domingo, 31 de marzo de 2019

Silvestre Castro García, El Cirgüelo III


Víctor Cardona Galindo
El cronista Luis Hernández Lluch escribió en la Monografía de San Jerónimo que a El Cirgüelo los sanjeronimeños lo sienten suyo “porque sus grandes hazañas epopéyicas las realizó en este pueblo, la noche del 30 de abril de 1918 contra las fuerzas de Fortunato Maycotte y Rómulo Figueroa”.
Silvestre Castro García en traje de gala.
Foto: Sara Castrejón.

De ese combate dice Alejandro Gómez Maganda “La colisión, fue como puede suponerse: rabiosos choques exaltados por los gritos enardecidos del noroeste y el sur. La Costa Grande que siguió al ‘Ciruelo’, crepitó como una hoguera de pesadilla y los costeños, amarrándose el cotón a la recia cintura y arremangándose los burdos calzoncillos, para que su piel morena se confundiera con las sombras de la noche… Caían como un ciclón sobre las loberas yaquis”.
Como ya mencioné, en la parte anterior, el combate duró toda la madrugada y el ataque de los encuerados quedó en la memoria de los costeños. Al amanecer del primero de mayo las tropas del gobierno emprendieron la retirada por el camino de Las Tunas y luego por la playa, continuaron su marcha rumbo a Acapulco por la franja de tierra que está entre el mar y la laguna, pero en el camino la gente de El Cirgüelo los iba hostigando, al pasar por Hacienda de Cabañas los rebeldes dieron muerte al coronel Asiano Marín, quien había peleado a lado de Julián Blanco (en Atoyac ya se la tenían sentenciada). En esa escaramuza murió también un mariscalista que había disparado sobre el llamado Lagarto de la laguna.  
Los verdes fueron a pedir refuerzo al puerto de Acapulco y después de incursionar por la Costa Chica vinieron de nuevo, eran más y venía con ellos Fortunato Maycotte. Otra vez llegaron a San Jerónimo el Grande, el 31 de mayo se posesionaron nuevamente de esa población, esta vez sin encontrar resistencia. Ese mismo día como a las tres de la tarde fueron atacados por más de 100 subversivos atoyaquenses, que fueron recibidos con un nutrido tiroteo, en esa incursión murió Agustín Radilla que encabezaba a los atacantes y su gente no pudo rescatar el cuerpo.
“El 6 de junio –aporta Rene García-- el Gral. Figueroa enfiló sus fuerzas hacia la costa por el camino de la playa para tomar Atoyac enfrentándose cerca de Los Arenales contra los rebeldes jefaturados por Pablo Vargas quien tras unas escaramuzas prefirió guarecerse en la sierra, mientras El Cirgüelo escoltaba al gobernador Adams a Tecpan poniéndolo a buen resguardo”
Un lluvioso 11 de junio, en la madrugada, se movieron los contingentes del general Rómulo Figueroa hacía el Ticuí, en donde al llegar a las primeras casas se trabó un tiroteo con los rebeldes que estaban en la Fábrica de Hilados y Tejidos que luego fueron reforzados por tropa mariscalista procedente de Atoyac. El combate duró más de tres horas, los federales lograron llegar hasta el río; sin embargo la defensa estuvo tan bien organizada que después de esto las huestes de Figueroa regresaron a San Jerónimo sin poder tomar la ciudad de Atoyac.
Por la noche, del 12 de junio, salieron los figueroístas de San Jerónimo atravesaron el río crecido para atacar al amanecer a los mariscalistas apostados en Atoyac. Los federales recibieron la orden de llevar el sombrero sobre la espalda con el barbiquejo amarrado al cuello y la manga del brazo izquierdo arremangada hasta el codo, esto para evitar confusiones. Y al amanecer del 13 de junio las tropas de Rómulo Figueroa llegaron por el rumbo de La Pindecua cayendo por sorpresa. Los mariscalistas resistieron en las lomas del pueblo, se defendieron con unos cañones que fabricó un francés llamado León Obé, pero los federales tenían mejor artillería que ellos y los desalojaron de los cerros, en donde dejaron abandonados los cañones de León Obé.
Wilfrido Fierro comenta que las fuerzas mariscalistas salieron derrotadas en “en el Cerro Pedregoso que se encontraba al lado norte de la población, donde les avanzaron dos cañones siendo esta la razón para que la posteridad bautizara este lugar por El Cerrito del Cañón”.  Después de atacar la ciudad, cuando el grueso de los mariscalistas se subió a la sierra, Figueroa y su gente se fueron rumbo a San Jerónimo y en el camino fueron hostigados duramente por pequeñas guerrillas de la gente de El Cirgüelo.
Un mes después las fuerzas de Figueroa cayeron, el 12 julio, en una emboscada preparada por El Cirgüelo, cuando caminaban rumbo al El Ticuí. Este combate que duró tres horas fue ganado por los rebeldes. El gobierno sufrió numerosas bajas. Mientras los figueroístas tomaron dos prisioneros que fueron ejecutados en el acto.
El Universal  publicaba en su edición del 13 de julio de 1918: “En el estado de Guerrero quedó exterminado el mariscalismo” y decía que los cabecillas principales Arnulfo Radilla y Silvestre Castro (a) El Ciruelo, se internaron por el distrito de Montes de Oca (La Unión) rumbo a Michoacán, “seguidos de 30 hombres solamente, único contingente rebelde que pudo escapar de la persecución de las tropas nacionales”.
En la nota el general Juan José Ríos encargado del Despacho de Guerra y Marina explicaba que ya se habían rendido ante Maycotte más de 600 hombres. El primero en deponer las armas fue el coronel Florencio Maya que se pasó al bando del gobierno para perseguir a los mariscalistas.
Pero ese mismo día, en que se publicaba la nota, las tropas leales a Silvestre Castro se enfrentaron a las fuerzas de Maycotte y Figueroa en el paraje denominado como La Cumbre. En este combate fue destacada la participación de muchos zapatistas que vinieron del centro para apoyar a los mariscalistas. Ese 13 de julio a la 8 de la mañana la tropa de Figueroa avanzó rumbo a La Cumbre, pero los rebeldes se organizaron para hacerles frente. El Cirgüelo se hizo cargo de la estrategia militar y distribuyó a su gente por todo el cerro. La Cumbre quedó protegida por él mismo, sosteniendo una lucha tremenda y encarnizada; Figueroa retrocedió y como experto militar buscó un punto vulnerable y logró abrirse paso por El Plan del Guayabal para seguir por el camino de El Rincón y así atacar a El Cirgüelo por su retaguardia. Un aviso oportuno hizo que Castro abandonara el lugar y se fue rumbo al poblado de Agua Fría, evitando así caer en el cerco que le tendió Figueroa. “El traqueteo del combate duró todo el día, y al oscurecer, Figueroa tuvo que dar retirada, dejando en el campo de batalla numerosas bajas y armamentos, logrando sacar algunos heridos con destino a San Jerónimo en donde estaba su cuartel general”, escribió Wilfrido Fierro.
