez y Bautista, está rodeada de espesa vegetación, en donde vuela la hurraca blanca, la depredadora de las aves, se come sus huevos, su presencia ha hecho que desparezca la hurraquilla verde. La hurraca no tiene depredador natural, “ni el gavilán se la quiere comer”. La gente de la sierra piensa que la hurraca es un animal maldito, porque uno de los pasajes que cuentan nuestros padres dice “que cuando Jesús Nuestro Señor andaba huyendo de los romanos, la hurraca lo perseguía y decía acavaaa, acavaaa”, así grita siempre esa ave, mientras que las cucuchitas (tortolitas) “caminando borraban el rastro de los caminos”. Nadie se come a las hurracas y ellas volando por todos lados hacen lo que quieren. Antes no había hurracas blancas en esta zona. Ahora ha invadido la sierra y les dan duro a las otras aves. Don Julio Sánchez Ciprés dice que en los últimos años han desaparecido muchas aves, como las hurraquillas verdes, los pájaros perros, las gallinitas y quedan pocos faisanes. Aquí a las godornices les llaman “picos de oro”, por su canto, que las que también hay pocas.
 También por ese rumbo, antes de llegar a La Pintada está La poza de los Patos, es un lugar donde los paraiseños han pensado echar andar un proyecto de turismo ecológico. Ahí en las inmediaciones de El Paraíso está la poza de El Señor Sol, un famoso gringo ecologista al que le gustaba la mota y se la pasaba sumergido en una poza sacando piedras que al moverlas sonaban por dentro.
Cerca de la Finquita crece majestuoso un Cuajinicuil traído de Chiapas. “Nomás que siembres, aquí todo se da”, dicen los lugareños. En Los planes hay limón real, papaya, maíz y frijol. El camino a la pirámide está surcado de plantas de mariposas que adornan el paso con sus flores blancas que impregnan su aroma en el ambiente.
 Dos arroyos pasan por Los Planes uno que viene de La Quebradora y el otro de La Finquita. Los planes forma parte de un  triángulo de pequeñas comunidades preciosas, una de ellas es la colonia La Quebradora. La cual tiene 30 casas se llama así porque ahí se instaló en los setentas una máquina trituradora de piedras, material que se usó para la construcción de la carretera que conduce a la sierra. Es una población muy tranquila, con energía eléctrica cuya red fue construida durante el gobierno de María de la Luz Núñez Ramos. Esa pequeña colonia se fundó en los terrenos del señor Julio Sánchez Ciprés. La primaria “Sor Juana Inés de la Cruz” tiene una sola aula que les construyó Javier Galeana Cadena cuando fue alcalde, el jardín de niños Margarita Maza de Juárez se los construyó Acacio Castro y Germán Adame les dejó de recuerdo la cancha de basquetbol. Es un pueblito donde la mayoría de las casas tienen techo de láminas galvanizadas.
En esa zona entre mayo y junio, cuando comienzan las lluvias, los habitantes salen al bosque a recolectar un hongo rojo que es muy sabroso empapelado o en caldo. Llega a costar hasta 50 pesos el kilo en El Paraíso.
Sin duda es hermoso el triángulo formado por Los Planes, La Finquita y La Quebradora, es la zona arqueológica que nuestros antepasado llamaron “La ciudad perdida”. Más arriba están El Edén y La Pintada.

viernes, 15 de diciembre de 2017

El Santito


Víctor Cardona Galindo
El rito comienza cuando el sacerdote Rafael Valencia reza en cada Estación representada por pequeños grabados que cuelgan en las paredes de la parroquia Santa María de la Asunción. La concurrencia sigue en coro la oración, mientras los miembros de la hermandad “Jesús de Nazaret”, que se identifican por sus playeras azules, lo siguen con una cruz de madera, representando así el recorrido de Cristo al monte Calvario.
Una mujer con sahumerio y sirio, delante
 la imagen de Jesús de Nazaret después del
 Viacrucis, con sus 14 Estaciones, cale de la
 parroquia para realizar el recorrido por
la ciudad de Atoyac que dura 41 días. 

Foto: Víctor Cardona Galindo.

Después del viacrucis con sus 14 Estaciones, sale de la parroquia la imagen de Jesús de Nazaret para realizar su recorrido por la ciudad de Atoyac que durará 41 días. Comienza el primer viernes de cuaresma y termina el Jueves Santo.  Fausto Hernández Meza filma y filma con su cámara de video desde hace 22 años está presente en esta actividad, no me imagino una procesión sin Fausto, es parte de la tradición misma.
El cortejo camina lento, la patrulla 001 del departamento de tránsito va al frente, su director Pedro Rebolledo Málaga, dicta las órdenes a su gente, mientras la escultura de madera, que mide aproximadamente dos metros y que representa a Cristo, es sacada lentamente de la parroquia. Dos miembros, de la familia que la va a recibir este día en su domicilio, caminan al frente con un sirio grande encendido y el sahumerio humeando oloroso a copal. Seis cargan la imagen, que va empotrada en una mesa de madera, son miembros de la hermandad y de la familia que le dará asilo por esta noche y el día siguiente.
Desde los años treinta del siglo pasado hasta el 2000 era el Santo Entierro el que recorría la ciudad durante la cuaresma. Dos músicos: uno con tambor y otro con una flauta de carrizo lo seguían en su peregrinar y estaban casi toda la noche tocando en el domicilio donde lo recibían. Esa tradición quedó atrás, ahora es la imagen de Jesús de Nazaret, quien recorre las calles y peregrina toda la cuaresma.
El “Santito” como le llama la gente es lo más importante que existe para la ciudad de Atoyac en este periodo y son “mares” de gente que lo sigue en su recorrido por 40 domicilios y una capilla. Durante los últimos años la limosna que recogen en el peregrinar de El Santito está destinada para construir los salones parroquiales “se juntan como cincuenta mil pesos, en 41 días” dice un allegado a la tradición. Ya la obra de los salones parroquiales va muy avanzada.

