Lucio Cabañas Barrientos “Chío”


Víctor Cardona Galindo

El fundador del Partido de los Pobres, el guerrillero socialista más conocido de México, Lucio Cabañas Barrientos, nació el 15 de diciembre de 1936, en la comunidad serrana de El Porvenir. Sus padres fueron Rafaela Gervasio Barrientos y Cesáreo Cabañas Iturio, hijo del general zapatista Pablo Cabañas Macedo y de Aldegunda Iturio de la Cruz. Lucio debería apellidarse Cabañas Gervasio pero su abuela al registrarlo por error le puso Cabañas Barrientos. Desde muy chico sus familiares comenzaron a llamarle de cariño “Chío”, así lo conocía la gente de El Porvenir y de San Martín de las Flores. En la escuela normal éste nombre se deformó y comenzaron a llamarle “El Chivo” ese fue su sobrenombre de estudiante. Cuando regresó a su tierra ya como profesionista la gente lo conocía como “El maestro Lucio” o “El profesor”. Ahora después de muerto le nombran “Comandante”.
Fue el segundo hijo del matrimonio Cabañas Gervasio, la primera fue Facunda y el tercero Pablo. Cuando tenía tres años sus padres se separaron; él y sus hermanos quedaron al cuidado de su abuela Aldegunda y de sus tías Dominga y Marciana.
El matrimonio Cabañas Gervasio se conformó como se constituían la mayoría de los matrimonios de esa época. Es decir, previo robo de la mujer. La joven Rafaela vivía en El Porvenir donde también habitaba Cesáreo Cabañas quien cultivaba una huerta de café y tocaba el violín con el que amenizaba las fiestas de la población. En ese tiempo eran populares los bailes de guitarra y violín, en una de esas reuniones se conocieron.
Rafaela tenía 17 años cuando se la robó Cesáreo de una huerta de café. Él ya estaba casado con otra mujer y era un hombre mayor. La madre del guerrillero hablaría muchos años después en una entrevista de esa relación. “Era su novia antes y lo despedí porque tenía una muchacha en la casa, y después se metió caprichudo y me robó de una huerta de café… Me llevó de la huerta con compañeros, eran cuatro con él… Aunque gritara nadie me quitaba…Andaba yo con mi tía, era una viejita”.
Vivieron justos 10 años en una pequeña casa construida de adobe y tuvieron los tres hijos que ya mencioné. Lucio nació en una huerta de café conocida como El Venado en las orillas de El Porvenir y la partera fue Gregoria Loza, mamá de Francisco Fierro Loza quien en el futuro también sería guerrillero del Partido de Los Pobres.
Al separase los padres, al principio doña Rafaela se llevó a sus hijos pero al poco tiempo Cesáreo se los quitó y los puso bajo el cuidado de la abuela Aldegunda. “Lo abandoné porque se portó mal conmigo”, decía mucho después en su casa de San Martín de las Flores doña Rafaela Gervasio Barrientos, quien al hablar de su hijo “Chío” decía que de niño era muy chistoso, le gustaba jugar y cantar y desde muy chiquito ayudaba en las labores de “la corta del café.” Como niño era cariñoso, amable y nunca fue grosero.
El Porvenir es una pequeña comunidad anclada en la parte media de la sierra, hasta 1955 para llegar a ella había que transitar caminando a pie o montado en una bestia desde Atoyac. El camino se recorría en aproximadamente ocho horas. La infancia de Lucio como ya lo confirmó su madre transcurrió debajo de las matas de café y habría crecido como todos los niños de esa época, jugando con bolitas de lodo, haciendo sus juguetes con lo que se podía y comiendo limones dulces, frutillas y cajeles que se daban en abundancia entre esa exuberante selva. En un tiempo en que los niños desde los cuatro años ya tenían que trabajar, haciendo los mandados, llevando bastimento y cortando café en pequeñas tirinchas.
A los cinco años de su separación, Rafaela se volvió a casar, esta vez con Juan Serafín Martínez, quien se la llevó a vivir a San Martín de las Flores. De ese matrimonio nacieron los otros hermanos de Lucio: Alejandro, Bartola, Juana, Manuel y Conrado. Pero la tragedia cayó sobre la familia su padrastro fue asesinado por Natividad Paco, jefe de la Policía Montada, en los tiempos del gobernador Raúl Caballero Aburto. Por calumnias lo sacaron de su casa y lo asesinaron en La Trozadura en la carretera Atoyac-Y Griega, junto a su hermano.
