domingo, 29 de enero de 2017

Renato Ravelo Lecuona


Víctor Cardona Galindo
Renato Ravelo Lecuona nació el 30 de junio de 1934 en la ciudad de México. Fue profesor-investigador de la Facultad de Filosofías y Letras de la Universidad Autónoma de Guerrero.
     Estudió en la UNAM la carrera de psicología, pero casi por finalizarla decidió que no iba a ser psicólogo. En esas fechas (1959-1960) lo impactaron profundamente los movimientos sociales. Pensó siempre en los sujetos reales y no tanto en el discurso y buscó entender a esos sujetos. Transitoriamente estuvo en el Partido Comunista por los años 60. Luego en la Liga Comunista Espartaco. En 1968 estuvo fuera de la universidad, pero participó en las manifestaciones de las cuales recordaba esta consigna “Sal al balcón, chango hocicón”.
Se relacionó con los jaramillistas después del 68, iba a entenderlos y buscó testimonios en 1973, de donde salió Los jaramillistas, la primera historia oral mexicana, un libro que se editó en 1978 y se volvió a editar en el 2007. La historia contada por los propios actores que la vivieron.
     Su siguiente obra fue La Guerra de Liberación del Pueblo Maya, 1978, donde demuestra que la guerra de castas era una guerra de liberación que fue tergiversada por los historiadores. Las obras de Renato se divulgaron en Guerrero y un grupo político de la Universidad le pidió al doctor Rosalío Wences Reza, rector en ese tiempo, que lo contratara como asesor de tesis o que le asignara horas en alguna preparatoria. En 1979 cuando asistió a un congreso agrario que organizó la UAG con otras instituciones, el rector pidió a los que lo proponían para que diera clases en una preparatoria que lo dejaran investigar. Wences lo salvó de la burocracia de la UAG y en febrero de 1979, le dieron su nombramiento. Creía que en ningún lugar del mundo podía encontrar que una institución le pagara por hacer lo que le gustaba hacer: investigar.
     Renato estudió la licenciatura en Historia en la propia UAG y realizó los estudios de la Maestría de Estudios Latinoamericanos en la UNAM. Tenía bosquejada la tesis cuando se le declaró el cáncer que finalmente le quitó la vida, el 10 de diciembre del 2007.
   Sin duda fue un intelectual crítico del poder, que decía que Antonio Gramsci es una lectura obligada. Escribió 84 reseñas de películas, que fueron publicadas en el periódico El Sur y que pensaba reunir en un libro.
      Fue fundador del periódico El Sur, impulsor de la policía comunitaria, participó en todas las actividades convocadas por EZLN desde las consultas por la paz hasta La otra Campaña.
     Renato Ravelo escribió más de 12 libros entre los que destacan La Revolución Zapatista en Guerrero, UAG, 1990,  La toma de Chilpancingo 1913, editado por la Secretaría de Educación Guerrero, 2003; Juan R. Escudero y el Partido Obrero de Acapulco; La Vida de Juan, 2004, editado por el Ayuntamiento de Acapulco; La Revolución Guerrerense 1910-1920, en el IV volumen de La Historia General de Guerrero, editado por el Gobierno del Estado, 1998 y la reedición de Los Jaramillistas, 2007, cuya primera edición fue en 1978, publicado por la editorial La Rana del Sur.
     En sus artículos Renato Ravelo se ocupó de la Universidad, los indígenas, el EZLN, de la mayoría de las demandas justas y los movimientos sociales que se han dado en Guerrero.
Quedó en el tintero la historia oral de la policía comunitaria, un proyecto que no pudo realizar. Sus restos descansan en la comunidad de Chincocuac Morelos.   

sábado, 28 de enero de 2017

Ciudad con aroma de café XVIII


Víctor Cardona Galindo
Para mi zanca Chavita Ruiz
La avispa solitaria antes de desovar reta a un duelo a una tarántula, la somete y la inutiliza, ya sometida la piel y el pelo aterciopelado de la araña sirven de nido a la que se conoce como avispa real. Aprendimos que a los seres humanos se nos pudre la piel si nos cae un pelito de tarántula. Entonces la avispa negra según las creencias locales es más venenosa que la tarántula y se le ha visto comer incluso abejas. Al respecto Wikipedia dice: “La avispa caza tarántulas es una avispa araña que caza tarántulas como alimentos para sus larvas”.
Un día cualquiera en la plaza de Atoyac en el 
año de 1994. Foto Archivo Histórico de Atoyac.