Perdón, Perdón
Dios mío, perdón

Así comienza el camino y peregrinar de la imagen de Jesús de Nazaret. Isaac Rendón Reyes, nuestro querido “Chaca” es portador de una bandera morada y va al frente de la procesión. El Santito lleva una túnica morada, envuelto en una capa color oro. Niñas vestidas de vírgenes, niños, de angelitos y de San José, hacen filas a su alrededor. Los miembros de la hermandad identificados por sus playeras azules y la cara de Cristo estampada en la espalda, dan orden al cortejo.
La Hermandad de “Jesús de Nazaret” la integran 23 miembros que se encargan de la liturgia, el orden y de cargar la imagen. Para integrarse a la hermandad “hay que cumplir con los sacramentos” dice su presidente Cutberto Santiago Nogueda, quien no deja pasar ningún detalle del rito y no permite fallas durante la procesión.

Un nuevo mandamiento
Nos da el señor
que nos amemos todos
como nos ama Dios.

El sahumerio despide humo y olor a copal. Bajan la imagen en la esquina de Miguel Hidalgo y Juan Álvarez, se cambian los que cargan. También Fredy Magaña se suma a la filmación y se abre paso entre la gente iluminándolo todo con sus potentes reflectores. La multitud camina tras Jesús de Nazaret, llevando flores hechas de papel maché, blancas, azules y moradas, todos van por la avenida cantando. Cada año las familias que reciben El Santito se las ingenian y le ponen talento a la elaboración de las flores, a veces son de tul, otras de papel crepé, algún material reciclado, lo importante es que se vea bonito.
Al llegar al puente del arroyo cohetero otra vez descansan los que cargan, una vecina sale y con un atomizador baña de perfume a la imagen por el frente y los costados. Luego la procesión sigue su camino, como todos los años 40 familias lo reciben en su casa. Son 40 hogares que se llenaran de regocijo y de fervor religioso.
Para recibir al Santito hay que anotarse con un año de anticipación, el Jueves Santo se hace el sorteo y de mil 200 familias que se anotan únicamente 40 tienen la gracia de recibirlo, porque un día El Santito visita un capilla, de una colonia que haya salido agraciada, en el sorteo este año estará en la colonia Pindecua.
La familia que lo recibe se obliga a ponerle una túnica nueva, hacer las flores y repartir los sirios a los peregrinos. Dar la comida al recibirlo y el atole al siguiente día.

¡Oh! padre Jesús
¡Oh! padre querido
Me pesa señor
Haberte ofendido.

Y todos corean…

Perdón, Perdón
Dios mío, perdón.

El Santito ya caminó por las calles: Palmas, Aquiles Serdán, pasó por El Arco de la entrada de Atoyac, luego Antonio Caso, Antiguo Campo Aéreo. La patrulla 001 de departamento de tránsito va por delante, Isaac Rendón Reyes, El Chaca, al frente marca las rutas. El Santito hora va vestido con túnica blanca y una capa roja.
El dulcero va hasta atrás del contingente llevando su carrito de dulces muy tranquilamente escuchando los rezos, él sonríe. También va la que vende chicharrones y palomitas. Este dulcero, es ya parte del paisaje del zócalo de Atoyac, siempre está cerca de la comandancia con su carrito de chicles, dulces y cigarros, solamente el sol hace que se mueva de lugar y en la cuaresma sigue al Santito.
Pero volviendo a la procesión, muy atrás del contingente va la patrulla de Protección Civil. Me voy dando cuenta que esta parte de la ciudad, por la calle del Antiguo Campo Aéreo, hay casas muy bonitas. “Comen con mantequita los de por aquí”, diría mi tía Carlota Galindo.
Va el contingente coreando los cantos, algunos llevan velas en las manos, siguen al Santito que levanta en parte una gran nube de polvo por Insurgentes.

Señor…
Me has mirado a los ojos
Sonriendo has dicho mí nombre
En la arena he dejado mi barca
Junto a ti buscaré otro mar.

