viernes, 31 de julio de 2020

El secuestro de Figueroa XIV


Víctor Cardona Galindo
El 8 de septiembre de 1974 el Ejército rescató al senador Rubén Figueroa en el lugar conocido como La Pascua, en la sierra de Atoyac, después de estar 103 días en manos de la guerrilla de Lucio Cabañas. Su familia había pagado 25 millones de pesos por su vida y los otros 25 esperaban depositados con el obispo de Cuernavaca Sergio Méndez Arceo. El grupo que lo custodiaba nada sabía de eso porque el Ejército había detenido a todos los correos y contactos.
El campesino Getulio Rebolledo Ocampo fue detenido por
los militares el 23 de septiembre de 1874, en San Andrés
 de la Cruz.

Un día antes, el 7 de septiembre el candidato del PRI a gobernador, intentó escapar, aprovechando la confusión que causó la caída de Juan, cuando una comisión de guerrilleros que exploraba el camino topó con el Ejército. Sobre este hecho Rubén Figueroa diría a Luis Suárez: “No cayeron los tres porque aquellos soldados no tenían armas automáticas, sino fusiles de cerrojo… Dije a Gloria que me fugaría en el camino, y que si el Ejército volvía a tener contacto correría hacia él. Se había conocido una carta de Lucio donde decía que había fracasado que no les darían a los presos. Por lo tanto nos liberaría, mandándonos a Acapulco. A Gloria le recomendaba que se cuidara de la flebitis, y a Febronio le expresaba las gracias por darle lecciones de marxismo. A sus tíos Luis y Pascual les pedía disculpas por las molestias… Añadía Lucio que empezarían los días difíciles y atribuía al ejército la intención de matarme para echarle la culpa a él, lo que entendimos al revés, como un plan para matarnos y culpar al ejército. La única forma que queda, dije a mis compañeros, es echarme sobre las balas de los soldados tratando de salvar la vida”. Así lo hizo al día siguiente.
Después de la escaramuza en La Polvosa, donde murió Juan, los guerrilleros caminaron custodiando a los secuestrados hasta La Pascua. Una pequeña planicie rodeada por dos arroyos, y en su exuberante vegetación destacan las frondosas palmeras de cayaco. En el sitio hay una gran laja, conocida como La Piedra Chorreada y su entorno está lleno de rocas y cuevas  naturales. Los brigadistas llegaron ahí en la madrugada del 8 y se dispusieron a descansar para seguir su camino al día siguiente. Pero por la detención de José y Pablo el Ejército ya conocía el rumbo que llevaban. El encuentro era cuestión de tiempo. El cerco estaba tendido.
Ese 8 de septiembre, el combate durante el cual rescataron a Rubén Figueroa comenzó como a las ocho de la mañana, fue en los terrenos de Víctorino Villegas.  “La barranca de La Pascua hervía de soldados, había en todo el monte desde El Cerro Prieto de los Pinos, hasta Agua Zarca”, recuerdan los lugareños.
De acuerdo a la versión del capitán Elías Alcaraz Hernández, los protagonistas de esta acción fueron 55 efectivos que pertenecían a las patrullas: Martín a cargo de subteniente Agustín Rivas Ramírez y  Vicente a cargo del teniente Arturo Flores Monroy.
Explicó que al ubicar el campamento guerrillero los soldados comenzaron a morterear en abanico a las 8:45 de la mañana a una distancia de 50 metros y en 15 minutos ya había acabado la operación. Figueroa había sido rescatado.
Dijo Alcaraz que “después de morterear el primero en salir fue Pascual García Cabañas y Figueroa llegó al único soldado que lo conocía cuando Sabás lo seguía de cerca disparándole, pero no le pudo dar por las carreras y lo escabroso del suelo. A veces se resbalaba el ingeniero y a veces Sabás. Pero intervino el soldado Romualdo Román Soto quien le pegó un tiro a Sabás en la garganta… En tercer lugar salió Gloria Brito que estaba embarazada, Luis Cabañas sangraba cuando lo sacaron. Más abajo el teniente Arturo Flores Monroy estuvo a punto de matar a Febronio que estaba herido de un brazo”. En la refriega el soldado Federico Villa Escobedo salió herido.
El capitán Elías Alcaraz dijo a Misael Habana, en una entrevista que le concedió para El Sur en septiembre de 2000, que ahí quedaron muertos los dos campesinos que los guiaron. “A Chema no le pasó nada estaba vivito y coleando y temblando de miedo”, dijo además que murieron 50 guerrilleros, que algunos cuerpos fueron trasladados a Atoyac otros por el temporal fueron sepultados ahí mismo. Los muertos nunca fueron identificados porque no llevaban nombre y que a los secuestrados los sacaron en helicóptero el mismo 8 de septiembre, entre 10 y 11 de la mañana. También subieron al helicóptero al soldado Federico Villa Escobedo que fue la única baja que tuvieron.
Otra versión es la de Febronio Díaz, quien tenía 54 años cuando acompañó a Rubén Figueroa a entrevistarse con Lucio y diría muchos años después, a la revista Proceso: “Lucio es el hombre a quien más le debe el estado de Guerrero, en estos últimos tiempos”. Y recordará que aquél 8 de septiembre, seis muchachas guerrilleras se pusieron a platicar con risotadas muy ruidosas, cuando una voz potente salida de un aparato decía “ríndanse hijos de la chingada están cercados” y sonó el primer bazucazo. “¡Cuidado!’ gritó Luis, pero en ese momento le tocó una bala a él; era mortal por necesidad, le entró a la altura del corazón, se rodó inmediatamente y empezó a vomitar sangre”. También rememoró Febronio que él recibió tres disparos, uno de ellos en el brazo. “Primero sacaron a Rubén, a Pascual y a Gloria, en un helicóptero. Después vivieron por Luis y por mi, que íbamos heridos”. Dijo que en ese día del rescate sólo murió Sabas, “Tres días después, según me dijeron, el Ejército les tendió una emboscada y mató a 18; después fueron detenidos varios”.
Por su parte Rubén Figueroa Figueroa relató a Luis Suárez: “Al sonar las nueve o nueve y media el primer bazucazo, cuando en el grupo íbamos cuarenta y ocho personas, entre custodios y prisioneros, de los que once eran mujeres… El grupo rebelde iba comandado por Ramón. A las siete de la mañana nos había sobrevolado un avión de fuselaje azul. Después del bazucazo vino el fuego cerrado de ametralladora, respondido débilmente. De nuestros custodios, sólo dos estaban a unos cuantos pasos. Uno era el Zacazonapan, hombre fuerte, dotado de un FAL. El otro era un hombre chaparro tipo oaxaqueño o chiapaneco, con fornitura en la cintura, que parecía uno de los desertores del Ejército, porque conocía lo toques y daba instrucciones de defensa personal, aunque luego corrió abandonando el arma… Mientras Pascual y yo fuimos al Ejército, Gloria y los otros se refugiaron en el tronco de un cayaco, árbol de la región. Gloria estuvo de pie, Luis en cuclillas y Febronio boca abajo. Cuando Zacazonapan quiso alcanzarnos, las balas lo mataron”.
