martes, 26 de febrero de 2019

Crónicas del Palacio XIX


Víctor Cardona Galindo
De acuerdo a diversas fuentes el Terrorismo de Estado en México, comenzó a partir del 23 de septiembre de 1965, después del ataque del Cuartel Madera en Chihuahua por parte del Grupo Popular Guerrillero, el gobierno respondió con represión hacia la población civil. Antes ya estaban las masacres en contra de los seguidores de Enrique Guzmán, el encarcelamiento de profesionistas y ferrocarrileros que luchaban por una mejores prestaciones salariales y mejores condiciones de trabajo. 
Doña Rosario Ibarra de Piedra toda una vida de lucha en búsqueda
 de los desaparecidos políticos. Foto: Archivo fotográfico de la Comisión
de la Verdad
.

En el estado de Guerrero, a partir del primero de abril de 1957, después de la toma posesión el general Raúl Caballero Aburto comenzaron una serie de ejecuciones extrajudiciales. Murieron muchos delincuentes, pero también gente inocente que por una simple denuncia fueron asesinados por la Policía Judicial.
Muchos campesinos llegaban a las cárceles municipales, de ahí los sacaba la Policía Judicial y en camino los iba ejecutando, sin mediar ningún juicio, ninguna investigación. Incluso los jefes de las policías municipales tenían permiso para ejecutar a los detenidos en flagrancia o por acusaciones de los vecinos. En Atoyac se hicieron famosos lugares de la muerte, como el Charco Largo y La Trozadura, donde aparecieron muchas personas ejecutadas.
Eso provocó que el pueblo se inconformara y se formara la Asociación Cívica Guerrerense que integró a todos los sectores sociales, incluyendo a miembros del mismo Partido Revolucionario Institucional (PRI) la exigencia de la destitución de este gobernador criminal fue una demanda generalizada.
Se hicieron muchas manifestaciones de protesta hasta que el 30 de diciembre de 1960, el Ejército disolvió violentamente una manifestación en Chilpancingo con un saldo de 13 muertos, 17 heridos y cientos de encarcelados. Eso provocó la desaparición de poderes y la caída del gobernador Raúl Caballero Aburto.
A un a pesar de la masacre el movimiento cívico siguió y se organizó para participar en las elecciones de gobernador, los actos de intimidación y manipulación que se dieron en las elecciones fueron terribles. Se consumó un fraude electoral y se vinieron más manifestaciones. Una de ellas la del 31 de diciembre de 1962 fue reprimida en Iguala, con muchos muertos y heridos. El líder cívico Genaro Vázquez Rojas fue responsabilizado de esa masacre y luego detenido. La matanza del 18 de mayo de 1967, luego vendrían la masacre de copreros el 20 de agosto de ese año y el enfrentamiento con militares al escaparse Genaro Vázquez de la cárcel de iguala el 22 de abril de 1968. La gota que derramó el vaso, a nivel nacional, fue la masacre del 2 de octubre, a partir de ahí muchos jóvenes voltearon a ver a los embriones guerrilleros que ya crecían en la sierra de Guerrero.
En aquellos años, con la represión vinieron por primera vez los caminos, las primeras clínicas y las primeras escuelas secundarias de la sierra. Aunque la apertura de la carretera a las comunidades de la sierra favoreció el cerco a la guerrilla y la represión sobre esos mismos pueblos que se debían beneficiar con dicha obra. Las canchas de basquetbol que se construyeron también sirvieron para que aterrizaran los helicópteros para llevarse a la gente detenida.
Aunado a la campaña militar, llegó en Plan Integral de Desarrollo que construyó carreteras, centros de salud, escuelas y fortaleció de las actividades del Instituto Mexicano del Café (Inmecafé).
El Ejército convirtió la sierra en un gran cementerio. Llama la atención el caso de La Peineta. En ese lugar el 28 de junio de 1971 el Ejército logró cercar por segunda ocasión a los genaristas. Los mandos de la 27 Zona Militar informaron: “Por el rumbo de La Peineta a las 14:15 horas tropas al mando del subteniente Florencio Salvador Sánchez Garduño del 32 Batallón de Infantería sostuvieron un enfrentamiento con guerrilleros salió herido el soldado Agustín Arizmendi y muertos cinco maleantes de quienes se desconoce sus nombres”.
Genaro y su grupo lograron huir, aunque dejaron en el lugar un portafolio con fotos que cayó en manos del gobierno. Cinco campesinos del lugar fueron detenidos por el ejército: Eusebio Arrieta Memije, Miguel Cadena Diego, Crescencio Calderón Laguna, José Ramírez Samaycón e Inocencio Calderón.
Según el informe de la Fiscalía Especial: “Fueron vistos en el retén militar cuando estaban detenidos, ya que fueron a protestar por el atropello; los habían llevado a El Paraíso y el oficial del Ejército les dijo que ahí los tenía detenidos. Sin embargo, estas personas continúan desaparecidas. Es muy probable que el ejército haya ejecutado a estas personas”.
En esos días enrarecidos y de ocupación militar sin precedentes, desapareció Juan García Fierro en los días últimos de 1971. Fue el primer desaparecido político en la región de Atoyac, ligado al Partido de los Pobres, aunque la policía política lo vinculaba, al igual que a Hilda Flores, con Genaro Vázquez Rojas y en los informes de la época lo hacían responsable de todos los panfletos que circulaban en la ciudad en contra del gobierno.
En determinado momento en los informes militares se dejó de hablar de detenidos y todos se convirtieron en “paquetes para su revisión” o “paquetes para investigación”. Nunca más se habló de nombres.
Los guerrilleros de refacción, eran campesinos que detenían en los pueblos, los vestían de militares y los obligaban a cargar las mochilas de los soldados. Muchos de ellos seguramente fueron asesinados donde hubo escaramuzas con la guerrilla de Lucio Cabañas, como ocurrió en La Polvosa, La Pascua, arriba de Achotla y El Posquelite. Es probable que donde hubo enfrentamientos, en el año de 1974, haya campesinos inocentes y guerrilleros sepultados.
El gobierno no puede negar que tuvo a muchos campesinos en sus manos. Hay escritos donde se documenta su entrada al Campo Militar Número Uno, pero no su salida. También de su entrada a la base aérea de Pie de la Cuesta de donde algunos salieron otros no. Muchos campesinos fueron desaparecidos en el contexto de los secuestros que realizaba la guerrilla.
En un principio los detenidos en los operativos militares de 1969, 1970 y 1971 eran concentrados en el aeropuerto de Pie de la Cuesta. Esos detenidos todavía regresaron a sus hogares. Después de 1972 el Campo de Concentración fue el cuartel de Atoyac, el de la colonia Mártires, donde ahora está la Ciudad de los Servicios. Luego a partir de 1975 vino la etapa de los Vuelos de la Muerte, se dice que muchos detenidos fueron arrojados al mar.
Algo que no se ha podido indagar es: ¿Qué pasó con los soldados encargados de las desapariciones? ¿Cuál fue su destino? Nada más se sabe que hubo instalaciones militares habilitadas para acciones encubiertas como la sede del Segundo Batallón de la Policía Militar, al mando del capitán Francisco Quirós Hermosillo que tenía su sede en el Campo Militar Número Uno.
Masacres
Los pueblos vivieron momentos de terror. La masacre del  24 de abril de 1973 en Los Piloncillos, donde fueron fusilados por militares: Crescencio Reyes de 60 años, Toribio Peralta de 19, Margarito Valdez de 60, Santos Álvarez de 20, Eleazar Álvarez de 16, y Saturnino Sánchez de 70 años, quienes fueron acusados de ser bastimenteros de Lucio Cabañas Barrientos.
“El 24 de abril de 1973, era una mañana fría en Los Piloncillos donde vivía Saturnino Sánchez García el más longevo del pueblo, tenía 70 años, con su esposa María Romero. Saturnino era considerado el patriarca del lugar, estaba inválido de ambas piernas. Así los soldados lo sacaron a rastras y fue vilmente masacrado”, escribió en el periódico Opina Hoy, del miércoles 22 de diciembre de 1999, Ángel Custodio Reyes Serrano quien fuera en aquel tiempo agente del Ministerio Público en Atoyac.
“Los soldados a su vez, saquearon y golpearon a diestra y siniestra, y de las demás viviendas, sacan del interior a los campesinos: Margarito Valdez, Crescencio Reyes, Santos Álvarez, Eleazar Álvarez y Toribio Peralta, estos dos últimos, de 15 y 17 años de edad, quienes violentamente son llevados a la pequeña cancha de basquetbol de la comunidad, en donde de manera por demás cobarde y artera, y sin explicación alguna, son masacrados por la espalda, sin darles el mínimo derecho para su defensa”.
 “Se oyó un estruendo y luego escuchamos unos gritos. Bajó un niño, el niño de mi tío que tenía como seis años dando de gritos y llegó corriendo y dijo, tía mataron a los señores”, narró un testigo, de la masacre en Los Piloncillos.
“Ese 24 de abril, a las ocho y media de la mañana, un grupo de hombres vestidos de blanco, con un pañuelo rojo al cuello y armados, atravesaron corriendo Los Piloncillos. Al mismo tiempo, al menos 400 soldados con cuatro tanques rodeaban el pueblo y sacaban a hombres, mujeres y niños de sus casas y los llevaban al centro del pueblo. A cinco hombres de diferentes edades: Chencho Reyes, Toribio Peralta, Margarito Valdez, Santos Álvarez y Eleazar Álvarez, fueron obligados por los soldados a colocarse “con el rostro hacia el paredón grande, cubriéndose los ojos y por detrás les tiraron -recordó doña Francisca-, nomás les preguntaron que dónde estaba el bastimento de Lucio Cabañas”, escribió Gloria Leticia Díaz en la revista Proceso.
Mientras que a Saturnino Sánchez de 70 años, lo mataron en su casa, entre dos soldados, lo agarraron, uno se puso en una puerta y otro en otra y le dispararon.  Benito González Leyva, fue detenido con Silvestre Calderón, pero fueron liberados antes de llegar al paredón, después de recibir una golpiza.
Los cinco cayeron juntos y a Saturnino le dieron muchos balazos, una banca quedó destrozada, lo mismo una trozadora de madera. Francisca que es hija de Saturnino dijo a Proceso esa vez: “De mi papá quedaron pedazos de carne pegados en la pared, sus tripas en el piso. A los demás los desbarataron de la cara y el cuerpo. Cuando terminó la balacera las señoras recogieron quijadas, brazos piernas, y los enterraron en petates, sábanas y costales. Mi papá sí tenía una gaveta que le mandó hacer una tía antes de que esto pasara. Cuando los enterraron pusieron a tres en una tumba, a dos en una y a mi papá aparte”.
La movilización militar, duró cuando mucho media hora, e inmediatamente los soldados salieron hacia El Paraíso, en helicópteros que ya los esperaban. Más tarde descubrieron bombas molotov que estaban alrededor del pueblo, y se enteraron de que serían utilizadas si no encontraban hombres.
“No supimos ni qué batallón fue, y los de blanco yo creo que eran también guachos que se cambiaron, porque no los vimos salir, luego estaba todo rodeado, eran como 400 soldados. Quedamos con miedo de los guachos, luego gritaban que iban a pasar y pensábamos que iban a hacer lo mismo. Mi esposo, mis hijos y mi suegro nos venimos a El Paraíso al día siguiente del entierro”, le dijo doña Francisca Sánchez a Gloria Leticia.
La gente vivía en la zozobra pues se rumoraba que bombardearían los pueblos que estaban acusados de colaborar con la guerrilla, la gente vivía presa del rumor y el miedo. El 17 de agosto de 1974 elementos del ejército sometieron a un bombardeo el lugar conocido como El Otatillo arriba de Los Tres Pasos, principalmente el lugar conocido como Los Cajones que se encuentra entre los ejidos de El Camarón y Los Valles. “Se escucharon treinta y ocho explosiones, tal vez de bazucas, tal vez de morteros. Después columnas de soldados descendieron, protegidos por helicópteros y aviones”, nos comenta don Simón Hipólito Castro, en su libro Guerrero Amnistía y Represión.
También en 1974 bombardearon el cerro de Mojileca. Azorados ojos campesinos veían como los aviones a toda velocidad dejaban caer bombas, se escucharon muchas explosiones. Se dice también que en Zintapala, helicópteros ametrallaron a una patrulla militar que acampaba en lo espeso de la selva. También hubo “fuego amigo” dirían ahora.