Por la bocina se escucha a una monjita que reza el rosario y todos repiten a una sola voz. Para tener éxito aquí y sentirse integrado hay que conocer los rezos y los cantos. Algunos van en silencio, no dicen nada, únicamente siguen la imagen, a donde los lleve este día.
Pasando por la parota de Insurgentes, que los vecinos no quieren que tiren porque es centenaria y pasando por donde alguna vez se apareció la virgen de Guadalupe en un ahuejote, va risueño Juan Manuel del Carmen Valencia, orgulloso dice que nació en El Paredón y que es bolero, “el mejor de los boleros”. Él nunca falla en El Santito, así ande crudo, siempre va, por la gracia de Dios tiene 29 años boleando en el zócalo y yendo al Santito. Muchos entran y se salen de la boleada él se mantiene.
La procesión quiebra por Emiliano Zapata y llega a la calle Silvestre Castro en la colonia Acapulquito. La familia que lo recibió adornó la casa con colores vivos y la calle con papel picado, Jesús de Nazaret se queda un rato en la calle luego los de la hermandad lo meten al domicilio donde pasará la noche.
Ya que se colocó El Santito en el altar entonces comienza la celebración a las ocho de la noche en punto. Los de la familia de la casa se reúnen para recibirlo. 
Como hormigas aparecen los vendedores de cubitos, de agua, de bolis, cremas, palomitas y chicharrones. En fin Jesús de Nazaret para todos da. Al llegar la familia otorga un nuevo vestido. Ahora la imagen tiene una túnica dorada.
Después de la celebración la gente se congrega para recibir un plato de pozole y un vaso de agua de Jamaica, hay hasta para llevar.
Entre los comentarios con los peregrinos, que se alejan después de cumplir con la misión del día, viene el recuerdo: “Al frente de la hermandad estuvieron antes Juan Barrientos que duró dos años y Antonio de la Cruz la encabezó trece años, lo quitó el padre Rafael Valencia. Antes el párroco no se metía con la hermandad y estaban en el cargo hasta que Dios los llamaba. Pero Rafael Valencia salió enérgico, en el 2001 quitó de un tajo la tradición del Santo Entierro”.
Los viejos miembros de la hermandad recuerdan aquel trágico día, un Jueves Santo, que el circo “Kimba” se quiso adueñar del atrio de la Iglesia, los de la hermandad se opusieron y llegaron hasta los golpes con el dueño del circo, salió golpeado el señor David Rebolledo Hipólito, al día siguiente el circo abandonó el lugar, fue el último año que estuvo el padre Isidoro Ramírez al frente de la Parroquia. En ese tiempo “Atracciones Rosales” apoyó con recursos económicos para la construcción de la iglesia, a la que hasta la fecha le falta una torre: “Es aún una parroquia incompleta”.
Y ya entrados en remembranzas vamos a recordar lo que dice uno de nuestros cronistas Eduardo Parra Castro, “Don Yito” en su texto “Semana Santa en Atoyac” sobre ésta tradición él escribió que al principio del siglo pasado “se velaban cuatro Santos, la feligresía era muy devota ya que en la Cuaresma la mayor parte de la población asistía a las ceremonias religiosas, empezando el Domingo de Ramos que sacaban a San Ramón en procesión; era un Santo montado en un burrito, la procesión se hacía llevando ramas o palmas en la mano y se recorrían las principales calles de la ciudad”
Para que queden más claras las cosas es necesario enfatizar aquí que, según lo dicho por nuestros abuelos, en el pasado el pueblo de Atoyac se dividía en cuatro barrios: La Tachuela, Los Toros, Bajial Grande y Bajial Chico. En ese tiempo cada barrio tenía su santo que veneraban en la Semana Santa.
De ahí lo escrito por Don Yito. “Todos se velaban en la Semana Mayor ya que con anticipación se hacía la rifa de los mayordomos, personas encargadas de velarlos en sus casas y correr con todos los gastos como se hace en la actualidad, siguiendo la costumbre de dar comida y el atole del Santo o sea atole de achiote, herencia que nos dejaron los cuitlatecos”.
Aquí aclaro que al “atole de Santo” como le dicen se le pone un polvito del fruto de un árbol que se llama achote o achiote. Por eso hay un pueblo en la sierra que se llama El Achotal, porque en sus alrededores abunda este árbol. La gente manda con tiempo a encargar el achote para tenerlo listo para el día que le toque El Santo.
 Don Yito nos dice que “Los Santos eran: el Cristo de la paloma por tener una con las alas extendidas en la cabeza; el de tres potencias que tenía tres resplandores, dos por cada lado y uno en medio de la cabeza, y el otro Santo permanecía en la Capilla del Cerrito que se encontraba al final de la calle del Bajial Grande; al último le llamaban Inocencia, que cuentan es el actual Santo Entierro que permanece en la iglesia y sacan a velar en Semana Santa. El Jueves Santo se recogían todos los santos, después de misa a las 10 de la mañana salía la procesión de los Cristos que era la procesión más esperada por que sacaban a todos los Cristos en hombros de los feligreses”.
De lo escrito por don Yito sobre la Semana Santa se desprende que la tradición de venerar estos cuatro santos se terminó en la primera década del siglo XX, durante la Revolución que todo cambió: “la federación del centro, combatiendo a los revolucionarios, tomó la plaza de Atoyac, la tropa cerró la iglesia y la usaban como caballeriza, el sacerdote encargado de la misma tuvo que repartir los Santos en casas particulares. En esas circunstancias el párroco tuvo que ausentarse del lugar y se olvidándose por el momento de los cultos religiosos, hasta que mandaron nuevo párroco que vino a poner orden a la iglesia cambiando el sistema de las celebraciones de Semana Santa; ya no velaron los cuatro Santos, solo uno el que permanece en la iglesia y es el que velan hasta nuestros días, de los demás Santos no se sabe dónde quedaron”.
Deduciendo de lo que nos dice en su crónica Eduardo Parra, concluimos que la tradición de hacer la procesión y de velar en Santo Entierro surgió después de la Revolución práctica que cambió con la llegada del padre Rafael Valencia el año 2000.

Perdón… ¡Oh Dios mío perdón
Perdón con indulgencia
Perdón y clemencia
Perdón y piedad.

Pero ya plantados en nuestros días El Santito con su túnica dorada ahora va por la calle Juan Álvarez al Norte de la ciudad, por la escuela primaria Herminia L. Gómez. Las mismas caras de ayer. Los mismos devotos. Los miembros de las familias tradicionales de mi ciudad, ir al Santito es ver el rostro de Atoyac, compartir con la alegría y la fe de su gente. A los lejos se ve el lucerío que camina tras la imagen que al andar mueve la mano izquierda envuelta en el humo del copal. En Atoyac todas las épocas del año tiene su olor, el día de muertos huele a cempasúchil, a tamales “nejos” y frito de “cuche”; diciembre a pólvora y a pollo. Y la cuaresma a copal y a pozole.

Pues padeciste
Por amor nuestro
Jesús bendito
Seas mi remedio…Reza el coro.

