viernes, 23 de junio de 2017

Cuentos verdaderos

Víctor Cardona Galindo
“La joven maestra Ana María caminaba inquietamente de un lado a otro en la sala de su casa, exasperada salió al patio y observó el cielo: la luna era una rayita curva, parecía una uña brillante acompañada por un prendedor; respiró profundamente, como queriendo darse valor, faltaba un día para que iniciaran las clases después de las vacaciones de diciembre y aún no había decidido qué hacer: había sido notificada”, así comienza el libro Cuentos verdaderos del maestro Gilberto Solano López que el viernes 9 de junio presentamos en Atoyac y el 10 en el campus de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) en San Jerónimo de Juárez.
El maestro Gilberto Solano López durante la presentación
 de su libro Cuentos verdaderos en Atoyac, acompañado
del dirigente de la CETEG en este lugar Faustino Rebolledo. 
Foto: Víctor Cardona Galindo.

En el evento de Atoyac estuvieron presentes maestros de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero (CETEG) encabezados por su dirigente Faustino Rebolledo y líderes sociales como Wilibaldo Rojas Arellano y Fortunato Hernández Carbajal. En San Jerónimo nos recibió el profesor Luis Rosas Gutiérrez coordinador del sub centro UPN San Jerónimo, el maestro Miguel Emigdio Santos Silva docente de la UPN y director de la escuela preparatoria número 23.
Cuentos verdaderos es un libro dedicado a la lucha magisterial y en contra de la mal llamada reforma educativa. El maestro Gilberto Solano López se jubiló hace dos años, es egresado de la Escuela Normal Rural Lázaro Cárdenas del Río ubicada en la comunidad de Tenería Estado de México, ha militado en las filas del magisterio democrático aun antes del nacimiento de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), por eso en este texto se encuentran historias reales aunque con un poquito de ficción.
El primer texto se llama “La maestra notificada”. Aquí el maestro Solano describe todas las situaciones que se viven en un primer día de clases, la emoción, la energía de los niños y el amor que tienen a sus maestros, incluso las carencias que se viven en las escuelas y los lazos de amistad entre los mismos maestros. Un contexto que el gobierno busca reducir a un simple examen de evaluación.
Por eso la maestra Ana María después de sentir el cariño de sus alumnos decide entrar en rebeldía, no presentarse al examen de evaluación y participar en la lucha magisterial. Dice el maestro Solano que aquí quiso “abordar la psicosis en que se encuentran los maestros jóvenes que nos saben que hacer, algunos deciden hacer la evaluación, aunque en Guerrero la mayoría se fue a la lucha. En lugares como Chihuahua y Sonora siguen notificando y quien no se presenta lo dan de baja. Únicamente en Guerrero, Oaxaca y Michoacán por la lucha que se dio el examen se dejó como voluntario, solamente se envía una ‘invitación’ a la evaluación”. Aunque consideró que después del 2018 se volverá a reactivar por eso la lucha debe continuar.
Cuentos verdaderos es un libro lleno de emociones y sorpresas. En el relato “Camaradas por siempre” el maestro Gilberto Solano trae al presente a Misael Núñez Acosta fundador de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) a quien reúne, en la misma época de lucha, con otros luchadores históricos Arturo Nava Torres, Nélida de Marcos Prudente y Antonio Vivar Díaz, todos ellos ya fallecidos pero que dejaron una huella imborrable en el movimiento magisterial y en la lucha popular.
Para la memoria del movimiento es necesario recordar que la tarde del 30 de enero de 1981, alrededor de la siete de la noche, cuatro disparos acabaron con la vida del profesor Misael Núñez Acosta. Fue herido por la espalda, cayó sobre la banqueta, a unos metros de la escuela primaria Héroes de Churubusco. “Quienes lo mataron no imaginaron que con su desaparición física se convertiría en uno de los símbolos más representativos del movimiento magisterial democrático de finales del siglo xx, que a 36 años de distancia aún sigue vigente”, comenta Laura Poy Solano en su texto “Misael Núñez Acosta un símbolo de la lucha magisterial”.
Al ser asesinado, Misael tenía 31 años de edad, era padre de tres hijos, maestro normalista y líder social, había acumulado en su corta existencia una larga lista de luchas por la defensa de obreros, colonos y maestros. Creció en la pobreza fue hijo de campesinos de la huasteca hidalguense y de religión protestante.
Su asesinato se debió a su activismo como líder del Consejo Central de Lucha (CCL) del Valle de México, corriente alterna y democrática del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) de la sección 36. Siempre se señaló como autora intelectual a Elba Esther Gordillo en ese tiempo líder charra de la sección.
Misael Núñez Acosta nació el 1° de agosto de 1949 en Tenango, municipio de Chapulhuacán, Hidalgo. Estudió la carrera de profesor de Educación Primaria en la Escuela Normal Rural Luis Villarreal del Mexe, Hidalgo. En noviembre de 1972 llegó al Valle de México, para trabajar en Xalostoc, Ecatepec, Estado de México, y tiempo después fue director de la escuela primaria Héroes de Churubusco, situada en Santa María Tulpetlac. También creó una escuela para alfabetizar adultos. En ese municipio fundó escuelas en las colonias de Texalpa y Tecuexcómac. Asesoró a los obreros que trabajaban en las fábricas de General Electric, Kelvinator y Hornos de México.
Un año después los asesinos materiales fueron detenidos. Rufino Vences Peña, Joel Vences Hernández y Jorge Mejía Pizaña, declararon ante el Ministerio Público que cobraron 300 mil pesos, y que fueron contratados por Clemente Villegas Villegas, entonces secretario auxiliar del secretario general del SNTE, Ramón Martínez Martín. Por su participación en el homicidio un juez les dictó 30 años de prisión, pero a los seis meses se fugaron del penal de Barrientos en Tlanepantla Estado de México.
En noviembre de 2002, la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp) citó a Elba Esther Gordillo a declarar por el asesinato del profesor Misael Núñez Acosta, no hubo avances el caso quedó desechado. Al maestro Gilberto Solano le tocó convivir con Misael Núñez Acosta quien era muy joven y estaba estudiando sociología rural en la Universidad Autónoma Metropolitana.