viernes, 22 de febrero de 2019

Rosendo Radilla Pacheco, líder cívico y compositor de corridos (Segunda y última parte)


Víctor Cardona Galindo
En uno de los pasajes de su libro Voces acalladas. (Vidas truncadas), Andrea Radilla recuerda que su padre, don Rosendo Radilla Pacheco, cuando acudía a la sierra a cortar sus huertas: “Disfrutaba de limpiar de hiedras cada mata de café que los chaponadores dejaban con monte, se paraba entre el plantío de café y miraba detenidamente la copa de los árboles, como queriendo escalarlos y observar desde arriba eso que él llamaba una gran riqueza. Se le oía decir que la madre naturaleza había creado dos cosas maravillosas: la mujer y el café… Miraba el café cereza recién cortado apilado en grandes montones en el asoleadero, listo para ser rastrillado y extendido, sonreía y cerraba los ojos como queriendo retener aquella imagen. Con mucha paciencia le quitaba las hojas y tallos que los peones al no cortar bien desprendían. Le gustaba la sierra por todos sus olores a café cereza, a café recién hervido, el aroma a leña y el de las tortillas recién hechas”.
Al micrófono don Rosendo Radilla Pacheco abandera una escolta escolar.
Foto: Cortesía de la familia Radilla.

El caso Rosendo Radilla Pacheco ha causado una revolución en la legislación mexicana y las modificaciones a las leyes que ha provocado servirán para que otros casos de desaparición forzada y de violaciones a los derechos humanos cometidos por militares sean castigados. Las instancias internacionales han concluido que su caso formó parte de “un patrón de detenciones, tortura y desapariciones forzadas de personas militantes de la guerrilla o identificados como simpatizantes”.
Rosendo Radilla Martínez declaró ante la Corte Interamericana de los Derechos Humanos que un militar en el retén le dijo a su padre que lo detenían por componer corridos. Don Rosendo Radilla hizo muchos corridos pero especialmente llama la atención uno que trovó con el título de El Guerrillero: “Señores soy campesino/ del estado de Guerrero/ me quitaron mis derechos/ y me hicieron guerrillero. Dejé a mi madre, a mis hijos/ y también a mi mujer/el pueblo siempre ha sufrido/ lo tendré que defender…Ya me lancé a las montañas/ tal vez esa fue mi suerte/ de defender a mi pueblo/ aunque me cueste la muerte.”
En el archivo General de la Nación se encontraron evidencias de que los cuerpos policiacos lo vigilaron durante 11 años antes de desaparecerlo. Fue seguido por los “orejas” desde 1963 en todas sus actividades, desde que fue secretario de acción campesina de la Asociación Cívica de Guerrerense, la familia siempre sospechó de Víctor López el ebanista de la Carpintería Castro ubicada frente al domicilio de Rosendo Radilla quien  “fue un mercenario, vigilante de tiempo completo que se apostaba en la calle para laquear los muebles o forrar las cajas de muerto, una mirada hacia abajo, sobre el objeto de su trabajo y otra hacia delante para registrar lo que sucedía en la casa de enfrente”, escribió Andrea Radilla.
En los sesentas y setentas los policías políticos estaban hasta en la sopa, los había de cantineros, de chalanes, de coimes y gente que compraba lo robado. El gobierno quería saberlo todo. Había personas también que delataban a los enemigos del régimen sólo para recibir una palmadita del jefe militar.
Genaro Vázquez Rojas frecuentó la casa de Rosendo Radilla Pacheco cuando visitaba la ciudad de Atoyac para promover la Asociación Cívica Guerrerense y en su casa llegaron a realizarse muchas reuniones de esa agrupación. No hay indicios de que don Rosendo haya participado como guerrillero en la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR), pero “se incorporó a la red de apoyo logístico”. El líder cívico le mandaba armas para que se las arreglara y Lucio llegó a invitarlo para que lo visitara en la sierra. A Genaro le hizo un corrido cuyo primer verso dice: “Voy a cantar un corrido/ a todo México entero/ yo les contaré la historia/ de un maestro guerrillero/ Genaro Vázquez fue el hombre/ que al rico dejó temblando/ del campamento Morelos/ ordenaba sus comandos/ ve a traer a esos hombres/ que al pueblo siguen robando.”
La familia desplegó una intensa actividad de búsqueda desde que fue desaparecido y acudieron a diversos foros nacionales e internacionales para denunciar su desaparición forzada. Andrea escribió el libro Voces Acalladas (Vidas truncadas). Perfil biográfico de Rosendo Radilla Pacheco, mientras que Tita Radilla Martínez se especializó en la defensa de los derechos humanos y desde hace muchos años es la vicepresidenta de la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos Políticos y Víctimas de las Violaciones de Derechos Humanos en México (AFADEM) y desde esa trinchera no ha descansado ningún momento en la exigencia de que el Estado mexicano le entregue a su padre.
Ahora Tita está cansada y enferma, quizá sus males sean el resultado de una vida de sobresaltos y de los múltiples actos de intimidación que ha sufrido por parte del gobierno mexicano.
El 15 de noviembre del 2001, el AFADEM  y la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos A.C. (CMDPDH) presentaron la denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por la desaparición de Rosendo Radilla Pacheco, esta instancia luego turnó el caso a la Corte Interamericana de los Derechos Humanos (CoIDH) con esto la familia Radilla abrió un camino para llevar los casos a la justicia internacional y por eso el gobierno mexicano ha hecho actos simulando que trabaja en la localización del dirigente cívico desaparecido.
La supuesta búsqueda de los restos ha llevado a la Procuraduría a realizar tres excavaciones en el antiguo cuartel militar de Atoyac donde ahora funciona el Ayuntamiento Municipal, las diligencias comenzaron el  2 de febrero del 2008, cuando se realizó el escaneo con un geo radar del terreno en esas instalaciones castrenses donde Rosendo Radilla Pacheco fue visto por última vez, bajo la sospecha de que los militares habrían sepultado los restos de los desaparecidos en este predio.
Luego la Procuraduría General de la República (PGR) realizó las primeras excavaciones el 7 de julio de 2008 a las 9 de la mañana cuando se presentaron el agente del Ministerio Público federal José Antonio Dávila Camacho y más de 140 personas enviadas por la PGR que participaron en los trabajos en el predio donde se ubicaba el campo de tiro del 49 Batallón de Infantería. De estas diligencias no hubo resultados satisfactorios.
El 7 de julio del 2009, se llevó a cabo la audiencia pública en la sede de la CoIDH en San José, Costa Rica, a la que asistió como representante del Estado Mexicano el secretario de gobernación Fernando Gómez Mont, quien defendió al ejército mexicano y al fuero militar, ahí participaron Tita y Rosendo Radilla Martínez, quienes dieron su testimonio sobre la desaparición de su padre.