Juanito Gómez el ex panguero va adelante con los candelabros. El recorrido es largo, sin embargo nadie se amilana, todos siguen, haciendo escalas donde hace cruz el camino, como en la calle Cafetal esquina con Juan Álvarez.
Miguel Castillo va vestido de verde olivo con su guitarrita de juguete y un garrote más grande que él.
La cuesta es dura subiendo cerca de la escuela primaria Plan de Ayutla hasta el corazón de la colonia Juan Álvarez, los perros ladran sorprendidos al ver pasar la multitud. La señora que reparte el periódico El Objetivo a pie en toda la ciudad, no se cansa, por la tarde sigue al Santito hasta donde vaya, este día de la calle Silvestre Castro hasta el final de la ciudad. Muchos van con fe, los menos por el olor a pozole. Se hacen 15 estaciones en el camino, ya para estas fechas, en el recuerdo quedó el carrizo y el tambor que alguna vez acompañaron al Santo Entierro. Al fin llegamos hasta la última casa de la ciudad. Los de la hermandad contienen la multitud con una cuerda blanca. Los peregrinos se regresan en grupos antes de la celebración. Por la inseguridad no es para menos. El miedo no anda en burro, viene a caballo y nos arrolla a todos.

Perdona tu pueblo señor
Perdona tu pueblo
Perdónale señor…

Los niños vestidos de angelitos, con sus alas y su corona dorada, con una cruz al frente. La gente sostiene sus velas y para no quemarse usa hojas de almendro para detener la parafina, otros usan vasos de unicel para protegerse las manos.
El Santito va por la calle Independencia, la gente lleva flores de papel crepé, blancas, moradas y azules. Todos cantan, enfilan por la calle Galeana de la Colonia Sonora, luego por Obregón hasta llegar donde la familia lo recibe, la calle está adornada con plástico picado formando dibujos del Cristo Crucificado, el Santísimo y la paloma. En éste que será su hogar, por hoy, vistieron a Jesús como la imagen tiene el Señor de la Misericordia, es azul, rojo y blanco el altar, con una muy especial combinación de colores.
Después de la celebración la gente pasa a tocarle la mano, a tocarle la frente y pedirle en susurros “señor te encargo a mis hijos”, “Mi salud señor, que mejore”. Le gente pide que lo cuide este año, las cosas no andan muy bien y los hijos van al trabajo, viajan salen a divertirse, todos estamos azorados. Jesús de Nazaret escucha inmóvil, “aquí andamos señor detrás de ti, como todos los años mientras me prestes la vida”. Afuera la mayoría se preocupa por alcanzar el mejor lugar para la repartición del pozole y poco a poco el olor a orégano lo impregna todo.



jueves, 14 de diciembre de 2017

Historia del Ayuntamiento XVI


Víctor Cardona Galindo
El año 1951 ocurrieron dos acontecimientos cruciales que se grabaron para siempre en la memoria de éste municipio, primero sucedió aquella desgracia que dejó uno de los corridos más cantados, la muerte de Claudio Bahena, mismo que fue considerado por algunos académicos como un himno a nuestra tierra, porque en los años setentas y ochentas se escuchaba en todas las sinfonolas del rumbo, en voz del dueto Bertín y Lalo.
El profesor Rómulo Alvarado fue 
normalista egresado de Ayotzinapa 
en 1935 además de ejercer como 
maestro, fue contador y cajero de 
la Cooperativa de la fábrica 
de Hilados y Tejidos Progreso del 
Sur. Foto: tomada de una publicación
 de la época.

