sábado, 27 de agosto de 2016

Guerrilleros XXI


Víctor Cardona Galindo
La Brigada Campesina de Ajusticiamiento estuvo en el arroyo Oscuro cuatro días antes de lograr su cometido. Uno de los eventos que retrasó la acción armada fue un accidente que sufrió uno de sus miembros. En el momento que preparaban sus alimentos cayó un cartucho en la fogata y explotó. Los fragmentos de latón del casquillo hirieron a Ramón. Este percance los obligó a esperar dos días hasta que el guerrillero se recuperó y pudo caminar bien.
Zacarías Cabañas Fierro fue detenido en 1976 cuando
 estudiaba en la Ciudad de México el tercer semestre de
 la Vocacional. En 1972 fue acusado de encabezar la 
comisión de lucha del Partido de los Pobres en la 
escuela secundaria de Río Santiago. 
Foto: Archivo General de la Nación (AGN)

Es que esos días el principal problema que tenía la guerrilla era la falta de alimentos, sólo comían plátanos hervidos con sal. Dice Eleazar Campos Gómez en su libro Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres. Una experiencia guerrillera en México que una comisión salió a buscar plátanos y a su regreso llegaron mojados por la lluvia. “La ropa mojada la pusieron a secar al calor de la lumbre, tendiéndola del palo de donde colgábamos las ollas para cocer los alimentos. Alguien de los compañeros no se fijó que en la bolsa de la camisa iban unos tiros de 9 m.m., que al colgarla arriba del fogón los cartuchos cayeron en las brasas y tronaron casi simultáneamente; Ramón, que en ese momento se encontraba parado junto a fogón, fue herido en las dos piernas al incrustársele varios pedazos de latón del casquillo de los cartuchos”.
Por eso se retomó el ritmo al tercer día del accidente de Ramón. “La idea era atacar a los militares cuando regresaran de Atoyac y no cuando vinieran de San Vicente, ya que se sabía que, por lo general, el Ejército detenía a campesinos en los barrios y podrían llevar a algunos en el convoy, de tal suerte que al momento de emboscarlos podrían matar también a los aprehendidos”, dice Eneida Martínez.
El 22 de agosto, volvieron poner la emboscada, pero las cosas volvieron a complicarse con la presencia de personas extrañas a la acción. Eran cuatro trabajadores que llegaron en una camioneta amarilla de la Secretaría de Obras Públicas (SOP). “Se pararon en medio de la emboscada y se bajaron para arreglar las pequeñas zanjas que había hecho la corriente del agua de las lluvias. Eran precisamente las zanjas las que obligaban a todos los choferes a pasar lentos frente a nosotros y era una de las condiciones para que nosotros pudiéramos abrir fuego con mucha ventaja sobre los carros del Ejército”, dice Eleazar Campos.
Cuando los guerrilleros vieron que comenzaban a trabajar, entonces Lucio abandonó su puesto y habló con los trabajadores. Iban al mando de una persona joven en la que se notaban los rasgos de extracción humilde, es a quien se dirige primeramente Lucio, les explicó que en ese lugar tenían una emboscada y que no era conveniente que ellos trabajaran ahí y que por el momento no era posible que se fueran porque era peligroso para los guerrilleros.
“No se podían ir, sino que se iban a quedar hasta después de la emboscada se iban a ir. Entonces pues sí respondieron, gente muy tranquila, los llevamos hacia a la parte más boscosa, más arbolada, en un lugar seguro no fuera que los balazos fueran a dar allá donde estaban. Pues la única comida que les dimos, me acuerdo, fue de plátanos hervidos verdes, nada más, era lo que teníamos nosotros. Entonces pues los cálculos eran de que el Ejército pasaba en la mañana y en la tarde de regreso, eso era casi diario”, dice Pedro Martínez.
La camioneta fue escondida en el monte hasta las seis de la tarde que se quitó la emboscada, entonces todos los guerrilleros se fueron a platicar con los trabajadores y compartieron los últimos plátanos hervidos que les quedaban en la ración. Los trabajadores se mostraron muy contentos y comentaron sus temores. Estaban preocupados de que no los dejaran ir, pues ya se habían aguantado todo el día sin comer. Finalmente los trabajadores abandonaron el lugar después de recibir 10 mil pesos de parte de los guerrilleros y con la promesa que regresarían llevando unas compras.
Para ese momento había desánimo entre los brigadistas, porque ese 22 de agosto tampoco se logró el cometido. Pero además ya se tenía el problema de que los hombres que habían encontrado en la brecha, sabían los planes de la Brigada y ya era un verdadero peligro quedarse ahí. “Muchos pensamos que ya no iba a ver ya nada, porque primero ya nos habían visto los que iban a trabajar en la carretera, lo cual no nos garantizaba seguridad. Y pues ya hablamos con ellos, les dijimos que nosotros ya nos íbamos a ir de ahí, que ya no nos íbamos a quedar ahí, que la emboscada ya no se iba a realizar y que les agradecíamos el haber pues tomado en cuenta nuestra petición de no trabajar. Y entonces, pues se les dio dinero para encargarles unas cosas, les preguntamos si podían [comprar] algunas botas, algunos enseres para el uso de la guerrilla y quedamos que en esos lugares nos íbamos a ver para que nos entregaran las cosas, más o menos un tiempo considerable les dimos, eso fue para medio camuflajear las cosas ahí de que ya nos íbamos”, dice Pedro.
Finalmente decidieron confiar en la palabra de los trabajadores de que no iban a delatar su presencia. Otra vez corrieron el riesgo. El 23 de agosto regresaron con mucha cautela, a las 11 de la mañana, a donde tenían las trincheras, se cercioraron de que no existiera alguna presencia extraña, no fueran a ser ellos los emboscados. La lluvia era insistente, pero ni eso hacía mella en el ánimo de los guerrilleros “y la lluvia sobre nosotros, los mosquitos sobre nosotros, los zancudos, aguantando, sin hacer ruido, nada. ¡Era un sacrificio eso! y la lluvia se quitaba y la lluvia volvía, ni modo que usáramos plástico, todo teníamos allá en el campamento provisional que teníamos, incluso ya habíamos dejado bien hechas nuestras mochilas”, recuerda Pedro Martínez.
Los brigadistas se colocaron en ambos lados de la brecha, situándose de tal manera que en el momento de abrir fuego no fueran a herirse entre ellos. Pasaban las horas, la lluvia ya se había calmado y el sol estaba en su apogeo,  alrededor de la una de la tarde se escuchó un ruido que llegaba de lo lejos, dos carros grandes transportando militares salieron de la curva y entraron en la celada, aquella tarde del 23 de agosto, de hace 44 años.
Dice Eleazar Campos: “A las 12:45 oímos en la vuelta de la brecha el ruido de carros que venían, luego aparecieron frente a nosotros una camioneta de doble rodada con pocos soldados y atrás de ésta un Dina o troca que iba repleta de soldados. En ese momento todos los compañeros seguramente apuntábamos nuestras armas sobre los camiones, esperando el disparo de los encargados de abrir fuego: Samuel e Isaías; creo esto porque precisamente es lo que yo esperaba para disparar”. El sol abrió ese momento muy fuerte y dejaba caer sus rayos a plenitud haciendo que el reflejo de los cascos verdes metálicos, de la tropa, lastimara los ojos a los guerrilleros.
