sábado, 30 de abril de 2016

Guerrilleros IV


Víctor Cardona Galindo
Al conocerse el comunicado de los plagiarios de Jaime Castejón Díez. El secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia, por orden presidencial, aceptó las condiciones y giró instrucciones para que la Dirección Federal de Seguridad (DFS) se hiciera cargo del traslado de los presos, cinco estaban en la cárcel de Chilpancingo y cuatro en cárceles de la Ciudad de México.
La Procuraduría General de la República y la Procuraduría de Justicia del Distrito y Territorios Federales se desistieron de la acción penal ejercida contra Florentino Jaimes Hernández, Mario Renato Menéndez Rodríguez y Demóstenes Onofre Valdovinos, presos en la cárcel preventiva de la ciudad y María Concepción Solís Morales prisionera en la cárcel de mujeres de Santa Marta Acatitla. Los jueces les dieron su boleta de libertad.
Genaro Vázquez Rojas y su esposa Consuelo Solís Morales
 quienes se conocieron en la Escuela Nacional de Maestros.
Foto tomada del libro México Armado de Laura Castellanos. 

En cuanto a los presos de Chilpancingo, Ceferino Contreras Ventura, cayó prisionero después que fue herido durante el rescate de Genaro Vázquez de la cárcel de Iguala. Rafael Olea Costaneira, el doctor Roca, que la prensa ubicaba como médico de Vázquez Rojas; Santos Méndez Bailón, Ismael Bracho Campos y Antonio Sotelo Pérez eran juzgados por el secuestro del banquero Donaciano Luna Radilla, y para los trámites de canje fueron llevados al Campo Militar Número 1.
El sábado 27 de noviembre de 1971 fue entregado el dinero del rescate, a través del obispo de Cuernavaca Sergio Méndez Arceo. Los dos y medio millones de pesos, en billetes de banco de baja denominación y de mil pesos. Al día siguiente un avión de la Fuerza Aérea Mexicana trasladó a los presos canjeados a La Habana Cuba. Viajaron Mario Renato Menéndez Rodríguez detenido desde 1970, Demóstenes Onofre Valdovinos, Florentino Jaimes Hernández, María Concepción Solís Morales, Santos Méndez Bailón, doctor Rafael Olea Castaneira, Ismael Bracho Campos, Antonio Sotelo Pérez y Ceferino Contreras Ventura.
La liberación fue coordinada por el subdirector de la DFS Miguel Nazar Haro, para ello la madrugada del sábado 27, fueron trasladados los reos de Chilpancingo al Campo Militar Número 1 de donde salieron al aeropuerto para juntarse con sus otros cuatro compañeros que salieron a las 5:10 de las cárceles de la Ciudad de México, custodiados mediante un aparatoso operativo de seguridad.
El 28 de noviembre, llegaron a Cuba, los nueve presos, que fueron aceptados como asilados “estrictamente por razones humanitarias”, a pedido del gobierno de México, pues Cuba nada tenía que ver con Genaro Vázquez, publicaba el Excélsior del 29 de noviembre de 1971. 
“El avión DC-6 matricula PT10012, despegó de la plataforma militar del aeropuerto internacional de la Ciudad de México a las 7:01 horas y aterrizó a las 13:38 horas en el aeropuerto internacional de Rancho Boyeros José Martí, de la Habana”, informaba Excélsior.  El grupo viajó acompañado del tercer secretario de la embajada de Cuba, Manuel Cortina Castro. La nave hizo una escala técnica en Mérida.
De la lista de los 16 desaparecidos, siete se encontraban presos en Chilpancingo: Francisco Garay, Sixto Flores, Cliserio de Jesús, Efrén Gutiérrez, Hilda Flores, Marcos Saldaña y Justino Piza que fueron puestos a disposición de los jueces, el resto jamás apareció.
Los restantes de la lista: José Garay, Daniel Martínez, José Ramírez, Crescencio Calderón, Villado Martínez, Juan de Jesús, Eusebio Arrieta, Mario Saldaña y Ángel Piza Fierro dijo el gobernador Nogueda Otero “no se sabe quiénes son ni donde están”.
Con el secuestro de Castrejón, Genaro reivindicó a casi todos sus presos desde su liberación el 22 de abril de 1968, a los de Tlacalixtlahuaca en la Costa Chica, cuando la ACNR incursionó por esos lugares en 1970; los detenidos por el secuestro de Donaciano Luna Radilla ocurrido e1 29 de diciembre de 1970 y el de Agustín Bautista Cabrera que se dio el 11 de abril de 1971. Los apresados en las escaramuzas de El Refugio el 14 de mayo y La Peineta ocurrida el 28 de junio de 1971. También reivindicó a quien le dio mayor difusión a la ACNR en la revista Porque? Mario Menéndez Rodríguez preso por conspiración, invitación a la rebelión, asociación delictuosa y fabricación de bombas y artefactos explosivos.
Reivindicó también a quienes realizaron acciones en la ciudad como Florentino Jaimes Hernández quien era parte del comando que a las 8:40 horas del 19 de abril de 1969, en la esquina de las calles Xola y Aragón colonia Álamos de la Ciudad de México, asaltó una camioneta del Banco Comercial Mexicano, que transportaba 2 millones 785 mil pesos en efectivo.
Ese día además de Florentino fu detenido Juan Galarza Antúnez y ambos torturados salvajemente. Juan Galarza murió asesinado a golpes por la policía y con la información obtenida de los bestiales interrogatorios, fue detenido en Coyuca de Catalán el 19 de mayo de ese año Epifanio Avilés Rojas quien sería el primer desaparecido político. Llamó la atención que Genaro no reivindicó en su comunicado a Epifanio, tal vez porque pensaba que había sido tirado al cráter del Popocatépetl por la policía.
Reivindicó además a su cuñada María Concepción Solís Morales quien había organizado el primer comando urbano denominado grupo abastecedor, encargado de realizar expropiaciones para suministrar a la guerrilla que se movía en las montañas de Guerrero. Decían los medios que María Concepción Solís Morales, fue consignada el 21 de julio de 1971, al ser detenida con un grupo de guerrilleros que asaltaron la Distribuidora Comercial de México y la Central de Choferes instalada en el edificio del PRI regional de la capital. Los órganos de gobierno estaban convencidos que ella había conseguido el armamento que portaban los guerrilleros cívicos y que lo envió a la sierra por medio de Jorge Mota González.
Lamentablemente, algunos detenidos ya no se pudieron rescatar de las manos de los cuerpos policiacos y están en la larga lista de los desaparecidos. Sin embargo por primera vez en México un comando guerrillero obligó al gobierno de Echeverría a soltar presos políticos y enviarlos a otro país. Aunque no les duró mucho el gusto. Dos meses después, nuevos presos de la ACNR suplieron a los excarcelados en la Penitenciaría General del Estado en Chilpancingo.
Al amanecer del 1 de diciembre Castrejón llegó a su domicilio, después de estar 12 días en cautiverio, durmiendo en cuevas y zanjas, caminando de noche o al atardecer, comiendo tortilla con queso, casi sin probar agua. Custodiado siempre por cuatro hombres. Entre un montón de fotos que le llevó la procuraduría el rector identificó a Genaro Vázquez y José Bracho.
La guerrilla dejó al rector en las inmediaciones de una gasolinera localizada en Sabana Grande, cerca de Iguala. Dice Arturo Mirada y Carlos G. Villarino en libro En otro rostro de la guerrilla 40 años después “Los guerrilleros tuvieron que desplazarse hasta las inmediaciones de la gasolinería localizada en Sabana Grande, cerca de Iguala, no sin antes pedirle que firmara un documento donde hacía constar que algunos raspones que presentaba no se los habían hecho los guerrilleros; de ese lugar fue recogido y trasladado a su hogar en la ciudad platera de Taxco”.
“Fue liberado las 4:45 horas, en la Sabana Grande, cerca del rumbo donde fue secuestrado, llegó acompañado por dos policías judiciales que estaban de guardia en la gasolinería cercana. Bajó de la sierra a pie, solo; los secuestradores lo trataron bien. Durante dos días, después de la entrega del rescate, lo tuvieron en varias partes de la sierra, lugares que no puede revelar exactamente. Se trasladó a su domicilio donde fue recibido por sus familiares”, decía un reporte de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
Después de liberarlo los miembros del comando del ACNR se dirigieron a marchas forzadas rumbo a Huitzuco, haciéndose pasar por exploradores de minas en la región, pidieron un aventón a un camión refresquero. “Así llegaron hasta Izúcar de Matamoros, Puebla, donde ya los esperaba el combativo e inolvidable cívico Elpidio Ocampo Mancilla, responsable del trabajo político entre las masas en la ciudad y de logística”, comentan Miranda y Villarino.
Horas después, de la liberación de Castrejón, se inició una feroz persecución contra el comando guerrillero. Soldados de la 27 Zona Militar de Acapulco y de la 35 con sede en Chilpancingo, agentes de la Policía Judicial del Estado, de la federal, la Motorizada y Montada, Servicios Especiales y refuerzos provenientes de la Ciudad de México comenzaron a “limpiar la sierra de Guerrero de roba vacas”.
La persecución, con todos los efectivos policiales y militares disponibles, se inició inmediatamente intentando “peinar” parte de la sierra. En un primer momento los mayores esfuerzos se dirigieron hacia la zona de Maxela y Coacoyula, poblados en donde se sabía que la ACNR contaba con el apoyo de los habitantes. Posteriormente, las investigaciones se extendieron hasta la sierra de Atoyac, con la ayuda de helicópteros y avionetas.
En los tres primeros días, se catearon cuando menos de 300 casas en busca de los cívicos guerrilleros y de los campesinos que los apoyaban, de paso decomisaron pistolas y rifles. Desde el 3 de diciembre agentes de la Policía Judicial Militar, que comandaba el general Vicente Fonseca, se sumaron a la persecución reprimiendo a la población campesina. En los primeros días unas sesenta personas fueron detenidas e “interrogadas” y trasladadas de la sierra a la Zona Militar de Chilpancingo. Allá fueron objeto de torturas cuando les preguntaba por el paradero de Genaro. Pero al no encontrarles nada fueron liberados.
Con el objetivo de capturar y destruir a la ACNR, la 35 Zona Militar montó una operación militar sin precedentes en la región Maxela a Tonalapa del Sur y Coacoyula de Álvarez, municipio Tepecoacuilco. Estaba lleno de militares La Mojonera, Alcamantitlan, Tlampatitlan, Las Mesas, municipio de Cocula Guerrero. Los documentos de la Sedena mucho hablan de los agrupamientos Alfa y Beta.
En un boletín de la Sedena, publicado por Excélsior, daban a conocer la detención de Carmelo, Carlos y Gabriel, asaltantes del banco de Acapulco y decían que Carlos Ceballos “junto con Gustavo Hirales, José Luis Alonso y Ramón Alapizco efectuaron el asalto a las oficinas de la Unión Nacional de Productores de Azúcar S. A. (UNPASA) en Tijuana Baja California, en el mes de julio.
La Sección Segunda del Estado Mayor de la Secretaría de la Defensa Nacional da a conocer un boletín de prensa titulado: “El ejército captura a peligrosos bandoleros pertenecientes a la gavilla de Genaro Vázquez Rojas”.
“Durante las operaciones que el ejército está llevando a cabo en la Sierra de Guerrero para buscar a los secuestradores del doctor Jaime Castrejón Diez, rector de la Universidad Autónoma de esa entidad, elementos del 50º Batallón de Infantería capturaron en la región de Atoyac de Álvarez a Carmelo Cortes Castro, Carlos Ceballos Loya y Gabriel Barrientos Reyes integrantes de la gavilla de Genaro Vázquez Rojas y a quienes se les decomisó armas y municiones.
El ejército informó también que fue detenido Vicente Erais Sánchez Antonio, miembro de la gavilla de Genaro Vázquez Rojas y quien compró el carro Dodge Coronet en el que fue secuestrado el rector y a quien además se le decomisó una camioneta Willys que Genaro Vázquez utilizaba para moverse en la sierra guerrerense.
El 3 de diciembre de 1971,  Rubén Figueroa afirmó: “A lo mejor yo soy el próximo secuestrado”. En referencia a Genaro Vázquez opinó: “Es un hombre orillado por las circunstancias a delinquir”, al mismo tiempo que se lanzaba contra Lucio Cabañas.



