lunes, 1 de abril de 2019

Silvestre Castro García, El Cirgüelo IV y última


Víctor Cardona Galindo
Silvestre Castro García, El Cirgüelo, después de haberse acogido al indulto vivió en Teloloapan y luego regresó a Cacalutla donde estuvo entregado algún tiempo a labrar la tierra. Aunque consta que de vez en cuando prestaba servicios al gobierno. René García encontró un documento fechado el 27 de enero de 1919 donde el general brigadier Crisóforo Ocampo certifica que durante el mes de octubre de 1918 Silvestre Castro estaba viviendo en Teloloapan dedicado al comercio y lo acompañó en una expedición militar al estado de Morelos.
La imagen más conocida de Silvestre  Castro
García, El Cirgüelo.

Aunque se asegura que apoyó a Álvaro Obregón cuando se sublevó en contra de Carranza, no hay muchos datos que sustenten esta aseveración; lo que sí se sabe es que en esa ocasión muchos campesinos le pidieron que se levantara en armas a favor de Obregón, pero tal vez no lo hizo porque los Figueroa secundaron al sonorense en Guerrero y El Cirgüelo no comulgaba con ellos. Ese clan intrigaba permanentemente en su contra. Muestra de ello es que en junio de 1922 Silvestre Castro fue arrestado por órdenes de Rómulo Figueroa que lo acusaba de estar implicado en una rebelión que estaba promoviendo el general Salvador González, pero luego recuperó su libertad cuando se demostró su inocencia. Por esas fechas Figueroa estaba en contra de los agraristas y mandó a encarcelar también a Amadeo Vidales, presidente municipal de Tecpan de Galeana.
De pronto otro acontecimiento vendría a trastocar la tranquilidad de La Costa Grande, Adolfo de la Huerta se rebeló en contra de Álvaro Obregón y se vivió ese episodio de la historia que se llamó “la rebelión delahuertista” que estalló el 5 de diciembre de 1923 y Rómulo Figueroa la encabezó en el estado de Guerrero y en la Costa Grande se puso al frente el Presidente Municipal de Atoyac, Rosalío Radilla Salas.
Cuando estalló ese movimiento en Atoyac las cosas estaban que ardían y eso vino a darle el soplo que prendió la mecha, desde el 31 de marzo de 1923 fue depuesto el Presidente Municipal Andrés Galeana y se quedó en su lugar el principal enemigo del agrarismo Rosalío Radilla Salas, Chalío. Ese mismo año el 29 de octubre de 1923, como a las 6 de la mañana, fue asesinado, por órdenes del alcalde el líder agrarista Manuel Téllez cuando caminaba por la calle Nicolás Bravo y a raíz de eso su hermano Alberto se remontó a la sierra y se dedicó a organizar a todos los solicitantes de tierra. Todos éstos hechos son narrados por Crescencio Otero Galeana en su libro El Movimiento agrario costeño y el líder Profr. Valente de la Cruz publicado en 1979.
Al desatarse el movimiento armado de Adolfo de la Huerta, todos los agraristas tomaron partido a favor de Álvaro Obregón y se organizaron. En Las Clavellinas acordaron atacar la ciudad de Atoyac de Álvarez el 19 de diciembre de 1923 y aproximadamente 80 hombres regularmente armados asaltaron sorpresivamente el Ayuntamiento y desarmaron a la policía municipal. El presidente Rosalío Radilla Salas no se encontraba porque había salido al puerto de Acapulco para recibir de manos de los militares a los hermanos Juan, Francisco y Felipe Escudero, quienes estaban prisioneros en el fuerte de San Diego y el 21 de diciembre fueron asesinados por Chalío y sus pistoleros.
Antes de la muerte de sus líderes, los obregonistas atacaron el mismo 19 de diciembre a las guardias armadas que los españoles de Acapulco tenían en la fábrica de hilados y tejidos de El Ticuí y después reunidos en Mexcaltepec enterados del asesinato de los Escudero, acordaron atacar a Rosalío Radilla en Atoyac donde tenía su cuartel.  Salieron de la sierra por la noche del 22 de diciembre de 1923 y llegaron el 23 a la ciudad, a las cinco de la mañana, un grupo de aproximadamente 100 hombres que imitaban rebuznos de los burros y de esa manera causaron confusión entre la gente sitiada. “El ataque se desarrolló con toda rudeza, con valor y coraje por ambas partes, pues los atacantes y defensores, eran ‘gallos de la misma gallera’ y se reconocían sus aptitudes guerreras”, dice Otero Galeana.
Los agraristas estuvieron a punto de tomar la ciudad, pero los delahuertistas recibieron refuerzos de familiares de Rosalío Radilla y de militares que venían de San Jerónimo. Después de ese combate los dirigentes atoyaquenses optaron por poner el mando del movimiento en manos de Silvestre Castro García, El Cirgüelo, pues los agraristas carecían de un jefe experto que los pudiera dirigir con acierto en la campaña en marcha.