Sonó una ráfaga de M-2. Los comisionados dispararon contra el último camión y automáticamente siguieron los demás disparos. Hubo momento que no se escuchó otra cosa que no fueran las descargas cerradas de las armas. Lucio vació tres cargadores grandes de su M-2 en pocos segundos. A las primeras descargas la camioneta que iba al frente recibió un chorro de plomo en la parte delantera y sin ninguna perspectiva de salir del área de fuego, quedó atascada en el lodo al pie del paredón. El carro que le seguía no pudo continuar porque la camioneta le cerró el paso, y no se pudo regresar para atrás porque la lluvia de balas se lo impidió. La camioneta y el carro quedaron atascados en dirección al paredón como si hubieran querido subir por él.
Los soldados comenzaron a caer dentro de los camiones, sorprendidos por tableteo de las carabinas automáticas. Algunos en medio de la confusión pudieron empuñar sus armas y tiraban hacia arriba, otros procuraban sentarse en el piso del camión para resguardarse. “Al principio del combate algunos soldados dispararon sus armas echando ráfagas hacia el cielo. Ningún disparo de estos siquiera fue dirigido hacia el monte o a nuestras posiciones”, dice Eleazar Campos.
En la cabina de la camioneta iba el mayor Bardomiano de la Vega Morales, quien, al sentir las descargas, trató de salirse por la portezuela derecha, “pero sólo alcanzó a abrirla y no pudo salir porque el compañero Raúl lo recibió con una ráfaga de FAL, y de la Vega, para evitar que le pegaran, se rodó a la portezuela izquierda abriéndola también, pero sucedió lo mismo el compañero Raúl lo recibió de la misma manera, obligándolo a meterse a media cabina, de donde Raúl lo obligó a rodarse a la portezuela izquierda y por ella salió finalmente”.
El camión grande que venía atrás al ser herido su chofer fue a incrustarse en el paredón, en ese momento Oscar le pegó a dos tanques de gas grandes que transportaba ese vehículo. Al ser agujerados los tanques se fugó el gas formando una pequeña nube blanca. Los soldados maniobraban para evitar la fuga pero los disparos se lo impidieron. “Ellos traían unos tanques de gas, entonces se les pegó a los tanques de gas echaban chorros así, se veían como humo,  entonces yo tenía al lado a Rufino, o sea, Rufino era Juan Lino Avilés, por cierto lo mataron en Michoacán, entonces él empezó a decir ‘es una bomba es una bomba’ y ya alguien le dijo ‘no –dice– ese es gas, son tanques de gas’”, recuerda Pedro Martínez.
Los guerrilleros gritaban: ¡Viva la Revolución! ¡Viva el Partido de los Pobres! ¡Viva la Brigada Campesina de Ajusticiamiento!
A pesar de que habían perdido cualquier oportunidad de recuperarse, del carro de atrás varios soldados alcanzaron a saltar al suelo, arrastrarse y cubrirse un poco debajo del camión, uno de ellos empezó a disparar, pero luego fue eliminado por los guerrilleros que habían abierto fuego. Hubo un soldado que al empezar el combate saltó del carro y empezó a correr hacia la orilla de la brecha y con el FAL en las manos listo para disparar, pero Samuel le disparó varios tiros y  lo hirió cuando estaba llegando a la orilla. Herido cayó al suelo soltando el FAL y en seguida comenzó a arrastrarse a la orilla; “yo alcancé a verlo cuando se iba arrastrando e intenté dispararle, pero luego decidí no hacerlo al ver su FAL lejos de él”, dice un guerrillero que se identifica como Eusebio. Samuel platicó que al huir el soldado fue a dar a una alcantarilla y allí se quitó y abandonó la fornitura con los cuatro cargadores del FAL, que él fue a recogerlos cuando abandonó su puesto. “Tiempo después supimos que habían encontrado el cadáver del soldado 15 días después del combate”, comenta Eusebio.
“El ataque continuó furioso –dice el Diario de un Combatiente I- por nuestra parte, hasta que se les da a los soldados nuestra orden de rendirse, pero lo curioso es que cuando Lucio grita: ‘soldados ríndanse, no queremos derramar más sangre’, entonces de inmediato responden; ‘ya estamos rendidos’; pero con el ruido de los disparos que no permitían escuchar bien, nosotros en vez del ‘estamos rendidos’ entendemos ‘Aquí estamos bandidos’, al producirse la confusión, el fuego se intensifica en medio de nuestros gritos de: ‘ríndanse’”.
Los disparos por parte de los guerrilleros siguieron arremetiendo sin darse cuenta que los soldados ya estaban rendidos, no había ninguna posibilidad que éstos respondieran al ataque. Lucio Cabañas volvió a dar la orden de parar el fuego: “Viva la revolución pobrista” y esta vez sí se escuchó la rendición de los militares. Como pudieron, los sobrevivientes salieron de los camiones, mientras tanto cada una de las comisiones empezó a realizar su tarea correspondiente.
“Como estábamos formados por comisiones, las comisiones de recoger armas las recoge, las comisiones de credenciales, documentos que trajeran, por cierto, ahí falló el comisionado de tomar fotos, al tiempo que quiso tomar fotos  se rodó y descompuso la cámara, entonces ya no hubo fotos (...) era una Polaroid  una que saca unas fotos bien chicas”, comenta Pedro.
Eleazar Campos comenta: “Entre los rendidos estaba Bardomiano de la Vega Morales, éste se paró de donde estaba tirado levantando la mano izquierda, pues la derecha la tenía inutilizada de un balazo cerca del hombro. Hizo esfuerzos por quitarse el cinto con que llevaba fajada una 45 y no pudo, un soldado le desabrochó el cinto con todo y pistola y lo tiró lejos de ellos. Después de esto, Bardomiano se fue a sentar al pie del paredón, junto a los demás y allí donde estaba sentado empezó a decir: -si quieren las chingadas armas, allí están, llévenselas pero a nosotros déjennos ir”.
Los sobrevivientes, rodeados por Chelo, Ramón, Manuel y Ruperto, fueron formados para que escucharan el discurso de Lucio Cabañas quien, les habló de arriba del paredón, y les dio una buena regañada diciéndoles que ellos eran gente del pueblo y por ese motivo no deberían de andar sirviendo al gobierno en las persecuciones y asesinatos contra los pobres, que también ellos eran pobres y debían de luchar junto al pueblo volteándoles las armas a los oficiales que les ordenaban torturar y asesinar a su misma clase.
Pedro Martínez recuerda que Lucio, les habló “de cuestiones históricas como la lucha de Benito Juárez, a Villa, Zapata, la lucha de los pobres, les hace ver el papel que juega el Ejército, que el Ejército pues defiende a los ricos y que los militares que lo dirigen son los que no vienen a sufrir lo que sufrieron ellos (...) finalmente luego dice vivas a Zapata, vivas a Pancho Villa, ¡Viva Juárez!, ¡Viva Genaro Vázquez! (...) finalmente Lucio dice que quién le quiere regalar un casco ya se acerca un soldado y le da su casco y cuando él dice todos esos vivas también los soldados repiten, o sea, será por el miedo y todo pero ellos repiten los vivas”.



