sábado, 24 de febrero de 2018

Adela Rivas Obé. Heroína de la honestidad

Víctor Cardona Galindo
Ser honesto en un lugar como Guerrero puede costar la vida, eso se demuestra en el libro Adela Rivas Obé. Heroína de la honestidad de Wilibando Rojas Arellano, donde se exhibe la ineficacia de las autoridades y el viacrucis que ha vivido la familia, primero para encontrarla y después para obtener justicia. Este es un texto que además de reivindicar la vida de una luchadora social, comienza con el análisis de lo que fue el Partido de la Revolución Democrática (PRD) histórico, pero ante todo es un homenaje a las mujeres de lucha que dejaron su vida en ese partido que fue la esperanza de México.
La doctora Adela Rivas Obé desapareció, el 22 de 
septiembre de 2016, afuera de las clínica del Instituto
 Mexicano del Seguro Social en Zihuatanejo y el 11 
de octubre sus restos fueron encontrados en un barranco
 cercano a la playa Majahua. 
Foto: cortesía de la familia.

El libro comienza con el poema “Sin Palabras”  de Frida Varinia “La palabra justicia me sabe amarga… La llamada paz me parece un ave sin vuelo en el desierto”. Frida nos habla de cómo las palabras justicia, dignidad, respeto y paz ya no expresan nada y son sustituidas por otras como: miedo y violencia.
El autor del libro Wilibaldo Rojas Arellano dice en la introducción: “No puedo fallarle a quien salvó mi vida cuando me secuestraron los judiciales el 21 de febrero de 1993. No puedo fallar a quien me cuidó en la huelga de 20 días en octubre-noviembre del 1997”, en referencia a los momentos críticos en que Adela Rivas estuvo a su lado. Este libro sirve también para asomarnos a la vida de su autor y del pueblo de Atoyac.
Wilibaldo recuerda que siendo estudiante residente de la casa de estudiantes 10 de Junio fundada en 1982, conoció a Adela en una marcha campesina que se efectuó de Acapulco a Chilpancingo. Los dos coincidieron en las movilizaciones de 1984 exigiendo subsidio para la Universidad Autónoma de Guerrero que ese año fue golpeada por el gobierno.
Adela Rivas Obé fue descendiente del inmigrante francés León Obé Penitoc, el mismo que vino a instalar la maquinaria que dio vida a la fábrica de hilados y tejidos Progreso del Sur Ticuí y se quedó a vivir acá casándose con una atoyaquense. Los Obé, cuya rama principal está en El Ticuí, son gente de trabajo. Son personas que desde que amanece están dedicadas a su labor. Es gente de paz que vive de su trabajo.
En mi caso conocí a la doctora Adela Rivas allá por 1988, yo era un joven preparatoriano de 17 años y ella una aguerrida dirigente estudiantil de la escuela de medicina dependiente de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro). Ya era enfermera, y vivía por el rumbo de Ciudad Renacimiento en Acapulco, después se vino a vivir a la ciudad de Atoyac, en aquel tiempo esposa de Wilibaldo Rojas Arellano. Se incorporó al PRD donde siempre defendió con coraje y convicción su postura. Adela fue una perredista pura y combativa consecuente con sus principios.
Recuerdo que Wilibaldo Rojas Arellano llegó al municipio de Atoyac a mediados de abril de 1989 como maestro de la escuela preparatoria número 22, llegando ocupó el cargo de subdirector, al mes siguiente el 5 de mayo se fundó el Partido de la Revolución Democrática. Inmediatamente él y Adela Rivas se incorporaron a las tareas del nuevo partido, el día de las primeras elecciones, el 3 de diciembre de ese año, los dos recorrieron la ruta Río Santiago-Cucuyachi donde les tocó enfrentar las maniobras del fraude electoral. Luego Wilibaldo sería representante suplente ante el Consejo Electoral encabezado por Eleazar Radilla, El Ruso; que tenía sus oficinas en la calle Aquiles Serdán, ahí los perredistas permanecieron ocho días en plantón.
Wilbaldo recuerda que la madrugada de 11 de diciembre de 1989, cuando apenas se había revisado un tercio de las actas de escrutinio, el PRI llevaba mucha ventaja, en Las Delicias, tierra de los Rojas Arellano, con menos de 30 viviendas, el tricolor había sacado 350 votos. Al ver que se estaba cometiendo un escandaloso fraude Otilio Laurel, representante del PRD, exigió al presidente del Consejo Electoral abriera el paquete para contar los votos, pero no aceptó y las cosas se pusieron ríspidas.
La madrugada del 11 de diciembre los perredistas, que estaban en plantón, fueron atacados por más de 300 policías antimotines, que llegaron lanzando piedras de río sobre los manifestantes quienes para defenderse de la agresión usaron las botellas de refrescos que Fulgencio Hernández tenía para su venta en un puestecito que había instalado junto con Lucía Hernández. Setenta cajas de Coca Cola, con 24 refrescos cada una, se quebraron sobre los escudos de la policía, los vidrios quedaron como arena en el piso.
Los 23 heridos que hubo fueron trasladados al hospital en una combi de la maestra Guadalupe Galeana Marín y a la casa de doña María Manríquez donde los atendía el doctor Elio Dionisio Ponce. A don Gonzalo Jaimes se lo llevaron mal herido a San Jerónimo y después al puerto de  Acapulco.
Ese día los policías se llevaron de rehenes a dos perredistas, uno de la Cuauhtémoc y otro de Cacalutla. Un cochecito Brasilia de Isael Mercado quedó despedazado e inservible de tanta piedra que le cayó. El doctor Elio Dionisio también ya nunca arregló su acarro, le puso un nailon en la parte trasera después que lo quebraron los cristales las piedras de los antimotines. A Jesús Valdez le tumbaron un diente de una pedrada.
Luego como método de lucha, el día primero de enero de 1990, se organizó la Comuna Popular Revolucionaria con Octaviano Roque Ruíz a la cabeza y el comisario de El Paraíso Adrián Araujo le tomó la protesta. Así se vino la lucha permanente del PRD en que participaría siempre en primera fila la doctora Adela Rivas Obé.
El 15 de septiembre de 1996, fue baleado en El Paraíso el regidor Mario Valdez Lucena. Un grupo de priistas lo atacó con cuernos de Chivo, rifles R-15 y escopetas automáticas, hecho que le dejó ocho cicatrices de bala, el ojo izquierdo totalmente perdido y el derecho sin pupila, sin iris y recuperada su visibilidad en un 50 por ciento. Actualmente está a punto de quedar ciego por completo. La doctora Rivas estuvo muy cerca de Mario Valdez en su proceso de atención médica, incluso su intervención fue fundamental para que fuera atendido en IMSS de Acapulco.
