Víctor
Cardona Galindo
En
ausencia, porque estaba en poder de la guerrilla del Partido de los pobres, el
23 de junio de 1974, Rubén Figueroa Figuera fue postulado candidato del PRI la
gubernatura del estado de Guerrero en una convención en Chilpancingo. El jefe
del partido oficial, Jesús Reyes Heroles, aprovechó su discurso en el acto
celebrado en el cine Guerrero para lanzar una cadena interminable de ataques a
los guerrilleros y en especial a su líder Lucio Cabañas Barrientos.
Lino Rosas Pérez, René. |
Jesús
Reyes Heroles aseguró que vivíamos en una apertura democrática y calificó: “en
todo terrorista hay una maniático con impotencia política e incapacidad
organizadora”. Ya el 9 junio en Taxco el sector popular del PRI había realizado
una asamblea para declarar a Rubén Figueroa como su candidato a la gubernatura.
Por eso el propio Figueroa, trató de convencer a Lucio Cabañas para que lo
dejara asistir a esa reunión, incluso le sugirió que alguno de los brigadistas
lo acompañara.
“Déjame
ir, es más que vaya uno de tus hombres como delegado a la convención, y no
creas que lo voy a exhibir –dice– nada más para que vea y que me postulen
candidato’, y ya Lucio le decía ‘no, no se desespere, usted de todos modos lo
van a postular candidato, va a ganar las elecciones, o sea, no se preocupe”,
recuerda Manuel en una entrevista
hecha por Eneida Martínez.
Por
eso dos meses que deberían ser de campaña Figueroa se los pasó en la montaña, medio
comiendo, acompañado de un grupo de hombres con ropas desgarradas que luchaban
por un fin superior, el socialismo, y que poco les importaba los discursos y
los ofrecimientos de dinero y comodidades que ofrecía el candidato priísta a
gobernador, que muchas veces quiso comprar a sus custodios. Es más discutieron
algunas veces, pasarlo por las armas. Pero Lucio era de la idea que si se
recibía algún rescate, así fuera precario, debería vivir.
También
el Ejército mexicano tenía sus propios planes, la orden era rescatar al candidato
del PRI al precio que fuera, parecía que no importaba matar de hambre o
desaparecer a todos los pobladores de la sierra. En esta campaña militar miles de
campesinos fueron remitidos a los cuarteles que fungían como cárceles y campos
de concentración, de donde cientos ya no regresaron con los suyos. La Fuerza
Aérea Mexicana también bombardeó las elevaciones montañosas más importantes de
la sierra de Atoyac.
El
informé histórico de la Fiscalía Especial dice: “A
fines de junio de 1974 hubo un bombardeo al cerro de la Mojileca, donde Lucio Cabañas había instalado uno de sus campamentos que
después abandonó. Según cuenta gente de Los Cajones, de Corrales de Río
Chiquito y del ejido de Pitos, Pitales y Letrados, miraban cuando los
bombarderos ‘dejaban caer las bombas. Escucharon muchas explosiones’. Todos
padecieron crisis nerviosa, las mujeres llorando. Ese día los habitantes de
Corrales de Río Chiquito decidieron abandonar el pueblo pero se detuvieron
porque no sabían a dónde ir, hasta que finalmente todos huyeron…”
“Dicen algunas señoras de Los Corrales del Río Chiquito, que
miraban cuando los aviones se venían bajando dando volteretas y ya casi al ras
de ese cerro dejaban caer las bombas”, comenta Simón Hipólito.
Al tercer día, el 30 de junio de 1974, los aviones del ejército
llevaron a cabo otro bombardeo
en el cerro de El Encanto, y tiraron dos o tres
bombas pero para entonces ya habían llegado patrullas militares que andaban por
el monte y fue a ellas a las que bombardearon confundiéndolas con guerrilleros.
También bombardearon El Barandillo por donde antes había pasado Brigada. Felipe
Fierro Santiago originario del Plan del Carrizo logró ver los residuos de las
bombas en los terrenos de su familia “esquirlas por todos lados”.
De acuerdo al informe de la Fiscalía Especial “se registró otro
bombardeo el 13 de julio de 1974 en las cercanías de Corrales de Río
Chiquito. En ese bombardeo murió Justo Bernal, avecindado
del lugar conocido como Juan Rojas (a) ‘El Gavilán’, o ‘Juan el Colorado’. Era
esposo de Genara Argüello Vázquez y ahijado de Francisco Argüello Villegas,
padre de Genara”. Los guerrilleros escucharon los tronidos al fondo de
la sierra pero no le prestaron importancia, ellos ya se encontraban en otro
lado.
