miércoles, 28 de agosto de 2019

Zohelio Jaimes Chávez II


Víctor Cardona Galindo
La vida de Zohelio Jaimes Chávez estuvo marcada por su presencia en los momentos cruciales de nuestra historia reciente. Muchas veces nos contó que cuando cursaba segundo año de primaria su padre Gonzalo Jaimes lo llevó a Tixtla, al internado 21 donde estuvo dos meses esperando que le otorgaran una beca, pero como nunca le llegó se regresó a seguir estudiando en la escuela de su comunidad donde únicamente había clases hasta cuarto año.
Zohelio Jaimes Chávez

Fue en uno de esos viajes a Tixtla cuando le tocó el sepelio de los caídos en la masacre del 30 de diciembre de 1960, vio el día primero de enero el desfile de los ataúdes, por las calles de Chilpancingo. Recordaba “me tocó, era muy triste, yo estaba chavo, tenía 7 u 8 años, en la tarde estábamos esperando el camión para Tixtla. Eso me quedó muy grabado”. 
Zohelio contó su testimonio y le dio su historia de vida a todos los que fueron a buscarlo a su despacho de la Coalición de Ejidos, siempre dejaba bien clara su postura política y sus prioridades como luchador social: el café, la vía campesina, los transgénicos y los desaparecidos políticos. Muchos investigadores y periodistas lo trataron y lo quisieron. Luis Hernández Navarro lo colocó a la altura de Álvaro Ríos aquel líder agrario chihuahuense que más tierras repartió a los campesinos.
Se preocupaba mucho por el rescate de la historia regional, promovió la edición de la revista Cronos, lo que el tiempo no disuelve y diversas publicaciones más. Fue también presentador del libro El último disparo de Felipe Fierro Santiago. Lo recuerdo últimamente asistiendo a los eventos de la Converdad, a la lectura de fragmentos de mi novela El Sendero de los Cacahuananches y al velorio de la maestra Hilda Flores Solís.
Personalmente conocí a Zohelio Jaimes Chávez el 18 de agosto de 1988 en el centro Social Lido cuando inició el Segundo Encuentro Nacional Campesino que terminó el 20 de ese mismo mes. Esa vez con la presencia de más de 60 organizaciones se discutió el programa general y plan de acción de la Unión Nacional de Organizaciones Campesinas Autónoma (Unorca), ese día conocí también a grandes amigos como don Rodrigo Flores Jiménez de El Quemado. Nunca fui miembro de la Coalición de Ejidos pero como estudiante de la preparatoria 22 estuve presente en muchos eventos, fue en la Coalición de Ejidos donde tomé el primer curso de periodismo impartido por Carlos García Jiménez.
“Señores voy a cantarles este bonito corrido /en memoria de un hombre /luchador muy conocido /nacido allá en San Francisco y por todos muy querido… Se crio en los cafetales haya en lo alto de la sierra /es de familia muy humilde dedicada a ayudar /a todos los campesinos de la sierra de Atoyac /Zohelio Jaimes Chávez era un hombre cabal /respetado por la gente, todos lo recordarán /campesino y dirigente de la Unorca nacional”, dicen las primeras estrofas del corrido a Zohelio Jaimes.
En el reporte de su detención aquel 18 de julio de 1972, la Dirección Federal de Seguridad (DFS) le puso a Zohelio Jaimes Chávez como apodo “El Muchungo”. Se decía que era un delincuente muy peligroso cuando fue presentado junto con los demás campesinos de San Francisco Tibor detenidos por Ejército. Luego fue ingresado al penal de Hogar Moderno acusado de participar en la primera emboscada que la gente de Lucio Cabañas le tendió al Ejército en el Arroyo de las Piñas.
A su llegada, la cárcel era controlada por Trinidad Mendoza Guillén, un reo presidente nombrado por el director del penal. Mendoza Guillen había caído prisionero por asaltar un banco y tenía como auxiliares a Luz y Victorino Landeros. La autoridad dentro del penal era el presidente, segundo presidente y los bastoneros, ellos controlaban la vida interna, el alcohol, la mariguana y la trata de blancas que hacían con las “correosas” en contubernio con la dirección. También estaba Simón Valdeolibar, El Tuba, “quien era el responsable de la adquisición de alimentos para los presos, fungía como jefe de talacheros del penal uno de hombres y mujeres, acaparó la producción artesanal en todas las ramas a muy bajos precios. En pocas palabras fue cacique, verdugo y funcionario a la vez”, comentó Arturo Gallegos.
