domingo, 19 de noviembre de 2017

Historia del Ayuntamiento XIII

Víctor Cardona Galindo
En los años cuarenta, del siglo pasado, la Escuela Nacional de Maestros y la Normal de Ayotzinapa fueron una bendición para los pueblos de la Costa Grande. A menudo se veía venir a caballo o caminando a un maestro, que llegaban a los pueblos para levantar escuelas de la nada, a trabajar debajo de los árboles o en casas prestadas, ellos no se arredraban ante la lejanía las dificultades y el peligro. Iban donde se les enviara dejando a sus familias y a sus amores.
La maestra María Dolores Catalán murió
 ahogada, el 13 de septiembre de 1955, 
en el río de Plan  Delicias, la sepultaron 
en Puente del Rey. Con el tiempo sus 
familiares se llevaron sus restos a Palo 
Blanco de donde era originaria. Ella
 forma parte de esa legión de héroes 
que han caído en el cumplimiento de 
su deber. Foto: Cortesía de Fortina
 Rojas Arellano.

Juan R. Campuzano en su novela Sombra Intima nos narra la llegada de un maestro, a un pueblo de Coyuca de Benítez, en un camión que parecía desbaratarse a cada momento, entre hombres morenos, simpáticos, bultos de copra de un olor penetrante y cajas de cerveza. “La montaña erizada de vegetación está manchada a trechos como la piel de un tigre. Los árboles cargados de ciruelas son como gotas de sangre. Los árboles de ‘reunión de señoritas’, son manchas de espuma”.
Al maestro de Sombra Intima le impresionó la forma de pasar el río Coyuca. “A manera de remos, los hábiles pangueros empujan la rústica embarcación con una garrocha que a trechos apoyan en el fondo del río. Estos hombres fuertes, de espalda descubierta quemada al sol, realizan su trabajo con naturalidad”. El maestro tenía que acostumbrarse a una nueva forma de vida, como en este caso, encontró que en cada casa había una estancia sin paredes donde colgaban dos o tres hamacas que esperaban continuamente que alguien las convirtiera en cama.
Porque con “este calor insoportable no dan ganas de moverse. Ni de pensar. Ni de soñar. Todo aumenta el calor. Para eso sirven las hamacas. Por eso se les quiere. Permiten al costeño jugarle un truco al sol”.
Una mañana clara con un aire transparente el maestro encontró en el camino, rumbo al río, un  grupo de muchachas altivas, que caminaban así porque desde chicas tenían la necesidad de ir todos los días por agua al río. La necesidad de equilibrar el cántaro lleno de agua sobre la cabeza, les dejaba el hábito de caminar erguidas, su cuerpo ganaba en atractivo. Parecían caminando así, altivas y orgullosas. “Su andar armonioso, su piel oscura, sus cinturas delgadas, sus cuerpos mórbidos, sus senos agresivos”, impresionaron al maestro.
Poco a poco la carretera fue trayendo a los médicos, que vinieron atraídos por el crecimiento cafetalero y también por el oro blanco de la producción coprera costeña. Antes de eso las parteras y los curanderos eran los personajes centrales en los pueblos. Las enfermedades más comunes eran: mal de ojo, empacho, vergüenza, mal aire y ataques de chaneques. Había mujeres que se especializaban en levantar la sombra de los muertos matados.
Los campesinos pobres vivían una rutina, yendo y viniendo de sus parcelas, cargando su bule de agua, sus hachas y sus machetes, unos con huaraches y otros descalzos. A Salvador Téllez Farías le impresionaba mucho esta situación. “Son gentes de pueblos como El Ticuí y Atoyac que viven en su letargo, esperando que un buen día llegue hasta ellos la luz de la ciencia y la tecnología para salvarlos del más grande enemigo común, que es la ignorancia”. Pueblos de niños desnudos y barrigones donde en muchos casos la gente desayunaban una tortilla con sal y café negro.
En esos tiempos la gente salía a defecar al aire libre con un rollo de olotes para limpiarse y un garrote para espantar los marranos que andaban sueltos. “No cuentan con drenajes, así que sus necesidades biológicas son satisfechas en cualquier parte, principalmente tras de las casas, bajo los árboles o en la orilla del poblado, de tal manera que los microbios se esparcen por todos lados propiciando epidemias”.
“Las gentes crían animales y ya que tienen algo de animalitos, llega la peste y se los acaba; lo peor es que los animales muertos son llevados a la orilla del pueblo para que los zopilotes, los perros y otros animales se los coman, propagando así la epidemia, la gente del pueblo no hace nada para remediar la situación; dicen que es castigo de Dios”.
En su novela Agustina, que está ambientada en el Atoyac de los treinta y cuarenta, Salvador Téllez Farías habla de las tristezas y alegrías de los costeños. “Las moliendas eran grandes. La peonada parecía gozar de la vida, las moliendas eran ferias completas; había de todo, unos cortando las cañas, otros acarreándolas al andén para ser trituradas, otros en las calderas esperando que la miel llegara a su punto”. No había arroyo que no regara un cañaveral en toda la sierra baja.