De lo
acontecido en aquellas fechas al interior de la Brigada podemos saber gracias a
los testimonios de guerrilleros como Carlos
que escribió primero el “Diario de un combatiente II” en Los papeles de la sedición o la verdadera historia político militar del
Partido de los Pobres que compiló Francisco Fierro Loza, ese testimonio más
tarde se publicaría también en el libro Lucio
Cabañas y el Partido de los Pobres. Una experiencia guerrillera en México y
hace poco Eneida Martínez recogió el testimonio de Manuel y otros guerrilleros en su tesis Los alzados del monte. Historia de la guerrilla de Lucio Cabañas.
Comentamos
anteriormente que el último asunto tratado en la reunión del 26 de julio de 1974
en la cima del cerro Plateado fue la solicitud de salida permanente de
integrantes de la Brigada, que pretendían continuar con la lucha armada pero en
la ciudad, ellos fueron: Élmer, Beatriz, Víctor, Ramiro,
Nidia, Manuel, Estela, Francisco y Hortensia.
“Ya
iba a ser un rompimiento [con la Brigada] (...) Entonces ahí con esa idea
hablamos con Lucio, que en cuanto se recibiera un dinero, pues que sí se daba
la posibilidad de obtener dinero por Figueroa pues que nos dieran cinco
millones de pesos, y pues en plan todavía de una relación y que nos
consiguieran algunas armas. Para ello, en esa vez nos dieron una, era una 9 mm
Browning [expropiada a Rubén Figueroa], que por cierto la traía Víctor”,
dice Manuel.
“Finalmente,
despachados todos los asuntos en dicha asamblea, al día siguiente, es decir el
27 de julio de 1974, salió la ‘comisión’ –con dirección hacia el occidente–
encargada de distraer y combatir al ejército; el entusiasmo de todos ellos era
evidente pues sentían que ahora sí iban a confrontar a los guachos. ‘Era
de elogiarse el buen estado de ánimo de los compañeros, arreglando sus mochilas
con gran entusiasmo, sin sospechar que se acercaba el ocaso’, (comenta Manuel).
No todos estaban seguros de que este grupo pudiera realizar semejante tarea,
pues los brigadistas ya tenían noticias del enorme despliegue de las fuerzas
castrenses por toda la sierra, otros más dudaron del regreso de Lucio”,
escribió Eneida Martínez.
“El 27
por la mañana hicimos todos los preparativos para abandonar el campamento y se nombraron
todos los elementos que iban a continuar hacia la costa, a realizar las
negociaciones, y el grupo que atacarían al ejército. Para este último solamente
habían nombrado 13 compañeros, pero sucedió que a la hora de salir, Cesar se
escondió al iniciar la marcha del grupo grande, de que ya formaba parte,
apareciendo después tramposamente para así tener participación en los ataques
al enemigo”, explica un guerrillero.
El
grupo chico en que iba Lucio Cabañas lo componían inicialmente 13 guerrilleros:
Lino Rosas Pérez,
René, armado con un M-2; Carlos llevaba un M-1, Martín M-1, Eusebio M-2, Roberto M-1,
Santiago Hernández Ríos quien era
conocido como Leoncio o El Pingüino llevaba un FAL y Pedro
Mesino Benítez, Rutilo también llevaba FAL, Lucio M-2, Esteban Mesino Martínez,
Arturo, M-2; Ricardo M-2, Miguel Ángel
de la Cruz Martínez, Lázaro portaba
un R-18, Gabriel 7.62, Edi Carlos M-2. .
“Al otro día, 27 de julio, salió muy temprano
el grupo que iba con el viejo y se componía de 43 compañeros; los 13 restantes
quedamos en el campamento para salir más tarde. Como a la hora y media que se
habían ido, apareció César entre el
monte, que no se había querido ir con el grupo al que pertenecía; se le hizo un
crítica muy fuerte”, nos explica Carlos
y como no había más remedio se le aceptó el grupo quedando el grupo de Lucio
con 14 guerrilleros. Cesar llevaba un M-2.
Manuel
dice que primero salió el grupo de Lucio, él ro recuerda así: “Por parte del
grupo de Lucio, yo cuando lo vi salir y se perdía en la maleza, incluso Lucio
se perdía, yo ya di porque Lucio ya no iba a regresar, era una situación
nutrida de soldados toda esa zona, ¡por toda la zona!, y metiéndose al monte,
por veredas”.