sábado, 23 de abril de 2016

Guerrilleros III


Víctor Cardona Galindo
Sucedió que el 19 de noviembre de 1971, un comando de Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR) secuestró a Jaime Castrejón Díez, rector de la Universidad Autónoma de Guerrero y gerente de la Coca Cola, a la altura de la desviación de Casa Verde, en plena cañada del Zopilote, cuando se trasladaba de su domicilio de Taxco de Alarcón a la ciudad de Chilpancingo.
Como rescate, los guerrilleros, exigieron la excarcelación de nueve presos políticos, dos millones y medios de pesos en efectivo y la presentación de 15 detenidos. Hacía poco, el 27 de septiembre de 1971, el Frente Urbano Zapatista (FUZ), había secuestrado con éxito al jefe de Administración de Aeropuertos, Julio Hirschfeld Almada consiguiendo como rescate tres millones de pesos.
Credencial del joven maestro Genaro Vázquez Rojas, quien 
después sería el guerrillero más buscado del país, hasta 
su muerte el 2 de febrero de 1972. Foto tomada del libro
México Armado de Laura Castellanos.

De acuerdo a la versión de Arturo Miranda Ramírez y Carlos G. Villarino Ruíz en su libro El otro rostro de la guerrilla 40 años después, la guerrilla acusaba a Castrejón de servir de punta de lanza del imperialismo en su campaña de penetración cultural en el país. Estaba considerado como uno de los hombres más ricos de la entidad. Su capital se estimaba en más de 200 millones de pesos. Al ser propietario de las embotelladoras Yoli y Cocacola, en todo el estado, se le ubicó como capitalista pro imperialista. Tenía una estrecha relación con el presidente de la república y con el gobierno local.
Jaime Castrejón, de 39 años de edad, tenía estudios en Estados Unidos e Inglaterra. Ex presidente municipal de Taxco de 1966 a 1968, vicepresidente de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), rector de la UAG desde 1970. Dueño de las embotelladoras de refrescos en Acapulco, Iguala, Taxco y Ciudad Altamirano.
Castrejón nació en Taxco el 22 de mayo de 1931. “Cursó el plan piloto de Humanidades del doctor Robert Hutchis, en la Universidad de Chicago, de 1949 a 1950. Obtuvo el título del bacteriólogo en la Universidad de California en 1954, y luego obtuvo la maestría en bacteriología y microbiología en la Universidad de Bristol Inglaterra en 1955-1956. Además obtuvo el doctorado en microbiología en Tulane University en 1961 e hizo un curso de posdoctorado en la misma universidad, de 1961 a 1962”, informaba Excélsior el 20 de noviembre.
Por Arturo Miranda sabemos que el comando hizo un primer intento de secuestro pero fracasó por su inexperiencia. “Antes del amanecer aquel día 10 de noviembre de 1971 salió el comando y unas horas después volvía a la comunidad sin haber realizado la acción”.
Nueve días después, cuatro hombres armados con metralletas, vestidos de militares y con cascos secuestraron a las 9:30 horas al rector Jaime Castrejón Díez, a quien obligaron a detener su automóvil en el kilómetro 240 de la carretera México-Acapulco. El expresidente municipal de Taxco venía acompañado de su esposa Ruby Nickel y su chofer Ángel Traviesa a quien también se llevaron y soltaron después. El rector fue trasladado a un lugar cercano al poblado de Maxela y junto con el comando inició el ascenso a las montañas localizadas al sureste de dicho poblado.
“Durante el secuestro nadie llegó a sospechar que un ancianito sordo y casi ciego fuera quien puntualmente en un borrico más flaco que el caballo de don Quijote, llevara los alimentos y la información que requería Genaro y el comando. El viejecito pasaba desapercibido a policías y soldados que peinaban la región de Maxela”.
Ese 19, a las 8:00 horas salió Castrejón y acompañantes de Taxco rumbo a Chilpancingo, en su automóvil Galaxie 1971 blanco, cuando en el lugar conocido como Venta Vieja, les salió un coche Dodge Coronet, verde olivo, que los comenzó a perseguir, más adelante les cerró el paso atravesándose en la carretera, del automóvil descendieron cuatro sujetos que los rodearon y luego bajaron al doctor y el chofer para llevárselos. Como cerca de donde fue secuestrado Castrejón está el camino que lleva a Tlacotepec, los cuerpos policiacos pensaron que se lo llevaron rumbo a la sierra.
Ese día el comando esperó al rector a un lado de la carretera a la altura de Xalitla; para evitar que se hicieras sospechosos, “los compañeros calcularon con mucha precisión la hora en que el rector pasaría por el lugar; a las 9:30 apareció con rumbo a Chilpancingo en un Ford Galaxie último modelo, placas de circulación 99 HAS… fue perseguido por más de 20 kilómetros hasta que por fin, unos 300 metros después de la desviación de la carretera a Filo de Caballos fue interceptado”, dicen Miranda y Villarino. Los guerrilleros iban disfrazados de militares incluso Genaro llevaba insignias de oficial.
“Su esposa de origen norteamericano, les gritaba en un español casi inentendible, que se quejaría con Gral. Hermenegildo Cuenca Díaz, jefe de la Defensa Nacional por el atropello de que eran objeto; Bracho tuvo que introducir presurosamente el cañón del M-2 por la ventanilla para evitar que terminaran de cerrarla y ya no pudieran bajar al rector del vehículo; finalmente lo pasaron a él y a su chofer al Dodge Coronet y emprendieron el retorno hacia Iguala a la máxima velocidad que alcanzaba el vehículo”.
La señora pidió un aventón a Chilpancingo porque las llaves del coche en que viajaban, se la llevaron los plagiarios. “Como medida de precaución los miembros del comando guerrillero tiraron las llaves del carro al río del cañón del Zopilote”, se lee en El otro rostro de la guerrilla 40 años después.
Más tarde el chofer Ángel Traviesa fue liberado en un paraje, de la carretera, rumbo a Mayanalán y llegó a las 13: 28 a Chilpancingo, inmediatamente fue llevado ante el procurador Francisco Román Román, donde le mostraron fotografías entre las cuales identificó a Genaro Vázquez Rojas. El chofer dijo que al sentirse perseguido aceleró pero que el doctor le dijo “No hay problemas, son del Ejército, debes obedecer”. Casi al llegar a Casas Verdes el Coronet verde olivo los rebasó y se les cerró “rápidamente bajaron los cuatro individuos armados, abrieron violentamente las portezuelas del Galaxie del doctor y los sacaron a él y a mí a jalones y empujándonos con fuerza nos obligaron a subir al carro de ellos. Todo fue muy rápido en menos de un minuto”, dijo a Excélsior Ángel Traviesa.
El chofer agregó: “La señora Ruby se quedó dentro del automóvil. Lloraba y gritaba pidiendo a los secuestradores que no se llevaran a su esposo. Fue cuando uno de los secuestradores le gritó: ‘No grite. Quédese quieta. A su esposo no le pasará nada si se porta bien’ ”.
Los periódicos dijeron que el gobernador Israel Nogueda Otero andaba en Tepecoacuilco en una ceremonia oficial y al ser informado del secuestro de inmediato regresó a Chilpancingo. El general Manuel Enríquez comandante del 35 Zona Militar, con sede en Chilpancingo, de inmediato movilizó al 49 Batallón de Infantería destacamentado en Iguala, que estaba al mando del general Oscar Archila Moreno, para que peinara las zonas aledañas a la carretera entre Mezcala e Iguala. Fueron los soldados quienes localizaron el coche Dodge Coronet 1967, color verde olivo, con placas de circulación DUG-73 del Distrito Federal, de quien al principio se dijo fue robado en la capital a la compañía “Cherek Mark”, abandonado sobre la cortina de la presa de Tepecoacuilco, a diez kilómetros de Iguala, sobre la carretera nacional.
Castrejón había llegado a la rectoría en 1970, cuando la contienda se definió entre tres candidatos finalistas: doctor Amín Zarur Menez, el licenciado José Herrera Peña y el doctor Jaime Castejón Diez. El 14 de enero, con 75 delegados efectivos y la presencia de 300 estudiantes y en votación secreta el Consejo Universitario eligió como rector al doctor Jaime Castrejón Diez. Se dice que su elección en el Consejo no causó mayor inquietud porque los consejeros estaban perfectamente controlados por el PRI.
Luego el 17 de enero de 1970 a las 12:45 horas tomó protesta como rector con la asistencia de unas 700 personas en una transición sin división estudiantil. Desde el principio de su rectorado Castrejón reactivó la vida académica, promoviendo cursos de superación docente y ciclos de conferencias. Abrió las carreras de Técnico Constructor; licenciado en turismo y envió la escuela de agricultura a Iguala y la de Comercio al puerto de Acapulco.
Inició una reforma universitaria mediante un proyecto llamado “Autoestudio” que pretendía hacer una evaluación de la Universidad en la cual se programaba la participación de todos los universitarios.
Por su prestigio a principios de 1971 el rector Castrejón fue electo presidente de la Asociación Nacional de Universidades e Institutos de Enseñanza Superior (ANUIES). Sin embargo los acontecimientos que se avecinaban cambiarían definitivamente la vida de la máxima casa de estudios.
Su secuestro causó mucha agitación en la Universidad, el  21 de noviembre, el Consejo Universitario se declaró en sesión permanente hasta que llegara sano y salvo el rector. Ese mismo día la directora del Instituto México, Concepción Ramírez Altamirano, le dijo a Excélsior “que su hijo desapareció desde el viernes y que presumía había sido detenido en relación con el plagio”. Los periódicos ubicaban a Humberto Espinobarros Ramírez, como izquierdista egresado de la escuela de economía de la Habana Cuba.
“El primer comunicado dirigido a la familia del secuestrado fue elaborado con una máquina de escribir propiedad del administrador de la terminal de autobuses Flecha Roja y se hizo llegar el 23 de noviembre, a través del campesino Marcelo Carreño, al sacerdote de la Iglesia de Santa Prisca, en Taxco, y, posteriormente, éste lo entregó a la familia. Sin embargo el texto oficialmente se extravió, por lo que el comando se vio obligado a emitir otro”, se comenta en El Otro Rostro de la Guerrilla 40 años después.
El segundo comunicado estaba firmado en el Campamento Revolucionario “José María Morelos”, en las montañas del Sur, el 24 de noviembre de 1971, los rubrican Juan José Montes y Nicolás Barrera por Comité Armado de Liberación General Vicente Guerrero. Amenazaban con pasarlo por las armas si el 28 de corrientes a los 12 del mediodía no se satisfacían las condiciones para su liberación.
El documento fue leído la noche del día 26, en el noticiero “24 Horas” por Jacobo Zabludowsky, en el cual se pedía a cambio de la vida de Castrejón, la liberación de nueve presos políticos, la presentación de 15 inocentes detenidos y la entrega de dos y medio millones de pesos.
El texto que fue publicado al día siguiente por la prensa nacional, consideraba a Castrejón como miembro connotado de la oligarquía pro imperialista que nos gobierna. “Nuestro acto constituye la respuesta armada de las fuerzas del pueblo a la grave y criminal represión que por todo lo que va del presente año han realizado el Ejército y las policías al servicio del gobierno contra los compañeros, sobre todo en esta región sur de nuestra patria; así también contra las torturas incalificables que han venido sufriendo los presos políticos y a quienes utilizando el puesto de rector, que actualmente ejerce, sirve a la penetración cultural imperialista”.
Exigía  la libertad de los presos políticos: Florentino Jaimes, Mario Menéndez, Demóstenes Onofre, Concepción Solís, Ceferino Contreras, Antonio Sotelo, Rafael Olea, Santos Méndez e Ismael Bracho Campos, brindándoles opcionalmente por la embajada diplomática que escojan, el salvoconducto correspondiente para su salida del país; y poner en manos de tribunales legales de justicia a todos los campesinos que padecen detención indefinida e incomunicación en distintos cuarteles del Ejército, bajo falsas acusaciones y declaraciones arrancadas con torturas, de participación en nuestro movimiento revolucionario armado, entre otros: José Garay, Francisco Garay, Sixto Flores, Cliserio de Jesús, Efrén Gutiérrez, Miguel García Martínez, José Ramírez, Crescencio Calderón, Mellado Martínez, Juan de Jesús, Hilda Flores, Eusebio Arrieta, Marcos Saldaña, Ángel Piza y Justino Piza.
Por estricta vía familiar entregarse el rescate de dinero en efectivo por la cantidad de dos y medio millones de pesos a la persona designada por el detenido, con carta de identificación al respecto. “Dinero que servirá para auxiliar a las víctimas de la represión del gobierno”.
De los nueve presos para quienes se exigía su liberación, Mario Menéndez, Florentino Jaimes, Demóstenes Onofre y María Concepción Solís Morales, estaban detenidos en le ciudad de México, los otros se encontraban en la penitenciaría de Chilpancingo, muchos estaban en espera de juicios por supuestos delitos relacionados con las actividades de la ACNR.