Fue regidora por su partido en el periodo de 1999 al 2002. Recuerdo que salió electa candidata en una convención de perredistas, y cuando andaba buscando apoyo de los amigos y compañeros la acompañé a la sierra, juntos recorrimos la ruta Atoyac-Paraíso. En ese recorrido hablamos de mis proyectos de vida, me aconsejó que me enfocara en una sola cosa, estuvo de acuerdo que debería ser al periodismo y a escribir. Después que ella ganara la regiduría, yo dejaría la política y así lo hice. Ese periodo que encabezó como alcalde priista Acacio Castro Serrano lo reporteé por entero. Recuerdo a la regidora Adela Rivas defendiendo a los campesinos de la sierra que cayeron en manos de la policía judicial y siendo inocentes fueron torturados severamente.
María Elena Parra Mesino fue detenida el 13 de julio de 1999 en Atoyac de Álvarez, acusada de homicidio y encarcelada en el penal de Acapulco, era miembro de las familias de la comunidad de Agua Fría desplazadas por la violencia, Adela le dio seguimiento a ese caso y tuvo que enfrentar a las autoridades penitenciarias porque María Elena sufrió violencia y abusos sexuales dentro del reclusorio de Tecpan de Galeana.
El día 26 de octubre de 1999, como a las 10:30 horas, fue detenido Carlos López Mesino en Mexcaltepec, por el comandante Víctor Manuel Castro Valente, acusado de secuestro y de escribir anónimos junto a Rogaciano Rojas Rojas y Leonel Radilla, los familiares fueron con Adela y ella inmediatamente acudió a la comandancia para pedir al detenido, junto con Silvestre Balbuena el otro regidor del PRD.
Carlos López Mesino contó que lo dejaron de torturar, por el rumbo de la presa derivadora, cuando se escuchó por radio que una regidora se lo estaba exigiendo al comandante Víctor Manuel Castro Valente. Los viejos trabajadores de limpia la recuerdan con cariño, porque como edil luchó por mejorar sus condiciones de vida. Igual dio la cara por los campesinos de El Quemado y otras comunidades de la sierra. Los trabajadores sindicalizados del Ayuntamiento le agradecieron su intervención para que se les otorgara el servicio del Seguro Social.
Adela Rivas Obé, Guadalupe Galeana Marín, Ángeles Santiago Dionicio, Lucía Chávez Hernández, María Manríquez y Angélica Castro, son de esas mujeres a quienes mucho debe el movimiento democrático de Atoyac. Después de concluir su periodo como regidora Adela se retiró del PRD y se dedicó a ejercer su profesión como médica, tanto en su consultorio particular como en el IMSS. No pocos son los que le agradecen su intervención para aliviar sus males.
Aunque los últimos años, ya no teníamos mucho contacto con Adela, seguía todo lo que posteaba en su muro del Facebook, así encontré que estaba dedicada a la religión, pues mucho posteaba oraciones y reflexiones cristianas. Su último post, hecho casi una hora antes de su desaparición, se refería a que la raíz de todos los males es el dinero: “Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores”, 1 Timoteo 6:10.
Adela Rivas Obé tenía 52 años, era médico cirujano, al desaparecer se desempeñaba como directora de la micro-zona del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en la región de la Costa Grande que incluye las clínicas de Papanoa, La Unión y Petacalco con sede en la cabecera municipal de Petatlán. Tenía una antigüedad en el IMSS de 25 años con seis meses en el área médica, de joven fue socorrista de la Cruz Roja de Chilpancingo, enfermera en el Hospital General Regional número 1 “Vicente Guerrero”.
Ella nació en Acapulco el 8 de septiembre 1964, hija de  Jesús Rivas Paniagua originario de Michoacán y de la señora Angelina Obé Rosas nativa de El Ticuí. Fue madre de Bolívar Darío de 23 y Emiliano Rojas Rivas de 19 años. Por muchos años fue esposa de Wilibaldo Rojas Arellano miembro del histórico grupo Los Barbones quienes destacaron en la lucha perredista durante la década de los noventa del siglo pasado.
Adela estudió la primaria en el Instituto Victoria de Acapulco, la secundaria en la federal número 2, la licenciatura en enfermería número 2 de la UAGro en Acapulco, hizo su servicio social en el Centro Médico Chilpancingo y recibió su título el 4 de junio de 1987. Luego cursó la facultad de medicina también de la UAGro, en la generación 1987-1993, egresó como médico cirujano, recibió su título el 17 de octubre de 1997 y su  cédula profesional es la número: 2597401. Hizo su internado en el hospital Vicente Guerrero del IMSS en Acapulco y su servicio social en la Clínica del IMSS de Papanoa municipio de Tecpan de Galeana en 1993-1994.
Fue una profesionista al servicio de la gente y como como dice su familia “al servicio de Dios”. De adolescente trabajó transitoriamente como costurera para ganar unos cuantos pesos para pagar los gastos de sus estudios. Wilibaldo Rojas escribe que fue su hermana Sandra Luz, quien le ayudó a conseguir el empleo en el Instituto Mexicano del Seguro Social. “No fue sencillo, fueron varios meses de espera y también hay que hacer méritos”.
Adela Rivas Obé desapareció el 22 de septiembre de 2016 de la clínica 8 del IMSS en Zihuatanejo luego de salir de una reunión oficial de carácter administrativo. En esos días investigaba el robo de medicamentos de la farmacia de la clínica del IMSS de Petacalco.
Después de su desaparición se hizo todo para localizarla viva, desde ayunos, marchas, oraciones y hasta consultas con espiritistas y chiriperos que les decían que estaba viva que no dejaran de buscarla, otros decían que a lo mejor los narcos se la habían llevado para curar heridos. Pero luego su cuerpo sin vida fue hallado por un pepenador el 11 de octubre en un barranco cercano a la Playa Majahua en Zihuatanejo.
La familia no reconoció los restos a simple vista, fue hasta el 17 de octubre que el titular de la Fiscalía General del Estado (FGE), Xavier Olea Peláez anunció que los restos encontrados eran de la doctora, según el resultado de los estudios de ADN que le practicaron.