Así Lucio
se separó de la mayoría de sus compañeros para no verlos más. La columna de 14
guerrilleros pasó cerca de Los Tres Pasos, El Camarón y se instaló cerca de La
Cebada, ahí se enteraron del bombardeo al cerro El Mojileca y en el cerro de la
Bandera habían tirado unas bombas más, que en Pie de la Cuesta, fuera de la
zona guerrillera, la Fuerza Aérea bombardeó un rebaño de chivos donde murieron
dos niños que los pastoreaban.
También
supieron que en Los Tres Pasos hubo un enfrentamiento, “que unos soldados
vestidos de civil y que traían mujeres, se hacían pasar como gente de la
Brigada, pero que se encontraron con soldados uniformados y se confundieron los
dos bandos, produciéndose así el enfrentamiento… que el compañero Antonio
Avilés venía de sus milpa, lo encontraron los guachos, lo golpearon y lo
obligaron a cavar su propia tumba, pero no lo asesinaron, nada más lo obligaron
a que matara a su perro y que lo enterrara en el pozo que había hecho” ante las
carcajadas de los soldados.
“Esta
realidad –poco a poco se volvió parte de la cotidianidad en la sierra– era sólo
la punta del iceberg de las prácticas sanguinarias de contrainsurgencia
que se venía para los pobladores de esos territorios. Territorios bajo el yugo
de la bota militar, el vuelo rasante de los helicópteros ya era cada vez más
nutrido, las autoridades locales quedaron supeditadas y no intervenían en lo
absoluto ante los atropellos y arbitrariedades por parte de la fuerza
castrense. Todos eran susceptibles a ser detenidos, torturados, desaparecidos”,
escribió Eneida Martínez. Para Carlos Montemayor durante la guerra sucia se
vivió un experimento de gobierno militar en una parte del país.
Mientras
en la costa las negociaciones entre los enviados del Partido de los Pobres y el
intermediario iban por buen camino. “El veintiocho de julio le entregué a Juan otras tres fotografías a colores de
los nietos del ingeniero Figueroa Figueroa”, asentó el su libro Carlos Bonilla Machorro enviado de los
Figueroa. Las negociaciones se hacían en medio de rumores. Se decía que diversos
grupos políticos querían eliminar a Rubén Figueroa para que no llegara a la
gubernatura. Con el cerco a la sierra y los bombardeos parecía que tampoco el
Ejército lo quería vivo.
El 29 de julio de 1974 fue detenido Alberto Radilla Reyes, su
madre Amalia Reyes Castro denunció que el teniente coronel Arturo
Monroy Flores se lo llevó de El Plan de los Molinos cuando acababa de llegar de
la milpa. “El teniente le dijo a mi hijo que le ayudara a bajar unos paquetes
del helicóptero que aterrizaba en el lugar para dejar comestibles a los
militares a los cuales yo tenía dos meses asistiendo”. Cuando regresó el
militar le expresó que su hijo llevaba de comer a los guerrilleros de lo que
robaba a los militares. Le dijo que entregó a su hijo a la judicial de
Acapulco. Alberto dejó dos hijos en la orfandad, después de eso los militares
corrieron a la familia Radilla Reyes de su huerta del Plan de los Molinos.
El día 30 de julio Tomás Gudiño Dircio fue detenido en El Cacao,
lo bajaron en un helicóptero al cuartel de Atoyac donde fue visto por otros
campesinos que lograron su libertad. Ese mismo día también fue detenido y
desaparecido por el Ejército Filemón Mesino Aguilar porque le vendió una vaca a
la gente de Lucio Cabañas.
El
grupo más grande de la Brigada avanzó hacia el oriente con los retenidos, iban
para la sierra baja buscando el mejor lugar para liberar a los retenidos y
facilitar la negociación. Febronio dijo a la revista Proceso que el jefe del que los cuidaba era Ramón.
“El
resto de la Brigada que quedó al resguardo de Figueroa y compañía salió a dirección
al oriente el 27 de julio, la cautela tuvo que ser una de las prioridades de
cada uno de los brigadistas ya no podían caminar por veredas ni caminos, pues
la presencia de soldados estaba por todos los lugares transitables, no sólo en
busca del senador, sino principalmente para acabar en definitiva con los
guerrilleros”, dice Eneida Martínez en Los
alzados del monte. Historia de la guerrilla de Lucio Cabañas.
Un
guerrillero recuerda, “cuando nos separamos del resto de la Brigada caminamos
todo el día y eran como las 9 de la noche cuando caminábamos sobre la brecha
que conduce al poblado de El Cacao”. Acamparon en las huertas de café cerca de
El Porvenir y luego caminaron rumbo a La Pedregosa. Mientras el grupo de Lucio
instalado en las inmediaciones de La Cebada comenzó las exploraciones para ubicar
el sitio ideal donde atacar al Ejército.
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