Don Simón Hipólito Castro, quien fue el primero en escribir una semblanza del líder guerrillero en libro Guerrero, Amnistía y Represión, dice que conoció a Lucio Cabañas cuando todavía era un niño y bajaba de El Porvenir a Los Tres Pasos acompañando a su abuelita Aldegunda a realizar el trueque que en aquellos tiempos se acostumbraba en las comunidades de la sierra. “Ella elaboraba pan que le cambiábamos por maíz, arroz, frijol y camarones, ya que el ejido El Porvenir, donde él nació, es ciento por ciento cafetalero y la comunidad donde yo viví, mitad cafetalera y mitad milpera. A sus orillas hay un hermoso río donde abundaba el camarón, nuestro principal alimento”.
Al morir la abuela Aldegunda Iturio de la Cruz, Facunda, Lucio y Pablo Cabañas quedaron totalmente al cuidado de las hermanas de su padre Dominga y Marciana quienes se hicieron cargo de ellos. De su abuela Aldegunda recibió mucho amor y cariño, murió cuando Lucio tenía nueve años. El futuro líder guerrillero lloró su ausencia, de hecho es la única vez que Pablo Cabañas recuerda haber visto llorar a su hermano.
El periódico Reforma publicó un amplio reportaje del 29 de noviembre a 2 de diciembre del 2002, sobre la vida de Lucio Cabañas, en el cual levantó el testimonio de la familia, es ahí donde Pablo Cabañas Barrientos habla por primera vez de la infancia de su hermano y lo define como muy cantador y alegre. Habló de los juegos y de aquella infancia trágica y tortuosa que vivieron. Después hablaría de eso en una entrevista conmigo y el 15 de diciembre del 2011, dio una ponencia sobre el tema en la Coalición de Ejidos en Atoyac.
Publica Reforma que: “Los tres hermanos Cabañas Barrientos, nunca tuvieron juguetes, pero a pesar de la pobreza su infancia no fue triste porque recibieron muchos cuidados y cariño. El padre era noble y cariñoso y sólo en dos ocasiones recurrió a los golpes para castigar a los niños”, en un momento cuando Pablo y Lucio se peleaban después de los “cintillazos”  les dijo que entre ellos no quería pleitos y jamás se volvieron a pelear.
“Al no recibir juguetes en su infancia, Lucio desarrolló la creatividad, el ingenio, destreza y la observación. Cualidades necesarias para construir los carritos de madera y los papalotes, cuando niño y para resolver problemas de adulto en la guerrilla. Pese a la pobreza en que vivían, Lucio y Pablo disfrutaron su infancia. Nunca les regalaron juguetes --porque no había dinero la gente era muy pobre--, pero cuando pudieron comenzaron a construirlos ellos mismos”.
Dice Pablo Cabañas “No recuerdo que Lucio haya sido bueno para las canicas. A él le gustaban otras cosas. Era muy observador, le gustaba platicar con la gente grande, de experiencia, y desde chico se preocupaba por la gente. Cuando andábamos trabajando me decía ya mataron a fulano, o que zutano no tiene para comer. Esas eran sus pláticas”.
“El día que tuvimos un carrito, lo hicimos nosotros, con cajas de cerillos y corcholatas. También jugábamos papalote. Los fabricábamos con papel de china, hilo y varitas sacadas del hueso de palma de coco. Volaban muy bien”. Platicó  Pablo Cabañas al periódico Reforma el 29 de noviembre del 2002.
Los hermanos Cabañas vivieron en El Porvenir únicamente los primeros años de su vida. Después con su padre, sus tías y toda la familia, se mudaron al pueblo de Cayaco ubicado en la parte baja de Coyuca de Benítez en las orillas de la brecha de terracería que con el tiempo sería la carretera Acapulco-Zihuatanejo.
