viernes, 9 de junio de 2023

Monumento a general Juan Álvarez Hurtado

 Víctor Cardona Galindo

Juan Álvarez Hurtado es el héroe nacional más importante que tenemos, por eso la escuela primaria del centro de la ciudad lleva su nombre. La segunda colonia que se formó en la cabecera municipal se llama así, la calle principal y el boulevard también se llaman Juan Álvarez. Tata Juan es un orgullo para los atoyaquenses, es de quien más se habla y más obras se han escrito. Más de 50 libros.

Por eso un monumento al general Juan Álvarez Hurtado engalana la plaza principal de Atoyac. Es aquí donde cada año las autoridades acuden a rendir homenaje al primer gobernador del estado de Guerrero y principal dirigente de la Revolución de Ayutla que llevó a los liberales al poder.

Cuando la ciudad de Atoyac quiso tener una estatua del Benemérito de la patria y comenzaron a realizar actividades para su construcción. En 1966 lo que se recaudó en la elección de la reina del Carnaval se destinó para la erección de la estatua del general Juan Álvarez y esa vez salió electa Florentina Radilla del Río. Pero fue hasta el el 6 de junio de 1972 que se iniciaron los trabajos para construir el pedestal donde se instalaría el monumento al general Juan Álvarez Hurtado que llegó el 16 de ese mes, dice Wilfrido Fierro “a las 11 horas de la mañana, llegó el carro No. 13 de Líneas Unidas del Sur, S. A, trayendo ya la estatua de bronce” obra del escultor Miguel del Águila Pineda. 

Y el 24 de junio, a las 11 de la mañana, el gobernador del estado Israel Nogueda Otero develó la estatua del ilustre atoyaquense. Al acto asistieron los tres poderes del estado y se llevó a cabo una sesión pública de la Cámara de Diputados y un desfile cívico y militar recorrió las principales calles de la ciudad.

En 1996 en el periodo de la alcaldesa María de la Luz Núñez Ramos al remodelar la plaza el arquitecto Hilario Arroyo Valadez, Lalo, movió la estatua de Juan Álvarez a donde se encuentra ahora.

El monumento a Juan Álvarez que cuando venimos de Acapulco nos encontramos en la Y Griega al entrar al boulevard, se instaló en el 2004 y fue inaugurado 10 de agosto el mismo día que el gobernador René Juárez Cisneros inauguró el boulevard. 

 

El obelisco a Lucio Cabañas Barrientos

 Víctor Cardona Galindo

Entre 1967 y 1974, el Partido de los Pobres y su Brigada Campesina de Ajusticiamiento resistió 16 campañas militares; más de cinco mil de soldados patrullaron la sierra de manera permanente. La guerrilla de Lucio Cabañas fue la más conocida de su época y la que más daño causó a las fuerzas del gobierno. Incontables soldados y policías salieron heridos y muertos en muchos ataques.

La guerrilla inició un día después de la masacre de campesinos en la plaza de Atoyac el 18 de mayo de 1967 y terminó cuando el maestro Lucio Cabañas Barrientos murió en combate contra las fuerzas militares del Estado mexicano en las inmediaciones de El Otatal, municipio de Técpan de Galeana, el 2 de diciembre de 1974.



El cuerpo del guerrillero fue trasladado en helicóptero a las instalaciones del cuartel militar del 27 Batallón de Infantería en la ciudad de Atoyac, donde se le practicó la necropsia y fue identificado por la maestra Genara Reséndiz de Serafín, Ricarda López Alonso, secretaria de la Agencia del Ministerio Público del lugar y el titular de la misma el licenciado Raúl Orbe Berdeja, así como el presidente municipal el médico Silvestre Hernández Fierro.

