domingo, 26 de julio de 2020

El secuestro de Rubén Figueroa XI


Víctor Cardona Galindo
De acuerdo al estudio realizado por la Fiscalía Especial, el Ejército hizo un censo de la población civil de la sierra obligándola a concentrase en los pueblos más grandes en torno a los cuales se tendió un cerco militar. La población fue obligada a dejar los pueblos pequeños y dispersos, con todo y sus animales, abandonando los cultivos. Fue así como los pueblos fantasmas se convirtieron en cuarteles de militares. “Hubo habitantes que huyeron a poblados a donde tenían familiares o amistades que los acogieran, o reconcentrados en los poblados mayores, de donde dependían, o salieron de la región exiliados a donde pudieron. A este tipo de desplazamiento forzado se le conoce como ‘aldea vietnamita’”.
Ausencio Bello Ríos de 24 años, se lo llevó el Ejército de
la comunidad de Zacualpan el 13 de agosto de 1974.

Dice la Fiscalía Especial “Tenemos registro de que durante este tiempo se aplicó esta práctica, cuando menos en los siguientes veinte barrios y poblados: Barrio de los Martínez y La Peineta –ambos en el ejido de San Francisco del Tibor- ; El Molote; La Junta de los Ríos –delante de la Remonta- ; Agua Zarca; Cerro Prieto de los Pinos, La Pascua y el Refugio –estos tres fueron concentrados en El Quemado- ; El Carrizo; La Cebada; El barrio de las Cuevas –que fue concentrado a la Vainilla- ; El Escorpión – donde sólo se quedó a vivir don Margarito Mesino… Salto Chiquito –también llamado El Saltito-, El Posquelite, El Sombrero de donde desaparecieron a Francisco Castro Castañeda-; y El Suspiro. Todas estas eran poblaciones relativamente pequeñas. Pero también ocurrió este desplazamiento en poblados mayores que tiempo después fueron repoblados aunque con población muy diezmada, es el caso de El Porvenir Limón –barrio del que era originario Lucio Cabañas-; Tres Pasos del Río –que fue utilizado como cuartel-; Corrales de Río Chiquito”.
Marco Bellingeri en su libro Del agrarismo armado a la guerra de los pobres, 1940-1974, reproduce una declaración del general Eliseo Jiménez Ruíz: “Se convocó, después de que yo llegué a hacerme cargo de la zona y para seguir los lineamientos trazados por el secretario de la Defensa Nacional, a una reunión en la que tomaron parte presidentes municipales, comisarios policías y varias personas para pedirle ayuda. La reunión se efectuó en Atoyac (…) luego les manifesté: ‘El día que dejen de abastecer a los guerrilleros, entonces en una semana acabaremos con ellos’ (…) Cuando conocimos los planes (de Lucio) y los lugares donde se encontraba, cerramos el área y empezamos a capturar a todos los contactos. El cerco abarcó desde Atoyac, hasta los límites de Tepetlán (Petatlán), Tecpan y Chilpancingo. Impedimos el paso de alimentos para los pueblos comprendidos en esta área y nosotros les proporcionamos raciones suficientes para que una familia pudiera comer una semana (…) Se ordenó también el cierre de los comercios, incluyendo las tiendas Conasupo. Cada ocho días renovábamos la ración de alimentos a toda la gente. De esta manera logramos que los guerrilleros se quedaran sin alimentos y los obligamos a alimentarse de raíces, yerbas y demás productos de la sierra. Eso nos ayudó mucho porque la gente sintió el efecto de tales restricciones”.
Los puestos de control, la vigilancia y la revisión exhaustiva que realizaban los militares en las carreteras fueron centrales para mantener el cerco. Todos los vehículos eran revisados ubicando a las bases de apoyo y a los contactos de la guerrilla. Así, y también quitándoles a las familias la comida que llevaban demás lograron su objetivo. La Fiscalía Especial ubicó los nombres de los oficiales al cargo de los puestos de control: “El primero en Corinto a cargo del Tte. Cor. Ángel Lasso de la Vega Corona. El segundo en el camino de San Juan de Las Flores a cargo del comandante Tte. Cor. Francisco Quiroz Hermosillo. El tercero en San Vicente de Benítez, con elementos de la Policía Militar. El cuarto camino a Cacalutla y El Quemado a cargo del mayor Mario Arturo Acosta Chaparro y el mayor Elías Alcaraz Hernández y el quinto en el kilómetro 17 de la carretera Acapulco Zihuatanejo a cargo de la Policía Militar”.