Una vez más el 18 de julio Figueroa subió a la sierra y en el arroyo de Horqueta y en La cuesta de la Polvadera cerca de El Rincón de la Parotas en un sangriento combate Arnulfo Radilla lo derrotó. 
Al no poder desalojar a los conjurados atoyaquenses de la sierra, Figueroa buscó plazas más vulnerables y el 20 de julio atacó la ciudad de Tecpan donde sus hombres combatieron con fiereza logrando que los rebeldes abandonaran la plaza y se retiraran con rumbo a los cerros. El 21 los federales atacaron San Luis la Loma desalojaron a los sublevados y llegaron el 24 a Zihuatanejo. El 26 se rindió en Petatlán el teniente coronel Adolfo Lara con 80 rebeldes. El 28 se dio otro tiroteo en San Luis la Loma.
Después de eso se hizo una dispersión de la gente y se cometieron muchos actos de pillaje, por eso el 30 de julio de 1918, Silvestre Castro se acogió a la amnistía que el gobierno federal ofrecía y se presentó en el puerto de Acapulco ante el general Fortunato Maycotte. El corrido narra la historia:
“De ver que andaban robando/todos sus jefes perdidos/dijo El Cirgüelo indultarme/yo no quiero ser bandido…Aquí le entrego a mi gente/con toda su caballada/si usted gusta fusilarme/soy hombre no digo nada”.
“Entonces dice Maycotte/viva la Costa de Guerrero/que tiene valientes hombres/que quiero para compañeros…Entonces dice El Cirgüelo/eso si que no hallo bueno/mejor prefiero la muerte/que tirarle a mis terrenos… Entonces dice Maycotte/que se haga lo que usted quiera/le voy a dar la embarcación/y se va para otras tierras… Entonces dice El Cirgüelo/de mi tierra me separo/voy en busca de un amigo/que es el general Amaro”
Al indultarse ante Maycotte en 1918, éste lo quería incorporar a su fuerza, como había sucedido con Florencio Maya pero él prefirió tomar una embarcación para irse en busca de su amigo el general Joaquín Amaro a quien en un momento de la historia le había salvado la vida. El cronista René García Galena señala que: “El 31 de julio –habrá que decirlo- en condiciones no muy honrosas aceptó trasladarse a vivir al estado de Durango con el grado de teniente coronel, decayendo sensiblemente con sus ausencia la rebelión mariscalista…No permaneció más de dos semanas en el Norte porque el 21 de agosto de paso por la Ciudad de México ya está solicitando al Ministerio de Guerra que se le extendiera un salvoconducto para trasladarse al estado de Guerrero –a Teloloapan- para dedicarse a las labores del campo… Parece ser que la Secretaría de Guerra prefirió retenerlo disponiendo que a partir del primero de septiembre causara alta en el ejército percibiendo el haber correspondiente a los militares de su grado. Al no presentarse en el Ministerio para las anotaciones correspondientes se ordenó su baja por deserción el primero de octubre del mismo año”.
“Ya El Cirgüelo se indultó/a Maycotte le pidió indulto/llegó con valor sobrado/a ese puerto de Acapulco…El Cirgüelo ya se va/que triste queda su gente/se separa del estado/un hombre de los valientes…Cirgüelo subió a la escala/para el puerto un desconsuelo/hasta los niños decían/adiós valiente Cirgüelo”.
Mientras tanto en la Costa Grande los acontecimientos armados siguieron su marcha y el 9 de agosto de 1918, cuando el general Rómulo Figueroa regresaba de una boda en El Ticuí a San Jerónimo fue emboscado. Pero en lugar de matar a Figueroa perdieron la vida dos familias, entre niños y mujeres, que fueron confundidos con la tropa federal, por los insurrectos.
El 11 de agosto el Gobernador Interino Julio Adams se rindió ante las fuerzas federales, de esa manera el movimiento mariscalista vino a quedarse sin su cabeza política y sin Silvestre Castro su militar más destacado.
Para ponerle fin a la insurrección Rómulo Figueroa inició, el 20 de septiembre de 1918, una incursión a la sierra, con la intención de llegar a Los Valles. Atacó primero El Rincón de las Parotas de donde desalojó a Pablo Vargas utilizando artillería pesada y luego mandó a quemar la pequeña población.
Los figueroístas atacaron San Andrés de la Cruz, el 29 de septiembre de 1918, donde los sublevados resistieron protegidos por la zona rocosa y la maleza, en un combate de hora y media hasta que fueron desalojados de sus posiciones por la artillería pesada de los federales. Este combate se dice que lo ganaron los rebeldes porque no dejaron huellas de bajas, pero después de eso finalmente llegaron los Figueroístas a Los Valles, donde fue el punto de reunión con otros grupos de federales que entraron por Tecpan y por Coyuca.
Mi abuela Victorina Romero era casi una niña cuando todos los del pueblo se remontaron más arriba de la sierra. No había que comer, los niños bebían en la mamila sólo panocha (piloncillo) disuelta en agua, por eso muchos murieron de desnutrición. Casi todos los habitantes de la sierra tuvieron que refugiarse en lo más recóndito de la selva, pasaban las lluvias debajo de casitas que hacían de hojas de pito. Los habitantes de los pueblitos tenían que cuidarse de los verdes pero también de los zapatistas que raptaban a las mujeres, se las llevaban en los caballos jalándolas de los cabellos.
Por eso andaban en los montes, en los riscos, donde no subían los caballos y cuando venía la tropa y los encontraban en los pueblos escondían a las jovencitas en grandes ollas de barro o dentro de los hornos, ahí estaban asándose mientras se iban los facinerosos. Porque andaban todos robando, por eso se indultó El Cirgüelo, porque él no era bandido y mejor se fue a entregar al gobierno con su gente.  
Arnulfo Radilla Mariscal fue aprehendido el 27 de octubre en San Andrés de la Cruz. Con eso se terminó prácticamente el movimiento que amenazaba al carrancismo en el estado de Guerrero, la zona quedó en paz y el primero de noviembre de 1818, las fuerzas de Rómulo Figueroa dejaron San Jerónimo el Grande. A decir de Gómez Maganda “La rebelión, terminó después de cruentas operaciones. Acapulco vivió instantes de pánico y de heroicidad, con los ataques impetuosos del general Silvestre Castro”. 