Según Figueroa, Sabás disparó sobre Luis Cabañas y sobre Febronio, matando a Luis y dándole tres balazos a Febronio. “Seguía Sabás para alcanzarnos, cuando tropezó con un soldado que le dio un balazo en el cuello y estuvo agonizante hasta que llegó otro soldado, quien quiso disparar a Gloria ‘yo no soy guerrillera, sino prisionera’…Gloria dijo a los soldados que por ahí me buscaran, que yo llevaba pantalón y guayabera blancos (que ya eran negros). El soldado se encaminó a buscarme. Sabás fue acabado. Pascual y yo estábamos protegidos en una roca unos cuantos metros del soldado. Lancé un  grito: ‘Viva Echeverría, gusanos, hijos de la chingada’. Lo oyeron los soldados y el teniente coronel López Ortiz, comandante de aquel destacamento de sesenta hombres. Desde cincuenta metros me preguntó: ‘¿Es usted, senador?’, ‘Yo soy. Deme un arma para batir a nuestros enemigos que van corriendo”.
Rubén comentó que tenía tres días sin comer, cuando lo rescataron. Ya estando en el cuartel de Atoyac “llegó mi hijo Rubén conducido por el coronel Quiroz”.
También al enterarse de los hechos el Secretario de la Defensa Nacional, general Hermenegildo Cuenca Díaz, se trasladó hasta Ato­yac para llevarse al senador Figueroa en un helicóptero al puerto de Acapulco y después trasladarlo a la ciudad de México en un avión militar. De la acción, el Ejército mostró hermetismo y no quiso dar información a la prensa de Acapulco.
Con el tiempo hemos llagado a saber la versión de dos guerrilleros de lo ocurrido aquel día. Por ejemplo Moisés dice que un día antes, “se acordó que en caso de una balacera cualquiera de todos nosotros quebrara al viejo, pues adelante teníamos que pasar por un camino muy andable y pensábamos que podía haber problemas… Por la tarde los responsables del grupo discutieron junto con los compañeros Samuel y Rufino, que eran los responsables del grupo reagrupado recientemente y que se había incorporado a nosotros. Ese día se acordó que la gente que quisiera podría salir, pues dentro de poco al viejo se le tenía que ajusticiar y la gente de Samuel se encargaría de soltar a los que acompañaban al viejo, o sea a Luis, Gloria, Febronio y Pascual y la gente que quedara iba continuar atacando al enemigo”.
En su testimonio publicado en el libro Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres. Una experiencia guerrillera en México, comenta Moisés: “A la una de la mañana los guardias descubrieron resplandores de focos que se regaban por distintos lugares, avisaron a los responsables pero no les creyeron y pensaron que era mentira, así amanecimos y la mayoría seguíamos sin creer lo que los compas de guardia habían dicho (…) Ya a las 8 de la mañana los cocineros del otro grupo hacían sus alimentos y nosotros también, al empezar a juntar la lumbre se formó una vela de humo tanto de nosotros como de los otros compañeros y fue en ese momento cuando pasó un helicóptero y se contuvo un poco de tiempo y muy bajo arriba del campamento, nos observaban de arriba con binoculares y nosotros también. Cuando el compañero Samuel se decidió a tumbarlo en ese momento se fue y ya no se pudo. Tardó poco de tiempo para que salieran los compañeros que habían solicitado permiso y nosotros arreglábamos nuestro equipo para retirarnos también del lugar”.
“Los compas se estaban despidiendo de nosotros, habían avanzado como 15 metros cuando estalló el primer obús de mortero que nos tumbó a la mayoría. Los compañeros se regresaron y tomaron sus rifles y corrieron desesperados. El compañero Ramón trató de organizar a la gente y ésta no le hizo caso, porque las ráfagas de Fales y estallidos de granadas y obuses están bastante tupidos y nos gritaban que nos rindiéramos, que estábamos cercados, que no saldríamos vivos y muchos más se desesperaron, yo también. Las primeras ráfagas sonaron cerca de donde estaba el viejo, quien corrió hacia el lugar donde venían los disparos más tupidos, Sabás fue el persecución de él, las balas le impidieron ajusticiar al viejo, cayó abatido cuando contestaba con su M-2 los disparos de los guachos”.
Por su parte la guerrillera Rosario entrevistada por Eneida Martínez comenta que ya en la madrugada El Chango, El Gato avisaron que habían visto luces del otro lado del cerro. “Nosotros como ya sabíamos que eran miedosos no les creíamos porque andaban con el puro miedo”, dice Rosario. Por eso se quedaron a dormir y al otro día tempranito, el jefe Salomón Ríos García, Ramón, a quien le tocaba la cocina, les dijo “levántense a comer” y Xóchitl le contesta “todavía van a comer ustedes, estamos rodeados del gobierno”. Rosario le dice a Martha “a lo mejor es cierto, estamos rodeados del gobierno”.
Rosario no se quería mover de ahí porque tenía esperanzas que por algún lado saliera Juan. Dijo Ramón “se va a poner más feo”. Comenta Rosario, “lo malo que hizo Ramón fue que nos puso a limpiar las armas… Nos dijo, compañeros, limpien las armas”. Alguien le contestó “mira Ramón nos van a agarrar con las armas desempatadas”, pero Ramón insistió porque había otras armas.
En ese momento salían de permiso 25 guerrilleros entre ellos Kalimán. Entregaron las armas que quedaron recargadas en una palma. No tenían ni veinte minutos que habían salido cuando comenzaron los primeros disparos, algunos guerrilleros estaban con las armas desarmadas otros apenas las iban a desarmar. Rosario nada más cargaba una pistola y con ella hizo frente al Ejército, Marta ya había desarmado, Ramón también había desarmado su rifle. Al primer balazo Ramón creyó que se le había ido a alguno de los brigadistas. Pero le siguió una ráfaga, dice Ramón “¡esto ya valió madres, es el gobierno!”. Dicen los otros compañeros “ya ven, no les creíamos a los que tenían miedo, les hubiéramos creído”. Se oía la balacera y luego un helicóptero, comenzaron a caer granadas “que nos tapaban de tierra y nosotros nos revolcábamos y peleamos. Nada más tirábamos al rumbo donde estaba el gobierno, qué le hacíamos si ellos estaban bien y nosotros estábamos desprotegidos, estábamos entre unas palmas”.
Rosario vio regresar a Matilde y a Kalimán, cree que fueron los únicos que volvieron de los que habían pedido permiso. Marquina Ahuejote Reyes, Matilde, una jovencita de 17 años, dijo “yo me voy a morir peleando”. Al tiempo que tomaba una de las armas que habían dejado los que salieron y se dio el gusto de morir peleando de frente contra el Ejército mexicano.  Rosario le gritó “Matilde no te acerques” .Estaba cerrado el fuego, “nos caían las ramas, hojas, tierra, nos tapaban”. Kalimán intentó hacerla regresar pero ésta no le hizo caso y se fue disparando de frente hasta topar a los soldados donde encontró la muerte.