“La especie más conocida mide hasta cinco centímetros de longitud con un cuerpo negro azulado y alas rojizas y brillantes (otras especies tienen las alas negras con reflejos azules), haciéndola una de las avispas más grandes… Sus largas patas tienen garras en forma de gancho para agarrar a sus víctimas. El aguijón de la hembra puede medir 7 mm de largo, siendo considerado una de las picaduras más dolorosas del mundo”.
“La avispa caza tarántulas hembra captura, pica y paraliza a la araña, entonces arrastra a su presa de vuelta a su madriguera o a un nido especialmente preparado, donde un solo huevo se deposita en el abdomen de la araña, posteriormente bloquea la entrada dejando atrapada a la tarántula. Cuando la larva de la avispa eclosiona, crea un pequeño agujero en el abdomen de la araña, entonces entra en el abdomen de la araña alimentándose vorazmente, evitando órganos vitales tanto tiempo como le sea posible para mantenerla viva. Después de varias semanas, la larva se convierte en pupa. Finalmente, se convierte en un adulto y emerge del abdomen de la araña”.
Salomón García Jiménez en su libro Jerga y modismos de Guerrero, México habla de la Avispa solitaria, “Avispón negro azuloso, cazador de abejas. Vaga sola entre los arbustos y troncos. Dicen que, macerada en alcohol, se usa como menjurje para curar el mal de amor”.
Los bosques renovados son la morada preferida de la avispa negra. He visto ejemplares cerca del río que atraviesan el camino rumbo a las ruinas de la vieja fábrica, con las alas relucientes de color azabache. Los curanderos la buscan para aliviar el ajuanamiento, ella se pasea dueña de si, entre guamúchiles, carnizuelos y espinos. Recorre el llano después de bajar al río, ignorando que vale 500 pesos en el mercado.
Una copa de mezcal con avispa solitaria es efectiva para liberar de su pasividad a quien le dieron toloache, para eso la buscan, para remedio, es la eterna auxiliar para aquellas suegras que sienten que han perdido a sus hijos en manos de aquellas liberales, dominantes y posesivas nueras.
Otro espécimen raro es la peligrosa avispa ahorcadora. Dice Salomón García que estos insectos construyen su panal en lo alto de los tallos de los árboles grandes, se le llama avispa ahorcadora porque su veneno ataca el gañote y dificulta la respiración. Disminuye los síntomas de la picadura zambullirse al agua y respirar el polvillo que resulta de golpear dos piedras de río.
Yo ya tengo experiencia con estas avispas, una ocasión estaba chaponando la orilla de los mangos, cuando sentí un piquete en la frente y al mismo tiempo una punzada que me creció en todo el cuerpo. Alcancé a ver una avispa grande y amarilla, que se escondía entre las hojas. Mi mamá no estaba lejos, le grite, corrí hasta donde estaba el pozo de agua y en lo que mi mamá llegó con la bandeja ya no la veía. Cuando me echó el primer jicarazo de agua, comencé verla como a lo lejos, con la cara larga y a veces redonda, pero muy pequeñita. Poco a poco su cara se fue acercando como si fuera yo saliendo de un pozo en el que había caído.
Desde entonces mi mamá ya no quiso trabajara en el campo, porque seguramente el veneno de la avispa ahorcadora había matado mis defensas y ahora si me picaba un alacrán podría ser de fatales consecuencias. Por eso hay que traer siempre un poco de agua en el bule por si se ofrece aunque hay también quien recurre a sus propios orines para salvarse.
Una de las amenazas de la ciudad son las abejas africanizadas que de repente aparecieron por todos lados y llegaron a atacar a las personas. No es el caso solamente de Atoyac, a mediados de 1995 un panal de abejas africanizadas se desprendió del techo de la parroquia San Miguel Arcángel de Coyuca de Benítez y le picaron a los feligreses, personas que resultaron con picaduras fueron trasladadas al puerto de Acapulco para su atención médica.
A finales de 1950, las abejas africanas escaparon accidentalmente de Brasil, en poco tiempo avanzaron hacia el norte del continente y llegaron al sur de Estados Unidos. Los enjambres mostraban una conducta fuertemente agresiva y su picadura podía tener consecuencias mortales. Ahora hay abejas que son resultado de una cruza de razas europeas y las melíferas africanas. Los apicultores aprendieron a tratarlas, cuando son agresivas se les mata la reina y se les pone una reina mansa europea.
Dicen que el arlomo es un cocuyo (luciérnaga) que se distingue en la noche porque no apaga su luz. Donde orina un arlomo se va carcomiendo la piel, no hay medicina que lo alivie, únicamente se puede sanar lavando la herida con una infusión de un bejuco que lleva el mismo nombre: arlomo. Salomón García Jímenez define al arlomo como “un gusanito de fragmentos fluorescente. Su babaza es venenosa: quema”.
En nuestra ciudad después del 15 de mayo la naturaleza empieza a cambiar y creo que también el ánimo de la gente. El airecito es nostálgico y ya huele a tierra preñada, a parte de los temblores y del humo que impregna el ambiente de nuestros pueblos, por las quemas de los tlacololes y los incendios forestales, hay otras manifestaciones que anuncian la temporada de siembras, aparecen masivamente las chicharras (cigarras) que cantan en todos los árboles. Hay un especie de chicarra que canta muy fuerte su silbido es muy sonoro, armonioso y elegante.
Mi padre nos inculcó que las chicharras cantan para pedir la lluvia. Llaman el agua todo el día, por lo tanto son insectos protectores y protegidos. Aliados de Tláloc.
Cuando sembrábamos maíz, e íbamos con Valente a dejarle el bastimento a nuestro padre a la milpa, en el camino nos entreteníamos agarrando chicharras para hacerlas pelear o las veníamos espiando para ver como cantaban. Ahora sé que únicamente cantan los machos. Cuando la cigarra muda la piel, lo que fue su protección se queda transparente pegada en las ramas de los árboles. De ahí viene el dicho para los enamorados, “te vas a quedar pegado al palo, seco, como las chicharras”.
De las otras cosas que se ven al iniciar las lluvias, unos son los angelitos, una especie de garrapata forrada de un terciopelo rojo, es inofensiva y se ven miles caminando por los caminos cerca de los renovales, rastrojos y tlacololes.
En internet encontré este dato: “En la región de Tierra Caliente (Guerrero) existen una peculiar especie de acaro de gran tamaño, percibible en los campos y terrenos desnudos o con ligera maleza. Los pobladores locales lo conocen como “gachupin” y tiene la peculiaridad de solo ser visto a principios de la época de lluvias, por la época en torno al día de San Juan (24 de junio), el cual se comenta que solo aparecen durante un efímero periodo para después no ser visto en otra época mas del año, si no que hasta el siguiente. El gachupin tiene un color rojo intenso debido a que sus cerdas (pelillos sensoriales) esta coloreado así, y da la apariencia de terciopelo, de ahí que especies similares en otras partes del mundo le den el nombre de Terciopelo o Aterciopelado”. Aquí en la costa les llamamos angelitos.
Las Hormiga de carnizuelo. “Hormigas bravas que habitan en los espinos de carnizuelo. Su cuerpo de 0.5 centímetro combina el color carne y el negro. Aunque de tamaño pequeño, su picadura siempre es dolorosa y produce ronchas”, dice Salomón.
En 1997 cuando el Ejército Popular Revolucionario atacó al Ejército mexicano en El Guanábano, la tropa detuvo a un campesino que andaba acarreando leña y para obligarlo a que los llevara a una cueva, le quitaron la camisa y sacudieron una rama de carnizuelo en la espalda, el campesino se retorcía del dolor, las hormigas hicieron estragos.
Hormiga tumeca es, “Prieta y alargada,- dice Salomón García- del tamaño de la arriera. Ya que su táctica es picar y huir rápido, también se les conoce como hormigas piquijulli. Cuando salen masivamente de su morada anuncian lluvia”.
Allá en Los Valles había días completos que nos salíamos de la casa, porque como eso de las nueve llegaban las tumecas, esas hormigas negras que vienen del monte en gran cantidad y se adueñan de la casa. Cuando las tumecas llegaban se metían en todos los hoyos de la casa y limpiaban, después de que se iban no quedaban cucarachas ni alacranes. Todo se comían “ya llegaron las tumecas a limpiar la casa” decía mi mamá y nos íbamos todo el día donde la abuela.
“Hormiga chicatana del Nahuatl. Tzicatana, hormiga guerrera. Un tipo de hormiga voladora de color lila que abunda en la temporada de lluvias. El insecto es grande –dos a tres centímetros– a expensas de su abdomen. Es comestible”, nos dice Salomón en su libro Jerga y modismos de Guerrero, México.
Al caer las primeras lluvias fuertes, salen las chicatanas. Son una especie de hormiga gigante y aladas que vuelan y luego se dejan caer. En la Costa Chica hacen una salsa de chicatanas muy sabrosa. Nosotros únicamente las agarramos para hacerlas pelear. Si es que se las ganamos a las gallinas. El escritor Felipe Fierro Santiago en su libro Tierra Mojada le dedicó un hermoso texto a las chicatanas de su pueblo.
Y hablando de mascotas raras, un vecino me contó su experiencia con los pichiches.
“Eran seis, los agarré recién nacidos en el arroyo de Caña de Castilla, se criaron entre las gallinas, primero comiendo masa, luego maíz molido y alimento procesado. Crecieron y volaban alto. Cuando por las noches pasaba una parvada de pichiches surcando el cielo, ellos armaban un escándalo, por eso creo que el idioma pichiche se aprende por instinto.
“Los pichiches saben de solidaridad, cuando uno de ellos moría a manos de una banda de ladrones en la loma, llegaban los demás corriendo a la casa y nos picoteban los pies haciendo escándalo gritando chillando como se pide ayuda en idioma pichiche. Con mis hermanos íbamos corriendo, tras ellos que se señalaban donde, sólo encontrábamos las plumas. Alguien comería estofado de pichiche. Cuando un perro los correteaba hacían un gran bullicio y se defendían mentándole la madre en su idioma pichiche.
“Así fueron cayendo todos, a manos de los desocupados de la loma, quienes hacían su festín con caldo de pichiche. Hasta que quedó el último, que llegó haciendo su algarabía cuando el penúltimo, que era hembra, sucumbió. Vi llorar al último pichiche. Acarició mis pies, picoteó mis huaraches, yo le acaricié la cabeza. Por la noche, del patio de la casa levantó el vuelo tras una parvada que pasó rozando la loma”.
Nosotros, en la familia, también tuvimos una experiencia con una mascota fuera de lo convencional. Una de esas veces que mi papá fue a trabajar a la sierra agarró un pichón de urraquilla, allá por el rumbo de La Peineta. Era verde con el pecho amarillo y hacía mucho escándalo, la hicimos crecer dándole pedacitos de masa y agua en el pico. La teníamos en una jaula hecha de varitas, le cortábamos las alas para que no volara y la sacábamos a pasear. Cuando nos fuimos a vivir a una huerta de coco, en los primeros días que estuvimos ahí, salió de la jaula y desapareció. Mis hermanas lloraron su pérdida y la buscamos por todos lados y nada. Se fue.