domingo, 18 de febrero de 2018

Victoria Hernández Brito


Víctor Cardona Galindo
En 1987 ingresé a la preparatoria número 22 de Atoyac, ese mismo año asistí a un encuentro de estudiantes en Chilpancingo, en el auditorio Juan R. Escudero de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro), me llamó la atención un grupo de jovencitas a las que identificaban como Las Viquis, después supe que eran residentes de la casa de estudiantes femenil Victoria Hernández Brito.
Victoria Hernández Brito fue dirigente del comité de
defensa de la Escuela Superior de Agricultura y fue
desparecida por la judicial del estado el 11 de noviembre
 de 1972. Foto: informe de la Comisión de la Verdad

Era el periodo de Ramón Reyes Carreto, en las marchas que realizamos por exigir subsidio para la universidad, también se pidió la presentación de los desaparecidos políticos universitarios entre ellos Carlos Días Frías y Victoria Hernández Brito, los compañeros únicamente me informaron fueron desaparecidos por la Policía Judicial del Estado en el sexenio negro de Rubén Figueroa Figueroa.
Siendo colaborador de la Comisión de la Verdad del estado de Guerrero me volví a topar con el tema, algunos compañeros compartieron conmigo datos sobre Victoria Hernández Brito, hurgando en el Archivo General de la Nación se encontraron algunas fichas sobre el tema y particularmente me llamó mucho la atención que su desaparición esté relacionada a otras de campesinos originarios de la sierra del municipio de Atoyac.
Victoria fue desaparecida el 11 de noviembre de 1976. Era dirigente estudiantil de la Escuela Superior de Agricultura (ESA), localizada en Tuxpan, municipio de Iguala, en el periodo en que el gobernador Rubén Figueroa Figueroa despojó a la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro) de las instalaciones de ese centro educativo y decretó su desaparición. Victoria junto con la mayoría de sus compañeros, no dejó de luchar por la vía jurídica y política para obligar al gobernador a restituir el inmueble.
Un día antes de su secuestro, asistió a un mitin afuera de la Secretaría de Gobernación y de las instalaciones de la Suprema Corte de Justicia en la Ciudad de México para exigir la devolución de su escuela. Al regresar a Iguala notó que personas no identificadas la seguían a distancia.
Al amanecer del día 11, un grupo de agentes policiacos comandados por Mario Arturo Acosta Chaparro irrumpió con lujo de violencia en su domicilio, ubicado en la calle Ignacio López Rayón número 24, en Iguala. Golpearon a sus padres y a sus hermanas y después de voltear las camas al revés con el pretexto de buscar armas, se la llevaron con rumbo desconocido. Se dice que fueron 15 individuos armados quienes la subieron a la fuerza a un vehículo Volkswagen tipo combi, con placas del Distrito Federal, todavía con ropa de dormir. Se la llevaron a las instalaciones de la ESA, donde la torturaron y ahí se le perdió el rastro. Lorenzo Roldán Montes, Simitrio, fue quien guió a los judiciales para que la detuvieran. Ese día también se llevaron a su sobrina María, pero luego la soltaron.
Resultó que en octubre de 1976 secuestraron a Enrique Pineda Cuevas, un rico comerciante de Iguala, hecho que fue aprovechado por el gobierno de Rubén Figueroa para reprimir a los activistas de la ESA. A Victoria la implicaron con este secuestro y con el Comando Armado Revolucionario 10 de Junio.
Victoria Hernández Brito cuyo verdadero nombre era Victoria Fernández Brito fue una de las fundadoras de la Central de Estudiantes Igualtecos. Desde que ingresó a la Escuela Superior de Agricultura (1970), participó activamente en la lucha por la democratización de la escuela y por conseguir un local propio. Ya como pasante ocurrió el despojo de las instalaciones de la ESA. Por eso fue una de las promotoras del Comité de Lucha de la escuela, el cual encabezó las luchas y movilizaciones, y formó parte de las comisiones que exigían al gobierno la devolución de las instalaciones.
Después de la muerte de Lucio Cabañas, hubo una etapa de recomposición de fuerzas de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR) y del Partido de los Pobres. La directriz fue dedicar mayor atención al movimiento universitario y sus integrantes se propusieron promover lo político-legal. En ese contexto viejos cuadros de la ACNR entraron en comunicación con estudiantes como Victoria Hernández Brito.
El 31 de octubre de 1976 el Comando Armado Revolucionario 10 de Junio, resultado de una alianza transitoria entre el Partido de los Pobres y la ACNR, secuestró al empresario Enrique Pineda Cuevas. De acuerdo con los datos que manejaba el gobierno, el grupo estaba dirigido por Arturo, e integrado por Lorenzo Gervasio Morales, Fernando, Salvador, Raúl Gregorio Hernández Brito, Alberto Salgado Antúnez, Carlos Alberto Benavides Alcocer y Victoria Hernández Brito.
En el momento del pago del rescate, agentes de la Policía Judicial del Estado y de la Dirección Federal de Seguridad detuvieron a Lorenzo Roldán Montes, quien durante las torturas proporcionó datos para lograr la localización del plagiado Enrique Pineda Cuevas, quien fue rescatado a las 12 horas del mismo día. En ese mismo lugar detuvieron al joven estudiante Crispín Hernández, militante de la ACNR que se encontraba cuidando al secuestrado en Xalitla.
Lorenzo Roldán entregó a todos los miembros de su célula (los hermanos Juan y Margarito Castillo Iturio, Ramón Iturio Fierro, la esposa de Miguel Castillo Iturio y Jeremías Cabañas Serafín), así como la casa de seguridad donde se encontraban reunidos.
Como resultado de los operativos posteriores al secuestro, la Policía Judicial y la Dirección Federal de Seguridad, comandadas por Mario Arturo Acosta Chaparro, detuvieron-desaparecieron en noviembre de 1976 a Victoria Hernández Brito el día 11: a Crispín Hernández, el 13; a Rafael Castro Hernández, miembro de la Dirección Nacional del Partido de los Pobres, el 18; a Humberto Cabañas Alvarado y Margarito Castillo Iturio, militantes del Comando Armado Revolucionario 10 de Junio y del Partido de los Pobres en la capital del país, el día 19; a Carlos Alberto Benavides Alcocer, el día 20; a Juan Castillo Iturio, militante de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento del Partido de los Pobres, el día 22, también en la Ciudad de México; y a Ramón Iturio Fierro, militante del Partido de los Pobres, el 28 de noviembre de 1976. Los Cabañas e Iturio había dejado la sierra de Atoyac después de la muerte de Lucio Cabañas porque el gobierno había centrado la persecución contra la familia del guerrillero atoyaquense.