jueves, 30 de julio de 2020

El secuestro de Figueroa XIII


Víctor Cardona Galindo
Después de la escaramuza del 21 de agosto, Lucio Cabañas y su gente se refugiaron en la sierra de Tecpan de Galeana. Estaban ya fuera de su territorio, lejos de esa red de colaboradores que, en el municipio de Atoyac, los había mantenido tanto tiempo en la sierra. Allá la gente era más desconfiada y tenía menos compromiso con la lucha.
El profesor Jacob Nájera Hernández fue detenido el 2 de
septiembre de 1974, desde entonces está desaparecido. 
 La otra parte de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento, que movía a Rubén Figueroa y acompañantes, caminó con dificultad por debajo de frondosos árboles, hasta llegar a la zona de esas hermosas y majestuosas palmeras de cayaco de las que se saca tuba y de cuyos frutos se extrae un aceite de fina calidad.
Durante la travesía en breves lapsos Luis Cabañas hacía plática a los guerrilleros. Les decía que el maestro Lucio tenía razón. Ya en las inmediaciones del cerro de El Zanate le había secado la herida de la operación con la que llegó a la sierra. Caminaba como la gente del campo y se le veían bien, a veces hasta alegre. Pascual se portaba déspota, se notaba claramente que estaba del otro lado, con Figueroa. A Luis le preocupaba la secretaria Gloria Brito porque era mujer de ciudad y no estaba preparada para la vida del campo.
A la secretaria de la Comisión del Balsas, Gloria Brito, mientras estuvo en la sierra no se le notó el embarazo. No tuvo ninguna deferencia con las guerrilleras, no les dirigió ninguna palabra de amistad. Como ella, seis milicianas estaban embarazadas y sin embargo buscaban afanosamente huevos de paloma y de codorniz para dárselos. Gloria se los tomaba para soportar el hambre en aquellos campamentos y caminos de la intrincada selva de Atoyac. Procuraban que Gloria comiera primero y mejor, pero la veían tan “estirada” que una ocasión una guerrillera comentó: “Hay que buscar huevos de culebra para que le demos”. Fue sólo una expresión.
Una ocasión cuando caminaban en las cercanías de Río Santiago, Gloria Brito se desmayó “fue como a las 3 de la tarde de ese día cuando íbamos a empezar la marcha y fue en ese momento cuando se desmayó la secretaria del viejo y tuvimos que esperar hasta que se controlara un poco y pudiéramos seguir”, comenta un guerrillero de nombre Moisés.
Al pasar cerca de El Ocotal se sumó nuevamente a la Brigada Campesina de Ajusticiamiento Martín Nario Organes, Samuel, quien llegó acompañado de siete campesinos miembros de una sola familia, con él eran ocho. La familia iba encabezada por Talante un viejo de unos 60 años de edad con rasgos indígenas, se incorporó con sus tres hijos y sus tres nueras. Ismael el mayor era esposo de Rosalba; El Volador estaba casado con Celia y Rufino era pareja de Minerva. Llegaron un día lunes y contaron que habían recibido vejaciones por parte del Ejército por eso se unieron a la guerrilla. Explicaron que un buen día llegaron a sus casas los soldados y arrasaron con sus sembradíos de maíz y con sus chivos. Junto con sus esposas estuvieron un tiempo prisioneros en el cuartel de Atoyac donde vieron a Lázaro (detenido en El Río Chiquito) “a quien tenían vendado de los ojos y atado de pies y manos”.  El Volador, hijo de Talante, tenía unos 20 años y era un excelente conocedor de la sierra por eso le dieron la comisión de guía.
Esos días el Ejército enfiló sus baterías hacia la sierra de Tecpan y el 27 de agosto en Fincas Viejas recuperó un FAL y un mosquetón que la guerrilla le había quitado a soldados del 50 Batallón de Infantería durante la primera emboscada el 25 de junio de 1972. Los guerrilleros con Lucio a la cabeza estaban cerca, el 29 de agosto caminaron todo el día y por la tarde se mojaron porque les llovió muy fuerte. “Casi oscureciendo detuvimos la marcha, descansamos junto a un marihuanal;  ahí se puso a hervir maíz y fríjol y aquello salió sabrosísimo, era la primera vez que lo comíamos, no recuerdo que compañero dio la idea; se hizo una pequeña reunión y nos dormimos”.
Para esas alturas el grupo de Lucio Cabañas lo formaban once guerrilleros: Rutilo, René, Roberto, Gabriel, Eusebio, Edi Carlos, Arturo, César, Martín, Carlos y Lucio, su principal alimento era lo que la madre naturaleza les daba, el 30 de agosto encontraron en el camino unos cuajinicuiles, cortaron sus vainas maduras y comieron hasta llenarse, luego echaron a las mochilas para llevar.
Fue ese día cuando por la radio escucharon una noticia que los llenó de emoción y esperanzas. “Ya como a las tres de la tarde iniciamos la marcha, subíamos un largo trecho y descansamos, se prendió la radio y oímos algo que nos llenó de alegría: José Guadalupe Zuno había sido secuestrado por miembros del FRAP; pensamos de inmediato que el secuestro del suegro del presidente, aunado al de Rubén Figueroa, podría ser la llave que abriera las cárceles y nos permitiera la libertad de los compañeros presos y desaparecidos”.
El Ejército no paraba en detener a los guerrilleros que se movían para recoger el dinero del recate. Simón que había llevado 370 mil pesos a la sierra fue detenido cuando regresaba y entregó a Cándido a finales de agosto. Poco después detuvieron a José María cerca de Zacualpan cuando bajaba rumbo al puerto de Acapulco buscando establecer contacto con David. Luego que detuvieron a Simón un helicóptero comenzó a rondar la zona cerca de Las Trincheras e Ixtla. Les pasó muy cerca cuando la guerrilla caminaba a poca distancia de La Vainilla llevando a los secuestrados.
El Obispo de Cuernavaca Sergio Méndez Arceo también intervino para agilizar la liberación de Rubén Figueroa, por medio de Javier Olea se reunió con Rubén Figueroa Alcocer quien le pidió hiciera gestiones para liberar a su padre. “Entonces me vino a la mente la idea de una carta para Lucio, ya que Rubén Jr. tenía posibilidades de hacérsela llegar. En esa carta yo invocaba, por muchos motivos, la liberación de Figueroa y sus compañeros (…) Nunca recibió respuesta. Pero un día me pidieron audiencia, con pretexto de hablarme de un sacerdote enfermo, dos señoritas. Ya en mi presencia me pusieron en las manos un sobre con copias del tercer comunicado de Lucio Cabañas, y una copia autógrafa de un carta del Ing. Rubén Figueroa al presidente de la República”, dijo Méndez Arceo a Luis Suárez. Los documentos en cuestión los hizo llegar a Rubén Figueroa Alcocer por medio de Javier Olea.