Pasaron cerca de tres años, ya nos acordábamos de ella, un día cuando acabábamos de llegar de la escuela, la escuchamos cantar y gritar, mi hermano Javier dijo ¡la urraquilla! y corrió hacia donde salía el sonido. Todos lo seguimos. La encontramos cantando y dándose vueltas en un árbol de limón que estaba atrás del asoleadero. Se dejó agarrar, la bajamos del árbol y la llevamos a la mesa, le dimos agua y de comer. Apenas picó la masa, se quedó viendo para todos lados, nos miró a todos, cantó y dobló sus patitas, se echó y murió.

sábado, 21 de enero de 2017

Ciudad con aroma de café XVII


Víctor Cardona Galindo
Zeferino Serafín en su libro Nostalgia nos habla que a mediados del siglo pasado, “En ciertas personas había la creencia de que en algunas casas habitaba un ser fabuloso conocido como ‘basilisco’, que hacía daño a los moradores de la casa matándolos con la mirada”. El basilisco según la creencia popular es una lagartija que nace del último huevo que pone la gallina antes de morir, es un huevo muy pequeño que al ser incubado nace esa extraña criatura que se decía había matado familias enteras.
Carrera de encostalados a finales de los años sesenta
 del siglo pasado, evento que se desarrollaba frente 
a la escuela primaria Juan Álvarez entre alumnos de 
la misma. Foto tomada de Internet.

El basilisco es un ser mitológico, de la cultura griega, representado por una pequeña serpiente cargada de veneno letal y que podía matar con la simple mirada, misma que consideraban la reina de las serpientes. Las versiones de su existencia varían durante las diferentes épocas de la civilización y también la descripción cambia de una cultura a otra. Del basilisco se han hecho diversas representaciones en la pintura y en la escultura, incluso se ha llevado al cine, Harry Potter en La Cámara secreta lucha contra un gigantesco basilisco.
Pero el basilisco de verdad, dice Internet, “es un lagarto de tronco comprimido y alargado, dedos y cola largos y delgados. Viven en las orillas de pequeños ríos o arroyos, donde retozan durante el día, y duermen por la noche sobre los arbustos que tienden sus ramas por encima del agua. Los machos suelen estar adornados con grandes crestas. La velocidad es su principal aliado para capturar las presas (insectos, pequeños roedores o pájaros) y para escapar de los enemigos. Si durante la fuga se encuentran con una corriente de agua, corren por la superficie de ésta gracias a los lóbulos dérmicos de que están provistas sus patas posteriores, lo cual aumenta la superficie de apoyo”.
En algunas latitudes lo conocen como lagarto de Cristo, nosotros lo llamamos como tequereque y habita en toda la costa de Guerrero, incluso Simón Ramírez Lozano le trovó una chilena que dice: “pariente del caimán y sobrino de la iguana /no hay otro animal igual que camine sobre el agua… El tequereque señores es el animal mentado /corre y corre sobre el agua y jamás se ve mojado… Cuando saca la papada anuncia que va a llover /y su presagio se cumple ese día al atardecer”.
El tequereque es sorprendente, sale corriendo velozmente cerca de las pozas y se introduce en la maleza. Parece un pequeño dinosaurio y aunque su tamaño casi alcanza al de la iguana. Solía haber muchos en los charcos que se formaban cerca del río al sur de la comunidad de El Ticuí.
El profesor Praxedes Piza Ríos conversa con la defensora de los derechos
humanos Elezar Santiago Peralta mientras sostienen una mazacoa.
Foto: Víctor Cardona Galindo.

La gente comenta que la culebra mazacoa puede crecer tan grande y tener la capacidad de devorar un becerro con todo y pesuñas, incluso si un ser humano se descuida puede ir derechito a las fauces de la gigantesca serpiente. Decían que dentro del chacuaco de la fábrica de El Ticuí habitaba una culebra grande que bramaba como becerro. La gran mazacoa sin moverse, con el puro vaho, baja de los árboles las chachalas y las ardillas. Hay quien osa decir que a la mazacoa le pueden salir alas. Por ejemplo Zeferino Serafín registra que en los años cincuenta del siglo pasado se decía que en el cerro Cabeza de perro “habitaba un ser fabuloso que llamaban Sierpe”, es decir una serpiente alada de gran tamaño.
El alicante es la culebra de leche, es grandota y amarilla. Mucho se cuenta que por las noches se introduce a las casas de los campesinos, le chupa la leche a la mujer que está amamantando mientras le da a mamar la cola al bebe. Cuando hay la presencia de un alicante, la mujer se vuelve dormilona y a los niños les salen granos en la boca por la infección que les provoca la cola de ese reptil mamador. En la región de Jalisco, Guerrero y Michoacán conocen esta culebra como cincuate y los ganaderos la han sorprendido amamantándose de las vacas.
Mis ancestros contaban que un tiempo los niños se despertaban llorones y se volvían dormilones. Se iban secando poco a poco, muchos llegaron a morir muy flacos. Es que por las noches una de esas culebras se metía a las casas y se comía la leche de la mamá. Se pegaba a mamar, mientras que al niño le daba la cola, que tenía parecida a una chiche. Por más que chupara el infante nada encontraba, mientras la culebra se tragaba la leche de la dormilona mujer. Es que la culebra con su vaho las dormía. El niño no se alimentaba por eso no paraba de llorar. Contaban que eso le estaba pasando al niño de un vecino, hasta que espió en la noche y mató la culebra que al trozarla con el machete soltó toda la leche que le había sacado a la mamá.
Un hombre contaba que cuando era niño por poco muere de inanición. Hasta que su papá decidió cambiar los costales de la cama de vara, descubrió la culebra debajo del petate. Luego de matarla su mamá recuperó el vigor y le dio de comer como Dios manda.
Dice internet que el cincuate “es un reptil como de un metro de largo que se alimenta mamando a las mujeres que están criando y a las vacas, ya que es muy goloso de la leche humana. Las vacas sienten tal placer que no es raro que abandonen a sus hijos –los becerros- por el reptil que les produce placer muy singular”.
Y hablando de reptiles recuerdo que cuando el abuelo estaba enfermo, antes de morir, pusieron una bandeja para que escupiera y todos los días se veía aparecer una lagartija rojiza que se comía la saliva.
Hay una culebra negra, con una papada roja, es azotadora y le llaman tilcuate. Hace tiempo mataron en Río Verde una que midió cinco metros con 30 centímetros. Se dice que este reptil se alimenta de culebras más chicas y de pequeños roedores, ya que mide más de tres metros puede comerse hasta los venados.
El cadáver de un ejemplar de Alacrán de víbora.
Foto: Víctor Cardona Galindo 