Los siguientes meses no dejaron de caer militantes y casas de seguridad del Partido de los Pobres. Lorenzo Roldán Montes fue presentado y consignado.
El 19 de diciembre de 1976, Lorenzo Roldán informó en su declaración que el grupo del que él formaba parte lo dirigía Francisco Fierro Loza y estaba constituido, por El Chile, (Manuel), Jorge, Luis o Russel, Norma María, Pedro (Arturo, que es profesor y se sabe que perteneció a la gente de Genaro Vásquez), Polanco (Raúl), Rafael (Hipólito), La Tecla y El Zarco (Gilberto).
En esa misma declaración, Roldán dice que el Comando Armado Revolucionario 10 de Junio está constituido por Alfonso (Raúl Gregorio Hernández Brito); Catalino, que piensa que está detenido; El Cejas Blancas (Salvador), encargado de asesinar a Élfego Coronel; Dante o José Manuel (Arturo) quien dirige este comando; Elizabeth (Victoria Hernández Brito); Martín, Mauro (Alberto Salgado Antúnez); Norma, Raúl o El Norteño; Rubén (Lorenzo Gervasio Morales), ex miembro de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento; y El Topo (Fernando). Además, declara que existe otra célula reclutada por Fierro Loza,  formada por los profesores Eloy Cisneros Guillén, director de la Preparatoria 5 de Acapulco; Juan Báez Sánchez y Juan Alfredo Martínez Hernández.
Victoria Hernández Brito, en realidad se apellida Fernández Brito, es hermana de Gregorio Fernández Brito. Le pusieron Hernández por un error del agente del registro civil. Gregorio también fue víctima reiterada de la tortura y la desaparición forzada. Estuvo recluido en el Campo Militar Número Uno, sujeto a una tortura cruel. Los Fernández Brito son originarios de Huixtac, municipio de Taxco de Alarcón.
Tanto Gregorio como Victoria dejaron su pueblo natal y emigraron a Iguala, donde hacían trabajos de costura. Desde principios de los sesenta entraron en comunicación con la Asociación Cívica Guerrerense que dirigía Genaro Vázquez Rojas. Los talleres de costura los tenían en la misma casa en la que vivían. Ese oficio era ejercido por el también desaparecido Elpidio Ocampo Mancilla. Los del equipo de trabajo de sastrería eran cívicos. Iguala fue una de las ciudades con más presencia de los cívicos; es ahí donde Victoria y su hermano entablan contacto político con Genaro Vázquez y Elpidio Ocampo. Desde muy jóvenes simpatizan con la lucha social.
El maestro Arturo Miranda conoció a Victoria cuando ella era una jovencita, pero tuvieron una relación más cercana cuando ingresó como estudiante a la ESA. A partir del golpe que el gobierno de Figueroa Figueroa le dio a la Universidad con la desaparición de la Escuela Superior de Agricultura, empezaron a destacar varios estudiantes jóvenes, entre ellos Victoria Hernández Brito, quien se convirtió en un blanco de ataque por su firmeza en la lucha. Por eso ahora la Escuela Superior de Agricultura lleva su nombre.
Victoria es hija de Roberto Fernández Hernández y Agueda Brito Arizmendi. Nació el 6 de marzo 1951 en Huixtac, Taxco. Estudió la primaria en la escuela Mártires del 27 de Octubre en su pueblo natal, y la secundaria en la escuela Ignacio Manuel Altamirano de Iguala; la preparatoria la hizo en la 24 de febrero incorporada a la Secretaría de Educación Pública.
Su familia la integraban nueve hermanos, seis mujeres y tres hombres. Hasta el año 2013 vivían dos de ellos: Teófila y Gregorio Fernández, el quinto de los hermanos. Juan, Daniel, Claudia, Paulina, Heriberta y Margarita Fernández ya murieron. Victoria es la menor de todos los hermanos. Su padre cultivó la tierra, trabajó de albañil en una compañía minera. De todos los hijos, la única que estudió fue Victoria.
De pequeña fue una niña tranquila. Con sus hermanos hacía las labores de la casa y todos iban a la escuela. Sus hermanos se quedaron en la primaria y ella continúo. “Después nos trasladamos a Iguala, en 1963 o 1964, y ella continúo sus estudios ahí. Estudió secundaria, la preparatoria, la profesional”, dice Gregorio Fernández, quien fue entrevistado por Hannia Bermúdez.
Sus primeros hermanos murieron muy pequeños. Los que quedaron se fueron a Iguala. “Mi hermana Teófila, Victoria, Margarita y yo. Pero Margarita se fue a un convento en México. Victoria era alegre, amigable, muy sociable; le gustaba mucho el estudio, tenía mucho interés en superarse, incluso nos pidió nuestra opinión para que nosotros dijéramos qué estudios podía continuar, en qué seguía estudiando y se acababa de fundar la Escuela Superior (de Agricultura); puedes de ahí, tú puedes seguir trabajando con los campesinos, de mejorar, de apoyar a los campesinos”, dice Gregorio.
Muy buena y muy inquieta en los problemas del campo y de los campesinos. Estaba a punto de terminar sus estudios de agricultura. “Ya después que la desaparecieron nos entregaron el anillo de graduación, ya estaba pues por terminar. Tuvo novios, pero nunca vivió con nadie”. Vivía con sus padres. Se dedicaba a sus estudios y los fines de semana, y en vacaciones, visitaba a los campesinos que asesoraba. Era católica como toda su familia.
Conoció a Genaro cuando estaba en la prepa y platicó con él. Ella se informaba sobre las cosas que sucedían en el estado y se organizó con los estudiantes de su escuela, pero no participó activamente en ningún partido, su hermano dice que tampoco en la guerrilla. En la escuela formaba parte de la Federación de Estudiantes.
Cuando la detuvieron, los policías se llevaron mucha información de la casa donde vivía con sus padres. Se llevaron todos sus documentos. A la familia no le quedó nada.



sábado, 10 de febrero de 2018

Elpidio Ocampo Mancilla II y última parte


Víctor Cardona Galindo
El Consejo de Autodefensa del Pueblo (CAP) a nivel estatal estaba encabezado por Genaro Vázquez Rojas, Antonio Sotelo Pérez, Ismael Bracho Campos, Pedro Contreras Javier y Florencio Chacón. En Iguala la presidencia de dicho consejo recayó en Elpidio Ocampo Mancilla; la secretaría general en Florencio Chacón; comisión de finanzas, María Franco, Felipa Pérez y Esteban Salgado; comisión de prensa, Adolfo Arroyo, Prudencio Casarrubias y Mateo Lagunas; comisión política, Isaías Ocampo y Erasmo Delgado; comisión de acción campesina, Otilio Mejía y Pedro García; comisión de acción obrera, Gregorio García y Filomeno García; comisión de vivienda popular, Bertoldo Vázquez y Macario Carreón; y el asesor jurídico fue Eugenio Zapata.
Elpidio Ocampo Mancilla fue detenido, el 30 de enero
 de 1972, por agentes de la Dirección General de
 Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia
 que llegaron hasta su casa en Atencingo Puebla, desde
 esa fecha se encuentra desaparecido. 
Foto: Cortesía de la familia.