Eran los tiempos en que la luna era la reina de la noche, al oscurecer los niños y jóvenes jugaban a miles de cosas, a La Víbora de la Mar, El Tigre, la Gallina Ciega, Milano, El Coyote y al Escondedero. Los viejos contaban historias y leyendas como aquella de la doncella que se convirtió en Sirena por bañarse en el río un Viernes Santo. 
Para el periodo de 1943-1944 se nombró como alcalde de Atoyac a Florentino Gallardo, un reconocido líder agrarista de Zacualpan, quien tomó posesión el primero de enero de 1943 pero antes de terminar su periodo fue sustituido por Antonio López Cabañas. Durante su gestión de Florentino Gallardo ordenó la construcción de un nuevo kiosco y se iniciaron los trabajos a cargo de la Junta de Mejoras Materiales, presidida por Jesús F. García y Donaciano Luna Radilla. La obra estuvo a cargo del agente viajero Ignacio de la Hoya quien más tarde sería director del periódico La Verdad de Guerrero en Acapulco.
Por primera vez el 27 de enero se festejó en esta ciudad el natalicio del general Juan Álvarez Hurtado. Vale la pena recordar que el programa literario musical fue en las instalaciones del cine Ana María. El licenciado Cirilo Heredia, bisnieto del general Álvarez promovió el homenaje y el acto estuvo presidido por el alcalde Florentino Gallardo.
Atoyac incursionaba en la minería, el 10 de febrero de 1943, bajo la dirección del  ingeniero José Suárez Fernández, se instaló la maquinaria de la Compañía Minera “Los Tres Brazos” se llamó así por el nombre del paraje donde se ubicó, por los tres brazos del río que se formaban, por eso también existe el arroyo Los Tres Brazos en las inmediaciones de la colonia El Chico.
Wilfrido Fierro en su Monografía de Atoyac registra que el 15 de febrero de ese año se dio posesión definitiva a las 21 Comunidades Agrarias de la Zona Cafetalera con los certificados de derechos agrarios que entregó el gober­nador del estado general Rafael Catalán Calvo. Dicho acto se desarrolló frente al Palacio Municipal con la intervención del jefe del Departamento Agrario Rafael Carrillo.
A las 10 horas del 25 de junio, cuando tocaba en una boda en El Ticuí, fue asesinado con puñaladas por la espalda Alejandrino Arellano, su agresor fue Cleto Galeana Medellín. El músico murió a las pocas horas cuando era trasladado a la cabecera municipal para su atención médica.
El 27 de junio salieron para Iguala los primeros conscriptos de la clase 1924, integrada por los jóvenes: Esteban Vázquez Fierro, Zacarías Meza Valente, Macario Acosta Serafín, Pablo Leyva Gómez, J. Isaías Gómez Santiago y Eustacio Martínez Ruiz. Fungía como Jefe del Sector Militar el general Miguel Badillo Vizcarra, como presidente mu­nicipal Florentino Gallardo y secretario de la Junta de Reclutamiento el cronista Wilfrido Fierro Armenta.
El joven José Girón Bello fue asesinado el 13 de noviembre por la policía del presidente municipal Florentino Gallardo, por eso la ciudadanía de la ciudad estaba más inconforme con su gobernante, a quien tampoco le perdonaban ser originario de una comunidad y no de la cabecera.  
En esos día los reservistas se dividieron, Crispín Ocampo que era jefe del bajo ya no se llevaba con Toribio Gómez el jefe de la sierra. Se dice que Nicolás Cabañas de San Jerónimo quiso mediar en el conflicto pero no hizo mucho y las hostilidades siguieron. Por eso el 15 de diciembre de 1943 estuvo en Atoyac el gobernador Rafael Catalán Calvo acompañado del Jefe de Operaciones militares general Matías Ramos Santos, para unificar los bandos que estaban divididos políticamente. El general Matías Ramos sería propietario de un racho al sur de la comunidad de El Ticuí donde muchos años hubo militares trabajando. La gente le llamaba La Huerta Grande primero fue del español Federico Hormachea, después del comerciante Canuto Reyes, durante el movimiento agrario Feliciano Radilla Ruíz la expropió y cuando lo asesinaron su esposa Rebeca la vendió barato a Matías Ramos, luego pasaría a manos de su hijo Antonio Ramos.
El último día de 1943 salían, para Cuernavaca Morenos, los conscriptos de la clase 1925, formada por los jóvenes: Zacarías Valdeolivar, Aure­lio de Jesús Castro, Juan Reyes Gudiño, Magdaleno Ávila Juárez y Asunción Valle Pérez, de los registrados faltaron siete jovencitos que echaron a huir a los montes de la sierra. Este año muchos jóvenes se rebelaron con motivo de la Ley del Servicio Militar Obligatorio.
