jueves, 28 de mayo de 2015

Para comer en Atoyac

Me preguntaban unos visitantes ¿dónde ir a comer en Atoyac?

Les dije que el menú era variado. En Atoyac hay casi de todo, para desayunar en calle Nicolás Bravo y Agustín Ramírez encontrará de los más distintos platillos, desde una taza de café con pan o arroz, platillos tradicionales, hasta los huevos con jamón, las albóndigas, el pollo a la jardinera, también un platillo raro que se llama bajareque.
En esa zona están doña Bertha, Doña Emna y doña Mine que guisan muy rico. Pero si se levantó temprano de su hotel o donde esté hospedado, salga a dar una vuelta al zócalo, 7 u 8 de la mañana, que a esa hora los tinguiliches, zanates y alondras que pernoctan en esa plaza ya están remontando el vuelo y vaya donde doña Viky a tomar un café negro acompañado de un rico arroz frito.
Las picadas de Ruma

En la calle principal hay variedad, para comer puede ir usted a los tacos con Lute que está a un costado de la plaza principal o con Leno que esta frente a la terminal. Las carnitas Michoacanas también son una opción. Pero si usted desea algo más fuerte puede irse a donde Chavelona a comer un caldo de cuatete, aunque para esto hay que llevar compañía porque recuerde que al cuatete le dicen “quiebra catre”, por las propiedades afrodisíacas que muchos dicen que tiene. A la morena de la cosina Jaret le salen muy bien el salpicón y la carne de puerco entomatada, con tortillas de comal echadas a mano, la morena está en la calle Aquiles Serdan detrás del hotel México.
Y si busca algo más cercano a la naturaleza y sin salir de la ciudad vaya al Cuyotomate, donde encontrará una variedad de comida mexicana, cerca de la frescura del río y donde también puede bañarse en la poza que existe ahí. Se le antojó un marisco, pues vaya con Paty en la calle principal o con Blas que tiene su negocio cerca del centro.
Pero si a usted se le hizo noche, se va aquedar en Atoyac, cerca de la zona de hoteles en el callejón Montes de Oca está Doña Ruma, quien todas las noches saca su comal y vende una variedad de antojitos mexicanos, aunque las que ya se han vuelto internacionales, son sus sabrosas picadas o sopes como les quiera usted llamar, hay de champiñones, de tinga, de rajas, de pollo y queso Oaxaca.
Con Ruma han ido a comer norteamericanos, españoles, franceses e italianos, antropólogos, arqueólogos y defensores de los derechos humanos y todos se han llevado un buen sabor de boca. En la calle principal puede ir la comida china hay dos negocios de ese tipo, Lucio Galeana en la Mansión del Ángel luego tiene una gran variedad de comidas de cocina internacional y mexicana, le recomiendo las costillitas a la barbiquiu.
Si gusta de taquitos de cecina, de ubre, tripa o carne enchilada, le recomiendo que vaya a la calle Galeana, ahí a hay un pequeño negocio que se llama la Cebollita Roja, donde las salsas le va encantar y los ricos tacos. Susana Oviedo y Álvaro López Miramontes se fueron encantados y queriendo regresar después de cenar ahí. En esa calle también puede encontrar tamales y atole de plátano o de piña, depende de lo que guste.

Saliendo la ciudad rumbo a San Jerónimo, en Quinto Patio, está la huerta donde encontrará una variedad de carnes asadas y enfrente están las carnitas Taximaroa.