Mientras el cerco se concretaba la columna que llevaba al senador se movía. “Estando en cerro Plateado avanzamos hacia San Martín, -dice Manuel-, cruzamos lomeríos montañosos hasta llegar a la zona cafetalera de las cercanías al Porvenir, donde pudimos hacer un alto y pasar la noche (...) En esa travesía sin tener muchos intervalos en nuestras marchas, llegamos en poco tiempo al cerro de El Zanate, parte de sierra baja, al norte del barrio de San Martín de las Flores, con la buena noticias de que los soldados no habían incursionado en esos lugares, sólo ocupaban los barrios de San Martín, Ixtla y El Nanchal ausentándose por algunos días”.
Desde el cerro de El Zanate se buscó acelerar las negociaciones para la liberación del senador, pero los correos eran interceptados por el Ejército, uno de ellos Abelardo Morales Gervasio, Ramel fue detenido el 7 de agosto de 1974 en el retén de El Conchero cuando viajaba en un autobús de la Costa Grande al puerto de Acapulco. Antes ya había sido aprehendido y desaparecido en Acapulco, Pedro Ángulo Barona, Gorgonio, quien era otro de los comisionados para las negociaciones, por ello únicamente seguía en la comisión Manuel Serafín Gervasio, Javier.
Carlos Bonilla Machorro, dice en su libro Ejercicio de Guerrillero: “Le comuniqué a Rubén que todo se estaba haciendo al revés, que necesitaba a Ramel porque era el principal contacto para localizar a Mariano, el ‘Lucio de abajo’ y entregar el dinero… Tuvieron que pasar más de doce horas hasta que Rubén supo que efectivamente Ramel había caído en manos de los militares y que se encontraba en el Campo Militar Número Uno de la ciudad de México”.
Fue el 8 de agosto, como a las 9 de la mañana, cuando llegó Javier al cerro de El Zanate, llevando una fotografía de la familia Figueroa en la que venían varios de sus parientes y que la familia del secuestrado pedía que, para la entrega del rescate y como prueba de que seguía con vida, escribiera al reverso de ésta los nombres de cada uno de los fotografiados y su firma. Javier también llevó la noticia la detención de Ramel.
El 9 de agosto de 1974 Carlos Bonilla Machorro mediante la gestión de Gutiérrez Barrios y la anuencia de Quiroz Hermosillo entró al Campo Militar Número Uno a visitar a Ramel acompañado de Gutiérrez Barrios y Rubén Figueroa Alcocer. Allí estaba Ramel con visibles huellas de tortura. Después de dialogar con Bonilla Machorro Ramel escribió una carta para Lucio Cabañas a quien llama Miguel seudónimo que el líder guerrillero adoptaba cuando había necesidad.
La carta que está fechada en el “Campo Militar No. 1, México, D.F., agosto 9 del 74” y que se dice fue llevada a Lucio por Félix Bautista y Juan a la sierra. “Miguel, como tú has de saber caí en manos del Ejército, pero gracias a la intervención del hijo del senador, Rubén Figueroa A. y al padre Carlos Bonilla no perdí la vida. Por esto te lo suplico en nombre de la estimación que creo me tienes, que por favor sigas mis instrucciones. Mira, nos entregarán de inmediato 25 millones en el lugar que quedamos, y los otros 25 millones inmediatamente a la entrega del Senador, quedando claro que en ese momento también a mi me pondrán en libertad. Quién me llevará al lugar donde se entregue al senador para ahí se me dé la libertad, es el mismo padre Carlos Bonilla, quien ya lo arregló junto con el hijo del senador hablando al mismo presidente de tu actitud y de la confianza que le sigamos teniendo al padre, no lo olvides que depende mi vida, procura que la entrega del senador sea lo más pronto posible, teniendo en cuenta que debes hacerlo con estrictas medidas de seguridad para el Senador… El mismo padre Carlos entregará el dinero y recibirá al Senador acompañado de los amigos y yo… Esta carta sale del Campo Militar Número Uno de México por conducto del padre que me vino a ver. Atte. Ramel”.
Mientras en la sierra, dentro de la guerrilla, las cosas no iban por buen camino. El 10 de agosto en la reunión de balance se leyó un escrito que presentó Ramiro ante la Brigada, manifestando su separación del Partido de los Pobres así como la de Manuel, Estela, Víctor, Francisco, Hortensia y Nidia.
El 12 de agosto Rubén Figueroa Alcocer y el exgobernador campechano José Ortiz Ávila entregaron los primeros veinticinco millones del rescate a Carlos Bonilla quien, al día siguiente salió a entregar el dinero. “Me pidieron que los ayudara a contar los veinticinco millones de pesos. Distribuidos en veinticuatro paquetes que contenía mil billetes de a mil; setecientos mil pesos en billetes de quinientos; doscientos mil pesos en billetes de a cien, y cien mil pesos en billetes de a cincuenta… Todo ese dinero fue depositado en dos petacas; doce millones en una y trece en otra”, escribió Bonilla en Ejercicio de guerrillero.