El 20 de mayo del 2011 como a las ocho de la mañana bajo del puente de la calle Reforma unos niños mataron a pedradas un raro espécimen de monstruo de gila al que nosotros conocemos como Alacrán de víbora. El cuerpo del reptil fue llevado al Ayuntamiento y la dirección de ecología lo sepultó en la parota que está en las instalaciones de la Ciudad de los Servicios donde funciona en Ayuntamiento. Del cuerpo de ese raro animal de franjas anaranjadas y negras, en lugar de sangre, parecía emanar petróleo. Donde queda el cadáver de un alacrán de víbora o de un escorpión no nace el pasto por mucho tiempo. Son muy venenosos.
Agentes de Protección Civil capturaron una víbora de cascabel en la comunidad de El Ciruelar el día 8 de enero del 2013. El director de ecología Praxedes Piza Ríos la exhibió frente a la presidencia municipal. Muchos ciudadanos acudieron a fotografiarla y a posar para la foto. El alcalde Ediberto Tabares también se fotografió con ella. Luego fue liberada en el cerro rumbo a San Martín de las Flores.
El bobo es un pez muy feo que al agarrarlo se resbala de las manos, pero bien frito es delicioso, tiene una carne blanca muy aromática. En la cena, acompañado de unos frijoles con arroz y una salsa macha de tomate criollo es uno de los mejores platillos del mundo. Al árabe Gabriel Zahar, uno de los primeros comerciantes de café, mucho le gustaba comer bobo y todos los días les compraba a los chamacos que los pescaban en el río.
El popoyote se da por millones en nuestro río y en la laguna de Mitla, es muy feo, a simple vista nadie se los querría comer, pero se sabe que del popoyote se cocina un delicioso ceviche de cazón. En nuestro río aún queda uno que otro ejemplar del medio pez y de los peces roncadores. Los roncadores a veces asustan al escucharlos roncar debajo de las plantas acuáticas del río.
Apenas trabajadores del agua potable filmaron, a la altura de la presa derivadora Juan Álvarez, dos hermosos ejemplares de nutria. A estos animales, conocidos también como Perros de agua, la gente que le busca explicación a todo le atribuye el sonido que otros dicen es de La Llorona. El tlatoani azteca que vino a conquistar a los cuitlatecos, se llamaba Ahuizolt que quiere decir el monstruo de lago, y para los aztecas el monstruo del lago era la nutria.
Una leyenda urbana dice que durante un aguacero llovieron pececitos frente a la iglesia de Atoyac y los vecinos los vieron saltar entre la corriente que formaba la lluvia. Hay quien dice que sí se vieron peces frente a la iglesia, pero que no cayeron del cielo, que más bien subieron por la corriente desde el río y que cuando la lluvia ceso y bajo el agua quedaron brincando en el patio frente a la parroquia.
Ejemplar de Coyote: Foto Víctor Cardona Galindo

Algunos dudan de la existencia de coyotes cerca de la ciudad. Pero el 6 de diciembre del 2012 atraparon un hermoso coyote en el cerro que está arriba de la presa derivadora del lado de El Ticuí, cayó en una trampa milpera, el señor José Luis Olea Gallardo dio aviso a la dirección de ecología y a lugar se trasladó el profesor Praxedes Piza Ríos, quien logró rescatarlo entre un bejucal. Después de curarle la pata fue expuesto frente a la presidencia municipal y luego el profesor Praxedes lo liberó por el rumbo de San Martín para que se incorporara a su hábitat natural.
El Yaguarundi es un felino parecido al puma pero chico. De hecho es un puma pequeño, largo, la cola casi del mismo tamaño del cuerpo. La onza es un puma plomizo, que tiene una cinta negra desde la cabeza por todo el espinazo y una motita en la cola. Además de gritar como mula, como pájaro e imita a otros animales.
Hemos dicho que en la zona está presente la onza, animal mítico del que se platican muchas leyendas. “La gente que ha visto al animal, lo describe como de menor estatura y corpulencia y con el color más claro que el león (puma), especialmente en el lomo. Otro rasgo característico de la onza, se dice, es que no tapa el resto de su presa después de devorar una parte, lo que si suelen hacer tanto el tigre (jaguar) cono el león. Hay quien dice que la onza no es otra cosa que ‘la mula del tigre’, (una especie de hibrido) es decir, un bastardo infecundo, hijo de tigresa y león; ‘cuando la tigresa está en brama y no encuentra a su macho, admite al león y el producto es la onza’ ”, recogió Pedro Hendrichs en su libro Por tierras ignotas.
Así como la Cruz es el símbolo de Jesús la horqueta es símbolo del Malo, por eso los animales que tienen lengua de horqueta son venenosos. Como las culebras, los monstruos de gila y los armadillos amarillos. Por eso siempre que matábamos un armadillo le veíamos la lengua si tenía un solo pico a la cazuela. Aunque les soy sincero yo nunca he visto un armadillo amarillo, todo el que cae en mis manos siempre termina entomatado o en chile verde, aderezado con frijoles y una guarnición de tortillas calientes.
Un ejemplar de martica fotografiado por José Aguilera Alamaza.