Y el caso más reciente ocurrió en Tlapa. Antonio Vivar Díaz, un joven de 28 años cayó asesinado al pie de la imagen de la Virgen de Guadalupe, por una bala que le dio en el pecho, en la colonia Tepeyac. Ese día los pobladores de es­a ciudad mantenían retenidos a 30 elementos de la Policía Federal en pleno día de elecciones. Los hechos de ese 7 de junio de 2015 se dieron en un contexto de agitación. Había en Tlapa un movimiento muy importante en contra del proceso electoral, por eso el gobierno envió un fuerte dispositivo de policías federales a esa ciudad. Después de la detención de maestros disidentes, la gente retuvo 30 policías y los encerró en la capilla de la colonia Tepeyac. Al amparo de la noche llegaron más agentes federales para rescatar a sus compañeros a sangre y fuego. En el operativo murió Antonio Vivar Díaz, quien era un joven estudiante de origen tu’un savi activista del Movimiento Popular Guerrerense (MPG). Un tiro certero en el pecho, disparado por la policía federal, le perforó el pulmón, dejando viuda a Itzel, su esposa, y  huérfano a Galeano, su hijo de 8 meses.
Antonio Vivar Díaz participaba en las manifestaciones de la CETEG se hacía llamar Comandante 0, tocaba muy bien la guitarra y cantaba canciones de protesta. Por eso Gilberto Solano lo trae a “Camaradas por siempre” junto a Nélida de Marcos Prudente aquella dirigente magisterial que enfrentó a caciquismo magisterial en la primera década de éste siglo, quien fue regidora de educación del Ayuntamiento de Tlapa y luego murió de cáncer. También confluye Arturo Nava Torres que murió hace poco y a quien la CETEG le debe una reivindicación. Este es un texto donde trata el tema de la infiltración del Estado al movimiento magisterial, quien con argucias los apapacha, “nos hacen sentir que somos iguales, que somos parte del poder. Algunos se la creen. Los apapachan y les gusta ese confort, pero cuando salimos no somos nada”, comenta Solano.
El texto número tres “La última batalla de un maestro jubilado” es un homenaje al maestro Claudio Castillo Peña quien murió el 24 de febrero de 2015 a manos de la policía federal y describe todo lo que se vio. El maestro Claudio durante muchos años estuvo al frente de la camioneta blanca, no podía caminar y usaba muletas. Los federales lo agarraron por sorpresa y eso impidió que pudiera salir de esa trampa.
 “Desde el mediodía, en el Boulevard de las Naciones una marcha magisterial avanzó rumbo al Aeropuerto Internacional Acapulco. La encabezaba una camioneta blanca en la que, con su legendario bastón y el micrófono en la mano, el maestro Claudio, con una gran convicción, arengaba e invitaba al pueblo a unirse a la acción de la protesta. A pesar de estar jubilado nunca faltaba a las manifestaciones, pues sentía en su corazón la necesidad de apoyar, de estar junto a los jóvenes docentes que resistían heroicamente las agresiones del gobierno.
La demanda principal: derogar la ‘Reforma educativa’ y salvaguardar el derecho al trabajo y de los maestros. Muchos, miles de profesores y profesoras, jóvenes y viejos, padres de familia y alumnos, marchaban protestando y gritando consignas, como queriendo convencer de los justo de su demanda a los oídos sordos de los funcionarios del gobierno.
Cuando el sol empezó a desaparecer entre los cerros, los docentes aún permanecían cercanos al aeropuerto. Miles de policías federales armados con escudos, cascos, rodilleras, pecheras, coderas, toletes y armas de fuego formaron una valla para contener el paso de los manifestantes. Hasta ahí llegó su marcha”.
“Frente a los antimotines, para tratar de contenerlos y evitar provocaciones, el movimiento acordó que se formaran tres filas; todas ellas eran de mujeres, la mayoría, maestras.
Los maestros se ubicaron en otros lugares y ‘el grupo de avanzada’, que era el encargado de proteger al movimiento, se sentó confiado en las banquetas, esperando información de sus representantes. Todo parecía normal, algunas maestras como para distraerse piropeaban a los federales, otras, con largas explicaciones trataban de convencerlos de los justo y correcto de la lucha, mientras que la mayoría gritaba consignas con pasión.
Inesperadamente irrumpió un autobús frente a las maestras. Una voz se escuchó gritar: -son compañeros. –Pero aquel no se detuvo y siguió avanzando hacia la valla. Ante el peligro de ser arrolladas, las mujeres corrieron aterrorizadas hacia los lados; el camión de pasajeros se precipitó contra los antimotines, se paró en seco, sólo tocando levemente sus escudos y de inmediato dio reversa. Las maestras quedaron atrás, ante el riesgo de ser atropelladas, por instinto de conservación, se aventaron fuera del alcance.
Al unísono, como parte de un perverso plan, las lámparas del alumbrado público se apagaron y reinó la oscuridad amenazante. Como a una señal, los antimotines se lanzaron tirando implacable y cobardemente macanazos, escudazos, patadas y todo tipo de golpes, contra la multitud despavorida y desorientada que no sabía hacia dónde dirigirse”.
Cerca del fatídico autobús se encontraba la camioneta blanca, y dentro de ella el maestro Claudio Castillo Peña, con su bastón aun lado, valiéndose del micrófono exhortaba a los antimotines para que no se mancharan las manos de sangre. Y les explicaba: -Ustedes también son pueblo, ustedes llevan a sus hijos a nuestras escuelas, por ellos, respeten, respeten… -Fue en vano; el automóvil blanco como el color de las paloma o las banderas que anuncian la paz, fue atacado por los federales, hombres y mujeres dirigidos por su comandante.
Agredieron al maestro, lo sacaron con violencia y ya fuera del carro lo golpearon con saña hasta que su cuerpo no resistió y le sobrevino la muerte”.
El último texto se llama “La fuerza de la juventud”, es una crítica al neoliberalismo, se hace hincapié en la incapacidad que tiene el capitalismo de darle trabajo a todos los profesionistas que salen de la universidad a pesar de ser excelentes. Durante el discurrir del libro se repite mucho el número 43. Dice el maestro Gilberto Solano que es porque los muchachos no aparecen. “Seguimos como los padres con la esperanza que aparezcan los 43 estudiantes desaparecidos de la normal de Ayotzinapa”.
 