viernes, 19 de agosto de 2016

Guerrilleros XX


Víctor Cardona Galindo
Después del ataque de la guerrilla en arroyo de Las Piñas, el Ejército redobló su fuerza, había más efectivos. Subían y bajaban de la sierra, tenían muchos campamentos, uno estaba en San Vicente de Benítez, cuando bajaban traían campesinos “mecateados” tirados en el piso de las camionetas. La guerrilla se apostó en el arroyo Oscuro para esperarlos durante cuatro días, en silencio y conteniendo la respiración, hasta que lograron su objetivo.
Siendo todavía un niño y alumno de la Escuela Tecnológica
 Agropecuaria de Río Santiago, Marcos Téllez Ramírez, 
fue detenido por el Ejército en San Francisco de Tibor, 
su pueblo natal, y encerrado en la cárcel municipal de 
Acapulco acusado de pertenecer al Partido de los Pobres. 
Foto anexo fotográfico de la Comverdad

Ese día, la naturaleza se hizo cómplice, callaron hasta las ranas, las mariposas huyeron y las flores blancas de la vera del arroyo escondieron su aroma. No había sonidos, se sentía únicamente la putrefacción del bosque, porque hasta el aroma a pino se extinguió. Había llovido pertinazmente esos días. Las zanjas abiertas por las lluvias en la brecha hacían que los carros fueran despacio, a vuelta de rueda.
Los soldados apenas alcanzaron a percibir el silencio, cuando se vino el trueno, se escucharon las ráfagas, como cuando se desbarranca en la sierra un pino derribado. Sólo tronidos y ese olor a chuquío de la sangre que invadió todo, junto con el aroma al monte podrido. La sangre brotó de los cuerpos de los soldados y se escurrió al arroyo que a la mitad del agua dejaba ver un hilito rojo.
Los guerrilleros bajaron al camino, despojaron a los militares de fornituras, armas, medicina y comida. A los que se rindieron les perdonaron la vida. Un soldado corrió a donde estaba el maestro Lucio Cabañas y le ofreció su casco. Más por miedo que por devoción a la guerrilla. Ese miedo que se siente ante la presencia de la muerte que se susurra al oído. Con ese temblor del cuerpo y el castañear de los dientes.
Un día me dijo un guerrillero: “cuando alcanzas a disparar se te va el miedo con el tronido”. Pero ese soldado no alcanzó a disparar, se le engarrotaron los dedos, cuando los guerrilleros los rodearon él ya estaba rendido, el miedo lo había vencido, por eso como para implorar por su vida corrió hacia Lucio y le entregó su casco.
Los guerrilleros se fueron, solamente quedó un callejón de hierba trillada por donde pasaron. Después desaparecieron, se los tragó la selva. Se confundieron en ese olor a hierbajo, a podrido, a gordura, a tierra, a pino y los pájaros cantaron otra vez. La selva fue toda cómplice de su retirada.
La carretera por la que transitaban los soldados, era muy mala, fue abierta únicamente con el propósito de extraer la madera. Hasta 1956 el municipio de Atoyac estaba comunicado por caminos de herradura y en la parte montañosa de la sierra no existía ninguna brecha, fue la compañía Maderas Papanoa, S.A la que construyó los primeros caminos de terracería que iban a El Paraíso y al Filo Mayor, mismos que solamente eran transitables en temporadas de secas. Los caminos eran muy malos, porque a la compañía maderera lo único que le interesaba era que sus camiones llegaran para sacar los troncos de árboles centenarios que crecían majestuosamente en nuestra selva y que en esos años fue devastada.
Por ejemplo en 1957, la empresa Maderas Papanoa realizaba explotaciones en: San Vicente de Jesús, San Vicente de Benítez, San Francisco del Tibor y El Paraíso. Se había comprometido construir escuelas, ayudar para lograr la introducción del agua potable y mejorar las vías de comunicación. Había una fuerte oposición a esta explotación por parte del Comité Regional Campesino encabezado por Rosendo Radilla Pacheco, de la Asociación Regional de Cafeticultores y de la Liga Femenil. Esta inconformidad se reflejaba en El Trópico del  7 de noviembre de 1957.
Igual sucedió con la otra ruta serrana. El 26 de junio de 1961 comenzaron los trabajos de la carretera a la zona cafetalera que pasa por los poblados de Mexcaltepec, Agua Fría, San Juan de las Flores, La Cebada y va para Santo Domingo y Pie de la Cuesta. Y tiene ramales que llevan al Río Chiquito y El Camarón. Los trabajos fueron ejecutados por la compañía constructora Continental, que presidía el ingeniero Manuel León Ortega, misma que se encargó de explotar la madera en esa zona.
El 18 de enero de 1962 el presidente de la República Adolfo López Mateos a través de la prensa nacional, dio a conocer el programa de obras que desarrollaría la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas en estado de Guerrero y contemplaba la construcción del camino vecinal Atoyac-­Paraíso-Puerto Gallo. El gobierno aportó 45 mil pesos y la Compañía Silvicultora Industrial 250 mil, otra vez las compañías madereras que tanto agraviaron a los pueblos.
La carretera tendría una extensión de 85 kilómetros, con 10 metros de ancho en terracería, por 5 metros de revestimiento. La ganancia de la compañía fue una concesión forestal en el Filo Mayor de la sierra de este municipio para extraer madera. Los trabajos comenzaron en agosto y la obra estuvo a cargo del ingeniero Rafael Vidrio Ruíz, nos dice Wilfrido Fierro.
Después de terminada la carretera, que todavía cada temporada de lluvia registra múltiples deslaves. El gobierno federal decidió pavimentarla a raíz de las emboscadas que Lucio Cabañas ejecutó en contra del Ejército en 1972. A partir de entonces se abrieron todos los ramales que comunican a la mayoría de las comunidades de la sierra de Atoyac, esta gran cobertura en obras carreteras fue una estrategia militar que tuvo como objetivo cercar a la guerrilla.
Dice Eneida Martínez en Los alzados del monte. Historia de la guerrilla de Lucio Cabañas que “el triunfo de la primera emboscada por parte de la Brigada, sin haber sufrido ninguna baja en sus filas, provocó confianza en los guerrilleros para volver atacar a los militares. El éxito obnubiló la visión de los guerrilleros, esto se puedo confirmar porque no se detuvieron a discutir las consecuencias que hubo para con los pobladores inocentes aprehendidos, al contrario, a raíz de esta victoria continuaron los planes para la segunda emboscada”.
