jueves, 9 de julio de 2020

El secuestro de Figueroa IV


Víctor Cardona Galindo
“Dicen que Lucio Cabañas /secuestró a un rico priísta /que cargó con él entero /por burgués y carrancista… Un error se ha cometido /en nombre de la pobreza /yo le hubiera secuestrado /solamente la cabeza”, se escucha en una melodía de Judith Reyes.
El profesor Inocencio Castro Arteaga militante
del Movimiento Revolucionario del Magisterio
fue enlace entre Lucio Cabañas y Figueroa.

Una vez que se conoció el contenido del primer comunicado, en los medios de comunicación se generó una fuerte propaganda en apoyo a la familia del senador secuestrado. Las repercusiones llegaron hasta Los Pinos. “El secretario de Gobernación, licenciado Mario Moya Palencia, calificó el secuestro del senador Rubén Figueroa Figueroa –después de tener una reunión de seis horas con el presidente (Luis) Echeverría- como un acto ‘felón, criminal y cobarde’ y puso relieve que mientras el legislador accedió a una entrevista con Lucio Cabañas, tratando de resolver un problema, éste respondió tendiéndole una celada y secuestrándolos a él y a sus acompañantes”, se leía en El Universal aquel 4 de junio de 1974.
Agregaba el secretario: “Hago notar a ustedes que no sólo ha sido víctima de esta actitud cobarde el senador Figueroa, sino una mujer, su secretaria en la Comisión de Balsas (Gloria Brito) y un distinguido profesional pariente suyo (Febronio Díaz Figueroa)”, de los Cabañas nada comentó, y aclaró: “El senador Figueroa obró así por convencimiento propio y autónomo, a pesar de que, según tengo entendido, varios amigos suyos intentaron disuadirlo de ello”.
Moya aseguró que las fuerzas militares no estaban actuando y se atrevió a decir que se encontraban replegadas en sus cuarteles. “El gobierno no tomará ninguna decisión, hasta conocer en su profundidad y en su amplitud las condiciones a que me he referido antes”. Mientras el ministro decía esto, se intensificaba la ocupación militar de la sierra y los soldados llegaban hasta los lugares más recónditos de la selva cafetalera, deteniendo y secuestrando campesinos.
Lo primero que hizo el gobierno fue detener a Inocencio Castro Arteaga quien la noche del 4 de junio habló al noticiario 24 Horas que conducía Jacobo Zabludovsky y vía telefónica informó su intervención en el encuentro entre el senador y Cabañas, explicó que nada tenía que ver con el secuestro que únicamente sirvió de contacto con Lucio a petición del propio Figueroa.
La Brigada Campesina de Ajusticiamiento de Ajusticiamiento escuchó en la sierra la llamada de Inocencio Castro lamentando el desenlace de la entrevista. El profesor buscaba con ésta comunicación evitar ser involucrado por el gobierno en el secuestro. Pero esa misma noche fue aprehendido por la policía federal. Los guerrilleros consideran que fue un error el que Inocencio hablara al noticiero, “debió escapar”, dicen. Era claro que el gobierno no se la iba a perdonar porque tenía una militancia reconocida y probada en el Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM).
Entre las reacciones que se dieron después de secuestro una fue la del comandante de la 27 zona militar, el general Salvador Rangel Medina, quien sorpresivamente declaró a Excelsior el 5 de junio que si la Secretaría de la Defensa Nacional se lo ordenaba capturaba a Lucio Cabañas, señaló en una entrevista que “Cabañas no representa problema” en la Costa Grande y en la Costa Chica, como si él supiera con precisión donde estaba el guerrillero. Al día siguiente fue reprendido públicamente por el secretario Hermenegildo Cuenca Díaz, quien dijo que “no necesitaba órdenes para capturar a un delincuente como Lucio Cabañas, que debe más de sesenta muertes. Si lo ve, que lo aprehenda”.
La clase política se movilizó, y el 5 de junio miembros de la Liga de Estudiantes Guerrerense, realizaron una manifestación en Chilpancingo para pedir la liberación de Figueroa y el PRI lo declaró candidato a gobernador en su ausencia, más tarde vendrían otras concentraciones masivas pidiendo su libertad inmediata.
Mientras, allá en la sierra Lucio permitió que Figueroa hablara con los guerrilleros y le presentó a todo el grupo. Pedro Martínez, Manuel se opuso “diciendo que era incorrecto, que era un enemigo y no un compañero del pueblo”, pero Lucio argumentaba que al enemigo hay que conocerlo y se decidió que todos lo fueran a ver. Se presentaron en la tarde en el lugar donde estaba el senador.
