viernes, 20 de diciembre de 2019

Kopani Rojas Ríos


Víctor Cardona Galindo

Nació el 12 de agosto de 1981. Desde muy temprana edad inició su gusto por las diversas áreas de las artes. A los 10 años obtuvo el primer lugar en dibujo en el certamen “Jornada del niño por la paz y el desarrollo”. Hecho que la impulsó para incursionar en la pintura y en las diferentes técnicas de dibujo, que reforzaría tomando cursos de artes plásticas en la Pinacoteca de la UAGro, en Chilpancingo.

Indagando en las letras, a los 15 años logró también primeros lugares en composición poética. Pero definitivamente su pasión por la música la llevó a dedicarse de lleno a sus 17 años, cuando se convierte en gestora de la rondalla Alegre Juventud de la Preparatoria número 22; meses más tarde lograría tener su primer contacto con la Filarmónica de Acapulco y su director Eduardo  G. Álvarez, quien en 1998 logra la Escuela Estatal de Música Margarito Damián Vargas, siendo Kopani de las pioneras en este proyecto. Pronto se colocó como la primera voz del coro monumental de esta institución, alternando sus estudios musicales con su participación en diversas agrupaciones como Arica, Grupo de Música Latinoamericana, Obra Negra, grupo de Rock Alternativo donde destacó como arreglista y el coro de la Preparatoria número 9 de la UAGro Juventud 2000, el cual logró presentar en Taxco a través de la Secretaría de la Juventud.
En diciembre del 2000 en coordinación con la Iglesia de Santa María de la Asunción de Atoyac logró la presentación del coro monumental de la Escuela de Música, en las instalaciones de la parroquia.
En el mes de abril del 2002, en coordinación con el Instituto Guerrerense de la Cultura se presentó en la sala de los Gobernadores presentando su material de trova.
Buscando nuevos retos se integró como violinista de la Orquesta Sinfónica Juvenil Miguel Hidalgo.
Un año después regresó al puerto de Acapulco, en donde durante dos años se preparó intensamente bajo la instrucción de Narine Grigorian en el área de ópera y con diversos maestros de la filarmónica.
En mayo del 2004 inició el proyecto Ensamble Folklórico de Atoyac, pero es hasta febrero del 2005 donde comienza el auge de esta agrupación que sin duda alguna ha sido su mayor logro, ya que como directora de esta agrupación realizó diversos proyectos tales como 12 encuentros comunitarios en los diversos poblados circunvecinos de la cabecera municipal de Atoyac y partes de la sierra, así como también intercambios culturales en diversos lugares del estado como: Iguala, Teloloapan, Huitzuco, Acapulco, Chilpancingo, Tecpan, San Jerónimo, Zihuatanejo y Coyuca, por mencionar algunos. Donde se llevó la promoción
de nuestro café, artesanías, productos de miel; así como la difusión de la danza del Cortés, quedando como muestra de su labor su primer material discográfico Ensamble Folklórico Atoyac, patrocinado por el grupo promotor de la Guelaguetza Oaxaca; fiesta arte y tradición.
Como solista ha tenido participación en diferentes foros del estado y ha recorrido los estados de Jalisco, Colima, Morelos y el D.F. En Celaya Guanajuato ingresó al Conservatorio de Música.
Ha sido miembro de jurados calificadores de diferentes eventos de música y canto dentro del estado y ha trabajado en coordinación con diversas instituciones en pro del acervo cultural. Incursionó como conductora de un canal televisivo y como reportera, mostrando las diversidades de las zonas arqueológicas y las riquezas naturales de nuestro estado.
Cursó la carrera de leyes y, en coordinación con el Centro Cultural Atoyac, editó su segundo material discográfico Canto criollo.
En diciembre del 2012 lanzó otro disco titulado Samba mulata patrocinado por el gobernador del estado Ángel  Aguirre Rivero y Fandangro Record´s. En el marco del día internacional de la mujer del año 2013, recibió la presea Hilda Flores Solís la máxima distinción que el municipio de Atoyac otorga a sus mujeres valiosas.
El  Sureño es su tercera producción discográfica como parte de los proyectos aprobados por PACMYC en el 2017.

sábado, 9 de noviembre de 2019

El Tara


Víctor Cardona Galindo
“La palabra huracán se deriva de Huraken, dios de las tormentas, adorado por los indios ribereños del mar Caribe y aplicado a los vientos tropicales de violencia catastrófica. Esta palabra fue adoptada por los españoles y portugueses, los anglosajones la interpretaron como ‘hurricane’ y los franceses como ‘orugan”. Se lee en la página web del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred).
Así quedó el río Atoyac después de El Tara