El “Diario de un Combatiente I” publicado en el libro Papeles de la sedición o la verdadera historia político militar del Partido de los Pobres, compilado por Francisco Fierro Loza dice la “noche del 20 de agosto (de 1972) resultó histórica, ya que durante ella se planeó uno de los ataques guerrilleros más importantes y exitosos que hubiera realizado la guerrilla latinoamericana de aquella época en contra de un ejército”.
Comenzaron los preparativos. Antes de salir del campamento en una breve reunión Lucio Cabañas dirigió la palabra a su pequeña tropa, en el “Diario de un Combatiente I” se recogen estas palabras: “Debemos tener fe en la victoria y fe en que vamos a triunfar. Estará pensando cada uno de ustedes en este momento, a lo mejor me quedo en esta, a lo mejor no regreso. Muchos se encontraran nerviosos, pero siéntanse seguros de que no nos va a pasar nada, ya que todo lo tenemos previsto de la mejor manera. Los guachos van a pasar y nosotros vamos a estar detrás de nuestras trincheras tirando, y si nosotros sentimos feo, que no van a sentir ellos”.
“El que se ponga demasiado nervioso y empiece a tirar pa’ los lados o bien para arriba, mejor que se quede quieto detrás de las trincheras, porque si no, puede herir o matar a un compañero. Pero debemos pensar que todos hemos escogido voluntariamente este camino de la guerra y que hemos nacido para seguir al pueblo y que si es necesario, hay que saber morir por nuestro pueblo. Pero hoy no nos pasará nada, todo está planeado y nadie debe salir de su trinchera antes de tiempo, porque un compañero muerto, no lo emparejamos ni con un pelotón de guachos”.
Por su parte Pedro Martínez en entrevista con Eneida Martínez lo recuerda de esta manera: “Antes de salir pues Lucio nos pintó un panorama como una cuestión de dar ánimos, de que algunos estaríamos pensando de que a lo mejor me van a matar aquí, que no había que pensar de esa manera, sino que había que pensar que íbamos a ganar, que íbamos a salir bien de la emboscada. Porque él mismo decía unas palabras textuales ‘si nosotros estábamos sintiendo feo y que íbamos a estar atrás de una trinchera, ahora cómo sentirían los soldados, si se diera la emboscada, que iban a estar en la intemperie, iban a estar a la descubierta’, entonces por eso él decía ‘no hay que sentirnos mal, no hay que sentir que nos van a matar, que nos va a pasar algo, si nosotros sentimos feo cómo sentirán ellos’. Por otra parte, una de las cosas también que señalaba era de que nadie se saliera de la trinchera, o sea, digamos que poniéndose al alcance del Ejército, de los soldados, porque él nos decía ‘bueno si aquí matan a un compañero así podamos matar a un pelotón del ejército, no lo recuperamos, nosotros valemos más que los soldados, que un pelotón del ejército”.
La comisión de abrir fuego se le encargó a Isaías. El grupo que apenas contaba con veinte miembros, dejó su refugio de Las Patacuas y se trasladó a las cercanías del pueblo Río de Santiago, donde improvisaron un campamento en las cercanías de la brecha, de esa forma podían ir explorando y elegir el lugar preciso para hacer las trincheras.
“Estuvimos pues trabajando en la cuestión de hacer trincheras, de buscar los lugares adecuados para cada persona, para cada compañero. En una de esas pasó el Ejército y ya pues todos nos logramos esconder y los tuvimos así diez metros, otros más cerca. Son los momentos en que se siente el nerviosismo, o sea, era lo que todo mundo comentaba, ‘yo lo vi a tal distancia’, contando las reacciones que se sentían, entre miedo y gusto porque sí los íbamos a emboscar, porque sí estaban pasando. Entonces pues ese nerviosismo que muchos no habíamos sentido por lo menos los que ya habían ido a la [primera] emboscada pues ya no era tanto, pero los que no sí sentimos ese nerviosismo, esa adrenalina que se siente en ese momento”, comentó Pedro Martínez.
La seguridad de que efectivamente por ahí pasaban los convoyes militares, hizo que los brigadistas ya no buscaran otros lugares. Aunque posteriormente estuvieron a punto de abandonar el lugar, pues se dieron una serie de circunstancias contrarias a los planes. En una ocasión en que esperaban el tránsito del transporte militar: “El día permanecía en silencio, ni los pájaros hacían el menor ruido, parecía que ya era el atardecer, debido a lo nublado del tiempo, una lluvia no muy fuerte pero constante que se desató en ese momento provocó el vuelo de una parvada de pericos que se retiraron volando en medio de una ensordecedora gritería hacia un árbol verde y tupido follaje; para nuestra sorpresa, detrás de los pericos aparecieron corriendo detrás de ellos otra parvada de niños que con resorteras intentaban darles caza; lo que evidentemente entorpecería nuestra tarea y la ponía inclusive en riego de suspenderla”.
Uno de los niños cazadores llegó al sitio de la emboscada, topándose con uno de los guerrilleros atrincherados, quien le hizo señas para que guardara silencio mientras le explicaba la situación. Lucio dejó su trinchera y fue donde estaban los demás niños, que se habían acercado sin mostrar nerviosismo alguno. Les comentó que estaban esperando al Ejército para atacarlo para castigarlo por las torturas que hacían en contra del pueblo y por las detenciones injustas de campesinos inocentes. Les platicó casos concretos, de prisión y de tortura, incluso de algunos niños como ellos. Los niños escuchaban muy atentos y daban la razón a Lucio. Después ellos mismos proporcionaron información de casos de injusticias en contra de campesinos en su pueblo. Así la Brigada Campesina de Ajusticiamiento se enteró que dos jóvenes fueron aprehendidos por el Ejército en Río Santiago. De ahí eran los niños.
“Lucio advirtió a los niños acerca de los delicado que podría resultar que permanecieran en esta zona y lo peligroso que ellos comentaran a cerca de nuestra presencia con otras gentes y de que nos habían visto esperando al Ejército; los niños –a pesar de que su edad apenas llegaba a los nueve o diez años- se comprometen solemnemente con Lucio a guardar silencio”.
Esta situación alertó al grupo armado, porque corrían el riesgo de que los niños comunicaran a los lugareños la presencia de los guerrilleros en las cercanías del pueblo. Pero lo peor que podía pasar era ser delatados precisamente a los militares. Corrieron el riesgo: “A otro día fuimos y no había nada, porque antes de ir más o menos sopesábamos el ambiente cómo estaba, si no había movimiento de tropas por ahí con fines de encontrarnos, o sea, por si alguien hubiera delatado, pero no, todo tranquilo”, dice Pedro Martínez.





