Víctor
Cardona Galindo
El 5 de agosto de 1974 el general Salvador Rangel Medina fue
relevado de la comandancia de la 27
Zona Militar y en su lugar, fue nombrado el general Eliseo Jiménez Ruiz, quien
fungía como comandante de la 35 Zona Militar con sede en Chilpancingo y había
tenido bajo su mando la operación Luciérnaga que acosó a la guerrilla al norte
del municipio de Coyuca de Benítez en sus límites con Chilpancingo.
Macario Acosta Serafin fue detenido y desaparecido por el Ejército mexicano el 14 de agosto de 1974. |
La noticia del cambio en el mando militar se publicó el 6 de
agosto en Ultimas Noticias, ese día
Enrique Díaz Clavel escribía: “Esta mañana tomó posesión de la comandancia de
la XXVII Zona Militar el general Eliseo Jiménez Ruíz, el octavo jefe militar en
la abrupta región serrana, desde que Lucio Cabañas se internó en ella en 1967…
Los generales que han dirigido las operaciones en la XXVII Zona Militar durante
los últimos siete años, esto es, casi un comandante por año, son: Salvador de
Toro Morales, Manuel Enríquez Rodríguez, Miguel Bracamontes García, Álvaro
García Taboada, Joaquín Solano Chagolla, Salvador Rangel Medida y ahora Eliseo
Jiménez Ruíz”.
Al día siguiente de su nombramiento, Jiménez Ruiz envió al secretario
de la Defensa Nacional un plan de operaciones contra Lucio Cabañas, en el que proponía
organizar seis agrupamientos con sus respectivos mandos y áreas de responsabilidad.
A los que se les encomendaría como parte de su misión
el “control de víveres y personas sobre las
rutas que conducen a la sierra y procedentes de ella”.
Los puestos de control deberán “impedir el paso de víveres,
armamento y municiones que pudieran ser destinados al enemigo”. Ese plan
encontrado, en el Archivo General de la Nación (AGN), por la división de
estudios históricos de la Fiscalía Especial recomendaba la “identificación y
captura de integrantes de la gavilla y sus contactos”. Esta operación se llevaría
a cabo de forma paralela al acoso militar que el Ejército realizaba en forma de
rastrilleo constante de la zona para ubicar al senador Figueroa y al grupo de Lucio
Cabañas.
Mientras
en la sierra, esos días primeros días de agosto de 1974, la columna de Lucio
Cabañas andaba en busca del terreno propicio para realizar una emboscada a los
soldados en el camino de San Juan de las Flores a Pie de la Cuesta. “Era el 7
de agosto de 1974. El compañero Lucio, René,
Arturo y Rutilo fueron a ver el terreno, regresaron ya oscureciendo con
buenas noticias, habían encontrado un terreno muy bueno”, dice Carlos.
Al
otro día muy de madrugada, los guerrilleros se levantaron, tomaron atole de
harina, se repartieron seis plátanos hervidos cada uno, un pedazo de carne
asada y salieron rumbo al lugar de la emboscada; “todavía no amanecía cuando ya
estábamos colocados en nuestras trincheras”. Un día antes se habían marcado las
posiciones que cada guerrillero ocuparía. Lucio dibujó la carretera en el suelo
y con cáscaras de limones marcó las posiciones de cada uno. Nada pasó el 8 de
agosto esperaron todo el día y los soldados no pasaron.
Fue el
9 de agosto de 1974, en el lugar
conocido como Monte Alegre, 14 guerrilleros encabezados por Lucio Cabañas
emboscaron a una columna del ejército. Ese día los brigadistas desde muy
temprano habían ocupado sus posiciones y al medio día los soldados venían por la carretera, con sus rifles listos
para disparar. En la maleza los guerrilleros contenían la respiración, algunos
sentían el miedo en el estómago con los testículos engarruñados y el “nidito en
la garganta”. Otros experimentaban ansiedad y excitación por el combate. Lucio
prendió la grabadora en el momento que se escuchaban los primeros tiros. Luego
la balacera fue general, parecía que de todos los matorrales salían disparos,
los soldados quisieron protegerse en la orilla de la brecha, pero estaban
copados, nada pudieron hacer para defenderse de esa lluvia de balas que los
perseguían como abejas asesinas.
“Todos
jalamos el llamador… Nuestras armas respondían de maravilla. El combate se
generalizó. Fue una descarga cerrada primero y se oye la voz: ‘tenemos que
vencer’… los guachos como a 3 kilómetros de distancia disparaban sus armas, se
oían estallidos de granadas”. Explica Carlos
que la emboscada se dio en Monte Alegre “y hasta un cerro llamado el Puerto del
Pato, venía la cola (de soldados), estos también disparaban pero al puro
monte”.