Cuando sucedió el huracán Tara en la sierra no paraba de llover durante muchos días, era un “tapaquiague dicen los testigos. Los arroyos bufaban, se oía nada más el estruendo de los árboles y el ruido de las piedras arrastradas por la fuerza de la corriente. Frente a la ciudad de Atoyac todas las huertas de la orilla del río se miraban en el agua. La gente abandonaba las partes bajas y buscaba donde guarecerse de tanta lluvia. “Cayó una culebra de agua” comentaron los viejitos. Los vientos soplaron todo el día. Cuando pasó la tempestad varios pueblitos habían desparecido y los cerros quedaron como si una fiera gigantesca los hubiera arañado. Desde lejos se veían los deslaves. En el río donde hubo pozas hondas el agua daba a los tobillos, quedaron playones.
Don Luis Bello a sus 76 años recuerda que tenía como ocho días lloviendo y antes que se viniera El Tara llegó un fuerte olor a pólvora que traían los vientos del mar, luego comenzó a oler a lodo y posteriormente cayó ceniza como cuando quemaban El Tular, la gente que salía a la calle regresaba con la cabeza blanca. A las ocho de la noche comenzó el viento que arrasó con todo, “por arriba de El Ticuí, pasaban volando los manojos de ajonjolí”. 
Todos los terrenos planos estaban llenos de agua, “se escuchaba aquel bugido y toda la gente gritaba que se iba a perder el mundo y se escuchaban los tronidos de los cerros. La gente creía que el mar ya venía saliéndose por el norte”. Ya que se calmó la tormenta los vecinos fueron a sacar a los de Boca de Arroyo que después se refugiaron en El Ticuí. Desde entonces una parte de gente de Boca de Arroyo se salió y fundó la colonia Lázaro Cárdenas. Los ticuiseños no sufrieron hambre porque tenían en sus casas parte del maíz que acababan de cosechar. Desde entonces quedó el dicho entre los vecinos “Eres peor que El Tara” para referirse a aquellos que todo lo acapararan o son muy destructivos.
El Cenapred tiene registrado a El Tara como uno de los ciclones tropicales más destructivos de México el cual causó 435 decesos en Guerrero por encima de Paulina del que se cuantifican 250 pérdidas humanas.
Una descripción precisa de lo que fue El Tara nos la dejó don Wilfrido Fierro Armenta el mejor cronista que ha tenido Atoyac. Por eso hoy ofrecemos un resumen de su texto sobre ese fenómeno meteorológico que tanto daño causó y marcó a toda una generación… 
Era domingo 12 de noviembre de 1961, desde la tarde del sábado, se acentuó un fuerte y torrencial aguacero. A las seis de la tarde comenzaron a sentirse las primeras rachas huracanadas procedentes del Océano Pacífico cortando el servicio telegráfico. La radio informaba la formación del “Ciclón Tara” con altas y turbulentas marejadas frente a la Costa Grande del estado de Guerrero.
La tempestad aumentaba poco a poco su intensidad; a las 12 de la noche se cortó el servicio eléctrico debido a que el poste de fierro que estaba instalado en el paso del río fue arrancado por la corriente junto con el muro que le servía de soporte. La población quedó en la oscuridad y el ciclón agudizó su furia entre las 12 de la noche y las dos de la madrugada de ese domingo. Los muros de ladrillo del segundo piso de la escuela, en construcción, “Gral. Juan Álvarez” fueron arrancados por la fuerza del viento, el agua de la lluvia se colaba en la mayoría de las viviendas, los vecinos permanecían despiertos llenos de pavor. El huracán fue menguando su fuerza a medida que amanecía. Ya con la luz de día cundió la alarma por el desastre: la carretera Acapulco-Zihuatanejo estaba destrozada en su totalidad y estaba suspendido el servicio de camiones, no se podía salir de la ciudad.  Al mismo tiempo el pueblo se enteraba de la tragedia que estaba viviendo la familia del maestro albañil Armando García Alarcón en el islote donde tenían su casa. La familia se defendía en el muro del brocal de un pozo de agua propiedad del señor Luis Urioste. Su pequeña vivienda había sido arrastrada, en el transcurso de la noche, por la corriente del embravecido río que cada minuto aumentaba su avenida ante el descomunal aguacero que caía a torrentes, ocasionando el desgaje de los cerros que circundan la ciudad y parte de la costa, dando el aspecto –después que pasó el ciclón– de haber sido arañados por un gigantesco animal.
Los vecinos trataron de auxiliar a la familia Alarcón, formada por don Armando, su esposa Isabel Pérez y sus hijos, Jorge de 8 años, Armando de 7 y uno de pecho. Los esfuerzos fueron inútiles pues la impetuosa corriente imposibilitaba toda maniobra. La corriente poco a poco iba rebasando el muro de protección y a las 10 de la mañana, ante el grito desgarrador de todo un pueblo que se había congregado en la orilla a contemplar esta horrible tragedia, un enorme árbol cortó de tajo el reducto que los protegía lanzándolos al agua. Muchas personas lloraban, otras se postraron de rodillas rogando al Todo Poderoso que salieran vivos, y mientras tanto en las turbulentas aguas se debatían nadando el maestro Alarcón y sus dos hijos, no así la señora que a los pocos minutos fue sumergida por la aguas llevando en brazos a su niño para no salir jamás. Su cadáver y el de su niño fueron buscados por toda la ribera del río y nunca fue encontrado. El maestro Alarcón mostrando serias contusiones logró salir frente al poblado de Corral Falso donde le dieron albergue; sus dos hijos lograron también salvarse  milagrosamente, uno de ellos alcanzó a cogerse del mismo árbol que los tiró, llevándolo hasta la orilla. Las familias del lugar les brindaron hospedaje; el doctor Raymundo Benavides les proporcionó los primeros auxilios y los mantuvo en su consultorio bajo observación. Después de las 12 del día fue disminuyendo el aguacero despejándose por la tarde. La carretera Acapulco-Zihuatanejo quedó trozada desde Zacualpan a San Luis, en los siguientes lugares: El Camalote, Las Salinas, Quinto Patio, puente de San Jerónimo, Monte Alto, Granja del Cerrito hasta el Arroyo del Juquiac, cortando el puente de Tecpan del extremo poniente. Entre Tecpan y San Luis hubo siete trozaduras. El río Atoyac en algunas partes alcanzó una altura de 6 a 8 metros encima de su nivel normal y una extensión de anchura de doscientos metros. A su paso destruyó parte del nuevo Rastro Municipal arrancando de cuajo varias casas ubicada al Sur del Calvario.
Después de El Tara quedó un playón que se veía desde Atoyac hasta la fábrica de hilados, Rafael Martínez Ibarra pintó un cuadro de cómo se veía la fábrica por atrás desde su casa.
El canal de la fábrica de el Ticuí fue totalmente azolvado en una extensión de cuatrocientos metros desde la boca toma. Las islas cubiertas de palmeras que había en su curso desaparecieron. A su paso el río inundó el poblado de El Humo, donde junto con el Arroyo del Japón tiraron cinco casas. En La Sidra y en Los Arenales donde fue mayor el número de casas arrastradas por la corriente muchas de las familias emigraron hacia la colonia Buenos Aires y otras se refugiaron en la azotea de la Gasolinera “Santa Rosa”, algo parecido le ocurrió a La Hacienda de Cabañas y Las Tunas en donde hubo otro ahogado. En San Jerónimo de Juárez, cortó el aproche poniente del puente de unos 8 metros de ancho, entrando la corriente por el centro de la cuidad en donde hubo partes que alcanzó un nivel de 2 a 3 metros de altura, arrancando más de 40 casas, por fortuna  no hubo pérdidas humanas que lamentar. En Corral Falso, el barrio quedó rodeado por las aguas del río, el Arroyo del Cuajilote y Caña Castilla.
Muchos años más tarde Gustavo Ávila Serrano en su novela Ahuindo, el pueblo al que irás y no volverás tratará sobre los destrozos que causó El Tara en siembras que estaban a punto de cosecharse, en árboles frutales, palmeras y animales que murieron ahogados. Y como vivió la gente aquella situación.
En la ciudad de Atoyac, la furia del ciclón tiró la casa de la señora Francisca Rendón quién murió al caerle el tirante. Las casas que estaban a la vera del Arroyo Cohetero se inundaron causándoles serias averías. Las aguas se desbordaron por las calles de Arturo Flores Quintana, Reforma, Juan Álvarez y Francisco I. Madero. En el “Cine Álvarez” el nivel del agua subió unos tres metros.
Las noticias procedentes de la Sierra decían que el Arroyo Grande se desbordó arrasando el pequeño poblado del mismo nombre y causando la muerte de una señorita y resultó herido por el derrumbe de un cerro el señor Julián Fierro. En El Cucuyachi, el río se desbordó tirando varias casas y causando una víctima. Zacualpan estuvo a punto de desaparecer por la inundación que causó la Laguna de Mitla, varias casas se cayeron, por fortuna se abrió una barra de 300 metros de ancho en el lugar conocido por Boca de Mitla llevándose la compuerta que servía de puente hacia Costa de Plata. En Alcholoa fue necesario cortar la carretera para descongestionar el agua del arroyo que entró al poblado ocasionando el derrumbe de la escuela y varias casas. El Tomatal, nuevamente fue inundado por el arroyo tirando las pocas casas que había dejado la creciente del año 1955.
También en la Colonia Buenos Aires y en Cacalutla hubo casas tiradas por el ciclón, en este último poblado se desbordó el arroyo del mismo nombre arrasando uno de los tres barrios que lo forman. Las pérdidas ascendieron a varios millones de pesos entre palmeras, siembras, casas y ganado vacuno, porcino y caballar.
Como decía anteriormente, en Tecpan el río se llevó la mitad del puente y a su paso arrancó de cuajo la escuela “Hermenegildo Galeana”, haciendo cauce por el centro de la ciudad, tirando parte de las casas que servían de cuarteles al 3er. Batallón e inundando los centros sociales “La Riviera” y “Río Escondido”. Entre este lugar y San Luis hubo siete trozaduras en la carretera y fue arrancado el puente del Arroyo de Marcelo. La vía a Tenexpa quedó inservible y el poblado fue inundado por las aguas del río que alcanzaron niveles de 3 a 4 metros de altura llevándose la mayoría de las casas y ocasionando 35 víctimas entre hombres, mujeres y niños. En Tetitlán también arrasó muchas casas. En el poblado de Nuxco tal parece que el meteoro concentró toda su furia.; aquí el arroyo se desvió de su cauce en la parte norte entrando por en medio del poblado en la madrugada del domingo 12 de noviembre. La corriente embravecida del arroyo, la fuerza torrencial del aguacero y el desenfrenado ciclón en aquella oscuridad parecía el juicio final, imposibilitaba mantener en pie a los que trataban de salvarse; pereciendo ahogadas más de 70 personas y escapando un número reducido; 35 milagrosamente se salvaron refugiándose en el techo de la casa de señor Ramón López Rendón que fue la única que soportó el embate del aluvión. Enormes árboles fueron arrastrados por la corriente y represados en lo que fuera un barrio alegre y pintoresco hoy convertido un playón con hoyancos y “arronsaderos”. Las pocas familias que lograron salvarse andaban semidesnudas, sus ropas mojadas  y pegadas al cuerpo hechas girones; lloraban incansablemente la pérdida del papá, la mamá, el hermano o el hijo. Las innumerables palmeras, en las cuales estaba fincada la riqueza de ese pueblo, fueron arrancadas por la furia del ciclón y la corriente de las aguas, las pocas que quedaron en pie fueron hechas trizas de sus potentes penachos como si un remolino gigantesco las hubiera batido. Era un panorama sólo descrito en el Apocalipsis.
Desde entonces quedó el dicho “Más se perdió en Nuxco” cuando alguien pierde una apuesta, le roban u olvida algo.  
Al segundo día comenzaron a llegar las primeras brigadas de auxilio a través de avionetas, arrojaban víveres, ropa y medicinas por medio de paracaídas y a la vez hacían vuelos de reconocimiento para ver los estragos causados por el ciclón, así como para poder localizar a posibles sobrevivientes en las partes pantanosas de la laguna. Desde el aire reportaban numerosos cadáveres que se encontraban tirados en la playa, cuyo hedor, junto con el de los animales que perecieron, era insoportable. La falta de comunicación por tierra dificultaba trasportar víveres y otras cosas indispensables. De Atoyac partió hacia Tecpan una brigada de médicos encabezada por el doctor Juventino Rodríguez García, la gente se organizaba para llevar víveres y el día 4 de diciembre de 1961, la esposa del Presidente de la República, Eva Sámano de López Mateos, llegó hasta la zona siniestrada con ayuda y empezaron la construcción de un nuevo Nuxco con los sobrevivientes.