Ya se marcaban los que serían nuestros males en las próximas décadas, como la devastación de la sierra en la Costa Grande. Las compañías madereras llegaron con la carretera. Maderas Papanoa, desde 1943, cortaba árboles en tierras que fueron de la antigua Hacienda de Papanoa, que quedaron en manos de la señora Felicitas Soberanis y luego obtuvo la concesión de 107 mil 205 metros cúbicos sobre los bosques de 13 ejidos de Guerrero. El aserradero pertenecía a Melchor Ortega, para 1945 la situación laboral de los trabajadores era tan deplorable que incluso tenía tienda de raya.
Se formaba en la región lo que más tarde se llamaría: la burguesía agrocomercial. En la primera quincena del mes de enero de 1944, el comerciante Luis Urioste, industrializó el  café en seco mediante una máquina Anderson que antes usaba para extraer aceite de coco.
El teniente comandante de la partida militar Aureliano Soberano Coronado pidió al presidente municipal, el 27 de marzo de 1944, que todas las armas que se recogieran por cualquier motivo tendrían que ser remitidas a la comandancia militar. Al gobierno ya le preocupaba que hubiera tanto hombre armado en las calles.
“Con 50 años de existencia el 12 de junio fue derribado el árbol caoba (Zopilote) que sirviera de adorno al Palacio Municipal, por e1 presidente municipal Antonio López Cabañas”, escribe Wilfrido Fierro Armenta.
Luego el 21 de ese mismo mes, se reiniciaron los trabajos de construcción del Kiosco del Jardín Morelos a cargo del maestro de obras Eleuterio Rivera Suárez. La obra de referencia fue administrada por la Junta de Mejoras materiales presidida por Jesús F. García, Donaciano Luna Radilla y Felipe Nogueda Pinzón.
El ejido de El Humo se logró  a costa de mucha sangre, hubo muchos muertos, porque para formarlo le expropiaron las tierras a la familia Galeana quienes se defendieron, tanto legalmente como a balazos. En 1945 se constituyó el ejido, los líderes agraristas fueron: Gregorio Sarabia, Antonio Valle, Crescencio Pino y Cenobio Pino, quienes cuando estaban las cosas difíciles se salieron del pueblo y se fueron a vivir al monte.
El doctor César Becerra Vadillo, de la Ciudad de México instaló, el 12 de abril, en su consultorio el primer aparato de Fluoroscopía y Cautín Eléctrico, ubicado en la casa de Jerónimo Luna de la calle  Juan Álvarez, hoy José Agustín Ramírez. El doctor César Becerra había llegado en 1942 a nuestra ciudad realizando las primeras intervenciones quirúrgicas con aparatos modernos.
A las 11 de la noche, del 19 de agosto, murió en esta ciudad, el médico práctico Andrés Pino González a la edad de 83 años, quien fuera presidente municipal de Atoyac en cinco ocasiones.
También muere en la Ciudad de México, el 21 de septiembre de 1945 el compositor atoyaquense Arturo Flores Quintana a la edad de 52 años. En revolución maderista, militó a lado del general Silvestre Mariscal González fue el pagador de sus fuerzas. Fue uno de los sobrevivientes de la emboscada que preparó el coronel Juan Millán en Higuera Prieta, cerca de Sinagua Michoacán donde perdió la vida el general Mariscal. Después de ese hecho, Flores Quinta­na se fue a radicar a Carrizal de Arteaga, donde al poco tiempo pudo vengar la muerte de su jefe, matando al coronel Millán.

Historia del Ayuntamiento XII

Víctor Cardona Galindo
En la década de los cuarenta estuvo de moda la orquesta Los Hermanos Chino, de Espinalillo municipio de Coyuca Benítez, amenizaba los grandes eventos de la región y en Atoyac crecían las orquestas auspiciadas por los maestros de música y solfeo de la Misión Cultural instalada en la fábrica de El Ticuí. Las misiones culturales fueron una de las instituciones impulsadas por el cardenismo, todavía hasta nuestros días sobrevive una misión cultural el Corral Falso.
Juan Laurel Ruiz militó en las fuerzas revolucionarias
 que apoyaron a Francisco I. Madero, fue presidente
 municipal en 1933 y cayó asesinado el primero de 
noviembre de 1942 cuando se dirigía a la comunidad
de El Ciruelar. Foto: Cortesía de la señora María
 Laurel.

Por las pugnas entre los grupos políticos, en el lustro de 1940 a 1945, Atoyac estrenó 10 presidentes municipales, prácticamente dos por año. Si no era cabildazo era cuartelazo pero nadie terminaba su periodo constitucional. Eran los tiempos en que las esposas de los alcaldes, regidores y funcionarios, les pasaban a dejar el bastimento, cuando iban a lavar al río, y a la hora de la comida todos los integrantes de la comuna comían juntos atrás del Palacio Municipal donde había una chimenea con leña para calentar la comida.
Lamentablemente no hay mucho en el Archivo Histórico Municipal que nos dé luz sobre lo que acontecía en 1940. Los documentos que existen de 1941 a 1944 se circunscriben a la llegada de los maestros rurales y a la persecución de los criminales y bandidos que era tarea permanente de la guardia rural, casi todos los pueblos grandes tenían un pelotón.
