martes, 27 de agosto de 2019

Zohelio Jaimes Chávez I


Víctor Cardona Galindo
“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles. Con esta frase Bertolt Brecht, despidieron a Zohelio Jaimes Chávez sus amigos y campesinos miembros de la Coalición de Ejidos de la Costa Grande.
Obdulio Ceballos, Arturo Gallegos y Zohelio Jaimes en el penal de
Acapulco. 

El cuerpo del dirigente campesino que murió este lunes 14 de abril por la tarde en la ciudad de México, recibió el miércoles un homenaje en las instalaciones de la organización a la que entregó su vida. La gente que lo quiso le dedicó corridos y poemas. Rogelio Alquisiras de la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (Unorca) dirigió una mística con los símbolos que dan fuerza a los que representó Zohelio Jaimes, se esparció frente al féretro, tierra y semillas de café y maíz. Además de arreglos florales, se colocaron en el altar los emblemas de la Coalición de Ejidos, como la bandera roja con el puño izquierdo pintado al centro.
Mientras lo despedían del edificio, una imagen de El Che asomaba un ojo desde el despacho que Zohelio ocupó los últimos años de su vida. La banda Atoyaquense interpretaba Cruz de Olvido cuando el cortejo partía rumbo a su casa, luego a la parroquia La Asunción de María donde se ofició una misa de cuerpo presente y de ahí a San Francisco del Tibor donde fue sepultado el jueves 17 de abril a las 12 del día muy cerca de sus amados cafetales.
“Allá lo espera su querido terruño que lo vio nacer: San Francisco del tibor; /donde se mecen por el frio viento de la sierra del café los árboles de encinos y ocotes, el cuajinicuil y el guarumbo /mudos testigos de la trayectoria prolífera de Zohelio /cuando de joven fue preso político por sus ideales libertarios”, le trovó Fabio Tapia Gómez.
Luchaba por las semillas nativas en contra de los transgénicos, defendía la naturaleza, era un incansable hacedor de organizaciones sociales, con mucha dedicación a la gestoría. Luchaba por un mejor precio para el producto de los campesinos y por la presentación con vida de los desaparecidos, dijeron los oradores durante el homenaje en el salón de reuniones de la Coalición.
Sin duda la vida de Zohelio Jaimes Chávez estuvo ligada a estos 40 años de lucha del pueblo de Atoyac y de Guerrero. Nació el 29 de agosto de 1951 en la comunidad de San Francisco del Tibor a las 6 de la mañana, por la hora de su alumbramiento sería un hombre trabajador que se crió entre los cafetales acompañando, desde muy temprana edad, en los trabajos duros del campo a su padre Gonzalo Jaimes Blanco.
Su primer maestro fue Tomas Onofre Lozano, un luchador Cívico de los años sesenta del siglo pasado que llegó a impartir las primeras letras hasta la recién creada escuela primaria federal Hombres de la Reforma de San Francisco de Tibor, donde Zohelio estudió hasta cuarto año. Como en ese plantel no había más grados el primer semestre del quinto año lo cursó en la primaria Emiliano Zapata de San Vicente de Benítez, el segundo en la primaria Modesto Alarcón, de la cabecera municipal, donde fue alumno de Serafín Núñez Ramos y una semana recibió clases de Lucio Cabañas quien vino desde Mexcaltepec para hacerse cargo del grupo cuando operaron, al muy querido maestro Serafín, de las anginas. Fue en la Modesto Alarcón donde terminó su instrucción primaria en un grupo de 72 alumnos donde también estaba Decidor Silva Valle. Zohelio llegó a vivir a la calle Grande, ahora Vicente Guerrero, donde conoció a Octaviano Santiago Dionicio jugando futbol y desde entonces fueron amigos.
Estudió en Tixtla en la escuela secundaria particular incorporada Juan Álvarez, ahí junto a sus compañeros organizaron dos huelgas: una porque el director se volvió déspota y mediante el movimiento lograron que saliera, y la segunda fue para sacar a otro director de nombre Manuel Alcaraz Sandoval que trataba mal a los estudiantes y Zohelio desde muy joven no soportó las injusticias. En el transcurso de sus estudios en Tixtla conoció y se ligó a algunos dirigentes de la normal de Ayotzinapa como Carmelo Cortés Castro. Ocasionalmente asistió a encuentros donde también estaban Octaviano Santiago y Gaspar de Jesús estudiantes de la secundaria de Atoyac.
