miércoles, 27 de marzo de 2019

Lucio Cabañas Barrientos “Chío” I


Víctor Cardona Galindo
 El fundador del Partido de los Pobres, el guerrillero socialista más conocido de México, Lucio Cabañas Barrientos, nació el 15 de diciembre de 1936, en la comunidad serrana de El Porvenir. Sus padres fueron Rafaela Gervasio Barrientos y Cesáreo Cabañas Iturio, hijo del general zapatista Pablo Cabañas Macedo y de Aldegunda Iturio de la Cruz. Lucio debería apellidarse Cabañas Gervasio pero su abuela al registrarlo por error le puso Cabañas Barrientos. Desde muy chico sus familiares comenzaron a llamarle de cariño “Chío”, así lo conocía la gente de El Porvenir y de San Martín de las Flores. En la escuela normal éste nombre se deformó y comenzaron a llamarle “El Chivo” ese fue su sobrenombre de estudiante. Cuando regresó a su tierra ya como profesionista la gente lo conocía como “El maestro Lucio” o “El profesor”. Ahora después de muerto le nombran “Comandante”.
Lucio Cabañas en sus tiempos de
estudiante.

Fue el segundo hijo del matrimonio Cabañas Gervasio, la primera fue Facunda y el tercero Pablo. Cuando tenía tres años sus padres se separaron; él y sus hermanos quedaron al cuidado de su abuela Aldegunda y de sus tías Dominga y Marciana.
El matrimonio Cabañas Gervasio se conformó como se constituían la mayoría de los matrimonios de esa época. Es decir, previo robo de la mujer. La joven Rafaela vivía en El Porvenir donde también habitaba Cesáreo Cabañas quien cultivaba una huerta de café y tocaba el violín con el que amenizaba las fiestas de la población. En ese tiempo eran populares los bailes de guitarra y violín, en una de esas reuniones se conocieron.
Rafaela tenía 17 años cuando se la robó Cesáreo de una huerta de café. Él ya estaba casado con otra mujer y era un hombre mayor. La madre del guerrillero hablaría muchos años después en una entrevista de esa relación. “Era su novia antes y lo despedí porque tenía una muchacha en la casa, y después se metió caprichudo y me robó de una huerta de café… Me llevó de la huerta con compañeros, eran cuatro con él… Aunque gritara nadie me quitaba…Andaba yo con mi tía, era una viejita”.
Vivieron justos 10 años en una pequeña casa construida de adobe y tuvieron los tres hijos que ya mencioné. Lucio nació en una huerta de café conocida como El Venado en las orillas de El Porvenir y la partera fue Gregoria Loza, mamá de Francisco Fierro Loza quien en el futuro también sería guerrillero del Partido de Los Pobres.
Al separase los padres, al principio doña Rafaela se llevó a sus hijos pero al poco tiempo Cesáreo se los quitó y los puso bajo el cuidado de la abuela Aldegunda. “Lo abandoné porque se portó mal conmigo”, decía mucho después en su casa de San Martín de las Flores doña Rafaela Gervasio Barrientos, quien al hablar de su hijo “Chío” decía que de niño era muy chistoso, le gustaba jugar y cantar y desde muy chiquito ayudaba en las labores de “la corta del café.” Como niño era cariñoso, amable y nunca fue grosero.
El Porvenir es una pequeña comunidad anclada en la parte media de la sierra, hasta 1955 para llegar a ella había que transitar caminando a pie o montado en una bestia desde Atoyac. El camino se recorría en aproximadamente ocho horas. La infancia de Lucio como ya lo confirmó su madre transcurrió debajo de las matas de café y habría crecido como todos los niños de esa época, jugando con bolitas de lodo, haciendo sus juguetes con lo que se podía y comiendo limones dulces, frutillas y cajeles que se daban en abundancia entre esa exuberante selva. En un tiempo en que los niños desde los cuatro años ya tenían que trabajar, haciendo los mandados, llevando bastimento y cortando café en pequeñas tirinchas.
A los cinco años de su separación, Rafaela se volvió a casar, esta vez con Juan Serafín Martínez, quien se la llevó a vivir a San Martín de las Flores. De ese matrimonio nacieron los otros hermanos de Lucio: Alejandro, Bartola, Juana, Manuel y Conrado. Pero la tragedia cayó sobre la familia su padrastro fue asesinado por Natividad Paco, jefe de la Policía Montada, en los tiempos del gobernador Raúl Caballero Aburto. Por calumnias lo sacaron de su casa y lo asesinaron en La Trozadura en la carretera Atoyac-Y Griega, junto a su hermano.
