domingo, 19 de julio de 2020

El secuestro de Figueroa IX


Víctor Cardona Galindo
En ausencia, porque estaba en poder de la guerrilla del Partido de los pobres, el 23 de junio de 1974, Rubén Figueroa Figuera fue postulado candidato del PRI la gubernatura del estado de Guerrero en una convención en Chilpancingo. El jefe del partido oficial, Jesús Reyes Heroles, aprovechó su discurso en el acto celebrado en el cine Guerrero para lanzar una cadena interminable de ataques a los guerrilleros y en especial a su líder Lucio Cabañas Barrientos.
Lino Rosas Pérez, René.

Jesús Reyes Heroles aseguró que vivíamos en una apertura democrática y calificó: “en todo terrorista hay una maniático con impotencia política e incapacidad organizadora”. Ya el 9 junio en Taxco el sector popular del PRI había realizado una asamblea para declarar a Rubén Figueroa como su candidato a la gubernatura. Por eso el propio Figueroa, trató de convencer a Lucio Cabañas para que lo dejara asistir a esa reunión, incluso le sugirió que alguno de los brigadistas lo acompañara.
“Déjame ir, es más que vaya uno de tus hombres como delegado a la convención, y no creas que lo voy a exhibir –dice– nada más para que vea y que me postulen candidato’, y ya Lucio le decía ‘no, no se desespere, usted de todos modos lo van a postular candidato, va a ganar las elecciones, o sea, no se preocupe”, recuerda Manuel en una entrevista hecha por Eneida Martínez.
Por eso dos meses que deberían ser de campaña Figueroa se los pasó en la montaña, medio comiendo, acompañado de un grupo de hombres con ropas desgarradas que luchaban por un fin superior, el socialismo, y que poco les importaba los discursos y los ofrecimientos de dinero y comodidades que ofrecía el candidato priísta a gobernador, que muchas veces quiso comprar a sus custodios. Es más discutieron algunas veces, pasarlo por las armas. Pero Lucio era de la idea que si se recibía algún rescate, así fuera precario, debería vivir.
También el Ejército mexicano tenía sus propios planes, la orden era rescatar al candidato del PRI al precio que fuera, parecía que no importaba matar de hambre o desaparecer a todos los pobladores de la sierra. En esta campaña militar miles de campesinos fueron remitidos a los cuarteles que fungían como cárceles y campos de concentración, de donde cientos ya no regresaron con los suyos. La Fuerza Aérea Mexicana también bombardeó las elevaciones montañosas más importantes de la sierra de Atoyac.
El informé histórico de la Fiscalía Especial dice: “A fines de junio de 1974 hubo un bombardeo al cerro de la Mojileca, donde Lucio Cabañas había instalado uno de sus campamentos que después abandonó. Según cuenta gente de Los Cajones, de Corrales de Río Chiquito y del ejido de Pitos, Pitales y Letrados, miraban cuando los bombarderos ‘dejaban caer las bombas. Escucharon muchas explosiones’. Todos padecieron crisis nerviosa, las mujeres llorando. Ese día los habitantes de Corrales de Río Chiquito decidieron abandonar el pueblo pero se detuvieron porque no sabían a dónde ir, hasta que finalmente todos huyeron…”
“Dicen algunas señoras de Los Corrales del Río Chiquito, que miraban cuando los aviones se venían bajando dando volteretas y ya casi al ras de ese cerro dejaban caer las bombas”, comenta Simón Hipólito.
Al tercer día, el 30 de junio de 1974, los aviones del ejército llevaron a cabo otro  bombardeo en el cerro de El Encanto, y tiraron dos o tres bombas pero para entonces ya habían llegado patrullas militares que andaban por el monte y fue a ellas a las que bombardearon confundiéndolas con guerrilleros. También bombardearon El Barandillo por donde antes había pasado Brigada. Felipe Fierro Santiago originario del Plan del Carrizo logró ver los residuos de las bombas en los terrenos de su familia “esquirlas por todos lados”.
De acuerdo al informe de la Fiscalía Especial “se registró otro bombardeo el 13 de julio de 1974 en las cercanías de Corrales de Río Chiquito. En ese bombardeo murió Justo Bernal, avecindado del lugar conocido como Juan Rojas (a) ‘El Gavilán’, o ‘Juan el Colorado’. Era esposo de Genara Argüello Vázquez y ahijado de Francisco Argüello Villegas, padre de Genara”. Los guerrilleros escucharon los tronidos al fondo de la sierra pero no le prestaron importancia, ellos ya se encontraban en otro lado.