sábado, 13 de agosto de 2016

Guerrilleros XIX


Víctor Cardona Galindo
A Lucio Cabañas lo llevaron a la fama las dos emboscadas que realizó en la carretera Atoyac-El Paraíso. A raíz de esas acciones la guerrilla dejó de ser un asunto local y se proyectó a nivel nacional. La primera emboscada, de la que ya hemos hablado, fue en junio y la otra dos meses después, el 23 de agosto de 1972 en el arroyo Oscuro donde murieron 18 soldados del 48 Batallón de Infantería con sede en Cruz Grande Guerrero.
El joven Juvenal Cabañas del Valle fue acusado de encabezar
 la Comisión de Lucha del Partido de los Pobres en la Escuela
 Técnica Agropecuaria 174, de Río Santiago y fue encarcelado
 al ser señalado como participante en la emboscada en contra
 del Ejército el 25 de junio de 1972, cargo del que era 
totalmente inocente. Foto anexo fotográfico de la Comverdad

Para el gobierno federal Lucio era solamente era un vulgar bandido. “Un criminal, un pandillero”, lo llamó el secretario de la Defensa Nacional general Hermenegildo Cuenca Díaz. “Alguien que trabaja para intereses muy oscuros, que trata de incitar tendencias regresivas y conservadoras”, diría el presidente Echeverría. “El líder más importante de la oposición armada mexicana”, apuntaría en 1972 el Departamento de Estado estadounidense, de acuerdo a los datos aportados por la investigadora Kate Doyle en su artículo “La guerra sucia vista desde Washington” publicado en la revista Proceso en 2003.
Y siguiendo la secuencia de los acontecimientos. El 30 de junio de 1972 durante el evento de clausura de cursos el Ejército rodeó la Escuela Tecnológica Agropecuaria número 174 (ETA-174) de Río Santiago. Los militares llegaron cortando cartucho a un acto en el que participaba el presidente municipal Silvestre Hernández Fierro. Para entonces estaba en calidad de desaparecido el estudiante Juvenal Cabañas del Valle primo de Lucio quien fue detenido en San Vicente de Benítez. A partir de ese día los maestros y trabajadores abandonaron el plantel, los animales y siembras que atendían quedaron descuidados por temor a la represión.
Una ficha del gobierno decía que “los profesores de la ETA-174 Juan Montes Peralta, Marco Antonio Salazar y Juan Javier Muñiz mantienen estrechas relaciones con Juvenal Cabañas del Valle, principal organizador del Partido de los Pobres en el plantel”.
Uno de los alumnos de esa escuela, Francisco Clavel Velázquez, bajo tortura declaró que fue reclutado para el Partido de los Pobres por Juvenal Cabañas, que al grupo también pertenecían Zacarías Cabañas Fierro, Hermógenes Castro Ríos, Lamberto Castillo Navarrete y 13 alumnos más. Que eran adoctrinados por Evaristo o Severo quien hablaba de la misión de Lucio Cabañas contra el gobierno de los ricos. Que las juntas se llevaban a cabo en los terrenos de la ETA-174 o en un recodo del río Santiago donde se bañaban.
El 31 de julio fue detenido en San Juan de las Flores, Hermógenes Castro Ríos, dice el reporte de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) que cayó en un operativo del Ejército cuando iba rumbo a El Venado y confesó que desde hacía tiempo era bastimentero de Lucio Cabañas Barrientos.
Todavía no paraban las detenciones por la primera emboscada cuando se dio el nuevo ataque a las fuerzas armadas. El 23 de agosto de 1972 en el arroyo Oscuro, como a las 2 de la tarde fueron emboscados personal del 48 Batallón de Infantería. La versión de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento es que mataron a 18 soldados y apresaron a 20 que luego dejaron en libertad y que recogieron 40 armas de fuego. Se habla inicialmente que aquí murió el mayor Bardomiano Morales de la Vega. Para atender personalmente el caso se trasladó a este lugar el secretario de la Defensa Nacional el general Hermenegildo Cuenca Díaz quien reforzó la persecución a la guerrilla con la participación de cinco batallones: el 27, de Acapulco; 48 de Cruz Grande; 50 de Atoyac, el 32 de Chilpancingo y el 19 de Cuernavaca. También llegaron fusileros paracaidistas del Campo Militar Número 1.
La primera información pública que se tuvo de los hechos fue un comunicado presentado por la Secretaría de Defensa Nacional (SEDENA) y publicado por El Universal, al día siguiente, con el título: “Encuentro entre militares y maleantes en Guerrero”, aun aquí la información oficial es errática.  
El texto dice: “Aproximadamente a las 14:00 horas del día 23 de agosto de 1972 tuvo lugar un encuentro entre elementos militares pertenecientes al 50º (48) Batallón de Infantería y un grupo de maleantes, a la altura de Río Santiago, en el camino que conduce de Atoyac de Álvarez  a San Vicente de Benítez, Gro. El personal militar se trasladaba a la población de San Vicente llevando una camioneta de víveres para la partida del 50º (48) Batallón destacado en esa población. En el encuentro resultaron muertos un jefe, un oficial y 5 individuos de tropa, resultando igualmente heridos varios soldados. Se desconoce hasta este momento el número de muertos y heridos por parte del grupo de bandoleros, los cuales huyen perseguidos por personal del 50º Batallón de Infantería. El secretario de la Defensa Nacional, general de división Hermenegildo Cuenca Díaz, salió este mismo día a la población de Atoyac de Álvarez, para personalmente dictar las medidas tendientes a normalizar la situación imperante en dicha región”.
La Comisión de la Verdad del Estado de Guerrero encontró en el Archivo General de la Nación (AGN) en la galería 2, donde está el fondo de la SEDENA, una tarjeta informativa titulada “Para informar a la superioridad” firmada el 24 de agosto de 1972 por el teniente coronel de infantería Diplomado del Estado Mayor Luis Mario Vargas Amezcua. Es importantes destacar aquí este documento porque refleja lo que se pensaba en el instituto armado un día después de la segunda emboscada.
El teniente coronel consideraba que existía la necesidad de reorganizar las tropas “jurisdiccionadas” en la 27 Zona Militar con sede en Acapulco. “De un tiempo para atrás a la fecha, el estado de Guerrero ha confrontado numerosos problemas, por la actuación de grupos contrarios al Gobierno Federal, encabezados por Genaro Vázquez inicialmente y ahora por Lucio Cabañas”. Se ve que la Secretaría de la Defensa consideró que la situación se fue agravando en el momento en que las tropas del ejército fueron atacadas. También se hace un balance de “las actividades que el Ejército ha realizado, incluyendo numerosas campañas de labor social, no han dado el fruto deseado, porque la población civil, principalmente en el área de Atoyac de Álvarez, continúa con su actitud de descontento al gobierno y repudio al Ejército”.