Después el 15 de diciembre del 2009 la Corte Interamericana dictó sentencia por el caso Rosendo Radilla, en la cual, principalmente, pide limitar el fuero militar. La resolución dice que: “frente a situaciones que vulneren derechos humanos bajo ninguna circunstancia puede operar la jurisdicción militar” el procesamiento de los responsables “corresponde siempre a la justicia ordinaria”.
La Corte ordenó a México: La investigación y sanción de los responsables en la detención y desaparición de Rosendo Radilla, así como la localización de sus restos, la realización de un acto público de reconocimiento de responsabilidad de los hechos. La elaboración de una semblanza, así como la colocación de una placa alusiva a su memoria en su natal Atoyac.
La sentencia pide reformar el artículo 57 del Código de Justicia Militar y reformar el artículo 215 A del Código Penal Federal. También brindar atención psicológica o psiquiátrica de forma inmediata a los familiares, pagar 240 mil dólares por concepto de reparación de daño material y moral a los familiares y publicar el fallo en el Diario Oficial de la Federación y la página web de la Procuraduría General de la República.
Presionado el gobierno por esto la PGR realizó el 19 de octubre del 2010, a las ocho de la mañana las segundas excavaciones en el campo de tiro de lo que fue el 49 Batallón de Infantería, sin que tampoco se hayan tenido resultados.
El 12 de junio del 2011, la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió: “que los militares responsables de violaciones a los derechos humanos de civiles deben ser juzgados por la justicia ordinaria y no por tribunales castrenses”. El ministro presidente de la Corte Juan Silva Meza señaló que: “bajo ninguna circunstancia puede operar el fuero militar en violaciones a los derechos humanos que afecten a civiles”
Posteriormente el 31 de octubre del 2011, la PGR inició las terceras excavaciones que terminaron el sábado 12 de noviembre con lo que terminaron de escarbar todo el campo de tiro y zonas aledañas. Sin embargo, los familiares quedaron insatisfechos con esas diligencias porque los ministerios públicos solo se basaron en suposiciones y no mediaron para ello investigaciones serias.
Como para calmar a la opinión pública y reducir la presión internacional el 17 de noviembre de 2011 en un acto que se llevó a cabo en el Zócalo de la ciudad de Atoyac, sin la presencia de los familiares de Rosendo Radilla Pacheco, las autoridades de los tres niveles de gobiernos develaron la placa en honor al líder cívico.
El encargado del despacho de la Secretaría de Gobernación Juan Marcos Gutiérrez González, acompañado de la Secretaria de Relaciones Exteriores Patricia Espinosa Cantellano y del gobernador Ángel Aguirre Rivero, ofreció disculpas públicamente a la familia Radilla Martínez por la desaparición de Rosendo Radilla Pacheco y en la fachada del DIF municipal develaron una placa en honor al líder cívico. Que dice:
El Estado Mexicano devela la presente placa a la memoria de Don Rosendo Radilla Pacheco y de las víctimas de desapariciones forzadas ocurridas en las décadas de los 60 y 70, en un ‘contexto sistemático de violaciones a los derechos humanos’, según lo señalado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en su resolución…Lo anterior, se hace en cumplimiento a lo ordenado por la citada corte en el caso Rosendo Radilla Pacheco vs. Estados  Unidos Mexicanos, en virtud de su desaparición forzada por agentes del Estado el 25 de agosto de 1974, en un retén militar de esta población. Este lamentable suceso ha dejado invaluables lecciones a la nación mexicana… El Estado reconoce la incansable búsqueda de sus familiares, por la justicia, verdad y reparación… Atoyac de Álvarez, Guerrero a 14 de noviembre del 2011”.
La placa quedó colocada en una de las paredes frontales del viejo palacio municipal y en  donde durante los últimos seis años ha funcionado el DIF municipal.
“Juan Marcos Gutiérrez dijo que el caso de desaparición de Rosendo Radilla no puede quedar en la impunidad y que el gobierno está trabajando en la identificación de los responsables para castigarlos con el peso de la ley”, escribió Francisco Magaña de Jesús.
Este fue un acto a todas luces amañado porque como público usaron a los padres de familia que acudieron a acompañar a sus hijos que iban a recibir bicicletas de parte del gobierno del estado.
La publicación del libro sobre Rosendo Radilla no satisfizo a los familiares, quienes pidieron una publicación de mayor calidad donde ahora participarán con sus relatos toda la familia, la indemnización económica no ha sido cobrada por los familiares, quienes primero esperan resultados en la búsqueda de los restos y castigo a los culpables.
Rosendo Radilla Martínez, con esa veta de trovador que heredó, le compuso un corrido a su padre: “Voy a cantar un corrido/se lo dedico a mi padre/ él es Rosendo Radilla/un luchador incansable… Siempre al lado del pueblo/ por mejores condiciones/ luchó contra la injusticia/ de gobierno opresores… Líder de la Costa Grande/ del estado de Guerrero/ en un retén militar/ lo tomaron prisionero… Ejército mexicano/ que triste papel jugaste/ con tus narco-generales/ al pueblo pobre mataste. La defensa nacional/ la población atacó/ y sus demandas sociales/ con balas solucionó… Por buscar la democracia/ el pueblo fue reprimido/ asesinaron algunos/ otros desparecidos… Desaparición forzada/ delito internacional/ México no lo castiga/ por pura complicidad… México lindo y querido/ nidito de impunidad/ se ha regado mucha sangre/ y tú no puedes cambiar.
Son heridas que no cierran/ no pueden cicatrizar/ el terrorismo de estado/ no se nos puede olvidar… El postinero señores/ su caballo preferido/ lo seguirá cabalgando/ por esos mismos caminos… Ya me voy, ya me despido/ no se les vaya olvidar/ como el caso de mi padre/ hay mil 300 o más.”

jueves, 21 de febrero de 2019

Rosendo Radilla Pacheco


 Víctor Cardona Galindo
El sol da de lleno en la curva que está en la carretera que va al puerto de Acapulco pasando Cacalutla antes de tomar la recta de la Colonia Cuauhtémoc. Durante muchos años estuvo ahí una parota muy frondosa, por eso era el lugar favorito de los militares para poner su retén. De ese lugar se llevaron detenido el 25 de agosto de 1974, a Rosendo Radilla Pacheco líder cívico y compositor de corridos. Un hombre que había puesto su vida al servicio de la comunidad. Ahora es el atoyaquense más conocido en el mundo porque su caso de desaparición forzada se ha ventilado en tribunales internacionales.
Don Rosendo Radilla Pacheco cuando fue
presidente municipal de Atoyac. Foto. Cortesía
José Hernández Meza.