En 1966, durante la persecución estatal permanente contra los cívicos, el 27 de abril fue asesinado el campesino Pedro Cortés Bustos, originario de San Luis Acatlán. El 22 de noviembre, Jesús Orduña e Isaías Ocampo fueron detenidos en la Ciudad de México y traídos hasta la cárcel de Iguala, donde se le recluyó con procesos inventados.
El 24 de julio de ese año, en Iguala, Genaro Vázquez se reunió con los cívicos en la casa de Elpidio Ocampo Mancilla y de ahí partió a la Ciudad de México porque la policía le pisaba los talones. Tres días después a las seis de la tarde el 27 de julio de 1966, la casa de Elpidio fue rodeada por cientos de policías para detener a todos los dirigentes, entre ellos el propio Elpidio y Genaro. El comandante Mario González de los Santos gritaba que iba “por órdenes de Abarca Alarcón para detener vivo o muerto a Genaro Vázquez”.
Entraron por la puerta mientras disparaban hacia todos lados y otros empezaron a brincar por la barda al interior de la sastrería. La mayoría de los presentes salieron ilesos, menos Delfino Ocampo, de 14 años, hijo de Elpidio. “Los policías irrumpieron en la casa, disparando al interior y es ahí donde cayó muerto mi hermano y otras dos personas salieron heridas”, narró Moisés Ocampo. Otros testimonios dicen que ese día los judiciales también hirieron mortalmente a la niña Elvia Solorio, quien falleció después. Elpidio fue detenido, aunque le concedieron permiso para asistir al sepelio de su hijo.
Los judiciales que actuaron en esa ocasión jamás mostraron orden de cateo o detención. Se vejó, golpeó y encarceló en la prisión municipal a los cívicos y miembros del CAP de Iguala Elpidio Ocampo Mancilla, Jesús Orduña Mejía, Raúl Hernández e Isaías Ocampo. Además, la policía robó bienes propiedad de la familia Ocampo por valor de 24 mil pesos. Ante estos hechos, tras salir de la cárcel, Elpidio consideró que ya no había condiciones para seguir viviendo en Iguala y se trasladó con sus hijos y esposa a Atencingo Puebla.
El Consejo de Autodefensa del Pueblo realizó grandes movilizaciones de protesta por la represión ejercida en contra de sus militantes y llamó a preparar la huelga cívica popular acordada el 23 de junio por la asamblea de los 16 pueblos del norte del estado. En el mismo tenor, hizo un mitin el 7 de agosto frente al monumento a la Bandera Nacional en Iguala.
Este hecho marcó otra etapa en la lucha, cuenta Antonio Sotelo: “Después de la vil agresión a la familia Ocampo en Iguala, Genaro empezó el acopio de armas de todos los calibres y el reclutamiento de elementos de otras partes de Guerrero, y estableció el cuartel general en casa de su tío Constancio Rojas en Acapulco”.
El 2 de agosto de 1966, junto con las firmas de José Bracho Campos, Roque Salgado y Pedro Contreras, habían difundido un desplegado en contra del gobernador Raymundo Abarca Alarcón, lo que para aquellos tiempos significaba un grito de guerra que podía desembocar en la muerte o el encarcelamiento de los disidentes.  
El 11 de noviembre de 1966, Genaro Vázquez Rojas fue detenido por la policía del estado de Guerrero a las puertas del local de la Central Campesina Independiente en la Ciudad de México. El líder cívico fue conducido directamente a la cárcel de Iguala.
Después de la masacre coprera del 20 de agosto de 1967 en Acapulco, el Consejo de Autodefensa del Pueblo de Guerrero presentó su análisis el 24 de agosto y tomó posición. Exigió la libertad de los presos políticos Genaro Vázquez, Antonio Sotelo, Pedro Contreras y Fausto Ávila. Firmaban el comunicado Roque Salgado por la LARSEZ; Donato Contreras por la Unión Libre de Asociaciones Copreras; Ismael Bracho por la Unión de Cafeticultores; Elpidio Ocampo Mancilla por el Consejo de Autodefensa de Iguala; Magdaleno Pino por el Consejo de Autodefensa de Atoyac; Pablo Orbe por el Consejo de Autodefensa de Tecpan, y varios más.
Un mes después de que Lucio Cabañas se remontara a la sierra, Genaro Vázquez -que estaba preso en Iguala- decide también integrar su primer comando armado con “Roque Salgado Ochoa, José Bracho Campos, Donato Contreras Javier y su hermano Pedro Contreras Javier, Filiberto Solís Morales -cuñado de Genaro-, Abelardo Velázquez Cabañas y Prudencio Casarrubias. Escogieron para campamento de entrenamiento la huerta de café de la familia Contreras de San Vicente de Benítez, en la sierra de Atoyac. Se hacían pasar como peones para la limpia de dicha huerta, siendo comisionado Roque como primer responsable y Bracho como segundo” comenta Arturo Miranda Ramírez en su libro La violación de los derechos humanos en el estado de Guerrero durante la “Guerra Sucia”; una herida no restañada. Genaro sugirió que integraran también al comando a Ceferino Contreras Ventura, padre de Donato y Pedro, por su experiencia y resistencia como trabajador del campo.
El 22 de abril de 1968, a las 11 de la mañana, el primer comando armado de la Asociación Cívica Guerrerense liberó a Genaro Vázquez Rojas cuando, fingiendo un dolor de muelas, era trasladado de la cárcel municipal de Iguala al centro de salud, custodiado por tres policías. El comando estaba integrado por el jefe Roque Salgado Ochoa, José Bracho, Filiberto Solís Morales, Abelardo Velázquez Cabañas, Ceferino Contreras Ventura y sus hijos Donato y Pedro.