“Actitud motivada por el bajo nivel de vida que confronta el abandono que sufren por parte del gobierno de la República”. Por otro lado, la manera en que se ha realizado la averiguación con respecto a los ataques en contra de los militares “y que han culminado con la aprehensión y consignación de personas de la región, han provocado antipatía hacia las fuerzas armadas, ya que con motivo de ellas se han recibido numerosas quejas por desmanes cometidos por las tropas; que mucha gente se ha visto en la necesidad de abandonar sus lugares de origen, así como de algunas desapariciones”.
En este informe, se considera que los grupos que atacaron a los militares o “cuentan con todo el apoyo voluntario o por temor o amenazas de la gente de la región [pues] no es creíble que nadie se dé cuenta de que un grupo numeroso de individuos armados se reúna o se desplace. Fácilmente los lugareños pueden identificar a quienes forman parte de su comunidad o a quienes no forman parte de ella”. Asimismo, no se descarta que los grupos armados tengan escondites, de tal manera, que facilite el movimiento en terrenos llenos de accidentes y densa de vegetación.  Por otro lado, el reabastecimiento de las tropas se hace difícil por las condiciones geográficas.
“Se encuentran en la región cubriendo numerosas Partidas y destacando Columnas Volates el 48º  y 50º Batallones de Infantería. Encontrándose, además proporcionado servicios en el límite del área elementos del 32º Batallón de Infantería”. Mientras tanto, el 50º Batallón de Infantería que está en la región problemática se halla con sus efectivos muy dispersos, “manteniendo incluso 3 partidas en el límite entre los estados de Guerrero y Michoacán. Esta situación ocasiona que la Unidad sólo cuente en plazo con 40 elementos disponibles, por lo que no existe forma de apoyo a sus fuerzas”.
A las conclusiones que se llegó en dicho documento fueron: que se impulse –en Atoyac– la economía de dicha región, “principalmente construyendo caminos, introducción se servicios públicos, establecimiento de clínicas, escuelas, pequeñas industrias, etc., con la finalidad de elevar el nivel de vida de los habitantes de la misma y borrar, en parte, el descontento y resentimiento hacia el gobierno y sus representantes”. Se recomienda que la comandancia de la Zona realicé un trabajo minucioso de investigación a fin de establecer qué partidas deben permanecer y cuáles retirarse. “Considerando que las que continúen, deberán hacerlo con efectivos por lo menos de una Sección (30 elementos), concentrar el resto a sus matrices y a fin de no dejar el área a merced de los maleantes, organizar Columnas Volantes”.
Se considera que el 19º Batallón de Infantería, con matriz en Cuernavaca, Morelos, debe cambiarse al puerto de Acapulco; el 48º Batallón de Infantería de Cruz Grande debe seguir en su área de lo contrario se dejaría sin fuerza militar en esa zona. Que el 27º Batallón de Infantería, instalado en Acapulco, debe establecerse en Petatlán, y el 50º “se haga cargo exclusivamente del área el Edén-Tepetixtla-Atoyac de Álvarez-Santo Domingo, Gro”.
En el documento se considera que, a pesar del ataque contra las fuerzas armadas, “las tropas continúan actuando con exceso de confianza, y que a sólo dos meses de haber sufrido una emboscada es de suponerse deben extremarse las medidas de seguridad. Han pasado varios años que el personal de la 27ª, 35ª, 9ª Zonas Miliares no concentran ninguna unidad para adiestramiento y maniobras”. De igual forma, se detectan problemas en el personal de nuevo ingreso pues “apenas si recibe un adiestramiento individual básico y lo mandan al desempeño de comisiones, Partidas y Columnas Volantes, lógicamente ese personal no está preparado, presentándose los problemas consecuentes”.
“Para algunos comandantes el mejor adiestramiento es la experiencia, empero, es indispensable que el personal se le proporcione conocimientos teóricos de desplazamiento individual, localización y designación de objetivos, empleo de ademanes y señales, guerrilla y contra-guerrilla, empleo táctico del armamento, tiro y sobre todo actuación del Pelotón, Sección y Compañía en el combate, por lo que se hace necesario un entrenamiento adecuado,  a fin de que aún en la situación difícil, el personal responda instintivamente a los ataques, ya que de conformidad con la información recibida los emboscados no hicieron nada para repelar la agresión”.
Como vemos, se le plantea al presidente de la República, Luis Echeverría, que es conveniente llevar un impulso económico a la zona, de tal manera que esto hará que disminuya el descontento y “sobre todo la ayuda de los regionales a quienes se oponen al gobierno con medios ilícitos”.
A raíz de los ataques contra miembros del Ejército, es necesario una “reorganización de sectores, subsectores, Partidas, Columnas Volantes y Destacamentos en la  jurisdicción de la 27ª Z. M. (Acapulco, Gro)” para hacer frente a cualquier amenaza. Se hizo el recuento de que en dicho ataque se perdieron un importante número de armamento. Por lo cual “el grupo o grupos de gavilleros autores de los atentados” han incrementado su poder debido a este equipo militar capturado. “Con base en lo anterior, constituyen una fuerte y poderosa amenaza, para cualquier unidad menor a tipo Batallón o Regimiento, aumentando sus posibilidades con el apoyo voluntario o por temor de los pobladores de la región de esa entidad, así como del conocimiento del terreno donde operan.”
Se destaca una de las recomendaciones. “Que el mando de la 27ª Z. M efectúe una reorganización de sectores, subsectores y partidas, a fin de responder a la situación actual. Que el despliegue de los batallones a su mando, responda a la posibilidad de ser empleados con el máximo de fuerzas, y a la mayor brevedad, en cualquier punto de su sector a donde urja su presencia. Que el 50º B.I. cubra exclusivamente el área-problema actual. Retire los servicios (de cualquier tipo) y las partidas que no sean de extrema necesidad, y las que continúen establecidas, sean de un efectivo mínimo de sección. Que la ubicación física de la Partida preferentemente sea en lugar cuya situación responda tácticamente a cualquier agresión (…) que todas las partidas dispongan de planes funcionales para hacer frente a fuerzas mayores en hombres y armamento (…) dispongan con el máximo de medios de transmisiones para efectos de información, enlace y apoyo”.

