domingo, 31 de julio de 2016

Guerrilleros XVII


Víctor Cardona Galindo
El mismo día que la guerrilla atacó al Ejército en el arroyo de Las Piñas, ese 25 de junio Guadalupe Castro Molina fue recluida en el Campo Militar Número 1. “En su declaración confesó que colaboró entre diciembre de 1971 y enero de 1972 con Lucio Cabañas Barrientos, fecha de la última vez que tuvo contacto con él”, se asentó en su ficha de identificación elaborada por la Dirección Federal de Seguridad (DFS).
La joven Ana María Gómez Valencia estuvo detenida
 en la cárcel municipal de Acapulco, acusada de participar
 en la emboscada del arroyo de Las Piñas, salió libre 
gracias a una huelga de hambre que organizaron los 
campesinos que también estaban detenidos acusados por 
el mismo delito que no cometieron. 
Foto: anexo fotográfico del informe de 
la Comisión de la Verdad.

Un documento del 25 de junio de 1972, suscrito por el capitán Luis de la Barreda Moreno entonces director Federal de Seguridad dice: “A las 7:00 horas del día de la fecha llegaron al Campo Militar No. 1, nueve personas detenidas por la 27a. Zona Militar, con sede en Acapulco, Guerrero, mismas que desde hace dos meses se encontraban detenidas por sospechar que pertenecían al grupo de Lucio Cabañas Barrientos [...] los detenidos son: Alberto Arroyo Dionisio, Justino Barrientos, Román[a] Ríos Roque, David Rojas Arias [Vargas], Petronilo Castro Hernández, Guadalupe Castro Molina, Isabel Jiménez Hernández y Luis Cabañas Ocampo... agentes de esta dirección procedieron de inmediato a interrogar a las mencionadas personas, quienes han manifestado lo siguiente: Petronilo Castro Hernández dijo [...] fue entrevistado en el domicilio antes mencionado por 2 amigos [...] con el objeto de que el de la voz se trasladara al campamento de la Brigada de Ajusticiamiento del Partido de los Pobres [...] lugar en donde se llevó a cabo una reunión tipo nacional o como el de la voz lo denomina ‘Congreso de Tipo Nacional’, al que asistieron representantes de grupos clandestinos actuantes en el país [...] que durante su estancia en el campamento se le otorgó el seudónimo de Elías, así como una escopeta calibre 16 retrocarga y que cuando tuvo necesidad de ver sus asuntos particulares se separó del comando al que pertenecía y entregó el arma para bajar de la Sierra, cuando fue detenido”.
De todos ellos, únicamente Luis Cabañas Ocampo salió de las mazmorras de la cárcel militar.  Rubén Figueroa Figueroa lo rescató para que fuera su contacto al buscar entrevistarse con Lucio Cabañas, finalmente Luis moriría el 8 de septiembre de 1974, en el rescate a Figueroa, cuando en el fuego cruzado del Ejército y la guerrilla salió herido de gravedad.
Volviendo a la emboscada. La victoria de este asalto contra un pelotón militar, produjo un buen estado de ánimo entre los integrantes de la Brigada, “todo mundo estaba feliz, todo mundo estaba satisfecho de lo que había sucedido en la emboscada (...) eso no lo había hecho ningún grupo armado o no lo hizo ningún grupo armado”, dijo el guerrillero Manuel a Eneida Martínez. Sintieron que habían logrado golpear al aparato represivo, que ese gran monstruo tenía su punto débil y, por otro lado, era la primera guerrilla en realizar una hazaña de esas dimensiones.
“Pues fue un gran triunfo político-militar, es decir, se había demostrado que sí se podía atacar al Ejército, que sí se podía tomar una iniciativa militar, que se podía no solamente hablar de política y tratar de imponer la política, sino que también se pudiera conjugar la política con la lucha armada y obviamente la gente se mostró contenta”, dice Ricardo Rodríguez González.
Aunque para Eneida Martínez el júbilo no impactó, de la misma manera, a muchos de los pobladores que veían venir un contragolpe de las fuerzas militares. El discurso, por parte de las autoridades del gobierno del estado, trató de ser conciliador aunque en los hechos no fuera así, empezaba la cacería de brujas:
El licenciado Francisco Román Román, procurador de Justicia de la entidad dijo a la prensa que ‘tenía un fuerte destacamento de policías en la sierra de Atoyac en persecución de los maleantes’. También dijo ‘No podemos intervenir a ciegas, ni exponernos a cometer arbitrariedades con gente inocente que nada tiene que ver”.
En su versión de los hechos los soldados sobrevivientes: Marcos Silverio Gómez y Felipe Arizmendi Flores dijeron que fueron atacados por ocho elementos que portaban carabinas M-1 y M-2. Aunque luego en su investigación los cuerpos de seguridad acusaron a pueblos enteros, San Vicente de Benítez, El Rincón de las Parotas y San Francisco del Tibor llevaron la peor parte.
La incursión de soldados en las entrañas de los barrios serranos en busca de los responsables, provocó una larga lista de detenciones de personas inocentes. A todos, el gobierno les inventó una historia con mentiras y medias verdades para poderlos encarcelar.
La noche del 29 de junio fueron detenidos Sostenes López Cienfuegos, Alejandro Arroyo Cabañas, Raymundo Barrientos Reyes y Ezequiel Barrientos Dionisio, quienes bajo tortura se echaron la culpa de ser bastimenteros y colaboradores de Lucio Cabañas.
Según informes de la Dirección Federal de Seguridad, en la madrugada del 11 de julio de 1972, se detuvo en El Encinal a Juan Pastor García, quien después de un interrogatorio declaró que en la emboscada habían participado veinte elementos, y que él “acepta plenamente haber disparado contra el personal militar todo un cargador de 15 cartuchos con la carabina M.1”, no sólo culpan a Juan, sino también a su padre, Agapito Pastor Jiménez, a quien se le obligó declarar que el planeamiento de la emboscada, se realizó “en la huerta de Domitilo Barrientos Blanco y las instrucciones y el plan a seguir las dio Salomón Ríos García y ratificadas por Lucio Cabañas Barrientos”. 
Y siguieron las aprehensiones, por medio de las declaraciones de los detenidos, de gente que no tuvo nada que ver con los eventos del 25 de junio. El Ejército rodeó el poblado de San Francisco del Tibor, el 18 de julio de 1972, concentró a los hombres en la cancha y se llevó 37 presos. En los poblados circunvecinos el Ejército se llevó muchos detenidos. Aunque ninguno de ellos había participado en la emboscada, hicieron que confesaran, mediante tortura y se echaran la culpa. Todos los acusados fueron sentenciados a 28 años de cárcel. Entre los cargos que se les imputaban, figuraban: la muerte de un oficial, dos sargentos, un cabo y nueve soldados.