Inocencio Castro Arteaga II


Víctor Cardona Galindo
Fue hace 43 años, cuando el 30 de mayo de 1974 la Brigada Campesina de Ajusticiamiento del Partido de los Pobres encabezada por Lucio Cabañas Barrientos, secuestró a Rubén Figueroa Figueroa, senador y precandidato del PRI a la gubernatura de Guerrero. Lo mantuvo retenido en la sierra 103 días hasta que fue rescatado por el Ejército, en La Pascua, el 8 de septiembre de ese año. En ese tiempo se desató la mayor represión que hayan sufrido los pueblos de la región. El secuestro del principal cacique de Guerrero marcó el principio del fin de la guerrilla más conocida del país.
El maestro Félix Bello Manzanares desaparecido 
el 10 de diciembre de 1974, fue miembro de las 
juventudes comunistas, del Movimiento Revolucionario
 del Magisterio y de esa estructura en la costa que 
sirvió de apoyo a la Brigada Campesina de Ajusticiamiento. 
Foto: Archivo de Arturo Gallegos Nájera.

El futuro gobernador Rubén Figueroa acudió el 30 de mayo de 1974 a un encuentro pactado con Lucio Cabañas a la sierra de Tecpan de Galeana y después de una ríspida discusión política, con Lucio y la dirección política de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento, el primero de junio se rompieron las pláticas y el entonces senador Figueroa vocal ejecutivo de la Comisión del Balsas quedó detenido en manos del Partido de los Pobres hasta que se cumplieran las demandas de la guerrilla.
El encuentro entre Figueroa y Cabañas, tuvo como antecedente una intensa relación epistolar que se llevó a cabo por medio del profesor Inocencio Castro Arteaga y Luis Cabañas Ocampo tío de Lucio. Ellos fueron los enlaces entre la guerrilla y el senador por Guerrero.
De hecho Rubén Figueroa hizo numerosos esfuerzos para entrevistarse con Lucio Cabañas, primero fue buscar a Inocencio Castro Arteaga a quien le pidió que sirviera de enlace con la guerrilla, porque quería hablar con Lucio para que dejara las armas y se incorporara a la lucha política legal en aras de la paz social en el estado. Castro Arteaga tal vez accedió a servir de intermediario pensando en la paz de la región y por eso subió a algunos pueblos de la sierra y escaló montañas buscando el campamento para establecer contacto con Lucio para informarle de las intenciones de Figueroa.
El senador también sacó de la cárcel a Luis Cabañas Ocampo quien estaba prisionero en Campo Militar Número Uno y lo comisionó para que buscara a Lucio y lo convenciera de la entrevista. Incluso Luis estuvo a punto de ser fusilado en las faldas del cerro Cabeza de Perro, porque cuando llegó buscando a su sobrino y encontró que Carmelo Cortés Castro era el responsable de la Brigada debido a que Lucio se encontraba curándose de sus males en la Ciudad de México. Al explicar a qué iba, por poco y lo fusilan, se salvó porque tenía antecedentes en la lucha cívica que derrocó a Caballero Aburto. Luis volvería otras veces a la sierra, pero estando Lucio presente.
En el caso de Inocencio Castro Arteaga, según la opinión ex guerrilleros, el maestro no ignoraba que la Brigada Campesina de Ajusticiamiento llevaría a cabo el secuestro de Rubén Figueroa, y pese a tener conocimiento de esta acción no se negó a participar como intermediario entre el grupo armado y el senador. Con la llamada telefónica que realizó al noticiero 24 horas, lejos de deslindarse del curso de los hechos que había tomado la entrevista, lo único que consiguió fue señalarse a sí mismo. Es decir, facilitó a las autoridades su detención, además no le iban a perdonar su vínculo estrecho con el Partido de los Pobres, su pertenecía al Movimiento Revolucionario del Magisterio y su participación activa en el Partido Comunista Mexicano.
El guerrillero Abelardo Morales Gervasio conocido como 
“El Lucio de Abajo” fue desaparecido en el contexto del 
secuestro del senador Rubén Figueroa Figueroa. 
Foto: Archivo de Arturo Gallegos Nájera.

