domingo, 31 de marzo de 2019

Silvestre Castro García, El Cirgüelo III


Víctor Cardona Galindo
El cronista Luis Hernández Lluch escribió en la Monografía de San Jerónimo que a El Cirgüelo los sanjeronimeños lo sienten suyo “porque sus grandes hazañas epopéyicas las realizó en este pueblo, la noche del 30 de abril de 1918 contra las fuerzas de Fortunato Maycotte y Rómulo Figueroa”.
Silvestre Castro García en traje de gala.
Foto: Sara Castrejón.

De ese combate dice Alejandro Gómez Maganda “La colisión, fue como puede suponerse: rabiosos choques exaltados por los gritos enardecidos del noroeste y el sur. La Costa Grande que siguió al ‘Ciruelo’, crepitó como una hoguera de pesadilla y los costeños, amarrándose el cotón a la recia cintura y arremangándose los burdos calzoncillos, para que su piel morena se confundiera con las sombras de la noche… Caían como un ciclón sobre las loberas yaquis”.
Como ya mencioné, en la parte anterior, el combate duró toda la madrugada y el ataque de los encuerados quedó en la memoria de los costeños. Al amanecer del primero de mayo las tropas del gobierno emprendieron la retirada por el camino de Las Tunas y luego por la playa, continuaron su marcha rumbo a Acapulco por la franja de tierra que está entre el mar y la laguna, pero en el camino la gente de El Cirgüelo los iba hostigando, al pasar por Hacienda de Cabañas los rebeldes dieron muerte al coronel Asiano Marín, quien había peleado a lado de Julián Blanco (en Atoyac ya se la tenían sentenciada). En esa escaramuza murió también un mariscalista que había disparado sobre el llamado Lagarto de la laguna.  
Los verdes fueron a pedir refuerzo al puerto de Acapulco y después de incursionar por la Costa Chica vinieron de nuevo, eran más y venía con ellos Fortunato Maycotte. Otra vez llegaron a San Jerónimo el Grande, el 31 de mayo se posesionaron nuevamente de esa población, esta vez sin encontrar resistencia. Ese mismo día como a las tres de la tarde fueron atacados por más de 100 subversivos atoyaquenses, que fueron recibidos con un nutrido tiroteo, en esa incursión murió Agustín Radilla que encabezaba a los atacantes y su gente no pudo rescatar el cuerpo.
“El 6 de junio –aporta Rene García-- el Gral. Figueroa enfiló sus fuerzas hacia la costa por el camino de la playa para tomar Atoyac enfrentándose cerca de Los Arenales contra los rebeldes jefaturados por Pablo Vargas quien tras unas escaramuzas prefirió guarecerse en la sierra, mientras El Cirgüelo escoltaba al gobernador Adams a Tecpan poniéndolo a buen resguardo”
Un lluvioso 11 de junio, en la madrugada, se movieron los contingentes del general Rómulo Figueroa hacía el Ticuí, en donde al llegar a las primeras casas se trabó un tiroteo con los rebeldes que estaban en la Fábrica de Hilados y Tejidos que luego fueron reforzados por tropa mariscalista procedente de Atoyac. El combate duró más de tres horas, los federales lograron llegar hasta el río; sin embargo la defensa estuvo tan bien organizada que después de esto las huestes de Figueroa regresaron a San Jerónimo sin poder tomar la ciudad de Atoyac.
Por la noche, del 12 de junio, salieron los figueroístas de San Jerónimo atravesaron el río crecido para atacar al amanecer a los mariscalistas apostados en Atoyac. Los federales recibieron la orden de llevar el sombrero sobre la espalda con el barbiquejo amarrado al cuello y la manga del brazo izquierdo arremangada hasta el codo, esto para evitar confusiones. Y al amanecer del 13 de junio las tropas de Rómulo Figueroa llegaron por el rumbo de La Pindecua cayendo por sorpresa. Los mariscalistas resistieron en las lomas del pueblo, se defendieron con unos cañones que fabricó un francés llamado León Obé, pero los federales tenían mejor artillería que ellos y los desalojaron de los cerros, en donde dejaron abandonados los cañones de León Obé.
Wilfrido Fierro comenta que las fuerzas mariscalistas salieron derrotadas en “en el Cerro Pedregoso que se encontraba al lado norte de la población, donde les avanzaron dos cañones siendo esta la razón para que la posteridad bautizara este lugar por El Cerrito del Cañón”.  Después de atacar la ciudad, cuando el grueso de los mariscalistas se subió a la sierra, Figueroa y su gente se fueron rumbo a San Jerónimo y en el camino fueron hostigados duramente por pequeñas guerrillas de la gente de El Cirgüelo.