domingo, 24 de mayo de 2015

El silencio del viento

Víctor Cardona Galindo

El silencio del viento, es el tercer libro de Felipe Fierro Santiago. En 1998 publicó Tierra Mojada, y el haber vivido de cerca la represión de los campesinos de la sierra en la década de los setentas lo llevó a escribir en el 2006 sobre la guerrilla del Partido de los Pobres (PDLP) y de su fundador Lucio Cabañas, cristalizándose el proyecto en el libro: El último disparo. Versiones de la guerrilla de los 70´s.
Felipe Fierro es maestro en educación y tiene también una maestría en matemáticas. Es profesor de escuelas secundarias, periodista, catedrático de la Universidad Autónoma de Guerrero. Ha dirigido durante varios años el periódico Atl y participó en el encuentro Poetas y Narradores en la Selva Cafetalera del cual se editó una memoria. Los trabajos de Felipe Fierro reflejan el amor por su tierra, pues los personajes de sus crónicas, cuentos y leyendas son extraídos de la vida cotidiana, de la sierra y de los pueblos de Atoyac.
Nació en 1962 en la parte alta de la sierra cafetalera, en la comunidad de Plan del Carrizo su padre es Tomás Fierro Zarco y su madre Severina Santiago Serrano. Estudió en la Escuela Primaria Rural Federal “Benito Juárez García” de la comunidad de Agua Fría y los estudios de la secundaria los realizó en la Escuela Técnica Agropecuaria 174, de Río Santiago, de donde egresó en 1978 cuando estaba por terminar ese periodo doloroso al que se llamó “Guerra Sucia”.
Felipe es un hombre como pocos, maestro de secundaria, de preparatoria, periodista, escritor y músico. Es un hombre que se educó bajo la disciplina del campo, donde no se vale  amanecer dormido. Los campesinos amanecen afilando el machete, Felipe amanece pegado a su escritorio escribiendo, haciendo los cuadros de su escuela o preparando clases.
Esta disciplina le ha permitido publicar sus artículos en diversas revistas, editar desde ya hace 15 años el periódico ATL periodismo en transición, asistir a foros donde ha presentado ponencias y darnos tres libros en donde se plasman los temas recurrentes de nuestra tierra Atoyac, como el café, la guerrilla y la guerra sucia. Así como sus leyendas y la vida campirana.
Felipe Fierro, forma parte de una generación de escritores atoyaquenses, a quienes la Guerra Sucia, los marcó profundamente. Como es el caso de Jesús Bartolo Bello que escribió el poemario No es el viento el que disfrazado viene y de Enrique Galeana Laurel que en Tempestades recoge varias crónicas sobre la guerrilla de Lucio Cabañas y la violencia que el gobierno ejerció sobre el pueblo de Atoyac. También Judith Solís Téllez mediante sus ensayos ha ido rescatando los “ecos de la guerra sucia en la literatura guerrerense”.
Felipe Fierro, Jesús Bartolo y Judith Solís son lo mejor que en letras ha dado Atoyac, porque muchos de sus escritos han trascendido el ámbito local y su trabajo tiende a ser más universal, han dejado de ser los escritores improvisados y le han dedicado tiempo a su formación, para darnos piezas de calidad.
En el libro El silencio del viento el personaje principal es la exuberancia de la sierra. Esa orografía que sube y que baja pero más sube que baja. Esa tierra que ha sido fertilizada por la sangre de sus hijos, muertos en combate o llevados por la fuerza de sus casas para nunca más volver.
El libro de Felipe refleja las estampas de nuestra tierra, de la sierra de Atoyac, desde el maestro que llegó a la sierra desafiando las inclemencias del tiempo, que luchó no solo contra la ignorancia del pueblo, sino también en contra de las enfermedades, que durmió en el suelo y comió pobremente como comen todos los campesinos. En este libro se hace presente el cacique pueblerino que le entró a todo, no sólo a las filas del partido oficial, sino además a la siembra de amapola y que expulsaba a los maestros de los pueblos, porque nos les convenía que los niños se educaran.
Las leyendas que se cuentan en los pueblos, que muchas veces tienen a sus moradores, encerrados en sus domicilios a temprana hora. El Silencio del viento es un libro que retrata al pueblo de Atoyac, pero que puede ser cualquier pueblo que tenga, calles que se llamen, Miguel Hidalgo y Guadalupe Victoria, en donde se siembre café y se sienta su aroma. Donde haya hombres indómitos dispuestos a escribir su propia historia.
Los que somos de Atoyac nos sentiremos identificados con este libro, porque los cuentos y crónicas que aquí encontramos, son parte de nuestra cultura. Este libro de Felipe Fierro es para disfrutarlo sentado en el quicio de la puerta, tomando una taza de café, o bien para leerlo en la hamaca, antes de ir a dormir.