Una vez que se supo del secuestro, el 6 de junio de 1974,  la familia de Figueroa contactó al sacerdote Carlos Bonilla Machorro para que interviniera en la liberación del senador. Cuando Bonilla se trasladó a Guerrero, al llegar a donde estaba Rubén Figueroa Alcocer vio que los agentes de Seguridad Pública Federal tenían allí detenido a Inocencio Castro Arteaga.
Rubén Figueroa Alcocer estaba enterado de la relación entre Carlos Bonilla Machorro y Lucio Cabañas, de ahí que considerara al cura buen candidato para el trabajo de intermediación. Una de las condiciones del párroco al hijo del senador era encontrar a la persona ideal para hacer contacto con la brigada, y sugirió que fuera Inocencio Castro, que se encontraba detenido. A pesar del aparente impedimento, Rubén Alcocer llevó a la presencia del cura a Inocencio Castro.
Bonilla pidió la libertad del profesor para que éste pudiera intervenir como mediador, ya que él no sabía cómo moverse sin su compañía. Consultaron con el subdirector de Seguridad Pública Federal, Miguel Nazar Haro, quien en principio no aceptó, pero cuando Bonilla se rehusó a ser intermediario se obtuvo la anuencia para quedar en libertad condicionada.
Bonilla Machorro, junto con Inocencio Castro, fueron en busca de contactos que supieran del paradero de Lucio Cabañas. Ese mismo día (7 de junio de 1974) se trasladaron a Nuxco por la carretera a Petatlán, Zihuatanejo y Lázaro Cárdenas. Se instalaron por esa zona para esperar otro contacto; pasados unos días fueron llevados hacia San Luis San Pedro y San Luis La Loma para trasladarse a la sierra. Estuvieron conversando con algunos brigadistas que estaban en zona poblada, donde Bonilla Machorro conoció algunos detalles de cómo se llevó a cabo el secuestro de Figueroa Figueroa. Pero los días transcurrían sin ninguna certeza del paradero de Lucio Cabañas.
La presencia del cura Carlos Bonilla Machorro —para algunos guerrilleros que ya no estaban en la Brigada Campesina de Ajusticiamiento— era sospechosa, pues no sólo pensaban que sirvió como “intermediario de confianza”, sino también como colaborador del gobierno federal, porque a raíz de sus intentos de contactarse con Lucio Cabañas, el ejército empezó a tener más certeza de los movimientos de la guerrilla.
El campesino, Abelardo Morales, Ranmel, era miembro del grupo armado y fue contactado por Bonilla para encontrar a la brigada. Al igual que Inocencio, Abelardo serviría como intermediario, si es que se podía, entre el cura y la guerrilla. El tiempo iba transcurriendo y no se lograba tener noticias del paradero de Lucio o la brigada, y ni Chencho ni Ranmel estaban siendo de mucha ayuda al religioso. Por eso decidió que la mejor forma para contactarse, era por la radio.
El 27 de junio de 1974, por medio de la intervención del secretario de Gobernación, Mario Mayo Palencia, se otorgó el permiso para que saliera al aire, a través de la difusora RCN, un llamado a Lucio Cabañas. El comunicado, difundido el 28 de junio en voz del presbítero Bonilla Machorro, decía:
“Desde hace 20 días ando, con mi amigo el profesor Inocencio Castro, tratando de comunicarme con usted. Me ofrezco como enlace para un diálogo conciliatorio entre la familia del senador Figueroa y usted. Quiero que se entienda claramente que mi papel es netamente de conciliador e intermediario. En caso extremo, la familia del senador ofrece por mi conducto el pago de un rescate considerable, con tal de que se respete su vida y la de sus acompañantes (...) le suplico que el conducto para establecer contacto conmigo sea esta misma radiodifusora RCN del Puerto de Acapulco”.
La respuesta a este llamado se dio a conocer en un comunicado de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento: “Ultimátum e instructivo a la familia Figueroa Alcocer”, fechado el 7 de julio de 1974. Básicamente, en dicho documento se aceptaba la intermediación de Carlos Bonilla; se exigía también el pago de 50 millones de pesos antes del 3 de agosto, pues de otra manera Rubén Figueroa sería fusilado. Como veremos más adelante, esta advertencia de los brigadistas no se llevó a cabo, pues se fueron flexibilizando las negociaciones con respecto a la entrega del dinero.
Por otro lado, de Inocencio Castro Arteaga —después de haber sido liberado, gracias a la intermediación de Bonilla, para contactar a Lucio Cabañas— no se supo cuál fue su destino; tanto él como Ranmel hoy día siguen en calidad de desaparecidos.
A Inocencio se lo llevaron el 20 junio de 1974, de la casa de una hermana de Abelardo Ramos Tapia, en Tecpan de Galeana. Los agentes federales dijeron que por órdenes de Rubén Figueroa Alcocer lo llevarían a dar una declaración a la ciudad de Atoyac y jamás volvió.
Unos días antes de su desaparición, Inocencio escribió a su amigo Abelardo Ramos Tapia, una carta donde se mostraba muy preocupado por su futuro y por la situación de su familia en caso de que él fracasara, pues intuía un gran peligro en esa misión en la que, según sus propias palabras, “me metí en contra de mi voluntad”.
Todavía el 1 de mayo de 1974 el senador Rubén Figueroa se despedía de él en una carta, “su servidor afectísimo”, y posteriormente, en el lapso comprendido entre julio y diciembre de 1974, otras personas amigas del senador y de funcionarios de Gobernación se dirigían a esta dependencia y a Figueroa para abogar por la libertad y la vida del “profe Chencho”.
Hay indicios de que estuvo recluido en una cárcel clandestina del Campo Militar Número Uno, según el testimonio de Alberto Ulloa Bornemann publicado en su libro Sendero en tinieblas, dice que el profesor fue sacado de las mazmorras con otros prisioneros encapuchados después de que se supo de la liberación de Rubén Figueroa por el ejército en La Pascua. Un informe de la desaparecida Dirección Federal de Seguridad dice que Inocencio murió en el enfrentamiento de La Pascua el 8 de septiembre de 1974.
Una vez resuelto el asunto del secuestro, el sacerdote Carlos Bonilla Machorro acudió al ingeniero Rubén Figueroa Figueroa para abogar por la liberación de Inocencio, pero éste le contestó que Inocencio manejó varias veces un vehículo en el que transportaba guerrilleros, por lo que su suerte había quedado en manos del general Hermenegildo Cuenca Díaz.
Después de la desaparición, su esposa ingresó a la escuela secundaria técnica con una plaza de intendente. Fue un apoyo de parte de los amigos del maestro Inocencio Castro Arteaga para no dejar desamparados a sus hijos. Ella estudió corte confección y concursó para una plaza en San Luis apoyada por Cesar Núñez Ramos en 1985.
El profesor Inocencio, de carácter tranquilo, tiene muy buena reputación en Tenexpa, donde es muy querido, por ser muy amigable, y nunca tuvo problemas con nadie. Con ideales de lucha. Es un personaje ejemplar.
De los guerrilleros encargados de negociar con la familia de Figueroa están desaparecidos, Pedro Angulo Barona, Gorgonio; Albelardo Morales Gervasio, Ranmel. Solamente Manuel Serafín Gervasio, Javier; quien era hermano menor de Lucio y logró salir de las mazmorras policiacas.
El informe de Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp) dice que “en la búsqueda de encontrar un acuerdo para la liberación del Senador, la Brigada Campesina de Ajusticiamiento envió como correo a Abelardo Morales Gervasio (a) ‘Ranmel’ que fue detenido. El 74/ 08/ 09 el Pbro. Carlos Bonilla Machorro entra mediante la gestión de Gutiérrez Barrios y la anuencia de Quiroz Hermosillo al CM1 a visitar a Ranmel. Gutiérrez Barrios y Rubén Figueroa Alcocer lo acompañaron hasta el campo militar. Allí estaba Ranmel con las huellas de la tortura”.
Esa vez Ranmel escribió una carta para Lucio Cabañas en la que le pedía liberar a Figueroa y que en el intercambio lo soltarán a él y dejarían de perseguir a Inocencio Castro Arteaga.
Ranmel no dejó las mazmorras ahí quedó detenido en manos de los militares. Pero según un reporte del gobierno federal, Abelardo Morales murió el 7 de agosto de 1974, cuando en unión de otro más, se enfrentó a las fuerzas públicas del Estado de Guerrero, en las cercanías del poblado conocido con el nombre de San Martín de las Flores. Dice que después del tiroteo se  identificó el cadáver de Abelardo Morales Gervasio.