miércoles, 28 de agosto de 2019

Rosa Santiago Galindo


Víctor Cardona Galindo
El 30 de agosto Rosa Santiago Galindo cumple 94 años, es una de las madres que lleva décadas buscando a su hijo Antonio Urioste Santiago, pidiéndole al gobierno que le diga donde está, es una búsqueda que a veces la ha puesto al borde de la muerte pero también le ha dado fuerzas para aferrarse a la existencia. Ella que con una vida de sufrimiento y trabajo ha visto pasar casi un siglo de la historia de Atoyac. Rosita es fuerte y de lúcida memoria.
Nació en 1923 en la comunidad serrana de Los Valles es hija de Fortino Galindo Gómez y de Bernabé Santiago García. En 1926 su padre la trajo junto con sus cuatro hermanos a la cabecera municipal y él se remontó a lo alto de la sierra con sus hijos mayores, dejando a su mujer y los pequeños encargados en una casa de la calle Juan Álvarez Norte. Allá en la sierra corrían peligro porque los Galindo se habían involucrado en la guerrilla de Amadeo Vidales, los perseguía el gobierno y al que agarraba lo fusilaba sin miramientos.
Al año doña Silvestra García, mamá de Bernabé mandó por ellos y se los llevó a vivir a la calle Hidalgo. Fortino regresó a los siete años, encontró a Bernabé casada con otro hombre y de sus hijos estaban: Aurelia la mayor, Cliserio, Rosa y María porque había muerto Inés. Los niños estaban estudiando en la Escuela Real, los sacó y se los llevó de regreso a Los Valles en 1933. Allá los esperaban Severiano, María, Apolinar, Lorenzo, Agustín, Emiliana y Victorino que eran sus hermanos mayores.
En ese tiempo Los Valles eran un pequeño pueblo donde vivían pocas familias: los Lugardo, los Galindo, los Flores y los Reyes. Las casas eran de bajareque, techadas con zacate cortador y para construirlas hacían rollitos y los iban amarrando amontonados, otras estaban techadas con pasto de arroz  al que llamaban dellame. Había viviendas que estaban techadas con tablitas de ocote, llamadas tejamanil. Corría un arroyo por medio pueblo donde abundaba el zapote prieto e iban al agua a los Pozos. Su padre cultivaba una huerta en medio del barrio, había mangos, limón dulce, toronja, pomarrosa, plátano, sidra, limón real, lima, aguacate y mamey.
Rosita de niña no jugó porque desde muy chica se dedicó al quehacer del hogar. Aprendió a coser a los 12 años, haciendo los calzones y los cotones de manta para su padre. La mayor parte de su juventud la pasó en San Juan de Las Flores, con su tío materno, Clemente Santiago quien representó una segunda figura paterna. Rosa Santiago es como todas las mujeres de su tiempo, siempre apegada al trabajo. Ella fue obrera de la fábrica del Ticuí, cocinera asistiendo peones en las huertas de café, agricultora, lavandera y empleada doméstica en las casas de Atoyac.
Claudia Rangel Lozano entrevistó a Rosa Santiago Galindo su testimonio sobre la desaparición de Antonio se recoge en el capítulo 2 del libro: Desaparición forzada y terrorismo de Estado en México. Memorias de la represión de Atoyac, Guerrero durante la década de los setenta. También participó con su testimonio en la elaboración del documental: 12.511 Caso Rosendo Radilla: Herida Abierta de la Guerra Sucia en México.
Antonio Urioste Santiago nació el 5 de julio de 1944 en la ciudad de Atoyac es hijo del ex Presidente Municipal José Urioste García y Rosa Santiago Galindo, estudió en la escuela Juan Álvarez después pasó a la escuela particular de Anita Téllez porque era de lento aprendizaje y juguetón. Cuando tenía 10 años, vendía el periódico El Rayo del Sur, le daban 10 periódicos que entregaba y se iba a la escuela.
Reprobaba porque era distraído, no terminó la primaria sólo aprendió a leer y a escribir, pero era muy responsable y trabajó como mecánico. Era educado y trabajador siempre buscó la forma de ayudar a su mamá, cuando ocurrió su desaparición trabajaba como cobrador en las Camionetas Unidas de Atoyac esas que van a la sierra. Como era el mayor les enseñaba buenas costumbres a sus cuatro hermanitos, como pedir permiso y dar las gracias a la hora de comer. Antonio saludaba con gusto a la gente, era muy atento y sencillo.
Ese día fue a un mandado a San Luis la Loma para visitar a su tía Alicia Santiago Pino que estaba enferma, era un domingo 8 de septiembre de 1974. Salió de su casa como a las nueve de la mañana, Esperanza Rumbo le dijo a Rosita que lo detuvieron en el autobús cuando iba en el retén que estaba pasando el río de Tecpan.
Lo buscó en el retén y le dijeron que ahí no estaba porque no era cárcel. Rodeó el campamento e hizo un hoyo en la orilla del alambre y se metió donde estaban los soldados que cuando la encontraron dentro del campamento la trataron mal muy mal, pero ella buscaba a su hijo al precio que fuera no le importaba lo que pasara. La desesperación hacia que no tuviera miedo, el oficial la reprendió por su osadía y le dijo que ahí no lo tenían.
Lo fue a buscar al cuartel de Atoyac donde se lo negaron, le dijeron que ahí no era cárcel.
Luego se fue ocho días hasta Oaxaca, acompañada de su hija Santa Anita y de su hermana Alicia, iban de retén en retén y se bajaban en los pueblos para buscarlo en las cárceles. Estaba tan desesperada que en la Base Aérea de Pie de la Cuesta se metió por la playa, donde las olas le quitaron los huaraches y estuvo a punto de ser arrastrada por el mar. Se asomaba a los galerones gritando “Antonio, Antonio” vio muchas caras. Había un Antonio de Los Llanos de Santiago. Estaban encerrados. “Había muchas caras de tantísima gente amontonada en un galerón grande”.
El primero de abril de 1975 cuando iba a tomar posesión Rubén Figueroa Figueroa en las instalaciones del Ayuntamiento de Chilpancingo, el lugar estaba acordonado, los soldados tenían filas de dos en fondo así Rosita se metió por debajo de la valla cuando un soldado del 50 batallón estaba redoblando el tambor y el otro se descuidó, se metió y abrazó al Presidente de la República Luis Echeverría le dijo: “discúlpeme pero ando muy desesperada, quiero que me ayude. Él me dijo donde está el beso, y le di un beso a él, a la esposa y a la acompañante”. Le entregó un escrito y el Presidente se lo echó a la guayabera y le dijo que iba a buscar a su hijo. Después Echeverría le mandaba telegramas.
De tantas veces que le negaron a su hijo en el cuartel de Atoyac y en el de Acapulco, buscó entrevistarse con el titular de la 35 zona militar de Chilpancingo porque le dijeron que a los presos los enviaban allá. En Chilpancingo se encontró con el abogado Felipe Cortés que era presidente del Partido Zapatista y había sido agente del Ministerio Público en Atoyac, lo conocía por que ella le lavaba y planchaba a todos los Ministerios Públicos que llegaban a la ciudad.
Felipe Cortés redactó un documento donde ella firmaba como miembro del Partido Zapatista dirigido al general Oscar Archila Moreno jefe de la 35 Zona Militar y el mismo abogado la llevó en su Jeep al cuartel donde los recibió el general que les dijo que él no tenía conocimiento. Pero si su hijo estaba detenido debería estar en Atoyac y le dio una tarjeta para el general Eliseo Jiménez Ruiz.
Regresó a Atoyac y preguntó por el general se lo negaron entonces mostró la tarjeta, el militar de la puerta la vio por curiosidad, luego se la quitó y se la llevó. No tardó y  regresó para decirle que la iba a recibir el general. La pasaron adentro del cuartel con su hija Santa Anita que la acompañaba a todos lados. El general Jiménez le negó que allí fuera cárcel y le dijo que no anduviera con mentiras que ya estaba bueno que fuera de chismosa con el jefe de la 35 zona. Ella le contestó que ahí tenía a su hijo que no se lo negara. Él le dio a entender que su hijo a lo mejor se había ido a la guerrilla: “El no anda con esa gente, él va del trabajo a la casa, él no me falla”.
El general le dijo que entre su familia había una hija que andaba en malos pasos que él no sabía al principio pero que ya la tenía castigada. Le dio a entender que Antonio también andaba en malos pasos y que ella no sabía, que lo dejara castigarlo, como él ya había castigado a su hija. Le dijo que ya no anduviera con chismes y la regañó.
Pero Rosita volvió al tercer día. El general la volvió a regañar feo. Otra vez le dijo que no era cárcel que no había ninguno. En eso estaban cuando llegó un helicóptero con unos hombres vendados de los ojos y con las manos amarradas hacia atrás, al parecer eran padre e hijo. Rosita aprovechó para decir que si no era cárcel que hacían esos campesinos allí. El general regañó en su presencia a los soldados que traían a los hombres amarrados y por eso les quitaron las ligaduras.
Después del incidente el militar le dijo que la iba ayudar, que iba a investigar el paradero de su hijo, que se fuera a su casa y que allá lo esperara.
Pero regresó a buscarlo cuando soltaron a Israel Solís Ayerdi y le dijo que había estado junto a Antonio en el cuartel.  Que lo vio vendado con la misma ropa que cuando lo agarraron, sin zapatos y sucio. Entonces Rosita fue al cuartel y le dijo al general que le diera a su hijo que ahí estaba. “Yo sé que aquí está déjeme traerle ropa”. Entonces el general le contestó: “está bien aquí está, váyase tranquila aquí está, si es inocente llegará a su casa. Espérelo en su casa. Ya no venga no la quiero volver a ver aquí”. Se fue segura que iba a dejarlo libre porque era inocente.
Rosa Santiago dice que Antonio Urioste estuvo detenido en el cuartel militar de Atoyac junto con don Rosendo Radilla Pacheco, por eso asegura que en las instalaciones que ahora son el Ayuntamiento se le perdió su hijo, por eso apoya a Tita Radilla Martínez en la búsqueda de su padre.
Desde su desaparición Rosita dejaba la puerta abierta, escuchaba el ladrido de un perro y salía a ver, siempre esperando a su hijo. Vendió su casa para buscarlo y se quedó en la calle.
 No comía no dormía. El doctor Juventino Rodríguez le hacia transfusiones de sangre para reanimarla. Pero luego le reventó un tumor en el vientre. Ella sabía que tenía el tumor, porque traía mucho dolor y el doctor Apolinar Castro le decía que se operara lo más pronto posible. Pero por buscar a su hijo no se atendió, después que le reventó la operaron y se vio grave. Se la llevaron a México y no sabe que tiempo estuvo allá, porque tardó en componerse. Su hija Francisca Benítez Santiago está enferma de sus facultades mentales porque se llevaron a su hermano y luego detuvieron a su marido. Francisca corría de noche al cuartel iba a gritarle a su hermano. Se enfermó feo, lloraba y gritaba. 
Rosa Santiago Galindo junto con Jovita Ayala acompañaron a la representante de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp) Georgina Landa, a Los Arenales a ver un soldado viejito que había dicho que en Hacienda de Cabañas el mar había arrojado restos humanos. Pero el anciano al verlas no quiso hablar.
Cuando terminó la Fiscalía especial Rosita se involucró con la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Víctimas de Violación a los Derechos Humanos (Afadem) con quienes ha ido a México a buscar entrevistas con funcionarios. Rosita dice que ella no se mete en política únicamente reclama su derecho. No estuvo de acuerdo como los trataron unos abogados del Partido Socialista que los llevaron a la ciudad de México a exhibirlos como animales raros.
Dice que el día de la toma de protesta de Rubén Figueroa, Rosario Ibarra estaba en Chilpancingo había mucha gente haciendo cola para verla, ella prefirió ir directamente con el presidente. Nunca se acercó a ninguna huelga de hambre, porque no está de acuerdo con que se les llame desaparecidos políticos. Su hijo no era político y no tenía nada que ver con Lucio Cabañas. Su familia no sabía que buscaba el guerrillero, lo único que entendían es que andaba en contra del gobierno. Por eso tampoco está de acuerdo en que durante los eventos de los desaparecidos se rinda homenaje a Lucio Cabaña porque se trata únicamente  de la desaparición de nuestros seres queridos. Si alguien está agradecido con Lucio Cabañas que lo celebre en otro lugar: “Lo nuestro es fino y delicado”.
De la indemnización dice que no es asunto de cambiarles su vida por un miserable dinero. La doctora Landa les ofrecía de 50 mil pesos para abajo. Decir indemnización era decir cierre del caso. Ahora están dando un recursos y le denominan reparación del daño a ella no le tocará nada por no estar acreditado su caso. Le dieron un folio pero está vacío sin expediente.