El libro de Felipe Fierro desmiente aquellos que dicen que la cultura de Atoyac languidece. Obras como estas fortalecen nuestra cultura, la hacen más sólida y podemos decir que en Atoyac hay escritores sólidos, con oficio y que amenazan con ser los mejores escritores de Guerrero, y quizá, algún día, de México.

martes, 19 de mayo de 2015

El Nanche

Víctor Cardona Galindo

A veces pienso que la vida en la ciudad de Atoyac inicia en  Reforma. Esta calle, para los que no saben, comienza donde estaba antes la terminal de autobuses Estrella de Oro. Ahora está la farmacia del “Ahorro”, frente a la veterinaria de Arsenio Juárez por donde viven Juan y Ramón Galeana. Para mejores señas en esa calle durante mucho tiempo estuvo el grupo de Alcohólicos Anónimos “Nuevo Amanecer” antes de irse para la colonia Las Palmeras, donde sigue salvando vidas.
La Reforma por la mañana muy temprano se llena de carretilleros. Frente a la panadería de don Natalio llegan las vendedoras de la parte baja del municipio. Traen girasoles, ramas de albahaca, mangos y toda clase de productos. Las combis se paran en el puente. A diferencia de la calle Aquiles Serdán, en Reforma el tránsito va haciéndose más denso.
En esta calle confluyen las combis que vienen de El Ticuí, la colonia Miranda Fonseca, las que vienen de Alcholoa, Zacualpan, San Jerónimo y la Colonia 18 de Mayo. Eso nada más para mencionar las rutas de transporte. Porque si mencionara una a una las comunidades cuya puerta de entrada a la ciudad es Reforma entonces no acabaría pronto.
Yo camino por Reforma todos los días para ir al trabajo, me bajo en el puente cuando vengo del Ticuí. Al bajarme a veces veo un campesino que afila su machete en uno de los muros del puente. Ese puente que se construyó después del 2004, año en que azotó a esta ciudad una tromba. Por esas fechas yo tenía mi estudio, en una de las orillas del arroyo Cohetero. Todo mi archivo se perdió en la inundación, un trabajo de 14 años de investigación y acumulación de información se los llevó el agua. De mi biblioteca sólo se salvó el libro Como Agua para Chocolate de Laura Esquivel.  Creo que hasta entonces supe que la calle se llamaba Reforma y que no era una prolongación de la avenida Aquiles Serdán como yo creía.
A los vecinos que perdieron sus cosas, el Ayuntamiento, les repuso sus refrigeradores, camas, estufas y hasta lavadoras. A mi nadie me repuso mis libros, de los datos que tenía en el archivo, después descubrí el placer de volverlos a encontrar, y también aprendí a tener mi estudio en las partes muy altas.
Si ahora me bajo en el puente, es porque en la esquina de Reforma con Nicolás Bravo, se instala El Nanche a vender los periódicos. Ya los taxistas conocen el lugar como la esquina de El Nanche. En el futuro cuando se le siga llamando así pensarán que en el lugar había un árbol de ese fruto, como en la parada de El Tamarindo donde ya no hay tamarindo.
Nuestro amigo el “periodiquero” no se llama Nanche, así le decimos por ser de El Nanchal un pueblito que está en las faldas de la azul montaña a unos cuatro kilómetros al noreste de la ciudad. El Nanche es todo un personaje su nombre verdadero es Cervelio García Sánchez, es nieto de Isidoro Sánchez el famoso “Satélite”, pero en desmadre los amigos le dicen Cervecelio, porque era bien borracho, y tenía la costumbre de irse a su casa a la una de la mañana, hasta que se le apareció un encapuchado rumbo a El Nanchal dejó de beber y ya no volvió a su pueblo, se quedó a vivir en la ciudad.
Cuando escribí la primera parte de éste relato en el Atl y lo subí a Facebook apareció el encapuchado, dio la cara y en confianza contó que todas las noches Cervelio pasaba borracho y apedreaba las casas y a los perros que le ladraban hasta el cansancio. Por eso decidió espantarlo. Se puso un sombrero negro, se cubrió parte de la cara, se vistió con un capote y con un garrote largo se puso en el camino fumándose un puro. Cuando El Nanche iba a comenzar a corretear los perros, el encapuchado le dio una fumada al puro y únicamente se vio la brasa en el aire. Al Nanche hasta la borrachera se le quitó y se regresó corriendo a la ciudad. Desde entonces no se va de noche a su pueblo, ya vive aquí.