sábado, 30 de marzo de 2019

Silvestre Castro García, El Cirgüelo II


Víctor Cardona Galindo
Recapitulando sobre las tres hazañas más destacadas que se cuentan sobre Silvestre Castro, El Cirgüelo, recordemos la primera subrayada por Wilfrido Fierro, quien detalla que el primero de diciembre de 1915 trayendo los haberes de la ciudad de México, al llegar al estado de Morelos, Silvestre Castro tuvo conocimiento que en la Hacienda de Zacatepec estaba sitiado el oficial carrancista Joaquín Amaro por tropas zapatistas, no obstante al peligro que se exponía ordenó que el ferrocarril siguiera su marcha hasta dentro de la población, y con sólo 50 hombres que lo acompañaban logró salvarlo de que fuese derrotado y hecho prisionero por los zapatistas, pasada ésta acción continúo su marcha hacia Chilpancingo.
Sentado, al centro, Silvestre Castro García en 1917, cuando fue comandante
de la guarnición militar de Teloloapan. Foto: Sara Castrejón.

La segunda proeza que emprendió El Cirgüelo fue cuando lo comisionó, en 1917, el general Mariscal para ocupar la plaza de Chilpancingo que estaba todavía en manos de los zapatistas. Según Wilfrido Fierro, se abrió paso en todo el camino a base del fuego de sus armas hasta lograr su cometido e instaló su cuartel en la capital del estado. Mientras tanto los poderes de la entidad se establecían en Acapulco.
Su tercera audacia resultó de la caída literal del general zapatista Heliodoro Castillo el 16 de marzo de 1917. De estos hechos López Victoria registró que los gobiernistas al mando del coronel Antonio Fernández y del mayor Silvestre Castro al frente de una columna bien pertrechada cayeron de sorpresa sobre los alzados, cuando ocupaban Zumpango del Río y se entabló un duro combate. Castillo y los suyos ofrecieron tenaz resistencia. “Se luchó con denuedo por ambas partes y el jefe insurrecto resultó herido y rodó del caballo ‘El encanto’, mismo animal que sucumbió en la refriega… Heliodoro Castillo no pudo escapar al perder su precioso corcel y para no caer prisionero, al ver perdida la batalla, se privó de la vida”.
Su cadáver fue trasladado a Chilpancingo, en donde el mayor Silvestre Castro, ordenó darle sepultura con honores y tomando su espada dijo: “Esta espada no corresponde a ningún oficial, ni jefes de mayor grado; esta espada con su dueño nunca habrá de rendirse ante ningún peligro, ésta espada solamente corresponde a su dueño, que con su pistola se quitó la vida antes de ser humillado; por lo tanto, el general Castillo permanecerá con ella eternamente” y mandó que la espada fuera sepultada junto con él.
Renato Ravelo escribió que Heliodoro Castillo: “cayó en una celada por responder a un reto de provocación personal” que le hizo El Cirgüelo.
El historiador Tomás Bustamante Álvarez escribió en la revista Altamirano Número 13: “El mariscalismo, expresión del carrancismo en Guerrero, con el apoyo militar del centro, batió las fuerzas del zapatismo que cada vez más fueron debilitándose a falta de recursos militares y de sobrevivencia. Ya que a diferencia de las fuerzas federales los zapatistas lucharon con lo que despojaban al enemigo en combate, vivían con lo que los pueblos les suministraban, después de un lustro de guerra la capacidad de lucha no era igual que antes. En esas condiciones el mariscalismo se posesionó prácticamente del estado y Carranza lo nombró gobernador”.
Sorpresivamente Mariscal llamado por Carranza se trasladó a la Ciudad de México con parte de la tropa que comandaba, se habla de tres batallones, también lo acompañó su esposa Eloísa García. El gobierno de la República previniendo una posible insubordinación acuarteló a la tropa mariscalista en tres lugares diferentes, dispersándola por toda la capital. Mientras Silvestre Mariscal era detenido por órdenes de Carranza el 26 de enero de 1918 y recluido en la prisión militar de Santiago Tlatelolco, al mismo tiempo que desaparecían los poderes en Guerrero. El gobernador interino Julio Adams en respuesta desconoció al gobierno carrancista y salió de Chilpancingo con todos los poderes de la entidad para refugiarse primero en Acapulco y luego en Atoyac.
En la Ciudad de México doña Eloísa García le avisó a los coroneles: Antonio Fernández, Manuel Sáyago y Carlos Radilla de lo sucedido y estos jefes militares acordaron salir de la capital de la República rumbo al estado de Guerrero. El gobierno de Carranza les había ordenando que partieran hacia el norte a combatir a Francisco Villa pero los costeños se negaron.
Las tropas guerrerenses salieron de noche para el sur y como desconocían el terreno el teniente coronel Carlos Radilla se extravió yéndose por el camino a Puebla y sus tropas fueron aniquiladas. Dicen diversos historiadores que de los mariscalistas que salieron de la Ciudad de México la mayoría perdió la vida a manos de las tropas carrancistas al mando del general Pablo González que los combatieron por tierra y aire. Crescencio Otero Galeana asentó: “Los soldados costeños, no obstante su desventaja, se defendieron con valor y coraje, el campo quedó regado de muertos y heridos. Los heridos fueron asesinados posteriormente, sin el menor gesto de humanidad”.
Después de un corto descanso de las tropas sobrevivientes, el mayor Silvestre Castro El Cirgüelo, al saber que el gobierno de Carranza había enviado al general Fortunato Maycotte para exterminar a todos los mariscalistas que quedaban en las costas de Guerrero, llamó a sus antiguos compañeros para agruparlos en un solo frente y defenderse.
Desde principios del mes de agosto de 1917, Silvestre Castro se había establecido en Teloloapan como comandante militar del distrito de Aldama. De acuerdo a los datos de René García se casó el primero de diciembre de ese año con la señorita Ernestina Roldán Gama. El atoyaquense inconforme con la reclusión del general Silvestre Mariscal González abandonó la población el 26 de febrero de 1918, al frente de sus oficiales tomó el camino al sur, con el propósito de unirse al gobernador Julio Adams, quien luchaba por la liberación de Mariscal y en defensa de la soberanía del estado.
“Llegó el coronel Paredes/con cuatrocientas metrallas/ya llegó Enrique Rodríguez/y también Florencio Maya… Mandaron cuatro correos/hasta el pueblo de la Unión/que se arrime con su gente/don Margarito Bailón…Mandaron cuatro correos/mensajes por donde quiera/nos falta aquí un cabecilla/que es don Manuel Uruñuela”.