Lo bajaron del autobús cuando iba en compañía de su hijo menor Rosendo Radilla Martínez rumbo a Chilpancingo. Al salir de la curva el camión de la Flecha Roja se detuvo y los soldados bajaron a los pasajeros entre ellos iba un delator fue “un hombre moreno alto” el que lo señaló y desde el medio día de esa fecha Rosendo Radilla Pacheco quedó en manos de los militares que son los responsables de su destino.
Radilla Pacheco fue presidente municipal de Atoyac, era cafeticultor, ganadero, actor, gestor público y un magnífico padre de familia, fue hijo de Agustina Pacheco Ramos y de Felipe Radilla Radilla. Nació el 1º de marzo de 1914, en las Clavellinas una pequeña comunidad de cinco casas “construidas en medio de muchos árboles de mango y a un lado del arroyo de agua muy clara”, cuenta Andrea Radilla Martínez en Voces acalladas (Vidas truncadas) Perfil biográfico de Rosendo Radilla Pacheco, el libro que trata sobre su padre desaparecido.
Se casó en 1942 con Victoria Martínez Neri. Con quien tuvo 11 hijas y un hijo: Romana, Andrea, Evelina, Rosa, Tita, Ana María, Agustina, Ma. Del Carmen, Ma. Del Pilar, Judith, Victoria y Rosendo.
De la desaparición de don Rosendo se platican algunas versiones: que fue visto por última vez en las instalaciones del cuartel de la colonia Mártires, que los militares lo obligaron a cantar el corrido que le compuso a Lucio Cabañas cuya primera estrofa dice así: “Voy a cantar un corrido/al pueblo y a la nación/ de un hombre que es guerrillero/nacido de buena mata/se llama Lucio Cabañas/heredero de Zapata/sierra madre de Atoyac/sierra maestra suriana/ donde tiene sus guerrillas/igual que las de Galeana”. Que luego de hacerlo cantar los soldados lo pusieron en medio de dos filas y se lo llevaron rumbo a donde ahora está la colonia Pindecua. “Ya detenido Rosendo no se rajó, no escondió sus simpatías y cantó sus corridos delante de los mismísimos guachos”.
Otra versión es que el expresidente municipal estuvo detenido tres días en esas instalaciones militares antes de subirlo a un helicóptero para desaparecerlo.
Álvaro López Miramontes, en el prólogo del libro de Andrea Radilla, afirma: “Su único delito fue haber simpatizado con las causas sociales que enarbolaron Genaro y Lucio”, de estos dos guerrilleros compuso corridos “y cantó los que la tertulia familiar y su círculo de amigos le pidió” sin dejar ninguna duda de su simpatía: “Revolución Socialista/ el pueblo te está esperando/con Cabañas a la cabeza/nos’tamos organizando son letras de su corrido a Lucio Cabañas.
Como líder campesino formó parte de la mesa directiva de la Asociación Agrícola Local de Cafeticultores de Atoyac de Álvarez (constituida el 2 de julio de 1954), fue suplente del presidente Benito Fierro Fierro y participó en cuantas iniciativas y movimientos se generaron para mejorar la vida de los campesinos.
El 1 de enero de 1955, tomó posesión la administración municipal encabezada por Jesús María Serna Vargas (que estaría a cargo durante el periodo 1955-1956 del H. Ayuntamiento) La plantilla la integraban: como síndico Trinidad Vega Astudillo. Eran regidores: Samuel Santiago Díaz, Demetrio Castro Girón, Rosendo Radilla Pacheco, Antonio Paco Leyva y Genara Reséndiz, pero el 20 de mayo fue desaforado el alcalde Jesús María Serna Vargas y por acuerdo de los ediles quedó en su lugar el señor Rosendo Radilla Pacheco, quien tampoco terminó el periodo constitucional ya que fue depuesto el 31 de agosto de 1956 y en su lugar pusieron al doctor guatemalteco Segundo de la Concha, un presidente allegado a los grupos locales del poder.
El cronista de la ciudad Wilfrido Fierro escribió que el 31 de agosto de 1956 “el Presidente municipal Rosendo Radilla Pacheco, es desaforado de su encargo por instrucciones del gobernador del Estado Ing. Darío L. Arrieta Mateos, quedando en su lugar un consejo Municipal a cargo del Dr. Segundo de la Concha y como Síndico el señor José Ortega Granados”.
Entre las obras construidas durante la corta gestión de Rosendo Radilla están los primeros cuatro puestos del mercado municipal, adquirió el primer camión para el servicio de limpia que hubo en la ciudad. Construyó el cuartel militar que estaba ubicado en El Calvario. “El año 1956, durante la Administración Municipal del señor Rosendo Radilla Pacheco, se formó el patronato Pro-Construcción del Cuartel, integrado por el Sub Recaudador de Rentas señor Rosendo Leyva y Alberto Divicino, Delegado de Tránsito Local y el citado Presidente logrando construir la obra en el lugar conocido por el Calvario”, apuntó el cronista de la ciudad.
Como líder político fue Secretario General del Comité Regional Campesino (de 1956 a 1960) desde ese puesto gestionó escuelas para varios poblados de la Sierra y se hacía cargo de conseguir maestros cuando hacían falta. Formó parte del Comité Pro construcción del Hospital Rural, hoy centro de salud de la Parota. “El 14 de octubre de 1956 se formó el comité ‘Pro- Construcción del Hospital de los Servicios Cooperativos’; quedando como Presidente el señor Rosendo Radilla Pacheco” quien ya había sido depuesto de la presidencia municipal y se iniciaron los trabajos de construcción de la obra en los terrenos de la Colonia Manuel Téllez, en los terrenos que don Rosendo había donado.
En 1959 don Rosendo Radilla Pacheco fundó la colonia Manuel Téllez, que en un principio se llamaba colonia Ejidal, pero como no era ejido, le cambió el nombre por el del líder agrarista Manuel Téllez, quien fue su padrino y a las calles les impuso el nombre de todos los revolucionarios de la región que pelearon en el movimiento agrario de 1924.
Además de la gestión para la construcción de la escuela “Modesto Alarcón”, Rosendo Radilla participó en la creación de la Escuela Secundaria Federal de Atoyac, la secundaria técnica de Río Santiago y la primaria Lázaro Cárdenas de Atoyac. Cuando se estaba construyendo la escuela Modesto Alarcón se montaban obras de teatro para recabar fondos y Rosendo Radilla se apuntaba como actor, en una ocasión hizo el papel de cantinero.
En 1965 participó en el Comité Estatal de la Liga Agraria Revolucionaria del Sur “Emiliano Zapata”, que en ese momento mantenía una alianza con una fracción de la Central Campesina Independiente.
Como líder campesino era un hombre comprometido con sus ideales, formado bajo la influencia de líderes locales, con amor a la tierra y a su gente, de acuerdo con Andrea Radilla “La revolución que marcó a Rosendo no era la de Mariscal, de quien nunca habló, era la de Pablo Cabañas a quien le llevaba bastimento, la de Feliciano Radilla que podía con los verdes, la de Manuel Téllez que sin miedo se enfrentó a los terratenientes y la de Lázaro Cárdenas que les entregó las tierras”.
Además de las múltiples notas informativas que se han publicado en los diferentes medios de comunicación, sobre Rosendo Radilla Pacheco se han hecho diversas publicaciones, una es el libro: Voces acalladas (Vidas truncadas) Perfil biográfico de Rosendo Radilla Pacheco escrito por su hija Andrea Radilla Martínez y el documental  12.511 Caso Rosendo Radilla. Herida abierta de la Guerra Sucia en México  que Berenice Vázquez Sansores y Gabriel Hernández Tinajero produjeron en el año 2008, mismo que se presentó por primera vez el 5 de febrero de ese año en la Ciudad de México en el Cine Diana del paseo de la Reforma a las 11 de la mañana.
También salió a circulación este 2012 el libro El Caso Radilla. Estudios y Documentos. Su primera edición consta de 1064 páginas. En el anunció que viene en el Boletín Bibliográfico Mexicano de la Librería Porrúa dice que “el llamado Caso Radilla marca una serie de cambios trascendentales en el sistema jurídico mexicano; la restricción en la interpretación de la jurisdicción militar; el cambio en un novedoso sistema de control constitucional de tipo mixto; el primer y extenso entendimiento al status de los derechos humanos contenidos en los tratados internacionales dentro del orden jurídico nacional a partir de la reforma en materia de los derechos humanos del 2011; y a la función normativa de las resoluciones y precedentes de la CoIDH”.
A partir del Caso Radilla, los derechos humanos deberán cumplir una función normativa concreta que, por importante que ésta sea, no esté explicitada de suya en la propia reforma constitucional mencionada. Como autores del libro figuran: José Ramón Cossío Díaz, Raúl M. Mejía Garza y Laura Patricia Rojas Zamudio.
Como se ve Rosendo aún en su ausencia sigue provocando cambios y es un gran dolor de cabeza para el estado mexicano. Él era un campesino que cultivaba coco, maíz, calabaza y ajonjolí. El Postinero su caballo consentido, “era negruzco lo había hecho un caballo bailador, estaba entrenado para lucirlo en los desfiles y jaripeos”, comenta el cronista José Hernández Meza.
Antes tuvo un caballo tordillo al que le decían El Güero. Era un ganadero muy dedicado, tenía el chiquero de sus becerros en el paraje conocido como La Dicha (hoy colonia Benito Juárez). Era dueño de muchas vacas suizas. Sembró una huerta de coco en Boca de Arroyo y también era propietario de huertas de café, una se llamaba La Quemada y la otra La huerta de Los Tejones en San Vicente de Jesús, donde tenía una casa.
Cuando lo detuvieron, en el retén de la carretera, llevaba el dinero que le habían dado por la venta de una de sus huertas, lo quería para comprar una propiedad en Chilpancingo. “El que lo desapareció se quedó también con el dinero”.
“Una vez –recuerda José Hernández- en Cerro Verde vio un anciano indígena temblado del frío, don Rosendo se quitó el saco y se lo dio para que se cubriera, llegó en pura camisa hasta Atoyac a pesar de que faltaba mucho trecho para dejar la zona del frío aquel día”. Andrea Radilla dice en su libro que su padre era “muy friolento” llegó hasta el sacrificio personal por hacer el bien, la gente lo buscaba en San Vicente de Jesús. “Tanto esta casa como la de Atoyac siempre estaban llenas de gente que lo buscaba por cualquier tipo de problemas…Para pedir una novia raptada o huida, para los gastos de una boda, para sacar un preso y por supuesto pagar la multa, para un enfermo que no tenía dinero, para registrar a un niño o para enterrar algún difunto cuyos familiares no podían hacerlo. Para estos gastos siempre había dinero y si no, había que vender un becerro o una vaca según el caso”.
Don Rosendo se crio en Las Clavellinas desde muy niño estuvo al cuidado de los animales y aprendió a lazar con maestría, por eso tenía la habilidad para domar caballos cerriles y sabía castrarlos “para que se pusieran bonitos y utilizarlos en la charrería”. Era un apasionado de los jaripeos y la charrería, “cuando prestaba sus toros para un jaripeo le gustaba que fueran adornados con cadenas de papel de china al momento de pasearlos por las calles seguidos del Chile Frito”.
En una ocasión prestó un toro para el rodeo. El toro era bravo y derribó al jinete, en el momento que iba a envestirlo don Rosendo lanzó su sombrero y el toro se detuvo tenía una gran influencia sobre sus animales a los que trataba con cariño. En ese tiempo, los años 50 de siglo pasado, no les ponían protección en los cuernos de los toros ni les hacían el cuerniquiur como ahora y los corrales de toros se hacían aquí en la ciudad de Atoyac en unos terrenos por donde ahora está la biblioteca “Dagoberto Ríos Armenta”. Sabía hacer bailar a los caballos, “los entrenaba muy bien y los hacía bailadores, cuando les ordenaba ¡alza! El caballo se paraba en dos patas”.