Otro acontecimiento fue la muerte, en un accidente aéreo, de Enedino Ríos Radilla gerente de la fábrica de hilados y Tejidos “Progreso del Sur Ticuí y de su cuñado el contador Rómulo Alvarado Pacheco, acaecida a finales del año en la sierra del Distrito Federal. Este suceso cerró una etapa en la historia del Atoyac que comenzó en los años veinte. Murió uno de los líderes obreros más comprometidos y más claros, heredero de la tradición de Juan R. Escudero, Amadeo Vidales y Feliciano Radilla.
Que el corrido de “Claudio Bahena” se haya vuelto tan famoso y escuchado se debe a la pasión y los acordes pegajosos que el dueto Bertín y Lalo le puso al cantarlo, porque Claudio Bahena acá era un desconocido, no se le saben acciones de valor, no tenía familia era “frastero” como dicen los viejitos, y en un pueblo donde se componen muchos corridos de asesinatos a cada momento, fue el de la muerte de un desconocido el que más pegó, porque sigue siendo de los corridos más famosos, junto a los de Lucio Cabañas Barrientos.
“Quiero presten su atención mis camaradas /por un momento voy a darles a saber /la triste historia que pasó en el mes de agosto /yo con tristeza y con dolor les cantaré.
Era un día jueves, un 30 como a las tres /cuando la muerte se acercaba de un amigo /pues ahí se hallaba tomando Claudio Bahena /en Atoyac, con un hombre desconocido”.
Custodia Fierro Chávez era una niña que vivía por El Paredón, cuando muchos chamacos curiosos pasaron corriendo a ver dónde estaba el muerto. Era el 9 de agosto de 1951, ella también quiso ir pero su mamá no la dejó. A sus ya más de 70 años recordaba con mucha nitidez el momento en que encontraron muerto a Claudio Bahena y su amigo Raymundo Barrientos lo fue a reconocer.
Ese crimen fue muy comentado y afectó mucho a la población porque Claudio “era amigo del amigo”. Llegó a vivir al Rincón de las Parotas e hizo una casita a la entrada del pueblo, todavía está una palma que sembró y quedó de recuerdo. Era un buen músico, le gustaba la bohemia, tocaba la guitarra, y Onésimo Barrientos lo acompañaba con el violín. Los dos tacaban en los velorios y en las fiestas, era muy amigo de todos. Por eso lo sintieron mucho cuando aquel desconocido lo asesinó.
Claudio Bahena vivía solo y tenía milpa en el Plan del Guayabal, ahí quedó quemada la tierra que había preparado para sembrar su maíz. “Tomó el camino de la sierra pa´ su casa /porque él vivía en ese barrio del Rincón /el pobrecito ya no llegó a su dichosa /lo asesinó ese hombre infame sin razón”. Don Onésimo Barrientos recordaría al final de su vida que el asesino lo ahogó en uno de los brazos del río que están cerca de lo que ahora es la colonia El Chico. Ya tenía tres días perdido cuando lo encontraron y su cuerpo estaba blanco y todo comido por los peces.
Las autoridades lo jalaron a la orilla del río y dispusieron que ahí mismo fuera sepultado, donde estaba el árbol de chico que le da el nombre a la colonia que se fundó después en ese lugar. Hasta antes de la apertura de la carretera por ahí subía el camino que iba a la sierra y la tumba quedó visible. Durante mucho tiempo dio miedo pasar por esos solitarios lugares porque se decía que el muertito espantaba.
“Se fue Raymundo donde dijeron que estaba /a conocerlo porque estaba muy deforme /dice Raymundo a conocerle que él era /Dios te perdone ahijado Claudio Bahena.
Recibió parte el municipio de Atoyac /fue el comandante y otros cuantos federales /ellos dijeron que ahí fuera sepultado /que era imposible que al camposanto llegare.
Vuela calandria de las alitas azules /vete a Morelos pero regresa prontito /vas y les dices a los padres de Bahena /que su hijo se haya sepultado al pie de un chico”.
En El Rincón de la Parotas no supieron cuál fue su otro apellido. Sólo que se llamaba Claudio Bahena y que era de Morelos, tenía dos años que había llegado a la comunidad. Era flaco, por eso la “palomilla” le decía que se lo iba a llevar el viento.
Don Onésimo Barrientos, a sus 96 años, recordó que en ese tiempo no había carretera sólo caminos de herradura. Para venir a la sierra caminaban por toda la orilla del río y encumbraban por donde estaba el chico. Aunque en ese tiempo ya estaban trabajando en la apertura de la carretera porque Raymundo Barrientos quien fue a reconocer el cadáver andaba trabajando en esa obra.
Otros datos que recuerda la gente es que antes de salir de la ciudad, por donde ahora está la colonia Herminia L. Gómez, vivía precisamente la familia Gómez quienes invitaron a Claudio a quedarse a dormir porque ya andaba borracho y estaba lloviendo. Al comandante Leocadio Pino Ríos le tocó recoger el cadáver de Claudio Bahena. Pino Ríos fue comandante de la policía urbana en 1951-1952, 1953-1954 y una parte de 1955 porque ese año hubo cuatro comandantes. El Coco Pino, como le decían, ya de avanzada edad, caería asesinado en la década de los noventas cuando fungía como comandante de la policía comunal en la población de El Quemado.
Como dije Bertín y Lalo le suman mucho sentimiento al corrido. Todavía se sigue oyendo en algunos hogares de Atoyac y lo cantan los músicos ambulantes porque mucho lo pide la gente en los bares y cantinas.
Los directivos de la fábrica del El Ticuí, el gerente Enedino Ríos Radilla y el contador Rómulo Alvarado, junto al industrial Elías Hanan murieron el 15 de diciembre de 1951, en un accidente aéreo en la Cañada del Zopilote del cerro del Ajusco, se dice que venían de una entrevista en busca de la coordinación en la producción entre las fábricas de El Ticuí y la de Aguas Blancas. Con la muerte de los líderes se acabaron los mejores tiempos de la fábrica de hilados y tejidos Progreso del Sur Ticuí y de la cooperativa David Flores Reynada.
Enedino Ríos Radilla fue regidor de educación del Ayuntamiento de Atoyac en 1945 y candidato a diputado local en 1936 cargo que ganó, pero las componendas al interior del partido oficial le dieron el triunfo a Emilio López Torres. Ríos Radilla durante dos décadas fue benefactor de la ciudad de Atoyac, está sepultado junto a otros próceres en el panteón viejo y la escuela secundaria federal de El Ticuí lleva su nombre.