Dice Carlos: “En el tiempo que Sotero y yo anduvimos fuera los compañeros vinieron a saludar a los detenidos, algunos compas se pintaron para no ser reconocidos posteriormente. Esto aterrorizó más al viejo al ver aquellos desnutridos pero eso sí ricos en parásitos, que sin camisa algunos, otros con los pantalones arremangados, hacían fila para saludarlo y el aspecto que presentaban se asemejaba a los integrantes de una tribu africana, pintados de la cara y del cuerpo, pero en lugar de lanzas llevaban M-1, FAL y hasta R-15”.
Hubo guerrilleros que lo saludaron de mano, otros sólo lo miraron de lejos por temor a que los conociera. “Eso no se pudo evitar en el futuro porque hubo ocasiones en que por  error de la comisión que se encargaba de cuidarlo permitió que en algunas caminatas los reos se juntaran con todo el equipo”, comenta un guerrillero.
Febronio Díaz recordaría después: “Sólo los tres primeros días estuvo a nuestro lado Lucio Cabañas, después quedamos bajo la custodia de unos 25 guerrilleros. A quien más molestaban era a Rubén. Uno de ellos le echaba, cuando dormía, la luz de la linterna sorda y todos los días le anunciaba que sería fusilado al alba. Una muchacha que aún no cumplía los veinte años de edad, se la pasaba amagándolo con una pistola amartillada cuando le tocaba vigilarlo”.
Cuando estaban cerca de El Aguacatoso los campesinos le llevaron a Figueroa buena comida, que llegó por medio de un abogado que recibió dinero de Rubén Figueroa Alcocer, el hijo del senador que también sería gobernador. Había campesinos que conocían al senador por que habían acudido a él para enfrentar al talamonte Alcibíades Sánchez a quien Figueroa le clausuró un aserradero. Por eso el hijo del senador sabía inicialmente donde se encontraba su padre.
La versión oficial del Partido de los Pobres es que un colaborador fue a comprar víveres a Tecpan y comentó al tendedero que el alimento era para la Brigada y éste telefoneó al hijo de Figueroa, quien de inmediato mandó una camioneta de variados alimentos, “esto hizo que rápido nos movilizáramos, saliendo la comisión que traía a Figueroa hacia Río Chiquito. Nosotros preparábamos las mochilas mientras otros despistaban al enemigo y a la gente del pueblo cercano para que no se supiera información hacia donde nos dirigíamos; siempre protegiendo al grupo que llevaba al viejo”.
Todavía de ese campamento salieron de nuevo Carlos y Sotero para Acapulco a dejar el segundo comunicado que al parecer cayó en manos del gobierno. Dice Carlos, “se nos dijo que no fuéramos nosotros personalmente a dejarlos a algún periódico o a alguna radiodifusora, si no que mandáramos a otra persona. Mandamos a un colaborador y le dijimos que fuera a algún periódico, que le dijera a un niño que le daba cierta cantidad de dinero con tal de llevar los sobres al periódico y que regresara para darle otra cantidad; el compañero al ver que el niño entra se retiraría inmediatamente del lugar. Regresó el compañero y nos dijo que le había hecho exactamente como le habíamos ordenado. Llegó la noche y no se sabía nada en los noticieros, amaneció y no salió nada en los periódicos. Estuvimos todo el día sin saber absolutamente nada; ya en la noche nos fuimos a Atoyac, esperamos que el comunicado saliera publicado para llevarlo a los compañeros. Al día siguiente decidimos regresar al campamento sin llevar noticia alguna, llegamos y los compañeros, al tanto también de las noticias y ver que no salía nada, se suponían que habíamos sido detenidos y se disponían a abandonar el campamento”.
De ahí los guerrilleros se movieron hacia lo más profundo de la sierra y se instalaron en un campamento cerca de El Río Chiquito, donde al principio la gente de los barrios iba a ver a los secuestrados como si fueran animales raros. Es aquí donde después de un tiempo comenzaron a escasear los alimentos. No se logró liberar la zona con el secuestro político de Figueroa, al contario el Ejército estrechó el cerco.