miércoles, 20 de febrero de 2019

El corrido de los hermanos Zequeida


Víctor Cardona Galindo
Este corrido es de dominio popular, aunque en Internet únicamente se puede encontrar la versión del grupo “Los Pumas de Reynosa” que es la mejor interpretación que conozco. El corrido habla del valor y de la muerte de los dos hermanos, que fueron famosos a mediados del siglo pasado, pero no dice mucho sobre la historia de los Zequeida, por eso vamos a contarla en estas páginas.
Pedro Zequeida Flores

Y es que las hazañas de los Zequeida van de la realidad a la leyenda en esta tierra donde el pueblo hace de los hombres valientes seres míticos hasta que se enfada de ellos. Se dice que trabajaban para los poderosos. Hay versiones que aseguran que el Presidente Municipal Luis Ríos Tavera los apoyaba y se les temía porque tenían fama de matar por gusto, había quienes buscaban su amistad y otros que se encerraban en sus casas al verlos pasar. Eran Pedro y Donaciano Zequeida Flores quienes encabezaban esa famosa banda que se movía por toda la parte baja de Atoyac, a veces iban a Río Santiago y al Rincón de las Parotas.
Su linaje era de valientes y vinieron de la Costa Chica, sus mayores fueron: Agustín y Pablo Zequeida que llegaron a la Costa Grande a sumarse al movimiento agrarista después de que pelearon en la revolución al mando del general Julián Blanco. Se establecieron al norte de Cacalutla donde sembraron sus huertas. Formaron parte de las guardias rojas que fundó el general Lázaro Cárdenas.
Por defender las tierras el 7 de julio de 1938, los cuerpos de reservas rurales de Atoyac comandados por Toribio Gómez y Crispín Ocampo sitiaron y atacaron a la familia Cortés en Cacalutla. En el ataque murieron 3 miembros de la familia Cortés y de parte de los reservistas también murieron 3 campesinos entre ellos Pablo Zequeida a raíz de eso quedó prendida la cuestión entre los Zequeida y los Cortés.
Por eso el 6 de mayo de 1942, Agustín Zequeida “El negro Zequeida” emboscó a Agripino Cortés, cuando en compañía de militares acudió a ver a unos terrenos a Cacalutla. Murieron Agripino y Asunción Radilla y hubo también varios militares heridos.
Muchos años después los Zequeida enfrentarían otro conflicto. Dicen que todo comenzó cuando salieron mal Pedro Vélez con Marcelino Villegas por culpa de una mujer, por eso se agarraron a balazos. Los hechos ocurrieron el 19 de enero de 1956 cuando Donaciano Zequeida fue balaceado en Cacalutla y herido de un glúteo. El cronista de Atoyac Wilfrido Fierro dice que: “Los disparos salieron de la casa del señor Santiago Robles, por tal motivo fue sitiada por sus familiares. Al no encontrar a los agresores y en venganza asesinaron al anciano casero, ocasionando con ello un encuentro entre ambas familias”. Ese día Secundino Robles se atrincheró dentro de su casa. Al viejito Santiago Robles lo mataron porque se quedó solo luego que Secundino Robles salió huyendo hacia el monte.
El 12 de abril de 1957 en Cacalutla fue asesinado a las 10 de la mañana el señor Agustín Zequeida “El negro Zequeida”. Lo mató su compadre Secundino Robles por la espalda en la esquina de la escuela primaria, cuando andaba recogiendo basura después de barrer la calle porque iban a recibir un candidato. De don Agustín quedó el recuerdo que era bueno para tirar “de lejos les daba a los conejos con un 30-30”.
El gobierno comenzó a mandar a la policía a buscar a Pedro y Chano Zequeida y sus enemigos les rompían los alambres de sus huertas para que se metieran las vacas. Fue cuando no aguantaron tantos abusos y se dedicaron a vengar, por eso Donaciano y Pedro Zequeida con su madre doña María de la Cruz (doña Cuca) sacaron toda la familia de Cacalutla y se fueron a vivir a El Ciruelar. “Eran muy buena gente pero ya que les mataron al tío se pusieron cabrones”, dice un campesino conocedor de la historia quien asegura que Pedro y Donaciano eran hijos de Pablo Zequeida y sobrinos de don Agustín.
Pero fuentes cercanas a la familia aseguran que los Zequeida provenían de la Costa Chica y que Pedro y Donaciano Zequeida Flores eran originarios de Tres Palos municipio de Acapulco y eran parte de 7 hermanos que don Agustín tuvo con María de la Cruz Flores conocida como doña Cuca.
En 1959, Donaciano Zequeida fue acusado de asaltar el cine de Cacalutla y de asesinar a Antonio García Benítez. En la colonia Cuauhtémoc unos ojos de niño vieron como “Chano Zequeida pasó con un carro de sonido diciendo que al que anduviera en la noche lo iba a matar y lo mismo iba a pasar en Cacalutla. Fue el 19 de noviembre de 1961 cuando la banda atacó Cacalutla a las ocho de la noche, entraron disfrazados de policías y dejaron muertos a Onésimo Vélez Benítez, Basilio Mendoza, Carlos Gómez y Belester Barrera.
En ese tiempo daba miedo bajar de El Quemado a Cacalutla, los campesinos de la sierra bajaban por Las Trincheras a salir a San Martín. El grupo de los Robles (contrario de los Zequeida) era grande, hacían milpa todos juntos, en el jato dejaban todo su armamento, “puro armamento bueno, mientras uno cuidaba las armas todos estaban trabajando”.
Los dos hermanos Zequeida después de vengar a su padre pasaron a formar parte de ese entramado social de caciques, pistoleros y de intrigas que a mediados del siglo pasado era la Costa Grande. Donde no había familia poderosa que no tuviera un grupo de armados a su servicio. Ahora muchos aseguran haber gozado de su amistad y otros todavía les temen “no digas que yo te dije”, pero son muchos los viejos que tienen una anécdota que contar en torno a los Zequeida.
Al público en general/les traigo un nuevo corrido/de dos valientes hermanos/que fueron muy conocidos/los ha matado el gobierno/culpándolos de bandidos.
Arturo Gallegos Nájera en su libro La guerrilla en Guerrero cuando habla del florecimiento del pistolerismo los menciona: “Surgieron asesinos como Constancio Hernández El Zanatón, Gerardo Chávez El Animal, La Yegua, La Pluma, Pedro Vélez y los hermanos Zequeida que eran consentidos del gobierno por los servicios que le prestaban cuando se los requerían, es decir, eran piezas de ajedrez en tablero de la política”.
Los dos hermanos Zequeida/donde quiera se paseaban/siempre confiando en sus armas/y sin tener temor a nada / como las traían fajadas/ni al gobierno respetaban.
“Chano se paseaba por donde quiera confiando en su huevos, en el centro de Atoyac andaba con su M-1 colgado”.