“Este grupo, que llamábamos Comando Armado Vicente Guerrero, fue preparado para rescatar a sangre y fuego a Genaro de las garras del estado. Genaro planeó la estratagema siguiente: fingir un dolor de muela para que lo trasladaran a una clínica dental que se encontraba a unos 200 metros de la cárcel. El primer intento no dio resultado porque muchos niños que salían de la escuela Herlinda García estuvieron en peligro de perder sus vidas” escribió Antonio Sotelo.
La segunda vez, “cuando la policía conducía al compañero Genaro, el comandante Roque Salgado le marcó el alto y le ordenó que dejaran en libertad al reo, pero la policía en forma imprudente empezó a disparar contra los cívicos; el comando armado contestó el fuego y se trabó un tiroteo”, dice Sotelo.
Las cosas estuvieron así: “a las 10 y media de la mañana Vázquez Rojas salió de la prisión custodiado por el sargento de la policía urbana Librado Mendoza Espino y el policía José Rodríguez Flores, así como el agente de la judicial Maclovio Salgado Ocampo quienes fueron encargados de llevarlo al centro de salud. El enfrentamiento con la policía duró unos siete minutos”, dice la crónica de Orlando Ortiz, Genaro Vázquez, en Antologías temáticas II, editorial Diógenes.
El grupo, ya con Genaro, huyó en un automóvil a toda velocidad. Dos secciones del 49 Batallón de Infantería al mando del mayor Ángel Román León Pérez los persiguieron. Pero en el puente que se encuentra en la prolongación de las calles de Álvarez sólo hallaron un auto modelo 1963, marca Ford Galaxie, placas 70-70-B, azul oscuro, abandonado por los flamantes guerrilleros que huyeron a caballo por la orilla del río hasta llegar a la colonia Guadalupe y de ahí tomaron el camino a Huamaxtla.
En su huida, los cívicos cayeron en una emboscada que les tendieron los militares del 49 Batallón Infantería y se dio un sangriento enfrentamiento, el primero de la nueva guerrilla guerrerense.
En el tiroteo con militares, que tuvo lugar en Icatepec, Ceferino Contreras fue herido por un balazo que rebotó de una piedra y prácticamente le hizo pedazos la rodilla. Donato se quedó cuidándolo y lo cubrió con piedras para que no lo encontraran. Más tarde los soldados dieron con el herido y después de ser detenido en la cárcel le sacaron las esquirlas de bala que tenía en la rodilla. El enfrentamiento comenzó a las tres de la tarde y duró horas; ya estaba oscuro cuando todavía se escuchaban los disparos de los soldados.
El resultado final del rescate de Genaro fueron dos cívicos muertos, Filiberto Solís y Roque Salgado; dos heridos, Ceferino y José Bracho. Por parte del gobierno, dos policías murieron y no se supo el número de bajas por parte del ejército. Con los cívicos iban dos arrieros a quienes les habían rentado unos caballos; uno de ellos, Erasmo Delgado Salgado, también perdió la vida en el enfrentamiento, y al otro se lo llevaron detenido los soldados.
Genaro Vázquez, José Bracho -que iba herido-, Pedro Contreras, Abelardo Velázquez y Donato Contreras lograron escapar al cerco militar por caminos diferentes. A los pocos días se reencontraron en la sierra de Atoyac, en el punto conocido como El Triángulo. Es allí donde se realizó la reunión de fundación de lo que se denominaría en adelante Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR).
El 19 de noviembre de 1971 un comando de la ACNR secuestró a Jaime Castrejón Díez, rector de la Universidad Autónoma de Guerrero y gerente de la Coca Cola. Como rescate, la organización exigió la excarcelación de presos políticos y dinero en efectivo. Para esas fechas era gobernador Israel Nogueda Otero. Como logro del secuestro, el 27 de diciembre de 1971 fueron excarcelados y enviados a Cuba Mario Renato Menéndez Rodríguez, Demóstenes Onofre Valdovinos, Florentino Jaimes Hernández, María Concepción Solís Morales, Santos Méndez Bailón, Rafael Olea Castaneira, Ismael Bracho Campos, Antonio Sotelo Pérez y Ceferino Contreras Ventura. En diciembre de 1971, la ACNR liberó al rector y cobró el dinero del rescate.
El 30 de enero de 1972, agentes de la Dirección General de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia llegaron hasta el hogar de Elpidio Ocampo Mancilla, en Atencingo, Puebla, lo detuvieron y lo desaparecieron. Nunca más regresó a su casa. Desde entonces su hijo, Moisés Ocampo Delgado, dirigente del Movimiento Urbano Popular de Iguala (MUPI) y profesor de la escuela preparatoria 32, lo busca.
De acuerdo a los testimonios de los familiares ese día llegaron cerca de 15 vehículos con alrededor de 30 agentes judiciales vestidos de civil y fuertemente armados; llevaban detenidos a Jorge Mota González y Fausto Ávila Juárez quienes iban brutalmente golpeados, ellos fueron testigos de cómo torturaron a Elpidio Ocampo en las instalaciones de la Dirección General de Policía, en Tlaxcoaque, Distrito Federal.
El mismo día que detuvieron a Elpidio también cayó en manos de la policía Consuelo Solís Morales, esposa de Genaro Vázquez, junto con otros miembros de la ACNR, quienes fueron llevados primero a los separos de Tlaxcoaque y posteriormente al Campo Militar Número Uno. En los dos lugares, los detenidos fueron torturados. Luego todos fueron puestos en libertad salvo Ocampo, quien hasta la fecha está desaparecido. Su esposa, Reyna Delgado Moreno, recorrió varias corporaciones policiacas en el Distrito Federal, Puebla, Chilpancingo y Atoyac. También visitó el Campo Militar Número Uno y nada.
A los pocos días Genaro Vázquez Rojas murió en un accidente automovilístico, a las 2:55 horas del 2 de febrero de 1972, en el kilómetro 226 de la carretera México-Morelia. Tenía 35 años de edad.