A falta de documentación oficial, en nuestro archivo, es la Monografía de Atoyac de nuestro cronista por excelencia Wilfrido Fierro Armenta donde podemos abrevar los datos que nos permiten la reconstrucción de lo acontecido aquellos días. Fierro Armenta fue de los primeros reporteros que existieron en esta localidad.
En ese lustro la fábrica de hilados y tejidos Progreso del Sur Ticuí logró exportar telas a Europa, principalmente a la Gran Bretaña, donde le compraban manta rustica para limpiar los cañones de los tanques de guerra que se estaban utilizando en los frentes de batalla de la Segunda Guerra Mundial. Una figura preponderante de ese tiempo fue el gerente de la cooperativa Enedino Ríos Radilla, quien invertía parte de las utilidades de la venta de manta en obras públicas de beneficio social y utilizó la planta de energía eléctrica de ese emporio para dar luz a la comunidad, por eso el 20 de noviembre de 1940 se inauguró el embanquetado del Zócalo de El Ticuí y las instalaciones de la escuela primaria Valentín Gómez Farías, con dos turnos escolares, el matutino que estaba dirigido por la profesora Rosa Solís y el vespertino por Francisco Ramírez padre del compositor y cantor guerrerense José Agustín Ramírez.
La fábrica contó también con una Escuela de la Capacitación Agrícola, que estuvo a cargo del ingeniero Agrónomo Ernesto Martínez, una Misión Cultural donde Fernando Miranda daba clases de música, Melesio García de agricultura, Ausencio González de cultura física, Carlota Gallardo de enfermería y Evodia Munguía de economía doméstica.
En 1941 los censos registraban mil 295 hectáreas de café y la superficie de ese cultivo crecía a cada momento. Muchos jóvenes campesinos se subieron a vivir con todo y familia a la serranía junto a la parcela donde fincaban sus huertas, al principio fue de mucho sufrimiento porque comían lo que la naturaleza les daba. Ese año fue el último en que las langostas invadieron los sembrados de maíz y las nacientes plantaciones de coco. Esa plaga llegó de Sudamérica en grandes poblaciones y para acabar con las crías los campesinos hacían zanjas, los arreaban y los tapaban con tierra. En El Llano de la Mezas, antes de llegar a Ixtla, por el camino viejo que conectaba con Atoyac había infinidad de chapules pequeños. Tal vez la plaga encontró ahí el lugar ideal para incubar su descendencia. El gobierno los comenzó fumigar con un poderoso insecticida y los desterró de los sembrados. Esos chapules se comían hasta las palapas verdes de las palmeras de coco.
El 29 de abril 1941, se registró un sangriento enfrentamiento a tiros entre las familias Mesino y Reyes a consecuencia de la muerte de un perro. Los hechos tuvieron lugar en la avenida Emilio Carranza, en la que resultaron muertos Catarino Mesino y su sobrino Juan del mismo apellido, así como los hermanos Ambrosio y Enrique Reyes y herido gravemente Sixto Reyes. La gente acusó a Toribio Gómez, el hombre fuerte de la sierra, de apoyar a los Reyes y se desató un conflicto que duró más de una década con su respetiva cuota de muertos por ambos bandos.
De esos hechos Miguel Hipólito compuso un corrido: “Al pueblo en general /yo les vengo a noticiar /las desgracias que pasaron /en el pueblo de Atoyac. Por la calle derecha /sucedieron las matanzas /por esa entrada de la sierra /calle de Emilio Carranza”.
Llegaba la energía eléctrica a la ciudad de Atoyac, el 7 de mayo a las siete y media de la mañana se puso en marcha un nuevo dínamo de energía eléctrica. Fue instalado en la casa del industrial Luis Urioste donde hoy se localiza la casa Galeana. El primero en recibir el servicio de energía eléctrica fue el mismo señor Urioste y la utilizó para mover su fábrica de aceite y jabón, así como el alumbrado de su tienda comercial ubicada al lado norte del Jardín Morelos.
La ciudad se modernizaba, crecían las refresquerías y fábricas de limonadas. El 20 de octubre de 1941 el síndico Darío Pinzón Ramos concedió el permiso para que el comerciante Wilfrido Fierro Armenta construyera, al lado poniente y sur del Jardín Morelos, un puesto comercial de siete metros y medio de largo por tres metros y medio de ancho, para una refresquería. El contrato fue por cinco años, pagando 10 pesos mensuales. Wilfrido Fierro bautizó su refresquería como El Trópico tal vez porque en ese tiempo nuestro mejor cronista era corresponsal del diario con el mismo nombre que se editaba en el puerto de Acapulco.
En 1942, durante la actuación del alcalde Gregorio Sarabia, al ser demolido un antiguo puesto de refrescos, se construyeron con material de concreto las refresquerías: El Trópico y La Marina, la primera propiedad de Wilfrido Fierro Armenta y la segunda de José Esteves Galeana. Después Manuel Galeana Franco construyó La Flor de Atoyac.