“La segunda intervención fue así: Me encontraba yo en el Seminario Conciliar de México en un curso de renovación, de un mes, con muchos otros obispos. Una tarde llegó el padre Bonilla para decirme que me pedía el servicio de ser depositario y de dar un testimonio por escrito, de veinticinco millones de pesos para ser entregados al mismo padre Bonilla cuando el secuestrado regresara a su casa sano y salvo. Después de reflexionarlo, y no obstante los riesgos, acepté y redacté un recado. Me consta que ese recado llegó a Lucio”.
El 2 de septiembre de 1974 Jacob Nájera Hernández, fue sacado por la policía judicial de la casa de sus suegros en San Jerónimo de Juárez y luego fue desaparecido. Ahora en su honor la escuela preparatoria de ese lugar lleva su nombre. Carlos Bonilla Machorro escribió en su libro Ejercicio de guerrillero que cuando salieron con Inocencio Castro hacia la costa para establecer contacto con la guerrilla al primero con vieron fue a Jacob Nájera, pero no les supo dar razón de donde tenían al senador.
El día que detuvieron el maestro militante del Partido Comunista y del Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM) se preparaba para presentarse dar clases en la escuela primaria Benito Juárez donde trabajaba, pero le mandó a decir el director que no se fuera porque lo andaban buscando un grupo de judiciales. Por eso Jacob estaba sentado en la hamaca, cuando un grupo de agentes que viajaban en coches negros y cafés, que iban al mando de Isidro Galeana Abarca lo sacaron del interior de la casa y luego se lo llevaron. Hasta la fecha nada se sabe de él. Isidro Galeana Abarca dijo después que lo entregó a los soldados en la Y Griega de Atoyac.
En esos días Rubén Figueroa Alcocer había estado en el cuartel de Atoyac y había ofrecido un millón de pesos a cada oficial que participara en el rescate de su padre y lo entregara vivo, comentó después el capitán Elías Alcaraz. Por eso soldados de la patrulla Martín y Vicente pertenecientes a la fuerza de tarea Atoyac, comandadas por el teniente coronel Juan López Ortiz se pusieron en marcha hacia la región de El Quemado.
La expedición, que llevaba como guía al joven Leonardo de la Cruz Martínez, José María,  salió el 5 de septiembre de Atoyac y como a las tres de la tarde se internó por el monte de la colonia Buenos Aires. Al subir el día 6 encontraron dos campesinos guerrilleros a los que José María delató y dieron datos del rumbo que llevaba el grupo con Rubén Figueroa.
La guerrilla con Figueroa descendió hasta la sierra baja y en el lugar conocido como La Polvosa, el 7 de septiembre de 1974, cayó peleando el guerrillero Prisciliano Medina Mojica, Juan, se le encasquillo el M-1 por eso ya no pudo tirar y los soldados los remataron. Su cuerpo quedó tirado en medio de la carretera que va de Cacalutla al Quemado. Después se supo que fue sepultado en la orilla del camino.
La versión de la guerrilla en el libro Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres. Una experiencia guerrillera en México dice: “Este caso sucedió cuando uno de nuestros compañeros iba a explorar la carretera para que pasáramos con el viejo (Figueroa); eran varios los compañeros los que iban a explorar el paso: Juan, Antonio, El Gato, y Ramón, éste tenía que vigilar la parte Sur, Juan la parte Norte, pero no le hicieron así, pues Ramón sí se quedó en el lugar indicado, mientras Juan no y en lugar de eso se fue a explorar y dejó sólo el lugar de la guardia; Ramón vio a tiempo a los soldados que venían de El Carbón (El Quemado) y se hizo a un lado de la contracuneta escondiéndose bien, los otros compas no sabían nada de los guachos, así que cuando venían de explorar fueron descubiertos por los soldados quienes les dispararon; el compa Antonio, que era quien venía adelante, pasó la carretera corriendo y disparando, el compañero que le seguía, Juan, quiso hacer lo mismo pero fue inútil, porque lo recibieron con una ráfaga de FAL y lo hirieron, por lo cual ya no pudo seguir corriendo, sino que quedó en el suelo, disparando hasta que quedó muerto por la balas del enemigo”. Dice Moisés que entre Antonio y Juan mataron seis soldados éste día.
El resto del grupo estaba cerca y escucharon los balazos, esperaron y “primero salió El Chango,  de ahí El Gato, de ahí Ramón, de ahí Sabás, de ahí el Gallo Negro y Juan fue el que faltó”, recuerda la guerrillera Rosario quien era pareja de Juan. De hecho, ese día Rosario estaba comisionada para ir a la exploración pero Juan tomó su lugar y fue así que murió enfrentando a los militares.
Eneida Martínez en la tesis Los alzados del monte. Historia de la guerrilla de Lucio Cabañas, recoge el testimonio de la guerrillera Rosario: “En esa exploración me tocaba a mí (…) el ‘Gato’, el ‘Chango’, yo supuestamente iba a ir, y Ramón, y yo no fui porque él [Juan] no me dejó, porque ya estaba muy feo, me dijo Juan ‘tú ya no vas a ir, voy a ir yo en lugar tuyo’. Se fue él a explorar el campo (...) Pues ya estaba la emboscada, ya estaba cercado ahí la carretera, ya era una emboscada que estaba ahí y ellos fueron a explorar ese lugar (...) les empezaron a tirar [los soldados] a ellos, pero ya Juan había atravesado la carretera del aquel lado, asegún [sic] vieron el ‘Chango’ y Ramón, que Juan alcanzó a pasar y fue al primero que le dieron. Entonces dice él que le dieron en las piernas, Juan cayó a media carretera, y ellos quisieron sacarlo entre Ramón y el ‘Chango’ (...) quisieron hacerle frente al gobierno pero no pudieron, porque era mucho el gobierno, sino que ellos se fueron, corrieron y ahí dejaron a Juan (...)...él siguió tirando, él estaba tirado se dio con el gobierno, se le encascajó el M1, ya no pudo tirar, se le encascajó y ya ahí fue donde lo mataron el gobierno”.
Después del enfrentamiento, el resto de la comisión logró huir y llegar al campamento donde se encontraba los demás de la Brigada con los secuestrados, todos éstos escucharon los disparos y supusieron de un encuentro del grupo explorador con los militares. A pesar de que Ramón, el “Chango” y el “Gato” habían visto caer a Juan no quisieron decir nada al resto de los brigadistas, sobre todo Ramón quien se encontraba al frente de la dirección: “Entonces yo les digo a ellos ‘¿y Juan?’, ‘No, pues por a’í debe de andar’ (...) pues si no sale pues ya sabes lo que se ha dicho aquí el que salió salió y el que no pues ni modo (...) si cayó en batalla cayó y el que se la salvó la salvó pues”.
“Pero la noticia de la muerte de la pareja de Rosario finalmente tuvo que ser revelada a todos los brigadistas: ‘me sentí que me quedé sola, ya no me sentía a gusto’, ese era el terrible sentimiento que la embargaba, pues no sólo perdía a un compañero de lucha sino también a su pareja sentimental, pero eso dolor no podía detener su marcha pues el Ejército les venían pisando los talones”, asentó Eneida Martínez.
Y efectivamente el 7 de septiembre de 1974, en la noche Ejército y guerrilleros durmieron como vecinos.