sábado, 16 de abril de 2016

Guerrilleros II


Víctor Cardona Galindo
En la segunda mitad de 1971, las cosas estaban muy calientes, en Atoyac había soldados acuartelados en diferentes lugares y casas particulares, por eso el 22 de junio, se inició con la construcción del cuartel en las inmediaciones de la colonia Mártires del 30 de diciembre, donde ahora está la Ciudad de los Servicios y funcionan la mayoría de las oficinas del Ayuntamiento.
Genaro Vázquez estaba copado, por eso después de varias escaramuzas con el Ejército, decidió disolver el grupo con el que se movía en la sierra de Atoyac y salió el 13 de septiembre de 1971 rumbo a Iguala. Preparaba un golpe maestro. Un comando del Partido de los Pobres se encontraba en Acapulco para emprender acciones en busca de financiamiento para la guerrilla y, el 21 de octubre de 1971, hizo una expropiación en la sucursal Cuauhtémoc del Banco del Comercio de Guerrero llevándose, según la prensa, 16 mil 921 pesos en efectivo.
“Después de investigar algunos objetivos expropiables, los compañeros se decidieron por Bancomer ubicado en avenida Cuauhtémoc y Diego Hurtado de Mendoza. Las expectativas que se habían generado a esta expropiación bancaria fueron demasiado altas, ya que se pretendía obtener una cantidad muy superior a lo que realmente se alcanzó”, dice Arturo Gallegos Nájera. En esa acción participaron Carmelo Cortés Castro, Cuauhtémoc; Carlos Cevallos Loya, Julián; Gabriel Barrientos Reyes, Fernando; Francisco Fierro Loza, Chon y Octaviano Santiago Dionicio, Francisco.
Arturo Martínez Galindo, campesino de 
Los Valles, ajeno a la guerrilla, fue uno de
 los detenidos durante la operación Telaraña
 que movilizó más de 3 mil soldados en busca 
de los guerrilleros Genaro Vázquez y Lucio 
Cabañas. La operación militar inició la noche de 
29 de abril y se desarrolló durante todo el mes 
de mayo de 1971, cientos de campesinos fueron
 llevados primero a la base aérea de Pie de la 
Cuesta y después al campo militar Número Uno. 
Foto  anexo fotográfico del informe de la 
Comverdad.