En 1965 esporádicamente visitó la ciudad de Chilpancingo para apoyar a Carmelo Cortés que mantenía un movimiento para democratizar la Universidad Autónoma de Guerrero, de donde el futuro guerrillero de El Rincón de las Parotas saldría expulsado por el Consejo Universitario.
El 10 de diciembre de 1967, Zohelio, hizo examen en la preparatoria 8 de la UNAM, donde se encontró, al salir del examen, con Carmelo Cortes Castro quien andaba por allá después que fue expulsado por los reaccionarios de la UAG. En marzo de 1968 le avisaron que había logrado un cupo en la prepa 8, donde comenzó a estudiar, pero luego en junio estalló el movimiento del 68, por eso el 26 de ese mes se integró a las marchas con la vocacional y el 2 de octubre fue detenido en el edificio Chihuahua, de la plaza de Las Tres Culturas, en Tlatelolco. Estuvo tres días en la cárcel de Lecunberri pero salió por ser menor de edad, tenía 17 años.
Y el 10 de junio de 1971 después del Alconazo la policía lo encontró sentado leyendo en una banca de la Alameda, estuvo a punto de ser detenido otra vez pero una pareja lo salvó diciendo que iba con ellos. A raíz de eso dejó de estudiar en la Ciudad de México y se refugió en la sierra de Atoyac, donde se desarrollaba el movimiento guerrillero.
Zohelio no tuvo relación con la guerrilla, pero en 1972 cuando estaba enfermo e iba a curarse a Tepetixtla, en el camino encontró al grupo de guerrilleros que tenía secuestrado a Cuauhtémoc García Terán, a los pocos días el 18 de julio sería detenido a las 7 de la mañana, junto con otros 25 campesinos de la comunidad de San Francisco del Tibor acusado de participar en la primera emboscada que la gente de Lucio Cabañas ejecutó contra el Ejército en el arroyo de Las Piñas.
Ese día los soldados del 50 Batallón de Infantería rodearon el pueblo y concentraron a todos en la cancha, ahí detuvieron uno a uno a los señalados de ser guerrilleros. Luego maniatados con alambre fueron subidos a los camiones y trasladados al cuartel militar de la colonia Mártires donde quedaron prisioneros y otros fueron desaparecidos.
Ya en el cuartel de Atoyac fueron torturados durante 15 días por los militares. Por eso Zohelio tenía las marcas que las torturas dejaron en sus muñecas, por que los amarraban con alambre recocido y  les hacían quemaduras con cigarros. Después de varias sesiones de tortura el joven campesino, se declaró culpable de participar en la emboscada para que dejaran libre a su papá Gonzalo Jaimes. Porque esa fue la condición que el militar que lo torturaba le puso, “si te declaras culpable dejamos ir a tu papá”.
Zohelio padeció con los demás detenidos de ese día los toques eléctricos en los genitales y en los oídos. Les picaban con un cuchillo las partes nobles, los mantenían boca abajo y los bañaban con agua fría. “Nos decían que iban a matar a nuestros padres”, platicaba de esa experiencia y recordaba a sus dos primos desaparecidos: Julio Fuentes Martínez y Artemio Sánchez Villa; siempre aclaraba que el primero si era guerrillero, el segundo no.
Los golpeaban también en el cuello, en el estómago y en las costillas, les picaban las uñas con agujas. Esas torturas eran todas las noches, también les daban a tomar agua con jabón y les metían la cabeza en un tambo con agua sucia. Después de todo eso, los sacaban y se les subían encima estando amarrados de pies y manos.
Después de 15 días liberaron a su papá y a él lo llevaron al penal de Acapulco ubicado en la colonia Hogar Moderno, allá otra vez fue torturado directamente por el comandante Wilfrido Castro Contreras, en el comedor de la cárcel, donde fue testigo como agentes judiciales mataron a golpes al campesino Ignacio Sánchez de 60 años.
Ya en la cárcel coincidió con Octaviano Santiago Dionisio y otros guerrilleros como Francico Fierro Loza que estaban recluidos por haber participado en secuestro de Jaime Farill Novelo. Los campesinos de Atoyac y los guerrilleros serían la vanguardia de lucha al interior del penal de Acapulco y organizarían cuatro huelgas.  
Hasta esa penitenciaría llegó el pequeño Julio César Cortés Jaimes un día de 1974, quien al ver a su tío encerrado le dijo: “Tío cuando yo sea grande quiero ser como tu”. Zohelio siempre fue como el hermano mayor para toda su familia, era un ejemplo a seguir y orgullo de los Jaimes Chávez que se referían a él como lo más grande que hayan tenido.