miércoles, 29 de julio de 2020

El secuestro de Figueroa XII


Víctor Cardona Galindo
Ignacio Zamora Román fue detenido el 17 de agosto de 1974 por soldados del 19 Batallón de Infantería que lo bajaron de un camión Flecha Roja en el retén de El Súchil municipio de Tecpan Galeana, una persona lo señaló como miembro de la guerrilla y fue llevado por personal militar al cuartel de Atoyac que funcionaba como un campo de concentración y tortura.
Una montaña de Atoyac. Foto: Cuauhtémoc Contreras

También el 17 de agosto de 1974 toda la comunidad de Corrales de Río Chiquito abandonó sus casas. Se fueron todos del lugar. La mayoría se dirigió a San Juan de las Flores y a El Ticuí donde tenían familiares. Dejaron todas sus pertenencias. No quedaron civiles únicamente militares. Después todo el barrio fue ocupado por el Ejército. Las tropas al mando del mayor Francisco Escobedo se metieron a las casas, se comieron los marranos, desaparecieron el café, quemaron la ropa, se llevaron los sarapes nuevos que había, se abastecieron de las vacas, no dejaron nada de maíz y frijol que los campesinos tenían para el sustento. No permitieron regresar a trabajar las huertas, las cosechas de ese año se perdieron y los animales se extraviaron en el monte. Quemaron casas, cavaron hoyos en los patios y solares para hacer trincheras. Cuando la mitad del pueblo regresó en enero de 1975 el lugar estaba destruido.
A mediados de agosto de 1974, los bombardeos continuaban. “El Otatillo es un lugar que está al norte de Los Tres Pasos, en el ejido de Los Valles… El 17 de agosto de 1974 elementos del ejército lo sometieron a un bombardeo, principalmente el lugar conocido como Los Cajones que se encuentra entre los ejidos de El Camarón y Los Valles. Se escucharon treinta y ocho explosiones, tal vez de bazucas, tal vez de morteros. Después, columnas de soldados descendieron, protegidos por helicópteros y aviones. Creían haber copado a la guerrilla, pero no encontraron nada; solo unos jabalíes muertos, que allí mismo desollaron, asaron y comieron; eso lo comentó después un soldado”, asentó Simón Hipólito.
De San Martín de Las Flores se llevaron también a José Flores Serafín el 19 de agosto de 1974, su mujer Florentina Abarca García se quedó sola con sus seis hijos. Ella los mantuvo haciendo servilletas y cazuelas. Cuando se lo llevaron José estaba cultivando una milpa que pronto daría elotes y los domingos bajaba con burros cargados de cazuelas y servilletas para venderlos en la cabecera municipal.
Lo apresaron en su casa cuando estaba cenando, a las seis de la tarde, lo sacaron sin camisa y así se lo llevaron. Le ataron las manos hacia atrás y lo trasladaron a la cancha de basquetbol donde tenían a otros cuatro prisioneros que trajeron de El Nanchal. Toda la noche los tuvieron en la cancha. A las cinco de la mañana a los cinco cautivos los cargaron de cosas y amarrados de las manos se los llevaron rumbo a Ixtla. Y en Ixtla los vieron pasar rumbo al Suspiro. De José Flores Serafín nacido el 18 de septiembre de 1942 nada se supo después. Florentina sostuvo a sus hijos trabajando en la cabecera municipal en casas particulares y de cocinera en huertas de café en Santo Domingo y en Cerro Prieto con los Blanco.
Por otro lado la columna de los 13 guerrilleros, después de dejar la zona del Río Chiquito se fue rumbo a El Pará municipio de Tecpan de Galeana. “Íbamos bajando al río cuando oímos el ruido de un helicóptero que sobrevolaba cerca de nosotros, dando varias vueltas y bajando más y más; buscamos donde atrincherarnos y prepararnos para el combate, pues sabíamos ya que los helicópteros militares sólo descienden donde hay cerca soldados en tierra”, dice Carlos en Diario de un combatiente II.
Al llegar a El Pará los guerrilleros encontraron que el pueblo estaba lleno de soldados y en las orillas del monte andaban preparándose para dormir. Al día siguiente acosados por dos helicópteros llegaron a Fincas Viejas donde la mayoría de los habitantes los recibió con júbilo, llevándoles al campamento mucha comida con tortillas calientes, panochas, azúcar, sal, pan, dos paquetes de cerrillos y cigarros. Ahí “se hizo un plática con la gente y oímos junto con el pueblo la grabación de la emboscada (del 9 de agosto). No querían creer que nosotros hubiéramos participado, nos verían demasiado chamacos, no decían, pero finalmente se convencieron y se pusieron muy contentos”.
“En ese lugar dejamos ocultas las armas que traíamos de sobra: un FAL, un M1 y el 7.62. El compañero al que se las encargamos, tiempo después fue detenido y desaparecido por las fuerzas represivas, perdiéndose junto con las armas un valeroso militante revolucionario”.
De Fincas Viejas la guerrilla salió rumbo a La Caña de Agua, ahí sus colaboradores, además de darles de comer, les informaron que en las primeras casas del pueblo estaban los soldados. Por eso instalaron el campamento a prudente distancia de la comunidad. Fue de ese lugar de donde se bajaron: Santiago Hernández Ríos, Leoncio y Ricardo, rumbo a la ciudad para conseguir dinero y botas, pues la mayoría de los guerrilleros ya andaban casi descalzos.
Al parecer estos dos guerrilleros cayeron en una emboscada del Ejército de la cual únicamente Ricardo logró escapar. Leoncio fue detenido y se convirtió en colaborador de los militares y participó en la detención de muchas personas. Ricardo se volvió a unir al grupo de Lucio Cabañas cuando ya andaba en la sierra de Tecpan de Galeana.
Pasaron los días convenidos y los comisionados no regresaron, por eso los 11 guerrilleros que quedaban se cambiaron de campamento, “pensando que los compañeros habían caído en manos del enemigo”. Y efectivamente un comisión de brigadistas que vigilaba el antiguo campamento pudo ver: “Ahí traían a Leoncio vestido de guacho y con las manos amarradas a la espalda; al momento de retirarnos se me pega una rama en la espalda; y el ruido hace que los guachos se vuelvan a donde estábamos, nuestras armas estaban listas para dispararse, pero los guachos siguieron de largo y nosotros nos alejamos del lugar”, recuerda Carlos.
A la mañana siguiente los guerrilleros abandonaron el cerro de Caña de Agua y mientras caminaban rumbo a la costa se percataron de la enorme cantidad de rastros que dejaban los militares por su paso. Lucio calculó que cuando menos cinco mil andaban tras ellos.
Los batallones iban y venían, cerca del arroyo de Caña de Castilla los guerrilleros pasaban el camino cuando vieron que había soldados por todos lados, pensaron que era un cerco, así que dispararon para que les diera tiempo huir. Los soldados retrocedieron y se soltó la balacera. Fue el combate más encarnizado del que se tenga memoria, las granadas hacían pedazos los arboles y sonaban las armas de alto poder, se oía hasta El Ticuí. Era terrible el combate, los guerrilleros salieron del cerco sin novedad, pero los disparos siguieron algunas horas. Se dice que por la oscuridad, los soldados de un batallón no se percataron que otros subían y se pelearon entre ellos. Al otro día fueron recoger los muertos, puros soldados y que buscaron en vano cuerpos de guerrilleros.