En 1942, siendo presidente municipal Simón Martínez, el regidor de educación Enedino Ríos Radilla puso mucho interés en mejorar la pista de aterrizaje de El Ticuí, ampliándola y estableciendo un servicio de avionetas que utilizaban para asuntos de la fabricad de hilados y tejidos que para ese tiempo era trabajada por la cooperativa David Flores Reynada. De hecho Enedino Ríos años más tarde moriría en un accidente de avioneta.
En 1942, Francisco V. Ramos era el comandante de la reserva en San Vicente de Benítez y Pablo Olea García mandaba el pelotón ubicado en Zacualpan. Se cometían muchos delitos y el famoso ladrón Luis Reynada, Luisillo, se fugó de la cárcel junto con Emilio Pino y Onésimo Gómez, era buscado por las autoridades. Se decía que este delincuente tenía pacto con “El Amigo” nombre con el que se refieren los lugareños a El Diablo. El 2 de septiembre Francisco Radilla estaba preso acusado de robar manta a la Sociedad Cooperativa David Flores Reynada. En esos días Goben L. Flores asesinó a la jovencita Julia López, porque no se dejó robar, como testigo del crimen fue citada ante el juez de primera instancia de Atoyac la señora Tirsa Rendón sobreviviente de la tragedia de la isla de Clipperton. En esos días era común el rapto de mujeres jóvenes y si no se dejaban robar eran asesinadas o arrastradas por todo el playón del río, donde acudían todos los días a traer agua; este es el tema de las novelas: Virgen y Viuda de Simón Hipólito Castro y Agustina de Salvador Téllez Farías, estos dos escritores fueron testigos en su niñez de tan abominables acciones.
No se terminaban limar asperezas de la revolución pasada. Todavía el 16 de enero de 1942, Jesús Buendía Ramírez presidente municipal de San Jerónimo de Juárez envió un oficio al alcalde de Atoyac para pedirle informes sobre los desmanes cometidos por el ex delahuertista Rosalío Radilla, pues la señora María de la O, del puerto de Acapulco, lo señalaba como el asesino material de Juan R. Escudero. De la muerte de Amadeo Vidales nada se dijo cuando Asunción Radilla salió libre pocos años después de cometido el crimen.
En 1942 la cabecera tenía siete mil habitantes y los padres de familia de la escuela Juan Álvarez estaban inconformes porque el patio de ese plantel se rentaba para las funciones de cine. El público utilizaba el escusado de la escuela para hacer sus necesidades y lo dejaban en estado deplorable. El Cabildo tuvo que intervenir para resolver el problema.
En una reunión los maestros pidieron que ya no se realizaran ahí las funciones de cine y que se construyera una cancha y un teatro escolar. Esas fechas junto con el Día de las Madres, el Día del Niño también era importante el Día del Soldado, las tres celebraciones figuraban en el calendario escolar y las escuelas acudían a realizar homenajes al cuartel.
En 1942 cuando fue presidente municipal Genaro Reyes, Ignacio Fierro Fernández era director de la primaria de El Ticuí, había escuelas en La Soledad, Boca de Arroyo y San Vicente de Benítez, la escuela oficial aparecía con el nombre de Juan N. Álvarez. Como presidente del sector magisterial fungía el profesor Jesús Guerrero Torres y los maestros se organizaban para visitar a las comunidades de San Jerónimo y Atoyac “atendiendo sus necesidades de organización social y económica… Con el firme propósito, en parte, de combatir las enfermedades endémicas que diezman a los poblados sin medios de contar con elementos capaces de resolver una situación crítica”, dice un oficio fechado el 20 de enero de 1942, dirigido al presidente municipal y firmado por el profesor Jesús Guerrero Torres, en el que se solicita una caja de quinina y jeringas para inyecciones.
El profesor Rafael Anorve Reyes llegaba, el 2 de febrero de 1942, para hacerse cargo de la escuela rural de San Vicente de Benítez, a los pocos días fue herido con arma blanca por un celoso Maclovio Ventura Salgado quien fue detenido y puesto a disposición ante el juez de Tecpan de Galeana. Mientras los maestros eran la sensación, los padres se negaban a mandar a sus hijos a la escuela porque preferían llevarlos a trabajar a las huertas de café en crecimiento. Adrián Q. Bello protestaba, el 20 de abril, porque su hijo Constancio Bello Solís fue azotado en público, vergonzosamente, por el profesor Jesús Guerrero en la escuela Juan Álvarez.
En honor a los maestros, que en los años cuarenta, dejaron a sus familias y amores para emprender la aventura educativa en pueblos remotos, el escritor guerrerense Juan R. Campuzano escribió la novela Sombra Intima que narra la experiencia de un maestro en la comunidad de Espinalillo municipio de Coyuca de Benítez.
Muchos profesores fueron asesinados, como ocurrió el 22 de junio por la mañana cuando el maestro de música Felipe Patricio fue ultimado por el homicida Carlos Nájera. El maestro había fundado en 1932 la Orquesta Hermanos Patricio.