Más adelante veremos cómo se movió en los hechos en Ejército y seguiremos la ruta de la guerrilla.

sábado, 6 de agosto de 2016

Guerrilleros XVIII


Víctor Cardona Galindo
La persecución que se dio en la sierra se reflejó someramente en los medios de comunicación. Eran pocos los periodistas que se atrevían a llegar a la zona de conflicto. Excélsior informaba el 27 de junio. “Una gran extensión de la sierra de esta región está totalmente cercada por la fuerzas militares que buscan a los autores de la emboscada y matanza de soldados el domingo, en la carretera a San Vicente de Benítez”.
El joven Enrique Chávez Fuentes (Cuyo nombre en la 
entrega pasada por un error mío se publicó mal) fue 
detenido el 18 de julio de 1972 en San Francisco del Tibor,
 igual que los otros campesinos que purgaron una condena
 injusta, fue acusado por las autoridades estatales y 
federales de participar en la emboscada del 25 de junio 
de ese año. Foto anexo fotográfico de la Comverdad

Explicaba que muchos “yips” o comandos se dirigieron a la sierra, por los distintos rumbos, cargados con soldados, provisiones y armamentos. Tres helicópteros sobrevolaban la sierra ininterrumpidamente. La foto de Lucio Cabañas Barrientos, tomada durante un desfile por Josefina Mesino, fue repartida masivamente entre la tropa. A la cacería se sumaron un numeroso grupo de agentes de la Policía Judicial del estado.
El comandante de la 27 zona militar general Joaquín Solano Chagoya quien juraba que en cuestión de horas atraparía a Lucio Cabañas le comentó a Enrique Díaz Clavel que “los soldados emboscados no tuvieron tiempo de disparar”.
El soldado Marco Silverio Gómez sobreviviente de la emboscada del 25 de junio de 1972 declaró ante el procurador de Justicia del Estado, Francisco Román Román. Su versión fue recogida por El Heraldo, dijo que pasando “el pueblo de la Cruz, aproximadamente a un kilómetro y medio, ocho individuos agazapados detrás de los árboles y matorrales a ambos lados de la carretera los sorprendieron”.
Explicó que el primero en caer mortalmente herido fue el chofer del camión, sargento segundo Jesús Álvarez Sosa. “Cuando los asesinos vieron que ya nadie disparaba desde el camión salieron a campo abierto y gritaron si todavía había alguien con vida, que saliera y que no le harían nada”.
Agregó que salió como pudo, pues estaba mal herido y el vehículo se había volteado. Los individuos tomaron todas las armas y el parque y se retiraron, internándose entre la maleza.
Marcos Silverio Gómez dio la descripción de dos de sus atacantes, pues indicó que a los demás no los pudo ver bien. “Uno de ellos tiene como 22 años de edad, es moreno, lampiño, robusto, cara afilada, nariz gruesa y chata, labios gruesos, vestía gorra y uniforme militar y llevaba, al igual que todos sus compañeros pelo largo”.
“El otro tenía el pelo largo, mide 1.60 aproximadamente, tiene como 32 años, es delgado, moreno claro, lampiño y vestía pantalones y botas de color amarillo (…) todos sus atacantes tienen tipo de campesinos y que llevaban rifles de alto calibre”.
El Heraldo también informaba que de acuerdo a los peritos de la Procuraduría de Guerrero, dice que el transporte militar recibió 400 impactos de bala de alto calibre.
Para el 2 de agosto habían quedado consignados ante el Juez del Distrito de Acapulco un grupo de campesinos quienes bajo tortura se culparon del ataque entre ellos estaban: Eligio Chávez González, Alberto Chávez Silva, J. Trinidad Gutiérrez, Cruz Rodríguez Radilla, Pablo Leyva Flores, Israel Díaz Téllez, Juvenal Cabañas del Valle, Enrique Chávez Fuentes, Marco Téllez Ramírez y Benigno Vargas Sánchez.   
El 4 de agosto el Juez de distrito dictó auto de formal prisión contra 17 campesinos acusados de participar en la emboscada del transporte militar, la lista la encabezada Juan Pastor García e iba incluida Ana María Gómez Valencia.
Juan Pastor García en el momento de rendir su declaración preparatoria ante del Juez del distrito se retractó de las declaraciones, donde había confesado su actuación en los hechos del 25 de junio. Denunció que fue terriblemente torturado por los militares que lo detuvieron para que se declarara culpable de delitos que no cometió. Dijo que su martirio duró más de un mes y que durante ese tiempo lo mantuvieron con los ojos vendados y que sus captores le aplicaron fuego en las partes nobles”, publicaba el Novedades de Acapulco ese 2 de agosto.   
“No sólo él manifestó que lo obligaron, por medio de los tormentos físicos y psicológicos, echarse la culpa, sino también el resto de los detenidos así lo declararon. Sin embargo, no se les creyó su inocencia y, al contrario, siguieron con más detenciones de pobladores que no tenían nada que ver con la emboscada”, nos comenta Eneida Martínez en su libro Los alzados del monte. Historia de la guerrilla de Lucio Cabañas.
Durante el mes agosto los militares siguieron incursionando en los diferentes barrios en busca de chivos expiatorios para mostrarlos ante la opinión pública, como reos de alta peligrosidad y así decir que sí estaban arrojando resultados en las investigaciones. Como era de esperarse las autoridades desmintieron el hecho de que estas personas hubieran sido víctimas de tortura.
Pablo Loza Patiño comisario de El Porvenir fue detenido el 7 de agosto, que según los agentes del gobierno, en su declaración dijo que fue reclutado para el Partido de los Pobres por Francisco Fierro Loza con quien repartían los volantes que Lucio Cabañas le mandaba.
Con mucho sigilo y misterio fueron bajados a esta ciudad [Atoyac] treinta campesinos (...) a las cinco de la tarde. (...) La captura de estos 30 campesinos se llevó a cabo en un acción coordinada por autoridades federales, que abarcó los poblados de: Santo Domingo, El Carrizo, La Cebada, San Juan de las Flores, El Agua Fría, y en las afueras de Pie de la Cuesta (...) De los treinta detenidos, Avance de Acapulco, pudo obtener solamente los siguientes nombres: Joaquín Flores Cabañas y Aldegundo Flores Cabañas (...) los mencionados son primos hermanos de Lucio Cabañas”, dice una nota publicada el 18 de agosto.    
El Partido de los Pobres envió un comunicado a la revista Porque? Que se publicó el 17 de agosto iba dirigido al pueblo mexicano y reivindicaba el ataque del 25 de junio.