La martica es también un animal mítico, es el mono de nuestra selva y de noche merodea los árboles cercanos a los campamentos del café. Nuestros ancestros se hacían un morral de piel de martica para la buena suerte. La zorra tiene los pelos del Diablo. A quien trae un cinturón de cuero de zorra no le ladran los perros, pero si aúllan a su paso.
Cuando el campesino emprende un viaje y ve una zorra atravesando su camino frente a él, prefiere regresarse, para evitar los peligros que le aguardan. Esa superstición es ancestral. También se habla de la existencia de un jaguar negro al que la gente llaman pantera, uno merodeaba cerca de El Nanchal y bajaba a robar gallinas hasta la Laja, muy cerquita de la colonia Loma Bonita.
El ratón Chirú

El lunes 11 de marzo del 2013 atraparon un macho de Sarigüella de Castilla en Zapotitlán debajo de los cajones de miel de Evodio Argüello de León, este animalito es un insectívoro y frugívoro. Es conocido localmente como ratón Chirú. Vive en piñones y racimos de plátanos. El maestro Praxedes Piza lo apareó con una hembrita y lo soltó cerca de donde lo atraparon.
Don Simón Hipólito lo recuerda así desde Estados Unidos, “Este animalito de ojos saltones y hociquito aguzadito, cuando presiente que va hacen un temblor, corre, brinca, se escabulle entre la hojarasca, tal vez tratando de defenderse”.
Don Inés Galeana nos contaba que en el pasado una plaga de chapules invadió los sembrados.  Fue en 1914, cuando por primera vez vinieron los chapules que acababan con todas las milpas de las costas de Guerrero y continuaron llegando cada año de Centro América, hasta que el gobierno los acabó. Esos insectos invadieron los sembradíos hasta 1941. Eran grandes y para acabar con la cría chiquita los campesinos hacían zanjas, los arreaban y los tapaban con tierra. En El Llano de la Mesas, antes de llegar a Ixtla, por el camino viejo que conectaba con Atoyac había infinidad de chapules chiquitos. Tal vez la plaga encontró ahí el lugar ideal para incubar su descendencia. El gobierno los comenzó fumigar con un poderoso insecticida y los desterró de los sembrados. Esos chapulines se comían hasta las palapa verdes de las palmeras de coco.