De aquel combate, en el pueblo, quedó de recuerdo aquel chiste: “Mi capitán, mi capitán, ¿De que color es la sangre?, preguntó un soldado en medio de la balacera, –color de mierda, contestó el capitán, - Ay, entonces ya me dieron, gritó el soldado”. La gente se desquita los agravios, de alguna manera, con el humor.
Fue el 21 de agosto de 1974 al oscurecer cuando se dice chocaron dos batallones del Ejército mexicano en un paraje entre las Palmas y Huerta de las López, aquí los soldados se mataron entre ellos por falta de coordinación. Una versión dice que a las 10 de la noche, más de 100 soldados iban de El Ticuí rumbo a la Caña de Agua. La gente de Lucio dejó pasar tres pelotones y luego dispararon sus ráfagas contra de los uniformados, y se retiraron con rapidez.
La versión del guerrillero Carlos dice: “Bajamos hasta muy cerca de la costa y ya al atardecer atravesamos un camino ancho que va de Atoyac a Caña de Agua; de pronto empezamos a oír fuerte pisoteo, al parecer de mucha gente; mientras más tiempo pasaba, más cerca se oían las pisadas. La sorpresa fue muy grande cuando nos los encontramos de frente; eran los guachos. Nuestras armas vomitaron fuego, generalizándose el combate; en eso sentimos que a nuestras espaldas también disparaban, era otro grupo de guachos. Pudimos romper el cerco y retirarnos inmediatamente, quedándose los guachos tirándose entre ellos mismos (...) El resultado de la confusión fue que les causamos 29 bajas”.
El 27 de noviembre de 1974, la Brigada Campesina de Ajusticiamiento da a conocer su último comunicado, donde reconoce su primera derrota militar y las dos primeras bajas que sufriera en combate. “De diez acciones guerrilleras, nueve son victorias para el pueblo”, la segunda acción de la que habla el comunicado fue en El Ticuí como a las 10 de la noche del 21 de agosto de 1974, “más de cien soldados entrarían en la emboscada, por lo que los tres primeros pelotones que venían adelante los dejamos pasar para atacar a más de 80 que venían atrás a 150 metros; los rociamos con ráfagas durante un minuto y nos retiramos con rapidez, ya que nuestros ataques proyectados tendrían carácter de desgaste para distraer las tropas que perseguían a la comisión que secuestraba al tirano Rubén Figueroa… En esta acción hubo 29 bajas, 14 muertos y 15 heridos. Creemos que varias bajas se las causaron entre los mismos soldados, porque después de nuestra retirada los dos grupos de soldados tardaron tirando una hora aproximadamente”.
Al día siguiente los militares desquitaron su coraje con cinco jóvenes que camaroneaban en el lado sur del arroyo Caña de Castilla. Los golpearon hasta dejarlos sin sentido. Luego se los llevaron al cuartel donde los interrogaron. Del combate los jóvenes nada sabían, ellos únicamente buscaban de comer para sus hijos.
El Cronista de Atoyac Wilfrido Fierro asentó el 21 de agosto, “En la madrugada de hoy, cerca del poblado de El Ticuí, fueron emboscados por fuerzas federales unos pescadores en la que resultó herido el agente de ventas de almacenes Salinas y Rocha, Adauto Olea. La fe­deración con motivo de la persecución del guerrillero Lucio Cabañas Ba­rrientos, desde hacía varios días tenía copados los caminos que conducen a ese lugar, confundiendo a los pescadores por guerrilleros abriendo fuego so­bre ellos, con el resultado descrito”.
El día del enfrentamiento, cinco campesinos fueron al arroyo buscando la vida. En la tarde se ataron sus morrales con cuerda a la cintura, tomaron sus linternas y los machetes. Caminaron rumbo al arroyo de Caña de Castilla a camaronear. Ellos eran: Adauto Olea Hernández, Sergio y Marcelo Tabares, Adolfo Solís, y Olé en ese tiempo marido de Aleja Gallardo. Mariano Radilla les había prestado una lámpara de carburo. Ya venían de regreso con los camarones, cuando salieron al camino de Huerta de la López, se desató la balacera y ellos quedaron en medio del combate.
Así mojados como venían, con sus machetes escarbaron con ansiedad y se enterraron entre la basura, para cubrirse de los disparos. Ahí permanecieron enterrados entre las hojas hasta el Ejército los sacó a golpes y se los llevó detenidos. Adauto jamás regresó.
Se comenta que Adauto se puso a discutir con los soldados y estos lo golpearon mucho. Al día siguiente el 22 de agosto cuando los del pueblo fueron encabezados por el comisario para pedir su libertad, encontraron que en el lugar había mucha sangre regada, los casquillos se recogían por puños. Doña Bucha Hernández se echaba en el mandil, pero el comisario no la dejó traer ninguno. También los soldados no dejaron pasar a los ganaderos que ordeñaban por ese rumbo hasta que recogieron todo.
El 25 de agosto en el transcurso del día surcaron el cielo de Atoyac, ocho helicópteros de la Fuerza Aérea Mexicana, que venían a sumarse a la persecución del guerrillero Lucio Cabañas Barrientos y en busca del senador Rubén Figueroa. Ese día soldados del 27 Batallón detuvieron en la cabecera municipal a Pedro Castro Nava, Mardonio Flores Galeana, y Rosalío Castrejón Vázquez. Y en la carretera en un retén caía en manos de los militares el Cívico Rosendo Radilla Pacheco.
Rosendo Radilla Martínez declaró que su padre y él fueron detenidos cuando viajaban a Chilpancingo, tras haber sido parados en un retén militar instalado en la colonia Cuauhtémoc. “En ese tiempo bajaban a todos los pasajeros de los autobuses y a nosotros ya no nos dejaron subir; mi padre les preguntó que por qué nos detenían y le dijeron que porque componía corridos de la guerrilla de Genaro Vázquez Rojas y de Lucio Cabañas”.





domingo, 26 de julio de 2020

El secuestro de Rubén Figueroa XI


Víctor Cardona Galindo
De acuerdo al estudio realizado por la Fiscalía Especial, el Ejército hizo un censo de la población civil de la sierra obligándola a concentrase en los pueblos más grandes en torno a los cuales se tendió un cerco militar. La población fue obligada a dejar los pueblos pequeños y dispersos, con todo y sus animales, abandonando los cultivos. Fue así como los pueblos fantasmas se convirtieron en cuarteles de militares. “Hubo habitantes que huyeron a poblados a donde tenían familiares o amistades que los acogieran, o reconcentrados en los poblados mayores, de donde dependían, o salieron de la región exiliados a donde pudieron. A este tipo de desplazamiento forzado se le conoce como ‘aldea vietnamita’”.
Ausencio Bello Ríos de 24 años, se lo llevó el Ejército de
la comunidad de Zacualpan el 13 de agosto de 1974.