“Que este ataque sea para emparejar un poco la sangre revolucionaria que la dictadura ha regado en toda la patria. Que sirva un poco para que soldados y policías reflexionen y se acuerden que son hijos de los pobres y que les corresponde defender al campesino, al obrero, al estudiante. Que sepan, soldados y policías, que defender al mal gobierno de los ricos es traicionar la patria de Cuauhtémoc, Morelos y Zapata”.
“Todos los que somos patriotas y amantes de la libertad, debemos unir nuestras fuerzas para derribar con las armas al gobierno de la oligarquía. Debemos formar nuevos partidos y grupos que se propongan una revolución armada para formar un gobierno de pobres, para hacer valer las cosechas, para elevar los sueldos, para rebajar los precios de los grandes comercios y para que el pueblo tenga derecho a elegir a sus gobernantes”.
Otro texto del Partido de los Pobres publicados por la revista el mismo día decía:
El Ejército federal ha participado en diversos atentados, crímenes y persecuciones entre los trabajadores, en particular contra los campesinos. Pueden citarse: la masacre del dos de octubre de 1968, en Tlatelolco contra estudiantes y pueblo, los asesinatos de campesinos en Puebla y Veracruz y otros estados de la república, las persecuciones contra obreros ferrocarrileros, el asesinato del líder campesino Rubén Jaramillo, de su esposa embarazada y de sus hijos, etcétera, y aquí en la Sierra de Atoyac, 12 campañas de persecución contra las grupos armados desde el año de 1967, incluyendo “cuatro campañas de asistencia social”. Las campañas de persecución se han distinguido por el gran número de muertos, desparecidos, inocentes presos, secuestrados y torturados; por la quema de algunas casas y bombardeos de helicópteros sobre los campesinos.
Entre los muertos están: Pedro Rojas, Julio Hernández Hinojosa, Agripino de Jesús, Salomé Cabañas, Luis Velázquez, José y Leonardo Carbajal y tres (cuatro) desconocidos indígenas “chantes”, asesinados por el Rumbo de la Remonta Gro.; entre los desaparecidos están: el profesor Juan Fierro y Villado Martínez desde hace más de un año; Crescencio Calderón, Eusebio Arrieta, Miguel Cadena, José Ríos, el profesor Luis Cabañas Ocampo y José Pérez González y los presos sin causa, hombres y mujeres son innumerables. Todavía en los días recientes después del ataque fueron detenidos y llevados con rumbo desconocido cuando menos 24 campesinos pacíficos de los barrios de San Vicente de Jesús, San Andrés de la Cruz, Santiago de la Unión y Rincón de las Parotas, rumorándose hechos graves acerca de algunos de ellos, sin que hasta ahora se conozca la realidad de su suerte. “Las Campañas de Asistencia Social” se distinguieron porque se atendió algunos poblados a orillas de la carretera federal, porque se usaron para investigar sobre los grupos armados y para querer borrar la mala impresión que aquí se tiene del Ejército Federal.
Este ataque es la contestación de los trabajadores a los crímenes y abusos de las fuerzas federales y de la policía del estado, a los despojos que la clase rica y el gobierno hacen del producto del trabajo y de la tierra del campesino y el desprecio a los problemas de la clases pobre. Que sirva de escarmiento a quienes quieren humillar a los trabajadores por su pobreza y a quienes sirven a la clase rica y a su gobierno. Que de ejemplo de cómo unirse toda la clase trabajadora en la lucha contra la dominación de la clase rica y contra su dictadura en el gobierno.
La Brigada Campesina de Ajusticiamiento respetará las vidas de los soldados heridos y de los que se rindan, considerando que la gente que forma el Ejército federal en muchos casos es sacada por la pobreza de su medio de trabajo y obligada por la disciplina militar a obedecer las órdenes de los altos jefes que hacen la guerra al trabajador desde sus oficinas de México, Chilpancingo o Acapulco, pero también está dispuesta a usar los armamentos que el Ejército llama “medicamentos”, “ropa” y “víveres” capturados, contra todo pelotón que quiera encargarse del trabajo de repartirlos.
Todo crimen, toda humillación y opresión que de hoy en adelante la oligarquía, el imperialismo y sus fuerzas represivas cometan contra el pueblo serán castigados duramente por la Justicia Revolucionaria y nada quedará impune.
¡Constaremos ojo por ojo y diente por diente!
¡Por un Partido de los Pobres!
¡Por un gobierno de trabajadores!
¡Por el Ejército del Pueblo!
Por la Brigada Campesino de Ajusticiamiento del Partido de los Pobres: Lucio Cabañas B. Isidro Castro Fuentes, Enrique Velázquez F. 
Comenta Eneida Martínez que: “El éxito de los brigadistas en esta primera emboscada, de cierta manera, les obnubiló las consecuencias que había traído este ataque, los pobladores estaban siendo golpeados por el ejército, de ahí la violencia se iría escalando poco a poco. Los pueblos que más se vieron afectados fueron El Camarón, San Juan de las Flores y la Remonta.  Aunque hubo una especie de reflujo de la represión, pues pasada esta serie de detenciones se apaciguaron las cosas. Pero estaba muy lejos de que las aguas quedaran en calma”.
Pocos de los estuvieron en las mazmorras de las cárceles militares recuerdan, detalles fuera de su dolor y el miedo a las torturas. Algunos campesinos de San Francisco del Tibor recuerdan los apodos de algunos soldados que los cuidaban en el cuartel de Atoyac, a uno le decían Butanda a otro Botella y uno muy bravucón era El Judío. Butanda compartió su comida con el jovencito Marcos Téllez, de ahí nunca más volvió a escuchar su voz. “Tal vez lo castigaron”, piensa el ahora abogado.
José Luis Blanco Flores siendo niño todavía, el 18 de julio de 1972, fue detenido en la comunidad de San Francisco del Tibor junto con los otros 37 campesinos, sólo recuerda que a un soldado, los otros militares, le decía El Cabezón no hay más recuerdos de comunicación entre sus carceleros y verdugos. Cuando estuvo encerrado en el cuartel de Atoyac fue testigo de cómo los soldados sacaban cadáveres de ese lugar y después regresaban con tierra en las botas. Dice que una mujer de nombre Adela murió en esas instalaciones debido a las torturas. Por la noche los soldados se la llevaron y regresaron con las botas llenas de lodo. Recuerda que cuando salían con los cuerpos los soldados no tardaban mucho en regresar. Por las noches también se escuchaba el sonido que hacían las máquinas excavadoras al trabajar.