domingo, 2 de diciembre de 2018

La danza del Cortés I



Víctor Cardona Galindo
A la colonia Sonora la bautizaron así porque ahí habitaban los Benítez, ellos tenían un tambor con el que llamaban a torear el Cortés. Los tonos se escuchaban a lo lejos y resonaban en los cerros. Ahí también vivía don Aurelio Castro el primer cohetero de Atoyac y gran apasionado de la danza. Ahora el tambor ya no se escucha en la Sonora pero sigue llamando a combate y muchos siguen el sonido para sacarle una vuelta al Cortés.
La danza del Cortés encabezando una marcha del PRD. Foto: Víctor
Cardona Galindo
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La danza del Cortés se baila en nuestras comunidades, principalmente en El Rincón de las Parotas, El Ticuí y en San Juan de las Flores. Es representativa de nuestro aguerrido Atoyac. Cada Año Nuevo, habitantes de la colonia Juan Álvarez salen a danzar por las principales calles de la ciudad.
Los cronistas de Atoyac, historiadores y estudiosos de nuestro municipio coinciden en que esta danza es una parodia de la conquista. El danzante principal representa al español con su caballo, y el toreador –que solamente se defiende– representa al indígena que no se decidía a combatir al invasor por creerlo un Dios. En algunas comunidades los toreadores danzan recitando versos “¡Eh! caballero Cortés/boquita colorada/quiero sacarte una vuelta/allá por la madrugada/e irle a dar serenata/a la que es mi prenda amada.”
Sobre los antecedentes de esta danza se sabe que los españoles tenían un campo de entrenamiento en las cercanías de Acapulco en donde armó un astillero Hernán Cortés, quien era el Marqués del Valle de Oaxaca, por eso al lugar ahora se le conoce como Puerto Marqués. Los nativos de Acapulco observaban como entrenaban los soldados españoles, y para burlarse de los invasores inventaron esta danza en la que simulaban el combate y el movimiento del caballo.
Otra versión es que un recluta de los españoles al no aguantar los agotadores entrenamientos, a los que era sometido en Puerto Marqués, mató a su entrenador y escapó. Al andar perdido en el monte enloqueció y al poco tiempo se presentó en el puerto danzando en forma chusca diciendo “La culpa de todo la tuvo el Cortés”.
Andrea Radilla Martínez considera que en la danza del Cortés se escenifica el impacto del caballo en la mentalidad de los habitantes originarios del México antiguo, quienes pensaban que caballo y jinete eran una sola criatura. La misma autora nos informa que antes se bailaba frente a la casa de los principales, para recordar la existencia de sometidos, de excluidos. Aquellos debían de pagar una cuota económica o en especie durante las fiestas navideñas y de Semana Santa. “En la danza del Cortés se ve el miedo a lo invencible, llámense seres superiores, dioses, o poderosos. Muestra la mezcla de lo indígena, lo africano y lo español. La vestimenta consta de cotón y calzón cruzado de manta, hasta 1963, se hacía con manta elaborada en la fábrica de hilados y tejidos del Ticuí. La máscara con rasgos españoles que esconde la cara del mestizo escenificando al conquistador. El tambor de origen africano, los cascabeles y campanitas que suenan al bailar y provocan añoranzas españolas” Concluye Radilla.
Uno de nuestros cronistas Eduardo Parra Castro escribió: “El Cortés tomó carta de naturalización en esta ciudad y ha contribuido al aprendizaje de la defensa personal con el machete costeño”. Don Rosalío Flores Téllez nacido el 30 de agosto de 1895, soldado del Cirgüelo (sobreviviente de la revolución) le comentó que “el origen de esta danza se remonta a la época de la conquista de la Nueva España, es una parodia de la batalla entre españoles y aztecas”.
No hay un número determinado de integrantes, algunos grupos bailan con seis danzantes, otros con 12, sólo el Cortés y el tamborero son indispensables, porque los toreadores varían, según tengan el gusto de participar. Incluso es común que alguno de los toreadores ceda su gabán y la cuchilla a alguien del público que quiera “sacarle la vuelta” al Cortés.
Feliciano Vázquez Alvarado escribió un manual para bailar la danza de acuerdo a la experiencia que vivió en San Juan de las Flores y nos explica: “Se le llama Cortés, a un personaje que representa a don Hernán Cortés y va montado en un caballo con un manto blanco en el anca cubriendo la parte trasera”. Al personaje se le representa con una máscara cuyo aspecto debe de ser de lo más grotesco y horroroso posible, para que cause pánico o miedo a sus espectadores; de bigotes grandes y barbas largas de color negro y espesas, con el rostro arrugado. Lleva consigo una cuchilla de madera simulando una espada con la que atacará a sus enemigos. Otro elemento es el aro que está hecho de un material llamado bejuco de cortés y va sujeto al danzante por unos tirantes de mecates. El aro termina en una punta que tiene cabeza de caballo y se le llama yegua, la parte trasera se cubre con una sábana blanca y se adorna con un pañuelo rojo. Por dentro lleva una campanita que suena al danzar.
El Cortés lleva el ritmo de la danza, conforme le van dando el compás con un tambor, mientras más se agilice el ritmo del tambor así mismo será el movimiento del danzante principal. El Cortés tiene la facultad de atacar y golpear, pero no debe ser atacado por los toreadores, ellos sólo se defienden. Tanto quien personifique al Cortés, como los toreadores, tienen que ser personas alegres para que el juego sea divertido.