El 13 de agosto Bonilla Machorro entregó el dinero a la guerrilla. En un comunicado publicado en julio de 1985 el Partido de los Pobres dice: “El sacerdote llevó el dinero en dos maletas y en la gasolinera cerca de Zaltianguis, Javier subió al coche que llevó Machorro a quien guio hasta la entrada de una brecha, lugar en que ya se encontraban Antonio y Rafael Flores Leonardo con Félix Bautista metidos en el monte. Hasta ese lugar llegaron Javier y Machorro y ahí bajaron las dos maletas”. En un coche lo guerrilleros movieron las maletas y las llevaron a enterrar con todo y dinero en una milpa propiedad de los Flores Leonardo.
La represión contra la población civil no paraba ese mismo día 13 agosto fue detenido y desaparecido Ausencio Bello Ríos donde estacionaba su camioneta pasajera en la comunidad de Zacualpan. Tenía 24 años cuando se lo llevaron los militares. “Él tenía el nombre de la ausencia, el cabello negro, la edad trivial de los jóvenes. En sus ojos como cientos de pájaros, el destino. Caminaba firme y con mesura. La zancada era larga. Respiraba fuerte porque los olores eran nuevos cada mañana y escuchaba sin  parar porque todo él, era un ruido”, escribiría años después su hijo, el poeta Jesús Bartolo.
El 13 de agosto de 1974  la jefatura del Estado Mayor de la Defensa Nacional “autoriza sobrealimentación a elementos de las Unidades radicadas en el Estado de Guerrero”. La unidad de estudios históricos de la Fiscalía Especial dice que “esta nota carecería de interés si no fuera porque coincide con la política de hambrear a la población, durante ese mismo periodo”.
En el ámbito público, Enrique Díaz Clavel publicaba el 14 de agosto en Excélsior: “Ocho batallones del ejército están en la sierra de Atoyac, al parecer en persecución del grupo de Lucio Cabañas. Este contingente se reportó recientemente con tres compañías del 49 Batallón, con sede en Iguala (…) Al mismo tiempo, se incrementó la vigilancia militar en varios puntos de la carretera Acapulco-Zihuatanejo, especialmente en el tramo Atoyac-El Paraíso, única vía pavimentada de acceso a la sierra (...) Han corrido rumores de encuentros entre soldados y grupos armados, pero las autoridades civiles guardan silencio”.
Al saber de la detención de Gorgonio y Ramel la dirección de la brigada comisionó a David para coordinar las negociaciones pero cuando éste contacto el 14 de agosto a Javier el dinero ya había sido recibido.
De uno de los cerros inmediatos de El Nanchal y San Martín el 14 de agosto de 1974 se bajaron: Nidia, Hortensia, Francisco, Víctor, Elmer, Manuel, Estela y otros, eran 11 en total. Ramiro se quedó para ver si obtenía algún recurso del secuestro de Figueroa. Caminaron por la brecha hasta Alcholoa y luego hasta Acapulco en camión. La verdad éste grupo de guerrilleros tuvo mucha suerte de no caer en manos del Ejército. Porque conocidos ex brigadistas como la Onza y Jesús Gómez Ochoa, El Gorrión, estaban de delatores en el retén de Los Bajos de El Ejido. Ya había caído también Eugenio Gómez Serafín, Simón, quien no dudaba en denunciar a sus compañeros.
En los pueblitos aledaños al cerro de El Zanate la represión se recrudecía, el campesino Juventino Ruíz Santiago de 24 años fue detenido y desaparecido por el Ejército el 16 de agosto. A las cinco de la tarde los soldados sitiaron su casa en San Martín de Las Flores y cuando salió a darle de comer los marranos lo apresaron. Su mujer Feliciana Serafín Gervasio estaba preparando el café cuando escuchó que los soldados le hablaban a su marido. Luego se lo llevaron a un cerrito donde lo tuvieron toda la noche. A las nueve de la mañana, del 17 de agosto todavía permitieron que Feliciana le llevara café y el almuerzo para él y para los soldados que lo custodiaban. A las 11 de la mañana se lo llevaron para la cancha.  Por eso fue a las nueve de la mañana cuando le llevó de almorzar cuando lo vio la última vez. A las dos de la tarde llegó un helicóptero que se lo llevó para siempre. Juventino trabajaba una huerta que tenía en cerro de El Zanate y otra por el rumbo de Palma Sola. Las plantas de café se perdieron y en el lugar únicamente creció la maleza.




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