El Ticuí

José Manuel Armenta Sánchez, Bohemio de corazón

Víctor Cardona Galindo

En la historia musical de Atoyac están artistas que en su momento trascendieron, como Juan Figueroa Rodríguez (Juanello), el tenor Ambrosio Castillo Muñoz y nuestro nuevo valor Kopani Rojas Ríos que ahora ocupa lugares importantes en la cultura de Guerrero.
En  El Ticuí nacieron las tres voces que dieron identidad musical a la región en los años setentas y ochentas. Aquí vieron la luz Manuel Armenta, Gonzalo Ramírez y Efraín Méndez cuyas voces siguen haciendo palpitar corazones y motivan, cuando menos, una lágrima al recordar los amores de antaño.
José Manuel Armenta Sánchez nació en El Ticuí Guerrero el 13 de enero de 1945. Fue hijo del señor Alfredo Armenta Galeana de ocupación músico y de Alejandra Sánchez Rosa.
Estudió en la escuela primaria Modesto Alarcón y en la secundaria federal número 14, al egresar partió para trabajar en la ciudad de México, donde estudió un año en la Escuela Nacional de Música.
Laboró en Acapulco en el hotel Plaza Internacional en el oficio de tapicería y tiempo después regresó a El Ticuí y se unió al grupo musical formado por Catarino Hernández Olea que en los primeros momentos se llamó Los Tigros, nombre que les puso Edwin Pino, conjugando la Ti de Ticuí y Gro de Guerrero. Otros proponían que se llamaran Los alegres de la cumbia.
Sergio Eugenio Zeferino en Agua Desbocada, Antología de escritos atoyaquenses, escribió que Edwin Pino ganó el concurso y por ello se llevó la cantidad de 100 pesos en un evento que se realizó en el patio de la Fábrica de Hilados y Tejidos. Después se llamaría Los Brillantes de la Costa Grande.
“Nos llamamos los brillantes /y no es para presumir /si no para llevar a todos /nuestra forma de servir”, dirían en una guapachosa cumbia.
Los primeros integrantes y fundadores de Los Brillantes de Costa Grande fueron: Catarino Hernández Olea, primera trompeta y director musical; Gilberto Hernández Olea, segunda trompeta; Manuel Armenta Sánchez, la voz en las baladas; Juan José Armenta Sánchez, baterista; Margarito Gómez Soriano, Guitarra; Miguel Chávez Ávila, segunda voz y bajista; Gregorio Benítez Godoy, teclados; Abel Olea Barrientos, Güiro; Javier Soberanis Méndez, Fernando Radilla Méndez, Manuel Mesino y Alfredo Armenta Galeana.
En el año de 1974 Manuel Armenta contrajo matrimonio con la señora Blanca Estela Cabañas Valle con quien procreó cuatro hijos: Maritza, Jonathan, Manuel Alejandro y Carlos Armenta Cabañas.
Entre los grandes éxitos que cantó Manuel Armenta se encuentran: Mi amigo, Ambiciosa, Regalo equivocado, Ave mensajera, Veredita, El fruto de tu pecado, También mis ojos lloran, El cantinero entre otras.
Cantó para otras agrupaciones a donde llevó melodías exitosas  que cantó con Los Brillantes, entre esos grupos podemos mencionar: Alborada, Sierra Verde, Sentimientos Ocultos, Mister Iris y Guitarras de Costa Grande. Después grabó un disco como solista apoyado por Roberto Belester y Ramón Gómez.
Lamentablemente cayó enfermo del esófago y fue operado en el hospital de cancerología en Acapulco, pero días después muere de un paro respiratorio el 12 de junio del 2006, cuando tenía 43 días de haber fallecido su hermano Juan José Armenta quien tocó la batería en Los Brillantes de Costa Grande.
Al funeral vinieron personalidades de la música regional, como Bertín y Lalo Gómez, Gonzalo Ramírez y Zenón Galeana quienes frente a la concurrencia interpretaron sus éxitos.

De recuerdo queda aquella imagen que describió Fabio Tapia: “Veía a Manuel Armenta sonreírse inspirado en su canto luciendo su dentadura de oro cantando Corazón Coranzoncito y Regalo Equivocado… Manuel tuvo una voz prodigiosa y cantó con pasión y sentimiento, lo que hizo caracterizar a Los Brillantes de Costa Grande de un estilo propio e inigualable pero se logró gracias al gran acople que hubo entre los trompetistas don Cata y su hermano, quienes hacían los arreglos y le ponían el calor a la música del grupo con su acento original que hizo vibrar a muchos corazones enamorados”.