De los 37 detenidos, seis eran estudiantes de la secundaria técnica de Río Santiago: Abimael Dionisio León, Marcos Téllez Ramírez, José Guadalupe y J. Natividad Gutiérrez Fuentes, Odón Álvarez Téllez y Alberto Chávez Silva, donde según el gobierno funcionaba una comisión de lucha del Partido de los Pobres que encabezaba Juvenal Cabañas del Valle y Zacarías Cabañas Fierro. Posteriormente el Ejército sitio la escuela. 
“El 18 actual en la sierra de Atoyac de Álvarez fueron detenidos (...) Bello Hernández Flavio, Chávez Silva Alberto, Gutiérrez Fuentes Natividad, Isabel Díaz Téllez, Jaime Chávez Zoelio. Los anteriores fueron plenamente identificados por Agapito Mesino Benítez, Amasio Sánchez Moreno, Joaquín Pastor y Juan Pastor los cuales están confesos de haber participado en la emboscada del 25 de junio”, dice un reporte policiaco.
Los reportes de la DFS hablan de Sostenes López Cienfuegos y Alejandro Arroyo Cabañas, originarios del poblado de San Vicente de Benítez que: “Tras cuarenta y ocho horas de interrogatorios, el licenciado Salvador del Toro González, ayudante del director de Averiguaciones Previas de la Procuraduría General de la República” declaró que los acusados auxiliaron al grupo armado encabezado por Lucio Cabañas, para atacar a los elementos del cincuenta Batallón de Infantería el 25 de junio de 1972, informaba la prensa. 
Para el 22 de julio ya se tenían a una serie de personas detenidas quienes según habían “confesado” su participación en la emboscada: Agapito Mesino Benítez, Amancio Sánchez Moreno (a) Israel o Félix, Zoelio Jaimes Chávez (a) El Muchungo, Natividad Gutiérrez Fuentes (a) El Pibe, Enrique Sánchez Fuentes (a) El Zapatillas, José Guadalupe Gutiérrez Fuentes (a) La Cirila, Isabel Díaz Téllez (a) La Buruca, Flavio Bello Hernández, Enrique Fierro Rodríguez, Joaquín Pastor García (a) Hipólito, Juan Pastor García (a) Valladares, Agapito Pastor (a) Jacinto, Ana María Gómez Valencia (a) La Mary o la Güera.
Existen testimonios de los mismos campesinos. Por ejemplo, Enrique de 17, y Alberto Chávez Villa de 18 años fueron detenidos el 18 de julio de 1972, a las seis de la mañana, los concentraron en la cancha del pueblo, en San Francisco del Tibor, por efectivos del 50 Batallón de Infantería con sede en Atoyac de Álvarez, los acusaban de ser guerrilleros.
Luego fueron encarcelados en el cuartel de la cabecera municipal, amenazados y vendados de los ojos. Les dieron toques eléctricos en los genitales y en los oídos. Les picaban con un cuchillo las los genitales. Los mantenían boca abajo. Los bañaban con agua fría. A consecuencia de los golpes que recibió en la cabeza, Enrique padece ataques epilépticos y los médicos le han dicho que tiene un coágulo en el cerebro. De los detenidos esa jornada Alejandro Arroyo Cabañas, de San Vicente de Benítez, después de las torturas, también padeció secuelas mentales el resto de su vida.
El menú de torturas era variado. Los golpeaban en el cuello, en el estómago y en las costillas. Les picaban las uñas con agujas, y todas las noches les aplicaban las mismas torturas. Les daban de tomar agua con jabón. Les metían la cabeza en un tambo con agua sucia. Después de esto, los sacaban y se subían encima teniéndolos amarrados de pies y manos.
Sufrieron la jornada de tortura de 10 a 18 días, periodo que los mantuvieron sin comer. De acuerdo a los archivos policiacos, el 28 de julio de 1972, veinte detenidos fueron trasladados, en un camión de la flecha roja, a la cárcel de Acapulco, donde los mantuvieron incomunicados. Allí los sentenciaron a 28 años de prisión, acusados de secuestro, robo y asesinato. Hasta 1976 los pusieron en libertad por falta de pruebas.
Los campesinos identifican como responsables de las torturas los entonces tenientes Arturo Monroy Flores y Efrén y Abel Martínez, del 32 Batallón de Infantería; y los capitanes Evencio Díaz Marroquín y a otros dos de apellidos Barajas y Jacobo, así como al comandante de la Policía Judicial, Isidro Galena Abarca que los torturó en el comedor de la cárcel de Acapulco.
Hasta los 18 años de edad, Enrique Chávez Villa trabajó en su parcela de San Francisco del Tibor de donde es originario. Trabajó como peón cuando se iniciaron las obras de ampliación del camino de San Vicente de Benítez a San Francisco del Tibor.
Ese 18 de julio de 1972, Enrique salió muy temprano de su casa en San Francisco del Tibor iba a cobrar su sueldo a San Vicente de Benítez. Había caminado un poquito fuera del pueblo cuando los soldados lo detuvieron.
Ante la prensa Enrique recordó: “Nos bajaron en los camiones. Nos acusaban de participar con Lucio Cabañas en el enfrentamiento del 25 de junio de 1972 con el Ejército. Los soldados nos llevaron a todos los hombres y nos decían que éramos gente del maestro Cabañas. Al llegar al pueblo vimos que había más soldados, que ya habían agarrado a más gente. Ahí vi entre los detenidos a mi primo Zohelio Jaimes Chávez, también estaba mi tío Gonzalo Jaimes, padre de Zohelio. Nos llevaron a las canchas de basquetbol y nos fueron nombrando uno por uno, y quien era señalado lo apartaban del grupo. A mí me señaló mi padrino Salomón Gutiérrez. Él estaba con los soldados y cuando me vio me señaló con su dedo. Por eso me llevaron al cuartel”.
“Me acusaron de participar en los hechos armados del 25 de junio con Lucio Cabañas, y me llevaron al cuartel que estaba en la colonia Mártires. Ahí nos torturaron. Nos echaban cubetadas de agua. Mojada la ropa, nos bajaban los pantalones y nos daban toques en los testículos. Nos pegaban en el estómago y en todo el cuerpo”.
“Yo tenía sed y pedí a los soldados agua. Estábamos vendados de los ojos y amarrados de las manos. Cuando pedí agua me quitaron la venda, se quitaron su casco y con él me golpearon en la cabeza. Me dieron un golpe que me sacó sangre de la nariz y boca. Me tiró ese golpe”.
“Varias veces me golpearon en la cabeza con su casco de metal. A veces perdía el conocimiento y despertaba con sangre en boca y nariz. Ahí nos tuvieron unas semanas y nos mandaron a la cárcel de Acapulco. Desde allí empezaron mis molestias, mis dolores y ataques. Salí libre en 1976”.