Pero antes que se le apareciera el encapuchado tuvo un raro encuentro, hechos que fueron marcando la ruta para que dejara la bebida. Resulta que una tarde llegó al Fortín (así se llama una cantina) y anduvo de mesa en mesa buscando quien le invitara una cerveza, todos se la negaron, pero en una esquina estaba un hombre elegante muy bien parecido que le dijo “yo te la voy a invitar, ven siéntate conmigo”. Se bebió una caguama con él y luego se marchó. Caminó por Hidalgo y al llegar al Atrancón  ya lo estaba esperando el amigo bien vestido que había dejado en El Fortín.
Le dijo “te estoy esperando, porque no tengo amigos en Atoyac y quiero que me acompañes a cenar y a beber. Ten chíngate una”, y de atrás de un pretil donde estaba sentado aquel desconocido sacó una cerveza modelo bien fría y se la dio, él se abrió otra. Cuando se la acabaron de atrás de pretil sacó otra y otra.
Luego le dijo “vamos a cenar” y al decir eso llegó un taxi por ellos que los llevó al centro donde cenaron tacos y de ahí al Tahúr el bar que estaba de moda. El Nanche sólo recuerda que en El Tahúr aquél hombre le invitó las cervezas y una muchacha. Al otro día cuando despertó estaba en su casa, donde sus familiares le dijeron que lo llevó un hombre bien parecido y bien vestido en un taxi.
Se vino a la ciudad de Atoyac y anduvo investigando. Todos decían haberlo visto pasar con ese joven apuesto y bien vestido que pagaba todas las cuentas con billetes de a 500 pesos. Pero Cervelio desde entonces vivió asustado. Porque todos concluyeron que era El Diablo que anduvo con él.
El Nanche fue el primero que les enseñó a unos periodistas, entre ellos a los enviados de la revista Milenio y a los de El Sur,  donde estaba la tumba del guerrillero Lucio Cabañas Barrientos. Salió fotografiado en la primera plana de El Sur con su sombrero viejo, sentado sobre la tumba. Desde entonces ese ejemplar del periódico lo guarda como su máximo tesoro.
Cuando vinieron los delegados zapatistas en marzo de 1999 a promover “La consulta por la paz y la democracia”, una noche sólo Cervecelio y su servilleta, nos quedamos de guardia. Yo era corresponsal de El Sur y Cervelio estaba bien borracho como era su costumbre. Ya se iba, pero para que se quedara le invité una caguama, ahí nos quedamos toda la noche. El Nanche no dejó de hablar de todos los políticos locales y de los amigos. Porque siempre ha tenido esa capacidad de enterarse de todo. Ya por la mañana llegó Carlos Quevedo, se puso al frente de la guardia, y me fui al mercado a desayunar un arroz frito con café y El Nanche se fue a curársela.
Cervelio es uno de los distribuidores que El Sur ha tenido en Atoyac a lo largo de sus 20 años y es muy cumplido. Desde hace tiempo me viene exigiendo ver su historia en el periódico que con tanta dedicación distribuye entre los lectores de Atoyac. Porque aquí El Sur es el periódico que más se lee. Entre los otros distribuidores que ha tenido El Sur sólo recuerdo a Ana Santiago.
El Nanche se hizo voceador –periodiquero, más bien- vendiendo el semanario Atl. Su director Felipe Fierro le daba los periódicos para que los vendiera. Era bien borracho y muchas veces se quedó dormido en algún corredor con el paquete de periódicos como almohada. Otras veces la gente le iba a decir a Felipe que El Nanche ya había empeñado el paquete de periódicos en una cantina. Felipe iba, los desempeñaba y se los volvía dar al Nanche. Cervelio fue una de las causas que Felipe se descapitalizara y el Atl dejara de salir regularmente, y ya cuando el Atl no salía, le decía a todos que Felipe no sacaba el periódico porque el alcalde Pedro Brito le había untado la mano con un billete. Comentaba risueño: “Ese Felipe ya se vendió”.
Por la mañana para estar con El Nanche se juntan muchos amigos, por ahí llega Sambry, mi compadre Paco Magaña, El Pollito, Dimis y uno que otro chico de negligé, que van a enterarse de los chismes de la mañana porque El Nanche los tiene frescos, aun aquellos que no se han publicado todavía. También se ven por ahí temprano Ladislao Sotelo Bello, Pedro Rebolledo Málaga, José Salinas, Silvano Piza y Lázaro Mascot.