 “A los detenidos se les daba comida especial dentro de lo que se podía conseguir con los campesinos, como eran huevos de gallina y las mismas gallinas. Esto era en el tiempo que todavía se podía obtener. Los campesinos nos conseguían los alimentos sin muchas dificultades, ellos con sus bestias nos trasladaban los alimentos hasta donde les era posible, nos conseguían maíz, frijol, arroz, azúcar y otras cosas. Del campamento salíamos a recogerlas a los lugares indicados, los campesinos ya no llegaban hasta donde se encontraba el campamento por medidas de seguridad”, dice un miliciano.
El 6 de junio el gobernador Israel Nogueda Otero y secretario de la Defensa Nacional general Hermenegildo Cuenca Díaz estuvieron en Atoyac. De esa visita, se filtró a periódicos que fue para recoger el segundo comunicado.
La familia de Figueroa contactó el 6 de junio de 1974 al sacerdote Carlos Bonilla Machorro para que interviniera en la liberación del Senador. “A eso de las siete de la noche, en la Subsecretaría de Gobernación, el licenciado (Fernando) Gutiérrez Barrios me pidió en plan de amigo que prestada ayuda a la familia Figueroa, que estaba al borde de la desesperación”, escribiría  más tarde el sacerdote en su libro Ejercicio guerrillero.
El intermediario fue recogido esa noche por Figueroa Alcocer, en el aeropuerto de Acapulco, quien le dijo que su padre estaba secuestrado en el cafetal de los Mata. “Cuando le dije al licenciado Rubén Figueroa Alcocer que mi problema estribaba en encontrar con rapidez un contacto con la guerrilla, me contestó:
‘Nosotros tenemos a Inocencio Castro. ¿Lo conoce usted?’”
Y en una mansión de Las Brisas en Acapulco dice Bonilla que le llevaron a Inocencio Castro para que se entrevistaran y ese mismo seis de junio entrada la noche salieron Bonilla y Castro en busca de Lucio a la Costa Grande. Al primero que vieron al amanecer del 7, dice el sacerdote, fue a Jacob Nájera en San Jerónimo quien les dijo que no tenía ni idea por donde andaría jalando el Senador y al atardecer se fueron a Nuxco en busca de otros contactos.
Por su parte la brigada comisionó el 8 de junio de 1974 a Pedro Angulo Barona, Gorgonio y a Manuel Serafín Gervasio, Javier quienes tuvieron el encargo de negociar con la familia de Rubén Figueroa su liberación y cobrar el rescate. Gorgonio y Javier contactaron en el medio urbano a Abelardo Morales Gervasio, Ramel quien a su vez sirvió de contacto entre los guerrilleros y Bonilla. Ramel era muy valiente, siendo un guerrillero conocido bajaba a lustrar sus botas al zócalo de la ciudad de Atoyac y cuando un soldado lo miraba le decía “que me vez, cabrón”. Siempre andaba armado, cuando lo detuvieron en un camión rumbo al puerto de Acapulco, llevaba la pistola 380 que le habían decomisado al senador Figueroa el día que cayó en manos de la guerrilla.
Estando la guerrilla cerca de El Río Chiquito salió otra comisión integrada por Arsenio e Ismael a dejar de nuevo el segundo comunicado al que le agregaron un escrito donde aclaraban que el original de éste comunicado fue enviado desde el día 6, pero que el texto y el mensaje fueron interceptados por la policía. Esto denota que efectivamente el gobierno del estado y el Ejército ya tenían el segundo comunicado desde antes que se publicara y no lo dieron a conocer a la familia.
“A las 10:30 horas, una persona llamó por teléfono a la redacción del periódico El Gráfico y pidió hablar con el director, señor José María Severiano Gómez. Inmediatamente le notificó que entre los números 214 y 218 de la avenida Cuauhtémoc, bajo unas piedras había un sobre de plástico, dentro de éste otro sobre de discos de 45 RPM y en el interior de éste último estaba el comunicado”, daba a conocer el día 14 El Universal.
El señor José María Severiano fue al lugar indicado acompañado del director del periódico La Verdad, Carlos Bello, y encontraron la bolsa y el comunicado, con otro escrito de original a máquina, en el que explicaban cuando había sido enviado el primer comunicado.
En total, en el interior de la bolsa había tres comunicados, y se expresaba que las copias eran para los periódicos que habían recibido el primer comunicado: La Verdad, El Gráfico y Novedades.
Encontrado el texto del comunicado, el mismo director de El Gráfico se encargó de avisar al licenciado Rubén Figueroa Alcocer, quien de inmediato llegó a la redacción del periódico acompañado de agentes de la Dirección Federal de Seguridad.




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