Dice la Fiscalía Especial “Tenemos registro de que durante este tiempo se aplicó esta práctica, cuando menos en los siguientes veinte barrios y poblados: Barrio de los Martínez y La Peineta –ambos en el ejido de San Francisco del Tibor- ; El Molote; La Junta de los Ríos –delante de la Remonta- ; Agua Zarca; Cerro Prieto de los Pinos, La Pascua y el Refugio –estos tres fueron concentrados en El Quemado- ; El Carrizo; La Cebada; El barrio de las Cuevas –que fue concentrado a la Vainilla- ; El Escorpión – donde sólo se quedó a vivir don Margarito Mesino… Salto Chiquito –también llamado El Saltito-, El Posquelite, El Sombrero de donde desaparecieron a Francisco Castro Castañeda-; y El Suspiro. Todas estas eran poblaciones relativamente pequeñas. Pero también ocurrió este desplazamiento en poblados mayores que tiempo después fueron repoblados aunque con población muy diezmada, es el caso de El Porvenir Limón –barrio del que era originario Lucio Cabañas-; Tres Pasos del Río –que fue utilizado como cuartel-; Corrales de Río Chiquito”.
Marco Bellingeri en su libro Del agrarismo armado a la guerra de los pobres, 1940-1974, reproduce una declaración del general Eliseo Jiménez Ruíz: “Se convocó, después de que yo llegué a hacerme cargo de la zona y para seguir los lineamientos trazados por el secretario de la Defensa Nacional, a una reunión en la que tomaron parte presidentes municipales, comisarios policías y varias personas para pedirle ayuda. La reunión se efectuó en Atoyac (…) luego les manifesté: ‘El día que dejen de abastecer a los guerrilleros, entonces en una semana acabaremos con ellos’ (…) Cuando conocimos los planes (de Lucio) y los lugares donde se encontraba, cerramos el área y empezamos a capturar a todos los contactos. El cerco abarcó desde Atoyac, hasta los límites de Tepetlán (Petatlán), Tecpan y Chilpancingo. Impedimos el paso de alimentos para los pueblos comprendidos en esta área y nosotros les proporcionamos raciones suficientes para que una familia pudiera comer una semana (…) Se ordenó también el cierre de los comercios, incluyendo las tiendas Conasupo. Cada ocho días renovábamos la ración de alimentos a toda la gente. De esta manera logramos que los guerrilleros se quedaran sin alimentos y los obligamos a alimentarse de raíces, yerbas y demás productos de la sierra. Eso nos ayudó mucho porque la gente sintió el efecto de tales restricciones”.
Los puestos de control, la vigilancia y la revisión exhaustiva que realizaban los militares en las carreteras fueron centrales para mantener el cerco. Todos los vehículos eran revisados ubicando a las bases de apoyo y a los contactos de la guerrilla. Así, y también quitándoles a las familias la comida que llevaban demás lograron su objetivo. La Fiscalía Especial ubicó los nombres de los oficiales al cargo de los puestos de control: “El primero en Corinto a cargo del Tte. Cor. Ángel Lasso de la Vega Corona. El segundo en el camino de San Juan de Las Flores a cargo del comandante Tte. Cor. Francisco Quiroz Hermosillo. El tercero en San Vicente de Benítez, con elementos de la Policía Militar. El cuarto camino a Cacalutla y El Quemado a cargo del mayor Mario Arturo Acosta Chaparro y el mayor Elías Alcaraz Hernández y el quinto en el kilómetro 17 de la carretera Acapulco Zihuatanejo a cargo de la Policía Militar”.
Mientras el cerco se concretaba la columna que llevaba al senador se movía. “Estando en cerro Plateado avanzamos hacia San Martín, -dice Manuel-, cruzamos lomeríos montañosos hasta llegar a la zona cafetalera de las cercanías al Porvenir, donde pudimos hacer un alto y pasar la noche (...) En esa travesía sin tener muchos intervalos en nuestras marchas, llegamos en poco tiempo al cerro de El Zanate, parte de sierra baja, al norte del barrio de San Martín de las Flores, con la buena noticias de que los soldados no habían incursionado en esos lugares, sólo ocupaban los barrios de San Martín, Ixtla y El Nanchal ausentándose por algunos días”.
Desde el cerro de El Zanate se buscó acelerar las negociaciones para la liberación del senador, pero los correos eran interceptados por el Ejército, uno de ellos Abelardo Morales Gervasio, Ramel fue detenido el 7 de agosto de 1974 en el retén de El Conchero cuando viajaba en un autobús de la Costa Grande al puerto de Acapulco. Antes ya había sido aprehendido y desaparecido en Acapulco, Pedro Ángulo Barona, Gorgonio, quien era otro de los comisionados para las negociaciones, por ello únicamente seguía en la comisión Manuel Serafín Gervasio, Javier.
Carlos Bonilla Machorro, dice en su libro Ejercicio de Guerrillero: “Le comuniqué a Rubén que todo se estaba haciendo al revés, que necesitaba a Ramel porque era el principal contacto para localizar a Mariano, el ‘Lucio de abajo’ y entregar el dinero… Tuvieron que pasar más de doce horas hasta que Rubén supo que efectivamente Ramel había caído en manos de los militares y que se encontraba en el Campo Militar Número Uno de la ciudad de México”.
Fue el 8 de agosto, como a las 9 de la mañana, cuando llegó Javier al cerro de El Zanate, llevando una fotografía de la familia Figueroa en la que venían varios de sus parientes y que la familia del secuestrado pedía que, para la entrega del rescate y como prueba de que seguía con vida, escribiera al reverso de ésta los nombres de cada uno de los fotografiados y su firma. Javier también llevó la noticia la detención de Ramel.
El 9 de agosto de 1974 Carlos Bonilla Machorro mediante la gestión de Gutiérrez Barrios y la anuencia de Quiroz Hermosillo entró al Campo Militar Número Uno a visitar a Ramel acompañado de Gutiérrez Barrios y Rubén Figueroa Alcocer. Allí estaba Ramel con visibles huellas de tortura. Después de dialogar con Bonilla Machorro Ramel escribió una carta para Lucio Cabañas a quien llama Miguel seudónimo que el líder guerrillero adoptaba cuando había necesidad.
La carta que está fechada en el “Campo Militar No. 1, México, D.F., agosto 9 del 74” y que se dice fue llevada a Lucio por Félix Bautista y Juan a la sierra. “Miguel, como tú has de saber caí en manos del Ejército, pero gracias a la intervención del hijo del senador, Rubén Figueroa A. y al padre Carlos Bonilla no perdí la vida. Por esto te lo suplico en nombre de la estimación que creo me tienes, que por favor sigas mis instrucciones. Mira, nos entregarán de inmediato 25 millones en el lugar que quedamos, y los otros 25 millones inmediatamente a la entrega del Senador, quedando claro que en ese momento también a mi me pondrán en libertad. Quién me llevará al lugar donde se entregue al senador para ahí se me dé la libertad, es el mismo padre Carlos Bonilla, quien ya lo arregló junto con el hijo del senador hablando al mismo presidente de tu actitud y de la confianza que le sigamos teniendo al padre, no lo olvides que depende mi vida, procura que la entrega del senador sea lo más pronto posible, teniendo en cuenta que debes hacerlo con estrictas medidas de seguridad para el Senador… El mismo padre Carlos entregará el dinero y recibirá al Senador acompañado de los amigos y yo… Esta carta sale del Campo Militar Número Uno de México por conducto del padre que me vino a ver. Atte. Ramel”.
Mientras en la sierra, dentro de la guerrilla, las cosas no iban por buen camino. El 10 de agosto en la reunión de balance se leyó un escrito que presentó Ramiro ante la Brigada, manifestando su separación del Partido de los Pobres así como la de Manuel, Estela, Víctor, Francisco, Hortensia y Nidia.
El 12 de agosto Rubén Figueroa Alcocer y el exgobernador campechano José Ortiz Ávila entregaron los primeros veinticinco millones del rescate a Carlos Bonilla quien, al día siguiente salió a entregar el dinero. “Me pidieron que los ayudara a contar los veinticinco millones de pesos. Distribuidos en veinticuatro paquetes que contenía mil billetes de a mil; setecientos mil pesos en billetes de quinientos; doscientos mil pesos en billetes de a cien, y cien mil pesos en billetes de a cincuenta… Todo ese dinero fue depositado en dos petacas; doce millones en una y trece en otra”, escribió Bonilla en Ejercicio de guerrillero.
El 13 de agosto Bonilla Machorro entregó el dinero a la guerrilla. En un comunicado publicado en julio de 1985 el Partido de los Pobres dice: “El sacerdote llevó el dinero en dos maletas y en la gasolinera cerca de Zaltianguis, Javier subió al coche que llevó Machorro a quien guio hasta la entrada de una brecha, lugar en que ya se encontraban Antonio y Rafael Flores Leonardo con Félix Bautista metidos en el monte. Hasta ese lugar llegaron Javier y Machorro y ahí bajaron las dos maletas”. En un coche lo guerrilleros movieron las maletas y las llevaron a enterrar con todo y dinero en una milpa propiedad de los Flores Leonardo.
La represión contra la población civil no paraba ese mismo día 13 agosto fue detenido y desaparecido Ausencio Bello Ríos donde estacionaba su camioneta pasajera en la comunidad de Zacualpan. Tenía 24 años cuando se lo llevaron los militares. “Él tenía el nombre de la ausencia, el cabello negro, la edad trivial de los jóvenes. En sus ojos como cientos de pájaros, el destino. Caminaba firme y con mesura. La zancada era larga. Respiraba fuerte porque los olores eran nuevos cada mañana y escuchaba sin  parar porque todo él, era un ruido”, escribiría años después su hijo, el poeta Jesús Bartolo.
El 13 de agosto de 1974  la jefatura del Estado Mayor de la Defensa Nacional “autoriza sobrealimentación a elementos de las Unidades radicadas en el Estado de Guerrero”. La unidad de estudios históricos de la Fiscalía Especial dice que “esta nota carecería de interés si no fuera porque coincide con la política de hambrear a la población, durante ese mismo periodo”.
En el ámbito público, Enrique Díaz Clavel publicaba el 14 de agosto en Excélsior: “Ocho batallones del ejército están en la sierra de Atoyac, al parecer en persecución del grupo de Lucio Cabañas. Este contingente se reportó recientemente con tres compañías del 49 Batallón, con sede en Iguala (…) Al mismo tiempo, se incrementó la vigilancia militar en varios puntos de la carretera Acapulco-Zihuatanejo, especialmente en el tramo Atoyac-El Paraíso, única vía pavimentada de acceso a la sierra (...) Han corrido rumores de encuentros entre soldados y grupos armados, pero las autoridades civiles guardan silencio”.
Al saber de la detención de Gorgonio y Ramel la dirección de la brigada comisionó a David para coordinar las negociaciones pero cuando éste contacto el 14 de agosto a Javier el dinero ya había sido recibido.
De uno de los cerros inmediatos de El Nanchal y San Martín el 14 de agosto de 1974 se bajaron: Nidia, Hortensia, Francisco, Víctor, Elmer, Manuel, Estela y otros, eran 11 en total. Ramiro se quedó para ver si obtenía algún recurso del secuestro de Figueroa. Caminaron por la brecha hasta Alcholoa y luego hasta Acapulco en camión. La verdad éste grupo de guerrilleros tuvo mucha suerte de no caer en manos del Ejército. Porque conocidos ex brigadistas como la Onza y Jesús Gómez Ochoa, El Gorrión, estaban de delatores en el retén de Los Bajos de El Ejido. Ya había caído también Eugenio Gómez Serafín, Simón, quien no dudaba en denunciar a sus compañeros.
En los pueblitos aledaños al cerro de El Zanate la represión se recrudecía, el campesino Juventino Ruíz Santiago de 24 años fue detenido y desaparecido por el Ejército el 16 de agosto. A las cinco de la tarde los soldados sitiaron su casa en San Martín de Las Flores y cuando salió a darle de comer los marranos lo apresaron. Su mujer Feliciana Serafín Gervasio estaba preparando el café cuando escuchó que los soldados le hablaban a su marido. Luego se lo llevaron a un cerrito donde lo tuvieron toda la noche. A las nueve de la mañana, del 17 de agosto todavía permitieron que Feliciana le llevara café y el almuerzo para él y para los soldados que lo custodiaban. A las 11 de la mañana se lo llevaron para la cancha.  Por eso fue a las nueve de la mañana cuando le llevó de almorzar cuando lo vio la última vez. A las dos de la tarde llegó un helicóptero que se lo llevó para siempre. Juventino trabajaba una huerta que tenía en cerro de El Zanate y otra por el rumbo de Palma Sola. Las plantas de café se perdieron y en el lugar únicamente creció la maleza.