De lo acontecido en aquellas fechas al interior de la Brigada podemos saber gracias a los testimonios de guerrilleros como Carlos que escribió primero el “Diario de un combatiente II” en Los papeles de la sedición o la verdadera historia político militar del Partido de los Pobres que compiló Francisco Fierro Loza, ese testimonio más tarde se publicaría también en el libro Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres. Una experiencia guerrillera en México y hace poco Eneida Martínez recogió el testimonio de Manuel y otros guerrilleros en su tesis Los alzados del monte. Historia de la guerrilla de Lucio Cabañas.
Comentamos anteriormente que el último asunto tratado en la reunión del 26 de julio de 1974 en la cima del cerro Plateado fue la solicitud de salida permanente de integrantes de la Brigada, que pretendían continuar con la lucha armada pero en la ciudad, ellos fueron: Élmer, Beatriz, Víctor, Ramiro, Nidia, Manuel, Estela, Francisco y Hortensia.
“Ya iba a ser un rompimiento [con la Brigada] (...) Entonces ahí con esa idea hablamos con Lucio, que en cuanto se recibiera un dinero, pues que sí se daba la posibilidad de obtener dinero por Figueroa pues que nos dieran cinco millones de pesos, y pues en plan todavía de una relación y que nos consiguieran algunas armas. Para ello, en esa vez nos dieron una, era una 9 mm Browning [expropiada a Rubén Figueroa], que por cierto la traía Víctor”, dice Manuel.
“Finalmente, despachados todos los asuntos en dicha asamblea, al día siguiente, es decir el 27 de julio de 1974, salió la ‘comisión’ –con dirección hacia el occidente– encargada de distraer y combatir al ejército; el entusiasmo de todos ellos era evidente pues sentían que ahora sí iban a confrontar a los guachos. ‘Era de elogiarse el buen estado de ánimo de los compañeros, arreglando sus mochilas con gran entusiasmo, sin sospechar que se acercaba el ocaso’, (comenta Manuel). No todos estaban seguros de que este grupo pudiera realizar semejante tarea, pues los brigadistas ya tenían noticias del enorme despliegue de las fuerzas castrenses por toda la sierra, otros más dudaron del regreso de Lucio”, escribió Eneida Martínez.
“El 27 por la mañana hicimos todos los preparativos para abandonar el campamento y se nombraron todos los elementos que iban a continuar hacia la costa, a realizar las negociaciones, y el grupo que atacarían al ejército. Para este último solamente habían nombrado 13 compañeros, pero sucedió que a la hora de salir, Cesar se escondió al iniciar la marcha del grupo grande, de que ya formaba parte, apareciendo después tramposamente para así tener participación en los ataques al enemigo”, explica un guerrillero.
El grupo chico en que iba Lucio Cabañas lo componían inicialmente 13 guerrilleros: Lino Rosas Pérez, René, armado con un M-2; Carlos llevaba un M-1, Martín M-1, Eusebio M-2, Roberto M-1, Santiago Hernández Ríos quien era conocido como Leoncio o El Pingüino llevaba un FAL y Pedro Mesino Benítez, Rutilo también  llevaba FAL, Lucio M-2, Esteban Mesino Martínez, Arturo, M-2; Ricardo M-2, Miguel Ángel de la Cruz Martínez, Lázaro portaba un R-18, Gabriel 7.62, Edi Carlos M-2.  . 
 “Al otro día, 27 de julio, salió muy temprano el grupo que iba con el viejo y se componía de 43 compañeros; los 13 restantes quedamos en el campamento para salir más tarde. Como a la hora y media que se habían ido, apareció César entre el monte, que no se había querido ir con el grupo al que pertenecía; se le hizo un crítica muy fuerte”, nos explica Carlos y como no había más remedio se le aceptó el grupo quedando el grupo de Lucio con 14 guerrilleros. Cesar llevaba un M-2.
Manuel dice que primero salió el grupo de Lucio, él ro recuerda así: “Por parte del grupo de Lucio, yo cuando lo vi salir y se perdía en la maleza, incluso Lucio se perdía, yo ya di porque Lucio ya no iba a regresar, era una situación nutrida de soldados toda esa zona, ¡por toda la zona!, y metiéndose al monte, por veredas”.