Esa ocasión, Carmelo tuvo que hacer un disparo porque el policía opuso resistencia, la bala rebotó del piso y le pegó a Octaviano en la espalda, el proyectil se alojó entre cuero y carne. La herida le dejó una cicatriz que lo acompañaría toda su vida. 
Los informes de gobierno dicen que ese día el 21 de octubre, aproximadamente a las 9:15 horas fue asaltado el Banco de Comercio de Acapulco, Sucursal Cuauhtémoc, por tres individuos armados con pistolas y carabina M-1, quienes llegaron y huyeron a bordo de un vehículo de alquiler robado, marca Chevrolet Modelo 70, placas G-1698. Fueron sustraídos 16 mil 900 pesos. “Resultó herido, sin ser de gravedad a pesar de las tres veces en que le dispararon con una pistola calibre 0.45, uno de los policías de esa institución al forcejear con uno de los asaltantes”, decía un reporte policiaco.
El Ejército se hizo cargo de inmediato, alertó al Aeropuerto Internacional y a las partidas que tenía en Lomas de Chapultepec, San Marcos, Tierra Colorada, Coyuca de Benítez y a los batallones destacados en Cruz Grande y Atoyac de Álvarez.
El comandante de la 27 Zona Militar por teléfono informó, a las 20:15 horas, al secretario de la Defensa Nacional que habían encontrado el automóvil usado por los tres asaltantes al Banco de Comercio de Acapulco; que ya había aparecido el chofer de dicho vehículo de alquiler. Había sido secuestrado a las 8:30 horas de la mañana y llevado a El Embarcadero, donde lo ataron, llevándose su automóvil modelo 1970. “El chofer se encuentra siendo investigado por agentes de la Policía Judicial. El monto de lo robado es de 16 mil 921 pesos. Se opina que los asaltantes son de Acapulco y además principiantes ya que todo lo hicieron en forma precipitada”, se escribió en un informe del Ejército.
Al hablar de la herida que recibió Octaviano Santiago Dionicio, Eneida Martínez en su tesis, Los alzados del monte. Historia de la guerrilla de Lucio Cabañas, dice que los costos para la Brigada no pararon ahí, un mes después de realizada esa expropiación, traería consecuencias para tres de los involucrados. La indisciplina de estos guerrilleros provocó su propia aprehensión y la de otra persona inocente llamada Guadalupe Castro Molina, hija de Petronilo Castro Hernández, también desaparecida como su padre. Aunque en ese momento de su detención sí logró librarse de los militares, sin embargo, quedaría fichada y eso a la postre le traería como consecuencia su aprehensión y desaparición. 
El día 18 de noviembre de 1971, al calor de las copas, se les ocurrió a Julián, Cuauhtémoc y Fernando ir a Atoyac a dejar un dinero a Florentino Loza Patiño, Pancho Encinas; para que éste lo hiciera llegar al Partido de los Pobres. Eran como 30 mil pesos, una parte producto del asalto y el resto donaciones de colaboradores.
Es Arturo Gallegos Nájera, en su libro La Guerrilla en Guerrero, quien nos cuenta bien la historia. “Con ese propósito contrataron el servicio de un taxi, mismo que convino cobrar la cantidad de quinientos pesos por llevarlos de Acapulco a Atoyac y traerlos de regreso al puerto. Antes pasaron por la casa de don Petronilo (tío de Cuauhtémoc) para ver la posibilidad de que una de sus hijas los acompañara, evitando de esa manera sospecha alguna de miradas indiscretas  o de la misma policía… la jovencita fue despertada, y ella misma tomó la decisión de acompañarlos, aunque de mala gana. Serían las diez de la noche cuando salían de Acapulco,  no sin antes pasar por un estanquillo a surtirse de cervezas comprando algunos ‘six pack’. Enseguida enfilan hacia Atoyac en busca de Pancho Encinas. Influenciados por la bebida perdieron el sentido de responsabilidad… Eufóricos, los tres jóvenes guerrilleros rompieron la disciplina que en condiciones normales no se hubieran atrevido; salieron a relucir las armas y empezaron a disparar a través de las ventanillas del taxi, descargando una y otra vez sus  pistolas. Como es de suponer, el taxista se atemorizó pero ellos le dijeron que no se preocupara, que no le iba a pasar nada. Guadalupe un tanto preocupada, les llamó la atención amenazando con bajarse del carro si seguían cometiendo desmanes. Fue hasta entonces que le bajaron un poco al desorden que llevaban. Resulta que al llegar a Atoyac ninguno de los tres conocía el lugar preciso en que vivía Pancho Encinas, dando indicaciones al chofer que enfilara hacia donde suponían podían encontrarlo, con tan mala suerte que pasaron frente al cuartel de los federales, que por el hecho de ser de madrugada (una de la mañana aproximadamente) y los tiempos que se vivían, se pusieron en guardia y les ordenaron que apagaran sus luces, cosa que hicieron y se pasaron de frente. Ellos siguieron buscando sin  resultado alguno. En su afán por encontrar a Pancho, no midieron el peligro, seguramente influenciados por alcohol ingerido, volvieron a pasar frente al cuartel olvidando apagar las luces; esta vez no tuvieron la misma suerte, los soldados les marcaron el alto ordenándoles que bajaran del auto. Antes de bajar, metieron las armas abajo del asiento del carro. El conductor aparentemente tranquilo esperaba a sus clientes mientras los soldados interrogaban a los sospechosos. A preguntas expresas ellos contestaban que no eran de ahí y que andaban buscando a un familiar pero que no conocían con exactitud su domicilio. Los federales no creyeron el cuento y les dijeron que se iban a quedar detenidos para investigación. Ellos ‘aceptan’ pero solicitan que la joven sea dejada en libertad por no tener nada que ver en el asunto. Los soldados seden a medias, pues permiten que sea llevada a un hotel a pernoctar, pero bajo vigilancia. Fue en ese momento que Cuauhtémoc le dice a Guadalupe ‘toma mi maletín y avísale a Alejandro que estamos detenidos que vea que puede hacer”. Ella tomó el maletín sin contestar, mientras los soldados la conducían a un pequeño hotel con la orden de ser vigilada, pero esa orden no fue cumplida.
“La realidad es que la detenida no pudo conciliar el sueño  por razones obvias, y a las cinco de la mañana abrió la puerta del cuarto con mucho sigilo, y al darse cuenta que no había nadie, tomó la decisión  de bajar a la recepción, encontrándose con la agradable sorpresa de que también dormían. Salió a la calle y tomó el primer autobús que salió para Acapulco, llegando al puerto a eso de las siete de la mañana”, para avisarle a Arturo Gallegos quien al abrir el maletín, encontró algunos objetos personales y entre éstos, dos jabones Darling nuevos abiertos. “Ese detalle me llamó la atención, y al revisarlos con mayor cuidado, encontré que de jabón solo tenía la envoltura, pues estaban repletos de billetes de a cien pesos, que ya contados hacían la cantidad de treinta mil pesos… guardé el maletín con todo lo demás”.
Mientras Guadalupe fue a ver a Alejandro. Arturo Gallegos se dirigió a la calle Sierra Norte de Puebla para avisarle a Francisco y a Chon. Después de la sorpresa, Chon pasa a la rabieta y dice “eso les pasa por sentirse jefes, ya habíamos quedado que yo iría a dejar el dinero a Pancho, pero no, ahí están las consecuencias”.
 Después de ser informado, Alejandro tomó la decisión de ir a la 27 Zona Militar para tratar de salvarlos y le pidió a Guadalupe que lo acompañara, ésta se resistió y no es para menos después de haberla librado en Atoyac; sin embargo él casi la obligó a acompañarlo.
Antes que arribara Alejandro al cuartel, llegó el comandante de la policía judicial de Acapulco, Wilfrido Castro Contreras, quien enterado de la detención de los sospechosos asistió a reconocerlos. De inmediato fue conducido al lugar donde estaban los detenidos. Le informaron de los nombres que habían dado al momento de su detención, y dirigiéndose a uno de ellos le dice, “Cuauhtémoc ni que la chingada, tu eres Carmelo Cortés Castro cabrón”, al tiempo que le daba dos golpes con la mano abierta en pleno rostro.
Poco después llegó Alejandro, acompañado de Guadalupe, a tratar de salvar a los detenidos con el pretexto de que eran sus trabajadores, pero al estar plenamente identificados, toda argumentación salía sobrando. Los dos fueron detenidos, cuando le preguntaron a Guadalupe quien era ella, y ésta dijo que era la joven que estuvo junto con los sospechosos en Atoyac. Le preguntaron por qué se había fugado del hotel, ésta contestó que no se había fugado, más bien nunca estuvo en calidad de detenida. Alejandro fue identificado como Humberto Espinobarros Ramírez, desertor del Ejército, delito por el cual fue trasladado al estado de Veracruz y procesado, después de una corta estancia en el cuartel de la 27 zona militar.
Asienta Gallegos: “Guadalupe junto con los otros tres detenidos fueron llevados al Campo Militar Número Uno de la Ciudad de México y puestos en celdas separadas unidas entre sí por los costados, es decir que no podían verse entre ellos. Para mejor ubicación diremos que había un pasillo en medio que dividía la zona de celdas. Los de una zona podían ver a los de enfrente pero no a los que pegaban con ellos; por tal razón era imposible que los recién llegados pudieran verse. El pasillo era bastante largo y había un guardia al fondo; las celdas eran muy pequeñas, de un metro cuadrado, donde el detenido dormía sentado, cuando podía. Frente a la celda de Guadalupe se encontraba una mujer casi desnuda con un niño en brazos que, sin embargo, no dudó en deshacerse de un pedazo de trapo para dárselo a la recién llegada”. 
Poco después de haber sido colocados en sus celdas, los detenidos tuvieron su primera visita, era Miguel Nassar Haro, quien llevando hojas blancas en la mano, les dijo: “Escriban ahí toda su historia, sin que se les pase nada, regreso más tarde”. Cuauhtémoc escribió: lugar y fecha de nacimiento, estudió la primaria en una escuela de Atoyac, la secundaria en la Normal de Ayotzinapa y continuó sus estudios en la Preparatoria número 1 de la UAG, de donde fue expulsado en el año de 1966, junto con otros 46 compañeros, por sus actividades como dirigente estudiantil. Poco más tarde regresa Nassar Haro, y al ver la hoja escrita: “Basura, pura basura, pero ahora vamos a ver si son tan  cabrones hijos de la chingada, aquí el más valiente canta. ¡Llévenselos!”, Ordenó. Los detenidos fueron conducidos a la sala de tormentos. Primero psicológica; “me van a decir donde tienen a Jaime Castrejón, y no me digan que no saben porque les rompo toda la madre”.
Los informes del Ejército reportaban, el 21 de noviembre de 1971, la detención de Julián González y Fernando Pérez en Atoyac de Álvarez. También del ex oficial militar Humberto Espinobarros Ramírez, ocurrida en el cuartel de la 27 Zona Militar quienes fueron remitidos a la capital, como presuntos gavilleros que operaban en el estado de Guerrero. Ese reporte no habla de Carmelo.
Julián González fue el nombre que dio Carlos Ceballos Loya y Gabriel Barrientos Reyes dijo llamarse Fernando Pérez al momento de ser detenidos en Atoyac. En algunos momentos los informe militares son erráticos. Pero si corroboran el destino que tenían los detenidos relacionados con los grupos guerrilleros: el Campo Militar Número Uno.


miércoles, 13 de abril de 2016

El triángulo de “La ciudad perdida”


 Víctor Cardona Galindo
En unos terrenos entre la comunidad de Los Planes y La Finquita, muy cerca de El Paraíso, se encontró en el 2011 un basamento piramidal, de un centro ceremonial prehispánico posiblemente del posclásico, en la fachada norte se observa una alfarda. Tiene cuatro escalones bien conservados, mide 30 por 30 aproximadamente.
Para los habitantes de los pequeños poblados circunvecinos ha sido normal que los “gringos” vengan en sus “carrotes”, tomen fotos y si alguna piedra les gusta se la lleven. Bueno, aquí les llaman “gringos” a cualquier extranjero que esté güero.
Luego de que los peones de Hermenegildo Torres Lorenzana encontraron las escalinatas, en los terrenos de su suegro Antonio Camacho, hubo quien pensó que había en esas ruinas un tesoro y le hicieron varios hoyos al montículo, en uno de ellos le colocaron la imagen de San Isidro Labrador.
Pirámide enterrada en Los Planes. Foto Víctor Cardona Galindo.