Fue en Atoyac donde se organizaron las fuerzas mariscalistas y nombraron jefe de operaciones militares al coronel Arnulfo Radilla Mariscal. A este movimiento se sumaron muchos zapatistas-salgadistas, Amelia Robles, entre ellos vino a pelear hasta la costa e incluso Pablo Cabañas Macedo, quien militó bajo las órdenes de Heliodoro Castillo, concurrió a la toma de Acapulco en marzo de 1918.
Fue el 8 de marzo cuando Arnulfo Radilla se reunió en Atoyac con los bandos mariscalistas y salgadistas y les propuso sumarse a Francisco Villa y desconocer a Carranza, pero los salgadistas ya tenían compromiso con el Plan de Ayala de Zapata, rechazaron apoyar a Villa pero se quedaron a combatir para enfrentar al enemigo común que era Carranza.
El general Fortunato Maycotte, al frente de las tropas carrancistas, llegó por barco al puerto de Acapulco el 10 de marzo de 1918 y desde ese día comenzaron las hostilidades.
Alejandro Martínez Carbajal en su libro Historia de Acapulco relata esos acontecimientos: “El 10 de marzo de 1918 desembarcó en el transporte Noriega en Acapulco el nuevo Jefe de Operaciones Militares el General Fortunato Maycotte, al frente de 64 oficiales y 645 soldados… Ese 10, la fuerza mandada por Pablo Vargas, Silvestre Castro y Leopoldo N. Gatica se enfrentaron en la playa Manzanillo a la nueva tropa de Fortunato Maycotte. La gente mariscalista fue rechazada y obligada a retirarse a puntos cercanos. Los soldados costeños volvieron a la carga; el 11 se apoderaron de la Calle el Brinco y nuevamente se enfrentaron a las tropas de Maycotte. Sufrieron un nuevo descalabro, en donde perdió la vida Dimas Fierro. A las 9.00 de la mañana del 12, los costeños ocuparon los cerros de El Fortín y La Mira. Los soldados de Maycotte repelieron la embestida. Debido a ese fracaso, el gobernador Julio Adams, los oficiales y tropa, se retiraron a La Costa Grande”.
Los mariscalistas atacaron a los federales con mucha furia el 17, eran las 2.00 de la tarde. Las fuerzas del gobierno al empuje de los combatientes costeños se refugiaron en el fuerte de San Diego dejando libre la ciudad. Los mariscalistas estaban posesionados del puerto de Acapulco, habían logrado entrar a la aduana y apoderarse de ciento sesenta mil pesos en oro, lo que provocó que la tropa se dispersara y los carrancistas recuperaran los espacios que habían perdido.
Martínez Carbajal registró que “proveniente de aguas blancas, penetraron en la ciudad de Acapulco contingentes de Julio Pérez, a las órdenes de Leopoldo N. Gatica. En el transcurso de la Plaza Álvarez dieron muerte al que se atravesaba a su paso. Derrotaron a las fuerzas del mayor Esteban Estrada, defensor de la Aduana Marítima, quien huyó a la Plaza Grande (Hornos) y despojado de su ropa se tiró al mar. El Contador Daniel Henríquez se negó a enseñarles la combinación de la caja fuerte. Forzaron el cofre y sustrajeron miles de aztecas o sea monedas de oro. No pudieron cargar con todo ese caudal. Algunos dieron a conocidos para guardarlos, otros los escondieron. Algunas fuentes expresan que todo ese botín lo apostaron en los gallos en la feria celebrada en San Jerónimo el 19”.
“Este hombre dio dos ataques/que hasta el puerto se asombró/Cirgüelo dio retirada/porque parque le faltó”.
El 24 de marzo salieron de Manzanillo hacia Acapulco las fuerzas del general Rómulo Figueroa a “bordo del cañonero Guerrero –comenta García Galeana- para apuntalar a Maycotte que no lograba contener a los rebeldes”.
Ese mes se presentó una agresiva epidemia de vómito negro que hizo estragos en las fuerzas federales que venían a combatir a los mariscalistas, aun con el primer descalabro y pese a la epidemia se recuperaron, y en una incursión el 6 de abril de 1918, Maycotte y Rómulo Figueroa desalojaron a los rebeldes de Pie de la Cuesta. Unos días antes ya los habían expulsado de La Garita y La Sabana, lugares desde donde los insurrectos no dejaban pasar víveres ni pasto con rumbo al puerto. El 20 de abril se dio un combate sin mucha importancia entre las fuerzas de Rómulo Figueroa y las de El Cirgüelo en La Sabana.
Los verdes de Figueroa que desembarcaron en el puerto de Acapulco enfilaron su caballería hacia la Costa Grande, en carretas cargaban artillería pesada, tardaron dos días en llegar a San Jerónimo. Al pasar por El Cayaco se les sumó Asiano Marín El Lagarto de la laguna, le decían así porque el estero era su refugio de ahí no lo sacaban sus enemigos. Alejandro Gómez Maganda explica: “La división, que por parte del Gobierno Federal cubrió la Campaña de Guerrero, estaba magníficamente equipada. Por sus uniformes verde-olivo, el pueblo les llamó a los soldados: Los Verdes… El general Maicotte, también llevaba una corporación de soldados yaquis, de valor y resistencia fantástica. Soldado defensivo por excelencia, el yaqui; acostumbra a meterse en su lobera, enardeciendo la batalla con aullidos salvajes y un incesante tamborileo; es capaz, de luchar cada uno, de manera suicida sin importarle el aplastante número del enemigo. Sólo la muerte pone fin a su bravura”.
Fue el 30 de abril cuando en el Zapote se sumaron a las tropas de Rómulo Figueroa, soldados irregulares al mando de Asiano Marín. Ese mismo día se dio un combate en San Jerónimo, que ganaron los del gobierno quienes ocuparon la plaza. A la media noche la fuerza recién llegada fue atacada con furia por los mariscalistas que no lograron tomar la población, pero fue un combate recordado por muchas generaciones como la batalla de los encuerados, en la cual los yaquis probaron su valía porque salvaron a Figueroa de una derrota segura. Se dice que los indios yaquis morían felices porque se iban a reunir con su madre la tierra.
“En San Jerónimo el Grande/por cierto una madrugada/entró El Cirgüelo a pelear/toda su gente encuerada… Entonces dice El Cirgüelo/adentro toda mi gente/a ver estos fronteristas/que se tienen por valientes”.
Como ya se dijo antes los soldados de Figueroa vestían de verde, pero los voluntarios de Asiano Marín venían de civil, por eso El Cirgüelo decidió que todos sus guarachudos se quitaran las ropas y atacaron desnudos, esa fue una buena estrategia porque desnudos los morenos costeños no se veían en la noche y los federales tiraban sin certeza en la oscuridad. La acción duró toda la madrugada y los rebeldes se retiraron al amanecer.
Escribe Anituy Rebolledo que los verdes habían colocado una ametralladora en la torre de la iglesia de San Jerónimo de Juárez y que El Cirgüelo mandó “Consíganse dos tres sacos de chile guajillo y quémenlos en el cubo de la torre”. Uno de los soldados apostados ahí se tiró al vacío y “los demás bajaron como salidos del infierno”.