sábado, 14 de enero de 2017

Ciudad con aroma de café XVI


Víctor Cardona Galindo
El ave que predomina en la ciudad es el zanate, también conocido como cascalote; hay palomas domésticas y torcazas, le siguen las tortolitas (cucuchitas), los chicurros, alondras y últimamente hay mucho zopilote. De los reptiles reina la iguana que es fuente de proteínas para la mayoría de las familias pobres y un platillo caro y exótico para los ricos. En todos los bosques del municipio está presente el armadillo que también es un sabroso alimento. Pero además hay animales raros, míticos y de leyenda.
Añadir lEl kiosco que lucía el Zócalo de Atoyac a mediados
del siglo pasado. Foto tomada de La monografía de Atoyac
de Wilfrido Fierro.eyenda
Al arroyo Cohetero llegan garzas negras y blancas, garzones grises, pájaros cagones y diversas aves de laguna que se alimentan de los pequeños peces conocidos como popoyotes. Todas las tardes pasan volando parvadas de garzas, de sur a norte, vuelan de la laguna buscando los cerros, otras también vienen del basurero de donde se alimentan. Patos canadienses vuelan por la mañana hacia el sur y se refugian en los charcos cercanos a la laguna o en las pequeñas pozas que se forman en los potreros con el agua que se riega del canal, ahí conviven con pequeñas gallinitas de color marrón y cresta amarilla.
Ahora las palomas torcazas son urbanas y habitan entre los tamarindos confundiéndose con las caseras. Ya entrada la noche se escucha en el cielo el canto del pichiche y cuando la luna está clara pueden divisarse las parvadas de esta especie de pato con hábitos nocturnos. En el río los patos buzos se asolean en las piedras o se sumergen en las aguas para pescar, compiten por los pequeños peces con las zarcetas y martines pescadores.
Un águila pescadora baja todos los días, exactamente a las tres de la tarde de las lomas cercanas a El Ticuí, atraviesa las huertas de coco y desciende a pescar en un remanso del río que se forma frente al centro social el Enano. Hay muchos gavilanes, un hermoso ejemplar se posaba todas las tardes en la antena de radio del Palacio Municipal y el tesorero atravesaba el Zócalo tapándose con un periódico.
Era un niño de siete años cuando vi un zopilote blanco. Jugaba debajo de los tamarindos de la casa de la abuela Victoria cuando apareció por la mañana volando en medio de la parvada y lo observé planear hasta que se perdió atrás de las montañas. Durante muchos años no vi un zopilote rey,  pensé que tal vez  extinguieron desde que los ganaderos comenzaron a vacunar sus vacas. Pero para mi sorpresa lo observé de nuevo a mediados del 2015. Venía en medio de la parvada como bajando del cerro de La Florida y cruzó la ciudad de Atoyac. Fue antes que comenzara la epidemia de la chikungunya y que se supiera de un nuevo brote de mal derriengue (rabia) en el ganado de la región. Esos días muchos ganaderos tuvieron que quemar los cadáveres de sus animales para evitar la propagación de la enfermedad.
Mi abuela Victoria contaba que un zopilote rey apareció unos días antes de aquel  28 de octubre
de 1926, que se libró un feroz combate entre guerrilleros vidalistas y las fuerzas federales del mayor Lázaro Candelario, en el arroyo del Morenal. Los viejos de Los Valles todavía recuerdan cuando el agua del arroyo bajaba roja de tanta sangre y al sepultar los muertos, no cabían en las fosas, quedaban con los huaraches de fuera y grandes parvadas de zopilotes llegaban para comerles los pies.
Mi madre María del Refugio define al zopilote rey como: “muy blanco y luminoso, que da mucha tristeza verlo”. Unas versiones dicen que la comunidad de Puede del Rey se llama así porque observaron volar a un zopilote rey cuando los primeros habitantes llegaron al lugar.
En internet se habla de un zopilote rey. “El zopilote rey se encuentra entre las especies ‘carroñeras’, es decir, se alimenta exclusivamente de materia orgánica descompuesta, por lo que cumple muy importante labor de limpieza del medio ambiente. Ayuda a evitar que se desaten epidemias, plagas y demás males que podrían propiciar los cadáveres de animales en descomposición. Por lo que, se les considera ‘limpiadores’ de la selva. Esta ave juega un papel importante en la cadena trófica al iniciar el consumo del animal muerto y facilitar el acceso para que otros animales puedan alimentarse de estos restos orgánicos”, (Berlanga y Wood 1992). 
“Su distribución era desde el noroeste de México hasta el norte de Argentina, y en nuestro país se le encontraba en los estados de Sinaloa, Nayarit, Veracruz, Puebla, Guerrero, Tabasco, Oaxaca, Chiapas, Campeche y Quintana Roo. Al sur a través de Centroamérica y Sudamérica, oeste de los Andes noroeste de Perú y norte de Argentina y Uruguay”, (Friedmann 1950 y AOU 1998).
Los hombres de experiencia dicen que el zopilote rey tiene atrofiado el olfato, los demás vuelan a su alrededor porque lo van guiando hasta donde está el alimento. Esta gran ave blanca es la que da el primer picotazo en los cuerpos de animales muertos.
En la actualidad se puede ver grandes parvadas zopilotes que sobrevuelan altísimo la ciudad, algunos amanecen en las antenas de los celulares serenados abriendo sus alas para tomar el sol. Zeferino Serafín en su libro Nostalgia comenta que en los años cincuenta: “Había gran cantidad de zopilotes porque contaban con comida suficiente ya que se comían los animales que se morían por enfermedades. Por las tardes, después de que los trabajadores se retiraban del rastro una vez terminadas sus labores, estas aves acudían a aquel lugar para hacer limpieza, comiéndose los residuos”.
Que se recuerde solamente un pequeño lapso de tiempo después del huracán Tara no hubo zopilotes sobrevolando la ciudad, porque muchos murieron durante la tormenta y otros emigraron lejos del peligro.
De acuerdo con internet el zopilote es un ave carroñera, su nombre viene del náhuatl Tzotl que quiere decir inmundicia y pilotl que quiere decir colgar. Por lo tanto se podría deducir que el nombre de zopilote significa que mientras vuela esta ave lleva en sus garras trozos de animales muertos.
En Los Valles estaba una piedra donde hacían nido los zopilotes, estaba chorreada por la caca de las aves. Los pichones nacían blancos y pelones.
En el cielo de Atoyac vuelvan todos los días auras y zopilotes. El aura tiene roja y pelona la cabeza, mientras la cabeza del zopilote es negra. Los estudios dicen que se pueden encontrar auras desde el extremo sur de Sudamérica hasta el sur de Canadá. “Su plumaje es marrón oscuro hasta negro; la cabeza y el cuello no tienen plumas y son de color púrpura-rojo. Su pico es corto, ganchudo, y de color marfil”.
Otra ave carroñera es el quelele, “de plumaje negro con blanco; en otros lugares le llamaban ‘quebrantahuesos’ porque precisamente iban tras los despojos que dejaban los zopilotes –los huesos principalmente-; de ahí proviene el dicho aquel que le aplicaban a los que llegaban tarde a la cita: ‘Llegaste a la hora del quelele’”, comenta Zeferino Serafín.
La urraca copetona se come los huevos de las otras aves. Su presencia en lo alto de la sierra ha provocado que desparezca la urraquilla verde. La urraca no tiene depredador natural, “ni el mismo gavilán se la quiere comer”, dicen. La gente piensa que la urraca es un animal maldito, porque uno de los pasajes que cuentan nuestros padres dice “cuando Jesús Nuestro Señor andaba huyendo de los romanos, la urraca lo perseguía y decía acavaaa, acavaaa”, así grita siempre esa ave, mientras que las cucuchitas “caminando borraban el rastro de los caminos”. Nadie se come las urracas y ellas volando por todos lados hacen lo que quieren.
En los cerros las chachalacas cantan simulando un dialogo que parece decir: “barre tu casa, barre tu casa, vieja cochina” y la otra contesta “bárrela tú, bárrela tú”. Las chachalacas también son fuente de alimento, un estofado de chachalaca es muy delicioso.
Comentan que el ticuí es un pájaro con plumaje azul en el pecho, con la cola y alas cafés. Se conserva en el parque nacional El Ávila de Venezuela y rara vez puede verse un ejemplar por los alrededores de Atoyac. La pichacua es un ave nocturna que en su canto parece decir, “caballero, caballero”. Cuando éramos niños mis hermanos y yo y no nos queríamos dormir, el tío Chencho nos metía en miedo diciendo: “oyen ese grito, es la rerrirra, la rerrirrona, ya va a venir por ustedes si no se duermen” y todos nos metíamos asustados debajo de las sabanas, porque se escuchaban pichacuas cantar hasta en el patio.
Se cuenta que a principios del siglo XX unos soldados subieron a la sierra a buscar a un forajido, era como buscar una aguja en un pajar en aquella serranía. Mientras caminaban, de uno de esos árboles gigantescos que había, desprendió el vuelo un pájaro imponente, era un águila real, uno de los hombres al verla disparó su mosquetón napoleónico y le pegó en el pecho, el ave cayó entre el monte y la fueron a buscar. Le extendieron sus alas que medían tres metros de punta a punta. De esas águilas reales solamente quedan las leyendas.
El tecolotillo entona un sonoro silbido, pero cuando se asusta emite un escandaloso sonido que va desde el aullido de un gato hasta un pleito de perros. Cuando es atacado por otra ave más grande, en el afán de esconderse, el pequeño tecolote se baja a ras de suelo y sube lo más alto que puede, por eso el grito se escucha en el cielo y en la tierra. Algunas personas asocian este grito con un deceso, puede ser superstición o tal vez ese animalito si puede ver la muerte que ronda.
La ticuiricha es la lechuza, un ave mítica y de mal agüero, que cuando canta es que llegó la muerte. Esa ave conocida también como la dama blanca emite un canto o grito lastimero y chillón, a veces metálico. Varía de un ave a otra, el grito no es similar. La lechuza ataca de noche a los pájaros que duermen en los alambres y en los árboles de las calles de esta ciudad.
Los mangos que adornaban la plaza murieron secos, los vecinos les habrían puesto espinas de pescado en la corteza para que murieran, ya estaban enfadados por la gran cantidad de zanates y tingüiliches que dormían por la noche en la plaza, es que cagaban todo. En los últimos años, grandes parvadas de tingüiliches y de zanates buscan la claridad para dormir y evitar los ataques de la dama blanca.
La lechuza ya no se asusta tan fácilmente, llega incluso atacar a las golondrinas y alondras que duermen en los recovecos de los edificios cercanos a los bancos en plena luz de los faroles. Se para en los cables de alta tensión, se queda quieta y cuando un pajarito se descuida le cae encima y se lo lleva.
Una vez estaba en el Zócalo con unos amigos, como a las 12 de la noche, vimos una gran ave blanca atacando a los zanates que estaban durmiendo en el mango, al desparpajo de los cascalotes observamos que se elevó a las alturas y con el reflejo del alumbrado de la plaza distinguimos como soltó el cuerpo sin vida de un zanate que cayó entre los ficus, al mismo tiempo que dejaba oír su canto: riiik, riiik. Al día siguiente fuimos a ver dónde cayó el zanate. El cuerpo estaba completo únicamente le había comido las vísceras. “La ticuiricha sólo le comió el corazón”, dijo uno de mis acompañantes.
Por eso los zanates prefieren los almendros y los otros árboles de las calles céntricas de Atoyac para dormir. Todas las noches se escucha el escándalo de las parvadas acomodándose para el sueño, en eso Luis Campos pasa con una gigantesca vara espantándolos por todos los árboles para que se vayan. Otros les tiran cohetes para asustarlos. Pero las aves únicamente se cambian de árbol y siguen, no las pueden desterrar.
Las gallinas han aprendido a dormir con la claridad, se quedan quietas porque todo está iluminado por los faroles. Ya no hay oscuridad posible. El alumbrado público todo lo inunda, robándoles la tranquilidad.
En algunas colonias de la ciudad se acercan parvadas de pericos que revolotean en los bocotes. La gente prefiere los pericos nacidos en marzo, porque hablan mucho, y las cotorras guayaberas como mascotas, aunque hay quien tiene en sus casas cucuchitas, palomas, chachalacas, faisanes, pichiches y hasta queleles. Dicen que los faisanes son buenos para cuidar la casa, porque agreden a los intrusos.
Algunos años la policía preventiva detuvo a traficantes de aves. Hombres extraños venían a colocar trampas en las milpas para capturar aves exóticas y llevarlas a vender a las ciudades. Atrapaban por centenares de cotorras guayaberas. Por ahora parece que paró un poco el tráfico de aves.




