jueves, 30 de julio de 2020

El secuestro de Figueroa XIII


Víctor Cardona Galindo
Después de la escaramuza del 21 de agosto, Lucio Cabañas y su gente se refugiaron en la sierra de Tecpan de Galeana. Estaban ya fuera de su territorio, lejos de esa red de colaboradores que, en el municipio de Atoyac, los había mantenido tanto tiempo en la sierra. Allá la gente era más desconfiada y tenía menos compromiso con la lucha.
El profesor Jacob Nájera Hernández fue detenido el 2 de
septiembre de 1974, desde entonces está desaparecido. 
 La otra parte de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento, que movía a Rubén Figueroa y acompañantes, caminó con dificultad por debajo de frondosos árboles, hasta llegar a la zona de esas hermosas y majestuosas palmeras de cayaco de las que se saca tuba y de cuyos frutos se extrae un aceite de fina calidad.
Durante la travesía en breves lapsos Luis Cabañas hacía plática a los guerrilleros. Les decía que el maestro Lucio tenía razón. Ya en las inmediaciones del cerro de El Zanate le había secado la herida de la operación con la que llegó a la sierra. Caminaba como la gente del campo y se le veían bien, a veces hasta alegre. Pascual se portaba déspota, se notaba claramente que estaba del otro lado, con Figueroa. A Luis le preocupaba la secretaria Gloria Brito porque era mujer de ciudad y no estaba preparada para la vida del campo.
A la secretaria de la Comisión del Balsas, Gloria Brito, mientras estuvo en la sierra no se le notó el embarazo. No tuvo ninguna deferencia con las guerrilleras, no les dirigió ninguna palabra de amistad. Como ella, seis milicianas estaban embarazadas y sin embargo buscaban afanosamente huevos de paloma y de codorniz para dárselos. Gloria se los tomaba para soportar el hambre en aquellos campamentos y caminos de la intrincada selva de Atoyac. Procuraban que Gloria comiera primero y mejor, pero la veían tan “estirada” que una ocasión una guerrillera comentó: “Hay que buscar huevos de culebra para que le demos”. Fue sólo una expresión.
Una ocasión cuando caminaban en las cercanías de Río Santiago, Gloria Brito se desmayó “fue como a las 3 de la tarde de ese día cuando íbamos a empezar la marcha y fue en ese momento cuando se desmayó la secretaria del viejo y tuvimos que esperar hasta que se controlara un poco y pudiéramos seguir”, comenta un guerrillero de nombre Moisés.
Al pasar cerca de El Ocotal se sumó nuevamente a la Brigada Campesina de Ajusticiamiento Martín Nario Organes, Samuel, quien llegó acompañado de siete campesinos miembros de una sola familia, con él eran ocho. La familia iba encabezada por Talante un viejo de unos 60 años de edad con rasgos indígenas, se incorporó con sus tres hijos y sus tres nueras. Ismael el mayor era esposo de Rosalba; El Volador estaba casado con Celia y Rufino era pareja de Minerva. Llegaron un día lunes y contaron que habían recibido vejaciones por parte del Ejército por eso se unieron a la guerrilla. Explicaron que un buen día llegaron a sus casas los soldados y arrasaron con sus sembradíos de maíz y con sus chivos. Junto con sus esposas estuvieron un tiempo prisioneros en el cuartel de Atoyac donde vieron a Lázaro (detenido en El Río Chiquito) “a quien tenían vendado de los ojos y atado de pies y manos”.  El Volador, hijo de Talante, tenía unos 20 años y era un excelente conocedor de la sierra por eso le dieron la comisión de guía.
Esos días el Ejército enfiló sus baterías hacia la sierra de Tecpan y el 27 de agosto en Fincas Viejas recuperó un FAL y un mosquetón que la guerrilla le había quitado a soldados del 50 Batallón de Infantería durante la primera emboscada el 25 de junio de 1972. Los guerrilleros con Lucio a la cabeza estaban cerca, el 29 de agosto caminaron todo el día y por la tarde se mojaron porque les llovió muy fuerte. “Casi oscureciendo detuvimos la marcha, descansamos junto a un marihuanal;  ahí se puso a hervir maíz y fríjol y aquello salió sabrosísimo, era la primera vez que lo comíamos, no recuerdo que compañero dio la idea; se hizo una pequeña reunión y nos dormimos”.
Para esas alturas el grupo de Lucio Cabañas lo formaban once guerrilleros: Rutilo, René, Roberto, Gabriel, Eusebio, Edi Carlos, Arturo, César, Martín, Carlos y Lucio, su principal alimento era lo que la madre naturaleza les daba, el 30 de agosto encontraron en el camino unos cuajinicuiles, cortaron sus vainas maduras y comieron hasta llenarse, luego echaron a las mochilas para llevar.