Arturo Gallegos Nájera conoció a Zohelio Jaimes Chávez en el mes de mayo de 1975, cuando fue trasladado del penal Dos al Penal uno. “Él estaba confinado a la celda once, mientras que a mí  me confinaron en la Nueve, donde se encontraba la mayoría de los presos políticos, entre ellos Octaviano Santiago Dionisio, Nicomedes Fuentes García, Obdulio Ceballos Suárez, Abelino Pino Hernández (campesino de El Quemado acusado falsamente de ataques al ejército), además de otros que sin ser presos políticos fueron grandes amigos, como Amado Larumbe Vázquez y Ricardo Jones Ocampo, ciudadano norteamericano que fue uno más del grupo de presos políticos”.
“Cuando yo ingresé al penal, muchos campesinos ya habían logrado su libertad, ya sea por menoría de edad o porque el juez al azar los declaró inocentes, pues todo mundo supo que eran inocentes todos de los delitos que se les acusaba. Zohelio fue de los que no contaron con esa fortuna y convivió con los presos políticos a lo largo de los poco más de cuatro años que duró su cautiverio. En general los campesinos se dedicaron a la elaboración de barcos en todas y cada una de las presentaciones, para apoyar a la economía familiar. Zohelio no fue la excepción pues por la tarde lo recuerdo regresando a su celda con su sombrero lleno aserrín y polvo de la madera”.
Zohelio recordaba que a los 15 campesinos acusados de participar en la primera emboscada de la guerrilla, que llegaron al penal de Acapulco, el gobierno los catalogó como presos peligrosos, pero junto a los guerrilleros que estaban prisioneros comenzaron a analizar la situación, vieron que había muchos enfermos, la comida era pésima y había muchos presos sin proceso.
Por eso organizaron un motín, fue cuando el comandante Wilfrido Castro quiso llevarse a Fierro Loza, pero entre todos lo evitaron, abrazaron a Fierro y no lo soltaron mientras lo jalaban los judiciales. Las autoridades les echaron a la judicial y los reclusos se atrincheraron en el comedor donde se hizo un mitin y una huelga de hambre de tres días. “Treinta gentes comenzamos una huelga de hambre donde participaron: Octaviano Santiago Dionicio, Guillermo Bello López, José Albarrán Pérez y todos los campesinos acusados de participar en las emboscadas”.
Esa vez exigieron medicinas para los enfermos, porque había muchos presos con tuberculosis, mejor alimentación les daban una o dos tortillas con comida muchas veces ya descompuesta y pedían que se revisara la situación de los presos que no tenían ningún expediente. “Con esta protesta se logró mejor alimentación y se les dio uniformes a los deportistas, se puso un médico de planta y se sacó a los enfermos a las clínicas. Eso fue en enero de 1973, también se logró que salieran más de 40 presos con esa primera huelga”.
Los presos políticos formaron una escuela primaria donde se les enseñaba a leer ni escribir a los que quisieran aprender. Zohelio era parte de la comisión jurídica que llevaba casos de presos que no tenían para pagar un abogado. Fue representante de la celda 11 cuando se formó el consejo de representantes de la cárcel que sustituyó el autogobierno que se tenía.
Después que llegaron los 90 campesinos de El Quemado a la cárcel organizaron la primera huelga para exigir la libertad de los presos políticos.
Esa ocasión Juan Pastor de La Remonta un campesino que pesaba 150 kilos se desmayó, a los 12 días de huelga de hambre, lo tuvieron que bajar entre Guillermo Bello, Zohelio Jaimes y Fredy Radilla desde el tercer piso de la cárcel. Zohelio recordaba entre risas “doce días sin comer y bajamos ese cuerpo de 150 kilos, de regreso llegamos arriba con la lengua de fuera […] esa huelga tardó 16 días, de los 212 que empezamos la terminamos como 32 reclusos, porque incluso, cuando faltaba un día que terminara la huelga, encontré a Juvenal Cabañas comiendo ajos hervidos”.
El líder campesino se sentía orgulloso de haber participado en estas lides y recordaba a sus compañeros con cariño. Contaba que con esa segunda huelga se logró la libertad de 11 personas entre las que estaban Hermógenes Castro de Cerro Prieto y Ana María Gómez Valencia de Atoyac.


No hay comentarios:

Publicar un comentario