El hallazgo del basamento piramidal se difundió con rapidez mediante las redes sociales, principalmente por Facebook. Alguien tomó las fotos y realizó una carga móvil porque en ese momento el celular era una novedad en El Paraíso, pues la señal inalámbrica llegó el 22 de enero del 2011 y la cobertura llega hasta Los Planes, La Finquita y La Quebradora. Hasta los peones que andan trabajando en las huertas de café o de plátano traen su celular.
Para ir a Los Planes hay que seguir un camino de flores amarillas del árbol llamado apánico,  que florea y produce una manzanita que al reventar suelta una especie de algodón. Al apánico (cuyo nombre científico es Cochlospermum vitifolium) le llamaban en náhuatl Tecomaxóchitl, su corteza sirve para curar la hepatitis y la diabetes. La receta es sencilla se abre una canaleja en forma de canoa en el tronco del árbol, a la cual se le pone agua y se toma fermentada. La otra planta que florea entre enero y marzo en el camino a la sierra es la retama, cuyas flores amarillas compiten con el primavero que crece majestuosamente cerca del camino.
En Los Planes la secundaria funciona en un aula destinada para la primaria que construyó el gobierno de Germán Adame Bautista; la primaria opera en la casa de Salud. El kínder es una aulita de madera. Hace unos años los vecinos se preocuparon por recolectar los vestigios arqueológicos, los juntaron en una casa e hicieron un pequeño museo, pero ahora en el local donde funcionaba duermen los maestros. Al desaparecer el museo comunitario las piedras que estaban en la escuela, han sido regaladas o han ido desapareciendo.
Don Miguel García Salas era el promotor del museo comunitario que funcionó en el 2005, respaldado por el CONAFE, institución que hasta la fecha atiende los tres niveles educativos básicos en Los Planes. Los habitantes de esa pequeña comunidad de 12 casas van a consulta médica al Paraíso, en el 2010 se terminó de pavimentar la carretera.
Desde el 2005 hay sitio de taxis en El Paraíso. Visitar esta zona es ir al corazón de la selva cafetalera, “la sierra es más arriba” dicen los habitantes de Los Planes. Ir a los Planes es caminar por la tierra del jaguar, el tigrillo, el güinduri, el “catecuan” y el gato montés, felinos que dominan la selva del café.
Cerca de Los Planes, a unos tres kilómetros está el Cerro de La Señora (Así se llama en honor a Faustina Benítez de Álvarez) en donde los jaguares se han reproducido con rapidez, además pueden verse manadas hasta de 12 jabalíes y mucho venado de cola blanca. Se han visto cerca pumas, que son pardos. Las onzas sólo se dan en el filo mayor.
En el cerro de la Señora unos cazadores encontraron una cueva con armas del siglo antepasado, eran escopetas cuascleras y tercerolas, había muchos metales, espadas y balas de cañón. Ahí Juan Álvarez tenía su polvorín “por si las dudas” resguardado en la espesura de la Selva. En ese cerro que era una fortaleza del “Padre del Federalismo” hay muchas cuevas donde puede vivir la gente.
Los Planes es una comunidad fundada por las familias Rodríguez y Bautista, está rodeada de espesa vegetación, en donde vuela la hurraca blanca, la depredadora de las aves, se come sus huevos, su presencia ha hecho que desparezca la hurraquilla verde. La hurraca no tiene depredador natural, “ni el gavilán se la quiere comer”. La gente de la sierra piensa que la hurraca es un animal maldito, porque uno de los pasajes que cuentan nuestros padres dice “que cuando Jesús Nuestro Señor andaba huyendo de los romanos, la hurraca lo perseguía y decía acavaaa, acavaaa”, así grita siempre esa ave, mientras que las cucuchitas (tortolitas) “caminando borraban el rastro de los caminos”. Nadie se come a las hurracas y ellas volando por todos lados hacen lo que quieren. Antes no había hurracas blancas en esta zona. Ahora ha invadido la sierra y les dan duro a las otras aves. Don Julio Sánchez Ciprés dice que en los últimos años han desaparecido muchas aves, como las hurraquillas verdes, los pájaros perros, las gallinitas y quedan pocos faisanes. Aquí a las godornices les llaman “picos de oro”, por su canto, que las que también hay pocas.
 También por ese rumbo, antes de llegar a La Pintada está La poza de los Patos, es un lugar donde los paraiseños han pensado echar andar un proyecto de turismo ecológico.
Cerca de la Finquita crece majestuoso un Cuajinicuil traído de Chiapas. “Nomás que siembres, aquí todo se da”, dicen los lugareños. En Los planes hay limón real, papaya, maíz y frijol. El camino a la pirámide está surcado de plantas de mariposas que adornan el paso con sus flores blancas que impregnan su aroma en el ambiente.
Dos arroyos pasan por Los Planes uno que viene de La Quebradora y el otro de La Finquita. Los planes forma parte de un  triángulo de pequeñas comunidades preciosas, una de ellas es la colonia La Quebradora. La cual tiene 30 casas se llama así porque ahí se instaló en los setentas una máquina trituradora de piedras, material que se usó para la construcción de la carretera que conduce a la sierra. Es una población muy tranquila, con energía eléctrica cuya red fue construida durante el gobierno de María de la Luz Núñez Ramos. Esa pequeña colonia se fundó en los terrenos del señor Julio Sánchez Ciprés. La primaria “Sor Juana Inés de la Cruz” tiene una sola aula que les construyó Javier Galeana Cadena cuando fue alcalde, el jardín de niños Margarita Maza de Juárez se los construyó Acacio Castro y Germán Adame les dejó de recuerdo la cancha de basquetbol. Es un pueblito donde la mayoría de las casas tienen techo de láminas galvanizadas.
En esa zona entre mayo y junio, cuando comienzan las lluvias, los habitantes salen al bosque a recolectar un hongo rojo que es muy sabroso empapelado o en caldo. Llega a costar hasta 50 pesos el kilo en El Paraíso.

Sin duda es hermoso el triángulo formado por Los Planes, La Finquita y La Quebradora, es la zona arqueológica que nuestros antepasado llamaron “La ciudad perdida”. Más arriba están El Edén y La Pintada.

martes, 12 de abril de 2016

Calamidades


 Víctor Cardona Galindo
El pequeño pueblo donde nací, se llama Los Valles, está enclavado en la parte media de la sierra de Atoyac. Aquí la gente tenía diversas formas de anticiparse a las calamidades que se avecinaban, se guiaban por la naturaleza y por la premoniciones de esta leían. Cuando el cielo amanecía aborregado, con pequeñas nubes simulando borregos, era seguro un temblor de tierra, como sucedió el 4 de julio de 1971, cuando una gran sacudida tumbó varias casas de los pueblos de la región.