En Cacalutla no terminaba la cuestión, el 6 de mayo de 1942, Agustín Zequeida, El Negro Zequeida” emboscó a Agripino Cortés, cuando en compañía de militares acudió a ver a unos terrenos que alegaba eran de su propiedad. Ahí murieron Agripino Cortés y Asunción Radilla el asesino del general Amadeo Vidales. En la refriega hubo también varios militares heridos. Con esto se acabó la estirpe de los Cortés, porque los sobrevivientes se cambiaron el apellido y desde entonces la familia Zequeida viviría a salto de mata.
Entre la poca prensa que llegaba a nuestra ciudad, estaban algunos periódicos y revistas que hablaban de la Segunda Guerra Mundial y como nuestro país entró al conflicto bélico, corrían numerosos rumores, tanto que algunos jóvenes en edad de realizar su servicio militar se abstuvieron de hacerlo.
Por eso el general Miguel Badillo en un oficio dirigido al presidente municipal Genaro Reyes, el 8 de septiembre de 1942, negaba que los conscriptos serían enviados fuera del país. “Como estas versiones son falsas y tendenciosas, se servirá usted hacer de conocimiento público que los ciudadanos de la conscripción, como la misma ley instituye, se destinarán exclusivamente a servir dentro del territorio nacional”.
El primero de noviembre a las nueve de la mañana fue asesinado el ex presidente municipal Juan Laurel Ruíz, se dirigía a El Ciruelar por el camino viejo y al llegar a Zapotitlán fue emboscado, con él se estaba yendo una primera generación de revolucionarios que militaron a favor de la causa de Francisco I. Madero.
Ya para 1943 el maestro Isidoro Meza encabezaba una célula del Partido Comunista en la cabecera municipal de Atoyac. Luego por motivos de su actividad política el profesor Meza sería asesinado en Acapulco.





sábado, 4 de noviembre de 2017

Historia del Ayuntamiento XI


Víctor Cardona Galindo
En 1940 se desató un conflicto entre familias del Filo Mayor, es un proceso conocido como La Guerra de los Chiveros, porque dejó muchos muertos. Como por coincidencia ese año  comenzó el saqueo de los recursos forestales. Comenzaba el repunte del café, porque durante la feria de Semana Santa los pueblos de la sierra quedaban vacíos, toda la gente bajaban a la cabecera municipal para surtirse de abarrotes, comestibles y herramientas para cultivar la tierra.
Simón Martínez Abarca fue presidente municipal en
dos ocasiones, la primera en 1941, cuando sustituyó
 a Gregorio Sarabia Barrientos y la segunda en el
periodo 1945-1946. Foto: Archivo Histórico
Municipal de Atoyac

Se fundaba aquí la Compañía Minera Los Tres Brazos para explotar el tungsteno que está en las entrañas de la azul montaña.  Un obrero tejedor de la fábrica de hilados y tejidos de El Ticuí ganaba por ocho horas de trabajo 14 pesos semanales, era novedad, y durante los días de paga se instalaba un gran tianguis al frente de la fábrica, donde se compraba todo lo necesario para la subsistencia. Según los registros, 1940 fue el año menos lluvioso de siglo pasado y la plaga de los chapules acababan con los sembrados de parte baja del municipio generando falta de los granos básicos. Aun así, todo era esperanza porque las fuentes de riqueza, la fábrica y la tierra, estaban en manos quien las trabajaba.
Se abrieron escuelas en las comunidades más importantes del municipio. Los de aquella generación recuerdan que entre el Palacio Municipal y la escuela primaria Juan Álvarez había un cuarto que funcionaba como cárcel y cuando salían los niños a jugar iban a ver a los presos, porque la barda del Ayuntamiento era la misma con la de la escuela. En 1940 se inició la construcción del templo evangélico El Buen Pastor en la calle Hidalgo, el primero en su género en Atoyac.
En la década de los cuarenta se vieron las primeras avionetas cruzar el cielo y los primeros campos aéreos en muchos poblados de la sierra. Había vuelos que conectaban a las poblaciones de Costa Chica y Costa Grande con Acapulco y Zihuatanejo. Se establecieron rutas para ir a la Ciudad de México, Uruapan y Morelia.
Todavía se podían ver en la ciudad las casas con claraboyas, eran las huellas que había dejado la revolución, había muchos hombres armados con pistola, machete o puñal que con gabán al hombro, siempre andaban dispuestos para quien les diera el gusto. En este contexto emergió fuerte la figura de Toribio Gómez Pino, fue el encargado de perseguir a los enemigos del reparto agrario, pero también fue el encargado de limpiar la región de todos aquellos ex revolucionarios que nadie controlaba y se paseaban por los pueblos armados haciendo desmanes. Además se encargó de la persecución de bandidos como El Garrobo de San Vicente de Benítez y de la banda de Los Chiveros que asolaba el Filo Mayor. La presencia de Toribio Gómez fue importante en esos tiempos en que agraristas y comerciantes se disputaban el Ayuntamiento.