Los bastoneros para mantener el orden usaban un “chile” toro disecado y les permitían traer arma blanca. Además de reprimir a la población carcelaria, eran los encargados de cantar cuando llegaba la mariguana: “cuantas y de a como, llegó fresquecita”. Las condiciones eran infrahumanas, en una pequeña camita más chica que la individual dormían dos presos, celdas que eran para nueve personas albergaban hasta 30 reclusos.
Al caer detenidos a Zohelio y a sus compañeros se les asignó un defensor de oficio que nunca los acompañó a las diligencias, por eso los presos políticos y los campesinos acusados de las emboscadas contra el Ejército tuvieron que organizar su defensa por medio de la presión política y se formaron académicamente en la misma cárcel.
Para ello integraron un círculo de estudios en el que participaban alrededor de 20 presos, donde Octaviano Santiago Dionicio impartía militarismo, Guillermo Bello Filosofía y Zohelio Jaimes economía política. Muchos años después Zohelio diría: “En la cárcel aprendí mucho. Yo leí muchísimos libros, eso me ayuda porque no fui a la universidad”. El gobierno se encargó mediante la represión que la cárcel fuera su universidad de donde se graduó como luchador social.
Los visitaban muchos estudiantes de las preparatorias 2 y 7 de la UAG. También venían muchos estudiantes de Sinaloa a los cursos de verano de la universidad que los apoyaban con libros. Zohelio estaba en la celda 10, donde se destacaba como organizador. Dentro de la cárcel formaron una cooperativa para la elaboración de artesanías. Nicomedes Fuentes al caer prisionero se hizo responsable del taller de salud, donde se aplicaban hasta 30 inyecciones diarias, con medicamentos que conseguían mediante donaciones, Zohelio y Octaviano Santiago eran de la comisión jurídica contestaban amparos y llevaban la defensa de algunos presos, pero también redactaban cartas familiares. Casi todos los presos se dedicaban a la artesanía que era lo fuerte en el penal.
Con las acciones que realizaron dentro de la cárcel lograron que mucha gente se concientizara, incluso los presos comunes que se incorporaron con ellos cuando organizaron la tercera huelga de hambre. Zohelio recordaba “la tercera huelga fue cuando se fugó Francisco Fierro Loza, la administración del penal paró la alimentación y ahora si todos los presos le entraron”.
Después de la fuga de Fierro Loza les echaron los soldados y les decomisaron todos los libros, sacaron a Octaviano Santiago Dionicio y lo iban a trasladar a otro penal. Entonces Zohelio y Fredy Radilla Silva encabezaron el movimiento e iniciaron otra huelga de hambre. Las autoridades del penal respondieron cortándoles el agua. Estando sin comer y sin agua “muchos se querían rajar pero un preso común de la Costa Chica al que apodaban El Charco se puso en la puerta con un cuchillo grandote y no dejó salir a ninguno de los que se rajaron”, comentaba Zohelio.
Esa ocasión los estudiantes en solidaridad tomaron la estación de radio XEKJ de Acapulco para denunciar la situación en la que se encontraban los presos y el trato inhumano que estaban recibiendo de las autoridades penitenciarias. En ese momento Octaviano Santiago estaba en las “Bartolinas”, así le llamaban a las celdas de castigo, mientras ellos estuvieron tres días en huelga de hambre sin agua.
El guerrillero Francisco Fierro Loza quien había participado en el secuestro de Jaime Farrill Novelo se fugó porque los bastoneros intentaron asesinarlo en el patio de la cárcel, gracias al auxilio de otros presos salvó su vida. Zohelio con otros campesinos y demás presos políticos participaron en la logística de la fuga.
La lucha continuó para mejorar las condiciones de vida al interior del penal y lograron quitar al presidente y a los bastoneros a fines de 1975 y principios de 1976, cuando el director era Jorge Alfonso Romero López y como subdirector había llegado Juan Capote Orozco un ex porro de la UAG, quien fue el primer subdirector, porque antes a los que ocupaban ese cargo los llamaban alcaides. A partir de ahí en las 23 celdas se llevaron elecciones internas para elegir un representante y así se formó el consejo de representantes que a partir de entonces fue el interlocutor entre los presos y las autoridades del penal.