Un mes después las fuerzas de Figueroa cayeron, el 12 julio, en una emboscada preparada por El Cirgüelo, cuando caminaban rumbo al El Ticuí. Este combate que duró tres horas fue ganado por los rebeldes. El gobierno sufrió numerosas bajas. Mientras los figueroístas tomaron dos prisioneros que fueron ejecutados en el acto.
El Universal  publicaba en su edición del 13 de julio de 1918: “En el estado de Guerrero quedó exterminado el mariscalismo” y decía que los cabecillas principales Arnulfo Radilla y Silvestre Castro (a) El Ciruelo, se internaron por el distrito de Montes de Oca (La Unión) rumbo a Michoacán, “seguidos de 30 hombres solamente, único contingente rebelde que pudo escapar de la persecución de las tropas nacionales”.
En la nota el general Juan José Ríos encargado del Despacho de Guerra y Marina explicaba que ya se habían rendido ante Maycotte más de 600 hombres. El primero en deponer las armas fue el coronel Florencio Maya que se pasó al bando del gobierno para perseguir a los mariscalistas.
Pero ese mismo día, en que se publicaba la nota, las tropas leales a Silvestre Castro se enfrentaron a las fuerzas de Maycotte y Figueroa en el paraje denominado como La Cumbre. En este combate fue destacada la participación de muchos zapatistas que vinieron del centro para apoyar a los mariscalistas. Ese 13 de julio a la 8 de la mañana la tropa de Figueroa avanzó rumbo a La Cumbre, pero los rebeldes se organizaron para hacerles frente. El Cirgüelo se hizo cargo de la estrategia militar y distribuyó a su gente por todo el cerro. La Cumbre quedó protegida por él mismo, sosteniendo una lucha tremenda y encarnizada; Figueroa retrocedió y como experto militar buscó un punto vulnerable y logró abrirse paso por El Plan del Guayabal para seguir por el camino de El Rincón y así atacar a El Cirgüelo por su retaguardia. Un aviso oportuno hizo que Castro abandonara el lugar y se fue rumbo al poblado de Agua Fría, evitando así caer en el cerco que le tendió Figueroa. “El traqueteo del combate duró todo el día, y al oscurecer, Figueroa tuvo que dar retirada, dejando en el campo de batalla numerosas bajas y armamentos, logrando sacar algunos heridos con destino a San Jerónimo en donde estaba su cuartel general”, escribió Wilfrido Fierro.
Una vez más el 18 de julio Figueroa subió a la sierra y en el arroyo de Horqueta y en La cuesta de la Polvadera cerca de El Rincón de la Parotas en un sangriento combate Arnulfo Radilla lo derrotó. 
Al no poder desalojar a los conjurados atoyaquenses de la sierra, Figueroa buscó plazas más vulnerables y el 20 de julio atacó la ciudad de Tecpan donde sus hombres combatieron con fiereza logrando que los rebeldes abandonaran la plaza y se retiraran con rumbo a los cerros. El 21 los federales atacaron San Luis la Loma desalojaron a los sublevados y llegaron el 24 a Zihuatanejo. El 26 se rindió en Petatlán el teniente coronel Adolfo Lara con 80 rebeldes. El 28 se dio otro tiroteo en San Luis la Loma.
Después de eso se hizo una dispersión de la gente y se cometieron muchos actos de pillaje, por eso el 30 de julio de 1918, Silvestre Castro se acogió a la amnistía que el gobierno federal ofrecía y se presentó en el puerto de Acapulco ante el general Fortunato Maycotte. El corrido narra la historia:
“De ver que andaban robando/todos sus jefes perdidos/dijo El Cirgüelo indultarme/yo no quiero ser bandido…Aquí le entrego a mi gente/con toda su caballada/si usted gusta fusilarme/soy hombre no digo nada”.