sábado, 7 de enero de 2017

Ciudad con aroma de café XV


Víctor Cardona Galindo
Los días 25 de diciembre y el día primero de enero de todos los años los pueblos y colonias de Atoyac se quedan semivacíos, porque la mayoría de la gente se traslada al río, al canal de riego, a la Hacienda de Cabañas, al Llano Real, a la orilla de la laguna de Mitla, a la playa Pez vela, Boca Chica y otras playas de Tecpan de Galeana como Michigan, la Piedra del Tlacoyunque, el Ojo de Agua y Cayaquitos.
El Zócalo de Atoyac de Atoyac a finales de los 
años noventa del siglo pasado, todavía no sufría
 las modificaciones que tiene ahora. 
Foto: archivo de Francisco Magaña.

Algunas familias tradicionales de Atoyac tienen algún terreno en la orilla de la playa, en lo que antes se llamó Costa de Plata, ya sea en playa Gaviotas o Magueyes, allá se van, pero la mayoría abarrota el río que por estas fechas no está tan bajito ni tan contaminado como en mayo. Los lugares más socorridos son: la zona del puente de El Ticuí, El Cuyotomate, la presa derivadora Juan Álvarez y El Salto donde se disfruta del aire limpísimo de la sierra y la belleza de la naturaleza. Este último balneario es el favorito de muchos visitantes que buscan las cercanías de las montañas y todo el periodo denominado Guadalupe Reyes llenan las tres enramadas que existen y la sombra de los árboles a la orilla del río.
Aspecto de la poza de El Salto en 1998.
Foto: Francisco Magaña.

El balneario que les comento se llama El Salto por las dos hermosas cascadas que la naturaleza nos regaló y que  están a unos metros río abajo. Para llegar a él, antes hay que pasar por la comunidad de El Salto que se fundó allá por 1915.
El primero que llegó a vivir a esas tierras fue don Eusebio Téllez, luego se le sumaron Isabel Benítez, Ignacio Benítez y Miguel Castro. Le llamaron El Salto Grande, porque ya había otro pueblito que se denominaba El Salto Chiquito ubicado en los terrenos de don Marcelino Mariscal. El Salto Chiquito desapareció después del periodo negro llamado guerra sucia.
Los paseos en pango se organizaban en El Salto hasta antes
del 20013. Foto: Francisco Magaña.

En 1956 El Salto Grande tenía 14 casitas, en ese tiempo se fueron sumando otras familias como los Cruz, los Aguilar, los Caballeros, los Martínez Bautista, los Guzmán y los Zaragoza. Una vez que fue creciendo tuvo su primer comisario en 1959 que fue don Celestino Benítez.
Para llegar al balneario son cinco kilómetros, de la cabecera municipal hasta el entronque de la comunidad, y de ahí 600 metros hasta el río, una parte de terracería y otra ya está pavimentada, al llegar se encuentra luego la poza de cristalinas aguas rodeadas de enramadas, donde se venden camarones de río, sopes y todo tipo de carnes, acompañadas de una cerveza bien fría.
Una candidata a reina del café se baña en la poza de El Salto Chiquito.
Foto: Archivo Histórico Municipal de Atoyac.

A la orilla del río hay árboles muy frondosos, donde se puede instalar un asador de carne y cocinar para la familia mientras se bañan en las frescas aguas. O si se prefiere, auxiliados de un visor se pueden atrapar personalmente los camarones que se consumirán, respetando las hembras embarazadas, claro está, se distinguen por las hueveras que tienen en su pancita.
Cuando uno mismo se sumerge en el río para atrapar los camarones que consumirá, el relajamiento es total, pero si alguien es muy malo para pescar camarones, lo más recomendable es llevar una provisión de carne o pedir el platillo preferido en una de las enramadas, porque a pesar de no atrapar suficientes camarones para la comida, se sale del agua con mucha hambre. El proceso de camaronear es muy emocionante, al andar buceando se ve como los camarones salen de una piedra y se esconden en otra. Aunque el aprendiz de pescador no agarre ninguno, el susto a los camarones nadie se los quita.
Aspecto del paisaje en El Salto. Foto: Francisco Magaña.

Al primero que se ocurrió que El Salto podría ser un lugar turístico, fue Ladislao Sotelo Bello en su segundo periodo como presidente municipal de Atoyac. Luego José Cruz, Tirso Silva, Ofelio Benítez, Gonzalo Caballero y Francisco Téllez se asociaron para construir las primeras cuatro enramadas que existieron.
Hasta antes de 1975, se iba a El Salto por medio de un Camino Real, que comenzaba en el lugar conocido como Las Compuertas y salía en La Cumbre, entre el 1975 y 1976 quedó terminado el camino de terracería y el 2008 durante la gestión del alcalde Pedro Brito García quedó pavimentada la carretera, por eso ahora quien decide visitar El Salto en menos de 20 minutos está bañándose en las frescas aguas del río y disfrutando de la naturaleza.

El pueblo tiene su calle principal pavimentada, obra que se ejecutó en el periodo del alcalde Carlos Armando Bello, la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS) también ha realizado gestiones para mejorar la comunidad. Las casas son tradicionales construidas a base de adobe, una que otra de bajareque, hay unas dos casas construidas con un poco de diseño y buen gusto. Aunque ya la gente ha sustituido la teja por la lámina galvanizada. Los programas federales también han edificado algunos cajones que llaman viviendas, están deshabitados porque son calientes para la zona.
Las tierras de El Salto pertenecen al ejido de Mexcaltepec y sus habitantes siembran maíz y frijol de temporal y de riego. El pueblo toma su nombre de la primera cascada que se forma en el río de Atoyac al sur de la población. El río baja por una laja muy grande y cae en el fondo del acantilado, formando un espectáculo natural muy impresionante. Más abajo como a medio kilómetro está El Salto Chiquito una muy bonita cascada que puede verse sentado bajo la sombra de los cuajinicuiles, quien quiera puede nadar. Pero como el lugar es un paraje muy solitario, los visitantes se conforman con mirar.