Su madre se convirtió en su sombra desde que salió de la cárcel, porque por los golpes recibidos “a veces no conoce y no recuerda. Además, le dan ataques, se cae en la calle y me da miedo que le vaya a pasar algo. Mire, él se fue bien, era un niño, no debía nada y mire cómo me lo dejaron”.

viernes, 22 de julio de 2016

Guerrilleros XVI


Víctor Cardona Galindo
En el campamento del cerro de Las Patacuas la guerrilla inició la discusión acerca de la necesidad de atacar al Ejército. En ese tiempo en la Brigada Campesina de Ajusticiamiento (BCA) participaban dos tipos de combatientes: los fijos y los transitorios, estos últimos permanecían en la guerrilla un plazo máximo de dos meses, por eso de ese campamento salieron algunos guerrilleros transitorios, después de concluir la operación del secuestro de Cuauhtémoc García Terán.
José Luis Blanco Flores siendo todavía un niño fue 
detenido el 18 de julio de 1972 en la comunidad de 
San Francisco del Tibor, junto con otros 37 campesinos 
fue acusado de participar en la emboscada que la gente 
de Lucio Cabañas realizó contra el Ejército el 25 de 
junio de ese año. Foto: anexo fotográfico 
del informe de la Comisión de la Verdad.
Con Marcos que pertenecía al grupo de Los Guajiros, quedaban 13 guerrilleros al iniciar la segunda quincena de junio de 1972. Se acordó que César y Elvira se quedarían en Las Patacuas para esperar los alimentos que llevaban los campesinos y recibir a los demás militantes que se estaban incorporando a la guerrilla. Un guerrillero salió por dos nuevos combatientes. Por eso fueron 10 los que salieron a buscar al Ejército para combatirlo. A pesar que llovía a cantaros la guerrilla se mantenía en buen ánimo para lo que se venía. Joel y Renato miembros del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR) llegaron al cerro de Las Patacuas y luego de entrevistarse con César, llegó un comisionado que los llevó a incorporarse al lugar donde se preparaba la emboscada.
Mientras estaban emboscados y como pasaban días y el Ejército no se asomaba, Martín Nario Organes, Samuel; pidió permiso para ir a San Andrés de la Cruz para ajusticiar a un traidor delator que lo había denunciado. Fue junto con otro guerrillero pero al no lograr su objetivo, retornaron al lugar donde sus compañeros esperaban ejecutar la primera acción guerrillera de alto impacto.
En este episodio de nuestra historia, encontramos que Lucio Cabañas participó en la planeación de la emboscada, pero no estuvo presente a la hora de su ejecución por la noche del sábado 24 de junio fue comisionado, con otro guerrillero, para preparar los alimentos en el campamento provisional de La Pedregosa. Por eso a la hora de la acción militar la Brigada estaba encabezada por Enrique “El Doctor que también era miembro de la dirección de Partido de los Pobres (Pdlp).
El curso de los acontecimientos lo podemos seguir mediante la versión oficial de la guerrilla que se asienta en el libro Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres. Una experiencia guerrillera en México de Eleazar Campos Gómez. “En estos días los que formábamos la Brigada éramos los siguientes: Lucio, Isaías, Héctor, Ramiro, Elvira, Tecuapa, Federico, Enrique (el Doc), Marcos, Oscar, Samuel y yo. Uno de los trece se encontraba fuera de la Brigada, había ido a traer a dos compañeros del Movimiento de Acción Revolucionaria  (MAR) que se iban a incorporar a la Brigada y no recuerdo si el que andaba fuera era Samuel u Oscar, pero era uno de los dos”, comenta un guerrillero.
El equipo que salió de Las Patacuas pasó en las inmediaciones de El Caracol, estaba integrado por 10 guerrilleros que caminó bajo una persistente lluvia. La primera noche fue difícil dormir “había muchos jejenes que me picaban en la cabeza, la cara y las manos, no podía quedarme quieto un segundo porque me picaban; estos animalitos son muy miedosos al humo, pero en estos momentos ni un cigarro me duraba encendido”, dice el guerrillero que narra y que se identifica con el nombre de Eucebio.
El grupo estableció su campamento en La Pedregosa cerca de Santiago de la Unión y de ahí salieron a buscar el sitio adecuado. Después de explorar la brecha encontraron ese lugar que era una curva, “tenía un paredón alto cubierto de platanillo y algunos matones, algunas partes estaban cubiertas de plantas grandes que si brindaban buena cobertura”, después de esperar todo el día se retiraron al campamento de La Pedregosa. “Pasados dos días volvimos al lugar de la emboscada, ya con los compañeros del MAR: Joel y Renato. Tecuapa se quedó a cuidar el campamento, de manera que solo 12 nos fuimos a poner en la brecha”.
Después de esperar todo el sábado durmieron esa noche cerca del lugar de la emboscada. “Al día siguiente, muy temprano, nos fuimos a poner 10 compañeros en la emboscada y Lucio con Marcos se fueron a traer los alimentos. A las 9 y media de la mañana vi venir en la curva frente a nuestros puestos, un carro del Ejército. Los nervios se me empezaron alertar y en el pecho sentía que algo se movía con mucha fuerza, quité el seguro del M-1 y apunté hacia el jeep, que ya para estos momentos había entrado en la emboscada. El encargado de abrir fuero era Ramón que estaba en un puesto adecuado; yo y seguramente todos esperábamos la ráfaga de Ramón para abrir fuego sobre el carro”.
“El carro llegó al centro de la emboscada y vi que empezaba a pasarse, en mi desesperación creía que ya se nos había pasado, sonó el disparo de Ramón y enseguida se soltó la lluvia de balas sobre el carro verde. A los primero disparos el carro dejó de avanzar hacia adelante y empezó a regresar a vuelta de rueda por toda la brecha, unos diez metros regresó ya sin control y fue a detenerse a un paredón del lado derecho, una esquina del carro pegó en el paredón y la llanta del mismo lado quedó dentro de la cuneta. Por el efecto que llevaba el carro, varios soldados muertos cayeron al suelo al chocar el vehículo con el paredón. Yo hice varios disparos todavía sobre el carro cuando ya estaba parado, creyendo que los soldados estaban vivos y que no querían rendirse”.
“En seguida Doc y yo abandonamos nuestros puestos al tiempo que todos exigíamos a los soldados que se rindieran, prometiéndoles respetarles a la vida a todo el que lo hiciera. Fue un error que cometimos todos al empezar a salir a terreno limpio sin cubrirnos, pues pudo haber algún soldado que sintiéndose perdido hubiera disparado sobre cualquiera de nosotros, pero nada de eso pasó”.