Cuando Silvestre Castro ya se había alineado con Álvaro Obregón, el primero de enero de 1924, en el pueblo de San Nicolás, municipio de Coyuca de Benítez, en el domicilio del señor Mateo Marín se llevó a cabo una concurrida reunión, en la cual le dieron el mando de las fuerzas obregonistas en el estado de Guerrero. Ahí se levantó un acta que también firmó Amadeo Vidales. Castro fue convencido por Feliciano Radilla para unirse a las fuerzas agraristas de la Costa Grande. Ya los españoles de Acapulco le habían enviado emisarios con dinero para sumarlo a la causa delahuertista, pero tal vez la presencia de los Figueroa en ese bando hizo que se fuera con el contrario.
Las primeras incursiones armadas El Cirgüelo las hizo en el municipio de Coyuca de Benítez acompañado de Amadeo y Baldomero Vidales con quienes amagaba al puerto de Acapulco. En Santa Rosa se les sumó el gobernador Rodolfo Neri que venía huyendo de Chilpancingo. Después de esto rápido salieron rumbo a Petatlán para encontrar a Valente de la Cruz que traía las armas para la causa que había mandado el general Obregón, mientras los delahuertistas encabezados por Rosalío Radilla, el coronel Crispín Sámano y el mayor Juan Flores iban tras ellos y el 23 de enero de 1924 se dio un encontronazo en Petatlán donde los delahuertistas fueron derrotados por los agraristas. Los delahuertista se fueron tras la tropa de Neri y El Cirgüelo porque los consideraban escasos de implementos de guerra, pero no contaban con que Valente de la Cruz había traído muchos rifles y parque de la ciudad de México vía Zihuatanejo. Ese combate definió el triunfo del obregonismo en Guerrero y el 1º de febrero las fuerzas triunfadoras entraron a la ciudad de Atoyac, encabezados por El Cirgüelo y Valente de la Cruz.
La ordenada columna de dos en fondo de caballería e infantería llevaba a la descubierta a Silvestre Castro al gobernador del estado Rodolfo Neri y al general Valente de la Cruz Alamar. “La marcha Dragona que tocaba el clarín de órdenes hacía más emocionante el paso de la tropa” registró Wilfrido Fierro quien agrega: “El pueblo atoyaquense se volcó a recibirlos en la calle Centenario (Hoy Juan Álvarez)”.
En 1986 Rodolfo Neri quien fue gobernador en aquella época publicó un libro que tituló La rebelión delahuertista en el Estado de Guerrero donde da pormenores de este acontecimiento. La publicación está dedicada más que nada a demeritar la presencia de El Cirgüelo en esa campaña. Dice: “Silvestre Castro fue obligado a unírsenos por Vidales, que con algunos hombres lo sorprendieron en su rancho… en toda la campaña anduvo vacilante. Cuando se reunió conmigo se manifestó disgustado con los Vidales… En el combate de Petatlán nos dejó a merced del enemigo, y vino a ayudarnos después de dos horas de estar combatiendo. Se unió a Valente de la Cruz que pretendía erigirse en el jefe supremo de las fuerzas”.
Del paso por Atoyac comenta: “Cuando llegamos a Atoyac, después del combate de Petatlán, Silvestre Castro fraternizó con muchos de los que nos habían ido atacar, a quienes conocía perfectamente” y abunda que se reunió con Antonio Paco enviado de los españoles de Acapulco que le ofreció trescientos mil pesos para que se pasara de lado delahuertista. Sin querer Neri reconoce la fuerza e influencia de El Cirgüelo pues escribe: “Tan pronto supe, y comprendiendo que si El Ciruelo se ponía de acuerdo con Antonio Paco mi situación sería comprometida, me fui en compañía sólo de Alfredo Castañeda y Córdova Lara, a donde aquellos deliberaban, rodeados de una treintena de hombres, tomando mezcal”. Rodolfo Neri deshizo la reunión, y después marcharon a Coyuca y luego a la ciudad de México.
Los obregonistas tomaron Coyuca el 6 de febrero de 1924, aquí se dividieron en dos grupos. Una columna al mando de Neri y de El Cirgüelo salió a la ciudad de México y la otra al mando de Amadeo Vidales se fue rumbo a la sierra de Atoyac. A la salida de Coyuca se les incorporó el general Enrique Rodríguez con gente de la Costa Chica. La fuerza llegó a Teloloapan el 18 de febrero de 1924, luego de un ligero tiroteo tomaron la ciudad y después partieron hacia la capital de la república. Al llegar a Zacualpan, estado de México, el 25 de febrero, las fuerzas obregonistas fueron atacadas por el general rebelde Tomás Toscano Arenal, pero a pesar de estar copados los costeños salieron victoriosos y más tarde llegaron a la ciudad de México y se pusieron a las órdenes del general Álvaro Obregón.