Pablo Cabañas recuerda que en 1945, cuando Facunda tenía 9, Lucio 7 y él 5 años, se vinieron de El Porvenir por un problema que tuvo su padre. Se bajaron por el camino de Las Trincheras al Llano de Ixtla, llegaron donde su tía Felipa Iturio de la Cruz hermana de su abuela Aldegunda. De ahí se fueron caminando rumbo al Cayaco, municipio de Coyuca de Benítez, donde Cesáreo Cabañas tenía una mujer que se llamaba María que se había traído de la Ciudad de México y donde ya cultivaba una huerta de coco que comenzaba a producir. En ese traslado al pasar por Zacualpan a Pablo lo andaba matando un carro, se descuidó porque no los conocía, para él y al parecer para sus hermanos era nuevo ver esos aparatos caminando.
Cuando Lucio tenía ocho años, Facunda, diez y Pablo, seis, ingresaron a la primaria después de que toda la familia se mudó al pueblo de El Cayaco, municipio de Coyuca de Benítez. No habían ido a la escuela porque en El Porvenir no había. Los llevó Marciana Iturio, los tres entraron a primer año. En esa escuela, Facunda y Pablo estudiaron hasta segundo año y Lucio hasta tercero.
Combinando el estudio con el trabajo del campo, Chío estudió hasta tercero de primaria porque la escuela del Cayaco no tenía más grados, fue entonces cuando los hermanos Cabañas se dedicaron de lleno al trabajo del campo, donde se la pasaban cantando, “ustedes son los que alegran los caminos” les decían los campesinos al verlos pasar.
Su padre tenía la intensión de que sus hijos se fueran con el abuelo Pablo a vivir a la colonia Río Blanco en la ciudad de México para que tuvieran una mejor educación. En eso asesinaron a Leonardo Cabañas cuando lo estaban enterrando llegó el telegrama a su padre que había muerto el abuelo en la ciudad de México y al año mataron a don Cesáreo cuando Lucio tenía 12 años. Cesáreo Cabañas fue asesinado en San Jerónimo de Juárez, el día 8 de marzo de 1950, con él desapareció la figura paterna. Dice el Reforma que: “Eso obligó a madurar rápidamente a los niños en el duro trabajo de ganarse el pan; alejando las esperanzas de estudiar para enfrentarse a problemas propios de los adultos”. Lucio y Pablo se alquilaban como peones por dos pesos con cincuenta centavos o cinco pesos diarios, trabajando de diez a 12 horas sembrando maíz, criando animales, chaponando, cortando leña o cargando pesados costales. Después consiguieron un trabajo a destajo, mejor pagado, partiendo y sacando coco, era los tiempos de la bonanza de la copra, era un trabajo agotador pero se ganaba un poquito más.
Dice Pablo Cabañas Barrientos que en Cayaco no tenían para comer, les echaban de bastimento dos tortillas, la mitad de un limón agrio y un puñito de sal, con eso tenían para trabajar todo el día en la milpa. Sufrieron hambre porque quien los mantenía era su tía que trabajaba en la milpa como si fuera el capitán de los peones, que eran ellos, y cruzaba por delante como si fuera hombre.
Lucio desde pequeñito platicaba con los viejos, visitaba a la gente por eso todo el pueblo de Cayaco lo quiso. “Siempre estuvo metido en la vida de los demás”, recuerda Pablo Cabañas. “Siempre se la pasaba cantando, iba a la escuela y regresaba cantando, siempre andaba cantando hasta en las milpas” por eso la gente lo recuerda cantando. Ya de grande Lucio le platicaría a su amigo Dagoberto Ríos Armenta que de niño tenía mucha devoción y que sentía que Dios siempre estaba con él cuidándolo. Quizá eso explique su alegría permanente.
Un día Lucio vendió un anillo que le habían obsequiado y  se puso de acuerdo con el señor Juvencio Leyva que tenía dos hijos en el internado 21 de Tixtla y “agarró un cartón y se fue a acompañar a Bencho para conocer Tixtla, ya no se regresó allá se quedó se metió a la escuela Vicente Guerrero… Cuando se fue a Tixtla tenía 17 años ya era un bailador y tenía novias”.
Cuando se fue se dio un pleito en la casa porque la familia decía que él que se iba a estudiar era para agarrar vicios, otros decían que Lucio se había ido a preparar para vengar a su padre. Ya en la escuela Vicente Guerrero de Tixtla estudió cuarto año y consiguió una boleta de quinto año y se fue a sexto año en la normal donde salió becado. Lucio terminó la primaria a los 18 años. Pablo Cabañas dice que primero se subieron la edad para hacer el servicio militar, después se la quitaron para poder entrar a la normal, porque no aceptaban mayores de 18 años. Por eso hay la duda sobre su nacimiento, si nació en 1936 o 1938. Por eso Pablo verifica; Lucio nació en 1937.