Así Lucio se separó de la mayoría de sus compañeros para no verlos más. La columna de 14 guerrilleros pasó cerca de Los Tres Pasos, El Camarón y se instaló cerca de La Cebada, ahí se enteraron del bombardeo al cerro El Mojileca y en el cerro de la Bandera habían tirado unas bombas más, que en Pie de la Cuesta, fuera de la zona guerrillera, la Fuerza Aérea bombardeó un rebaño de chivos donde murieron dos niños que los pastoreaban.
También supieron que en Los Tres Pasos hubo un enfrentamiento, “que unos soldados vestidos de civil y que traían mujeres, se hacían pasar como gente de la Brigada, pero que se encontraron con soldados uniformados y se confundieron los dos bandos, produciéndose así el enfrentamiento… que el compañero Antonio Avilés venía de sus milpa, lo encontraron los guachos, lo golpearon y lo obligaron a cavar su propia tumba, pero no lo asesinaron, nada más lo obligaron a que matara a su perro y que lo enterrara en el pozo que había hecho” ante las carcajadas de los soldados.
“Esta realidad –poco a poco se volvió parte de la cotidianidad en la sierra– era sólo la punta del iceberg de las prácticas sanguinarias de contrainsurgencia que se venía para los pobladores de esos territorios. Territorios bajo el yugo de la bota militar, el vuelo rasante de los helicópteros ya era cada vez más nutrido, las autoridades locales quedaron supeditadas y no intervenían en lo absoluto ante los atropellos y arbitrariedades por parte de la fuerza castrense. Todos eran susceptibles a ser detenidos, torturados, desaparecidos”, escribió Eneida Martínez. Para Carlos Montemayor durante la guerra sucia se vivió un experimento de gobierno militar en una parte del país.
Mientras en la costa las negociaciones entre los enviados del Partido de los Pobres y el intermediario iban por buen camino. “El veintiocho de julio le entregué a Juan otras tres fotografías a colores de los nietos del ingeniero Figueroa Figueroa”, asentó el su libro  Carlos Bonilla Machorro enviado de los Figueroa. Las negociaciones se hacían en medio de rumores. Se decía que diversos grupos políticos querían eliminar a Rubén Figueroa para que no llegara a la gubernatura. Con el cerco a la sierra y los bombardeos parecía que tampoco el Ejército lo quería vivo.
El 29 de julio de 1974 fue detenido Alberto Radilla Reyes, su madre Amalia Reyes Castro denunció que el teniente coronel Arturo Monroy Flores se lo llevó de El Plan de los Molinos cuando acababa de llegar de la milpa. “El teniente le dijo a mi hijo que le ayudara a bajar unos paquetes del helicóptero que aterrizaba en el lugar para dejar comestibles a los militares a los cuales yo tenía dos meses asistiendo”. Cuando regresó el militar le expresó que su hijo llevaba de comer a los guerrilleros de lo que robaba a los militares. Le dijo que entregó a su hijo a la judicial de Acapulco. Alberto dejó dos hijos en la orfandad, después de eso los militares corrieron a la familia Radilla Reyes de su huerta del Plan de los Molinos.
El día 30 de julio Tomás Gudiño Dircio fue detenido en El Cacao, lo bajaron en un helicóptero al cuartel de Atoyac donde fue visto por otros campesinos que lograron su libertad. Ese mismo día también fue detenido y desaparecido por el Ejército Filemón Mesino Aguilar porque le vendió una vaca a la gente de Lucio Cabañas.
El grupo más grande de la Brigada avanzó hacia el oriente con los retenidos, iban para la sierra baja buscando el mejor lugar para liberar a los retenidos y facilitar la negociación. Febronio dijo a la revista Proceso que el jefe del que los cuidaba era Ramón.
“El resto de la Brigada que quedó al resguardo de Figueroa y compañía salió a dirección al oriente el 27 de julio, la cautela tuvo que ser una de las prioridades de cada uno de los brigadistas ya no podían caminar por veredas ni caminos, pues la presencia de soldados estaba por todos los lugares transitables, no sólo en busca del senador, sino principalmente para acabar en definitiva con los guerrilleros”, dice Eneida Martínez en Los alzados del monte. Historia de la guerrilla de Lucio Cabañas.  
Un guerrillero recuerda, “cuando nos separamos del resto de la Brigada caminamos todo el día y eran como las 9 de la noche cuando caminábamos sobre la brecha que conduce al poblado de El Cacao”. Acamparon en las huertas de café cerca de El Porvenir y luego caminaron rumbo a La Pedregosa. Mientras el grupo de Lucio instalado en las inmediaciones de La Cebada comenzó las exploraciones para ubicar el sitio ideal donde atacar al Ejército.




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