En el periodo de 1939-1940 asumió la alcaldía Efrén Reyes Girón, quien duró en el puesto menos de un año porque, el 18 de septiembre de 1939, fue asesinado accidentalmente en el poblado de Alcholoa, por el comandante de la Policía Urbana Juan Cabañas. Su cadáver fue traído a esta po­blación en donde fue sepultado, y quedó en su lugar Rosendo Nogueda, quien tomó posesión al día siguiente, este también fue sustituido por Antonio Ayerdi Nogueda antiguo miembro del extinto Partido Socialista, quien tampoco logró concluir el periodo constitucional porque fue remplazado  Francisco Chávez Zeferino. Después del suceso trágico, en que murió el presidente municipal, el agrarista Regino Rosales de la Rosa ocupó la comandancia de la policía, ya grande este hombre moriría en la masacre de campesinos, el 18 de mayo de 1967, perpetrada por el gobierno de Raymundo Abarca Alarcón.
Es a finales de 1939 cuando se comenzaron a organizar las fuerzas políticas al interior del nuevo Partido de la Revolución Mexicana (PRM) que sustituyó al Partido Nacional Revolucionario (PNR), éste siendo el partido oficial postuló Manuel Ávila Camacho con el apoyo del presidente Lázaro Cárdenas del Río.
Pero no fue candidato único, el 25 de julio de 1939, el general Juan Andrew Almazán lanzó su candidatura presidencial, dando lugar a la formación del Partido Revolucionario de Unidad Popular (PRUN), el cual fue una organización que conglomeró los intereses de muchos grupos, que se unieron con el único propósito de oponerse al partido oficial.
El PRUN aglutinó a los disidentes del PRM, del Partido Acción Nacional, creado el 19 de septiembre de 1939; del Partido Antirreeleccionista y del Partido Laborista, a viejos revolucionarios de diferentes facciones inconformes con el sistema, había sindicalistas que antes pertenecieron a la CTM, trabajadores del petróleo, ferrocarrileros, universitarios, la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), la Confederación Nacional de Estudiantes, entre otras importantes organizaciones anticardenistas.
Con el lema “Libertad y orden”, Almazán agrupó los intereses de grandes sectores de la población mexicana, en su mítines recordaba su lucha al lado de Emiliano Zapata e identificaba sus ideales con el Caudillo del Sur y empleándolo como símbolo del mestizo y del  indio pobre que luchó por ser dueño de una parcela. El discurso de Almazán era a todas luces incongruente porque lo apoyaron muchas organizaciones de derecha que se habían opuesto al reparto de las tierras.
Cárdenas en un principio no vio en Almazán una verdadera amenaza, pronto la campaña tuvo dimensiones inesperadas y su popularidad creció de manera impresionante. Cuando llegó el día de la jornada electoral, a pesar de las promesas de Lázaro Cárdenas de unas elecciones democráticas y ordenadas, hubo muchas actividades fraudulentas. En algunos lugares llegaron hombres armados con ametralladoras Thompson para amedrentar a los votantes y en muchas casillas se presentaron pandillas disparando contra las filas de votantes. En otros casos se robaron las urnas para cambiar las boletas por otras a favor del candidato oficial.
El resultado fue por demás increíble únicamente el 5.72 por ciento fue para Almazán y la aplastante mayoría, el 93.89 por ciento de los votos, para Ávila Camacho. Cuando aquel 15 de agosto de 1940 el cómputo oficial anunció la victoria de Ávila Camacho por abrumadora mayoría, los almazanistas proclamaron el fraude y anunciaron que estaban listos para levantarse en armas. Sin embargo el levantamiento no llegó a concretarse a pesar de que ya había bandas en todo el país dispuestas a combatir en contra del gobierno sobre todos aquellas ligadas a la derecha.
En Atoyac Almazán, que en los tiempos de la revolución anduvo por aquí, tuvo muchos seguidores, se hablaba de un fuerte desembarco de armas en Zihuatanejo. En diversas partes de la sierra había gavillas dispuestas a tomar las armas en contra del gobierno. Don Inés Galeana Dionisio recordó que 300 hombres se enlistaron, en 1939, en espera de las órdenes de Juan Andrew Almazán para tomar las armas.
Entre las personalidades que lo apoyaban estaban Antonio Díaz Soto y Gama, varios hijos de Zapata, Luis Díaz Morones y el talamonte Melchor Ortega. Como se ve confluyeron líderes de izquierda, sindicalistas y empresarios creando una candidatura multicolor. En esa elección también se renovarían las diputaciones federales y las senadurías. El  diputado Feliciano Radilla Ruíz fue elegido como candidato a senador por el partido oficial, escaño que no logró porque fue asesinado.
Dice Wilfrido Fierro que según el Diario Oficial con fecha del 4 de enero de 1940, se hace “la dotación de ejidos a la Unidad Agraria de la Zona Cafetalera que comprenden 21 comunidades de la sierra de Atoyac.