viernes, 29 de marzo de 2019

Silvestre Castro García, El Cirgüelo I


Víctor Cardona Galindo
A muchos nos emociona todavía escuchar el corrido a El Cirgüelo que a decir de don Luis Hernández Lluch trovó el bardo Juan Godoy Sotelo originario de Tenexpa para honrar la hazaña de éste militar costeño en San Jerónimo el Grande: “Amigos pongan sentido/ ¡Atención pongan cuidado!/voy a dar el contenido/de un valiente del estado. Les voy a mentar su nombre/ que les sirva de consuelo/se llamó Silvestre Castro/de sobrenombre El Cirgüelo”.
Silvestre Castro García

Silvestre Castro García es un hombre cuya biografía puede resumir los avatares de la revolución mexicana en la Costa Grande y porque no, del país. Se levantó contra el porfirismo apoyando a Francisco I. Madero, luego se rebeló contra él por la detención de su líder Silvestre Mariscal, después defendió a Victoriano Huerta. Fue carrancista y peleó a favor de Obregón. Murió siendo callista.
Nació en El Cirgüelar, así se denominaba la cuadrilla que ahora es una de las comunidades más importante del municipio de Atoyac de Álvarez y por una corrección del lenguaje se llama El Ciruelar.
Su alumbramiento ocurrió el 31 de diciembre de 1892, día que se celebra a San Silvestre. Fueron sus padres Marcial Castro y Clemencia García. El mote de El Cirgüelo se lo ganó por ser de El Cirgüelar, recordemos que popularmente en el pasado se le llamaba cirgüela a la ciruela. Su sobrenombre era El Cirgüelo así lo llamaba la gente y no El Ciruelo como después corrigieron los académicos y letrados. 
Dice René García Galeana, quien ha investigado a fondo nuestro personaje que: “Sus padres eran medieros de un pedazo de tierra perteneciente a la hacienda de Cacalutla en cuyo perímetro estaba enclavado el poblado donde sembraban maíz, frijol y algodón para pagar el arriendo y cubrir las necesidades de una familia numerosa integrada por nueve hijos, cinco de ellos varones que ayudaban en las faenas diarias: Timoteo, Canuto, Fermín, Octaviano y Silvestre y las mujeres Paulina, Luz, Eugenia y Enedina”.
Se casó con Ernestina Roldán de Teloloapan, con quien “solo tuvieron tres hijos: Angelina nacida en 1920 y Juana en 1922, las dos en Atoyac y Silvestre que nació en Acapulco el 8 de noviembre de 1925, -comenta René García- muriendo infortunadamente el 19 de junio de 1927”.   
El Cirgüelo fue un hombre que se ganó el respeto de reaccionarios y agraristas, “fue un traidor” dicen algunos, para el pueblo fue valiente y eso es lo que cuenta. “El Cirgüelo era un hombre delgadito, alto y valiente, que se metía a los balazos, por eso era respetado. Él no mandaba, iba por delante, con su pistola 45 mataba a los federales cuando era rebelde”. Así lo recordó don Juvencio Mesino. Y el cronista de Atoyac Wilfrido Fierro escribe que “Su valor temerario lo hizo digno de sus ascensos que durante la revolución fue alcanzando hasta llegar al grado de general brigadier”.
Según Crescencio Otero Galeana: “era alto, delgado, cara aguileña, moreno, bigote espeso negro y alacranado, de voz fina, de carácter gentil, estratega por naturaleza en la guerra. Sin haber tenido estudios, apenas sabía leer y muy escasamente podía firmar, leal, honrado y sincero, era valiente hasta la temeridad y noble con los vencidos, además muy popular en todo el estado de Guerrero”.
Anituy Rebolledo Ayerdi señala que: “La fama del general revolucionario Silvestre Castro, alias El Cirgüelo, su valor temerario, sus hazañas suicidas, no correspondían de ninguna manera a su imagen personal. Estatura mediana, humanidad endeble, personalidad retraída y voz delgada. Una expresión trágicamente aguda que alcanzaba sin embargo sonoridades de trueno a la hora de iniciar a los suyos al combate. Sus hombres no dudarán en seguirlo, ajenos a cualquier fanatismo, aun a sabiendas de que más adelante los esperaba la muerte”.
Por su parte Alejandro Gómez Maganda en su libro Acapulco en mi vida y en el tiempo subraya: “El Ciruelo’, fue uno de esos hombres extraordinarios, que prohíja la leyenda, aún más que la Historia. Porque se hacen a fuerza de sus hazañas increíbles, a la manera helénica, una mezcla de la divinidad y de los hombres. Se aposentan en el corazón de las muchedumbres, y de ahí, ya nadie los saca… Él resumía asimismo, vicios y virtudes de la costa. De voz aguda y sin mayores resonancias, se convertían en metálica a fuerza de ordenar en el fragor de los combates, en donde según el decir de sus viejos soldados, ‘se volvían locos, el caballo y él’; saltando con ímpetu y a corcel desbocado las trincheras del enemigo, entre un pringar de proyectiles que daban miedo”.
Agrega: “Él fue, la figura romántica de Costa Grande: fundido al lomo de su caballo garboso, caracoleaba de manera suicida a unos cuantos metros de las tropas contrarias, que inútilmente, afinaban su puntería para liquidarlo. ¡Solo la traición pudo vencerlo!”.   
Silvestre Castro García tenía 19 años cuando se incorporó a las filas de Silvestre Mariscal como soldado raso en abril de 1911. Se cuenta que participó en la toma de Atoyac el 26 de ese mes, que iba en la columna que encabezaba Epifanio Mariscal y le tocó la balacera en la plaza contra el destacamento militar porfirista; que fue a la toma de San Jerónimo y Tecpan. Pero hay otra versión que dio a conocer el cronista René García Galeana, quien relata que El Cirgüelo se habría sumado a los revolucionarios cuando las fuerzas de Mariscal desfilaron por la ranchería de El Humo, iba en los 20 elementos que se sumaron en ese lugar bajo las órdenes de José Inés Pino y por consiguiente Silvestre Castro sería uno de los que participaron en el saqueo de la fábrica de El Ticuí el 27 de abril.
Lo anterior se fortalece con el comentario de Anituy Rebolledo: “Silvestre Castro se significa por su valor desde la primera acción importante del movimiento: el asalto a la fábrica de hilados y tejidos Progreso del Sur de El Ticuí, en calidad de símbolo del Porfiriato”. Luego desfilaría con las tropas de Mariscal y participó en el ataque al puerto de Acapulco el 10 de mayo de 1911.