Mi lindo pueblito y María La Voz

En idioma Na Savi (mixteco) Ticuí quiere decir agua. Los purépechas llaman Tinkui al correcaminos. El Ticuí es un pájaro de plumaje en el pecho azul y las alas y colas cafés, que habita en las selvas de Tabasco y Venezuela.
En tercero de secundaria nos dejaron de tarea investigar el nombre de nuestro pueblo y le fuimos a preguntar al adulto mayor más sabio del pueblo. Esa ocasión don Antonio Galeana nos contestó que la palabra Ticuí significaba “lugar de pájaros”. Otro compañero dijo que su abuelito le aseguró que los españoles que fundaron la fábrica de hilados y tejidos “Progreso del Sur Ticuí” traían un pájaro que se llamaba Ticuí,  querían tanto al ave que bautizaron con su nombre este lugar.
Eres tu lindo pueblito /eres pueblo bendito /donde yo nací.
Viejos pobladores de El Ticuí le dijeron a doña Juventina Galeana Santiago Doña Yube  que “a los españoles que fundaron la fábrica les fascinó el canto del luicillo”, el pájaro con alas cafés y pecho amarillo, por eso le pusieron Ticuí al pueblo. Aunque escuchando bien el canto el luicillo dice “Luis, Luis” por eso se llama luicillo. El pájaro que dice “ticuí, ticuí, ticuí”, es el chicurro.
Octavio Navarrete Gorjón dice que Ticuí es la onomatopeya del sonido que produce el ave del mismo nombre. “En la mayor parte del país se le conoce como “Ticuí” a ese pájaro que abunda en los establos y lugares donde hay animales y que se le alimenta de garrapatas”. Aquí en la Costa Grande se le conoce como chicurro y en la Tierra Caliente como Chiscuaro. También se le denomina en otras latitudes como garrapatero o Pijuy. 
Aunque en estos parajes también había mucha ticuiricha (El tecolote alvino), ave que no es otra que la lechuza a la que se dan atributos de mal agüero.
Con esto concluimos, que es que innegable que el nombre de la comunidad de El Ticuí tiene que ver con pájaros y con agua. Algunos cronistas aseguran que antes de que los españoles le cambiaran el nombre esté pueblo se llamó Cuajinicuil.
Eres un encanto /que yo te quiero tanto /por eso te canto. /Querido Ticuí.
Aunque yo en lo personal considero que no fueron los españoles constructores de la fábrica los que los que bautizaron al pueblo. El paraje de El Ticuí ya existía, había unas cuantas casitas de bajareque con techos de zoyate y casi junto estaba la cuadrilla del Cuajinicuil. Así que el Ticuí y el Cuajinicuil ya existían cuando llegaron los españoles de Fernández, Quiroz y Compañía. Concluyo esto por dos noticias publicadas en 1903. En el mes octubre de ese año el Periódico Oficial del Estado de Guerrero informaba la muerte de Felipe Hernández subcomisario del Cuajinicuil municipio de Atoyac, por una mordedura de víbora. Y en diciembre del mismo año el mencionado medio informativo publicaba la noticia del hundimiento, en lugar conocido como El Real, de la lancha “Perla”  misma que llevaba material para la construcción de la fábrica de hilados que se construía en ese momento en El Ticuí. Las noticias se referían a dos lugares distintos.
Tú eres mi vida /la estrella divina /que cuando estoy lejos /me acuerdo de ti.
El Ticuí un pueblo es bonito, rodeado de lomas, palmeras y dos canales, un poco melancólico que ha inspirado muchas canciones como “Mi Pueblito” compuesta por Rubén Ríos Radilla y “Veredita” una canción muy hermosa que don Wilfrido Fierro Armenta le hizo a la siempre estimada Antonia Chávez, esa pieza la hicieron famosa Los Brillantes de Costa Grande.
También la canción “Ticuiseña” muy sonada en los años setentas y ochentas no se de quien sea la letra pero es muy rítmica y guapachosa. Esta melodía la siente todo aquel que estando enamorado de una ticuiseña vaya a dejarla. Debe ser muy oída por los paisanos que están en los Estados Unidos, porque los vínculos que hay en Youtube de los Brillantes de Costa Grande son muy comentados.