Dice Vázquez Alvarado que a la persona que toca el tambor se le llama cajero, es quien anima y pone el ambiente entre los toreadores y el público, por eso debe conocer los cinco tonos de los toques, que van marcando las distintas etapas de la danza, los cuales se describen a continuación.
El toque de traslado: es un toque lento y de un tiempo, es para llamar a los participantes y a los espectadores.
El toque de inicio es cuando ya el Cortés va haciendo su arribo a donde va a ejecutarse la danza. Cuando se da este toque ya los toreadores deben de estar dando gritos de alegría animando el juego. Cuando el Cortés va entrando baila graciosamente al ritmo del tambor, el público o los toreadores pueden gritar “¡calienta al cajero!” y el Cortés bailando se le acerca al cajero simulando que le va a pegar, provocando que este acelere el compás del tambor, cambiando a dos o tres tiempos y el Cortés se pasa al centro, rodeado por los toreadores y el mismo cajero.
El toque del tambor se modifica de inmediato acelerándose poco a poco el ritmo hasta cerrarlo los más tupido posible. Esto provoca que el Cortés luzca su estilo de bailar. Los toreadores gritan entonando versos… Hay que me gusta el gusto/y más que me está gustando/y por darle gusto al gusto/sin gusto me estoy quedando.
¡Hay que me suda el anca/y más que me aprieta el cincho/habiendo tantas potrancas/nomás por una relincho!  Cortesito calabacero/de la boca colorada/querido de las muchachas/y aborrecido por la viejas arrugadas.
¡Hay caballero Cortés, /emperador de Cupido, /por una mujer que amo/tengo el gusto perdido!
Algunos de los versos usados en este evento son, a juicio de los participantes, de provocación al Cortés. El cajero controla el ritmo y lo va acelerando poco a poco para darle al Cortés todo el lujo de la gracia o emoción necesaria a sus movimientos rítmicos y así dura unos minutos con el fin de que el público aprecie y goce de una gran alegría y admiración.
El toque de las cuchillas: este cambio de toque se realiza cuando los toreadores se juntan en parejas, al tiempo que van girando en redondel, entrecruzando las cuchillas en forma de tijeras y sonándolas al ritmo del tambor.
El Cortés en este momento brinca a la primera pareja y se une a sonar o tocar también las cuchillas, enseguida pasa a la siguiente pareja haciendo lo mismo, así sucesivamente hasta recorrer las parejas de toreadores, terminando este tipo de toques.
El toque de guerra: este es el toque que se realiza al terminar de sonar la cuchillas, donde el Cortés, al oír el fuerte y misterioso sonido del tambor, con su propia cuchilla pinta una línea curva en el suelo, en forma de media luna, dando a entender que ¡nadie! deberá entrar o pasar hacia adentro del área marcada y quien así lo hiciere tendrá que enfrentar al Cortés que bailando al ritmo del tambor y en forma burlona se prepara para atacar; el cajero por su
parte mantiene el ritmo del tambor acelerado y de manera misteriosa, entonces el Cortés voltea a ver hacia el público y mímicamente pregunta si ya puede iniciar con el primer ataque y si el público contesta afirmativamente, invita al primer toreador a que lo ataque, y cuando pasa el primero, ambos empuñan sus cuchillas, el Cortés para pegarle y el toreador para defenderse. Cuando el Cortés busca donde asestar el golpe con la parte plana de su cuchilla, el toreador levanta el gabán o zarape girando en diversas direcciones y con la cuchilla hacia adelante se protege del golpe, sin golpear al Cortés, si logra esquivarlo que bueno, pero si no, recibe un sonoro golpe, que el público festeja.
Así sucesivamente le toca el turno a uno y otro hasta que pasan todos. Se repite la acción las veces necesarias con el fin de dar un tiempo de regular al juego. Nadie se salva de un golpe del Cortés. Son muy pocos los virtuosos a los que nunca les golpea, porque saben evitarlo con mucha habilidad, lo cual es conocido con el término local de “quitarse los golpes”.
El Cortés cada vez que ataca se pone a bailar, dura un buen rato atacando y bailando, el toque del tambor continúa de manera animada. Según la intensidad de la pelea, así mismo va el ritmo del tambor.
Enseguida, según la costumbre, el dueño de la casa donde se bailó obsequia una ofrenda al Cortés, puede ser tequila, frutas, una cajetilla de cigarros o cualquier otro objeto; el Cortés la recibe dando muestras de alegría o agradecimiento por el obsequio, se lo enseña al público, así como a los toreadores, pero sin dejar de bailar, es entonces cuando los toreadores lo amenazan con quitarle el regalo, el público participa gritando ¡vuélvete loco Cortés! y él, furioso por los silbidos, gritos y reclamos obedece al público y en ese momento sale de la pista desesperado, sorprendiendo al público recorriendo el exterior, la gente se dispersa sin saber hacia dónde correr a esconderse, enseguida el Cortés regresa a la pista a seguir la danza, los toreadores vuelven a participar un poco más en el evento; tratan de quitarle la ofrenda sin que este lo permita, ellos luchan por lograrlo hasta dominarlo, una vez que le quitan el obsequio lo torean un poco más para terminar con el juego.
El toque final, se realiza al terminar el evento, dando tres toques seguidos en dos repeticiones y otros cuatro toques continuos al final. Concluyendo así el programa.
La danza del Cortés se baila el 12 de diciembre, en Navidad y en Año Nuevo. Además se baila por gusto, a veces hasta en un cumpleaños. También ha sido común que la danza del Cortés encabece los cierres de campaña de cualquier partido. Al fin y al cabo hay  danzantes para todas las expresiones políticas.

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