En la sierra había muchas cotorras, que ahora están en peligro de extinción. Mi abuela Victorina, de noche distinguía como la cotorras se cambiaban del árbol donde dormían a otro, eso era un mensaje que habría un temblor en la madrugada.
Cuando las calandrias hacían sus nidos en ramas bajas de los árboles era sinónimo que ese año habría huracanes que azotarían la región. Cuando por la mañana se advertía un marrano cargando ramas sobre su cuerpo, había una tempestad ese día, esta premonición se reforzaba cuando se veía venir el ganado de las huertas a la calle del pueblo, era segura la tempestad con viento y rayos, como sucedió también el 26 de diciembre de 1971.
Había una señal, cuando se avecinaba una peste para el ganado. Esa señal era la aparición del zopilote rey. De pronto sobre el pueblo sobrevolaba una parvada de zopilotes y en medio de ellos iba un zopilote totalmente blanco, avanzaba quieto y todos los demás volaban en su derredor. Ese era el zopilote rey, que nos anunciaba que al siguiente día comenzaría a morirse el ganado. Era mal derriengue, por eso se morían y los esqueletos de la vacas adornaban los caminos.
El zopilote rey era el mensajero de la peste. Yo ya no he visto este zopilote blanco, a lo mejor se extinguió cuando los ganaderos comenzaron a vacunar sus vacas. 
De las epidemias que han azotado a Atoyac, está los ataques de cólera morbus o peste, de 1833, que fue una pandemia internacional. En 1901 a 1905 Atoyac fue atacada por la viruela causando numerosas muertes. Otro ataque de la viruela se vino allá por 1918 y que le gente atribuía a la mortandad que dejó la Revolución Mexicana, porque en varias partes del municipio apilaban los cadáveres le ponían petróleo y los quemaban. Se decía que la manteca que salía de los cadáveres iba a dar a los arroyos y por eso las epidemias. Había lugares donde combatían los bandos contrarios, enterraban los muertos por decenas, muchos de ellos quedaban con los guaraches fuera de la tierra.
La viruela negra atacó por mucho tiempo al municipio de Atoyac, están los testimonios de 1944. Le llamaban la viruela de peste o viruela de clavo negro, porque en cada grano se le ponía un punto negro y luego reventaba en pus, tenían que acostar a los enfermos en hojas de plátano, porque la ropa y las sabanas se les pegaban en el cuerpo y le arrancaban la carne.
El último ataque que se recuerda es el 1964, cuando mucha gente padeció de esta epidemia, de recuerdo quedó aquel verso: Le dio la viruela /le dio el sarampión /le quedó la cara /como chicharrón….
Cacarecos dirían otros, al burlarse de los que por motivo de la viruela o el sarampión les quedaba el cutis como cráteres lunares.
El sarampión también fue una epidemia recurrente, provocó muchas muertes sobre todo en los niños, el tratamiento era bañar al enfermo con agua de borraja y sanaban. Cuando alguien moría se decía que le dio sarampión del cenizo, porque había según los mayores, dos tipos de sarampión el rojo y el cenizo, del rojo se aliviaban del cenizo no.
Muchos niños murieron por las epidemias de tos ferina o tos ahogadora, la gente ponía al enfermo camisas rojas para que se aliviara como no obtenían resultado, recurrían a las medicinas aunque allá por el 1976, cuando se recuerda el mayor ataque de esta enfermedad, había pocos médicos en Atoyac y además el remedio era simple, medio vaso de leche de burra, de preferencia negra y los chamacos se aliviaban, creo que se morían los niños cuyos padres no querían acudir a estos remedios.
El bronquitis también era común, era una epidemia, también cobró la vida de muchos niños, lo más reciente allá por 1975, el remedio era muy simple, sin acudir al médico mi mamá nos curó con una infusión, hecha con un pedacito de concha de armadillo, cuatro temalcuanes y tres pedacitos de cáscara de cirian.
En esos años hubo también brotes de pelagra, que se decía que la trasmitía el marrano, ahora sabemos que es por falta de niacina. La pelagra era terrible, cobró la vida de algunos niños, dicen que por dejarlos jugar donde dormían los marranos.
Para nosotros los atoyaquenses las epidemias habían quedado atrás, más de pronto nos amanecimos con la noticia que una nueva epidemia se cernía sobre el mundo, la influenza porcina.
El lunes 27 de abril del 2009 parecía un día tranquilo a no ser que por la mañana comenzaron a verse personas con cubrebocas y comenzó la psicosis, la gente decía que ya había dos casos en el Hospital General, lo que resultó falso, pero en eso estábamos cuando faltando unos minutos para las 12, se registró un sismo de 5.7 grados con movimientos trepidatorios y oscilatorios, lo que aumentó el pánico en la región “es que diosito ya no nos quiere por pecadores”, decía la señora donde paso a desayunar.
Ya para el martes 28 se habían suspendido las clases, en todas las escuelas, se dispararon los precios de los cubrebocas de 50 centavos, llegaron a costar 10 pesos, los sastres comenzaron fabricar cubrebocas de telas por pedidos. También escasearon los productos farmacéuticos con vitamina C.
Siendo el miércoles 29 de abril se agrava la psicosis, porque llegan masivamente los estudiantes y atoyanquenses que radican en el Distrito Federal, Estado de México y Morelos, personal de la Secretaría de Salud, reparte cubrebocas en la terminal.
El jueves 30 el Ayuntamiento de Atoyac, suspende labores por la contingencia, mandó a cerrar los centros nocturnos, restaurantes y todos los negocios de comida, sólo comida para llevar, estaba autorizada. Se suspenden por primera vez, desde que tengo uso de razón los festejos del día del niño. El Ayuntamiento anuncia que no festejará a los pequeñines el sábado 2 de mayo como se tenía previsto y que el informe de los 100 días programado para el domingo 3 se pospone para el 9 de mayo.
El jueves 30 de abril por la mañana, una avioneta blanca con franjas verdes, realizó vuelos rasantes por toda la ciudad, lo que acrecentó la psicosis colectiva. Decía una vecina, ya nos cerraron los negocios y ahora nos están fumigando ¿Para que? Mas tarde, Marcos Villegas, se confirmaría que esa avioneta aterrizó en El Ticuí y que estaba fumigando las plantaciones de mango, para combatir la mosca de la fruta.
Para el colmo de los males el día primero de mayo, que amanecimos todos temerosos, porque había muchos chilangos en los alrededores y algunos pensaron refugiarse en la sierra donde el aire es limpísimo, vuelve a temblar por la tarde 4.7 grados con epicentro en Acapulco.