El doctor Orlando Santiago pasa por El Sur cuando va rumbo a su consultorio y Layo Mesino el líder fundador del OCSS va por su periódico y regresa a la colonia 18 de Mayo en donde vive. Muchos pasan en sus carros a comprar el periódico y le dicen: “y ahora cuántos muertos hubo”. El Nanche se limita a decir: “deja de estar chingando y llévate el periódico”. Los automovilistas bajan la ventanilla y él les alcanza El Sur
Cuando alguien le dice una chanza contesta: “déjate de pendejadas”. Mientras ríe mostrando la ventana de los dientes que le faltan.
Cervelio mucho se queja de los que le deben. Les dice “ya págame cabrón, mi vieja come tres veces al día” es su forma de cobrar a  muchos de los que tiene en una lista grande en su libretita de deudores. A los clientes del Ayuntamiento nos dice “cabrones parece que trabajan con viuda” porque a veces saldamos nuestra cuenta pasadito el mes.
El Nanche para todos tiene, de mí dice que yo era el que le lavaba las manos con alcohol a Pedro Brito, que tengo guardado el recipiente y que lo voy a poner en un museo. Luego agrega que llegué a ser la mugre del dedo chiquito de Armando Bello y que por eso era muy influyente, pero que ahora Ediberto Tabares no me quiere y me tiene arronzado.
Del doctor Sergio Eugenio rumora que no pudo curar a Casanga y que se curó con un té de Paulillo. De Layo Mesino comenta que ya no puede ni con su alma. Y de Adolfo Godoy cuando era regidor, que ya no se bajaba del carro ni para recibir el periódico y que no arreglaba ni donde se dormía.
En la administración pasada El Nanche pagó su parte de unas láminas que se suministraron por medio de la congregación Mariana Trinitaria. Como no llegaban Cervelio aprovechaba la presencia constante de los corresponsales de los periódicos estatales como: Marcos Villegas, Dimas Arzeta, Pablo Alonso, Cuauhtémoc Rea y Paco Magaña para denunciar al Ayuntamiento por esa deficiencia. Muchas veces también salió en Cable Costa denunciando que le debían sus láminas. Y cuando se las entregaron sus amigos de la dirección de comunicación social subieron al Facebook la foto donde está con su morrala llena de periódicos y su sombrero viejo recibiendo su dotación de láminas. El acontecimiento provocó muchos comentarios. Todos le decían “Nanche estás en internet” y él contestaba agarrando su sombrero viejo. “Yo no se de esas pendejadas, no me estén chingando”.
El Nanche está enterado de la política y de los chismes del día. Ahora ya no bebe y se dedica todo el día a vender el periódico, vende otros diarios pero la venta de El sur es su principal ingreso, yo le digo que gana más que Juan Angulo y que se está haciendo rico a costa del trabajo de muchos reporteros y ni las gracias les da. Porque gracias a que El Sur se vende bien ya terminó su casa. Toda la mañana está en la esquina de Reforma y Nicolás Bravo y ya cuando le da el sol deja la esquina y recorre la ciudad, gritándole a todo mundo “¡El Sur!” o grita alguna chanza, depende de cómo se lleve con la gente con la que se topa en el camino.
Cuando escribí la primera parte de este relato y la subí al Facebook, Valentín Catarino Salas opinó que El Nanche genera una buena vibra “al llegar a mi casa, la casa de ustedes, con un rostro rojizo, sudoroso, agotado, como dijera él ‘por el pinche sol’, cabe destacar que el buen Cervecelio llega chiflando o gritando ¡El Sur! como ya mencionaste, mostrando por delante el gran profesionalismo que le aplica sin duda día con día. El Nanche toca la puerta, si le invitas un vaso de agua no dice que no, se sienta y se hecha un poco de aire con ese sombrero viejo que aun usa y te empieza a platicar, platicar y sin más rollo ya te dice toda las noticias que traen los diarios, te cuenta anécdotas del transcurso del día y de un momento a otro sin más palabras checa el tiempo, se despide y da las gracias...eso si, antes de hacer su partida te regresa a ver con esa cara triste y cansada recordándote ‘me debes tantos días que no se te olviden para el domingo”.
A veces me da risa de verlo con una playera del Movimiento Ciudadano, otras con una del PT y más seguido con las del PRD. Yo le digo que parece representante de IFE y contesta con una de esas muchas chanzas que sabe hacer.