“Cuando todos estábamos en las orillas de los paredones exigiendo a los soldados que se rindieran, pasó la camioneta de El Pollollo que la llevaba llena de gente. El Pollollo es un señor que trabaja de comionetero de Atoyac a la sierra transportando pasajeros y bultos de café. Cuando nos vio que estábamos parados en la carretera rodeando al carro, creo que quiso irse de paso, pero los demás compañeros que se encontraban del otro lado lo detuvieron, acto seguido el Doc empezó a hablarle a los pasajeros de los objetivos de la lucha, por qué habíamos aniquilado a los que iban en el carro verde, varias veces fue interrumpido el discurso del Doc por los aplausos de los pasajeros y los vivas a Lucio Cabañas y al Partido de los Pobres; también nosotros gritábamos varios vivas al Pdlp y a Lucio, a los que El Pollollo también decía vivas más a fuerza que de ganas”.
“Después les dijimos que podían irse, al momento que arrancó la camioneta, un soldado saltó del carro y trató de alcanzar la camioneta, casi simultáneamente con el arrancón de ésta se escucharon varios disparos, un momento después supe que Isaías le había disparado al soldado, el cual estaba muerto como a 3 metros del Jeep con un balazo en la cara”.
“Luego que se fue la camioneta un soldado salió del carro diciéndonos que él se rendía, que no lo fuéramos a matar. Era un muchacho moreno, calculo que tenía unos 18 años, tenía una herida en la ceja que a mi parecer era un rozón solamente tenía la camisa ensangrentada, decía apresurado: ‘yo estoy rendido, no me vayan a matar, estoy rendido’. El compañero Samuel le dijo que se apartara del carro y el soldado, de acuerdo como se iba apartando iba preguntando ¿Aquí? ¿Aquí?, cuando estuvo a media carretera Samuel le dijo que tirara la bayoneta y después que se quitara la fornitura y la tirara a un lado de la brecha. A todo obedeció el soldado”.
“Este muchacho a pesar que estaba herido se mostraba algo sereno y no mostraba tanto miedo, creo que era valiente; casi detrás de este soldado, cuando salió diciendo que se rendía, escuchamos el llanto de otro que decía: ‘yo también me rindo papacitos, no me vayan a matar, estoy rendido, ya no tiren’, saltó del carro al suelo con un pie, el otro lo tenía quebrado de un balazo, una mano alzada en señal de rendición y con la otra se sostenía del carro. Lo ayudó su compañero a ponerse lejos del carro, se sentó a media brecha y nos volvió a decir que no los fuéramos a matar. Luego le dijimos al primer soldado que le dijera a los demás que salieran para que los ayudaran, este contestó: -¿pero si, cómo?, si ya todos están muertos”.
El Doc examinó la herida de la pierna y le recomendó que no se moviera para que no se lastimara y además que no era de gravedad la herida. “Los heridos pedían que les diéramos un papel firmado por nosotros para que otros compañeros no los fueran a emboscar otra vez, decían”.
“Al mismo tiempo que los atendía el Doc, los demás nos dimos a la tarea de recoger las armas y el parque: 4 armas FAL con 5 cargadores para cada uno de 20 cartuchos, una pistola 45 con 4 cartuchos, un M-2 y 6 mosquetones modelo 54 y parque para cada uno. Un FAL quedó inutilizado de un balazo y varios cargadores. En el carro iban 12 soldados: el teniente Agustín Álvarez Sosa que manejaba, murió a los primeros balazos, saltó del carro y ahí quedó, presentaba un balazo en la garganta como si hubiera sido un navajazo y tenía otros balazos. Los compañeros que agarraron de frente al carro le desbarataron el parabrisas. 9 soldados quedaron muertos, la mayoría dentro del carro, en total 10 con el teniente”.
Dejando un documento donde el Partido de los Pobres reivindicaba esta acción militar contra el Ejército, los  guerrilleros abandonaron el lugar a las 9:50 de la mañana, caminaron un poco por la brecha rumbo a Santiago de la Unión y cuando se perdieron de la vista de los heridos se metieron a la maleza rumbo a La Pedregosa. En el camino encontraron a Lucio Cabañas y a Marcos que ya traían los alimentos del almuerzo, “nos felicitaron a todos y juntos regresamos al campamento”. Ese mismo día se regresaron al campamento central de Las Patacuas, algunos guerrilleros esa noche se arroparon con las cobijas que les quitaron a los soldados algunas tenían sangre secándose. “El compañero Tecuapa se fue a dormir junto a otros compañeros para que no lo fueran a espantar los muertos de ese día”, era la broma que le tenían la mañana siguiente.
A los tres días grandes columnas de militares llegaron a El Porvenir y tomando a campesinos como guía se fueron rumbo a El Cacao. En esos días se intensificó la persecución. Los soldados pusieron emboscadas en muchas veredas y caminos, pero los guerrilleros no cayeron porque rara vez caminaban por las veredas.
Como se ve, tras el ataque el grupo armado siguió en su campamento del cerro de Las Patacuas. “De regreso al campamento de La Patacua, se planteó la necesidad de mandar un documento más amplio y completo a la prensa en que se reivindicara la acción militar contra el Ejército y se incluyera el parte militar, así como los planteamientos políticos que nos animaban, explicando que nuestra acción tenía un carácter de venganza por los crímenes del Ejército en contra de los campesinos y en contra de ‘los despojos de la clase rica y el gobierno hacen del producto del trabajo y de la tierra del campesino y por su desprecio a los problemas de la clase pobre’. En el campamento de La Patacua, todos los integrantes de la guerrilla mostrábamos un magnifico estado de ánimo, por el éxito obtenido en el ataque a las fuerzas represivas de la burguesía; todo era cantos, alegría y comentarios optimistas”, se lee en el libro Los papeles de la sedición o la verdadera historia político militar del Partido de los Pobres un libro colectivo que compiló Francisco Fierro Loza.
En el campamento del cerro de Las Patacuas se realizó la asamblea anual de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento. Allí se aprobó el plan anual 1972-1973 que contemplaba tres ataques al Ejército, un secuestro económico y otro secuestro político, y se designó la nueva dirección que se integró con Lucio como primer responsable, César como segundo, en Finanzas quedó Enrique, Isaías en Organización y como responsable de educación quedó Oscar.
Con el ataque al convoy la Brigada Campesina de Ajusticiamiento entró a otra fase lucha, ahora era una guerrilla que había declarado la guerra al gobierno federal que buscaba aniquilar a todas las fuerzas de seguridad del Estado mexicano. Mientras el Ejército se reforzaba, antes de la emboscada los pelotones, instalados en los pueblos para control de la gente, estaba al mando de sargentos. Después de la emboscada, pusieron partidas militares a cargo de puros tenientes.