Luis Cabañas Ocampo quien también intervino para que se efectuara la entrevista entre Lucio y Figueroa, murió en el fuego cruzado durante el enfrentamiento entre militares y guerrilleros en La Pascua el 8 de septiembre de 1974. Hay que recordar que el senador fue retenido con sus cuatro acompañantes, la secretaria Gloria Brito que iba para tomar nota de los acuerdos en taquigrafía, Febronio Díaz Figueroa su asesor de marxismo y los dos tíos de Lucio, Luis Cabañas Ocampo y Pascual Cabañas Ocampo que habían servido como enlace para la entrevista.

domingo, 11 de junio de 2017

Inocencio Castro Arteaga I


Víctor Cardona Galindo
La última semana de mayo se conmemora, desde 1985, la Semana Internacional del Detenido Desaparecido, que se desarrolla en América Latina y en algunos países de Europa y Asia por iniciativa de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos Desaparecidos (Fedefam). En Atoyac cada año se llevan a cabo eventos en el zócalo de la ciudad, ahora frente a la placa que en honor a las víctimas instaló el gobierno federal en una de las paredes del Palacio Municipal.
El maestro Inocencio Castro Arteaga
 fue desaparecido en 1974 después de participar
 como mediador entre el senador Rubén Figueroa
 Figueroa y el guerrillero Lucio Cabañas Barrientos. 
Foto: Archivo de Aturo Gallegos Nájera.

Hace dos años la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Víctimas de la Violaciones a los Derechos Humanos (Afadem) realizó una marcha de la Ciudad de los Servicios hasta la capilla de El Ticuí y por todo el camino fueron regando pétalos de rosas. Cada año la Afadem escoge una comunidad donde hubo desaparecidos para realizar una misa y un evento político.
Este año en el acto del Zócalo de la ciudad, el 26 de mayo, estuvo presente Alan García representante del alto comisionado de las Organización de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en México, quien acompañó a los familiares de los desaparecidos encabezados por Tita Radilla Martínez y Julio Mata Montiel. Durante el acto, como todos los años, se exigió al gobierno la verdad sobre la desaparición forzada de muchos luchadores sociales ocurrida hace ya más 40 años.
Para conmemorar la Semana Internacional de Detenido Desaparecido en esta página hablaremos del maestro Inocencio Castro Arteaga quien fue desparecido por fuerzas del Estado mexicano en el contexto del secuestro de Rubén Figueroa Figueroa en 1974.
Inocencio Castro Arteaga, Chencho, nació el 28 de agosto de 1935 en Apaxtla de Castrejón, que en ese tiempo era parte del municipio de Teloloapan. Sus padres fueron los campesinos Catalina Arteaga y Juan Castro. Tuvo como hermanos a Aldegunda, Juan, Inés, María y Felipe Castro Arteaga. En 1961 conoció a la que fue su esposa, Adelina Organis Hernández, con quien procreó tres hijos: Aldegunda, en 1964; María del Carmen, en 1966, y Fidel en 1969.
Inocencio estudió la primaria y la secundaria en Teloloapan. A los 18 años fue enviado al seminario de la ciudad de Chilapa porque sus padres querían que fuera sacerdote. Ahí se enfocó en el estudio de la literatura y el español; sin embargo, sus inquietudes políticas provocaron que saliera de esa institución y posteriormente ingresara a la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, donde fue compañero de grupo de Lucio Cabañas Barrientos.
El triunfo de la Revolución Cubana en enero de 1959 tuvo un impacto importante en la historia mundial y despertó la esperanza en el resto de los países de América Latina, donde se fortalecieron los movimientos de izquierda. Ese impulso llegó a la normal de Ayotzinapa, en donde Lucio e Inocencio instalaron en la oficina del Comité Ejecutivo de la Sociedad de Alumnos una radio de bulbos que diariamente, a las ocho de la noche, captaba las transmisiones del Ejército Rebelde desde la Sierra Maestra de Cuba. La ausencia momentánea de la señal provocaba desesperación entre los oyentes, pero al final “Lucio aprovechaba el interés y entusiasmo de los radioescuchas para explicar la trascendencia e importancia histórica que tenía para Cuba, México y América Latina la lucha emprendida por los cubanos revolucionarios”, recuerdan Arturo Miranda Ramírez y Carlos G. Villarino en su libro El otro rostro de la guerrilla: 40 años después.
Junto a Lucio Cabañas, Inocencio Castro participó en el movimiento cívico de 1960, en el que la mayoría del pueblo guerrerense se organizó en repudio del gobernador del estado, Raúl Caballero Aburto, hasta lograr su caída y la desaparición de poderes, en enero de 1961.
El Frente Estudiantil Cívico de Ayotzinapa estaba encabezado por Lucio Cabañas, Inocencio Castro, Benito Méndez, Ubaldo Baiza, Nazario Efrén Girón y Manuel García Cabañas, quienes firmaron un manifiesto que se distribuyó el 1 de noviembre de 1960 durante un mitin en Chilpancingo contra Caballero Aburto.
El 5 de noviembre por la noche los universitarios salieron en cabalgata y apedrearon la Cámara de Diputados. Iban encabezados por Imperio Rebolledo y Vielma Heras. Después hubo un mitin en el que Pablo Sandoval e Inocencio Castro exigieron la desaparición de poderes en Guerrero, según datos que obran en el Archivo General de la Nación (AGN).
Una de las organizaciones más activas del movimiento cívico fue el Frente Reivindicador de Juventudes Guerrerenses, integrado por Juan Alarcón Hernández, Imperio Rebolledo Ayerdi, Luis Camacho Castañón, José Naime Naime, Ricardo Klimeck, Inocencio Castro, Lucio Cabañas Barrientos, Antonio Alcocer Salazar, Jaime Pineda, Armando Rivera, Ángel Custodio Reyes, Carlos Arce Villa, Genaro Arcos Pólito, Enrique Bucio, César Alarcón Nava, Felipe Medina Masón, Sergio Ríos Chapín, Jesús Aguirre Ultrilla, Toto Días Nava, Rubén Fuentes Alarcón y la mayoría estudiantil revolucionaria de los centros educativos del estado.
Ya como profesor, Inocencio fue invitado a la Costa Grande por el líder del sindicato de maestros José Guadalupe Solís Galeana quien era su amigo y compañero. Llegó a impartir clases a la comunidad Rodesia, en el municipio de Tecpan de Galeana; luego pasó a laborar a la escuela primaria José  María Morelos y Pavón de la comunidad de Tenexpa, que tenía únicamente hasta cuarto grado. Por eso Castro Arteaga y Solís Galeana gestionaron ante la Secretaría de Educación Pública (SEP) los recursos humanos y materiales para que este centro educativo contara con los seis grados.