II

A los 17 años Lucio Cabañas abandonó la casa de sus tías en Cayaco para poder estudiar en Tixtla. Cursó el cuarto grado mientras trabajaba en el campo y vendía paletas de hielo. Por las noches trabajaba como velador del hotel del señor Taide Valle. Por ser autodidacta pudo saltarse el quinto grado y estudiar el sexto en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa. En el mismo lugar terminó la secundaria y la Normal. Se recibió de maestro a los 27 años y asistió a la ceremonia de graduación con ropa sencilla, sin el traje de la ceremonia.
A Lucio le gustaba hablar en público así lo conocieron Serafín Núñez Ramos y Octaviano Santiago Dionicio. “Desde sexto año de primaria empezó a hablar en las reuniones, a distinguirse. Era buen orador siempre le gustó hablar en público” declaró al periódico Reforma su hermano Pablo Cabañas Barrientos.
En la escuela Normal destacó como dirigente y buen orador, entró de lleno a la política estudiantil convirtiéndose en dirigente de la sociedad de alumnos; su primera acción política fue reunir a los alumnos para exigir a los maestros cumplimiento de su trabajo, porque sólo daban clases unas dos veces y se iban a descansar.
“Era el mes de febrero de 1956 cuando un joven campesino como de dieciocho años de edad llegaba a la Normal de Ayotzinapa”, comenta Vicente Estrada Vega entrevistado por Simón Hipólito. “Tanto el director como los maestros solamente nos daban clases una a dos veces por semana, ya que se iban de asueto. Eso disgustó a Lucio, que una tarde nos reunió para decirnos que procedíamos del sector más pobre del país, el campesino, que si nuestros padres con grandes sacrificios y quitándose el bocado de la boca nos mandaban a estudiar para cambiar en algo nuestra situación, que no era justo que siguiéramos el juego al director y a los maestros, que deberíamos llamarlos y exigirles puntualidad. Así se hizo y una tarde llamamos al director y maestros a una asamblea, donde les exigimos puntualidad. Como no quisieron, solicitamos su remoción de la normal y lo logramos”.
Algunos testimonios dicen que después del movimiento organizado por Lucio, a raíz de la remoción de director y de los maestros, hubo algunos pleitos y fue agredido con un puñetazo que le dejó una cicatriz en la ceja. Ese movimiento logró que mejoraran las condiciones en la normal y desde allí Cabañas aumentó su popularidad como líder natural. Arturo Miranda Ramírez y Carlos G. Villarino en su libro El otro rostro de la guerrilla 40 años después escriben que  Lucio Cabañas ingresó a la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Brugos” de Ayotzinapa para concluir sus estudios de educación primaria en un grupo que funcionaba como anexo a la Normal para las prácticas de los estudiantes de nivel profesional. “El grupo académico estaba dirigido por la profesora María Ramírez, apodada la tortolita por su pequeña estatura. Era muy apreciada y respetada por su capacidad y seriedad académica. Maestra abnegada, quien prácticamente se convirtió en la segunda madre de Lucio, a quien apoyaba y le daba consejos, sobre todo en relación a sus problemas económicos y familiares”.
“En 1956, al ingresar a primero de secundaria, Lucio ya era ampliamente conocido por todos los alumnos y maestros. A quienes ingresamos ese año, provenientes de diferentes lugares nos causaba extrañeza que siendo compañero de grupo y que se suponía también era de nuevo ingreso ya lo conocieran tantos. Como es tradición en los internados, nadie se escapaba de ser bautizado con sobrenombre y de buenas a primeras alguien le puso a Lucio El Chivo”. Se sabe que en una de sus visitas al internado sus familiares le llamaron Chío y los que escucharon pensaron que le decían Chivo por eso le quedó ese mote.
“Algunos compañeros lanzaban una imitación del balido de los chivos para anunciar su presencia; con su sencillez y una sonrisa contestaba sin alterarse ¿Qué pasa zanquitas que pasa?”