Fue ese día cuando por la radio escucharon una noticia que los llenó de emoción y esperanzas. “Ya como a las tres de la tarde iniciamos la marcha, subíamos un largo trecho y descansamos, se prendió la radio y oímos algo que nos llenó de alegría: José Guadalupe Zuno había sido secuestrado por miembros del FRAP; pensamos de inmediato que el secuestro del suegro del presidente, aunado al de Rubén Figueroa, podría ser la llave que abriera las cárceles y nos permitiera la libertad de los compañeros presos y desaparecidos”.
El Ejército no paraba en detener a los guerrilleros que se movían para recoger el dinero del recate. Simón que había llevado 370 mil pesos a la sierra fue detenido cuando regresaba y entregó a Cándido a finales de agosto. Poco después detuvieron a José María cerca de Zacualpan cuando bajaba rumbo al puerto de Acapulco buscando establecer contacto con David. Luego que detuvieron a Simón un helicóptero comenzó a rondar la zona cerca de Las Trincheras e Ixtla. Les pasó muy cerca cuando la guerrilla caminaba a poca distancia de La Vainilla llevando a los secuestrados.
El Obispo de Cuernavaca Sergio Méndez Arceo también intervino para agilizar la liberación de Rubén Figueroa, por medio de Javier Olea se reunió con Rubén Figueroa Alcocer quien le pidió hiciera gestiones para liberar a su padre. “Entonces me vino a la mente la idea de una carta para Lucio, ya que Rubén Jr. tenía posibilidades de hacérsela llegar. En esa carta yo invocaba, por muchos motivos, la liberación de Figueroa y sus compañeros (…) Nunca recibió respuesta. Pero un día me pidieron audiencia, con pretexto de hablarme de un sacerdote enfermo, dos señoritas. Ya en mi presencia me pusieron en las manos un sobre con copias del tercer comunicado de Lucio Cabañas, y una copia autógrafa de un carta del Ing. Rubén Figueroa al presidente de la República”, dijo Méndez Arceo a Luis Suárez. Los documentos en cuestión los hizo llegar a Rubén Figueroa Alcocer por medio de Javier Olea.
“La segunda intervención fue así: Me encontraba yo en el Seminario Conciliar de México en un curso de renovación, de un mes, con muchos otros obispos. Una tarde llegó el padre Bonilla para decirme que me pedía el servicio de ser depositario y de dar un testimonio por escrito, de veinticinco millones de pesos para ser entregados al mismo padre Bonilla cuando el secuestrado regresara a su casa sano y salvo. Después de reflexionarlo, y no obstante los riesgos, acepté y redacté un recado. Me consta que ese recado llegó a Lucio”.
El 2 de septiembre de 1974 Jacob Nájera Hernández, fue sacado por la policía judicial de la casa de sus suegros en San Jerónimo de Juárez y luego fue desaparecido. Ahora en su honor la escuela preparatoria de ese lugar lleva su nombre. Carlos Bonilla Machorro escribió en su libro Ejercicio de guerrillero que cuando salieron con Inocencio Castro hacia la costa para establecer contacto con la guerrilla al primero con vieron fue a Jacob Nájera, pero no les supo dar razón de donde tenían al senador.
El día que detuvieron el maestro militante del Partido Comunista y del Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM) se preparaba para presentarse dar clases en la escuela primaria Benito Juárez donde trabajaba, pero le mandó a decir el director que no se fuera porque lo andaban buscando un grupo de judiciales. Por eso Jacob estaba sentado en la hamaca, cuando un grupo de agentes que viajaban en coches negros y cafés, que iban al mando de Isidro Galeana Abarca lo sacaron del interior de la casa y luego se lo llevaron. Hasta la fecha nada se sabe de él. Isidro Galeana Abarca dijo después que lo entregó a los soldados en la Y Griega de Atoyac.
En esos días Rubén Figueroa Alcocer había estado en el cuartel de Atoyac y había ofrecido un millón de pesos a cada oficial que participara en el rescate de su padre y lo entregara vivo, comentó después el capitán Elías Alcaraz. Por eso soldados de la patrulla Martín y Vicente pertenecientes a la fuerza de tarea Atoyac, comandadas por el teniente coronel Juan López Ortiz se pusieron en marcha hacia la región de El Quemado.
La expedición, que llevaba como guía al joven Leonardo de la Cruz Martínez, José María,  salió el 5 de septiembre de Atoyac y como a las tres de la tarde se internó por el monte de la colonia Buenos Aires. Al subir el día 6 encontraron dos campesinos guerrilleros a los que José María delató y dieron datos del rumbo que llevaba el grupo con Rubén Figueroa.