Un día se dio un enfrentamiento entre las pandillas de Pedro Vélez y Donaciano Zequeida que “se produce cuando ambos grupos buscan a sus vendedores habituales de parque en la ciudad. Escribió Anituy Rebolledo quien describe: “Parapetados en postes y pilares se enfrentan a balazos aterrorizando a peatones y comerciantes. El fuego nutrido se inicia en la esquina de Cuauhtémoc y Eduardo Mendoza, precisamente frente a la ferretería Galeana pero sólo durará escasos minutos gracias a la cercanía de la policía. Esta baja del palacio municipal y logra el arresto de varios facinerosos, los jefes entre ellos… Acapulco se estremece de dolor e indignación cuando conoce la muerte de la niña Lupita Marroquín Reyes, hija de Juan Marroquín y Tina Reyes. Jugaba en la puerta de foto Marroquín, el negocio de la familia en Eduardo Mendoza, cuando fue alcanzada por una bala de los matones. Los acapulqueños se unirán solidarios en torno a este drama y demandarán castigo ejemplar para los bestiales asesinos”.
Pero luego el 30 de agosto de ese año 1961, “Pedro Vélez y Donaciano Zequeida se escaparán de la cárcel municipal, junto con 60 delincuentes más, durante una madrugada furiosa de rayos y truenos. La espectacular fuga masiva se realizará a través de un boquete abierto en la pared frontera con la casa del doctor Ricardo Morlet Sutter en la calle Independencia. Pocos serán recapturados” Dice Rebolledo Ayerdi. A los pocos días el 14 de octubre de ese año Pedro Vélez moriría asesinado en Los Órganos municipio de Acapulco.   
En San Jerónimo Pedro, Chano y sus amigos frecuentaban mucho el “burro” Canaima propiedad de Nicolás Cabañas (“Burros” eran los nombres que recibían los bares en ese tiempo) “Nico Cabañas mucho los apoyaba”, iban también a Corral Falso a visitar a Chema Patiño y casi siempre descargaban sus armas al aire.
Un 12 de diciembre Chano, Pedro, Carlos Loeza El Alacrán y otro compañero subieron al Río Santiago porque eran parientes de Lucio Navarrete Arreola y estuvieron bebiendo. Muchos pasaron a saludarlos donde estaban. Ese día Chano le exigió a Filogonio Alarcón una cuenta que le debía a Macario Laurel quien era de Zacualpan pero vivía en el Río Santiago y sirvió de anfitrión. “La gente no salía cuando ellos andaban en el pueblo, inspiraban mucho miedo”.
Chano que vestía una chaqueta azul de mezclilla y unas botas como de obrero mandó al Alacrán por don Filogonio y le dijo ‘para tal fecha le vas a pagar a éste hombre, ese día vengo yo y si no lo haz hecho te vas arreglar conmigo’. En el río Santiago mucho buscaban a Lucio Navarrete Arreola porque se decían primos con don Agustín Zequeida que era tío padre de Pedro y Donaciano”.
“El Cuate Santiago uno de los primeros taxistas que hubo en Atoyac, una vez llevó un viaje a Alcholoa y cuando ya se venía de regreso lo abordó la banda de los Zequeida. Se subieron todos venían sentados hasta en el cofre del carro”.
Un día llegó Chano Zequeida al Arenal de Gómez y le ordenó al niño José Luis --dile a Fulano que venga. El niño fue corriendo y le dijo al Fulano que preguntó ¿donde están? En la cantina --contestó José Luis. El hombre sacó un billete dándoselo --y le pidió --dile que estoy muy ocupado pero que se tomen una a mi salud.
Al pasar por un rancho Chano le dijo al dueño --amigo en cuanto me vendes un becerro para una fiesta que voy a tener-- El dueño contestó: --para cuantas gentes lo quieres – para unas doscientas, contestó Chano. El ranchero dijo --pues llévate aquel, y señaló un becerro gordo –Cuanto te debo –preguntó Chano. –Nada --contestó el propietario, --por eso somos amigos.
En catorce de diciembre/no me quisiera acordar/ llegó la motorizada/queriéndolos desarmar/y los Zequeida pelearon/sin echar un paso atrás.
El 14 de diciembre de 1968, los hermanos Zequeida con otros cuatro compañeros entre los que se encontraba El Alacrán estaban en el barrio Paco (ahora Arenal del Centro), y abordaron el taxi número 12 del sitio de San Jerónimo de Juárez, un Plymouth 66, propiedad de Felipe Nogueda que había ido a dejar unas catequistas a ese lugar y se vinieron rumbo a la ciudad San Jerónimo.
Los acontecimientos fueron rápidos al llegar al Arenal de Gómez,  Pedro se bajó a comprar unos cigarros al billar propiedad de Fernando Serna en la calle principal de esa comunidad, ahí se encontró con un gallero llamado Gabinillo y se regresó al taxi diciendo “aquí está un amigo que nos va invitar una cerveza”, entonces Chano, chaparrito y morenito como era se bajó del carro. En eso llegaron los de la motorizada y se soltó la balacera. Todos buscaron refugio, el chofer del taxi se escondió dentro del billar.
El cronista Wilfrido Fierro Armenta registró que: “A las 5:30 de la tarde de hoy se registró un encuentro a tiros entre la Policía Montada que comanda Rómulo Catalán y la gamba de facinerosos que dirigen los hermanos Donaciano y Pedro Zequeida en el poblado de Arenal de Gómez, donde resultaron muertos 6 policías y los hermanos Zequeida”.
La motorizada primero los quiso agarrar en el mercado de Acapulco, pero “no se dejaron y hubo chingadazos y murieron varios motorizados”. Luego les cayeron en el billar del Ciruelar pero salieron ilesos y se tiraron a perder al monte. Se volvieron a enfrentar en el centro de la ciudad de Atoyac por donde están ahora los bancos. Por eso Pedro Zequeida le mandó un recado a Rómulo Catalán diciéndole que si era tan hombre lo esperaba en Los Arenales.
Sus enemigos calaron/a Rómulo Catalán/para que los persiguiera/al pueblo del Arenal/supo administrar gente/él no quiso peligrar.
El comandante Rómulo Catalán era de la sierra y llevaba siete policías, mandó seis a buscar a los Zequeida, él y otro policía se quedaron poniendo gasolina al carro en la gasolinera Santa Rosa, por eso se salvaron.
La banda la integraban El Chaparro de San Jerónimo, El Calentano de Tierra Caliente, El Alacrán que era de Cacalutla, Eduardo Flores de el Ciruelar,  cargaban puros rifles M1, pistolas: Súper, 45 y 38 especial. La balacera se cerró en ese momento Chano le habría dicho al Alacrán y a los otros compañeros: “Sálganse yo aquí me voy a morir con mi hermano”, y se colocaron espalda con espalda para defenderse atrás de un tamarindo pero por debajo del Jeep un policía que se desangraba herido los acribilló. Así murieron los Zequeida.
Chano y Pedro enfurecidos/ y ese famoso Alacrán/disparaban sus metralletas/buscaban a Catalán /Acabaron con su gente/nadie se pudo salvar.
Doña Cuca fumaba tranquilamente unos cigarros delicados sentada en una esquina viendo a sus hijos tirados en un charco de sangre, luego con mucha serenidad levantó los cuerpos y alquiló un carro propiedad de la familia Téllez para llevarlos a El Ciruelar donde se realizaron los funerales. Pedro tenía 36 años cuando murió y Donaciano 42.
Adiós mi madre querida/madre de mi corazón/nos vamos para el otro mundo/échanos tu bendición/les dejamos un recuerdo/que llenamos el panteón.
A Rómulo Catalán y al policía que sobrevivió los mataron después en la Costa Chica. Los Zequeida están sepultados en el panteón del Ciruelar. El Alacrán vive alejado de los problemas en un pueblo de la Costa. Los que eran niños en ese tiempo, en el poblado del Arenal de Gómez recuerdan que en esa pelea atravesaron un balde y mataron un perro.