La sencillez y el carisma de Lucio trascendieron al grupo académico porque convivía con los demás estudiantes de la misma escuela y por varias horas apoyaba en sus labores a los campesinos que tenían sus parcelas en las cercanías de la Normal, con los que cultivó una entrañable amistad.
“Para 1959, Lucio era ya el estudiante más querido por los normalistas – dicen Miranda y Villarino- año en que correspondía el cambio de Comité Ejecutivo Estudiantil. La dirigencia se elegía en asamblea a la cual todos deberíamos asistir. Era una práctica que en los hechos servía de enseñanza política de las viejas generaciones a las nuevas. En esta ocasión compitieron dos planillas; una encabezada por Francisco Santana (a) ‘La gallina’, alumno del nivel profesional y la otra por Lucio Cabañas, estudiante aún de secundaria. La asamblea fue muy agitada, los de profesional argumentaban que no era posible que la sociedad de alumnos fuera dirigida ‘por un secundariano’, pero a la hora de la votación Lucio ganó por amplia mayoría, gracias al trabajo de proselitismo que realizó previamente incluso entre los de profesional”.
El triunfo de la revolución cubana en enero de 1959 tuvo un impacto importante en la historia mundial y despertó la esperanza en el resto de los países de América Latina donde se fortalecieron los movimientos de izquierda. Ese impacto llegó a la Normal de Ayotzinapa, en donde Lucio e Inocencio Castro Arteaga instalaron en la oficina del Comité Ejecutivo de la Sociedad de Alumnos una radio de bulbos que diariamente a las 8 de la noche captaba las transmisiones del Ejército Rebelde desde la sierra maestra de cuba. Cuando se iba la señal provocaba desesperación entre los oyentes, pero al final, “Lucio aprovechaba el interés y entusiasmo de los radioescuchas para explicar la trascendencia e importancia histórica que tenía para Cuba, México y América Latina la lucha emprendida por los cubanos revolucionarios”, recuerdan Miranda y Villarino.
Con la colaboración de las embajadas del entonces bloque socialista, Lucio recolectó libros y revistas y con ellos fundó la “Biblioteca Socialista” en las oficinas del Comité Ejecutivo de la sociedad de alumnos. Por lo que fue objeto de hostilidad por parte de unos maestros que eran miembros de los grupos apegados al poder.
En ese tiempo se vino el movimiento en contra del gobierno de Raúl Caballero Aburto quien se caracterizó por ser uno de los gobernadores más represores y cometer muchos asesinatos en aras de una supuesta seguridad y justicia en el estado. Se les aplicaba la ley fuga a los presuntos delincuentes. En Atoyac tuvieron fama La Trozadura y El Charco Largo donde fueron ajusticiados muchos ciudadanos de esta ciudad sólo por las sospechas de ser delincuentes o por señalamientos dolosos de algunos vecinos.
En 1960 la Normal Rural de Ayotzinapa se sumó al movimiento por la caída de Caballero Aburto: “Lucio fue nombrado presidente de la huelga en la Normal y de manera audaz trepó a la azotea del edificio de dos plantas recientemente construido en la parte norte de las antiguas canchas de basquetbol para plantar con mucha solemnidad la bandera rojinegra” se lee en El otro rostro de la guerrilla 40 años después. Se organizó la huelga y se hicieron marchas que recorrieron el centro de Tixtla y los alumnos de la Normal se turnaban para montar guardias en la parada cívica de Chilpancingo.
Desde sus discursos de la Normal en esa lucha contra el caballerismo Lucio decía: “A esos que se cubren su cabeza con bacinicas verdes les decimos: no les tenemos miedo porque el pueblo está con nosotros decididos a triunfar”. Así se refería a los soldados y policías, algo parecido pronunciaría el 18 de mayo de 1967.
Durante el desarrollo de esa lucha Lucio Cabañas vino a encabezar algunas protestas a su tierra. Una de ellas fue el 11 de diciembre de 1960 cuando a la una de la tarde hubo un mitin en el Zócalo de la ciudad cafetalera en contra de Raúl Caballero Aburto. La policía urbana y auxiliar que estaba comandada por el mayor Adalberto Lira Torres disparó contra los manifestantes hiriendo a Leónides Bello, los manifestantes repelieron la agresión con piedras y palos, pero los organizadores del mitin entre ellos, Lucio Cabañas Barrientos, su mamá Rafaela Gervasio y su tía Celerina Cabañas fueron detenidos y llevados a la cárcel municipal. Ese día a doña Celerina le rompieron un dedo al colgarse del cinturón de Lucio para evitar que se lo llevaran preso pero la arrastraron junto con él hasta lo separos de la preventiva. Muchos años después mostraría con orgullo su dedo roto como si fuera un trofeo de guerra. Ese día la gente se organizó y enardecida regresó al palacio municipal para rescatar a sus líderes y el Presidente Municipal, Raúl Galeana Núñez tuvo que liberarlos.