Zohelio Jaimes Chávez III y última


Víctor Cardona Galindo
Al salir de la cárcel el joven campesino se incorporó a las actividades de su familia y después de una pequeña estadía en las labores del campo, trabajó en el Instituto Mexicano del Café (Inmecafé), al mismo tiempo que comenzó las gestiones para mejorar la vida de los cafetaleros todavía en el periodo del gobernador Rubén Figueroa Figueroa quien en una ocasión le ofreció poner todo el ganado de un rancho a su nombre. Zohelio le contestó: “No vengo a pedir nada a nombre mío”.
A partir de 1979 Jaimes Chávez se comprometió con los cafetaleros de la Costa Grande y para 1980 era uno de los principales promotores del movimiento campesino en la región, inicialmente con la Coordinadora Regional de Productores de Café de la Costa Grande. También fue una activo sindicalista, en 1983 fue electo secretario general de la sección VIII del sindicato del Inmecafé correspondiente al estado de Guerrero y presidente del comité nacional de vigilancia del mismo organismo gremial con sede en Jalapa Veracruz.
Junto a Arturo García Jiménez y otros dirigentes formaron parte de la Unión de Ejidos Alfredo V. Bonfil, en 1987, la CNC con intervención del gobierno del estado les arrebató la dirección y entonces formaron la Coalición de Ejidos que luego se integró a la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA) y a la Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras (CNOC), por eso Zohelio fue uno de los dirigentes fundadores de ésta dos organizaciones nacionales.
Fue el 9 de noviembre de 1987 cuando cientos de campesinos de diferentes comunidades tomaron las instalaciones del Inmecafé, ahí la naciente organización adoptó el nombre de Coalición de Ejidos y Comunidades Cafetaleras de la Costa Grande, donde además participaron activamente algunos líderes de las comunidades como: Rosario Dionisio León, Rubén Rojas Dionisio y Laurentino Santiago.
En esa ocasión Arturo García Jiménez convocó a la movilización que derivó en la toma de las oficinas del Inmecafé que duró tres días. Esa protesta se organizó porque ese año el Instituto no les dio la “reversión”, una utilidad que obtenía el café que los campesinos entregaban para la exportación. Los dirigentes más visibles del movimiento eran: Elio Muños, Zohelio Jaimes Chávez y Arturo García Jiménez.
Al siguiente año de su conformación, la Coalición de Ejidos apoyó al Frente Democrático Nacional y a Cuauhtémoc Cárdenas en su primer recorrido por la Costa Grande. El promotor de la candidatura de Cárdenas, Salvador Flores Bello, llegaba a las instalaciones de la Coalición donde utilizaba el mimeógrafo de la organización para que hacer la propaganda. En las elecciones de 1988 en los bastiones de la Coalición como La Remonta el PRI sacó únicamente cinco votos y en San Francisco de Tibor, nueve. 
Luego los dirigentes de la Coalición presentaron un proyecto a la Fundación Interamericana (IAF) por sus siglas en ingles, con el recurso que obtuvieron realizaron foros para el desarrollo democrático con lo que se fue reforzando el trabajo para la fundación del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Más tarde el 26 de marzo de 1989 de la Coalición de Ejidos salió el primer contingente para invadir los terrenos en los que se fundó la colonia 18 de mayo de 1967. Se tenía información que una compañía norteamericana adquirió esos predios para construir una fábrica de papel y la idea de tomarlos se la dio a Zohelio, Rafael Solís Girón quien quería solicitarlos para los aprovecharan campesinos sin tierra.
Pero luego Rommel Jaimes Chávez tomó la iniciativa de invadirlos y lo siguió Santiago Mercado Lino. Desde un mes antes hubo varias reuniones previas que se hicieron todos los domingos en las oficinas de la Coalición de Ejidos. A esas juntas fueron llegando Fabio Tapia, Teódulo Serafín, Andrés Rebolledo, Lucio Mesino y Pedro Rebolledo Málaga. En una de esas asambleas a propuesta de Rommel se nombró “18 de mayo de 1976” a la naciente colonia.
Los paracaidistas, como les llamó la gente, salieron en marcha de la Coalición de Ejidos a las siete de la mañana, entraron por el templo evangélico Bethel y le prendieron fuego al monte. En los potreros andaban unas vacas de Juan Atanasio que por poco se queman. El primer día sumaron alrededor de 700 personas invadiendo los terrenos. Los Petates y los costales para armar los campamentos los proporcionó la Coalición de Ejidos que se constituyó en el campamento “9 de noviembre 1987”, en honor a la fecha en que surgió esa organización.
En 1991 Zohelio Jaimes participó activamente en la lucha por la democracia y la paz en Atoyac formando parte del Frente Cívico Municipal, con otros dirigentes de la Coalición de Ejidos. Ese año es electo tesorero de la Asociación Mexicana de la Agricultura Ecológica (AMAE) que tenía su sede en Tapachula Chiapas.
Sin duda el año de 1993 fue de mucha actividad para Zohelio Jaimes: participó como delegado al VI Congreso de la CNOC realizado en San Cristóbal de las Casas Chiapas, sostuvo una reunión con la fundación Max Havelarn y Transfair Internacional para firmar un convenio para la comercialización del café, participó en el foro nacional “Los pobres construyendo su política social” en Oaxaca Oaxaca y también gestionó recursos ante la fundación NOVIB y FONAES para la construcción del beneficio seco de Café del Combinado Agroindustrial S.A. (CAISA).
Mario Arturo Acosta Chaparro lo acusó, en 1993, de ser el segundo guerrillero más peligroso del país, ya en 1990 en su libro el Movimiento subversivo en México el  militar lo había colocado como miembro de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento junto a su padre Gonzalo Jaimes.
Fue promotor y primer vocal del Consejo Estatal del Café (Cecafe) en 1994 y el siguiente año fue electo miembro de la Comisión Ejecutiva de la UNORCA en Guerrero y participó en el foro sobre Desarrollo Social en Chilpancingo. También fue invitado como asesor político del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en los diálogos para la paz, por ello participó en la mesa sobre Derechos y Cultura Indígena, en San Andrés  Lararrainzar Chiapas.
“No te metas en pendejadas”, le advirtió un día de 1995 Rubén Figueroa Alcocer, entonces gobernador de Guerrero, al líder campesino Zohelio Jaimes Chávez. “De la cárcel te puedo sacar, pero de la tumba no”, recordó Luis Hernández Navarro  en La Jornada de martes 22 de abril. Eso fue en los días que el EZLN lo había nombrado su asesor en los diálogos de paz de San Andrés. Y, apenas dos años antes, aparecía en listas gubernamentales como el segundo guerrillero más peligroso del país.
Luego en 1996 contendió por la presidencia municipal de Atoyac por el PRD, como candidato ciudadano, pues Zohelio nunca estuvo afiliado a ese partido.
Cuando los delegados del EZLN visitaron el municipio de Atoyac para promover la consulta por la Paz y la Democracia, llegaron el 15 de marzo de 1999 por la tarde y después de un acto en la escuela preparatoria número 22, se dirigieron a las instalaciones de la Coalición de Ejidos, donde tuvieron una reunión. Allí, el dirigente de esta agrupación, Zohelio Jaimes Chávez, dijo a los zapatistas que esa era su casa que se sintieran a gusto, que en Atoyac como en Chiapas también se sufría la represión e invitó a constituir un movimiento amplio para rescatar al país del exterminio a que estaba siendo sometido. Los zapatista volvieron el 17 de marzo a la Coalición donde Zohelio expresó que la lucha del EZLN era la lucha de todos.
En el 2002 en la IX Asamblea Nacional de UNORCA realizada en San Cristóbal de las Casas fue electo parte de la Comisión Ejecutiva Nacional, con esa posición participó activamente en las movilizaciones de esa organización para integrar el movimiento “El campo no aguanta más”, que promovió el 2003 los 10 días de huelga de hambre en el Ángel de la Independencia donde Zohelio fue un elemento activo.
Desde el 2005 fue miembro de la Coordinadora Nacional de la UNORCA, por eso durante los días 27 y 28 de agosto de 2010, se llevó a cabo la Asamblea Nacional aquí en Atoyac para celebrar los 25 años de vida de la UNORCA y 30 de la Coalición de Ejidos de la Costa Grande. En el discurso de bienvenida Zohelio Jaimes dijo que ninguna organización y ningún gobierno pueden serlo sin las bases. Recordó que cuando inició la organización campesina las primeras reuniones se hicieron de manera clandestina. La iniciaron 11 compañeros que ingresaban a las asambleas cada cinco minutos para no despertar sospechas, en ese tiempo era muy complicado reunirse porque la Costa Grande estaba en estado de sitio. En ese discurso también llamó a retomar el rumbo que se le impuso al movimiento campesino en los ochentas.
A últimas fechas Zohelio era colaborador de la Comisión de la Verdad del Estado de Guerrero, misma que se había convertido en una de sus prioridades y les facilitó una oficina en las instalaciones de la organización.
Zohelio también tuvo una intensa actividad internacional. En 1989 participó como delegado a la “Conferencia mejoramiento de la producción y alternativas de la comercialización del café, grupo otros suaves”, realizada en San Pedro Sula Honduras. Fue Instructor sobre beneficiado húmedo de café, responsable de cursos impartidos a 20 cooperativas en la ciudad de Jalapa perteneciente al departamento de Jalapa que se encuentra situado en la región Sur-Oriente de Guatemala.
En 1990 participó como delegado al segundo congreso de la Unión de Pequeños Productores de Café de México, Centro América y el Caribe, realizado en San Salvador. En 1991 asistió a la reunión de Mesoamérica, México y el Caribe sobre agricultura orgánica, organizada por la Federación Internacional del Movimiento para la Agricultura Orgánica (FOAM), en Oaxaca, Oaxaca y fue delegado en 1992 a la segunda Asamblea Internacional de La Red de Productores de Café Max Havelaar, (mercado alternativo) en la ciudad de Ámsterdam Holanda.  En la Republica de Bélgica participó en la campaña de promoción al consumo del café mexicano.
Fue delegado y conferencista sobre cafés orgánicos en el primer taller internacional sobre producción cafetalera “Café noventa y cuatro” en la ciudad de Bayamo Cuba. En 1996 estuvo en el curso internacional: Planificación, Organización y Tecnología en el beneficiado de café en la ciudad de Guatemala. Fue delegado por UNORCA a la segunda conferencia mundial de Vía Campesina para la soberanía alimentaria, en la que participaron delegados de 48 países en la Trinidad Tlaxcala, México.
Participó en 1998 en una comisión para la comercialización de café en Saskatoon, ciudad ubicada en la parte central de Saskatchewan Canadá. En 1999 asistió al evento internacional Café y Cacao en Santiago de Cuba. Participó en el 2000 en la primera misión de extensionistas cafetaleros mexicanos en Brasil. Asistió a la segunda consulta regional de organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil preparatoria de la cumbre mundial de la alimentación, en la Habana Cuba. Estuvo en la Cumbre Mundial de la Alimentación de Organizaciones no Gubernamentales en Roma  Italia.
Participó en el Seminario Internacional Campesino e Indígena, en México D.F. Estuvo presente en el Foro y Marcha Internacional Campesina e Indígena por los Derechos Campesinos y la Soberanía Alimentaría en Cancún Quinta Roo. Asistió en el  2004 a Valencia España como delegado de la UNORCA al Foro Mundial de la Reforma Agraria. Participó como delegado en la Cuarta Conferencia Internacional de la Vía Campesina Sao Paulo Brasil. En el 2007 participó en la feria mundial de productos orgánicos, en Nurember Alemania.
Zohelio que nació del matrimonio conformado por Gonzalo Jaimes Blanco y Josefina Chávez González, formó parte de una familia de 13 hermanos, 7 hombres y 6 mujeres. “Fue el mejor maestro de la escuela, que para muchos fue la Coalición de Ejidos”, así lo definió su esposa Liliana Castro Piza con quien procreó dos hijos: Inti y Zoheli. Su hijo mayor          que también se llama Zohelio nació de su primer matrimonio con Rosalba Reynada también ya fallecida.
Para Nicomedes Fuentes García es importante hacer un reconocimiento a Zohelio por su lucha pacífica incansable. “Zohelio no fue un hombre de armas, no participó en la guerrilla, se dedicó a dirigir y a orientar a los campesinos. Su entrega fue completa y su honestidad a toda prueba, por eso es un ejemplo para las nuevas generaciones, porque su vida fue ejemplar y muy valiosa”.

Nota: Arturo Gallegos nos comenta que el último apellido de Obdulio Ceballos es Suárez y Zohelio estaba confinado en la celda 11, para corregir errores que se cometieron en la primera parte de esta semblanza.