De acuerdo a la biografía escrita por Armando Fierro Gallardo especialista en la fábrica de hilados y tejidos Progreso del Sur Ticuí, Enedino Ríos Radilla nació el 14 de mayo de 1905, en el pueblo de Boca de Arroyo, muy cercano a El Ticuí. Sus padres fueron Esteban Ríos Lacunza y Juana Radilla Alejandri. Ingresó a trabajar como obrero a la fábrica de hilados y tejidos Progreso del Sur Ticuí, propiedad de las casas españolas de Acapulco. El 27 de diciembre de 1933 se suspendieron las labores fabriles por el conflicto obrero patronal, pues los propietarios no estaban de acuerdo con la creación de un sindicato al interior de la factoría, sin embargo los trabajadores continuaron la lucha hasta que se abrió de nuevo la fuente de empleo.
Entre los principales líderes del movimiento sindical figuraban Enedino Ríos Radilla, David Flores Reynada y Laureano Fierro González, quienes lucharon incansablemente solicitando al gobierno federal no sólo el reconocimiento de su sindicato, sino que se les concedieran créditos para la industria y que ésta fuera administrada en cooperativa.
A la muerte de David Flores Reynada en manos de los militares, Enedino Ríos Radilla quedó totalmente al frente de la lucha por eso invitó al general Lázaro Cárdenas del Río quien visitó El Ticuí como candidato y después como presidente de la República. La historia marca que el general se presentó en el pueblo en las instalaciones de la fábrica y entregó a los obreros la factoría el 20 noviembre de 1938, ocho meses después de haber expropiado el petróleo a países extranjeros.
Al instalarse la cooperativa que llevó el nombre de David Flores Reynada, Enedino Ríos fue nombrado gerente y Lorenzo Fierro González presidente.
“Ya como gerente de la factoría se movilizó para mantener relaciones comerciales con otras industrias y logró aumentar su producción al máximo haciendo crecer a la industria textil aumentando fuentes de empleo. Por un lado optimizaban las actividades en la empresa a su cargo y por el otro se preocupó por mejorar el pueblo. Construyó el jardín del Zócalo, con banquetas y una fuente que le daba belleza original, que combinaba con las hermosas flores de aquellos rosales que inspiraban a los enamorados al caminar por sus pasillos, este jardín fue inaugurado el 20 de noviembre de 1940”, comenta Armando Fierro Gallardo.
Enedino Ríos fundó la escuela primaria federal Valentín Gómez Farías, que estuvo ubicada en lo que hoy es la comisaría ejidal, municipal de El Ticuí y el kínder Benito Juárez, siendo la primera directora la profesora Rosa Solís, también creó una escuela de capacitación agrícola que estuvo a cargo del ingeniero agrónomo Ernesto Martínez; trajo a El Ticuí una Misión Cultural que se encargó de enseñar música, agricultura, cultura física, enfermería y economía doméstica.
Tomó de la industria textil la energía eléctrica para los hogares y proporcionó también luz eléctrica pública a todas las calles de la comunidad, convirtiendo a El Ticuí en el primer pueblo de la Costa Grande en contar con ese servicio y posteriormente se introdujo la energía eléctrica a la ciudad de Atoyac en el año de 1948. Acondicionó el llano de El Ticuí para que sirviera de campo aéreo y desde entonces fue utilizado por avionetas que prestaban servicios a la fábrica de hilados y tejidos, estableciéndose una comunicación más entre diversos lugares de la región.
Logró gestionar servicios médicos para los obreros y familiares, fundó una escuela nocturna para las personas que no sabían leer ni escribir, construyó canchas de basquetbol y acondicionó la de futbol, proporcionó becas para los hijos de los obreros para que realizaran estudios superiores y así mismo al terminar su profesión les proporcionó empleo en la misma fábrica, aportó préstamos a los trabajadores, organizó festivales cívicos y sociales donde participaban la escuela en grandes desfiles acompañados de los obreros en fechas conmemorativas de todo el año, de la misma manera organizó eventos importantes en la casa de alto de la empresa. En el tiempo que fue gerente de la industria textil se alcanzó el mayor esplendor y el pueblo disfrutó su organización, los días sábados todo era alegría, los obreros cobraban su salario de la semana y el corredor de la fábrica se llenaba de comerciantes que venían a vender de todo, era verdaderamente una fiesta, lo que generaba esa grandiosa fuente de trabajo.
Armando Fierro dice que lamentablemente en uno de sus viajes a la ciudad de Puebla, donde tenía relaciones comerciales con el industrial Elías Hanan, es precisamente a bordo de la avioneta, propiedad de este empresario, donde lo sorprendió la muerte el 15 de diciembre de 1951, al accidentarse la aeronave en el cerro del Ajusco del Distrito Federal. La búsqueda y rescate de los cuerpos resultó difícil, fue hasta el día 24 de diciembre cuando finalmente pudieron levantar los cuerpos y traerlos a El Ticuí.
Eloísa Alvarado Pano, hija de Rómulo Álvarado, comentó hace tiempo en las redes sociales: “Ellos tenían su boleto de avión comercial para volar del DF a Acapulco y de allí por carretera a El Ticuí. En el aeropuerto se encontraron al señor Elias Hanan que tenía la fábrica de Hilados y Tejidos en Aguas Blancas y se ofreció a llevarlos en su avioneta privada hasta El Ticuí”. El accidente ocurrió en Cerro del Zopilote y tardaron muchos días en encontrarlos, porque resultó que los lugareños robaron todo lo que encontraron de valor en la nave y luego la taparon con ramas para borrar evidencias, los difuntos traían mucho dinero.
Dice Eloísa: “Mi tío y mi papá habían venido al DF a cobrar dinero que le debían a la fábrica”, pero en la zona andaba un ingeniero agrónomo y una mujer le mencionó la avioneta. A raíz de eso se presentaron las autoridades de Xochimilco que martirizaron a los lugareños para que entregaran las pertenencias, “tengo entendido que como era cerca de la navidad llevaban regalos y al señor Elias Hanan…  le cortaron dedos o manos para robarle sus joyas. Al final la autoridad de Xochimilco se quedó con todo”.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Historia del Ayuntamiento XV