Después de que Silvestre Mariscal fue hecho prisionero en la ciudad de México por la muerte del mayor Perfecto Juárez y Reyes en 1912. Su lugarteniente Julián Radilla se levantó en armas en contra del gobierno de Francisco I. Madero exigiendo su liberación, fue en ese periodo donde comenzó a destacar el nombre de El Cirgüelo, quien tuvo participación decidida en el sitio que montaron los radillistas el 30 de enero de 1913 al 30 Batallón en la ciudad de Atoyac que duró siete días y sólo la liberación de Mariscal evitó que los federales fueran totalmente aniquilados por los rebeldes costeños.
Cuando las tropas de Julián Radilla atacaron Tecpan, al jovencito Silvestre Castro le tocó ir a lavar al río un viejo cañón que había quedado ahí desde la intervención francesa, consiguieron pólvora que estaba destinada para las fiestas de San Bartolo, no había balas para ese cañón, pero El Cirgüelo decomisó las bolas del villar, retacó el cañón de pólvora y luego le metió las bolas de billar, “van a ver estos hijos de la chingada” dijo en referencia a los federales que se habían parapetado en el cuartel y no se rendían. Improvisaron una mecha y la prendieron, el estruendo fue mayúsculo. El cañón retrocedió unos metros que por poco le troza el pie a un revolucionario. El disparo del cañón abrió un boquete del tamaño de una persona en la barda del cuartel. Por ahí entraron los radillistas y la tropa federal se rindió.
Sobre este episodio José Manuel López Victoria en su libro Historia de la Revolución en Guerrero registra que “los revolucionarios iniciaron el sitio de la población y el 6 de enero (1913) rompieron el fuego, valiéndose al efecto de un cañón arrumbado en un cerro desde la guerra sostenida en contra de los franceses e intervencionistas y que había sido puesto en servicio por un oficial radillista, tras ser lavada en el río la pieza antiquísima”.
La plaza era defendida por el capitán Solís quien ofreció resistencia pero no resistió el acoso enemigo y rindió la plaza. El cronista Ramón Sierra López en su obra Tecpan: historia de un pueblo heroico escribió: “No faltó quien dijera al jefe de los atacantes que en el Zócalo Viejo, donde hoy se encuentra el Centro de Salud, había un cañón abandonado cubierto de tierra. La noticia fue alentadora, y pronto localizaron dicho cañón. Lo limpiaron con lija y petróleo. Faltaba lo demás: el que se constituyera como artillero y, por supuesto las balas”. Encontraron un borrachín que vivía en este lugar que se ofreció sus conocimientos de artillería y en una carreta movieron el cañón “se consiguió pólvora negra; se le echó la carga y no encontrando balas de cañón, las sustituyeron para su primer disparo por bolas de billar, piedras y recortes de fierro. El cefre se confeccionó usando papel en forma de cigarro” después de producir un sonido ensordecedor el disparo hizo un boquete en el cuartel y viéndose desprotegidos los defensores de la plaza levantaron la bandera blanca y se rindieron”.
Después de que Mariscal salió libre, junto con Juan Andrew Almazán y Martín Vicario acordaron ponerse al servicio Victoriano Huerta. Silvestre Castro sería parte de la comisión que lo acompañó a platicar con el usurpador a la ciudad de México, quien los pertrechó y se dedicaron a perseguir a los constitucionalistas.
Bajo la bandera del huertismo, Silvestre Castro destacó combatiendo a los constitucionalistas encabezados por Carlos Anderson Uribe en la zona de la Unión y Coahuayutla. Iba bajo las órdenes del capitán Pablo Vargas, una de esas jornadas fue el 2 de octubre de 1913 en el paso de El Tamarindo cuando Anderson y Alfredo L. López acababan de cruzar el río Vargas los atacó y le correspondió al subteniente Silvestre Castro –-afirma López Victoria-- “encabezar el pelotón del centro; integrado por escasos diez soldados conocedores del terreno”. En una de esas acciones caería prisionero Carlos Anderson quien murió fusilado por órdenes de Pablo Vargas.
Otra acción que destacan sus biógrafos es que se apoderó del caballo “El bandido” propiedad del general carrancista Julián Blanco, que entregó a Mariscal como trofeo. Fue el 7 de enero de 1914 en Tierra Colorada, de acuerdo con López Victoria “Silvestre Castro en persona avanzó al revolucionario Blanco su caballo “El bandido”, que entregó a Mariscal como si se tratara de codiciado trofeo”. 
Rubén Mora en su esquema biográfico de “El guerrillero Blanco” apunta sobre esta ocasión: “Mariscal se consolaba de su derrota, porque en el encuentro pudo avanzarse el caballo ‘Bandido’, tan apreciado por don Julián… La leyenda cuenta que sabía beber mezcal como cualquier cristiano y que estando entradito, se iba derecho a donde tronaban los plomazos”. Ese día los caballos estaban amarrados y los balazos se soltaron, de esa manera cuentan los blanquistas fue a dar el caballo a manos de El Cirgüelo.

En otro combate con las fuerzas de Julián Blanco, Silvestre Castro fue herido en Coyuca la madrugada del 9 de mayo 1914, pero llegó el día de la venganza, el 27 de septiembre de ese mismo año, derrotó a los blanquistas encabezados por Manuel Villegas en San Jerónimo el Grande, quienes con sólo escuchar “Viva El Cirgüelosalían despavoridos huyendo rumbo al puerto de Acapulco. Menciona Wilfrido Fierro que a raíz de esta acción fue ascendido a teniente.
Después de estos últimos combates, Carranza les exigió a Silvestre Mariscal y a Julián Blanco que suspendieran las hostilidades. Entonces Mariscal se definió carrancista y ahora enfiló sus baterías en contra de los zapatistas a los que persiguió por todo el estado hasta prácticamente exterminarlos. Son muchas las hazañas que se cuentan de Silvestre Castro, El Cirgüelo en este episodio de la historia, pero en esta ocasión sólo destacaremos tres:
La primera la subrayó Wilfrido Fierro, quien detalla que el primero de diciembre de 1915 trayendo los haberes de la ciudad de México, al llegar al estado de Morelos, Silvestre Castro tuvo conocimiento que en la Hacienda de Zacatepec estaba sitiado el oficial carrancista Joaquín Amaro por tropas zapatistas, no obstante al peligro que se exponía ordenó que el ferrocarril siguiera su marcha hasta dentro de la población, y con sólo 50 hombres que lo acompañaban logró salvarlo de que fuese derrotado y hecho prisionero por los zapatistas, pasada ésta acción continúo su marcha hacia Chilpancingo.