Aprovechando que El Cirgüelo iba a la ciudad de México y que Vidales estaba en la sierra, los delahuertistas al mando del general Ambrosio Figueroa Marbán atacaron la ciudad de Atoyac e hicieron prisionero al ex presidente municipal Andrés G. Galeana, quien iba a ser fusilado pero el 13 de febrero logró escapar y huyó a la Ciudad de México. El 4 de marzo Amadeo Vidales atacó a los delahuertistas apostados en Atoyac,  los desalojó y derrotados salieron huyendo rumbo al puerto de Acapulco, ese fue el último combate de ese movimiento.
Neri dice en su libro que “Pretender, pues, que las fuerzas que se reunieron seguían al Ciruelo, es una solemne estupidez. La gente se agrupó alrededor del gobierno del estado, respaldado por el gobierno federal… La  reacción ha tratado de ensalzarlo, y le ha atribuido un triunfo que no le corresponde… Su grado militar le fue reconocido, y militó algún tiempo a las órdenes del general Fox. Pero cuando los Vidales se sublevaron, El Ciruelo mantuvo según se afirma, relaciones con ellos, y eso le costó que Fox lo mandara asesinar”.
Wilfrido Fierro escribió el corrido “La muerte de El Cirgüelo”, cuya letra dice: La Costa Grande señores llora, llora sin consuelo/porque supo que en Ayutla/fue asesinado El Cirgüelo… Esos Llanos de Tlalapa/son testigos de la acción/que consumara vilmente/el General Claudio Fox”.
En esos días los hermanos Baldomero y Amadeo Vidales proclamaron El Plan del Veladero y se levantaron en armas el 6 de mayo de 1926 y al día siguiente atacaron el puerto de Acapulco. A El Cirgüelo le tocó rechazar ese ataque donde salió lesionado de una pierna. Dice en su Crónica de Acapulco Carlos Ernesto Adame que: “La sorpresa del ataque tomó desprevenido a los federales al mando del coronel Lara; a la policía que manejaba Juan Santiago y al mismo general Silvestre Castro que estaba comisionado en esta plaza… A la media noche, las fuerzas del gobierno, se enfrentaron a los Vidales, que lograron llegar hasta donde estaba el llamado Puente Alto, ahora Calle Humboldt y Aquiles Serdán, donde fue herido el general Castro”.
“Cirgüelo por ser valiente/y famoso en la región/fue objeto de una calumnia/que su jefe le formó… El cariño desmedido/que la costa le brindó/le provocó a Fox envidia/y matarlo así intentó”.
A pesar de haber demostrado su lealtad al gobierno, el general Claudio Fox, jefe de operaciones militares del estado de Guerrero, le agarró mala voluntad por la popularidad que El Cirgüelo tenía en la región y decidió asesinarlo. En cierta ocasión Fox y Silvestre Castro visitaron Atoyac. El mejor cronista que ha tenido la ciudad, Wilfrido Fierro escribió que la presencia del general Castro en la región hizo que los rebeldes vidalistas suspendieran sus hostilidades. El Cirgüelo fue objeto de muchas atenciones de parte de sus amigos, familiares y paisanos, actos que causaron celos y envidia al general Fox, por tal motivo lo acusó ante el Ministro de Guerra Joaquín Amaro de estar coludido con el movimiento vidalista por eso desde México se ordenó su pronta eliminación.
“Fue acusado en la Defensa/de estar en combinación/con las fuerzas vidalistas/que estaban en rebelión… Siguió fraguando en su mente/calenturienta el rencor/y al trasladarse hacia Ayutla/al fin su plan consiguió”.
El 26 de octubre en Atoyac había fracasado el primer intento de asesinarlo en un baile que se ofreció en su honor, en la casa de Gabino G. Parra. Esa noche la tropa recibió instrucciones de realizar disparos al aire, simulando un ataque de los rebeldes. El plan falló porque Castro no salió a la calle por atender a las señoritas que llenas de pavor intentaban abandonar la sala, logró calmarlas, y de esta forma el baile pudo continuar hasta la madrugada del día siguiente. Finalmente cayó en una emboscada tendida por Fox en los llanos de Tlalapa, municipio de Ayutla el 9 de diciembre de 1926 y sus restos reposan en la rotonda de los hombres ilustres de Guerrero en Chilpancingo.
 “Caballo corre caballo/cuenta bien lo que pasó/a San Jerónimo el Grande/Tecpan, San Luis y la Unión… A Petatlán y Acapulco/y por toda la región/El Cirgüelo ya fue muerto/víctima de una traición”.