Víctor Cardona Galindo
Andrea Radilla Martínez en su libro Poderes, saberes y sabores. Una historia de resistencia de los cafeticultores Atoyac, 1940-1974, estudia la vida cotidiana en los mejores tiempos del café y nos comenta que entre 1940 y 1955, en los meses de abril y mayo los medianos y pequeños productores sobrevivían con el dinero que les quedaba de sus cosechas, se dedicaban sobre todo a dos actividades: a pilar café y a recoger el grano que se había caído al cortarlo, eran las mujeres y los niños quienes se ocupaban de ello, mientras los hombres deshierban las matas de café.
Andrea Radilla Martínez publicó los libros: Poderes, 
Saberes y Sabores. Una historia de resistencia de los 
cafetaleros de Atoyac, Gro. 1940-1974 en 1998. 
La Organización y las nuevas estrategias campesinas. El caso
 de la Coalición de Ejidos de la Costa Grande de Guerrero,
1980-2003, en el 2004 y Voces Acalladas. Vidas Truncadas.
 Perfil biográfico de Rosendo Radilla Pacheco en el 2002.
 Con su trabajo podemos reconstruir la vida cotidiana
 de Atoyac en la década de los cincuentas. 
Foto: cortesía de la familia.

Muchos se dedicaban en ese tiempo a otras cosas: a la siembra maíz, frijol, jitomate, chile, arroz y maimillo. Los que radicaban en Atoyac y lugares cercanos sembraban ajonjolí, algodón, eran ganaderos en pequeño y vendedores ambulantes. Luego se dedicaban a limpiar sus huertas, los chaponadores eran los mismos productores o contrataban peones de las comunidades cercanas. Se contrataba “aquellos que sabían manejar el machete costeño, porque había resistencia a contratar peones del centro del estado o de la montaña, por no saber manejarlo, pues ellos usan el machete en forma de oz”.
Las primeras auroras de la década de los cincuenta encontraron a los atoyaquenses en la prosperidad, el café subía como espuma y se comenzaba a explotar la madera de la sierra y las empresas madereras prometían construir escuelas, carreteras y centros de salud.
Se explotaba al norte de la ciudad, cerca de donde está la presa derivadora “Juan Álvarez”, una mina llamada “Los Tres Brazos” cuyos vestigios fueron borrados por el tiempo. De un gran túnel, que barrenaba el cerro, se extraía tungsteno, un mineral que se usaba para hacer los filamentos de las lámparas.
En unos de los costados del Zócalo estaba el restaurante “Germano”, propiedad de Manuel Radilla Mauleón, el favorito de la época, en una de sus paredes colgaba, todavía, un cuadro de Porfirio Díaz. Frente a ese cuadro comió Juan de la Cabada un día que estuvo aquí para dar una conferencia, con los años el escritor campechano contaría que estar frente a ese cuadro lo sacaba de quicio.
Andrea Radilla nos dice que los cortadores de café de la montaña, principalmente de Chilapa, y de la región centro del estado comenzaron a llegar en 1950, se movilizaban familias completas para participar en la recolección del grano, venían hombres, mujeres y niños. Antes de este fenómeno eran las propias familias cafetaleras las que se encargaban del corte “había intercambio de tiempo de trabajo entre familias, dos o más familias acordaban en qué orden cortarían las huertas de cada una de ellas, cada quien garantizaba su propia alimentación y cada día regresaban a sus domicilios”.
El mejor cortador se cortaba nueve latas. En ayuda de las familias cafetaleras también subían cortadores de las comunidades del bajo como: El Ticuí, Boca de Arroyo, El Humo, Los Arenales y Bajos del Ejido pero al crecer la producción de copra en sus ejidos ya no subieron a la sierra porque se convirtieron en tumbadores y sacadores de coco una actividad muy rentable.
Concepción Eugenio, Chon Nario, recuerda que para 1950 era común ver a los hombres mayores con gorras vascas, era una moda, usar ese tipo de prenda era sinónimo de respeto. En esas fecha se organizaban suntuosos bailes de disfraces, la gente acudía a pasear en las refresquerías del Zócalo, la quema del mal humor en los carnavales causaba mucha se sensación y los cómputos de las reinas era de mucha excitación para el pueblo de Atoyac, todos se involucraban.
Pero para esos años las compañías madereras ya penetraban con mucha crudeza en nuestra selva virgen. En 1950 la revista Voz enumeraba algunas de las empresas existentes que explotaban los bosques de Guerrero entre las que estaban: Compañía Maderera de Guerrero, Industria Forestal Cacho de Oro, Aserradero La Providencia y Anexas, Compañía del ingeniero José López Huesca, Compañía Reginaldo Sánchez, Compañía Industrializadora y explotadora de Madera, Fiscal Sommer y Arturo Argüello. A nuestra ciudad llegaba Agustín Miller con sus proyectos de extracción de madera y la construcción de una fábrica de papel.
El presidente de la república Miguel Alemán Valdez, arribó a esta ciudad el 15 de marzo de 1950 estuvo un breve momento en el Palacio Municipal donde fue recibido por el alcalde Benito Fierro Fierro, era el segundo presidente de la república que venía por estos lares, realizó un recorrido por toda la Costa Grande, en el camino fue abordado por algunos oradores, entre ellos los líderes del Partido Comunistas Florencio Encarnación Ursua y Miguel Arroche Parra quienes disertaron elocuentes discursos en Coyuca de Benítez y Tecpan de Galeana donde denunciaron el cacicazgo, el control de la bota militar y a los agiotistas acaparadores de copra y café.
El investigador José Carmen Tapia Gómez en su libro Economía y Movimiento Cafetalero. Del Inmecafé a la Autogestión en la Sierra de Atoyac de Álvarez (1970-1984) habla del desplazamiento definitivo de una vieja burguesía terrateniente costeña y serrana que vino a ser sustituida por una burguesía agrocomercial, precisamente ese proceso se concretó a principios de los cincuentas.
Tapia Gómez caracteriza a esa burguesía comercial de Atoyac: “los comerciantes de insumos y maquinaria que vendían implementos para la producción agrícola como fertilizantes, insecticidas, herbicidas; alimentos balanceados, carretillas, palas machetes, y todo tipo de enseres o medios de trabajo. A su lado, están los comerciantes no agrícolas, donde se ubican prestamistas y usureros. El grupo lo han constituido comerciantes cuyo negocio es la venta de artículos manufacturados o industriales de consumo doméstico (abarroteros, comerciantes de ropa, muebles, etc.)” Estos comerciantes tenían una red en las comunidades que les permitía colocar sus productos y a sus vez participar en la cadena que controlaba la producción y acaparaba la cosecha de café. 