Inocencio hizo su especialidad en Lengua y Literatura Española en la Escuela Normal Nueva Galicia de Guadalajara, Jalisco, en 1963-1964, nivelación pedagógica que se requería para poder impartir clases de español en secundaria, en ese nivel trabajó de 1966 a 1974. Fundó la Escuela Secundaria Agropecuaria de Tenexpa y también creó la secundaria Melchor Ocampo en San Luis San Pedro. Por eso en esa comunidad existe una calle que se llama Inocencio Castro Arteaga desde hace unos 25 años.
Ya como profesionista, Inocencio siempre mantuvo contacto con sus compañeros de la normal con los que tenía la idea de hacer un cambio en beneficio de los pobres, debido a que en esos años prevalecía el caciquismo y el autoritarismo en el gobierno. Siempre tuvo comunicación con los grupos de izquierda, tenía compañeros en todo el estado de Guerrero y en la Ciudad de México, como ellos ingresó al Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM), una corriente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) fundada por el profesor Othón Salazar, en la que también participaba Lucio Cabañas.
Inocencio y Lucio fueron muy buenos amigos, pero cuando éste se refugió en la sierra huyendo de la persecución policiaca y de los caciques de Atoyac después de la matanza del 18 de mayo de 1967, Inocencio ya no siguió su camino. Aun así, de alguna manera siempre tuvieron comunicación amistosa. Muchos miembros del MRM —como Jacob Nájera y Félix Bello Manzanares— se convirtieron en la base urbana de apoyo principal para la guerrilla. Inocencio también colaboró. Uno de los servicios que prestó fue alojar en su casa al sacerdote Carlos Bonilla Machorro, a la espera del momento de subir a la sierra para entrevistarse con el maestro guerrillero.
A los campamentos guerrilleros de la sierra llegaba mucha propaganda del Partido Comunista Mexicano. Inicialmente enviaban un periódico que se llamaba La voz de México. Uno de los encargados de hacer llegar esa propaganda a la sierra era Inocencio Castro, él personalmente llevaba los paquetes o los mandaba con el correo de la guerrilla que era David Cabañas Barrientos.
En 1974, el mayor cacique priista de Tecpan de Galeana, Abelardo Ramos Tapia, le dijo al senador Rubén Figueroa Figueroa, quien se perfilaba como candidato a gobernador, que Inocencio Castro tenía buena relación con Lucio Cabañas. Entonces el senador lo localizó y le pidió fuera su enlace con la guerrilla de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento. La idea era que facilitara el diálogo que llevara a un acuerdo de pacificación de la región para encontrar un estado en paz cuando llegara a ser gobernador.
Inocencio se rehusaba, pero lo acosaron hasta que lo convencieron. Hay cartas que le envió Rubén Figueroa, donde le escribía que quería reunirse con Lucio para buscar que dejara las armas y se incorporara a la lucha política legal en aras de la paz social en el estado. Ante esa petición, Chencho accedió y viajó por muchos pueblos y montañas tratando de establecer contacto con Lucio para informarle de las intenciones de Figueroa.
En noviembre de 1972 la Brigada Campesina de Ajusticiamiento organizó en el campamento El Venado del cerro de El Zanate, una conferencia nacional con otros grupos armados del país. Además de representantes del Partido de los Pobres, participaron miembros del Movimiento de Acción Revolucionaria y de Los Guajiros; Vicente Estrada Vega, Dionisio, quien representaba un grupo en formación en el Estado de Morelos, e Inocencio Castro Arteaga, quien militaba en el Movimiento Revolucionario del Magisterio.
Lucio Cabañas invitó a la asamblea a organismos dependientes del PCM. No todos acudieron a la cita, pero sí lo hizo Inocencio Castro, aunque un poco retrasado. La llegada del maestro integrante del MRM ocasionó incomodidad, ya que no sólo era representante de los “oportunistas”, en opinión de los grupos armados reunidos, sino porque además llevaba noticias de un personaje que posteriormente sería uno de los responsables de la peor represión al pueblo de Guerrero.
Sin duda, Inocencio fue un colaborador de primera línea del movimiento armado. En la versión oficial de la guerrilla publicada en libro Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres. Una experiencia guerrillera en México, hay una mención que llama la atención: “En días últimos del mes de diciembre de 1973 salí a una comisión al pueblo del Tanate (Tenexpa) a casa del compa Inocencio Castro para traerlo al campamento a platicar con el compa Lucio”.
Cuando la guerrilla decidió recibir al senador, le dieron instrucciones a Inocencio para que lo acompañara hasta un lugar de la sierra, allá lo dejó platicando con los guerrilleros y él se regresó a su casa para no faltar a su trabajo como maestro en el pueblo de Nuxco. Fue cuando se concretó la cita con Lucio Cabañas y ya en la sierra las negociaciones se salieron de su cauce y el senador fue secuestrado.
“Poco tiempo después nos enteramos de que Lucio había decidido retenerlo en la sierra por no haber llegado acuerdos y que exigía muchas cosas que ya no recuerdo. A partir de ese momento mi esposo empezó a vivir horas de angustia porque la policía y el ejército donde quiera lo andaban buscando y así ya no podía seguir asistiendo a trabajar a la escuela”, comentó doña Adelina esposa de Inocencio.
La noche del 4 de junio de 1974, en el noticiario 24 Horas, Inocencio Castro por vía telefónica dio una entrevista, donde informó de su intervención en el encuentro entre el senador y Cabañas. “Una tarde decidió hablar a través de un teléfono público al noticiario de Televisa 24 Horas, que dirigía Jacobo Zabludovsky, para decir que él no tenía nada que ver en el secuestro del ingeniero Figueroa y que sólo sirvió de enlace con Lucio por petición del propio senador. Le pareció raro que Zabludovsky le hiciera plática más tiempo de lo que él se esperaba, sin sospechar que eran las instrucciones de inteligencia militar, para darle tiempo a su localización telefónica y pudiera ser aprehendido”, recuerda la familia.