lunes, 18 de febrero de 2019

Crónicas del Palacio XVIII


Víctor Cardona Galindo
El pasado lunes 11 de febrero, la ciudad de Atoyac recibió la visita del gobernador Héctor Astudillo Flores, del Comisionado Ejecutivo de Atención a Víctimas Sergio Jaime Rochín del Rincón y del primer visitador de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos Ismael Eslava Pérez, quienes vinieron a poner en marcha el Plan de Atención y Reparación a las Víctimas de la Violencia Política del Pasado, cuyo programa piloto comenzará en El Quemado. El evento se desarrolló en la cancha de basquetbol de la Unidad Deportiva de la colonia Silvestre Mariscal.
Hilario Rojas Gómez, hijo de María Isabel Gómez Romero, era un niño
 cuando su madre cayó abatida por las balas de la Policía Judicial aquel
 18 de Mayo de 1967. Foto: Víctor Cardona Galindo.     

“La armonía de los pueblos de Atoyac se rompió a finales de la década de los sesenta –dijo en ese acto la alcaldesa Yanelly Hernández Martínez - cuando llegaron los soldados, buscando a los guerrilleros. Traían una lista de nombres y preguntaban si conocían a Lucio Cabañas Barrientos, si conocían a Genaro Vázquez Rojas. Los soldados eran muchos, y estaban por todos lados, aún en esas poblaciones donde nunca se vio un guerrillero. Mucha gente nunca supo porque la torturaron y nunca supo porque se la llevaron”.
Debido a ese acto, el tema se vuelve a poner en primer plano en las Páginas de Atoyac, por eso a partir de hoy en éstas Crónicas del Palacio hablaremos de la Guerra Sucia.
El maestro Lucio Cabañas Barrientos se fue a la sierra después de la masacre del 18 de mayo de 1967 para formar su guerrilla del Partido de los Pobres y su Brigada Campesina de Ajusticiamiento. El también maestro Genaro Vázquez Rojas se escapó de la cárcel de Iguala el 22 de abril de 1968 y también se refugió en la sierra de Atoyac para formar su Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR).
La ocupación militar
A raíz de esos levantamientos armados vino la respuesta del gobierno, comenzó lo que se llama Guerra Sucia, Terrorismo de Estado o Guerra de Baja Intensidad, un periodo negro que va de finales de la década de los sesentas, setentas y principios de los ochenta del siglo pasado. La primera respuesta del gobierno federal fue la ocupación militar de todas las comunidades de la sierra.
Según un informe del 22 de septiembre de 1974 había 2 mil 291 militares en la Costa Grande, agrupados en el 19, 27, 32 y 38 Batallones de Infantería de la 27 zona militar, que eran reforzados por mil 799 soldados de la 35 zona militar de los Batallones de Infantería 40, 49 y 50. Además 178 soldados del Tercer Batallón de Infantería con matriz en el Campo Militar Número Uno, 212 militares más del 56 Batallón con matriz en el Campo Militar Número Uno y 281 efectivos de la Tercera Brigada de Fusileros Paracaidistas con sede en el Campo Militar Número Uno. Si sacamos la cuenta, de los datos oficiales, eran 4 mil 762 soldados cercando la zona de conflicto. En un municipio de 33 mil habitantes siete batallones significaron un soldado por cada seis habitantes. Un pelotón era suficiente para someter y llenar de terror una pequeña cuadrilla sierreña. Pues 10 mil de esos habitantes estaban en la cabecera.
En el informe anterior no se menciona a los miembros de la Policía Judicial Militar, a los integrantes de Dirección Federal de Seguridad (DFS) ni a los agentes de la Policía Judicial del Estado, tampoco a los miembros de la Policía del Estado que también se multiplicaron por toda ésta microrregión. Pero además los militares suplieron todas las funciones del gobierno, desde los servicios médicos y daban órdenes a las autoridades municipales. Y cuando el comandante de la policía preventiva José María Patiño se les enfrentó, entonces los soldados tomaron el Ayuntamiento y se llevaron todas las armas. También se hablaba de un oficial encubierto que desde un bar compraba lo robado, había agentes policiacos infiltrados en carpinterías, incluso uno la hizo de coime durante muchos años en un billar.
Esa ocupación militar significó detenciones ilegales, tortura, desaparición forzada de personas, ejecuciones extrajudiciales, desplazamiento forzoso de la población. En ciertas zonas concentraron las pequeñas poblaciones en una más grande. Incluso algunas comunidades como Las Cuevas desaparecieron para siempre. Los campesinos dejaron abandonados sus amínales domésticos, y sus cosechas, que ya nunca pudieron recuperar. El cerco a la guerrilla significó hambrear a la población civil de la sierra.
La ocupación militar trastocó las costumbres y afectó moralmente a las comunidades. Los pueblos estaban acostumbrados a realizar sus necesidades fisiológicas al aire libre. Cuando llegaron los soldados, estaban por todos lados, y la gente no podía salir al escusado ni por las noches. En los pueblos de la sierra los hombres y mujeres se bañaban en los arroyos arropados por la intimidad de la naturaleza, ya no se pudo hacer.  Los soldados enamoraban a las doncellas cuando iban por agua al manantial y algunas quedaron embarazadas por cabrones de los que nunca se supo sus verdaderos nombres.
En nuestros pueblos sumidos en la ignorancia, algunos campesinos creían que por tener amistad con un soldado ya se llevaban con el gobierno. Algunos humildes labriegos por solamente una palmadita en el hombro, de los uniformados, les dieron santo y seña de lo que sabían sobre la guerrilla. Otros cobijaron a los soldados en sus casas como si fueran reyes dándoles todo lo que tenían.
Las canchas de basquetbol que construyó el gobierno sirvieron para que aterrizaran los helicópteros para llevarse a la gente denunciada. Muchos hombres encontraron trabajo en las carreteras que se abrieron a pico y pala, pero de ahí, donde estaban trabajando se los llevaron los cuerpos policiacos sin mediar orden de aprehensión.
Los cateos
De pronto una mañana amanecían sitiados todos los caminos y los soldados regresaban a todos los hombres que iban a sus milpas a trabajar y juntaban, a toda la población, en las canchas. Como ocurrió en El Ticuí el 20 de septiembre de 1974 y en Los Valles la mañana del 27 de enero de 1975, cuando toda la comunidad fue revisada por personal del 27 Batallón de Infantería.