Zohelio Jaimes Chávez II


Víctor Cardona Galindo
La vida de Zohelio Jaimes Chávez estuvo marcada por su presencia en los momentos cruciales de nuestra historia reciente. Muchas veces nos contó que cuando cursaba segundo año de primaria su padre Gonzalo Jaimes lo llevó a Tixtla, al internado 21 donde estuvo dos meses esperando que le otorgaran una beca, pero como nunca le llegó se regresó a seguir estudiando en la escuela de su comunidad donde únicamente había clases hasta cuarto año.
Zohelio Jaimes Chávez

Fue en uno de esos viajes a Tixtla cuando le tocó el sepelio de los caídos en la masacre del 30 de diciembre de 1960, vio el día primero de enero el desfile de los ataúdes, por las calles de Chilpancingo. Recordaba “me tocó, era muy triste, yo estaba chavo, tenía 7 u 8 años, en la tarde estábamos esperando el camión para Tixtla. Eso me quedó muy grabado”. 
Zohelio contó su testimonio y le dio su historia de vida a todos los que fueron a buscarlo a su despacho de la Coalición de Ejidos, siempre dejaba bien clara su postura política y sus prioridades como luchador social: el café, la vía campesina, los transgénicos y los desaparecidos políticos. Muchos investigadores y periodistas lo trataron y lo quisieron. Luis Hernández Navarro lo colocó a la altura de Álvaro Ríos aquel líder agrario chihuahuense que más tierras repartió a los campesinos.
Se preocupaba mucho por el rescate de la historia regional, promovió la edición de la revista Cronos, lo que el tiempo no disuelve y diversas publicaciones más. Fue también presentador del libro El último disparo de Felipe Fierro Santiago. Lo recuerdo últimamente asistiendo a los eventos de la Converdad, a la lectura de fragmentos de mi novela El Sendero de los Cacahuananches y al velorio de la maestra Hilda Flores Solís.
Personalmente conocí a Zohelio Jaimes Chávez el 18 de agosto de 1988 en el centro Social Lido cuando inició el Segundo Encuentro Nacional Campesino que terminó el 20 de ese mismo mes. Esa vez con la presencia de más de 60 organizaciones se discutió el programa general y plan de acción de la Unión Nacional de Organizaciones Campesinas Autónoma (Unorca), ese día conocí también a grandes amigos como don Rodrigo Flores Jiménez de El Quemado. Nunca fui miembro de la Coalición de Ejidos pero como estudiante de la preparatoria 22 estuve presente en muchos eventos, fue en la Coalición de Ejidos donde tomé el primer curso de periodismo impartido por Carlos García Jiménez.
“Señores voy a cantarles este bonito corrido /en memoria de un hombre /luchador muy conocido /nacido allá en San Francisco y por todos muy querido… Se crio en los cafetales haya en lo alto de la sierra /es de familia muy humilde dedicada a ayudar /a todos los campesinos de la sierra de Atoyac /Zohelio Jaimes Chávez era un hombre cabal /respetado por la gente, todos lo recordarán /campesino y dirigente de la Unorca nacional”, dicen las primeras estrofas del corrido a Zohelio Jaimes.
En el reporte de su detención aquel 18 de julio de 1972, la Dirección Federal de Seguridad (DFS) le puso a Zohelio Jaimes Chávez como apodo “El Muchungo”. Se decía que era un delincuente muy peligroso cuando fue presentado junto con los demás campesinos de San Francisco Tibor detenidos por Ejército. Luego fue ingresado al penal de Hogar Moderno acusado de participar en la primera emboscada que la gente de Lucio Cabañas le tendió al Ejército en el Arroyo de las Piñas.
A su llegada, la cárcel era controlada por Trinidad Mendoza Guillén, un reo presidente nombrado por el director del penal. Mendoza Guillen había caído prisionero por asaltar un banco y tenía como auxiliares a Luz y Victorino Landeros. La autoridad dentro del penal era el presidente, segundo presidente y los bastoneros, ellos controlaban la vida interna, el alcohol, la mariguana y la trata de blancas que hacían con las “correosas” en contubernio con la dirección. También estaba Simón Valdeolibar, El Tuba, “quien era el responsable de la adquisición de alimentos para los presos, fungía como jefe de talacheros del penal uno de hombres y mujeres, acaparó la producción artesanal en todas las ramas a muy bajos precios. En pocas palabras fue cacique, verdugo y funcionario a la vez”, comentó Arturo Gallegos.
Los bastoneros para mantener el orden usaban un “chile” toro disecado y les permitían traer arma blanca. Además de reprimir a la población carcelaria, eran los encargados de cantar cuando llegaba la mariguana: “cuantas y de a como, llegó fresquecita”. Las condiciones eran infrahumanas, en una pequeña camita más chica que la individual dormían dos presos, celdas que eran para nueve personas albergaban hasta 30 reclusos.
Al caer detenidos a Zohelio y a sus compañeros se les asignó un defensor de oficio que nunca los acompañó a las diligencias, por eso los presos políticos y los campesinos acusados de las emboscadas contra el Ejército tuvieron que organizar su defensa por medio de la presión política y se formaron académicamente en la misma cárcel.
Para ello integraron un círculo de estudios en el que participaban alrededor de 20 presos, donde Octaviano Santiago Dionicio impartía militarismo, Guillermo Bello Filosofía y Zohelio Jaimes economía política. Muchos años después Zohelio diría: “En la cárcel aprendí mucho. Yo leí muchísimos libros, eso me ayuda porque no fui a la universidad”. El gobierno se encargó mediante la represión que la cárcel fuera su universidad de donde se graduó como luchador social.
Los visitaban muchos estudiantes de las preparatorias 2 y 7 de la UAG. También venían muchos estudiantes de Sinaloa a los cursos de verano de la universidad que los apoyaban con libros. Zohelio estaba en la celda 10, donde se destacaba como organizador. Dentro de la cárcel formaron una cooperativa para la elaboración de artesanías. Nicomedes Fuentes al caer prisionero se hizo responsable del taller de salud, donde se aplicaban hasta 30 inyecciones diarias, con medicamentos que conseguían mediante donaciones, Zohelio y Octaviano Santiago eran de la comisión jurídica contestaban amparos y llevaban la defensa de algunos presos, pero también redactaban cartas familiares. Casi todos los presos se dedicaban a la artesanía que era lo fuerte en el penal.
Con las acciones que realizaron dentro de la cárcel lograron que mucha gente se concientizara, incluso los presos comunes que se incorporaron con ellos cuando organizaron la tercera huelga de hambre. Zohelio recordaba “la tercera huelga fue cuando se fugó Francisco Fierro Loza, la administración del penal paró la alimentación y ahora si todos los presos le entraron”.