Cuando balacearon las oficinas de El Sur, en noviembre del 2010, lo encontré por la mañana preocupado me dijo –imagínate si cierran el periódico, va estar de la chingada, que voy a comer--. Unos días fue un vendedor clandestino, pues al recorrer la ciudad no gritaba “¡El Sur”!, como siempre, solamente exclamaba “¡El periódico!”. Me lo encontré y le dije --grítale bien cabrón--. Me contestó: “que estoy pendejo para que den una bola de balazos”. Yo agregué – ¡Vale que el miedo anda en burro!

viernes, 8 de mayo de 2015

El Mene

Víctor Cardona Galindo
Conocí a Hermenegildo Ramírez Martínez, El Mene, el día que montamos un ayuno en el Zócalo de la ciudad de México, para exigir la salida de Rubén Figueroa Alcocer después de la masacre de Aguas Blancas. Ese día llegó finamente vestido, llevaba corbata, acompañando a Jonás Fierro Serrano. Cuando llegó Cuauhtémoc Cárdenas a saludarnos se aprestó a tomarse la foto con el líder moral de El PRD. Esa foto El Mene la conservaría durante mucho tiempo.
Ese día, con otros compañeros acompañamos a María de la Luz Núñez Ramos a Lecumberri donde encaró al gobernador de Guerrero diciéndole: “yo también tengo un banco, un banco de Sangre y Violencia”, arrojándole la lista de los muertos por la inseguridad y la violencia política en Atoyac. En ese tiempo todavía nos asustábamos de tanta muerte. De regreso, de Lecumberri, encontré a El Mene en un rincón del plantón que habíamos instalado en Zócalo del DF, muy encabronado con Jonás, que lo había invitado con los gastos pagados, pero como nos instalamos en ayuno, Jonás pues se ahorró sus alimentos por eso El Mene también ayunó los dos días de manera forzosa y forzada.
Hermenegildo Ramírez Martínez, El Mene.