La guerrilla con Figueroa descendió hasta la sierra baja y en el lugar conocido como La Polvosa, el 7 de septiembre de 1974, cayó peleando el guerrillero Prisciliano Medina Mojica, Juan, se le encasquillo el M-1 por eso ya no pudo tirar y los soldados los remataron. Su cuerpo quedó tirado en medio de la carretera que va de Cacalutla al Quemado. Después se supo que fue sepultado en la orilla del camino.
La versión de la guerrilla en el libro Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres. Una experiencia guerrillera en México dice: “Este caso sucedió cuando uno de nuestros compañeros iba a explorar la carretera para que pasáramos con el viejo (Figueroa); eran varios los compañeros los que iban a explorar el paso: Juan, Antonio, El Gato, y Ramón, éste tenía que vigilar la parte Sur, Juan la parte Norte, pero no le hicieron así, pues Ramón sí se quedó en el lugar indicado, mientras Juan no y en lugar de eso se fue a explorar y dejó sólo el lugar de la guardia; Ramón vio a tiempo a los soldados que venían de El Carbón (El Quemado) y se hizo a un lado de la contracuneta escondiéndose bien, los otros compas no sabían nada de los guachos, así que cuando venían de explorar fueron descubiertos por los soldados quienes les dispararon; el compa Antonio, que era quien venía adelante, pasó la carretera corriendo y disparando, el compañero que le seguía, Juan, quiso hacer lo mismo pero fue inútil, porque lo recibieron con una ráfaga de FAL y lo hirieron, por lo cual ya no pudo seguir corriendo, sino que quedó en el suelo, disparando hasta que quedó muerto por la balas del enemigo”. Dice Moisés que entre Antonio y Juan mataron seis soldados éste día.
El resto del grupo estaba cerca y escucharon los balazos, esperaron y “primero salió El Chango,  de ahí El Gato, de ahí Ramón, de ahí Sabás, de ahí el Gallo Negro y Juan fue el que faltó”, recuerda la guerrillera Rosario quien era pareja de Juan. De hecho, ese día Rosario estaba comisionada para ir a la exploración pero Juan tomó su lugar y fue así que murió enfrentando a los militares.
Eneida Martínez en la tesis Los alzados del monte. Historia de la guerrilla de Lucio Cabañas, recoge el testimonio de la guerrillera Rosario: “En esa exploración me tocaba a mí (…) el ‘Gato’, el ‘Chango’, yo supuestamente iba a ir, y Ramón, y yo no fui porque él [Juan] no me dejó, porque ya estaba muy feo, me dijo Juan ‘tú ya no vas a ir, voy a ir yo en lugar tuyo’. Se fue él a explorar el campo (...) Pues ya estaba la emboscada, ya estaba cercado ahí la carretera, ya era una emboscada que estaba ahí y ellos fueron a explorar ese lugar (...) les empezaron a tirar [los soldados] a ellos, pero ya Juan había atravesado la carretera del aquel lado, asegún [sic] vieron el ‘Chango’ y Ramón, que Juan alcanzó a pasar y fue al primero que le dieron. Entonces dice él que le dieron en las piernas, Juan cayó a media carretera, y ellos quisieron sacarlo entre Ramón y el ‘Chango’ (...) quisieron hacerle frente al gobierno pero no pudieron, porque era mucho el gobierno, sino que ellos se fueron, corrieron y ahí dejaron a Juan (...)...él siguió tirando, él estaba tirado se dio con el gobierno, se le encascajó el M1, ya no pudo tirar, se le encascajó y ya ahí fue donde lo mataron el gobierno”.
Después del enfrentamiento, el resto de la comisión logró huir y llegar al campamento donde se encontraba los demás de la Brigada con los secuestrados, todos éstos escucharon los disparos y supusieron de un encuentro del grupo explorador con los militares. A pesar de que Ramón, el “Chango” y el “Gato” habían visto caer a Juan no quisieron decir nada al resto de los brigadistas, sobre todo Ramón quien se encontraba al frente de la dirección: “Entonces yo les digo a ellos ‘¿y Juan?’, ‘No, pues por a’í debe de andar’ (...) pues si no sale pues ya sabes lo que se ha dicho aquí el que salió salió y el que no pues ni modo (...) si cayó en batalla cayó y el que se la salvó la salvó pues”.
“Pero la noticia de la muerte de la pareja de Rosario finalmente tuvo que ser revelada a todos los brigadistas: ‘me sentí que me quedé sola, ya no me sentía a gusto’, ese era el terrible sentimiento que la embargaba, pues no sólo perdía a un compañero de lucha sino también a su pareja sentimental, pero eso dolor no podía detener su marcha pues el Ejército les venían pisando los talones”, asentó Eneida Martínez.
Y efectivamente el 7 de septiembre de 1974, en la noche Ejército y guerrilleros durmieron como vecinos.


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