domingo, 17 de julio de 2016

Guerrilleros XV


Víctor Cardona Galindo
A mediados de 1972 la ciudad de Atoyac vivía presa del rumor y el suspenso. A raíz del secuestro de Cuauhtémoc García Terán, algunos comerciantes enviaron a sus hijos a estudiar a otros lugares. Algunos pudientes dormían en lugares alejados de sus recamaras. Por las noches se escuchaban muchos ruidos en las calles entre los que destacaban silbidos que se distinguían entre la ladrería de perros. Algunos viejos mantenían vivo el recuerdo de cuando los vidalistas tomaron la ciudad, quemaron comercios y el archivo municipal, se decía que en cualquier momento la gente de Lucio Cabañas haría lo mismo.
El monumento al general Juan Álvarez Hurtado
 que se encuentra en la Plaza Morelos de Atoyac
 es
obra del escultor Miguel del Águila Pineda
y fue develado e inaugurado por el gobernador
Israel Nogueda Otero, el 24 de junio de 1972 con
 motivo del primer centenario de la ciudad.
Foto Archivo Histórico Municipal de Atoyac.
En este contexto, el 6 de junio, se iniciaron los trabajos para construir el pedestal donde se instalaría el monumento al general Juan Álvarez Hurtado que llegó el 16, dice Wilfrido Fierro “a las 11 horas de la mañana, llegó el carro No. 13 de Líneas Unidas del Sur, S. A”, trayendo ya la estatua de bronce.
El 18 a las 10 de la mañana, con la llegada a la plaza cívica de una antorcha conducida por Lilia Castro Abarca alumna de la escuela secundaria federal, se iniciaron las festividades por el primer Centenario de ciudad. El 24 de junio de 1872 Atoyac fue elevada a la categoría de ciudad y se le agregó el apelativo de Álvarez en honor a don Juan Álvarez, mediante el decreto número 60 firmado por el gobernador del estado Francisco O. Arce.
Por ese motivo hubo programas culturales y carrera de ciclistas que vinieron de Acapulco para competir con los de Atoyac. Era presidente municipal Silvestre Hernández Fierro y el 21 de junio se comenzaron a pavimentar las calles: Miguel Hidalgo, Independencia y Vicente Guerrero. Ese día también fue instalada en la Plaza Morelos la estatua del general Juan Álvarez obra del escultor Miguel del Águila Pineda
Y el 24 de junio, a las 11 de la mañana, el gobernador del estado Israel Nogueda Otero develó la estatua del ilustre atoyaquense. Al acto asistieron los tres poderes del estado y se llevó a cabo una sesión pública de la Cámara de Diputados. El presidente municipal Silvestre Hernández Fierro entregó al gobernador una medalla al mérito, declarándolo hijo predilecto de Atoyac. Un desfile cívico y militar recorrió las principales calles de la ciudad y para concluir se sirvió un banquete en el centro social Lido.
Mientras en la montaña la Brigada Campesina de Ajusticiamiento se organizaba. “Luego que nosotros recibimos el dinero de secuestro, -dice un guerrillero- empezamos a comprar alimentos, medicinas y otras cosas que estábamos necesitando. Además estábamos previniendo empezar atacar al ejército o la judicial”. Por este tiempo la guerrilla tenía su campamento al pie del cerro Las Patacuas, al norte de El Porvenir y en esa misma dirección cruza el camino que va de El Porvenir a El Cacao. “Era difícil para que alguien diera con el lugar, esta zona es de terreno muy quebrado, cubierta de árboles altos, de matas de café y en las primeras lluvias empieza a crecer el platanillo que borra toda huella de camino o vereda, y quien no sabe andar en el monte se pierde entre tantas barrancas. Este campamento lo usamos como bases de operaciones durante varios meses. En este lugar metimos mucho alimento y cuando ya tuvimos reunida una buena cantidad de alimentos se planteó el ataque al Ejército”.
La oportunidad para los guerrilleros se presentó cuando las tropas, que había por toda la sierra, se concentraron para participar en el desfile cívico militar por los cien años de la ciudad de Atoyac, cuando iban de regreso fueron emboscadas. “A las 9:00 horas de la mañana de hoy –registra Wilfrido Fierro el 25 de junio- un grupo de guerrilleros al mando del Profr. Lucio Cabañas Barrientos le tendieron una emboscada cerca de San Andrés de la zona cafetalera, a un comando militar”. Con este motivo y para cerciorarse de los hechos se trasladó a esta ciudad de Atoyac el secretario de la Defensa Nacional el general Hermenegildo Cuenca Díaz.
El ataque se perpetró cinco años después que Lucio Cabañas pasó a la ilegalidad. Los hechos ocurrieron en el Arroyo de Las Piñas a dos kilómetros al norte de San Andrés de la Cruz, en el camino de Atoyac a El Paraíso, fue el domingo 25 de junio a las 9: 30 horas. Los que saben de estrategia dicen que ese era un lugar ideal para una emboscada por las lomas pedregosas a los lados del camino. En aquel tiempo la carretera era de terracería, los carros tenían que pasar una pequeña curva y bajar despacio al cauce del arroyo. Los soldados estuvieron a tiro de los guerrilleros que se colocaron en la malaza atrás de unas piedras. La guerrilla aprovechó que sus integrantes eran campesinos cazadores y conocedores de las veredas de la sierra.
Los soldados en sus camiones no esperaban aquel ataque, hacía décadas que el Ejército no era atacado en esta zona, se decía que la gente de Lucio sólo quería ajustarle cuentas a la judicial, Genaro había sido expulsado de la región y muerto después de un accidente automovilístico. Cuando sintieron los disparos los soldados estaban entumecidos, era muy temprano y en esa parte de la sierra hace mucho frío por las mañanas, la balacera les cayó encima con un rayo, no tuvieron tiempo de reaccionar, cuando quisieron accionar sus armas una lluvia de balas los inmovilizó. Los que sobrevivieron al primer rafagazo brincaron fuera del camión, pero no había lugar donde esconderse, las mejores posiciones las dominaban los guerrilleros que gritaban “ríndanse hijos de la chingada”.
Se rindieron y los guerrilleros salieron de la maleza para llevarse todo: armas, comida, medicinas y municiones pero también el orgullo del Ejército mexicano. Ahí nació la leyenda de Lucio Cabañas Barrientos. Según la propia versión del Partido de los Pobres, emboscaron a personal del 50º Batallón de Infantería, a las 9:30 horas, en el Arroyo de las Piñas, entre los poblados de San Andrés de la Cruz y Santiago de la Unión, cuando estos se transportaban en un vehículo militar. En esa acción murieron 10 militares, 2 heridos fueron puestos en libertad y les decomisaron 6 armas automáticas que quedaron al servicio de la guerrilla.