Don Simón Hipólito Castro, quien fue el primero en escribir una semblanza del líder guerrillero en libro Guerrero, Amnistía y Represión, dice que conoció a Lucio Cabañas cuando todavía era un niño y bajaba de El Porvenir a Los Tres Pasos acompañando a su abuelita Aldegunda a realizar el trueque que en aquellos tiempos se acostumbraba en las comunidades de la sierra. “Ella elaboraba pan que le cambiábamos por maíz, arroz, frijol y camarones, ya que el ejido El Porvenir, donde él nació, es ciento por ciento cafetalero y la comunidad donde yo viví, mitad cafetalera y mitad milpera. A sus orillas hay un hermoso río donde abundaba el camarón, nuestro principal alimento”.
Al morir la abuela Aldegunda Iturio de la Cruz, Facunda, Lucio y Pablo Cabañas quedaron totalmente al cuidado de las hermanas de su padre Dominga y Marciana quienes se hicieron cargo de ellos. De su abuela Aldegunda recibió mucho amor y cariño, murió cuando Lucio tenía nueve años. El futuro líder guerrillero lloró su ausencia, de hecho es la única vez que Pablo Cabañas recuerda haber visto llorar a su hermano.
El periódico Reforma publicó un amplio reportaje del 29 de noviembre a 2 de diciembre del 2002, sobre la vida de Lucio Cabañas, en el cual levantó el testimonio de la familia, es ahí donde Pablo Cabañas Barrientos habla por primera vez de la infancia de su hermano y lo define como muy cantador y alegre. Habló de los juegos y de aquella infancia trágica y tortuosa que vivieron. Después hablaría de eso en una entrevista conmigo y el 15 de diciembre del 2011, dio una ponencia sobre el tema en la Coalición de Ejidos en Atoyac.
Publica Reforma que: “Los tres hermanos Cabañas Barrientos, nunca tuvieron juguetes, pero a pesar de la pobreza su infancia no fue triste porque recibieron muchos cuidados y cariño. El padre era noble y cariñoso y sólo en dos ocasiones recurrió a los golpes para castigar a los niños”, en un momento cuando Pablo y Lucio se peleaban después de los “cintillazos”  les dijo que entre ellos no quería pleitos y jamás se volvieron a pelear.
“Al no recibir juguetes en su infancia, Lucio desarrolló la creatividad, el ingenio, destreza y la observación. Cualidades necesarias para construir los carritos de madera y los papalotes, cuando niño y para resolver problemas de adulto en la guerrilla. Pese a la pobreza en que vivían, Lucio y Pablo disfrutaron su infancia. Nunca les regalaron juguetes --porque no había dinero la gente era muy pobre--, pero cuando pudieron comenzaron a construirlos ellos mismos”.
Dice Pablo Cabañas “No recuerdo que Lucio haya sido bueno para las canicas. A él le gustaban otras cosas. Era muy observador, le gustaba platicar con la gente grande, de experiencia, y desde chico se preocupaba por la gente. Cuando andábamos trabajando me decía ya mataron a fulano, o que zutano no tiene para comer. Esas eran sus pláticas”.
“El día que tuvimos un carrito, lo hicimos nosotros, con cajas de cerillos y corcholatas. También jugábamos papalote. Los fabricábamos con papel de china, hilo y varitas sacadas del hueso de palma de coco. Volaban muy bien”. Platicó  Pablo Cabañas al periódico Reforma el 29 de noviembre del 2002.
Los hermanos Cabañas vivieron en El Porvenir únicamente los primeros años de su vida. Después con su padre, sus tías y toda la familia, se mudaron al pueblo de Cayaco ubicado en la parte baja de Coyuca de Benítez en las orillas de la brecha de terracería que con el tiempo sería la carretera Acapulco-Zihuatanejo.
Pablo Cabañas recuerda que en 1945, cuando Facunda tenía 9, Lucio 7 y él 5 años, se vinieron de El Porvenir por un problema que tuvo su padre. Se bajaron por el camino de Las Trincheras al Llano de Ixtla, llegaron donde su tía Felipa Iturio de la Cruz hermana de su abuela Aldegunda. De ahí se fueron caminando rumbo al Cayaco, municipio de Coyuca de Benítez, donde Cesáreo Cabañas tenía una mujer que se llamaba María que se había traído de la Ciudad de México y donde ya cultivaba una huerta de coco que comenzaba a producir. En ese traslado al pasar por Zacualpan a Pablo lo andaba matando un carro, se descuidó porque no los conocía, para él y al parecer para sus hermanos era nuevo ver esos aparatos caminando.