“Ahí tenían a todos, todo el día, bajo el rayo del sol, a pesar de que los niños lloraban porque tenían hambre y sed, a los soldados, que solamente recibían órdenes, poco les importaba. Llamaban de uno, a los jefes de familia y lo llevaban a su casa para buscar armas. No dejaban ir a nadie de las chanchas hasta que terminaban de juntar las armas, que recogían en costales desarmando a todos los pueblos. No dejaban ni siquiera un rifle para la cacería. Eso era muy trágico porque los campesinos de la sierra, y del bajo, complementaban su dieta alimenticia con la cacería de animales silvestres como: el venado, el jabalí, la iguana o la chachalaca”, dijo la presidenta municipal de Atoyac, el pasado 11 de febrero, ante un auditorio lleno de familiares y víctimas de la Guerra Sucia.
“Todavía a muchos campesinos se les nubla la mirada al recodar como, por la tarde llegaban los helicópteros para llevarse sus armas de cacería. Así también se llevaban a los prisioneros que en esos cateos eran identificados como simpatizante o miembros de la guerrilla. Algunos de los capturados fueron obligaron a guiar a las fuerzas militares por la sierra, descalzos y sin alimentación, a pura agua”, agregó Yanelly quien dijo que por su juventud no le tocó vivir éstos hechos pero los conoce por boca de sus padres y de sus abuelos.
Los retenes
En el caso del Rincón de la Parotas, los helicópteros aterrizaron en la entrada de la comunidad que durante casi una década vivió sitiada por un destacamento militar que no se movía del panteón. Desde ahí tenían a la vista ese pequeño caserío y delatores como Juan Benítez se dieron el lujo de denunciar a mucha gente.
Muchos detenidos fueron trasladados a las comunidades en helicópteros durante los cateos para que delataran gente como sucedió con Zacarías Barrientos. A otros como el caso de Victorino Iturio Jacinto y Santiago Hernández Ríos, El Pingüino, los llevaron a los retenes militares donde, vestidos de verde, subían a los autobuses a identificar a los jóvenes guerrilleros que trataban de escapar; muchos de estos así fueron detenidos. Algunos volvían ingenuamente a sus comunidades de origen, donde fueron delatados y aprehendidos. 
En la entrada de la ciudad, en el lugar que le llamábamos el Tejaván, la Policía Judicial tenía un retén; el Ejército en San Andrés y en La Y Griega, más los retenes volantes que se instalaban sin previo aviso en diversas partes de la carretera. En esos retenes operaban las famosas madrinas, que en la mayoría de los casos eran guerrilleros detenidos y torturados por el Ejército hasta obligarlos a delatar a sus compañeros. Victorino Iturio Jacinto estuvo mucho tiempo en el retén de La Y Griega y El Pingüino en el retén de Xaltianguis. Dichas “madrinas” subían a los camiones de pasajeros y si reconocían a alguien, esa persona era bajada con lujo de violencia. La mayoría de los que fueron detenidos de tal manera nunca más regresaron a sus hogares. Otros regresaban muy golpeados orinando sangre.
Para el pueblo de Atoyac el periodo de la Guerra Sucia o de Terrorismo de Estado significó mucho sufrimiento, muchos niños se quedaron sin sus hogares, sin sus padres que le garantizaran una educación y así vieron truncados sus sueños y su futuro. Muchos dejaron sus pueblos y se fueron a vivir a ciudades desconocidas en ese desplazamiento forzoso que afectó a muchas familias y aquellos que se quedaron en sus comunidades al resistir el asedio militar, sufrieron hambre, porque cuando el Ejército Mexicano cerró el cerco la guerrilla del profesor Lucio Cabañas Barrientos racionaron los alimentos.
Fue en 1974 cuando el Ejército obligó a la gente de las pequeñas cuadrillas de la sierra a concentrarse en las comunidades más grandes y más pobladas. Levantó un censo casa por casa en cada poblado, para saber cuántos vivían en cada habitación y racionarles los alimentos. Familias compuestas por seis miembros, 10 kilos de maíz por semana, dos kilos de azúcar, dos de frijol y dos de arroz. El hambre cundió la sierra, en los pueblos no había más para comer que lo poco que les daba el entorno, plantas silvestres y plátanos hervidos. Las familias para equilibrar la ración, revolvían la masa con plátanos verdes y camote de platanillo. Otros recurrieron a comerse los cangrejos que habitaban los arroyos que en otro momento jamás hubieran comido.
Muchas cosechas se perdieron. Los campesinos no querían salir a sus milpas por el temor a ser detenidos, torturados y desaparecidos. “Ningún campesino podía llevar bastimento o agua al campo; antes de salir a trabajar eran minuciosamente revisados, les señalaban horas para regresar a comer y horas para llegar por las tardes, tenían que reportarse diariamente… se le prohibió al comercio vender, más de diez kilos de maíz semanales por cada familia serrana, también se les prohibió vender más de un kilo de azúcar, de frijol, arroz y otra cosas… A los campesinos se les registraba antes de salir a trabajar y de regreso tenían que reportarse a la hora que les indicaban. “Cada barrio estaba sitiado; hasta para ir a lavar la ropa al río o al arroyo teníamos vigilancia”, registró don Simón Hipólito Castro escritor nacido en Los Tres Pasos.
De ese periodo cruento hay casos emblemáticos como El Quemado donde los campesinos reunidos en la cancha del lugar, el 5 de septiembre de 1972, fueron detenidos y llevados en helicóptero al puerto de Acapulco, en el pueblo únicamente quedaron las mujeres. En el mismo caso está El Rincón de las Parotas, donde la lista de desaparecidos es grande. Pero ninguna comunidad del municipio de Atoyac se salvó de esa represión, todas tienen en su haber una numerosa lista de desaparecidos.
El 5 de septiembre llegó el Ejército al pueblo El Quemado como a las 8 de la mañana y poco después, como a las 10, arribó el general Joaquín Solano Chagoya con dos helicópteros y ordenó a un capitán: “Le haces así como te dije” y se fue con los helicópteros.  Y después, “el capitán nos dijo que nos fuéramos todos a la cancha de básquetbol. Los militares traían una lista con los nombres de los que vivíamos en la comunidad y nombrando a cada uno los formaban, los metían a una casa cerca de la cancha y adentro los amarraban de pies y manos y luego los llevaban en helicóptero al cuartel de Atoyac que todavía estaba en construcción”.
“Nos tuvieron igual amarrados, sentados en el piso y sin comer como veinte días. Nos golpeaban mucho. Ahí murió un señor que se llamaba Goyo Flores, ellos los mataron a patadas”, dijo Nicolás Valdés a Laura Castellanos. Del cuartel de Atoyac se los llevaron al puerto de Acapulco donde estuvieron prisioneros cuatro años, salieron de la cárcel en 1976, sin tener ningún delito.