jueves, 28 de marzo de 2019

Lucio Cabañas Barrientos “Chío” II y última


Víctor Cardona Galindo
A los 17 años Lucio Cabañas abandonó la casa de sus tías en Cayaco para poder estudiar en Tixtla. Cursó el cuarto grado mientras trabajaba en el campo y vendía paletas de hielo. Por las noches trabajaba como velador del hotel del señor Taide Valle. Por ser autodidacta pudo saltarse el quinto grado y estudiar el sexto en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa. En el mismo lugar terminó la secundaria y la Normal. Se recibió de maestro a los 27 años y asistió a la ceremonia de graduación con ropa sencilla, sin el traje de la ceremonia.
Una de las fotografías que se conservan de Lucio Cabañas
en su juventud.

A Lucio le gustaba hablar en público así lo conocieron Serafín Núñez Ramos y Octaviano Santiago Dionicio. “Desde sexto año de primaria empezó a hablar en las reuniones, a distinguirse. Era buen orador siempre le gustó hablar en público” declaró al periódico Reforma su hermano Pablo Cabañas Barrientos.
En la escuela Normal destacó como dirigente y buen orador, entró de lleno a la política estudiantil convirtiéndose en dirigente de la sociedad de alumnos; su primera acción política fue reunir a los alumnos para exigir a los maestros cumplimiento de su trabajo, porque sólo daban clases unas dos veces y se iban a descansar.
“Era el mes de febrero de 1956 cuando un joven campesino como de dieciocho años de edad llegaba a la Normal de Ayotzinapa”, comenta Vicente Estrada Vega entrevistado por Simón Hipólito. “Tanto el director como los maestros solamente nos daban clases una a dos veces por semana, ya que se iban de asueto. Eso disgustó a Lucio, que una tarde nos reunió para decirnos que procedíamos del sector más pobre del país, el campesino, que si nuestros padres con grandes sacrificios y quitándose el bocado de la boca nos mandaban a estudiar para cambiar en algo nuestra situación, que no era justo que siguiéramos el juego al director y a los maestros, que deberíamos llamarlos y exigirles puntualidad. Así se hizo y una tarde llamamos al director y maestros a una asamblea, donde les exigimos puntualidad. Como no quisieron, solicitamos su remoción de la normal y lo logramos”.
Algunos testimonios dicen que después del movimiento organizado por Lucio, a raíz de la remoción de director y de los maestros, hubo algunos pleitos y fue agredido con un puñetazo que le dejó una cicatriz en la ceja. Ese movimiento logró que mejoraran las condiciones en la normal y desde allí Cabañas aumentó su popularidad como líder natural. Arturo Miranda Ramírez y Carlos G. Villarino en su libro El otro rostro de la guerrilla 40 años después escriben que  Lucio Cabañas ingresó a la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Brugos” de Ayotzinapa para concluir sus estudios de educación primaria en un grupo que funcionaba como anexo a la Normal para las prácticas de los estudiantes de nivel profesional. “El grupo académico estaba dirigido por la profesora María Ramírez, apodada la tortolita por su pequeña estatura. Era muy apreciada y respetada por su capacidad y seriedad académica. Maestra abnegada, quien prácticamente se convirtió en la segunda madre de Lucio, a quien apoyaba y le daba consejos, sobre todo en relación a sus problemas económicos y familiares”.
“En 1956, al ingresar a primero de secundaria, Lucio ya era ampliamente conocido por todos los alumnos y maestros. A quienes ingresamos ese año, provenientes de diferentes lugares nos causaba extrañeza que siendo compañero de grupo y que se suponía también era de nuevo ingreso ya lo conocieran tantos. Como es tradición en los internados, nadie se escapaba de ser bautizado con sobrenombre y de buenas a primeras alguien le puso a Lucio El Chivo”. Se sabe que en una de sus visitas al internado sus familiares le llamaron Chío y los que escucharon pensaron que le decían Chivo por eso le quedó ese mote.
“Algunos compañeros lanzaban una imitación del balido de los chivos para anunciar su presencia; con su sencillez y una sonrisa contestaba sin alterarse ¿Qué pasa zanquitas que pasa?”
La sencillez y el carisma de Lucio trascendieron al grupo académico porque convivía con los demás estudiantes de la misma escuela y por varias horas apoyaba en sus labores a los campesinos que tenían sus parcelas en las cercanías de la Normal, con los que cultivó una entrañable amistad.
“Para 1959, Lucio era ya el estudiante más querido por los normalistas – dicen Miranda y Villarino- año en que correspondía el cambio de Comité Ejecutivo Estudiantil. La dirigencia se elegía en asamblea a la cual todos deberíamos asistir. Era una práctica que en los hechos servía de enseñanza política de las viejas generaciones a las nuevas. En esta ocasión compitieron dos planillas; una encabezada por Francisco Santana (a) ‘La gallina’, alumno del nivel profesional y la otra por Lucio Cabañas, estudiante aún de secundaria. La asamblea fue muy agitada, los de profesional argumentaban que no era posible que la sociedad de alumnos fuera dirigida ‘por un secundariano’, pero a la hora de la votación Lucio ganó por amplia mayoría, gracias al trabajo de proselitismo que realizó previamente incluso entre los de profesional”.
El triunfo de la revolución cubana en enero de 1959 tuvo un impacto importante en la historia mundial y despertó la esperanza en el resto de los países de América Latina donde se fortalecieron los movimientos de izquierda. Ese impacto llegó a la Normal de Ayotzinapa, en donde Lucio e Inocencio Castro Arteaga instalaron en la oficina del Comité Ejecutivo de la Sociedad de Alumnos una radio de bulbos que diariamente a las 8 de la noche captaba las transmisiones del Ejército Rebelde desde la sierra maestra de cuba. Cuando se iba la señal provocaba desesperación entre los oyentes, pero al final, “Lucio aprovechaba el interés y entusiasmo de los radioescuchas para explicar la trascendencia e importancia histórica que tenía para Cuba, México y América Latina la lucha emprendida por los cubanos revolucionarios”, recuerdan Miranda y Villarino.
Con la colaboración de las embajadas del entonces bloque socialista, Lucio recolectó libros y revistas y con ellos fundó la “Biblioteca Socialista” en las oficinas del Comité Ejecutivo de la sociedad de alumnos. Por lo que fue objeto de hostilidad por parte de unos maestros que eran miembros de los grupos apegados al poder.