“El oidor de noticias [de la Brigada] escuchaba el noticiero 24 Horas por la noche cuando entró la llamada telefónica de Inocencio Castro Arteaga, quien comunicaba haber sido el intermediario para la realización de la entrevista del senador Rubén Figueroa con la guerrilla, lamentando el desenlace que tuvo dicha entrevista (...) Inocencio Castro tomó la más torpe determinación para evitar ser involucrado por el gobierno en el secuestro (...) Las consecuencias son su detención inmediata en su casa y su desaparición hasta la fecha”, recuerda un guerrillero de nombre Manuel.  Esa misma noche fue secuestrado.

domingo, 4 de junio de 2017

El Paraíso de Esteban Hernández Ortiz


Víctor Cardona Galindo
El libro El Paraíso. Municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero es una monografía de este hermoso pueblo de la sierra, aunque me recuerda a La Feria de Juan José Arreola y La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska, porque son los vecinos de El Paraíso, entrevistados por Esteban Hernández Ortiz, los protagonistas que van narrando su historia donde resalta la presencia del café, la ceiba y el jaguar. 
Fortunato Hernández Carbajal, Esteban Hernández Ortiz y 
Víctor Cardona Galindo durante la presentación del libro 
El Paraíso. Municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero el pasado 
viernes 26 de mayo en la plaza Las Fuentes de Atoyac. 
Foto: Francisco Magaña de Jesús.