Arturo Gallegos al hablar de la artesanías y de la vida dentro del penal nos dice: “Pero no fue la única actividad a que se dedicaron, también tarde con tarde un grupo de ellos se echaban la cascarita de básquet, como para no perder la costumbre. Hasta que lograron inscribir a su equipo en una liga hotelera donde participaba uno de los mejores equipos del municipio, sino es que el  mejor, Fiesta Americana. El equipo del penal estaba integrado básicamente por campesinos encabezados por Benito Manrique Jiménez, Urbano Fierro Galeana, Francisco Vargas Vinalay, que eran de El Quemado, Zohelio Jaimes Chávez que venía de San Francisco del Tibor y Narciso Castillo Arreola del cual no recuerdo su población de origen. Ese año de 1975 recuerdo que llegaron a la final enfrentándose al mismo Fiesta Americana, quien se llevó el galardón en un encuentro no apto para cardiacos”.
 “El siguiente año fue inolvidable para los ‘campes’ pues con la experiencia acumulada lograron juego de conjunto, por lo que el Penal uno era una barrera infranqueable para los equipos que sábado con sábado asistían a buscar puntos, pues además de los antes mencionados, se habían incorporado otros dos elementos: Delfino Jiménez Mendoza y Ricardo Jones Ocampo, por lo que los internos esperábamos los sábados culturales con ganas de disfrutar el partido, sobre todo el triunfo del equipo del penal. Para esos sábados culturales la dirección del penal permitía la visita de esposas, novias o concubinas para echar porras a su equipo, mismos que salían al término del partido. Tiempo después y a petición nuestra se logró que la visita se quedara a esos eventos deportivos ya que la visita familiar era hasta el otro día domingo. Así fue como se logró un pequeño pero importante beneficio para la población carcelaria”.
“Como era de esperarse el básquetbol dio muchas satisfacciones a los internos y todo gracias a la destreza de los inocentes llevados a prisión para justificar los medios represivos del Estado mexicano. Esos acontecimientos nos hacia olvidar a muchos el encierro y hasta las penurias de nuestras familias. Recuerdo que ese torneo brilló todo el equipo, pero sobre todo Benito Manrique que con un tiro desde la esquina y casi sin ángulo de tiro, encestaba la pelota con precisión milimétrica, logrando encestes increíbles. Por otra parte Francisco Vargas Vinalay, Franco, que siendo de baja estatura, tenía un triple hecho dando grandes saltos y depositando suavemente la pelota dentro del aro. La defensa férrea de Delfino Jiménez y Ricardo Jones Ocampo que al mismo tiempo que defendían, repartían juego a Benito, Francisco y Zohelio que tenía el tiro clásico: poniendo una mano adelante y otra atrás de la pelota, se levantaba y quedaba suspendido en el aire, misma que al soltarla le hacía dar un giro jalando por lo que iba rodando al revés y en forma casi recta y al llegar al aro como que perdía fuerza y se clavaba en la piolas”.
“Como podemos imaginar otra vez la final del año anterior, la revancha esperada: Penal Uno-Fiesta Americana. El encuentro fue reñido, peleado palmo a palmo, pero esta vez Benito Manrique fue el verdugo de ese equipo bizarro llamado Fiesta Americana. Sin embrago los ‘campes’ obtuvieron el gusto de levantar el trofeo, pues días después obtendrían su libertad, bajo una amnistía poco clara. Como sea, lo importante fue que se incorporaron a la vida familiar, después de ser víctimas de la peor de las injusticias: ser acusados de guerrilleros, abigeos, bandidos y otros epítetos ofensivos a la dignidad de este sector tan trabajador como desvalido”.
Ya el 18 noviembre de 1976 con otros campesinos Zohelio salió de la cárcel. “Al salir del penal nos llevaron directo a la casa de Rubén Figueroa Figueroa… Nos dijo que nos iban a fusilar, que mejor fuéramos sus guaruras. No aceptamos”, recordaba años después entre risas, porque un campesino de El Quemado le dijo al gobernador: “No señor mejor regrésenos donde estábamos”.
Una vez en libertad en 1977 participó de forma activa con el movimiento de los familiares de los presos y desaparecidos políticos, encabezado por la señora Rosario Ibarra de Piedra, se vinculó con el sector universitario al que se incorporaron muchos ex presos políticos, en 1979 y 1980 participó en un movimiento universitario para exigir aumento al subsidio a la Universidad Autónoma de Guerrero.


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