Víctor Cardona Galindo
Dos guerrilleros con rifles y mochilas que surgieron
del monte fueron el comité de bienvenida para Figueroa. Luego que se dio la
contraseña salieron de la maleza otros 12 hombres armados con M-2 y FAL. Más
tarde llegarían los demás hasta completar los 26 que componían la comisión de
contacto con el futuro gobernador del estado.
Con la llegada del senador, la
mayor parte de la comisión se concentró en la orilla de la carretera, “de donde
se iniciaría la caminata al fondo de la sierra”, comenta Francisco Fierro Loza.
Al llegar Figueroa, Gloria Brito, Febronio Díaz, Pascual Cabañas y Luis
Cabañas; todos fueron saludados de mano por los miembros de la Brigada
Campesina de Ajusticiamiento.
Pero a pesar del tono cordial con el
que se dio el encuentro, lo primero que hicieron los guerrilleros fue desarmar
a los recién llegados. Pedro Hernández Gómez, Ramiro les preguntó que armas portaban y comenzó a
recogerlas, les dijo que las devolverían cuando se fueran, que se trataba de
una costumbre de la guerrilla. Figueroa protestó, “no venimos en son de guerra,
sino de paz. Tanto derecho tienen ustedes como nosotros. Pero no vamos a
discutir”, dijo.
Luis Cabañas estregó una pistola calibre 45, Figueroa
una 380 y en la combi llevaban una escopeta recortada calibre 12 que también les
fue recogida. Pero Gloria Brito se quedó con un arma de fuego calibre 9 milímetros
en su bolso de mano. Los guerrilleros sabrían esto después porque cometieron el
error de no revisarla. Por ser mujer la creyeron inofensiva.
“Figueroa
preguntaba por Cabañas con gesto de sospecha de que algo andaba mal, dándosele
la respuesta adecuada: que Lucio tenía que llegar posteriormente a un lugar al
cual se caminaría para iniciar la entrevista. Lucio no se encontraba a lejana
distancia, pero no se acercaba porque Figueroa se pondría intransigente
pidiendo que se iniciara la plática en este lugar”, escribió Fierro Loza.
De
manera rápida se iniciaron los viajes en la camioneta trasladando la gente a
Los Letrados. En el primer traslado se fue al volante Febronio, iban con él Pascual,
Luis y algunos combatientes. El chofer de la guerrilla trajo la combi de
regreso e hizo los otros dos viajes. Los integrantes de la comisión que iba con
Figueroa comentaban con gusto su visita a la sierra, y su interés de escribir
acerca de su experiencia. En el segundo viaje se fue el viejo cacique y otros guerrilleros
que ya conformaban su escolta. Así llegaron a un arroyo donde Figueroa quedó
custodiado por algunos combatientes. Ahí, en este lugar, fuera de la carretera,
se descansó, mientras el chofer continuaba trayendo a sus otros compañeros. En el
último viaje, “nos vamos Mano Negra, Sotero, Lucio, Sabás y yo. Llegamos al lugar y se le dieron instrucciones al
chofer para que se llevara la combi lejos de ahí”, dice un guerrillero en el
libro Lucio Cabañas y el Partido de los
Pobres. Una experiencia guerrillera en México. Que es la versión oficial
del Partido de los Pobres sobre el movimiento.
Mientras
Figueroa esperaba en ese arroyo, obscurecía. El senador se desesperaba por la
ausencia de Lucio, quien iba a corta distancia. Desde ese arroyo se reinició la
marcha a donde se dio la cena. Fue a poca distancia bajo un gigantesco árbol de
tupido follaje que a la luz de la luna proyectaba una gran sombra. En este
lugar se agudizó la desesperación de Rubén Figueroa.
Se
comunicaba con los guerrilleros a través Pascual y Luis Cabañas, que se
acercaban constantemente a preguntar dónde estaba Lucio, cuándo llegaría, si
estaba lejos, porque el senador tenía que regresar pronto a la ciudad. La
respuesta era que Lucio estaba lejos, pero que pronto llegaría.
Figueroa
dijo a Luis Suárez en el libro Lucio
Cabañas. El guerrillero sin esperanza, “otra vez en marcha. Ya eran las
seis de la tarde. Nos encaminamos adelante de Letrados, transportándonos todos
en tres viajes de la camioneta hasta llegar a un alambrado… A pie seguimos por
la margen de un riachuelo y llegamos hasta un árbol majestuoso, de esos que tienen
nuestras selvas, cuando se acercaban las sombras de la noche. En torno del
tronco había un verdadero colchón de hojas. Esperamos hasta la siete de la
noche en que llegó Lucio”.