Si de por si andamos temblorosos del cuerpo y ahora nos tiembla la tierra.

sábado, 9 de abril de 2016

Guerrilleros I


Víctor Cardona Galindo
Los terratenientes arrendaban parcelas a los campesinos de la región y sólo les permitían sembrar cultivos anuales, tales como el maíz, arroz y frijol. Esto se debía a que los cultivos perennes (como el café y el cacao), generaban derechos de posesión de la tierra. La mayoría de las  familias costeñas eran arrendatarias y vivían a expensas del siclo de lluvias. Las tierras de riego estaban destinadas para el usufructo del patrón.
En ese contexto nació Patronilo Castro Hernández, el 31 de mayo de 1899, en la ciudad Atoyac de Álvarez. Su madre fue Guadalupe Hernández Mesino y su padre Raymundo Castro Gervasio. Don Petrón, como le llamaba su familia era primo hermano del general Silvestre Castro García, el Cirgüelo. Como muchas familias, la suya concurrió al llamado del movimiento insurreccional contra la dictadura de Porfirio Díaz y para luchar por un pedacito de tierra.
Por eso siendo todavía un niño de 11 años acompañó a sus padres a la revolución, cuando el profesor Silvestre Mariscal se levantó en armas aquel 26 de abril de 1911, apoyando a Francisco I. Madero y al grito de “Sufragio efectivo. No reelección” tomó a sangre y fuego la ciudad de Atoyac. Luego Mariscal partió rumbo al puerto de Acapulco para atacar la plaza principal del gobierno federal,  donde estaban los intereses de los principales hacendados.
Don Petronilo Castro Hernández, fue detenido 
el 25 de abril de 1972 elementos del Policía Judicial
 de Guerrero al mando del comandante Wilfrido
 Castro Contreras, lo sacaron de su domicilio 
ubicado en calle 13 esquina con Avenida Silvestre 
Castro, colonia Juan R. Escudero de la ciudad de 
Acapulco. Foto tomada de la revista Revolución 
editada por los presos políticos de Acapulco 
en marzo de 1979.