Según los registros de la guerrilla el ataque fue realizado por Lucio Cabañas, El Doc, Héctor, Isaías, Juan, Marcos, Oscar, Ramiro, Ramón, Samuel y Tecuapa. Para esos momentos el grupo en la sierra no era numeroso, tan solo contaba con diez miembros, pero tenía un amplio apoyo de la gente de los barrios. Los Brigada Campesina de Ajusticiamiento tenía presencia en Acapulco y otras ciudades de Guerrero, y ya se establecían contactos con otras organizaciones armadas de país.
De acuerdo a los testimonios recogidos por Eneida Martínez: “Se consideró que ya era el momento adecuado para atacar al Ejército, así que se empezaron a hacer los preparativos. Cerca de la carretera donde se iba a emboscar el camión militar, aproximadamente a dos kilómetros de San Andrés de la Cruz en el camino de Atoyac de Álvarez, se acondicionó un campamento donde sólo se ocuparía para  que los miembros de la Brigada se organizaran. También se contó con el apoyo de integrantes de otro grupo armado, el Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR). En el campamento se quedaron tres hombres de apoyo, para elaborar los alimentos que consumirían los encargados de llevar a cabo la emboscada, ya que éstos habían decidido quedarse en el lugar hasta que pasara el convoy militar”.
“Se apostaron un grupo de un lado y otro grupo del otro lado del camino y en el momento en que pasó el vehículo, se empezó a disparar sobre el vehículo y en unos cuantos segundos ya no había más vehículos para atacar. Uno de los primeros muertos fue el conductor, se fue a estrellar en una cuneta y cuando se pidió rendición pues solamente dos individuos salieron. Yo recuerdo que uno de ellos, por lo menos, estaba herido pero alcanzó a salir, se le respetó la vida, a diferencia de lo que hacía el ejército, no se les atendió porque realmente no teníamos ni siquiera elementos de guerra, no llevábamos botiquín no había manera de atenderlos, y además  pues obviamente teníamos que salir rápidamente antes de que llegaran refuerzos. Sobre todo porque en el momento del ataque pasó una camioneta, que hacía el servicio regular de transporte, a la que si se le lanzó una arenga política y se le dejó seguir su camino posteriormente. Entonces en lo que duró el ataque, que no fueron muchos minutos, y lo que duró la arenga política, en lo que se revisó el vehículo, se retiraron las armas de abordo, en lo que se verificó que hubiera heridos, pues por lo menos, no atenderlos, pero por lo menos ver que no estaban en condición crítica, no sé, tal vez una media hora”, le comentó un guerrillero a Eneida Martínez.
En una tarjeta al secretario de la Defensa, se le informó de la llamada telefónica del comandante de la 27ª Zona Militar para reportarle estos hechos. Inmediatamente Cuenca Díaz informó de ello a Luis Echeverría, y se elaboró un boletín de prensa. Se reportaron las diez personas que fallecieron, y las 18 que resultaron heridas. Se tomó declaración a los soldados sobrevivientes que se le trasmitieron al secretario de la Defensa, así como los movimientos militares que se realizaron en San Andrés de la Cruz donde fue la emboscada. Luego esta información se le hizo llegar al presidente de la república.
En el Archivo General de la Nación está la relación del personal del Ejército muerto a las 9.40 horas, del 25 de junio de 1972 en una emboscada a la altura del kilómetro 2 del poblado de San Andrés de la Cruz, municipio de Atoyac de Álvarez.
1. Teniente de infantería Marco Arteaga Santos, de 29 años de edad, originario del Distrito Federal con cuatro impactos de bala.
2. Sargento segundo chofer Jesús Álvarez Sosa, de 41 años de edad, originario de Cuahuayutla, Guerrero con seis impactos de bala.
3. Sargento segundo de Infantería Ángel López Valencia, de 40 años de edad, originario de Maravatio Michoacán, con 13 impactos de bala.
4. Cabo de Infantería Melchor Salmerón Hernández de 26 años de edad, originario de Tixtla, Guerrero con cuatro impactos de bala.
5.- Soldado de infantería Alfredo Blanco Adame, de 25 años de edad originario de Tixtla, con 12 impactos de bala.
6. Soldado de Infantería Joaquín Silverio Nava de 26 años de edad originario de la Escalera, Guerrero con siete impactos de bala.
7. Soldado de Infantería Ignacio Abarca Durán de 33 años de edad, originario de Tlayolapa, Guerrero con cuatro impactos de bala.
8. Soldado de Infantería Ángel Sandoval Vázquez de 23 años de edad, originario de Chichihualco Guerrero con cinco impactos de bala.
9. Soldado de Infantería Zenón Duque López, de 21 años de edad, originario de Chilpancingo Guerrero con once impactos de bala.
10. Soldado de Infantería Armando Carbajal Cruz de 19 años de edad, originario de Cacalutla Guerrero con cinco impactos de bala.
Los soldados de Infantería Marcos Silverio Gómez y Felipe Arizmendi Flores, fueron trasladados al Hospital Central Militar de la capital de la República, para ser atendidos de las lesiones que presentan.
La Dirección Federal de Seguridad (DFS) reportaba que el vehículo en que se transportaban soldados presentaba 128 impactos de proyectil de arma de fuego en el parabrisas y toldo. “Los cadáveres fueron despojados del siguiente armamento y municiones: 1 carabina M-2, 4 Fusiles Automáticos Ligeros (F.A.L), 6 Mosquetones, 1 pistola Col. 45, 6 cargadores con 90 cartuchos, 17 cargadores con 340 cartuchos, 275 cartuchos para mosquetón, 8 fornituras de piel, 4 maletas, 2 sacos de ración y 1 cuchillo bayoneta”.
Dice el reporte que tropas pertenecientes a la 27 zona militar se encontraban operando en el área que comprende, los poblados de Poza Honda, Remonta y Llanos de Santiago.
“La acción ha causado descontento en todos los actores sociales, calificándole de ‘Crimen alevoso’ pidiendo que el gobierno federal ponga fin en forma drástica y definitiva a los hechos de sangre y secuestros que se han efectuado por parte de facinerosos que desafían a las autoridades. Así mismo señalan que fue ‘demasiada confianza de parte de Ejército’, ya que en diversas ocasiones se habló en la región de una emboscada”.
“Elementos pertenecientes a los batallones 27, 40 y 50, continúan ‘rastreando’ la sierra de Atoyac de esta entidad”. Firma muy respetuosamente, el director Federal de Seguridad capitán Luis de la Barreda Moreno.