Después de la fuga de Fierro Loza les echaron los soldados y les decomisaron todos los libros, sacaron a Octaviano Santiago Dionicio y lo iban a trasladar a otro penal. Entonces Zohelio y Fredy Radilla Silva encabezaron el movimiento e iniciaron otra huelga de hambre. Las autoridades del penal respondieron cortándoles el agua. Estando sin comer y sin agua “muchos se querían rajar pero un preso común de la Costa Chica al que apodaban El Charco se puso en la puerta con un cuchillo grandote y no dejó salir a ninguno de los que se rajaron”, comentaba Zohelio.
Esa ocasión los estudiantes en solidaridad tomaron la estación de radio XEKJ de Acapulco para denunciar la situación en la que se encontraban los presos y el trato inhumano que estaban recibiendo de las autoridades penitenciarias. En ese momento Octaviano Santiago estaba en las “Bartolinas”, así le llamaban a las celdas de castigo, mientras ellos estuvieron tres días en huelga de hambre sin agua.
El guerrillero Francisco Fierro Loza quien había participado en el secuestro de Jaime Farrill Novelo se fugó porque los bastoneros intentaron asesinarlo en el patio de la cárcel, gracias al auxilio de otros presos salvó su vida. Zohelio con otros campesinos y demás presos políticos participaron en la logística de la fuga.
La lucha continuó para mejorar las condiciones de vida al interior del penal y lograron quitar al presidente y a los bastoneros a fines de 1975 y principios de 1976, cuando el director era Jorge Alfonso Romero López y como subdirector había llegado Juan Capote Orozco un ex porro de la UAG, quien fue el primer subdirector, porque antes a los que ocupaban ese cargo los llamaban alcaides. A partir de ahí en las 23 celdas se llevaron elecciones internas para elegir un representante y así se formó el consejo de representantes que a partir de entonces fue el interlocutor entre los presos y las autoridades del penal.
Arturo Gallegos al hablar de la artesanías y de la vida dentro del penal nos dice: “Pero no fue la única actividad a que se dedicaron, también tarde con tarde un grupo de ellos se echaban la cascarita de básquet, como para no perder la costumbre. Hasta que lograron inscribir a su equipo en una liga hotelera donde participaba uno de los mejores equipos del municipio, sino es que el  mejor, Fiesta Americana. El equipo del penal estaba integrado básicamente por campesinos encabezados por Benito Manrique Jiménez, Urbano Fierro Galeana, Francisco Vargas Vinalay, que eran de El Quemado, Zohelio Jaimes Chávez que venía de San Francisco del Tibor y Narciso Castillo Arreola del cual no recuerdo su población de origen. Ese año de 1975 recuerdo que llegaron a la final enfrentándose al mismo Fiesta Americana, quien se llevó el galardón en un encuentro no apto para cardiacos”.
 “El siguiente año fue inolvidable para los ‘campes’ pues con la experiencia acumulada lograron juego de conjunto, por lo que el Penal uno era una barrera infranqueable para los equipos que sábado con sábado asistían a buscar puntos, pues además de los antes mencionados, se habían incorporado otros dos elementos: Delfino Jiménez Mendoza y Ricardo Jones Ocampo, por lo que los internos esperábamos los sábados culturales con ganas de disfrutar el partido, sobre todo el triunfo del equipo del penal. Para esos sábados culturales la dirección del penal permitía la visita de esposas, novias o concubinas para echar porras a su equipo, mismos que salían al término del partido. Tiempo después y a petición nuestra se logró que la visita se quedara a esos eventos deportivos ya que la visita familiar era hasta el otro día domingo. Así fue como se logró un pequeño pero importante beneficio para la población carcelaria”.
“Como era de esperarse el básquetbol dio muchas satisfacciones a los internos y todo gracias a la destreza de los inocentes llevados a prisión para justificar los medios represivos del Estado mexicano. Esos acontecimientos nos hacia olvidar a muchos el encierro y hasta las penurias de nuestras familias. Recuerdo que ese torneo brilló todo el equipo, pero sobre todo Benito Manrique que con un tiro desde la esquina y casi sin ángulo de tiro, encestaba la pelota con precisión milimétrica, logrando encestes increíbles. Por otra parte Francisco Vargas Vinalay, Franco, que siendo de baja estatura, tenía un triple hecho dando grandes saltos y depositando suavemente la pelota dentro del aro. La defensa férrea de Delfino Jiménez y Ricardo Jones Ocampo que al mismo tiempo que defendían, repartían juego a Benito, Francisco y Zohelio que tenía el tiro clásico: poniendo una mano adelante y otra atrás de la pelota, se levantaba y quedaba suspendido en el aire, misma que al soltarla le hacía dar un giro jalando por lo que iba rodando al revés y en forma casi recta y al llegar al aro como que perdía fuerza y se clavaba en la piolas”.
“Como podemos imaginar otra vez la final del año anterior, la revancha esperada: Penal Uno-Fiesta Americana. El encuentro fue reñido, peleado palmo a palmo, pero esta vez Benito Manrique fue el verdugo de ese equipo bizarro llamado Fiesta Americana. Sin embrago los ‘campes’ obtuvieron el gusto de levantar el trofeo, pues días después obtendrían su libertad, bajo una amnistía poco clara. Como sea, lo importante fue que se incorporaron a la vida familiar, después de ser víctimas de la peor de las injusticias: ser acusados de guerrilleros, abigeos, bandidos y otros epítetos ofensivos a la dignidad de este sector tan trabajador como desvalido”.
Ya el 18 noviembre de 1976 con otros campesinos Zohelio salió de la cárcel. “Al salir del penal nos llevaron directo a la casa de Rubén Figueroa Figueroa… Nos dijo que nos iban a fusilar, que mejor fuéramos sus guaruras. No aceptamos”, recordaba años después entre risas, porque un campesino de El Quemado le dijo al gobernador: “No señor mejor regrésenos donde estábamos”.
Una vez en libertad en 1977 participó de forma activa con el movimiento de los familiares de los presos y desaparecidos políticos, encabezado por la señora Rosario Ibarra de Piedra, se vinculó con el sector universitario al que se incorporaron muchos ex presos políticos, en 1979 y 1980 participó en un movimiento universitario para exigir aumento al subsidio a la Universidad Autónoma de Guerrero.