Cuando
el líder del Partido de los Pobres se presentó donde estaba Figueroa se provocó
una gran algarabía. Febronio Díaz dijo a la revista Proceso el 30 de noviembre de 1992, que Lucio llegó a las siete de la noche con doce muchachos al lugar de
encuentro. A su llegada Lucio lanzó un grito: “La lucha por el
socialismo es irreversible”.
Al ver
llegar a Lucio el senador exclama: “¡Ese mí querido Lucio! ¡Cuánto gusto de
verte! Camina y lo abraza”. Lucio ni siquiera se mueve, está con los brazos
hacia abajo. Dice la versión oficial de la guerrilla que “inmediatamente fija su posición ante el
viejo, diciéndole que pertenecen a dos mundos opuestos que son enemigos
irreconciliables”.
Lucio
le dijo a Figueroa: “‘Señor senador: venía yo preocupado porque por radio me
estaban informando que usted estaba impaciente. Pero, que hacer. Tengo tres
días y tres noches caminando para ésta cita. No pude más que acelerar el paso y
aquí me tiene usted a sus órdenes’. Me dio la mano. Lucio no tenía radio, ni
nada de eso. Nos quiso apantallar. Se presentó con un grupo de unos doce
muchachos. Entonces llegó el momento de vernos las caras, de conocernos, pues.
Con una lámpara eléctrica de pilas me echó el haz de luz a la cara y así me vio
creo yo que por primera vez. Entonces yo le pido a uno de sus hombres la
lámpara e hice lo mismo sobre el rostro de Lucio. Así nos conocimos aquella
noche en el punto aislado de la sierra. Lucio habló con sus dos tíos, mis
acompañantes”, platicó Figueroa a Luis Suárez.
Figueroa
invitó a Lucio a sentarse para que cenara e insistía en la conversación diciéndole
a Cabañas que él deseaba que saliera de la sierra para que se distrajera. Todo
eso quedó registrado en una grabadora. Al avanzar la noche, todos los
guerrilleros se dispusieron a dormir, se les proporcionó cobijas y hamacas a
Figueroa y sus acompañantes, Lucio y otros brigadistas durmieron en el suelo.
“Pero como era tarde nos fuimos acostar. A mi me pusieron una hamaca a unos
cuantos metros de Lucio, que se acostó en el suelo”, diría Figueroa siendo ya
gobernador del estado.
El 31
de mayo de 1974, en sus primeras horas del día, Figueroa y su comitiva se pararon
muy temprano para saber cuál sería el desenlace de su visita. Lucio se levantó
más tarde. Al verlo, Figueroa lo saludó a gritos, lo llamó comandante, se acercó para tratar de entablar conversación;
en seguida le dijo que le llevó a regalar una buena grabadora y una cámara
Polaroid, con la que en ese momento Gloria Brito tomó la foto donde aparece
Figueroa con Sixto Huerta, Sabás, por
un lado y por el otro Isaías Martínez, Enrique.
Le rogó a Lucio para que se tomara una foto con él, pero el jefe guerrillero no
aceptó.
Además
de la grabadora y la cámara Polaroid, Figueroa llevó de regalo una mochila, que
dijo le había regalado un embajador gringo y Lucio en torno burlón, comentó: “entonces
la vamos a llamar la imperialista”. Lucio ni siquiera hizo caso de los regalos,
los tomó y luego los pasó a los demás compañeros.
“Con
las luces del alba nos vimos Lucio y yo frente a frente. Entonces le regalé una
cámara fotográfica Polaroid con la cual se tomaron las fotografías donde
aparezco con él y otros, y una grabadora la cual registró la conversación; la
discusión que entonces tuvimos como comienzo del diálogo”. Al recibir la
grabadora que le llevó Figueroa, Lucio elogió la que ya tenía, “Esta registra
hasta los cánticos de los gallos. Todos mis actos están grabados”.
Esa mañana fue la primera en que Figueroa compartió con
los guerrilleros el té, que se hacía con hierbas aromáticas de la sierra. El
primer día también hubo queso con tortillas, después el senador comería, aunque
los guerrilleros no.