sábado, 9 de julio de 2016

Guerrilleros XIV


Víctor Cardona Galindo
Cuauhtémoc García Terán llegó a su casa el 8 de junio de 1972, acompañado del presbítero Isidro Ramírez quien asistió a recogerlo con el chofer Carmelo Muñoz Solís y el sacristán Espiridion Hernández. Se lo entregaron en una brecha adelante de San Vicente de Benítez.
“A las 18:00 hrs. a dos kilómetros de San Vicente de Benítez y en dirección al Paraíso fue encontrada la señal a mano derecha del camino, apareciendo hombres armados que hicieron alto al vehículo y le indicaron al chofer que entrara a una desviación que se localiza en dicho tramo, habiéndose bajado el sacerdote, quien entabló pláticas con los componentes del grupo”, informaba un agente del gobierno.
Según la versión de la guerrilla que se recoge en el libro Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres. Una experiencia guerrillera en México de Eleazar Campos Gómez, “Cuauhtémoc se portó bien durante el tiempo que los compañeros lo cuidaron, se familiarizó tanto con los compañeros que se confundía entre ellos; por motivo de la crisis muchas veces nos dábamos a la tarea de agarrar cangrejos para hacer caldo y comer, en esta tarea ayudaba mucho Cuauhtémoc, pedía permiso al guardia para agarrar cangrejos y muchas veces el equipo que lo cuidaba comió caldo de cangrejos que agarró. En algunos campamentos donde estuvimos con el secuestrado había pozas muy grandes, y el equipo y el secuestrado muchas veces se pusieron a nadar juntos y a lavar la ropa, siempre con guardia”.
Las declaraciones que hizo Cuauhtémoc a los medios de difusión fueron favorables para la guerrilla dijo que el trato que le dieron sus secuestradores fue bueno y que Lucio era muy inteligente, que durante su secuestro leyó muchos libros sobre socialismo. Que durante su cautiverio lo acompañaban seis individuos, aunque proporcionó la media filiación de siete César, Ramiro, Marcos, Sergio, Víctor, Ramón y Héctor. Comentó que el 6 de junio conoció a Lucio Cabañas, quien le dijo al despedirse que a lo mejor se veían el año siguiente.
Enrique Díaz Clavel escribió: “Cuauhtémoc García Terán, liberado por Lucio Cabañas después de 85 días de cautiverio, que llegó a la casa de sus padres con el pelo y la barba crecidos, relató para Excélsior como fue su estancia en la sierra y la impresión que le causó su secuestrador”.
Comentó que Lucio Cabañas “Es muy joven, muy inteligente y se ve que cree que lo que hace, es lo que debe hacerse. Al despedirse de mí, me estrechó la mano y me dijo: A ver si nos vemos por aquí, en año próximo”.
Señaló que platicó por un largo rato con Cabañas quien iba vestido con ropa color café gruesa, con la cabeza descubierta. “Es necesario –le dijo- que en México se implante un gobierno socialista. Ustedes, los estudiantes, son los que tienen la posibilidad y el deber de hacerlo. Deben de tomar en cuenta que la patria es el pueblo, y por lo tanto, no nos debe gobernar una minoría. Los que están en el poder están usurpando al pueblo”.
Acompañado de sus padres Carmelo y doña Agapita, de sus hermanos Ulises, Homero, Guadalupe Isabel, Violeta, Carmen y Harminda, Cuauhtémoc dijo a la prensa que sus secuestradores lo soltaron a las 18 horas del 8 de junio, llegó a su casa de Atoyac a las 20: 30 y a la de Acapulco a las dos de la tarde del siguiente día.
“Cuauhtémoc permaneció siempre bajo la custodia de los seis hombres del comando ‘18 de mayo’. Caminaron por innumerables veredas, brechas y zonas agrestes. Nunca durmieron en un lugar más de una noche. Lo hacían en hamacas, a la intemperie y tapados con trozos de plásticos, ya que las lluvias cayeron con regularidad”, dice Excélsior.
“Respecto a la comida, fue variada tanto en cantidad, como en calidad. Unos días comieron carne de tlacuache asada, que resultó, refiere Cuauhtémoc, riquísima. También comieron carne de armadillo, tortillas duras, frijoles y rara vez sopa. Una ocasión los 7 compartieron un camarón”.
Natividad Rosales, quien escribió el libro ¿Quién es Lucio Cabañas? Recoge lo siguiente: “Según propias palabras de Cuauhtémoc en todo momento lo trataron bien dándole comida y en algunas ocasiones cigarros y libros para que leyera, siendo todo sobre socialismo y formación de grupos guerrilleros en varios países.(...) ‘Durante este día Lucio Cabañas –siguió narrando el estudiante– me estuvo diciendo que quienes formaban los comandos eran muchachos que se estaban formando para integrar cuadros guerrilleros y que en un momento dado serían los que iniciarían una nueva revolución en el país, para que el pueblo fuera el que dirigiera los destinos de la nación’. (...) Al preguntársele, su opinión sobre el principal responsable de su secuestro, Cuauhtémoc manifestó que le pareció un tipo bonachón (...) franco, abierto y defensor de sus ideales y además simpático, ya que siempre lo trató con cordialidad, a pesar de la situación en que se encontraba”.
Después que se retiró la prensa llegó un teniente del Ejército y algunos jefes policiacos para interrogarlo. Ante elementos de la policía Cuauhtémoc García Terán y luego Matías Perdón mediante unas fotografías identificaron a Salomón Ríos García, Ramón; que por cierto era pariente del papá del secuestrado, Humberto Rivera Leyva, Chegi; y a Martín Nario Organes alías Samuel Girón Pinzón.
Con esos datos el Ejército detuvo el 15 de junio de 1972 a María Isabel Jiménez Hernández, Adela; esposa de Martín Nario Organes y hasta la fecha está desaparecida. Los militares se la llevaron en la madrugada de su domicilio en San Andrés de la Cruz. Los vecinos recuerdan que Isabel, cuando vio los soldados, alcanzó a decir: “Cuches, cuches, cuches”, para alertar a Samuel quien rápidamente se subió con su M-1 a un árbol de aguacate, desde donde presenció cómo los soldados trataron a su esposa, quien a pesar de las torturas no lo delató. Después que se retiraron los federales, llevándose a su esposa, bajó del aguacate y se fue a la guerrilla tiempo completo.
María Isabel llegó a trabajar de cocinera a una fonda de San Andrés donde la conoció Martín, con quien se casó pero no tuvieron hijos. Durante el interrogatorio al que fue sometida dijo que era originara de Campo Morado, hija de Francisco Jiménez y Evarista Fernández. Que estuvo en el campamento guerrillero y que tenía seis días de haber regresado a su hogar con tres mil pesos que recibió por su participación en la Brigada, que la suma era parte del rescate pagado por el secuestro de Cuauhtémoc García Terán. A Isabel también se le encontró un recado firmado por Tirso López Mesino donde le pedía a un doctor Agustín que curara a la portadora y que después pagarían lo correspondiente. Tirso López Mesino era el seudónimo que Lucio Cabañas usaba para algunas operaciones.
Al hablar de la pareja, Arturo Gallegos dice: “Martín Nario, Samuel y su compañera Adela. Él era alto, delgado, calvo y de escasa dentadura que, a cada rato, mostraba a carcajada abierta por su carácter alegre y jovial a pesar de tener una edad aproximada de 55 o 60 años; ella (María Isabel) era baja de estatura, digamos chaparra, y muy seria, casi no hablaba, es decir que a leguas se notaba la diferencia de personalidad entre ambos… Poco después esta pareja sería desintegrada, cuando una noche el Ejército sitió su casa en San Andrés de la Cruz a altas horas de la madrugada; ellos alcanzaron a escuchar ruidos, pero solamente él pudo salir y subir a un palo de aguacate que estaba en el patio de la casa y que para su fortuna, a los soldados no se les ocurrió alumbrar sus ramas, salvándose milagrosamente de ser detenido”.
Poco después él mismo narraría los hechos a sus compañeros, al integrarse nuevamente a la Brigada, siempre dejando escapar por su mejilla, una lagrima de coraje e impotencia ante la brutalidad de que fue objeto su compañera, pero que sin embargo, esa brutalidad no fue suficiente para obligarla a entregarlo. A partir de esa fecha ella pasó a formar parte de la larga lista de desaparecidos.
Martín Nario Organes fue de los primeros hombres que se incorporaron a la guerrilla de Lucio Cabañas donde recibió el seudónimo de Samuel. Era un campesino muy trabajador que se dedicaba a la siembra de chile y jitomate de riego, en un pedacito de tierra que tenía en el paraje conocido como La Polvadera que tras su desaparición se apropió Zacarías Barrientos Peralta. Tenía también un solar para casa en San Andrés de la Cruz de donde era originario.
Creció en Santiago de la Unión, donde también fue a la escuela, le impartió las primeras letras el maestro Eduardo Icaza en una escuelita que estaba por donde está la histórica ceiba de la Unión. Con otros niños de su edad jugaba basquetbol en una cancha de tierra.
Creció con sus hermanos Juana e Ignacio jugando entre los cafetales, comiendo frutas silvestres y bañándose con los demás niños de su edad en el Arroyo Grande allá en Santiago de la Unión, siempre bajo la mirada estricta de su abuela Severiana Serna.
Sus contemporáneos lo recuerdan como un chiquillo travieso, a quien le gustaban mucho las armas. Siendo niño todavía construyó un rifle con una varilla de sombrilla, con una liga y un clavo hacía reventar los cartuchos calibre 22.
De adolescente le gustaba jugar con trabuco. Dejó de jugar hasta que le dio a Doroteo Iturio en un ojo. El trabuco era de limoncillo, la varita de crucetillo y la bala de copal. Se le vio también jugando canicas, trompo y cocol.
Fue un niño huérfano de padre. Se divirtió jugando en el guayabal que estaba al norte de San Andrés de la Cruz. Creció como los otros campesinos comiendo Chipil con limón, frijoles sancochados y frutas como: mangos, pomarrosas, guayabas, cajeles, toronjas, sidras, limas, limones dulces, anonas, chirimoyas y guapinol. Que eran las frutas con las que se nutrían en ese tiempo los campesinos de la sierra.
“Estudiaría si acaso el primer año de primaria. Porque en Santiago de la Unión daba únicamente un maestro hasta tercer año. Hizo su servicio militar también  en Santiago de Unión”, dice don José Carmen Mata Yáñez, Carmelo. De esa época es la única foto que se conserva del guerrillero. 
Fue hijo de Ramón Nario y de María de Jesús Organes Serna. Tuvo varios hermanos de madre: María Díaz Organes, Modesta Valle Organes, Juana Solís Organes, Santos Vázquez Organes e Ignacio Garibo Organes.
“En 1949 hubo una matanza en San Andrés de la Cruz en la que murió Juvencio Rebolledo Téllez y se vino un pleito entre los Rebolledo y los de Jesús que cobró muchas vidas”, dice don Carmelo. Entonces la comunidad decidió formar un cuerpo rural y Martín Nario se anotó como reservista voluntario ante el comandante Rafael Martínez.
En esos días fueron a perseguir a Francisco Márquez, el Chivero. Martín como no alcanzó arma pidió una escopeta prestada y se anotó en la expedición. Porque era un hombre al que de corazón le gustaban las armas. Una vez fueron tras el Garrobo de San Vicente de Benítez y mucho iban a perseguir a Los Chiveros. Martín lo hacía sin sueldo únicamente por el amor a las armas, ya después como reservista le asignaron un cerrojo belga.
Una ocasión durante la guerrilla lo agarró un sargento conocido como Pupo. Le había puesto el dedo Ezequiel Martínez y lo defendió la gente del pueblo. En esa primera detención le quitaron un rifle de un tiro y pagó como multa 600 pesos. “Ya andaba en la guerrilla, pero como no se sabía y la gente del pueblo lo defendió”, comenta don Carmelo.
Martín con todo el mundo se llevaba. Era delgado, alto medía como un metro 75 y estaba pelón y sin dientes frontales. Ya en la guerrilla le pusieron los dientes de oro. Cuando lo llegaron a ver después que se fue con Lucio, de repente pasaba por el pueblo, cargando una ametralladora en una morrala vieja, pasaba diciéndole adiós a los federales que estaban destacamentados en San Andrés.
Ignacio Garibo Organes estaba “fallo del sentido”, aun así los soldados lo agarraron, lo torturaron y se lo llevaron. Él cuidaba la casita que había dejado sola su hermano Martín. Don Baltazar Mata intentó defenderlo cuando los soldados le pegaban con una varilla, pero de todas maneras el Ejército se lo llevó en un helicóptero.
“A Samuel no le gustaba leer libros –le comentó Humberto Rivera a Eneida Martínez- en su participación en las asambleas de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento para definir el plan de acción, decía que la tarea principal era combatir”.