Kopani Rojas también le compuso una canción a El Ticuí que dio a conocer en su disco “Canto Criollo”. Gonzalo Ramírez le canta con pasión y Héctor Cárdenas habla del costeño de El Ticuí en su canción “Lindo Atoyac”. 
Eres tú /quien tiene mi preferida /la que es dueña de mi vida /y tú la envuelves Ticuí.
Filiberto Méndez García llama al Ticuí “el pueblito más pintoresco y bello de la región”, lugar donde vino al mundo el 8 de marzo de 1920. La primera impresión que se llevó Filiberto Méndez de la vida “llegó confundida por ese ensordecedor ruido de las máquinas textiles, por el traqueteo constante de las poleas y por la pelusa que se levantaba poco a poco hasta formar una espesa bruma, que para mí terminaba a la cinco de la tarde con el silbatazo que anunciaba la salida de los obreros”.
Eres tú /un orgullo de mi costa /con sus tropicales cosas /para bañarse en ti.
El Ticuí es la tierra de María La Voz a la que Juan de la Cabada le hizo un cuento. La voz le lloraba dentro de la casa y decía –“María si yo hubiera estado no te hubieran matado”.
María Sixta Gallardo Margara nació en El Ticuí. Una tarde jugando muñecas se le incrustó en el abdomen la voz de un hombre que la acompañó hasta la muerte. Era una mujer bravía le gustaba cabalgar, junto con su marido tenían un ranchito donde ahora es la colonia Los Llanitos. A su marido Eusebio Cabañas, hermano del general Pablo Cabañas, lo mataron los rurales en San Jerónimo.
Ella se mantenía dando consultas, adivinaba y contestaba con la voz que le salía de la barriga. Por eso le llamaban María, la Voz.
Tuvo seis hijos y cuando mataron a Eusebio ella se dedicó a sacarlos adelante. Como al mes de haber muerto su marido, un hombre la comenzó a enamorar; ella lo rechazó. Había periodos que la voz que tenía en el estómago salía de su cuerpo y no hablaba. En una ocasión la voz le dijo que sentía que si salía algo le iba a pasar. Y así fue, en una ocasión cuando la voz no estaba entonces el hombre que la enamoraba la asesinó a puñaladas en el Barrio del Alto de El Ticuí. “Si no eres mía, no serás de nadie”, le dijo en el momento que le clavaba las puñaladas.
En el velorio, los que estaban presentes, sintieron la llegada y escucharon la Voz que juró vengar la muerte de María. Posteriormente el asesino murió hecho pedazos, sólo llegó la cabeza en el caballo, los demás miembros quedaron regados por el camino. Tal vez el caballo enloqueció, explicaron los vecinos. Aunque todos quedaron convencidos calladamente que fue la Voz quien vengó a María.
Este episodio de la vida cotidiana de El Ticuí, le fue contado a Juan de la Cabada, por la luchadora social Benita Galeana Lacunza, este escritor campechano hizo un cuento y más tarde un guion de cine que se hizo película, que se llamó María la Voz.
Este filme fue dirigido por Julio Bracho en 1955, donde María, huérfana de madre, vive con su tía en un pueblo del Istmo de Tehuantepec; vende flores en la estación de ferrocarril. Las otras vendedoras la envidian y dicen que está embrujada, porque habla con una voz que no es la suya y sin mover los labios.
Aunque la película está ambientada en Oaxaca se mencionan los pueblos de San Jerónimo, Atoyac y El Ticuí, incluso la escenografía se asemeja a las ruinas de la vieja fábrica de hilados y tejidos, el reparto estuvo integrado por Marisa Belli, Miguel Inclán, Rosenda Monteros y Víctor Manuel Mendoza.

En el pueblo sólo queda el recuerdo entre los más viejos de los tiempos de María La Voz, cuando pasaba a lavar al canal de la fábrica y de cómo venían personas de todos los pueblos vecinos a preguntarles por sus animales o prendas perdidas. “Ella no era como los charlatanes de ahora, siempre decía la verdad,  la voz ronca la salía de la barriga”, así se recuerda a María La Voz, mientras el cuento de Juan de la Cabada sigue siendo apasionante. Hay que volverlo a leer.

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