En ese tiempo se vino el movimiento en contra del gobierno de Raúl Caballero Aburto quien se caracterizó por ser uno de los gobernadores más represores y cometer muchos asesinatos en aras de una supuesta seguridad y justicia en el estado. Se les aplicaba la ley fuga a los presuntos delincuentes. En Atoyac tuvieron fama La Trozadura y El Charco Largo donde fueron ajusticiados muchos ciudadanos de esta ciudad sólo por las sospechas de ser delincuentes o por señalamientos dolosos de algunos vecinos.
En 1960 la Normal Rural de Ayotzinapa se sumó al movimiento por la caída de Caballero Aburto: “Lucio fue nombrado presidente de la huelga en la Normal y de manera audaz trepó a la azotea del edificio de dos plantas recientemente construido en la parte norte de las antiguas canchas de basquetbol para plantar con mucha solemnidad la bandera rojinegra” se lee en El otro rostro de la guerrilla 40 años después. Se organizó la huelga y se hicieron marchas que recorrieron el centro de Tixtla y los alumnos de la Normal se turnaban para montar guardias en la parada cívica de Chilpancingo.
Desde sus discursos de la Normal en esa lucha contra el caballerismo Lucio decía: “A esos que se cubren su cabeza con bacinicas verdes les decimos: no les tenemos miedo porque el pueblo está con nosotros decididos a triunfar”. Así se refería a los soldados y policías, algo parecido pronunciaría el 18 de mayo de 1967.
Durante el desarrollo de esa lucha Lucio Cabañas vino a encabezar algunas protestas a su tierra. Una de ellas fue el 11 de diciembre de 1960 cuando a la una de la tarde hubo un mitin en el Zócalo de la ciudad cafetalera en contra de Raúl Caballero Aburto. La policía urbana y auxiliar que estaba comandada por el mayor Adalberto Lira Torres disparó contra los manifestantes hiriendo a Leónides Bello, los manifestantes repelieron la agresión con piedras y palos, pero los organizadores del mitin entre ellos, Lucio Cabañas Barrientos, su mamá Rafaela Gervasio y su tía Celerina Cabañas fueron detenidos y llevados a la cárcel municipal. Ese día a doña Celerina le rompieron un dedo al colgarse del cinturón de Lucio para evitar que se lo llevaran preso pero la arrastraron junto con él hasta lo separos de la preventiva. Muchos años después mostraría con orgullo su dedo roto como si fuera un trofeo de guerra. Ese día la gente se organizó y enardecida regresó al palacio municipal para rescatar a sus líderes y el Presidente Municipal, Raúl Galeana Núñez tuvo que liberarlos.
A las ocho de la noche del día siguiente, el mero día de la virgen, hubo una cabalgata con antorchas y con un altoparlante recorrieron las calles de la ciudad y al llegar al Zócalo realizaron un mitin. Ahí Lucio Cabañas, quien fue el primero en abordar la tribuna denunció que el gobierno de Caballero Aburto asesinó a su padrastro Juan Serafín Martínez y por eso su madre tenía que sufrir el trabajo duro del campo para sacarlos adelante.
Años más tarde en uno de sus discursos en la sierra ya como guerrillero diría: “Nosotros, desde cuando Caballero Aburto, hicimos pueblo. Los de Ayotzinapa, los de la escuela Normal Rural nos metimos por todos los pueblitos y donde quiera anduvimos haciendo mítines y todo, y acarreando al campesinado. Incluso cuando anduvimos de dirigentes en Ayotzinapa dábamos ropa a los pobrecitos campesinos que no tenían para vestirse y se acercaban a Ayotzinapa”. Eso se escucha en la voz de Lucio en unas grabaciones que fueron dadas a conocer por primera vez por Luis Suárez y que ahora se consiguen con relativa facilidad.  
Cuando terminó el movimiento anticaballerista después de la masacre del 30 de diciembre de 1960, Lucio se reintegró a la normal para continuar con sus estudios y formación política. Pero fueron pocos meses lo que estuvo dedicado a sus clases. “En mayo de 1961, se llevó a cabo en la Normal de Huerta, en Morelia Michoacán el Congreso Nacional ordinario para elegir el Comité Ejecutivo Nacional de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM) integrado por 28 normales rurales, en el cual salió electo Lucio Cabañas Barrientos como secretario general, a pesar de la oposición de la dirigencia nacional de la Juventud Comunista que quería impulsar en el cargo a un priísta”,  señala Luis León Mendiola.
Cabe mencionar que algunos testimonios dicen que el congreso de la FECSM fue en El Mexe Hidalgo y otros que en Huerta Michoacán. Lo cierto es que después de esa elección se vino la división de la FECSM por eso: “La unificación fue la primera tarea de Lucio, para tal efecto se trasladó a El Mexe, habiendo perdido un año de estudios. Es por eso que en lugar de graduarse en 1962, lo logró hasta 1963. Lucio recorrió las 29 normales (Mendiola menciona 28)  hasta lograr la unificación política y así lograba su reconocimiento como dirigente estudiantil indiscutible de todas las normales rurales del país”, afirman Miranda y Villarino. 
A pesar de andar recorriendo el país, Lucio no se olvidaba de su tierra el 17 de diciembre de 1961 asistió a una convención de estudiantes a la ciudad de Atoyac, que se llevó a cabo  durante tres días en el Cine Álvarez para formar la Federación Estudiantil Guerrerense, la inauguración estuvo a cargo de Braulio Maldonado. En ese evento Lucio Cabañas Barrientos defendió con vehemencia a los indígenas de la Montaña que en ese tiempo venían a cortar café a la sierra. Condenó el hecho de que despectivamente se les llamara chantes cuando son los dueños originales de la tierra en que vivimos, rememora José Hernández Meza. 
La escuela normal de Ayotzinapa y la lucha popular estudiantil le dieron la más importante formación teórico-práctica fue allí donde conoció la teoría revolucionaria y el ejemplo del Che Guevara.  Lucio Cabañas no era afecto a las bebidas embriagantes ni a los cigarros, su preocupación eran los problemas sociales. Solía alejarse al campo donde buscaba pláticas con ancianos campesinos porque de ellos aprendía valiosas experiencias.
En noviembre de 1963 egresó Lucio de la Normal de Ayotzinapa y en breve llegaría con la clave 36108 como maestro a Mexcaltepec. Donde escribiría con sus actos otra historia.