Cuando Lucio tenía ocho años, Facunda, diez y Pablo, seis, ingresaron a la primaria después de que toda la familia se mudó al pueblo de El Cayaco, municipio de Coyuca de Benítez. No habían ido a la escuela porque en El Porvenir no había. Los llevó Marciana Iturio, los tres entraron a primer año. En esa escuela, Facunda y Pablo estudiaron hasta segundo año y Lucio hasta tercero.
Combinando el estudio con el trabajo del campo, Chío estudió hasta tercero de primaria porque la escuela del Cayaco no tenía más grados, fue entonces cuando los hermanos Cabañas se dedicaron de lleno al trabajo del campo, donde se la pasaban cantando, “ustedes son los que alegran los caminos” les decían los campesinos al verlos pasar.
Su padre tenía la intensión de que sus hijos se fueran con el abuelo Pablo a vivir a la colonia Río Blanco en la ciudad de México para que tuvieran una mejor educación. En eso asesinaron a Leonardo Cabañas cuando lo estaban enterrando llegó el telegrama a su padre que había muerto el abuelo en la ciudad de México y al año mataron a don Cesáreo cuando Lucio tenía 12 años. Cesáreo Cabañas fue asesinado en San Jerónimo de Juárez, el día 8 de marzo de 1950, con él desapareció la figura paterna. Dice el Reforma que: “Eso obligó a madurar rápidamente a los niños en el duro trabajo de ganarse el pan; alejando las esperanzas de estudiar para enfrentarse a problemas propios de los adultos”. Lucio y Pablo se alquilaban como peones por dos pesos con cincuenta centavos o cinco pesos diarios, trabajando de diez a 12 horas sembrando maíz, criando animales, chaponando, cortando leña o cargando pesados costales. Después consiguieron un trabajo a destajo, mejor pagado, partiendo y sacando coco, era los tiempos de la bonanza de la copra, era un trabajo agotador pero se ganaba un poquito más.
Dice Pablo Cabañas Barrientos que en Cayaco no tenían para comer, les echaban de bastimento dos tortillas, la mitad de un limón agrio y un puñito de sal, con eso tenían para trabajar todo el día en la milpa. Sufrieron hambre porque quien los mantenía era su tía que trabajaba en la milpa como si fuera el capitán de los peones, que eran ellos, y cruzaba por delante como si fuera hombre.
Lucio desde pequeñito platicaba con los viejos, visitaba a la gente por eso todo el pueblo de Cayaco lo quiso. “Siempre estuvo metido en la vida de los demás”, recuerda Pablo Cabañas. “Siempre se la pasaba cantando, iba a la escuela y regresaba cantando, siempre andaba cantando hasta en las milpas” por eso la gente lo recuerda cantando. Ya de grande Lucio le platicaría a su amigo Dagoberto Ríos Armenta que de niño tenía mucha devoción y que sentía que Dios siempre estaba con él cuidándolo. Quizá eso explique su alegría permanente.
Un día Lucio vendió un anillo que le habían obsequiado y  se puso de acuerdo con el señor Juvencio Leyva que tenía dos hijos en el internado 21 de Tixtla y “agarró un cartón y se fue a acompañar a Bencho para conocer Tixtla, ya no se regresó allá se quedó se metió a la escuela Vicente Guerrero… Cuando se fue a Tixtla tenía 17 años ya era un bailador y tenía novias”.
Cuando se fue se dio un pleito en la casa porque la familia decía que él que se iba a estudiar era para agarrar vicios, otros decían que Lucio se había ido a preparar para vengar a su padre. Ya en la escuela Vicente Guerrero de Tixtla estudió cuarto año y consiguió una boleta de quinto año y se fue a sexto año en la normal donde salió becado. Lucio terminó la primaria a los 18 años. Pablo Cabañas dice que primero se subieron la edad para hacer el servicio militar, después se la quitaron para poder entrar a la normal, porque no aceptaban mayores de 18 años. Por eso hay la duda sobre su nacimiento, si nació en 1936 o 1938. Por eso Pablo verifica; Lucio nació en 1937.



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