El río está poblado de camarones aloncillos, hay mucha trucha blanca y tienen una nueva habitante: la carpa, esa depredadora de las especies de los ríos y que se está reproduciendo con mucha facilidad en los ríos y arroyos de la sierra. En los bosques cercanos al salto, se asolean las iguanas verdes y negras que se esconden a ver pasar al visitante y por la tarde se escucha el sonoro canto de las chachalacas y la triste melodía de la paloma torcaza.
El Salto Chiquito

Frente al salto está el cerro Cabeza de Perro una de las montañas más grandes del municipio de Atoyac, donde la leyenda dice que está escondido el tesoro de Juan Álvarez y el cuyas faldas Lucio Cabañas establecía su campamento guerrillero. Al cerro se puede subir sólo por la comunidad de Agua Fría.
El cerro tiene su encanto, Francisco Galeana Nogueda en su libro Conflicto Sentimental, Memorias de un Bachiller en Humanidades escribió:
“El cerro está al norte de Atoyac, Cabeza de Perro, que tiene un aspecto estéril y desértico; no nos muestra el tono azul como los otros, sino que es de faz blanca como montaña nevada.
Al fondo, el cerro Cabeza de perro.

Me viene a la memoria de inmediato el cuento o leyenda de ese cerro: Se ha dicho y se sigue diciendo hasta la fecha, que en cerro o en la cárcel que encierra su verde selva, existe una hermosa laguna, cuyo encanto consiste en vestirse de multicolor ropaje cuando el sol diluye sus rayos blanquecinos sobre la faz azul de su rostro cristalino.
Y a la vez, en dicho perímetro abunda lujuriosa floresta, y en cuanto a su fauna hasta el ave del paraíso surca con sus alas medrosas el cielo limitado e impasible. La laguna hechizada tiene de todo y la habitan hermosas ninfas.
Un arroyo grande nace en esta laguna, cuyos bordes según cuentan quienes tuvieron la dicha de experimentar este sortilegio, forman el más bello ramillete de flores exóticas y raras; viñedos cuyas frutas almibaradas satisfacen al paladar más exigente.
Todo este sopor lo sentían quienes en alguna ocasión se aventuraban por esos contornos, pues se cree que es el lugar donde los habitantes de Tecpan, temerosos de las incursiones de los tarascos guiados por su rey Caltzontzin, depositaron sus riquezas en oro y piedras preciosas, tesoro que se cree que existe hasta la fecha.

Un nativo del pueblo de Atoyac, según versiones, entregó al general Juan Álvarez un pergamino, el cual contenía el mapa que señalaba exactamente el sitio donde estaba este encantamiento, con el objeto de que el patricio usara este tesoro para la causa de la Independencia; no sabemos si lo encontró, aunque se cree que no fue hallado y sigue reflejando en determinado tiempo la dorada llama de su existencia”.
Otro lugar que los visitantes abarrotan en estos días es el Cuyotomate, sitio que toma su nombre de un árbol con ese fruto, que ya no está porque se lo llevó el río en una de sus múltiples crecientes. Ir al Cuyotomate es bañarse en medio de un cardumen de truchitas, tomar la chela, comer unas picadas o un pescado frito, ver a los jóvenes clavadistas que se avientan de lo más alto del paredón o de las ramas de los árboles, es  nadar junto a las tortugas que asoman la cabeza, es sumergirse en una frescura muy reconfortante. Durante el año las familias atoyaquenses se congregan en El Cuyo los sábados y domingos. El lugar es muy apacible en las tardes, las garzas pasan volando río arriba, la música de Chalino Sánchez resuena en las enramadas, los luisillos y las primaveras comen el fruto de los guamúchiles, una parvada de golondrinas pasa rosando el agua quieta de la poza, un Martín pescador grita mientras vuela rumbo a las piedras.

En estos días, los guamúchiles que rodean la poza del Cuyotomate comenzaron a reventar sus frutos, los ahuejotes presumen sus flores amarillas y los sauces reflejan sus ramas en el río, cual narcisos enamorados de sí mismos.
Durante la contingencia que se vivió en septiembre 2013 con la presencia del huracán Ingrid y la tormenta tropical Manuel, los 10 enramaderos del Cuyotomate fueron afectados. Lo suyo fue pérdida total porque únicamente rescataron unos trastecitos pero no todo lo que tenían. La creciente modificó el río, la poza de El Cuyotomate despareció. En El Salto los árboles frondosos de guamúchiles, en cuya sombra la gente asaba carne en sus días de campo, fueron arrasados por la corriente al igual que las enramadas que había en la orilla. También la fuerza del agua se llevó los grandes árboles de guamúchiles, ceibas y ahuejotes que había en el río frente a la ciudad de Atoyac.
Afortunadamente a tres años de la contingencia los árboles del río se han ido recuperando, los sauces y los ahuejotes crecen muy rápido, ya hay fronda para asar la carne y descansar con la familia. En El Salto nacieron varios hermosos capulines que por las noches son punto de reunión de los murciélagos herbívoros y durante el día dan sombra al visitante.

Este fin de año las calles de la ciudad y de los pueblos cercanos lucieron saturadas. Tenía muchos años que no recibíamos tantos visitantes. Los pueblos tratan de organizar eventos para que el disfrute del vacacionista. En la cabecera se comenzó el 23 de diciembre con el paseo del Cortés, donde participaron las representaciones de la danza del cortés de las diversas comunidades y colonias. Así como instituciones educativas que contribuyeron con sus grupos de danza en este evento que se pretende instituir todos los 23 de diciembre.
El 26, la reina del café María Fernanda organizó un evento cultural en El Ticuí con la participación de artesanos, pintores y productores de café. El evento congregó a la sociedad local y diferentes expresiones artísticas. Los torneos de basquetbol de El Ciruelar y Alcholoa hicieron lo suyo, son eventos deportivos muy acreditados y concurridos, igual que el torneo de futbol que se llevó a cabo en el estadio Francisco Ruíz Gómez. La carrera ticuiseña del 31 de diciembre ya es todo un acontecimiento estatal, ahora participaron 200 corredores del Estado de México, Queretaro, Acapulco y de los diferentes pueblos de la Costa Grande.
Cortina de la presa derivadora Juan Álvarez.

Aunque no se ha explotado, Atoyac tiene un gran potencial turístico, comenzando con las zonas arqueológicas de La Gloria, Piedras Grandes y El Paraíso. También tenemos infraestructura para promover una ruta del café, con las pocas huertas que están en producción y con todos los beneficios húmedos y secos que se encuentran abandonados a lo largo de la sierra, comenzando por el que está dentro de las instalaciones del Ejército en el paraje de Los Tres Brazos.
Se puede potencializar con proyectos recreativos de ecoturismo: caza deportiva,  rapel, caminatas, excursiones y concursos de vehículos todo terreno, entre otros muchos más. Esto ayudaría a la preservación de especies en peligro de extinción como el jaguar, el puma y el tucán y la urraquillas verdes, las gallinitas y los faisanes.

En nuestra sierra, sobre todo la ruta Atoyac-Puerto Gallo, existen una gran variedad de recursos hídricos que se podrían explotar construyendo cabañas de descanso, donde al tiempo que se disfruta de la naturaleza se puede participar en excursiones para observar las zonas arqueológicas y bañarse en las limpias pozas que en la región existen.