En la existencia de la comunidad de El Paraíso sobresale la figura de cuatro revolucionarios importantes: Pablo Cabañas Macedo, Amadeo Vidales Mederos, Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas Barrientos. Porque la historia de los pueblos de la sierra de Atoyac no se puede contar sin referirse a sus acciones de armas.
El Paraíso, que ahora tiene más de 3 mil 600 habitantes, se pobló con campesinos que llegaron del municipio de Chilpancingo, de San Miguel Totolapan, Helidoro Castillo y Leonardo Bravo. De allá vinieron los hombres y mujeres que ocuparon estas tierras donde había una espesa selva habitada por animales exóticos.
De acuerdo a la investigación de Esteban Hernández Ortiz, que da a conocer en este libro El Paraíso. Municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero, los primeros habitantes comenzaron a llegar a partir de 1915 y se establecieron en Los Planes y en El Naranjo.
Después poco a poco se fueron asentando en medio de esos tres hermosos ríos que atraviesan el pueblo. Donde las mujeres lavaban ropa con “chicayote”, un bejuco con bolitas verdes muy amargas que servía como jabón.
El Paraíso se encuentra a 45 kilómetros de la cabecera municipal, el Zócalo se ubica a 793 metros sobre el nivel del mar y su mayor altura es la colonia El Mirador que está a 960 metros sobre el nivel del mar.
Los vestigios arqueológicos que se localizan alrededor de El Paraíso demuestran que la zona ya había sido poblada cuando menos 500 años atrás. Se encuentran rastros de las diferentes etapas de nuestro pasado prehispánicos en El Mangal, Los Planes, Las Palmas y El Naranjo.
Algunos de los fundadores, del actual Paraíso, se vieron obligados a emigrar de sus lugares de origen por diversas dificultades, como es el caso de la familia de doña Severiana Ciprés Salinas de los Chicahuales, a quienes unos facinerosos les quemaron su casa, además tenían ganado que los jaguares atacaban constantemente, por eso se cambiaron a El Terrero, luego a Coronillas hasta llegar a los espesos montes de El Paraíso, donde se asentaron a lado de una enorme ceiba. Hasta allí los siguió la Revolución y se dio un enfrentamiento entre bandos contrarios, a pesar del conflicto bélico, ya no se fueron de El Paraíso únicamente se cambiaron a unos kilómetros de donde habían llegado.
Eran tiempos en que las familias se movían de un lugar a otro huyendo de la revolución. Pero luego topaban que en todos lados había campamentos revolucionarios, como El Paraíso que fue refugio de las tropas de Pablo Cabañas, a esa facción se sumó doña Severiana Ciprés Salinas. Otros fundadores del pueblo llegaron huyendo del levantamiento de Amadeo Vidales, que en 1925, que se extendió por todo el Filo Mayor.
Y como dice Gabriel García Márquez en Cien Años de Soledad, “Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra”, cuando doña Simona Salinas mamá de Severiana falleció fue sepultada en El Paraíso, igual que su hijo Bartolo quien murió a los tres años de edad y fue enterrado en un panteón que está frente a la entrada de la carretera que va a Las Delicias, entre Los Planes y La Quebradora. Ahí estuvo el primer Campo Santo del pueblo. También hubo dos sepulturas donde ahora es la calle Vicente Guerrero. Don Maximino Andrés Santos fue sepultado en el atrio de la iglesia y después sus restos fueron trasladados al interior del templo y ahora se encuentran debajo de la imagen de la virgen de Guadalupe.
Cuando el pueblo apenas se estaba asentando en su actual lugar, llegaba un tigre (jaguar) hasta lo que ahora es el Zócalo. En su investigación Esteban concluye que La Guadalupana fue el barrio fundador de El Paraíso y que cuando llegaron aquí los primeros pobladores había un árbol de paraíso, por eso le denominaron así.
Esteban Hernández nos narra la dinámica de su comunidad. Espiridión Nava organizaba la danza de Los Diablitos. Modesto Rodríguez comenzó con la danza de los tlacololeros, don Isidro con los vaqueros, Esmeralda Fonseca Sotelo organiza las chinelas y José Eleazar y su hermano Abel Celis Nava la danza de El Cortés.
En 1995, habitantes de El Paraíso al hacer las excavaciones en El Naranjo encontraron una pistola calibre 22, de esas grandes, ya muy deteriorada. También en las inmediaciones de La Pintada se encontró una pistola calibre 38 igual ya muy dañada. Esas armas seguramente pertenecieron a los rebeldes que tuvieron sus campamentos en esos lugares. Además en El Paraíso se avecindaron muchos revolucionarios como: Filiberto Carbajal, a quien se le conocía como El Hueso y participó en combates bajo las órdenes de Silvestre Castro, El Cirgüelo.
Como en todas las comunidades de la sierra la gente se convocaba a las reuniones usando un cuerno de toro, que sonaba muy fuerte y los cerros hacían que el eco se llevara lejos el sonido, pues se escuchaba hasta las huertas. Ahora solamente envían un whatsapp porque hay señal de celular hasta en los cerros más altos.
En los primeros tiempos de El Paraíso el rapto de mujeres era común. También se enfermaban de espanto. Doña Linda fue una de las mejores parteras y doña Custodia Téllez leía las cartas.
Cuando se fundó el ejido “Dentro de una botella que se colocó bajo la mojonera guardaron una hoja de papel que contenía los nombres de los señores y de las señoras que habían participado para ubicar la mojonera en el cerro de Las Tres Tetas”, comenta Hernández Ortiz. En la defensa del ejido hubo muchos actos de heroísmo, como cuando le dispararon al ingeniero Chavacano que establecía los límites del ejido, la señora María Isabel Ciprés Salinas trató de cubrir al ingeniero y salió herida de un brazo.
La compañía maderera Arturo San Román explotó los bosques empezando por el cerro Teotepec. En tiempos en que la carretera no comunicaba a los pueblos de lo alto de la sierra se tomaba té de toronjil, con las vía de comunicación se generalizó la costumbre de tomar café de olla.
En los primeros tiempos acarreaban café de El Paraíso hacia Atoyac, en bestias de carga, haciendo un descanso en Los Llanos Santiago. El papá de Brígido Bautista domesticó unos toros que utilizaba en las tareas del campo. Los toros se acostumbraron a que les colocaran una silla de montar, en las que se les colgaba un costal con seis latas de café por cada lado. Se venían desde El Paraíso arreando las bestias y llegaban a El Mesón de doña Laureana Fierro, donde les vendían un rollo de zacate a dos pesos. Ahí descansaban los animales y arrieros, para regresar el día siguiente a El Paraíso. “Las casas de los dueños tenían grandes corredores, en los que nos daban permiso de dormir”, recuerda Emilio Reyna Morales. Esos mesones estaban, a la salida de Atoyac rumbo a San Juan de las Flores.
En los terrenos que ahora ocupa la escuela secundaria de El Paraíso, entre los años 1955 y 1957, aterrizaba una avioneta propiedad de unos españoles de apellido Avellaneda misma que transportaba café de El Paraíso a El Ticuí. Aunque los primeros aterrizajes fueron en Los Planes. La avioneta cobraba 50 pesos por llevar gente de El Paraíso a Chilpancingo y le cabían 14 sacos de café por cada viaje.
Cuando Salvador Morlet Mejía, el mentor más importante de El Paraíso, vino por primera vez a la comunidad en 1952, llegó a bordo de una avioneta de la familia Avellaneda que despegó desde El Ticuí. También otros maestros como Simón Bello Espíritu y Adán Catalán Altamirano dejaron huella profunda en muchas generaciones de paraiseños.
La carretera fue llegando poco a poco, primero al Rincón de la Parotas, luego a Río Santiago, después a San Vicente de Jesús y en el siguiente jalón llegó a La Estancia, dos años estuvo sin avanzar y luego llegó a Rancho Alegre. De otro tirón llegó hasta el lugar donde estuvo el Inmecafé en la entrada del pueblo.
Una comisión de jovencitas colocó una cadena de flores de cempasúchil al ingeniero José Ramales cuando la maquinaria, que abría la carretera, llegó a El Paraíso. Luego Ramales seguiría su trabajo hasta Puerto del Ángel por encargo de la compañía Maderas Papanoa. La compañía maderera San Román extraía los recursos maderables del Filo Mayor y venía también abriendo la carretera del filo a El Paraíso.
El primer carro que entró al pueblo fue de Julia Catalán manejado por Hipólito Lira, luego  trajo su carro Álvaro Nogueda. Aunque hay quien sostiene que fue Efrén Muñoz el primero que entró a El Paraíso conduciendo una camioneta blanca allá por 1956. Los choferes de las camionetas pasajeras como Chico Palo, Parota y Pollollo dejaron gratos recuerdos entre los paraiseños.
Uno de los primeros comerciantes que subieron de Atoyac a El Paraíso fue Artemio Maya. Leopoldo Cadenas instaló la primera tortillería en 1974. Marciano Adame Pastor tenía una lotería que daba mucha diversión al pueblo. Josefina Pérez fue la primera persona que trajo un aparato de sonido y José Mancilla hacía limonadas que sabían a refresco.
La primera piladora de café la instaló Julia Catalán, el primer servicio telefónico fue una caseta que se instaló en casa de Juana García. En septiembre de 1976 llegaron los primeros camiones de transporte público a El Paraíso, eran de la marca Dina Fiat. Uno de los primeros choferes fue Jorge Flores Pastor de Alcholoa y Macario Araujo Calderón fue el primer nativo que se convirtió en mecánico.
El primer fotógrafo fue Celestino de León Pérez de El Ticuí, luego Francisco Cebrero sería el primer nativo en ejercer la fotografía.
Juan Ramos de Corral Falso llevó el cine. Luego los húngaros. En los años sesentas una radionovela muy escuchada fue Chucho el roto, aquel justiciero que robaba a los ricos para darles a los pobres. “En las parcelas de café, la gente colgaba sus radios en las ramas de los cafetos y escuchaba la radionovela de Chucho el roto y Porfirio Cadena”, dice Esteban Hernández Ortiz.
El basquetbol fue siempre el deporte principal, con los inolvidables torneos del 20 de noviembre. En 1990 llegó a El Paraíso, el jugador estadounidense Kenny John que venía de Lombeach California, era negro y medía dos metros 15 centímetros de estatura. Durante los encuentros Víctorino Barragán, El Cariño; se colocaba a media cancha y subía su pie arriba del cuello. Este personaje paraiseño es muy singular dicharachero y compone versos bien rimados.
Kenny John no fue el único extranjero avecindado en El Paraíso, también vivió Pierre Martín, El Señor Sol; un canadiense vegetariano que casi no tenía dentadura y se estableció en las orillas del arroyo que baja de La Siberia.
Cuando llega a nevar en el Teotepec, desde la cancha de El Paraíso se ve el hermoso copete de nieve en el cerro más alto del estado de Guerrero.
Isidro Villa Morales fue un dirigente campesino que vivía en la colonia Guadalupana. Luchaba porque se reconociera como ejidatarios a campesinos productores de café que no estaban registrados en el padrón ejidal, pero por su lucha fue asesinado, después un grupo de trabajo llevaría su nombre. Isidro Pérez Jiménez campeón mosca de la Organización Mundial de Boxeo nació en El Paraíso.
Hablando del café, que es un mundo aparte y necesitaríamos otro libro para ello, en El Paraíso hubo unas instalaciones de compra de café, a cargo de la familia Avellaneda, mismas que a partir de 1962 pasaron a manos de Álvaro Nogueda, quien luego le vendió las instalaciones al Instituto Mexicano del Café (Inmecafé) que se instaló en 1974.
Don Álvaro Nogueda confesó a uno de sus peones que por cada uno de los tres años que administró la compra de café pudo comprarse un autobús “olímpico”, los cuales incorporó al servicio público de transporte de Acapulco a la capital del país, así los Nogueda se hicieron socios de la empresa de autobuses Flecha Roja.

En los años setentas y ochentas el café llegó a situarse en el tercer lugar como generador de divisas para México, sólo ubicado detrás del petróleo y del turismo. Allá por 1980 y 1983, las instalaciones del Inmecafé en El Paraíso llegaron a recibir diariamente hasta 250 toneladas de café maduro.