domingo, 3 de julio de 2016

Guerrilleros XIII


Víctor Cardona Galindo
El miércoles 23 de abril de 1972 Guadalupe Castro Molina bajaba por la calle 13, acompañada por Julieta su hermana menor, con dirección al trabajo, cuando tres hombres salieron de la casa de un matancero de marranos de apellido Corrales, quien les dijo: “Esa es, la gordita que va de aquel lado”. Los agentes se le fueron encima y la detuvieron.
Misa de cuerpo presente al cadáver de Genaro
 Vázquez Rojas en la Iglesia de San Luis Rey de
San Luis Acatlán, el 4 de enero de 1972.
Foto encontrada en el Archivo General de la Nación.
Dos días más tarde, esos mismos agentes fueron por don Petronilo Castro Hernández quien entonces tenía 73 años. El 25 de abril de 1972 elementos del Policía Judicial de Guerrero al mando del comandante Wilfrido Castro Contreras lo sacaron de su domicilio ubicado en calle 13 esquina con avenida Silvestre Castro, colonia Juan R. Escudero de la ciudad de Acapulco, Guerrero. Llegaron preguntando por el señor Petronilo Castro, quien en ese momento salió y de inmediato los agentes lo tomaron del cinturón, ante las protestas enérgicas de él.
Arturo Gallegos fue testigo de su detención. Se lo llevaron en un Volkswagen blanco con rumbo al centro de la ciudad de Acapulco. Su hija menor Miriam, lo vio por última vez ese 25 de abril en la calle 10 de la colonia Cuauhtémoc cuando era conducido en el mismo vehículo por los agentes judiciales que lo detuvieron. Nunca más se supo de él. El ex policía Pedro Valdovinos uno de los participantes en su secuestro, dos años después aseguró que entregó a don Petronilo y a su hija Guadalupe en una cárcel clandestina ubicada en el fraccionamiento Las Américas por el rumbo de Caleta.
Después de los operativos por la investigación de secuestro de Cuauhtémoc García Terán la mayoría de los detenidos fueron puestos en libertad, únicamente quedaron detenidos Guadalupe Castro Molina, Petronilo Castro Hernández, Romana Ríos García, David Rojas Vargas y a Margarito Roque Texta o Bahena lo habían puesto en libertad pero al ver que no venía su esposa prefirió quedarse con ella.
“Cinco días después, -dice Arturo Galllegos- el señor Margarito Roque Bahena fue avisado de que quedaba en libertad junto con su madre y tres de sus cinco hijos y la bebé. No estaban en las listas de los liberados Arsenio, Margarito y su señora esposa. Al notar la ausencia de doña Romana, preguntó a la policía por ella; el policía contestó que ella se quedaba, sin dar mayor explicación. La respuesta de Margarito fue categórica: ‘Entonces no me voy, me quedo con mi esposa’. Tal vez nunca imaginó que con ello estaba sellando su destino, quedando a partir de entonces en calidad de desaparecido y sus hijos en el peor de los desamparos. Junto con Heriberto, Margarito, Arsenio, María de la Luz y Aurelio, dejaron en libertad a la señora madre de Margarito Roque Bahena, señora Marina Texta Solís”. 
Guadalupe Castro Molina durante las torturas confesó ser militante del Partido de los Pobres y haber participado una temporada con la Brigada Campesina de Ajusticiamiento en la Sierra Cafetalera de Atoyac de Álvarez Guerrero. De acuerdo a los documentos que están en Archivo General de la Nación (AGN) durante el interrogatorio Guadalupe dijo que 30 mil pesos, una parte era producto del asalto al Banco de Comercio de Acapulco, fueron entregados a David Rojas Vargas para que los llevara a la sierra y confirmó que ella permaneció diez días en el campamento de Los Mangos.
Posteriormente fue trasladada de nuevo al Campo Militar Número 1, de la Ciudad de México, eso consta en un oficio firmado por el capitán Luis de la Barreda Moreno, entonces director Federal de Seguridad, titulado “Estado de Guerrero”, que se encuentra en el AGN.
El 24 de abril Matías Perdón Iturio llevó una columna del 50 Batallón de Infantería a el lugar donde supuestamente tenían al secuestrado. La columna militar iba encabezada por miembros de la Dirección Federal de Seguridad (DFS). Ese día en Atoyac fue detenido también Ignacio Serafín Gómez.
“A las  20:15 hrs. del día 24 actual [abril de 1972] un elemento de la D. F. S., salió con Matías Perdón Iturio hacia Atoyac de Álvarez, donde una columna del 50 Batallón de Infantería tomará parte en la captura del grupo de plagiarios de Cuauhtémoc García Terán maniobra que inició a las 23:00 hrs. del día 24 actual”, informaba la DFS.  
Otra vez la DFS informa el 25 de abril de 1972 que tiene en su poder a Matías Perdón Iturio “Elfego” y a Ignacio Serafín Gómez “Ramón” quienes fueron llevados por el rumbo de La Remonta en busca del secuestrado Cuauhtémoc García Terán y que luego la operación se suspendió para interrogar más ampliamente a Serafín Gómez.
En esos días los operativos y las detenciones fueron permanentes, el 4 de mayo de 1972, a las cuatro de la mañana, agarraron al campesino Alberto Arroyo Dionicio del Rincón de las Parotas, los soldados lo apresaron y lo subieron en una camioneta de redilas blanca y se lo llevaron rumbo a la ciudad de Atoyac y hasta la fecha no se sabe de él.
Por otro lado, el grupo armado y la familia de Cuauhtémoc García, estaban en el estira y afloja. Carmelo no tuvo más remedio que entrar en negociaciones con el Partido de los Pobres. El contacto e intermediario que empleó la guerrilla para tratar el asunto del dinero, fue el presbítero Isidoro Ramírez Suárez, El padre Chilolo; párroco de la iglesia Santa María de la Asunción de Atoyac, a él se le entregaría la cantidad del rescate para que a su vez la llevara a la Brigada.
En el libro Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres. Una experiencia guerrillera en México de Eleazar Campos Gómez se recoge la versión de la guerrilla. “En cuanto al rescate, la familia dijo que no tenía para pagar los 3 millones. Por nuestra parte, no quisimos pasarlo por las armas debido a que era estudiante, tenía 23 años, nunca había participado en acciones contra el pueblo y había la urgencia de conseguir dinero como fuera, y quizás hubo también un poco de sentimentalismo”.
La guerrilla no ajustició al secuestrado a pesar de que a la primera cita para la entrega del rescate, por el rumbo de Loma Larga, únicamente asistieron “dos camiones del Ejército que estaban parados en la brecha cerca del lugar. Los compañeros apenas tuvieron tiempo de medio cubrirse entre las matas ralas de café cuando vieron a los soldados”, dice un guerrillero que agrega: “Después del primer fracaso para la obtención del rescate, fui comisionado para ir a dejarle al doctor Juventino (compadre de Carmelo) una carta para que él se la hiciera llegar; en ella se ponía la cita para la entrega del dinero, pues tampoco funcionó por este medio. Después fue comisionado el compañero Samuel y fue a dejar un sobre en el quicio del curato de Chilolo… Fue por este medio que entramos en negociaciones con la familia”. La cita fue puesta entre San Juan y la Cebada.
El 17 de mayo de 1972 le llegó un escrito a Isidoro Ramírez donde comunicaban las condiciones para liberar a Cuauhtémoc García Terán. El texto estaba firmado el día 15 y decía: “Señor Carmelo Galeana… En vista que su hijo está mal de salud hemos decidido rebajar el monto del rescate, entregue usted dos millones de pesos al Sr. Cura Isidoro Ramírez más los documentos en que constan las deudas de los campesinos. Su hijo sólo será rescatable hasta el 17 de mayo actual, a las 12.00 horas. Concretándose a entregar lo exigido al cura Isidoro, no siga siendo indiscreto”,
La entrega del rescate se concretó el 25 de mayo de 1972 a las 3: 45 de la tarde en un lugar cercano a La Cebada, ahí el padre Isidoro Ramírez entregó el dinero. “A las 15:45 del 25 del actual [mayo de 1972], en un punto cercado al lugar denominado ‘La Cebada’ en el camino de Atoyac-Plan de Carrizo de Gro., el presbítero Isidoro Ramírez, entregó el dinero del rescate del joven Cuauhtémoc García Terán, a este grupo, cuyos miembros le indicaron que en un término de 8 días a partir de esta fecha, darán instrucciones para que recogieran a García Terán”, dice una tarjeta del gobierno.
“A ese lugar (entre San Juan de las Flores y la Cebada) llegó don Chilolo en una camioneta llevando varias botellas de vino, una muda de ropa para Cuauhtémoc, una pañera, un par de bermudas y medio millón de pesos como pago del rescate. Chilolo dijo que la familia García Terán no podía reunir más dinero y los único que podía dar era medio millón en efectivo y medio millón en recibos firmados por los deudores que también traía este cura”, nos aclara la versión de la guerrilla.
“A este señor se le dijo que Cuauhtémoc no podía ser liberado mientras no fuera pagado lo que se había exigido desde el principio y que tenía que venir a dejar el resto del rescate a la brecha de San Manuel al Purgatorio (San Vicente al Paraíso) donde encontrara una señal se parara y espera instrucciones”.
En esa ocasión los guerrilleros también le dijeron a Isidoro Ramírez que interviniera ante el gobierno para que liberaran a los campesinos detenidos durante las investigaciones del secuestro. Le señalaron muy claramente que no se trataba de una condición para liberar al secuestrado. A las 17: 20 horas, el presbítero Isidoro retornó a la ciudad de Atoyac acompañado por Leobardo Martínez quien lo transportó en su camioneta Chevrolet verde.
Finalmente la Brigada 18 de mayo del Partido de los Pobres encabezada por Isidro Castro Fuentes, recibió la cantidad de 500 mil pesos en efectivo y otros 520 mil pesos en letras de deudas que tenían algunos campesinos, el grupo lo confirmó por medio de un comunicado el 6 de junio de 1972, encontrado en el atrio de la iglesia dirigido a Isidoro Ramírez donde le dicen que ya recibieron “el medio millón de adelanto por el secuestro y 520 en letras que amparan deudas de los campesinos hacia el señor J. Carmen García Galeana las cuales la mayor parte son muy viejas y no amparan la deuda real”.
Anexo al comunicado del Partido de los Pobres venía una carta de Cuauhtémoc que decía: “Querido papá, desde lo más escabroso de la sierra donde me tienen recluido le envío un cariñoso saludo con el inmenso deseo que junto con mi mamá y hermanos se encuentren bien, yo a Dios gracias y principalmente a la benevolencia de la Brigada 18 de mayo aun me encuentro con vida”.
“Tengo la impresión que para mí ha pasado el peligro de muerte, pues me enteré que los señores que me mantienen cautivo recibieron ya medio millón de pesos en efectivo y medio millón en letras que amparan deudas de los campesinos hacia ti. Por cierto que ni siquiera es la cantidad que prometiste en letras”.
Después de casi tres meses de estar retenido por la Brigada, el hijo de Carmelo García regresó a su hogar sano y salvo. Y a diferencia de aquellas personas que fueron detenidas e interrogadas por las autoridades policiacas, a Cuauhtémoc se le trató de la mejor manera mientras estuvo cautivo en la sierra.
Nos comenta un guerrillero: “El día convenido se presentó a la cita acompañado de un muchacho y otra persona. El curita llegó casi llorando porque se liberara a Cuauhtémoc, ya que Carmelo le había dicho que el dinero se lo había guardado él y por eso no habíamos liberado al secuestrado. Decía, además, que Carmelo no podía dar más dinero porque ya no tenía. Estuvo a punto de hincársele a los compañeros con tal de que liberaran a Cuauhtémoc. Finalmente los compañeros dejaron libre a Cuauhtémoc y éste lleno de gusto se despidió de Lucio al tiempo que le daba las gracias y también a los demás compañeros. Al tiempo de arrancar la camioneta en que regresó a Atoyac el muchacho que había ido con el cura levantó la mano en señal de despedida y medio a escondidas con los dedos hizo la señal de la victoria”.
“En cuanto a las cosas que le habían mandado a Cuauhtémoc, ni una le entregamos. El compañero Tecuapa se probó el pantalón y las bermudas, le quedaron y las guardó en su mochila para cuando saliera, pero cuando salió ya no le quedaron. Este compañero se incorporó muy chico a la Brigada, de 13 o 14 años, estaba creciendo y por eso no le quedó lo que había guardado”.