“Entonces dice Maycotte/viva la Costa de Guerrero/que tiene valientes hombres/que quiero para compañeros…Entonces dice El Cirgüelo/eso si que no hallo bueno/mejor prefiero la muerte/que tirarle a mis terrenos… Entonces dice Maycotte/que se haga lo que usted quiera/le voy a dar la embarcación/y se va para otras tierras… Entonces dice El Cirgüelo/de mi tierra me separo/voy en busca de un amigo/que es el general Amaro”
Al indultarse ante Maycotte en 1918, éste lo quería incorporar a su fuerza, como había sucedido con Florencio Maya pero él prefirió tomar una embarcación para irse en busca de su amigo el general Joaquín Amaro a quien en un momento de la historia le había salvado la vida. El cronista René García Galena señala que: “El 31 de julio –habrá que decirlo- en condiciones no muy honrosas aceptó trasladarse a vivir al estado de Durango con el grado de teniente coronel, decayendo sensiblemente con sus ausencia la rebelión mariscalista…No permaneció más de dos semanas en el Norte porque el 21 de agosto de paso por la Ciudad de México ya está solicitando al Ministerio de Guerra que se le extendiera un salvoconducto para trasladarse al estado de Guerrero –a Teloloapan- para dedicarse a las labores del campo… Parece ser que la Secretaría de Guerra prefirió retenerlo disponiendo que a partir del primero de septiembre causara alta en el ejército percibiendo el haber correspondiente a los militares de su grado. Al no presentarse en el Ministerio para las anotaciones correspondientes se ordenó su baja por deserción el primero de octubre del mismo año”.
“Ya El Cirgüelo se indultó/a Maycotte le pidió indulto/llegó con valor sobrado/a ese puerto de Acapulco…El Cirgüelo ya se va/que triste queda su gente/se separa del estado/un hombre de los valientes…Cirgüelo subió a la escala/para el puerto un desconsuelo/hasta los niños decían/adiós valiente Cirgüelo”.
Mientras tanto en la Costa Grande los acontecimientos armados siguieron su marcha y el 9 de agosto de 1918, cuando el general Rómulo Figueroa regresaba de una boda en El Ticuí a San Jerónimo fue emboscado. Pero en lugar de matar a Figueroa perdieron la vida dos familias, entre niños y mujeres, que fueron confundidos con la tropa federal, por los insurrectos.
El 11 de agosto el Gobernador Interino Julio Adams se rindió ante las fuerzas federales, de esa manera el movimiento mariscalista vino a quedarse sin su cabeza política y sin Silvestre Castro su militar más destacado.
Para ponerle fin a la insurrección Rómulo Figueroa inició, el 20 de septiembre de 1918, una incursión a la sierra, con la intención de llegar a Los Valles. Atacó primero El Rincón de las Parotas de donde desalojó a Pablo Vargas utilizando artillería pesada y luego mandó a quemar la pequeña población.
Los figueroístas atacaron San Andrés de la Cruz, el 29 de septiembre de 1918, donde los sublevados resistieron protegidos por la zona rocosa y la maleza, en un combate de hora y media hasta que fueron desalojados de sus posiciones por la artillería pesada de los federales. Este combate se dice que lo ganaron los rebeldes porque no dejaron huellas de bajas, pero después de eso finalmente llegaron los Figueroístas a Los Valles, donde fue el punto de reunión con otros grupos de federales que entraron por Tecpan y por Coyuca.
Mi abuela Victorina Romero era casi una niña cuando todos los del pueblo se remontaron más arriba de la sierra. No había que comer, los niños bebían en la mamila sólo panocha (piloncillo) disuelta en agua, por eso muchos murieron de desnutrición. Casi todos los habitantes de la sierra tuvieron que refugiarse en lo más recóndito de la selva, pasaban las lluvias debajo de casitas que hacían de hojas de pito. Los habitantes de los pueblitos tenían que cuidarse de los verdes pero también de los zapatistas que raptaban a las mujeres, se las llevaban en los caballos jalándolas de los cabellos.
Por eso andaban en los montes, en los riscos, donde no subían los caballos y cuando venía la tropa y los encontraban en los pueblos escondían a las jovencitas en grandes ollas de barro o dentro de los hornos, ahí estaban asándose mientras se iban los facinerosos. Porque andaban todos robando, por eso se indultó El Cirgüelo, porque él no era bandido y mejor se fue a entregar al gobierno con su gente.  
Arnulfo Radilla Mariscal fue aprehendido el 27 de octubre en San Andrés de la Cruz. Con eso se terminó prácticamente el movimiento que amenazaba al carrancismo en el estado de Guerrero, la zona quedó en paz y el primero de noviembre de 1818, las fuerzas de Rómulo Figueroa dejaron San Jerónimo el Grande. A decir de Gómez Maganda “La rebelión, terminó después de cruentas operaciones. Acapulco vivió instantes de pánico y de heroicidad, con los ataques impetuosos del general Silvestre Castro”. 



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