A las ocho de la noche del día siguiente, el mero día de la virgen, hubo una cabalgata con antorchas y con un altoparlante recorrieron las calles de la ciudad y al llegar al Zócalo realizaron un mitin. Ahí Lucio Cabañas, quien fue el primero en abordar la tribuna denunció que el gobierno de Caballero Aburto asesinó a su padrastro Juan Serafín Martínez y por eso su madre tenía que sufrir el trabajo duro del campo para sacarlos adelante.
Años más tarde en uno de sus discursos en la sierra ya como guerrillero diría: “Nosotros, desde cuando Caballero Aburto, hicimos pueblo. Los de Ayotzinapa, los de la escuela Normal Rural nos metimos por todos los pueblitos y donde quiera anduvimos haciendo mítines y todo, y acarreando al campesinado. Incluso cuando anduvimos de dirigentes en Ayotzinapa dábamos ropa a los pobrecitos campesinos que no tenían para vestirse y se acercaban a Ayotzinapa”. Eso se escucha en la voz de Lucio en unas grabaciones que fueron dadas a conocer por primera vez por Luis Suárez y que ahora se consiguen con relativa facilidad.  
Cuando terminó el movimiento anticaballerista después de la masacre del 30 de diciembre de 1960, Lucio se reintegró a la normal para continuar con sus estudios y formación política. Pero fueron pocos meses lo que estuvo dedicado a sus clases. “En mayo de 1961, se llevó a cabo en la Normal de Huerta, en Morelia Michoacán el Congreso Nacional ordinario para elegir el Comité Ejecutivo Nacional de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM) integrado por 28 normales rurales, en el cual salió electo Lucio Cabañas Barrientos como secretario general, a pesar de la oposición de la dirigencia nacional de la Juventud Comunista que quería impulsar en el cargo a un priísta”,  señala Luis León Mendiola.
Cabe mencionar que algunos testimonios dicen que el congreso de la FECSM fue en El Mexe Hidalgo y otros que en Huerta Michoacán. Lo cierto es que después de esa elección se vino la división de la FECSM por eso: “La unificación fue la primera tarea de Lucio, para tal efecto se trasladó a El Mexe, habiendo perdido un año de estudios. Es por eso que en lugar de graduarse en 1962, lo logró hasta 1963. Lucio recorrió las 29 normales (Mendiola menciona 28)  hasta lograr la unificación política y así lograba su reconocimiento como dirigente estudiantil indiscutible de todas las normales rurales del país”, afirman Miranda y Villarino. 
A pesar de andar recorriendo el país, Lucio no se olvidaba de su tierra el 17 de diciembre de 1961 asistió a una convención de estudiantes a la ciudad de Atoyac, que se llevó a cabo  durante tres días en el Cine Álvarez para formar la Federación Estudiantil Guerrerense, la inauguración estuvo a cargo de Braulio Maldonado. En ese evento Lucio Cabañas Barrientos defendió con vehemencia a los indígenas de la Montaña que en ese tiempo venían a cortar café a la sierra. Condenó el hecho de que despectivamente se les llamara chantes cuando son los dueños originales de la tierra en que vivimos, rememora José Hernández Meza. 
La escuela normal de Ayotzinapa y la lucha popular estudiantil le dieron la más importante formación teórico-práctica fue allí donde conoció la teoría revolucionaria y el ejemplo del Che Guevara.  Lucio Cabañas no era afecto a las bebidas embriagantes ni a los cigarros, su preocupación eran los problemas sociales. Solía alejarse al campo donde buscaba pláticas con ancianos campesinos porque de ellos aprendía valiosas experiencias.

En noviembre de 1963 egresó Lucio de la Normal de Ayotzinapa y en breve llegaría con la clave 36108 como maestro a Mexcaltepec. Donde escribiría con sus actos otra historia.

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