Rendidos
los militares uno por uno fueron levantando la mano pero “un guacho vivo se
atrincheró en un encino muy grueso, Ricardo
quiso salir de su trinchera para ver si lo podía ajusticiar, pero fue rociado
por un ráfaga de éste. Este guacho no nos permitía bajar por las armas,
dominaba bien la recta y sólo en una curva había posibilidad, pero estaba
también un guacho que sobre la cuneta de la carretera levantaba su FAL y
disparaba puras ráfagas, pasando por arriba de nosotros tumbando hojas y ramas,
estaba casi destrozado de un hombro, tenía algún rozón en la cabeza pues la
cara la tenía llena de sangre, pero aun así seguía disparando a pesar de que se
le pedía que se rindiera, su contestación era una ráfaga”.
Cuando
éste último valiente soldado se rindió entonces Eusebio y Carlos bajaron
por las armas que pudieron recoger. La balacera de los soldados, que se oía a
un kilómetro de distancia por la carretera, todavía no cesaba, cuando los
guerrilleros ya iban en retirada. “Al emprender la retirada vimos que el compañero
Leoncio traía cargando al compañero Lázaro, preguntamos que había pasado y
nos contestaron que había salido herido de un pie. El gusto que teníamos pronto
de desvaneció al saber esto, caminamos, dimos un rodeo, atravesamos la
carretera y llegamos al campamento donde vimos todo lo que le quitamos a los
guachos: un FAL con 5 cargadores, dos vacíos; un M-2 con tres cargadores, todos
llenos, era del teniente Ricardo Yáñez Salas, originario de Zimapán, Hidalgo;
dos palomitas, dos mochilas con alimentos y dos bayonetas”.
Luego
al oír la grabación de la emboscada los guerrilleros supieron que Lázaro fue herido accidentalmente por César, quien también estuvo a punto de
darle a Lucio. El balazo que recibió Lázaro
era de M-2, le entró por la planta del pie y salió por el empeine.
Según
el balance que la guerrilla hace en su libro Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres. Una experiencia guerrillera
en México. “Los guachos muertos en la emboscada fueron 6 y 11 heridos,
posteriormente, supimos que tres días después de la emboscada, encontraron
varios guachos muertos en el monte, lo que pasó es que algunos fueron
alcanzados por los compañeros de contención y fueron a morir al monte. Nos
contaba después la gente que varios guachos salieron por diferentes pueblos,
unos sin armas, otros con la ropa desgarrada, otros descalzos”.
El último comunicado de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento
firmado el 27 de noviembre de 1974 da a conocer: “Esta acción armada sucedió en el lugar llamado Monte Alegre, que
queda entre los barrios de La Cebada y (Plan de) Los Molinos; eran las 12:00 horas,
del día 9 de agosto del presente año; 150 soldados cayeron en la emboscada y
eran del 27 Batallón de Infantería. Después de estarles disparando durante dos
minutos, quedaron tirados en la carretera 17 cuerpos vestidos de verde, 11
muertos y 6 heridos… Los soldados que lograron esconderse nos dispararon varias
ráfagas. Solo les recogimos 2 armas, un FAL y
el M-2 del Tte. Ricardo Yánez que es originario de Zimapán, Hidalgo”.
Los
mandos del ejército informaban que en Monte Alegre se tuvo contacto con la
guerrilla “se logró establecer contacto con el enemigo logrando herir a un
gavillero y capturar la primera arma perteneciente a la gavilla, una carabina
M-1”.
De acuerdo a lo encontrado por la Fiscalía Especial, el Ejército
tiene dos versiones de los hechos, la de consumo interno y la que da a
conocer a la opinión pública. En sus reportes
internos informa que el 9 de agosto de 1974 hubo un enfrentamiento en Monte
Alegre, entre Plan de los Molinos y ranchería de La Cebada. Piden el ascenso de dos soldados muertos ese día
“al repeler agresión de los maleantes”. En
Tarjeta Informativa de Homero L. Treviño al Jefe de Estado Mayor de la Defensa Nacional,
le informa sobre los soldados muertos y heridos, que según el documento fueron tres
soldados heridos. Entre los habitantes de la zona se menciona que allí murió un
capitán que era hermano del mayor Francisco Escobedo quien guardaba el kepi agujerado y maldecía a la guerrilla
delante de los campesinos.
Después de la emboscada los guerrilleros salieron caminando
despacio cargando a Lázaro. Lo
dejaron escondido en una choza de Corrales de Río Chiquito.