domingo, 4 de febrero de 2018

Elpidio Ocampo Mancilla


Víctor Cardona Galindo
El 10 de septiembre de 1959, en la Ciudad de México, quedó constituida la Asociación Cívica Guerrerense (ACG) y se nombraron comisiones para recorrer el estado de Guerrero y formar los comités cívicos municipales. Se buscaba recoger las quejas del pueblo contra el gobernador Raúl Caballero Aburto para denunciarlas ante el gobierno federal. En el primer recorrido que realizó Genaro Vázquez Rojas por la entidad, se sumó en Iguala Elpidio Ocampo Mancilla, quien se convirtió en uno de los integrantes más destacados del movimiento cívico en esa localidad. El mitin realizado el 20 de abril de 1960 en la “ciudad de los tamarindos” le valió su primera orden de aprehensión.
Elpidio Ocampo Mancilla. Foto: Cortesía de la familia.

Elpidio Ocampo Mancilla nació el 4 de marzo de 1929 en la comunidad de Ojo de Agua municipio de Taxco de Alarcón Guerrero. En su juventud emigró a Iguala para dedicarse a la sastrería. Una vez integrado al movimiento contra Caballero Aburto, su domicilio de la calle Abasolo número Uno se convirtió en el cuartel general de “los cívicos”, que se reunían ahí para organizar manifestaciones pacíficas frente al palacio municipal.
La ciudad de Iguala fue uno de los bastiones más fuertes de los cívicos y estaba en pie de lucha permanente: todos los días se realizaban manifestaciones. Los caciques acusaron a Israel Salmerón, Elpidio Ocampo Mancilla y Enrique Bucio de intentar quemar el automóvil del presidente municipal Darío Arrieta Leyva, razón por la cual fue detenido Enrique Bucio.
El pueblo guerrerense se levantó en contra del gobernador Raúl Caballero Aburto por sus numerosos crímenes; los estudiantes mantenían tomadas las instalaciones de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro) en Chilpancingo, donde una parada cívica con apoyo popular se mantenía a la expectativa, pues el ejército había sitiado las instalaciones universitarias.
El 30 de diciembre 1960, en la mañana, al electricista Enrique Ramírez le tocó la misión de colocar una manta entre dos postes de la red de electrificación en la avenida Guerrero, uno de los cuales estaba cerca del cordón militar que sitiaba a la universidad. Se dispuso a subir al poste para colocar la manta, pero un soldado le ordenó que no lo hiciera; Ramírez no le hizo caso y empezó a ascender. Apenas había subido dos metros, cuando el militar le disparó con su rifle por la espalda, a quemarropa. Una hora después, el electricista estaba muerto.
La noticia de este crimen se extendió por toda la ciudad, se echaron a vuelo las campanas de las capillas y de la parroquia principal para llamar a la gente e informarle de lo que estaba pasando. Una muchedumbre se congregó cerca del cordón militar y a los pocos minutos aparecieron sobre la calle principal tres pelotones con las bayonetas de sus rifles por delante. Saúl López López en su texto “20 años de lucha universitaria, el caso de la UAG” publicado Revista de la Universidad Autónoma de Guerrero, en abril de 1983 dice: “La idea del pueblo fue siempre la de defender el último reducto de libertad y democracia que representaba la universidad, por eso, cuando la multitud vio venir a los pelotones rumbo al edificio docente, surgieron voces que proponían no dejarlos pasar, y armándose con leños y piedras que encontraron a la mano, hombres y mujeres formaron una valla para detener al ejército; ya frente a frente, cuando se iba a iniciar el parlamento, desde atrás surgió un proyectil que desató el zafarrancho. Hubo muestras de verdadero valor y heroísmo, como el de la joven Virginia Juárez D., quien se enfrentó a un soldado en desigual lucha, ella con un leño y él con un máuser”.
Trabajadores en el inicio de la construcción de la escuela
 primaria de El Achotal, en febrero de 1969. 
Foto: Archivo Histórico Municipal.