martes, 27 de agosto de 2019

Zohelio Jaimes Chávez I


Víctor Cardona Galindo
“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles. Con esta frase Bertolt Brecht, despidieron a Zohelio Jaimes Chávez sus amigos y campesinos miembros de la Coalición de Ejidos de la Costa Grande.
Obdulio Ceballos, Arturo Gallegos y Zohelio Jaimes en el penal de
Acapulco. 

El cuerpo del dirigente campesino que murió este lunes 14 de abril por la tarde en la ciudad de México, recibió el miércoles un homenaje en las instalaciones de la organización a la que entregó su vida. La gente que lo quiso le dedicó corridos y poemas. Rogelio Alquisiras de la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (Unorca) dirigió una mística con los símbolos que dan fuerza a los que representó Zohelio Jaimes, se esparció frente al féretro, tierra y semillas de café y maíz. Además de arreglos florales, se colocaron en el altar los emblemas de la Coalición de Ejidos, como la bandera roja con el puño izquierdo pintado al centro.
Mientras lo despedían del edificio, una imagen de El Che asomaba un ojo desde el despacho que Zohelio ocupó los últimos años de su vida. La banda Atoyaquense interpretaba Cruz de Olvido cuando el cortejo partía rumbo a su casa, luego a la parroquia La Asunción de María donde se ofició una misa de cuerpo presente y de ahí a San Francisco del Tibor donde fue sepultado el jueves 17 de abril a las 12 del día muy cerca de sus amados cafetales.
“Allá lo espera su querido terruño que lo vio nacer: San Francisco del tibor; /donde se mecen por el frio viento de la sierra del café los árboles de encinos y ocotes, el cuajinicuil y el guarumbo /mudos testigos de la trayectoria prolífera de Zohelio /cuando de joven fue preso político por sus ideales libertarios”, le trovó Fabio Tapia Gómez.
Luchaba por las semillas nativas en contra de los transgénicos, defendía la naturaleza, era un incansable hacedor de organizaciones sociales, con mucha dedicación a la gestoría. Luchaba por un mejor precio para el producto de los campesinos y por la presentación con vida de los desaparecidos, dijeron los oradores durante el homenaje en el salón de reuniones de la Coalición.
Sin duda la vida de Zohelio Jaimes Chávez estuvo ligada a estos 40 años de lucha del pueblo de Atoyac y de Guerrero. Nació el 29 de agosto de 1951 en la comunidad de San Francisco del Tibor a las 6 de la mañana, por la hora de su alumbramiento sería un hombre trabajador que se crió entre los cafetales acompañando, desde muy temprana edad, en los trabajos duros del campo a su padre Gonzalo Jaimes Blanco.
Su primer maestro fue Tomas Onofre Lozano, un luchador Cívico de los años sesenta del siglo pasado que llegó a impartir las primeras letras hasta la recién creada escuela primaria federal Hombres de la Reforma de San Francisco de Tibor, donde Zohelio estudió hasta cuarto año. Como en ese plantel no había más grados el primer semestre del quinto año lo cursó en la primaria Emiliano Zapata de San Vicente de Benítez, el segundo en la primaria Modesto Alarcón, de la cabecera municipal, donde fue alumno de Serafín Núñez Ramos y una semana recibió clases de Lucio Cabañas quien vino desde Mexcaltepec para hacerse cargo del grupo cuando operaron, al muy querido maestro Serafín, de las anginas. Fue en la Modesto Alarcón donde terminó su instrucción primaria en un grupo de 72 alumnos donde también estaba Decidor Silva Valle. Zohelio llegó a vivir a la calle Grande, ahora Vicente Guerrero, donde conoció a Octaviano Santiago Dionicio jugando futbol y desde entonces fueron amigos.
Estudió en Tixtla en la escuela secundaria particular incorporada Juan Álvarez, ahí junto a sus compañeros organizaron dos huelgas: una porque el director se volvió déspota y mediante el movimiento lograron que saliera, y la segunda fue para sacar a otro director de nombre Manuel Alcaraz Sandoval que trataba mal a los estudiantes y Zohelio desde muy joven no soportó las injusticias. En el transcurso de sus estudios en Tixtla conoció y se ligó a algunos dirigentes de la normal de Ayotzinapa como Carmelo Cortés Castro. Ocasionalmente asistió a encuentros donde también estaban Octaviano Santiago y Gaspar de Jesús estudiantes de la secundaria de Atoyac.
En 1965 esporádicamente visitó la ciudad de Chilpancingo para apoyar a Carmelo Cortés que mantenía un movimiento para democratizar la Universidad Autónoma de Guerrero, de donde el futuro guerrillero de El Rincón de las Parotas saldría expulsado por el Consejo Universitario.
El 10 de diciembre de 1967, Zohelio, hizo examen en la preparatoria 8 de la UNAM, donde se encontró, al salir del examen, con Carmelo Cortes Castro quien andaba por allá después que fue expulsado por los reaccionarios de la UAG. En marzo de 1968 le avisaron que había logrado un cupo en la prepa 8, donde comenzó a estudiar, pero luego en junio estalló el movimiento del 68, por eso el 26 de ese mes se integró a las marchas con la vocacional y el 2 de octubre fue detenido en el edificio Chihuahua, de la plaza de Las Tres Culturas, en Tlatelolco. Estuvo tres días en la cárcel de Lecunberri pero salió por ser menor de edad, tenía 17 años.
Y el 10 de junio de 1971 después del Alconazo la policía lo encontró sentado leyendo en una banca de la Alameda, estuvo a punto de ser detenido otra vez pero una pareja lo salvó diciendo que iba con ellos. A raíz de eso dejó de estudiar en la Ciudad de México y se refugió en la sierra de Atoyac, donde se desarrollaba el movimiento guerrillero.
Zohelio no tuvo relación con la guerrilla, pero en 1972 cuando estaba enfermo e iba a curarse a Tepetixtla, en el camino encontró al grupo de guerrilleros que tenía secuestrado a Cuauhtémoc García Terán, a los pocos días el 18 de julio sería detenido a las 7 de la mañana, junto con otros 25 campesinos de la comunidad de San Francisco del Tibor acusado de participar en la primera emboscada que la gente de Lucio Cabañas ejecutó contra el Ejército en el arroyo de Las Piñas.
Ese día los soldados del 50 Batallón de Infantería rodearon el pueblo y concentraron a todos en la cancha, ahí detuvieron uno a uno a los señalados de ser guerrilleros. Luego maniatados con alambre fueron subidos a los camiones y trasladados al cuartel militar de la colonia Mártires donde quedaron prisioneros y otros fueron desaparecidos.