Durante muchos años le hice burla por eso y él siempre contestó “Pitorín, Pitorín”, así me decía. El Mene durante muchos años se mantuvo en el PRD, fue líder juvenil de ese partido carente de jóvenes. Aunque desde muy chamacho agarró ese pinche alcoholismo que al final le causó la muerte. Hizo gran amistad con Carlos Quevedo Quevedo con quien se pusieron tremendas borracheras. Siempre los encontré disfrutando de la vida, Quevedo fue uno de los mentores de Hermenegildo y últimamente mucho lo procuró y ayudó mi compadre Melchor Brito.
Yo no juzgo a El Mene por encima de lo que digan muchos considero que es bonito permanecer borracho aunque en eso se nos vaya la vida. Por eso creo que en el fondo siempre lo envidié, porque si yo no hubiera tenido hijos hasta la fecha fuera borracho o lo hubiera sido hasta que el cuerpo aguantara. Ahora El Mene se fue ya no podré discutir con él de lo bueno o malo que es beber. No me resta más que escribir su historia y lo bueno que dejó a su paso por esta vida.
El Mene era izquierdoso, se nos fue el domingo 3 de mayo, le gustaba el vino y era un monero irreverente. A él desde niño le gustó dibujar “desde que tengo uso de rezón”, le dijo una vez a Fredy Magaña. Fue huérfano de padre desde los siete años. La vida los puso como alumno de Octaviano Roque Ruíz aquél sabio maestro de primaria y primer candidato del PRD a la alcaldía de Atoyac, fue él quien le inculcó la pasión por la política.
Sensible como era, desde muy chico se inclinó por las causas de los desposeídos. El hecho que él haya sino quien declamara un poema a Cárdenas en su primera visita a Atoyac, lo marcó para siempre en el tortuoso y difícil camino de la izquierda.
Pero fue a mediados de 1995, después de la masacre de Aguas Blancas cuando este momero irreverente emergió como cartonista. Sus primeras caricaturas estuvieron dedicadas a denunciar a Rubén Figueroa, fue su tema mientras duró el movimiento, ahí se vinculó a la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS) con quien simpatizó y siempre fue solidario con sus luchas.
El Mene colaboró con diversos diarios de circulación estatal, y otros de Morelos y Michoacán. Sus cartones le dieron sabor a TV-Sur con Esteban Barrientos al frente.
Fue solidario con los desplazados de Agua Fría y de El Cucuyachi, simpatizante del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, los delegados que vinieron a promover la consulta nacional  por la Paz y la Democracia le llevaron sus cartones al mismísimo Subcomandate Marcos. El Mene estuvo en todas las luchas de izquierda del pueblo de Atoyac en los últimos 20 años. Ahora era lopezobradorista a morir, aunque ya no estaba en Morena.

Descanse en paz El Mene.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Francisco Arroyo Delgado