Con el tiempo, cuando creció, Petronilo se convirtió en un combatiente y pasó al bando zapatista donde llegó a ostentar el rango de teniente, mismo que después de varios trámites burocráticos la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) le reconoció.
Una vez concluida la revolución la familia Castro radicó en el Rincón de las Parotas donde pasó su juventud. Pero transcurría el tiempo y aunque ya el país tenía un gobierno emanado de la revolución, en la década de los veinte, las cosas seguían igual. Las haciendas de la Costa Grande eran propiedad de las casas españolas del puerto de Acapulco. Baltazar Fernández, Uruñuela, Alzuyeta, Quiroz y Compañía, eran quienes también tenían las fábricas de hilados y tejidos de El Ticuí y Aguas Blancas. En Acapulco eran dueños de una industria de jabón, en lo que ahora se conoce como El Barrio de la Fábrica. Contaban con bodegas en diferentes partes de la región por medio de las que controlaban el mercado de algodón y los granos básicos.
En Atoyac había  terratenientes, hacendados y latifundistas que vivían en la cabecera municipal como: Germán Gómez, Andrés Pino, Octaviano Peralta y el coronel revolucionario Alberto González, Gabino Pino González, Herman Ludwig y el guatemalteco Salvador Gálvez, quienes ya contaban, en sus extensiones, con plantaciones de café. Pero los más voraces eran los hacendados españoles.
Es Crescencio Otero Galeana quien en su libro El movimiento agrario costeño y el líder Profr. Valente de la Cruz nos habla de las condiciones de la región en aquella época. Cualquier campesino que viviera en las haciendas y no fuera del agrado de los propietarios o de los administradores, era obligado a salirse bajo cualquier pretexto. Sí, les prestaban tierras pero en los terrenos altos infértiles y en cantidades mínimas, no más de tres hectáreas, mediante el pago de una renta. Las cosechas se levantaban tan pronto ordenaban los administradores, para darle el pasto al ganado, aun cuando el maíz o frijol estuviera todavía secándose. El aviso era intempestivo y cuando los campesinos estaban levantando su producto, los caporales metían el ganado a pastar y se comían los cultivos de las semillas básicas para la subsistencia familiar: maíz y frijol.  Los campesinos no podían sembrar árboles frutales de vida larga. Los esbirros de los hacendados sí tenían ese privilegio, pero únicamente podían plantar una o dos palmeras de coco, cuando mucho dos árboles de mango y algunas plantas de plátano. Esa era la condescendencia por sus servicios prestados, de esta manera muchos se volvían serviles a los hacendados que así formaban su pequeño ejército de guardias blancas y pistoleros.
Al campesino que criaba ganado sólo se le permitía tener cinco animales, porque aun las pasturas del campo libre también pertenecían a las haciendas, no tenía derecho a tomar para sus vacas ni un solo manojo de pasto del que nacía en el campo libre y quien desobedecía era expulsado, y si intentaba defenderse inmediatamente era aprehendido por las guardias blancas de la hacienda y remitido a Tecpan, la cabecera de distrito, donde residía el tirano Prefecto Político y tenían su sede las autoridades judiciales que estaban al servicio de los hacendados y latifundistas españoles.
Los ciudadanos, como en otros lugares del país, pagaban también la contribución personal que para entonces era de veinticinco centavos mensuales para hombres y jóvenes y aquél que no podía pagar por su miseria, entonces era apresado y llevado a la cabecera distrital, o se echaba a huir por los montes como un coyote, viviendo a salto de mata, para no caer en manos de los temibles rurales, quienes constantemente los llevaban en “cuerdas” a desempeñar trabajos forzados a lugares inhóspitos y mortales como el Valle Nacional, o a pelear contra los indios yaquis de Sonora.
En este contexto Manuel Téllez Castro y David Flores Reynada comenzaron a formar los comités agrarios para organizar a los campesinos solicitantes de tierra siguiendo el lema Emiliano Zapata “La Tierra es de quien la trabaja”, pero los terratenientes respondieron con el asesinato de los líderes agraristas de la Costa Grande, así cayó el 29 de octubre de 1923 asesinado Manuel Téllez Castro en la calle Nicolás Bravo de la cabecera municipal de Atoyac.
Por eso Alberto Téllez se levantó en armas, le secundaron Feliciano Radilla y muchos campesinos solicitantes de tierra de la región, entre ellos Antonio Onofre Barrientos y Petronilo Castro Hernández que concurrieron a la toma sangrienta de la ciudad de Atoyac y Petatlán donde se definió el triunfo del movimiento militar. Pero fue necesario el levantamiento de Amadeo Vidales Mederos en 1926 para que las tierras comenzaran a repartirse y así les tocara un pedacito, para sembrar, a muchos revolucionarios sobrevivientes.
A don Petronilo le tocó una parcela de café por el rumbo de Las Patacuas, que está en los cerros aledaños a El Porvenir. Donde hay un fruto amarillo de un árbol llamado patacua, que es agridulce. Doña Julia Molina Valdovinos, esposa de don Petronilo recuerda que había muchas frutas que se comían como: arrayanes, piñón, chirimoyas, frutillas, cajeles y muchos limones dulces.
Petronilo Castro Hernández con Julia Molina Valdovinos procrearon 14 hijos de los que sobrevivieron: Francisca, Fabiola, Martha, Guadalupe, Benigna, Julieta, un varón de nombre Eleazar, Raquel, Miriam, Mayanin y adoptaron a Alejandra. A Eleazar don Petronilo lo llamaba Castillo, por el parecido que tenía con el general Heliodoro Castillo a cuyo lado combatió en el bando zapatista. También fueron sus hijos: Pedro, Eusebio y Julia Castro Martínez que tuvo con Maximiana Martínez y también Marcos Castro Reynada que nació de otra mujer.
En los años cincuenta se fue a vivir a Pie de la Cuesta, una pequeña población que estaba en enclavada cerca de Cayaco municipio de Coyuca de Benítez, antes de subir a la sierra, y que era ruta obligada para los que iban al Ojo de Agua y otras poblaciones como La Remontita. Ahí se dedicó de lleno al cultivo de la tierra. Dice Arturo Gallegos: “Su gran corazón y disposición al trabajo le valieron el reconocimiento de todos los que lo trataron, nombrándolo representante de esa comunidad ante el comisariado ejidal, prácticamente de manera vitalicia”.
En 1959 don Petronilo se sumó a la lucha en contra del gobernador Raúl Caballero Aburto y siguió de cerca el movimiento del pueblo de Atoyac. Después de la masacre del 18 de mayo de 1967, don Petronilo Castro fue uno de los primeros tres campesinos que se fueron con Lucio Cabañas. En esta pequeña célula que fue el embrión de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento también estaban: Alfonso Cedeño Galicia, el Güero Cedeño y Antonio Onofre Barrientos. Los tres habían sido combatientes de la guerrilla vidalistas. Más tarde se sumaron Juan Reinada Victoria, Clemente Hernández Barrientos y Obdulio Gervasio.
Entonces Petronilo Castro Hernández acompañó a Lucio en los primeros años de andar por la sierra organizando comités de lucha junto con Antonio Onofre Barrientos, Juan Reynada Victoria y Clemente Hernández Barrientos.
Después, cuando el grupo creció, los fundadores se bajaron a las poblaciones, donde Antonio Onofre Barrientos, Juan Reynada y Petronilo Castro fueron apoyos importantes para contactar con la guerrilla y llegar hasta Lucio Cabañas.
Así lo conoció Luis León Mendiola. “En los primeros tiempos de la guerrilla arriba de un pueblo llamado Pie de la Cuesta don Petronilo Castro, tenía sembrado tomate, jitomate y chile, lo que le daba buen pretexto para estar en el monte sin despertar sospechas. Y llegamos al campamento donde se encontraba Lucio, quien en compañía de un joven llamado Clemente Hernández Barrientos, que se había integrado de manera permanente con Lucio, Clemente sobrevivió y hoy está dedicado a la vida privada”.
Lucio aprovechó los conocimientos que don Petronilo tenía en materia de estrategia militar y aprendió mucho de viejos revolucionarios como él, de ahí aquella frase: “Ir al pueblo a aprender y no a enseñar”.
“Don Petrón y un primo de Lucio Cabañas se llamaba o se llama Clemente Hernández Barrientos, estos son los personajes, que yo sé, fueron la base más importante para que Lucio pudiera mantenerse durante esos tres años en la sierra de Atoyac, es decir, ellos le conseguían el contacto, le llevaban comida, lo trasladaban de un lugar a otro, porque ellos eran  conocedores, como eran lugareños de ahí conocían la sierra a la perfección, entonces era una base más importante para el desarrollo”, comentó Arturo Gallegos Nájera.
Era excelente músico, el 1 de noviembre de 1971, Petronilo Castro con violín y Pedro Hernández Gómez, Ramiro con guitarra tocaron vinuetes en un pueblito de la sierra, cuando la guerrilla llegó a pasar el día de los difuntos con los campesinos. El vinuete es una música ceremonial tocada con violín y guitarra para la despedida de angelitos o días de muertos.
Una vez incorporado con su familia, la casa de don Petronilo ubicada en la calle 13, lote 1833, de la colonia Juan R. Escudero en Acapulco fue paso obligado para muchos guerrilleros que iban para la sierra. Por eso de su casa se lo llevaron las fuerzas del gobierno y lo desparecieron.
La cuarta hija de Petronilo Castro Hernández y de Julia Molina Valdovinos, Guadalupe Castro Molina que nació el 7 de julio de 1952 en Atoyac de Álvarez, también está desaparecida, ella estudió hasta cuarto año de primaria en la escuela federal Eduardo Mendoza y fue detenida una primera vez por elementos de la 27 Zona Militar el 19 de noviembre de 1971.
Fue cuando la guerrilla asaltó la sucursal de Bancomer ubicada en avenida Cuauhtémoc y Diego Hurtado de Mendoza. Participaron, Chon, Francisco, Julián, Isael, Cuauhtémoc y Fernando. Ese “18 de noviembre de 1971, al calor de las copas, se le ocurrió a Julián, Cuauhtémoc y a Fernando ir a Atoyac a dejarle dinero a Pancho Encinas para que éste lo hiciera llegar al Partido de los Pobres. Contrataron un taxi que convino cobrar 500 pesos por llevarlos y regresarlos al puerto de Acapulco”, dice Arturo Gallegos.
Antes pasaron por la casa de don Petronilo, que era tío de Cuauhtémoc, para que una de sus hijas los acompañara y así evitar sospechas de miradas indiscretas o de la policía. Don Petronilo despertó a Guadalupe que los acompañó, serían las diez de la noche cuando salieron de Acapulco.
Al llegar a Atoyac, ninguno de los tres conocía el lugar donde vivía Florentino Loza Patiño, Pancho Encinas. Pasaron varias veces frente al cuartel a la una de la mañana, se les hicieron sospechosos a los soldados y los detuvieron. A Guadalupe la condujeron a un pequeño hotel, llevando el maletín con el dinero, ya casi al amanecer salió y tomó un autobús rumbo al puerto de Acapulco.