La refriega duró escasos minutos, tiempo suficiente para que el ejército dejara un saldo de 16 muertos y 54 heridos, muchos ellos de gravedad. “La verdad es que el ejército disparó en contra de una muralla de más de 2 mil ciudadanos, que al tañido de las campanas de la iglesia Santa María de la Asunción, se habían congregado en la alameda Granados Maldonado a fin de protestar por el asesinato de un electricista que murió a manos de un soldado cuando subía a un poste para colocar un letrero de protesta contra el mal gobierno de Caballero Aburto”, comenta Mario García Cerros en su libro Historia de la Universidad Autónoma de Guerrero.
El 4 de enero se conoció la noticia de la desaparición de poderes y fue designado gobernador Arturo Martínez Adame. La Coalición de Organizaciones Populares se mantuvo unida y se convirtió en un cuerpo consultivo para el nuevo gobierno. Genaro Vázquez fue excluido por su radicalismo y en ese tiempo ayudó a instalar consejos populares en los municipios donde había alcaldes caballeristas, como en el caso de Atoyac.
Elpidio, sin duda uno de los dirigentes más reconocidos de la Asociación Cívica Guerrerense, fue comandante de la policía municipal en el consejo cívico que encabezó Israel Salmerón en 1961. Antonio Sotelo Pérez en su libro Breve historia de la Asociación Cívica Guerrerense, jefaturada por Genaro Vázquez Rojas nos recuerda: “El municipio de Iguala, por primera vez en la historia política de Guerrero, vivió un momento de verdadera democracia; las decisiones eran sometidas a discusiones con el pueblo, la policía municipal era designada a sugerencia de la ciudadanía. El comandante de esa corporación, Elpidio Ocampo Mancilla, fue nombrado democráticamente por una asamblea popular de igualtecos”.
Durante el periodo de Salmerón hubo paz y tranquilidad, se eliminó la inseguridad y se le dio protección a la ciudadanía. A eso se debió que terminaran su periodo administrativo.
En los primeros días del gobierno de Martínez Adame, “los cívicos, encabezados por Elpidio Ocampo Mancilla, Isaías Duarte, Enrique Bustos e Israel Salmerón… formaban brigadas de autodefensa; una de ellas la tenían comisionada en Chilpancingo, la cual estaba reforzada por cívicos de todas las regiones de Guerrero. Estas brigadas se encargaban de no dejar entrar al palacio de gobierno a los caballeristas destronados que buscaban la tablita de salvación”, dice Sotelo.
Un día, los principales caciques de Coyuca de Benítez y de San Jerónimo quisieron entrar al palacio de gobierno en Chilpancingo pero los brigadistas, seguidos de vendedoras del mercado que portaban canastas de tomates y zapotes prietos, lo impidieron. “Rosendo Ríos Rodríguez, principal cacique de Coyuca, sacó de inmediato una pavorosa 38 súper y avanzó hacia la puerta del edificio. Elpidio y el grupo de igualtecos le cayeron encima, desarmándolo al instante; las mujeres del mercado les pasaban las canastas de zapote y tomates a los muchachos para que los utilizaran en contra del rijoso”.
En la segunda mitad de 1962 ya estaba la campaña electoral por la gubernatura del estado. El candidato cívico José María Suárez Téllez inició su campaña el 19 de agosto de 1962 en Ixcateopan, ante la tumba que guarda los restos de Cuauhtémoc, acompañado por sus dos hijas, Genaro Vázquez Rojas, Blas Vergara, Lucio Cabañas Barrientos y 80 igualtecos. Después de depositar una ofrenda floral ante la tumba del último emperador azteca, los cívicos se dirigieron al zócalo del lugar, donde desplegaron mantas con leyendas en las que pedían “Sufragio efectivo. No imposición” y realizaron un mitin.
Las elecciones estatales fueron el 2 de diciembre de 1962, Fausto Ávila Juárez en su texto inédito “ACNR: trayectoria de una organización revolucionaria” señala: “la organización no tenía registro, situación que aprovecharon los colegios electorales controlados por el gobierno y, siempre favoreciendo al partido oficial, el resultado fue que los candidatos cívicos no fueron registrados, eran ilegales. La única rendija que les dejaron para entrar al juego electoral fueron las candidaturas independientes, cosa que aprovecharon postulando a candidatos independientes y llamando a votar al pueblo por ellos marcando y poniendo el nombre del candidato en el cuadro en blanco que aparecía en las boletas electorales. Esto significó una dificultad más, pues Guerrero es un estado con un alto índice de analfabetismo, por lo que los dirigentes tuvieron que enseñar a los electores a escribir el nombre del candidato. El resultado fue sorprendente, porque los candidatos cívicos ganaron las elecciones, pero el aparato gubernamental les negó el triunfo y nuevamente impusieron gobernador: un médico chilpancingueño que trabajaba en Iguala, desconocido políticamente, pero que estaba manejado por el secretario de la Presidencia de la República, el licenciado Donato Miranda Fonseca”.
La Asociación Cívica Guerrerense propuso entonces un movimiento para denunciar el fraude electoral cometido en contra del pueblo de Guerrero. Pero el 31 de diciembre de 1962 llegó el golpe contra los cívicos. En la madrugada de ese día se produjo una balacera frente al palacio municipal de Iguala, donde había una concentración. Cerca de 3 mil personas fueron rodeadas por la policía y el ejército a las 23:30 horas del 30 de diciembre. Tendido el cerco, buscó a los manifestantes Victorio López Figueroa, El Cabello, ex alcalde de Iguala, dos veces diputado local, regidor de policía y secretario de finanzas de la Liga de Comunidades Agrarias de Guerrero durante el gobierno del general Caballero Aburto. Pistola en la mano, retó a un duelo a muerte a Genaro Vázquez Rojas. Al no encontrar respuesta, hizo disparos al aire, que fueron la señal para que comenzara la balacera. El resultado: seis muertos, cuatro heridos y 156 detenidos.
El golpe asestado a la ACG fue bastante duro. Sus principales dirigentes cayeron presos o huyeron de Guerrero. Genaro Vázquez fue obligado a salir del estado, porque a él y a otros líderes los hicieron responsables de la matanza de Iguala. Suárez Téllez y 25 cívicos más fueron procesados por los delitos de homicidio, lesiones, disparo de arma de fuego y sedición. Poco a poco fueron dejándolos en libertad. Suárez Téllez fue el último en abandonar la cárcel.
Después de la masacre de Iguala, cuando los principales líderes cívicos entraron a la clandestinidad, “se incorporó un grupo de estudiantes y profesores normalistas guerrerenses que habían constituido un grupo político cultural en la Escuela Nacional de Maestros denominado Melchor Ocampo, entre los que estaban los hermanos Contreras Javier, de Atoyac; Demóstenes Lozano Valdovinos, de Tecpan pero radicado en Atoyac; los hermanos Bracho Campos, de Coyuca de Benítez; los hermanos Solís Morales, de Hidalgo y cuñados de Genaro Vázquez; Roque Salgado Ochoa, de Acatempan, municipio de Teloloapan; los hermanos Francisco y Raymundo Valenzo, de Chilpancingo, y otros”, dice Fausto Ávila.
El siguiente año, la ACG decidió estructurar su militancia por sectores. En la comunidad de El Ticuí, municipio de Atoyac, se fundó la Liga Agraria Revolucionaria del Sur Emiliano Zapata (LARSEZ) en un congreso que se efectuó los días 20 y 21 de marzo de 1963. Antonio Sotelo fue nombrado secretario general. Se organizaron los copreros, cafetaleros, arroceros y ajonjolineros.
Como la represión y persecución en contra de los cívicos se recrudecía, en 1965 Roque Salgado Ochoa y Filiberto Solís Morales comenzaron a formar los Comités Clandestinos de Autodefensa Armados en los municipios de Iguala, Tepecoacuilco, Chilpancingo, Atoyac de Álvarez y Coyuca de Benítez, bajo los lineamientos marcados por Genaro Vázquez.
Aún en la clandestinidad, Genaro se movía en todo el estado. El 20 de febrero de 1966 presidió el primer Congreso de Copreros Independientes en Coyuca de Benítez. Los maestros normalistas Ismael y José Bracho Campos, Filiberto Solís Morales, Roque Salgado Ochoa, Demóstenes Onofre Valdovinos, entre otros, eran el eslabón organizativo. El 6 de marzo de ese año Genaro realizó un mitin de la LARSEZ, organización que iba más allá de los límites que el régimen le imponía, pues planteaba el reparto agrario en Guerrero.
El 25 de mayo de 1966 la LARSEZ realizó su primer congreso en El Paraíso, donde Genaro Vázquez emergió como secretario del Consejo de Planeación Económica del Comité Ejecutivo de dicha organización.
En abril de 1966 se constituyó el Consejo de Autodefensa del Pueblo (CAP) que asumió el programa de los siete puntos: 1) Por un régimen popular de obreros, campesinos, intelectuales  patriotas y estudiantes. 2) Por la planificación científica de la economía. 3) Por el rescate de la riqueza minera. 4) Por el respeto de la vida política sindical y la ampliación de los derechos obreros. 5) Por el reparto de los latifundios. 6) Por la ampliación de la reforma agraria. 7) Por el desarrollo cultural del pueblo.