Atoyac cambia, los grandes corredores comienzan a verse amenazados, hay que abrirle paso a los vehículos, hay que asegurar las cosechas, hacen falta bodegas, prácticamente este año los ricos comenzaron a destruir la ciudad, a cambiar la arquitectura vernácula por verdaderas cajas de zapatos, el 27 abril de 1950, el comerciante José Navarrete Nogueda inauguró su edificio comercial La Competidora que fue el primer edificio construido con dos pisos en esta ciudad.
La Segunda Guerra Mundial benefició mucho a la Costa Grande, pero al terminarse, se agudizó la crisis, el conflicto entre los copreros frente a los acaparadores hizo crisis cuando al bajo precio que pagaban, el Estado gravó un impuesto al kilo de copra y a la palmera en producción. La lucha campesina tomó un giro importante y se organizó una rebeldía para no pagar el impuesto y, al darse cuenta de la fuerza que tenían diseñaron un proyecto para deshacerse de los intermediarios y tener control sobre el proceso de producción. En ese contexto surgió la Unión Regional de Productores de Copra en 1951.
Juan Pano Ríos tomó posesión como presidente municipal el primero de enero de 1951 y como Síndico quedó José Navarrete pero este último, por sus ocupaciones, dejó su representación al regidor Benjamín Piza Armenta.
Wilfrido Fierro dice que a principios de este año llegaron a esta ciudad Roberto Guadarrama y Amadeo Castro Serafín quienes fueron los primeros industriales fabricantes de paletas de hielo y helados. El primero se instaló, en enero, en la casa de las hermanas Jiménez, en la avenida Emiliano Carranza sur número 12, promoviendo la marca “Nieto”,  el segundo, llegó en febrero y se instaló en la misma avenida en la casa número 9.
Cada vez más padres se convencían que tenían que mandar a sus hijos a la escuela, pero además había el modo, muchos eran los que alcanzaban a ser arropados con la cosecha de café y del coco en los nueve ejidos copreros que tiene Atoyac, para abastecer esa demanda de educación en 1949 comenzó a funcionar la Escuela Rural Federal, primero lo hizo en casas particulares entre ellas la de Micaela Ríos, fungiendo como directora la profesora Zoila Díaz, quien fue sustituida por la profesora  Genara Reséndiz de Serafín a partir del año 1950, ella trasladó el plantel a su casa, en la calle Álvaro Obregón número 46, y como aumentó el número de alumnos fue insuficiente el local, entonces se vio obligada a impartir las clases en el patio de aquel improvisado plantel, bajo la sombra de los árboles frutales entre ellos un viejo caimito. Es muy digno mencionar, que la profesora Reséndiz puso mucho interés para ver totalmente terminada la escuela, según los datos que aporta Wilfrido Fierro.
Hasta ese centro educativo llegó el septiembre de 1950 el campesino Rosendo Radilla Pacheco a inscribir a Romana su hija mayor, eso sería fundamental para el futuro de la escuela porque desde ese momento, quien ahora es el atoyaquense más conocido en el mundo, se dedicaría por entero a mejorar las condiciones del plantel donde estudiarían sus hijos.
La escuela Modesto Alarcón se construyó en los terrenos que donó, en 1951, la señora Matilde Casís viuda de Elías al gobierno municipal que presidía Juan Pano Ríos quien a su vez lo entregó a la Sociedad de Padres de Familia presidida por el señor  Andrés Gutiérrez, el día 10 de febrero del mismo año. En una ceremonia recibieron el terreno la directora Genara Reséndiz y el vicepresidente de la Sociedad de padres de familia Jesús Hernández Pino, por ausencia del presidente. En ese momento y por medio de votación se integró el Comité Pro-Construcción de la Escuela Rural Federal a la que se agregó el nombre del insigne maestro Modesto Alarcón. En la directiva quedaron como presidente, Rosendo Radilla Pacheco; vicepresidente, Ángel Jacinto; secretario, Manuel Barrientos Gudiño; tesorero, Jesús María Serna Vargas; vocales: Felicitas Silva, Gregorio Alcantar y Emeteria Barrientos Vda. de Reyes, quienes avocaron a su cometido a partir de esta fecha.
¿Pero quién fue Modesto Alarcón? Modesto Alarcón fue uno de los directores más ilustres que haya tenido la escuela primaria Juan Álvarez. De acuerdo a los datos proporcionados por José Hernández Meza, Modesto Alarcón llegó a esta ciudad en 1913, era originario de Xochipala, Guerrero. Además de profesor ejercía como pastor evangélico presbiteriano. Fue director de la Escuela Real de niños de 1918 a 1925. Por eso en su honor la escuela que fundó la profesora Genara Reséndiz de Serafín lleva su nombre: Escuela Primaria Modesto Alarcón, donde después fueron profesores Lucio Cabañas Barrientos y Serafín Núñez Ramos.
Según el testimonio de Cipriano Catillo Noriega, Modesto Alarcón era un señor chaparro, gordito, tenía dientes postizos y usaba lentes, daba clases en la Escuela Real, vivía en la casa que ahora es de los hijos de Leobardo Martínez. Era muy pulcro para vestir, siempre andaba con zapatos negros. El maestro Modesto Alarcón también fue fundador de una escuela secundaria en 1930.
Don Simón Hipólito recuerda que solamente dos escuelas particulares de mucho prestigio había en Atoyac. En una impartía clases el maestro Modesto Alarcón. Su escuela se ubicaba por la calle Juan Álvarez, frente a la casa de Felipe Valencia. La otra, estaba en la calle Nicolás Bravo; ya casi para desembocar a la calle Juan Álvarez. Allí impartía clases el maestro Rafael Flores.
Modesto Alarcón fue parte del comité de Defensa Rural Proletaria en 1937, año en que falleció el 13 de septiembre. Sus restos mortales están sepultados en el panteón de este lugar.
Rosa Santiago Galindo, Rosita conoció al profesor Modesto Alarcón ya de edad avanzada, así lo recuerda: “bigotudito, gordo y grande como calentano. Era güero nada más que aquí, la gente se pone morena. Vivía en la casa que ahora es propiedad de los Martínez Ramírez, eran de él las dos casas que tiene esa familia en una vivía y la otra la utilizaba como escuela”. Los hermanos mayores de Rosita estudiaron con Modesto Alarcón, tenía una escuela particular que por la mañana era primaria y en la tarde impartía clases de oratoria y escritura. Formaba a sus alumnos como políticos y escritores.
El primero de abril de 1951 tomó posesión como gobernador Alejandro Gómez Maganda, el patronato pro construcción de la nueva escuela fue a buscarlo hasta Chilpancingo para exponerle el problema y como resultado obtuvieron la promesa de apoyo económico y de personal técnico y todo lo necesario para construir el edificio, que por cierto hace apenas unos días fue demolido.