El
tiempo transcurría para Figueroa tratando de convencer a Lucio para iniciar las
pláticas. Esa mañana del 31 de mayo, bajo aquel árbol de verde follaje Lucio y
Figueroa se apartaron por momento del grueso de la guerrilla, que aprovecha el
senador para proponerle: “Lucio, puedes irte a la ciudad; ten la seguridad que
allá tendrás la mejor casa en una de las colonias más lujosas, carros a tu
disposición, dinero, mujeres y todo lo que necesites”.
Al poco
rato llegó el desayuno, lo mejor que pudo conseguirse; pero la inquietud de
Figueroa provocaba que su comida estuviera amarga; siempre estaba acosando a
Lucio para que dialogaran y éste lo eludía, argumentando desacuerdo en los
temas a tratar. Después del desayuno todos abandonaron aquél árbol. Se avanzó
de prisa, antes que la lluvia los alcanzara. Después de pasar por las pequeñas cuadrillas
de Pitos, Pitales y Letrados inicia la cumbre que ya es parte de la sierra
cafetalera, donde están unas pequeñas casas de cartón que sirven de campamentos
temporales a los dueños de las huertas de café en tiempo de cosecha. En este
pequeño caserío vivían unos campesinos de apellido Mata en cuyos terrenos se
iniciaron las pláticas.
“Salimos de ese campamento, caminamos por todo
un arroyo para arriba, hasta llegar al lugar donde se llevaría a cabo la
plática. En un campamento de huerta de café se realizarían; cerca de ese lugar
se encontraban ya los demás compañeros de la Brigada que componían la
retaguardia”, se lee en el libro Lucio
Cabañas y el Partido de los Pobres. Una experiencia guerrillera en México.
Las
horas del día 31 de mayo declinaban cuando la plática oficial se inició. “Figueroa
proponía que dejáramos las armas, que nos bajáramos de la sierra, que él nos
daría trabajo y que siguiéramos a lucha estando en la ciudad por los marcos
democráticos que registráramos al partido”.
Lucio
contestó que la lucha por la vía legal ya no era posible, que la burguesía los
había obligado a tomar las armas. Ante ésta negativa el viejo Figueroa propuso
que no se bajaran de la sierra que siguieran ahí y que mensualmente les pasaría
75 mil pesos para el sostenimiento de la guerrilla, pero que ya no atacaran al
Ejército y las acciones estarían supeditadas a lo que él dijera.
“El
viejo nos amenazó diciendo que por ese camino, o sea el de la lucha armada, no
íbamos a llegar muy lejos, que nos iban a meter boinas verdes, que nos iban a
meter perros, que nos iban a meter expertos antiguerrilleros, que la CIA iba a
intervenir y por último sentenció: -¡me corto el cuello si Estados Unidos
permite otro país socialista en América Latina!”, cuenta un guerrillero
sobreviviente de aquella experiencia.
Febronio
dijo que Figueroa le propuso a Cabañas: La posibilidad de secar el tular y
entregarle esa tierra a su gente para que la explotara. La liberación de
algunos presos políticos. La aportación de cien mil pesos anuales para sostener
la organización.
Fue al
llegar la discusión al tema de los presos políticos cuando las cosas se trabaron.
De inmediato Figueroa pidió a Lucio la lista de los presos políticos del país,
aun cuando decía no garantizar la libertad de todos. Parecía que el senador
pensaba volver a tener otra entrevista y llevar alguna respuesta concreta sobre
el tema. Haciendo alusión a los presos de Guerrero, se comprometió a revisar
los procesos y sacar al que estuviera por delitos políticos, pero no a los que
se les siguieran procesos del orden común. El priísta dijo que no podía
sacarlos a todos, que podría sacar a los que estaban en las cárceles de
Guerrero, pero hasta cuando fuera gobernador. Ofrecía sacar de la cárcel a
Pablo Cabañas y algunos familiares de Lucio como Bertoldo Cabañas y Manuel
García Cabañas.
Fue
cuando Lucio le soltó definitivamente lo que ya Figueroa esperaba oír y para lo
que la Brigada Campesina de Ajusticiamiento se había preparado: “Yo creo que
los presos no nos los van a dar tan fácilmente, así es que usted se queda
detenido hasta que nos los den”. El viejo cacique estalló y gritaba rabioso:
“No te vas a cubrir de gloria Lucio, recapacita, es un error el que estás
cometiendo, si me consideras un traidor ordena a tu guerrilla que me fusile,
sería un honor para mi”. Así quedaron todos retenidos, y mientras el
precandidato a la gubernatura rumiaba su error, la dirección de la brigada
organizaba las comisiones para negociar su rescate.
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