El general Cárdenas dijo a Feliciano Radilla “el día que se publique el decreto, los terratenientes te van a sentenciar a muerte”. En efecto el gobernador Alberto F. Berber, “opuesto al cardenismo, al reiniciar la represión anticampesina comienza por mandar asesinarlo en la misma capital del estado el 8 de febrero de 1940. Al autor material del atentado, Antonio Nogueda, lo ascienden a mayor del ejército y posteriormente le otorgan el cargo de jefe de la policía judicial de Morelos”, registra Francisco Gómezjara.
Los campesinos ya tenían su tierra y los restos del líder agrarista fueron traslados en avión hasta la comunidad de El Ticuí y después del velorio fue sepultado en el panteón de Corralfalso al sur de su natal Boca de Arroyo. “Él no necesitó mucho, sólo dos metros de tierra en el panteón”, dirían los que deseaban su muerte.
Días después el 15 de febrero de 1940 se les dio posesión definitiva a las 21 comunidades y se les entregaron los certificados de derechos agrarios. Don Isaías Gómez recuerda que el ejido de El Cacao se fundó en los terrenos de don Justo Pérez y tomó una parte de la huerta del alemán Herman Ludwig en cuya finca habían sido peones algunos de los nuevos ejidatarios.
La fábrica trabajaba a toda su capacidad, el comercio creía y muchos llegaban a buscar fortuna. El gobierno cobraba buenos impuestos, por eso el subrecaudador de rentas de esta ciudad Enrique Villalva fue asesinado, el 18 de febrero, en el camino hacia Tecpan de Galeana, por un grupo de individuos encabezados por Alberto Radilla, La Pimienta. El funcionario se dirigía a dejar los fondos recaudados cuando fue bajado del camión en el que viajaba a la altura de Corralfalso. Los bandidos se llevaron el dinero. 
En octubre de 1940 cuando se vivían los mejores tiempos se la fábrica, se editó el periódico El Costeño cuyo director fue Rómulo Alvarado, “teniendo como colaboradores a los profesores Marcelo Jiménez, Benjamín Oropeza y Sirenio Vargas. El periódico de referencia circuló seis meses”, dice el cronista Wilfrido Fierro.
Al venirse nuevamente la elección de gobernador se comenzaron a mover las piezas. Como comenté en la entrega anterior, el 15 de noviembre de 1940, el teniente coronel Raymundo Cacho Peña comandante del 59 Batallón de Reserva destituyó el Ayuntamiento Constitucional que encabezaba Rosendo Nogueda y en su lugar colocó a Antonio Ayerdi. La fuerza federal destacamentada en este lugar, acatando órdenes del gobernador del estado Alberto F. Berber, rodeó el Palacio Municipal y obligó al alcalde a renunciar. El primer mandatario de la entidad deseaba tener incondicionales en los Ayuntamientos para poder imponer como candidato al gobierno del estado a su medio hermano Francisco S. Carreto.
El mismo día Gregorio Sarabia presidente del comisariado ejidal de El Humo, en un telegrama enviado al presidente la República, protestaba contra el gobernador del estado Alberto F. Berber quien estaba deponiendo los Ayuntamientos que no le eran afines. A la protesta de Sarabia se sumaron otros comisariados ejidales del municipio.
Viejos reservistas como Toribio Gómez participaron en esa deposición, informaba al secretario de Gobernación, el 3 de diciembre del 1940, el profesor Graciano Sánchez presidente del Confederación Nacional Campesina. Aquí Toribio Gómez y Mónico Aquino eran partidarios de Berber y se encargaron de hacer la labor para dividir al campesinado de la región, tenían de su parte a los agricultores de la zona cafetalera, mientras en el bajo el candidato fuerte era Rafael Catalán Calvo.
El gobernador Berber maniobró para que el Congreso del Estado nulificara el registro de Catalán Calvo, entonces su candidato ganó la elección y el Congreso del Estado declaró gobernador electo a Francisco S. Carreto, el 12 de febrero de 1941, pero sólo unos días después el Congreso de la Unión declaró  la desaparición de poderes en estado. Uno de los autores de la destitución del gobernador Berber fue el senador agrarista Nabor Ojeda Caballero compañero de Feliciano Radilla Ruíz. Entonces el Congreso de la Unión nombró a Carlos F. Carranco Cardoso como gobernador sustituto, quien llamó a nuevas elecciones donde se registró como candidato único Rafael Catalán Calvo para el periodo 1941-1945 a quien se le recuerda como un buen gobernador, fue el periodo cuando más tierras se repartieron a los campesinos y se impulsó la educación en todo el estado.
Aquí en 1941 asumió la presidencia municipal Gregorio Sarabia Barrientos, líder agrario de la comunidad de El Humo, quien luego fue sustituido por Simón Martínez Abarca. Finalmente en 1942 tomó el cargo de presidente municipal el fundador del desaparecido Partido Socialista, Genaro Reyes, él concluyó el periodo que correspondía a Gregorio Sarabia.