Casi al amanecer del 3 de diciembre de 1974, los militares arrojaron el cadáver de Lucio Cabañas Barrientos a una fosa común en el cementerio de Atoyac. Cuando doña Elizabeth Flores Reynada fue a pedir el cadáver, para darle cristiana sepultura, le dijeron que ya lo habían enterrado y el presidente municipal la llevó, junto a un grupo de periodistas, donde lo habían sepultado.  Nadie creyó que los restos del maestro guerrillero estuvieran ahí, porque el morro de tierra que se levantó en la sepultura fue muy pequeño. Nadie concluyó que lo habían enterrado sin caja, solamente envuelto en una sábana, por eso para la gente los restos estaban perdidos y muchos años sus simpatizantes exigieron al gobierno que dijera donde estaban, otros decían que había pactado su salida con Rubén Figueroa y que estaba viviendo en Cuba o Rusia. La derecha apostaba que Lucio estaba vivo y que había vendido el movimiento. La verdad se supo cuando sus restos fueron exhumados los el 3 de diciembre del 2001.

Ese día los familiares y seguidores de Lucio Cabañas, que portaban un moño rojinegro, se presentaron en el panteón municipal de Atoyac donde se presumía que estaban los restos del guerrillero. Decenas de curiosos se congregaron, desde temprano, en el cementerio.

A las 10:10 de la mañana personal del Ayuntamiento de Atoyac comenzaron a despedazar a marrazos, la tumba de Raúl Gallardo Benítez quien que murió en un accidente automovilístico el 29 de marzo de 1977. Lo sepultaron, arriba donde se suponía estaba Lucio, por decisión de su tía Elizabeth Flores Reynada como medida de seguridad para evitar que a alguien intentara extraer los restos o modificar el terreno. El ministerio público del Fuero Común de la ciudad, certificó la exhumación del cadáver de Raúl Gallardo Benítez, sus familiares lo rociaron con agua bendita antes de que fuera extraído de la gaveta.

Después de dos horas, los restos de Raúl fueron trasladados a un nuevo ataúd, el que tenía era de madera y ya estaba podrido. Por segunda ocasión lo enterraron, a varios metros del lugar donde estaba.



Después de eso, los peritos de la Fundación “Rigoberta Menchú” y personal de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) pudieron iniciar la excavación a las 12:40 horas.

A las 16:17 horas, los peritos de la CNDH, dirigidos por Fernando Cervantes, llegaron al metro y 25 centímetros de profundidad, fue Carlos Jácome, el arqueólogo contratado por la familia Cabañas Barrientos, quien se topó con un hueso circular. Era el occipital de un cráneo. Al ver cráneo y la dentadura la maestra Hilda Flores Solís se soltó a llorar.

Minutos más tarde fue apareciendo más pedacería ósea, rojiza por la tierra húmeda. Terminaba un mito. El cráneo tenía, al menos, un orificio con restos de sangre seca, como si fuera la huella dejada por un tiro de gracia. Y también la dentadura aún tenía una amalgama. No había duda era Lucio.

Como señal de lo encontrado la familia colocó, en uno de los espacios del cerco, la bandera del Partido de los Pobres, un lienzo que tiene pintado un fusil y un machete incrustados entre montañas. En el centro una estrella roja como si fuera el sol.

A las seis y media de la tarde, el representante legal de la familia Cabañas Barrientos, Edgardo Canseco reveló a la prensa que se habían encontrado partes óseas del cuerpo del rebelde suriano, quien estaba sepultado mirando al cielo, de la quijada desprendida sobresalía un diente de platino. Los restos, desenterrados parte por parte, indicaron que había sido inhumado en cuclillas y que había recibido un balazo en el maxilar derecho. Entre los restos se encontraron clavos de dos pulgadas que tenían la intención de acelerar la fragmentación de los huesos.

Ante la presencia de los familiares más cercanos y de algunos representantes de organizaciones sociales, la exhumación concluyó aproximadamente a las cinco de la madrugada del día cuatro de diciembre.

Posteriormente el cuerpo fue trasladado a la casa de la señora Sofía Cabañas Tabares en la colonia Sonora de la misma ciudad donde se instaló un altar durante algunas horas. El ataúd que contenía los restos del profesor-guerrillero fue colocado sobre unas mesas, cubierto por dos banderas la mexicana y la del PDLP.