Para que lo curaran y la columna
pudiera moverse con más facilidad, pues los militares les pisaban ya los
talones.
“Dejamos
el campamento y emprendimos la marcha rumbo al Río Chiquito, hicimos una hamaca
para trasladar a compañero Lázaro,
pero pesaba demasiado, lo cargamos a mamache
uno por uno y así nos íbamos rolando, ya oscureciendo llegamos a una casa
abandonada que está a la orilla del camino. Ahí se lavó la herida al compañero
con agua con sal hervida”.
“Al
otro día por la mañana nos acercamos todos al barrio y se mandó una comisión
por delante, regresó un compa a avisar que había dos casas solas y que
podríamos entrar a dejar el compañero herido. Se ponen guardias hacia el lado
de arriba de las casas por si venían guachos; Lucio y Rutilo entraron a la casa a dejar al compañero, luego nos
retiramos. Nos platicó Lucio que el dueño de la casa no quería que dejáramos al
compañero ahí, tenía miedo que lo descubrieran los guachos, pero una señora muy
valiente dijo: -Aquí déjenlo en ese cuarto compañeros, yo me encargo de
cuidarlo-. Al compañero se le dejó una pistola 380… Nos retiramos del pueblo,
por el río, éramos ya 13 compañeros, caminamos un largo rato, ya por la tarde
nos detuvimos en un lugar donde había cajeles, plátanos, mameyes y limones
dulces. Ahí dormimos”.
Debido
a la emboscada arriba descrita, aumentó la presencia de los helicópteros en
busca de los brigadistas. El recorrido lo tenían que hacer con sumo cuidado para
no ser detectados, pues aquello era ya en un hervidero de militares, que tenían
copados todos los poblados que los cabañistas habían visitado. Por otro lado, “las
fuerzas castrenses venían sofisticando los medios y métodos para atacar con
mayor efectividad a la guerrilla y a los pobladores. Esta situación la llegó a
constatar la columna encabezada por Lucio, es decir, ya no eran los soldados
comunes y corrientes que estaban persiguiéndolos, sino militares entrenados
específicamente en tácticas antirrevolucionarias”, escribió Eneida Martínez.
Esto
lo confirma el guerrillero Carlos. “Cuando
llegamos a la casa se nos informó que habían llegado a hacer un registro unos
guachos muy diferentes a los demás, que iban vestidos de tigres y eran altos y
negros. Que rodearon la casa y separaron a todos los miembros de la familia
interrogándolos por separado maltratándolos y preguntando que dónde estaba la
gente armada, que dónde estaba Lucio”.
“En
otras palabras, las llamadas Fuerzas Especiales se estaban encargando de
realizar el trabajo para lo cual no estaba adiestrado el militar común y
corriente y era de esperarse que la presencia de dichas fuerzas iría en aumento”,
comenta Eneida.
Días
después, cuando el grupo había salido de la zona del Río Chiquito se enteraron
por una mujer lo que había pasado con Lázaro.
“La señora nos dice (...) que el compañero que ahí habíamos dejado herido había
sido detenido; resultaba que apenas salimos nosotros de dejar al herido, el
dueño de la casa fue inmediatamente a delatarnos y a informarle a los guachos
del herido (...) con lujo de fuerza sacaron al compañero herido, lo hicieron
caminar, se le subieron en el pie herido, lo patearon (...) Luego lo pusieron
en la cancha deportiva del pueblo, amarrado y al rayo del sol, y ahí lo
tuvieron sin darle de comer ni de beber, hasta que ese mismo día –ya muy tarde–
vino un helicóptero y se lo llevo”.
Esta información concuerda con el reporte interno del Ejército,
que encontró la Fiscalía. El 11 de agosto de 1974 reporta que el grupo Vallecitos, grupo
Guerrero, grupo Escobedo, grupo Francisco, grupo Vicente, grupo Cacao y Grupo
Martín capturaron sobre Río Chiquito un ‘paquete herido’.
Fue así como hace 40 años, el 11 de agosto de 1974 el
ejército apresó al valiente guerrillero Miguel
Ángel de la Cruz Martínez, Lázaro, originario
de San Martín de las Flores. Lo sacaron a golpes de la choza donde se reponía
de la herida. Lo golpearon delante de todo el pueblo, cuando lo subieron al
helicóptero ya estaba irreconocible. Con su captura los
militares obtuvieron mayor información sobre los movimiento de la guerrilla, “el
detenido informó que existen tres grupos, el de Lucio, el que conduce al
senador y los del grupo 18 de mayo”, dice un reporte del Ejército.
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