sábado, 25 de julio de 2020

El secuestro de Figueroa X


Víctor Cardona Galindo
El 5 de agosto de 1974 el general Salvador Rangel Medina fue relevado de la comandancia de la 27 Zona Militar y en su lugar, fue nombrado el general Eliseo Jiménez Ruiz, quien fungía como comandante de la 35 Zona Militar con sede en Chilpancingo y había tenido bajo su mando la operación Luciérnaga que acosó a la guerrilla al norte del municipio de Coyuca de Benítez en sus límites con Chilpancingo.
Macario Acosta Serafin fue detenido y desaparecido por el
Ejército mexicano el 14 de agosto de 1974.

La noticia del cambio en el mando militar se publicó el 6 de agosto en Ultimas Noticias, ese día Enrique Díaz Clavel escribía: “Esta mañana tomó posesión de la comandancia de la XXVII Zona Militar el general Eliseo Jiménez Ruíz, el octavo jefe militar en la abrupta región serrana, desde que Lucio Cabañas se internó en ella en 1967… Los generales que han dirigido las operaciones en la XXVII Zona Militar durante los últimos siete años, esto es, casi un comandante por año, son: Salvador de Toro Morales, Manuel Enríquez Rodríguez, Miguel Bracamontes García, Álvaro García Taboada, Joaquín Solano Chagolla, Salvador Rangel Medida y ahora Eliseo Jiménez Ruíz”.
Al día siguiente de su nombramiento, Jiménez Ruiz envió al secretario de la Defensa Nacional un plan de operaciones contra Lucio Cabañas, en el que proponía organizar seis agrupamientos con sus respectivos mandos y áreas de responsabilidad. A los que se les encomendaría como parte de su misión el “control de víveres y personas sobre las rutas que conducen a la sierra y procedentes de ella”.
Los puestos de control deberán “impedir el paso de víveres, armamento y municiones que pudieran ser destinados al enemigo”. Ese plan encontrado, en el Archivo General de la Nación (AGN), por la división de estudios históricos de la Fiscalía Especial recomendaba la “identificación y captura de integrantes de la gavilla y sus contactos”. Esta operación se llevaría a cabo de forma paralela al acoso militar que el Ejército realizaba en forma de rastrilleo constante de la zona para ubicar al senador Figueroa y al grupo de Lucio Cabañas.
Mientras en la sierra, esos días primeros días de agosto de 1974, la columna de Lucio Cabañas andaba en busca del terreno propicio para realizar una emboscada a los soldados en el camino de San Juan de las Flores a Pie de la Cuesta. “Era el 7 de agosto de 1974. El compañero Lucio, René, Arturo y Rutilo fueron a ver el terreno, regresaron ya oscureciendo con buenas noticias, habían encontrado un terreno muy bueno”, dice Carlos.
Al otro día muy de madrugada, los guerrilleros se levantaron, tomaron atole de harina, se repartieron seis plátanos hervidos cada uno, un pedazo de carne asada y salieron rumbo al lugar de la emboscada; “todavía no amanecía cuando ya estábamos colocados en nuestras trincheras”. Un día antes se habían marcado las posiciones que cada guerrillero ocuparía. Lucio dibujó la carretera en el suelo y con cáscaras de limones marcó las posiciones de cada uno. Nada pasó el 8 de agosto esperaron todo el día y los soldados no pasaron.
Fue el 9 de agosto de 1974, en el lugar conocido como Monte Alegre, 14 guerrilleros encabezados por Lucio Cabañas emboscaron a una columna del ejército. Ese día los brigadistas desde muy temprano habían ocupado sus posiciones y al medio día los soldados venían por la carretera, con sus rifles listos para disparar. En la maleza los guerrilleros contenían la respiración, algunos sentían el miedo en el estómago con los testículos engarruñados y el “nidito en la garganta”. Otros experimentaban ansiedad y excitación por el combate. Lucio prendió la grabadora en el momento que se escuchaban los primeros tiros. Luego la balacera fue general, parecía que de todos los matorrales salían disparos, los soldados quisieron protegerse en la orilla de la brecha, pero estaban copados, nada pudieron hacer para defenderse de esa lluvia de balas que los perseguían como abejas asesinas.
“Todos jalamos el llamador… Nuestras armas respondían de maravilla. El combate se generalizó. Fue una descarga cerrada primero y se oye la voz: ‘tenemos que vencer’… los guachos como a 3 kilómetros de distancia disparaban sus armas, se oían estallidos de granadas”. Explica Carlos que la emboscada se dio en Monte Alegre “y hasta un cerro llamado el Puerto del Pato, venía la cola (de soldados), estos también disparaban pero al puro monte”.
Rendidos los militares uno por uno fueron levantando la mano pero “un guacho vivo se atrincheró en un encino muy grueso, Ricardo quiso salir de su trinchera para ver si lo podía ajusticiar, pero fue rociado por un ráfaga de éste. Este guacho no nos permitía bajar por las armas, dominaba bien la recta y sólo en una curva había posibilidad, pero estaba también un guacho que sobre la cuneta de la carretera levantaba su FAL y disparaba puras ráfagas, pasando por arriba de nosotros tumbando hojas y ramas, estaba casi destrozado de un hombro, tenía algún rozón en la cabeza pues la cara la tenía llena de sangre, pero aun así seguía disparando a pesar de que se le pedía que se rindiera, su contestación era una ráfaga”.
Cuando éste último valiente soldado se rindió entonces Eusebio y Carlos bajaron por las armas que pudieron recoger. La balacera de los soldados, que se oía a un kilómetro de distancia por la carretera, todavía no cesaba, cuando los guerrilleros ya iban en retirada. “Al emprender la retirada vimos que el compañero Leoncio traía cargando al compañero Lázaro, preguntamos que había pasado y nos contestaron que había salido herido de un pie. El gusto que teníamos pronto de desvaneció al saber esto, caminamos, dimos un rodeo, atravesamos la carretera y llegamos al campamento donde vimos todo lo que le quitamos a los guachos: un FAL con 5 cargadores, dos vacíos; un M-2 con tres cargadores, todos llenos, era del teniente Ricardo Yáñez Salas, originario de Zimapán, Hidalgo; dos palomitas, dos mochilas con alimentos y dos bayonetas”.
Luego al oír la grabación de la emboscada los guerrilleros supieron que Lázaro fue herido accidentalmente por César, quien también estuvo a punto de darle a Lucio. El balazo que recibió Lázaro era de M-2, le entró por la planta del pie y salió por el empeine.
Según el balance que la guerrilla hace en su libro Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres. Una experiencia guerrillera en México. “Los guachos muertos en la emboscada fueron 6 y 11 heridos, posteriormente, supimos que tres días después de la emboscada, encontraron varios guachos muertos en el monte, lo que pasó es que algunos fueron alcanzados por los compañeros de contención y fueron a morir al monte. Nos contaba después la gente que varios guachos salieron por diferentes pueblos, unos sin armas, otros con la ropa desgarrada, otros descalzos”.
El último comunicado de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento firmado el 27 de noviembre de 1974 da a conocer: “Esta acción armada sucedió en el lugar llamado Monte Alegre, que queda entre los barrios de La Cebada y (Plan de) Los Molinos; eran las 12:00 horas, del día 9 de agosto del presente año; 150 soldados cayeron en la emboscada y eran del 27 Batallón de Infantería. Después de estarles disparando durante dos minutos, quedaron tirados en la carretera 17 cuerpos vestidos de verde, 11 muertos y 6 heridos… Los soldados que lograron esconderse nos dispararon varias ráfagas. Solo les recogimos 2 armas, un FAL y el M-2 del Tte. Ricardo Yánez que es originario de Zimapán, Hidalgo”.
Los mandos del ejército informaban que en Monte Alegre se tuvo contacto con la guerrilla “se logró establecer contacto con el enemigo logrando herir a un gavillero y capturar la primera arma perteneciente a la gavilla, una carabina M-1”.
De acuerdo a lo encontrado por la Fiscalía Especial, el Ejército tiene dos versiones de los hechos, la de consumo interno y la que da a conocer a la opinión pública. En sus reportes internos informa que el 9 de agosto de 1974 hubo un enfrentamiento en Monte Alegre, entre Plan de los Molinos y ranchería de La Cebada. Piden el ascenso de dos soldados muertos ese día “al repeler agresión de los maleantes”. En Tarjeta Informativa de Homero L. Treviño al Jefe de Estado Mayor de la Defensa Nacional, le informa sobre los soldados muertos y heridos, que según el documento fueron tres soldados heridos. Entre los habitantes de la zona se menciona que allí murió un capitán que era hermano del mayor Francisco Escobedo quien guardaba el kepi agujerado y maldecía a la guerrilla delante de los campesinos.
Después de la emboscada los guerrilleros salieron caminando despacio cargando a Lázaro. Lo dejaron escondido en una choza de Corrales de Río Chiquito. Para que lo curaran y la columna pudiera moverse con más facilidad, pues los militares les pisaban ya los talones.
“Dejamos el campamento y emprendimos la marcha rumbo al Río Chiquito, hicimos una hamaca para trasladar a compañero Lázaro, pero pesaba demasiado, lo cargamos a mamache uno por uno y así nos íbamos rolando, ya oscureciendo llegamos a una casa abandonada que está a la orilla del camino. Ahí se lavó la herida al compañero con agua con sal hervida”.
“Al otro día por la mañana nos acercamos todos al barrio y se mandó una comisión por delante, regresó un compa a avisar que había dos casas solas y que podríamos entrar a dejar el compañero herido. Se ponen guardias hacia el lado de arriba de las casas por si venían guachos; Lucio y Rutilo entraron a la casa a dejar al compañero, luego nos retiramos. Nos platicó Lucio que el dueño de la casa no quería que dejáramos al compañero ahí, tenía miedo que lo descubrieran los guachos, pero una señora muy valiente dijo: -Aquí déjenlo en ese cuarto compañeros, yo me encargo de cuidarlo-. Al compañero se le dejó una pistola 380… Nos retiramos del pueblo, por el río, éramos ya 13 compañeros, caminamos un largo rato, ya por la tarde nos detuvimos en un lugar donde había cajeles, plátanos, mameyes y limones dulces. Ahí dormimos”.
Debido a la emboscada arriba descrita, aumentó la presencia de los helicópteros en busca de los brigadistas. El recorrido lo tenían que hacer con sumo cuidado para no ser detectados, pues aquello era ya en un hervidero de militares, que tenían copados todos los poblados que los cabañistas habían visitado. Por otro lado, “las fuerzas castrenses venían sofisticando los medios y métodos para atacar con mayor efectividad a la guerrilla y a los pobladores. Esta situación la llegó a constatar la columna encabezada por Lucio, es decir, ya no eran los soldados comunes y corrientes que estaban persiguiéndolos, sino militares entrenados específicamente en tácticas antirrevolucionarias”, escribió Eneida Martínez.
Esto lo confirma el guerrillero Carlos. “Cuando llegamos a la casa se nos informó que habían llegado a hacer un registro unos guachos muy diferentes a los demás, que iban vestidos de tigres y eran altos y negros. Que rodearon la casa y separaron a todos los miembros de la familia interrogándolos por separado maltratándolos y preguntando que dónde estaba la gente armada, que dónde estaba Lucio”.
“En otras palabras, las llamadas Fuerzas Especiales se estaban encargando de realizar el trabajo para lo cual no estaba adiestrado el militar común y corriente y era de esperarse que la presencia de dichas fuerzas iría en aumento”, comenta Eneida.
Días después, cuando el grupo había salido de la zona del Río Chiquito se enteraron por una mujer lo que había pasado con Lázaro. “La señora nos dice (...) que el compañero que ahí habíamos dejado herido había sido detenido; resultaba que apenas salimos nosotros de dejar al herido, el dueño de la casa fue inmediatamente a delatarnos y a informarle a los guachos del herido (...) con lujo de fuerza sacaron al compañero herido, lo hicieron caminar, se le subieron en el pie herido, lo patearon (...) Luego lo pusieron en la cancha deportiva del pueblo, amarrado y al rayo del sol, y ahí lo tuvieron sin darle de comer ni de beber, hasta que ese mismo día –ya muy tarde– vino un helicóptero y se lo llevo”.
Esta información concuerda con el reporte interno del Ejército, que encontró la Fiscalía. El 11 de agosto de 1974  reporta que el grupo Vallecitos, grupo Guerrero, grupo Escobedo, grupo Francisco, grupo Vicente, grupo Cacao y Grupo Martín capturaron sobre Río Chiquito un ‘paquete herido’.
Fue así como hace 40 años, el 11 de agosto de 1974 el ejército apresó al valiente guerrillero Miguel Ángel de la Cruz Martínez, Lázaro, originario de San Martín de las Flores. Lo sacaron a golpes de la choza donde se reponía de la herida. Lo golpearon delante de todo el pueblo, cuando lo subieron al helicóptero ya estaba irreconocible. Con su captura los militares obtuvieron mayor información sobre los movimiento de la guerrilla, “el detenido informó que existen tres grupos, el de Lucio, el que conduce al senador y los del grupo 18 de mayo”, dice un reporte del Ejército.