Por la noche los restos fueron depositados en el laboratorio de la Escuela Preparatoria Número 22 de la ciudad de Atoyac, donde los especialistas armaron el cuerpo y tomaron las muestras para el análisis de ADN que se realizó en un laboratorio de la UNAM en la Ciudad de México.

Fue hasta el 12 de agosto del 2002 cuando los antropólogos forenses comprobaron que efectivamente los restos correspondían al guerrillero, después de hacer las respectivas muestras de ADN y compararlas con dos de sus hermanos y su hija Micaela Cabañas Ayala.

Para comenzar a construir el monumento a Lucio Cabañas, el 16 de noviembre de 2002 derribaron un longevo árbol de tamarindo en la plaza principal de Atoyac. Los trabajos comenzaron sin el permiso de la autoridad municipal.

Los restos de Lucio Cabañas estuvieron durante un año en custodia del padre Máximo Gómez en la Iglesia del Dios Único, de donde fueron sacados el sábado 30 noviembre 2002 para ser llevados a Ayotzinapa y luego a Chilpancingo. Ya de regreso a Atoyac pasaron por el poblado El Treinta, municipio de Acapulco y por El Cayaco, municipio de Coyuca –en donde vivió parte de su infancia– para llegar la noche del domingo primero de diciembre a nuestra cabecera municipal.

En la Normal Rural de Ayotzinapa escuela en la que se graduó como maestro en 1963, se realizó un gran acto en el patio del plantel donde se levantó un altar en honor a Lucio Cabañas y se congregaron representantes de las 17 normales rurales del país vestidos de negro y con banderas rojas. Los alumnos, integrantes de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México acompañaron con consignas los discursos de los oradores en ese evento.

Más tarde unos 500 asistentes, entre estudiantes de diversas Normales de Guerrero, Morelos, Estado de México y Coahuila; así como líderes de organizaciones de colonos y campesinos, acudieron al homenaje póstumo al guerrillero que se realizó junto al palacio de gobierno en Chilpancingo.

A un día de cumplirse 28 años de su muerte sus seguidores y familiares le rindieron un homenaje, trasladaron sus restos en una manifestación que salió de la preparatoria 22 a la plaza pública de Atoyac. Durante la noche del domingo primero de diciembre se realizó una velada cultural en la plaza Morelos, con la participación de todas las organizaciones presentes.

Por la mañana, del 2 de diciembre del 2002, los restos de Lucio Cabañas fueron llevados al panteón de la comunidad de San Martín de las Flores donde está sepultada su madre la señora Rafaela Gervasio Barrientos. Allí se montó una guardia de honor en el panteón ante la presencia de los restos.

Luego los restos de Lucio Cabañas fueron regresados a la cabecera municipal. En la entrada de la colonia 18 de mayo de 1967 comenzó la marcha encabezada por la urna con los restos, pasaron a la escuela primaria Modesto Alarcón donde fueron recibidos por maestros y alumnos. Después el cortejo partió con los restos para darle sepultura en el zócalo de la ciudad bajo el obelisco de ocho metros de altura que en su memoria proyectó el arquitecto Hilario Arroyo Valadez.

Finalmente, los restos del legendario guerrillero fueron enterrados en una urna que hizo el escultor Pedro Zamudio con motivos prehispánicos, tenía forma de tronco y con tres cabezas de jaguar como soporte. La urna fue cubierta con una bandera de México. Desde entonces los restos de Lucio Cabañas reposan en el zócalo de Atoyac.

Dos años después las organizaciones sociales de izquierda, el 2 de diciembre del 2004, colocaron la estatua de Lucio Cabañas que esculpió el escultor Jorge Ramírez (de Celaya Guanajuato) en la fundición de los hermanos Rivero en la Ciudad de México. La develaron en el obelisco, con la presencia del escritor Carlos Montemayor, el padre Máximo Gómez Muñoz y la luchadora social Hilda Flores Solís. Desde entonces, el monumento a Lucio Cabañas se ha convertido en el lugar favorito para las protestas de los grupos de izquierda. Todos los años, el 18 de mayo y el 2 de diciembre, rendimos homenaje al líder del Movimiento Armado Socialista más conocido y admirado de México.