Ya en el cuartel de Atoyac fueron torturados durante 15 días por los militares. Por eso Zohelio tenía las marcas que las torturas dejaron en sus muñecas, por que los amarraban con alambre recocido y  les hacían quemaduras con cigarros. Después de varias sesiones de tortura el joven campesino, se declaró culpable de participar en la emboscada para que dejaran libre a su papá Gonzalo Jaimes. Porque esa fue la condición que el militar que lo torturaba le puso, “si te declaras culpable dejamos ir a tu papá”.
Zohelio padeció con los demás detenidos de ese día los toques eléctricos en los genitales y en los oídos. Les picaban con un cuchillo las partes nobles, los mantenían boca abajo y los bañaban con agua fría. “Nos decían que iban a matar a nuestros padres”, platicaba de esa experiencia y recordaba a sus dos primos desaparecidos: Julio Fuentes Martínez y Artemio Sánchez Villa; siempre aclaraba que el primero si era guerrillero, el segundo no.
Los golpeaban también en el cuello, en el estómago y en las costillas, les picaban las uñas con agujas. Esas torturas eran todas las noches, también les daban a tomar agua con jabón y les metían la cabeza en un tambo con agua sucia. Después de todo eso, los sacaban y se les subían encima estando amarrados de pies y manos.
Después de 15 días liberaron a su papá y a él lo llevaron al penal de Acapulco ubicado en la colonia Hogar Moderno, allá otra vez fue torturado directamente por el comandante Wilfrido Castro Contreras, en el comedor de la cárcel, donde fue testigo como agentes judiciales mataron a golpes al campesino Ignacio Sánchez de 60 años.
Ya en la cárcel coincidió con Octaviano Santiago Dionisio y otros guerrilleros como Francico Fierro Loza que estaban recluidos por haber participado en secuestro de Jaime Farill Novelo. Los campesinos de Atoyac y los guerrilleros serían la vanguardia de lucha al interior del penal de Acapulco y organizarían cuatro huelgas.  
Hasta esa penitenciaría llegó el pequeño Julio César Cortés Jaimes un día de 1974, quien al ver a su tío encerrado le dijo: “Tío cuando yo sea grande quiero ser como tu”. Zohelio siempre fue como el hermano mayor para toda su familia, era un ejemplo a seguir y orgullo de los Jaimes Chávez que se referían a él como lo más grande que hayan tenido.
Arturo Gallegos Nájera conoció a Zohelio Jaimes Chávez en el mes de mayo de 1975, cuando fue trasladado del penal Dos al Penal uno. “Él estaba confinado a la celda once, mientras que a mí  me confinaron en la Nueve, donde se encontraba la mayoría de los presos políticos, entre ellos Octaviano Santiago Dionisio, Nicomedes Fuentes García, Obdulio Ceballos Suárez, Abelino Pino Hernández (campesino de El Quemado acusado falsamente de ataques al ejército), además de otros que sin ser presos políticos fueron grandes amigos, como Amado Larumbe Vázquez y Ricardo Jones Ocampo, ciudadano norteamericano que fue uno más del grupo de presos políticos”.
“Cuando yo ingresé al penal, muchos campesinos ya habían logrado su libertad, ya sea por menoría de edad o porque el juez al azar los declaró inocentes, pues todo mundo supo que eran inocentes todos de los delitos que se les acusaba. Zohelio fue de los que no contaron con esa fortuna y convivió con los presos políticos a lo largo de los poco más de cuatro años que duró su cautiverio. En general los campesinos se dedicaron a la elaboración de barcos en todas y cada una de las presentaciones, para apoyar a la economía familiar. Zohelio no fue la excepción pues por la tarde lo recuerdo regresando a su celda con su sombrero lleno aserrín y polvo de la madera”.
Zohelio recordaba que a los 15 campesinos acusados de participar en la primera emboscada de la guerrilla, que llegaron al penal de Acapulco, el gobierno los catalogó como presos peligrosos, pero junto a los guerrilleros que estaban prisioneros comenzaron a analizar la situación, vieron que había muchos enfermos, la comida era pésima y había muchos presos sin proceso.
Por eso organizaron un motín, fue cuando el comandante Wilfrido Castro quiso llevarse a Fierro Loza, pero entre todos lo evitaron, abrazaron a Fierro y no lo soltaron mientras lo jalaban los judiciales. Las autoridades les echaron a la judicial y los reclusos se atrincheraron en el comedor donde se hizo un mitin y una huelga de hambre de tres días. “Treinta gentes comenzamos una huelga de hambre donde participaron: Octaviano Santiago Dionicio, Guillermo Bello López, José Albarrán Pérez y todos los campesinos acusados de participar en las emboscadas”.
Esa vez exigieron medicinas para los enfermos, porque había muchos presos con tuberculosis, mejor alimentación les daban una o dos tortillas con comida muchas veces ya descompuesta y pedían que se revisara la situación de los presos que no tenían ningún expediente. “Con esta protesta se logró mejor alimentación y se les dio uniformes a los deportistas, se puso un médico de planta y se sacó a los enfermos a las clínicas. Eso fue en enero de 1973, también se logró que salieran más de 40 presos con esa primera huelga”.
Los presos políticos formaron una escuela primaria donde se les enseñaba a leer ni escribir a los que quisieran aprender. Zohelio era parte de la comisión jurídica que llevaba casos de presos que no tenían para pagar un abogado. Fue representante de la celda 11 cuando se formó el consejo de representantes de la cárcel que sustituyó el autogobierno que se tenía.
Después que llegaron los 90 campesinos de El Quemado a la cárcel organizaron la primera huelga para exigir la libertad de los presos políticos.
Esa ocasión Juan Pastor de La Remonta un campesino que pesaba 150 kilos se desmayó, a los 12 días de huelga de hambre, lo tuvieron que bajar entre Guillermo Bello, Zohelio Jaimes y Fredy Radilla desde el tercer piso de la cárcel. Zohelio recordaba entre risas “doce días sin comer y bajamos ese cuerpo de 150 kilos, de regreso llegamos arriba con la lengua de fuera […] esa huelga tardó 16 días, de los 212 que empezamos la terminamos como 32 reclusos, porque incluso, cuando faltaba un día que terminara la huelga, encontré a Juvenal Cabañas comiendo ajos hervidos”.
El líder campesino se sentía orgulloso de haber participado en estas lides y recordaba a sus compañeros con cariño. Contaba que con esa segunda huelga se logró la libertad de 11 personas entre las que estaban Hermógenes Castro de Cerro Prieto y Ana María Gómez Valencia de Atoyac.