Víctor Cardona Galindo
La izquierda de Atoyac está de luto… Sí esa izquierda dividida y multicolor que va del amarillo al morado, perdió dos de sus guerreros. Francisco Arroyo Delgado y Hermenegildo Ramírez, El Mene, El Monero Balín, El Monero Irreverente. Su iguanita no saldrá más, no se asoleará para amorenarse en campaña.
Francisco Arroyo Delgado, Pancholín era ateo y si sus creencias son ciertas no lo veré más. El Mene era un hombre de fe y tal vez lo encuentre algún día allá donde se van las almas.
A Francisco Arroyo Delgado lo conocí en 1988, cuando este escribano trabajaba como mesero en el centro social Lido. Ahí en una reunión del sindicato del Inmecafé hizo uso de la palabra Pancholín. No recuerdo que dijo, pero si me acuerdo que me identifiqué con él. A esa edad, 17 años, conocí a la mayoría de mis amigos, con quienes me hermana una afinidad política.
Francisco Arroyo Delgado, era taxqueño de nacimiento, fue dirigente nacional del sindicato del Inmecafé. Era egresado de la escuela preparatoria número 22, de cuyas generaciones destacan: Anselmo Sotelo Albarrán, Wilibaldo Rojas Arellano, Leticia Galeana Luna, Maricela Quiñones, Joel Iturio Nava, Angélica Castro Rebolledo, Pedro Rebolledo Málaga, Eleuterio Benítez Nogueda, Acacio Castro Serrano, Martín Fierro Leyva, Julio César Cortés Jaimes, Armado Mariscal Pablo, Armando Bello Gómez, Pablo Solís Nava, Felipe de Jesús Téllez, Carmelo Días Robles, Heriberto Pino Flores, Alfredo del Valle González, Jesús Bartolo Bello López, Gabino y Eusebio Hernández Radilla.
Pancho fue uno de los fundadores del Frente Democrático Nacional, con Ángel Navarrete Reséndiz, Decidor Silva Valle, Gloria Reyes, Octaviano Roque Ruíz y Teódulo Serafín, con su morral de cuero llegaba al número 7 de la calle Silvestre Castro, donde se instalaron las oficinas del frente y Francisco Arroyo se incorporó a las rutas para formar los comités de base. Lo recuerdo a él, a Guadalupe Galeana Marín y a Rubén Ríos Radilla caminando entre la multitud la primera vez que vino Cuauhtémoc Cárdenas al Zócalo de Atoyac.
Luego, cerca de 2 mil familias pertenecientes al Movimiento Popular 18 de Mayo de 1967 se posesionaron en forma pacífica de 143 hectáreas de tierra cultivables a fin de asentar sus viviendas. Eran  terrenos ubicados en la entrada de esta cabecera municipal desde hace 30 años habían sido utilizados por diversas personas, pero luego se supo que eran propiedad de Vicente Adame Reyna.
“La ocupación de 143 hectáreas en el municipio de Atoyac de Álvarez por parte de 2 mil familias el 26 de marzo de 1989 se debió a que hizo crisis la falta de espacios y viviendas en la ciudad”, eso informaron a la prensa, Rubén Ríos Radilla, Francisco Arroyo y Pedro Rebolledo.
Dentro del movimiento estaban: Daniel Mesino, Andrés Rebolledo, Carmen Martínez, Fabio Tapia, Marco Antonio Loza, Francisco Arroyo, Lucio Mesino, Rommel Jaimes, Santiago Mercado y Juan Pérez. Francisco Arroyo se quedó al frente del campamento denominado Inmecafé, que estaba a la entrada de la colonia, por las instalaciones del Centro de Bachillerato Tecnológico Industrial (CBTIS).
Luego Francisco Arroyo se incorporó al PRD desde sus primeros pasos, donde lo conoció Esteban Hernández Ortiz, “él era responsable de las actividades del partido en San Francisco del Tibor y pueblos vecinos”.
Francisco Arroyo era autodidacta, de hecho la prepa la estudió ya  de grande, luego cursó la carrera de licenciado en educación primaria en la UPN campus San Jerónimo de Juárez. Más tarde estudiaría la licenciatura en ciencia política y administración.
Dice Esteban Hernández: “El ingeniero Arroyo Delgado fue de los primeros en obtener ficha cuando se abrió el campus de Atoyac, dependiente del Instituto Internacional de Estudios Políticos Avanzados Ignacio Manuel Altamirano”.
En las últimas lides, Francisco Arroyo Delgado hacia trabajo político para el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y estaba convencido de llevar a la presidencia de la república a Andrés Manuel López Obrador para el 2018.
Mañana hablaré de El Mene.