Víctor
Cardona Galindo
El cronista Luis Hernández
Lluch escribió en la Monografía de San
Jerónimo que a El Cirgüelo los
sanjeronimeños lo sienten suyo “porque sus grandes hazañas epopéyicas las
realizó en este pueblo, la noche del 30 de abril de 1918 contra las fuerzas de
Fortunato Maycotte y Rómulo Figueroa”.
Silvestre Castro García en traje de gala. Foto: Sara Castrejón. |
De ese combate dice Alejandro Gómez
Maganda “La colisión, fue como puede suponerse: rabiosos choques exaltados por
los gritos enardecidos del noroeste y el sur. La Costa Grande que siguió al
‘Ciruelo’, crepitó como una hoguera de pesadilla y los costeños, amarrándose el
cotón a la recia cintura y arremangándose los burdos calzoncillos, para que su
piel morena se confundiera con las sombras de la noche… Caían como un ciclón
sobre las loberas yaquis”.
Como ya mencioné, en la parte anterior, el
combate duró toda la madrugada y el ataque de los encuerados quedó en la
memoria de los costeños. Al
amanecer del primero de mayo las tropas del gobierno emprendieron la retirada
por el camino de Las Tunas y luego por la playa, continuaron su marcha rumbo a
Acapulco por la franja de tierra que está entre el mar y la laguna,
pero en el camino la gente de El Cirgüelo
los iba hostigando,
al pasar por Hacienda de Cabañas los rebeldes dieron muerte al coronel Asiano
Marín, quien había peleado a lado de Julián Blanco (en
Atoyac ya se la tenían sentenciada). En esa escaramuza murió también un mariscalista que había
disparado sobre el llamado Lagarto de la laguna.
Los
verdes fueron a pedir refuerzo al puerto de Acapulco y después de incursionar por la
Costa Chica vinieron de nuevo, eran más y venía con ellos
Fortunato Maycotte. Otra vez llegaron a San Jerónimo el Grande, el 31 de mayo se posesionaron nuevamente
de esa población, esta vez sin encontrar resistencia. Ese mismo día como a las
tres de la tarde fueron atacados por más de 100 subversivos atoyaquenses, que
fueron recibidos con un nutrido tiroteo, en esa incursión murió Agustín Radilla
que encabezaba a los atacantes y su gente no pudo rescatar el
cuerpo.
“El
6 de junio –aporta Rene García-- el Gral. Figueroa enfiló sus fuerzas hacia la
costa por el camino de la playa para tomar Atoyac enfrentándose cerca de Los Arenales
contra los rebeldes jefaturados por Pablo Vargas quien tras unas escaramuzas
prefirió guarecerse en la sierra, mientras El
Cirgüelo escoltaba al gobernador Adams a Tecpan poniéndolo a buen
resguardo”
Un
lluvioso 11 de junio, en la madrugada, se movieron los contingentes del general
Rómulo Figueroa hacía el Ticuí, en donde al llegar a las primeras casas se trabó
un tiroteo con los rebeldes que estaban en la Fábrica de Hilados y Tejidos que luego
fueron reforzados por tropa mariscalista procedente de Atoyac. El combate duró
más de tres horas, los federales lograron llegar hasta el río; sin embargo la
defensa estuvo tan bien organizada que después de esto las huestes de Figueroa
regresaron a San Jerónimo sin poder tomar la ciudad de Atoyac.
Por
la noche, del 12 de junio, salieron los figueroístas de San Jerónimo atravesaron
el río crecido para atacar al amanecer a los mariscalistas apostados en Atoyac.
Los federales recibieron la orden de llevar el sombrero sobre la espalda con el
barbiquejo amarrado al cuello y la manga del brazo izquierdo arremangada hasta
el codo, esto para evitar confusiones. Y al amanecer del 13 de junio las tropas
de Rómulo Figueroa llegaron por el rumbo de La Pindecua cayendo por sorpresa. Los
mariscalistas resistieron en las lomas del pueblo, se defendieron con unos
cañones que fabricó un francés llamado León Obé, pero los federales tenían
mejor artillería que ellos y los desalojaron de los cerros, en donde dejaron
abandonados los cañones de León Obé.
Wilfrido Fierro
comenta que las fuerzas mariscalistas salieron derrotadas en “en el Cerro
Pedregoso que se encontraba al lado norte de la población, donde les avanzaron
dos cañones siendo esta la razón para que la posteridad bautizara este lugar
por El Cerrito del Cañón”.
Después de atacar la
ciudad, cuando el grueso de los mariscalistas se subió a la sierra, Figueroa y
su gente se fueron rumbo a San Jerónimo y en el camino fueron hostigados
duramente por pequeñas guerrillas de la gente de El Cirgüelo.
Un
mes después las fuerzas de Figueroa cayeron, el 12 julio, en una emboscada
preparada por El
Cirgüelo, cuando
caminaban rumbo al El Ticuí. Este combate que duró tres horas fue ganado por
los rebeldes. El gobierno sufrió numerosas bajas. Mientras los figueroístas
tomaron dos prisioneros que fueron ejecutados en el acto.
El Universal publicaba en su edición del 13 de julio de
1918: “En el estado de Guerrero quedó exterminado el mariscalismo” y decía que
los cabecillas principales Arnulfo Radilla y Silvestre Castro (a) El Ciruelo, se internaron por el
distrito de Montes de Oca (La Unión) rumbo a Michoacán, “seguidos de 30 hombres
solamente, único contingente rebelde que pudo escapar de la persecución de las
tropas nacionales”.
En
la nota el general Juan José Ríos encargado del Despacho de Guerra y Marina
explicaba que ya se habían rendido ante Maycotte más de 600 hombres. El primero
en deponer las armas fue el coronel Florencio Maya que se pasó al bando del
gobierno para perseguir a los mariscalistas.
Pero
ese mismo día, en que se publicaba la nota, las tropas leales a Silvestre
Castro se enfrentaron a las fuerzas de Maycotte y Figueroa en el paraje
denominado como La Cumbre. En este combate fue destacada la participación de
muchos zapatistas que vinieron del centro para apoyar a los mariscalistas. Ese
13 de julio a
la 8 de la mañana la tropa de Figueroa avanzó rumbo a La Cumbre, pero los rebeldes se organizaron para hacerles
frente. El Cirgüelo se hizo cargo de
la estrategia militar y distribuyó a su gente por todo el cerro. La Cumbre
quedó protegida por él mismo, sosteniendo una lucha tremenda y encarnizada;
Figueroa retrocedió y como experto militar buscó un punto vulnerable y logró
abrirse paso por El Plan del Guayabal para seguir por el camino de El Rincón y
así atacar a El Cirgüelo por su
retaguardia. Un aviso oportuno hizo que Castro abandonara el lugar y se fue
rumbo al poblado de Agua Fría, evitando así caer en el cerco que le tendió Figueroa.
“El traqueteo del combate duró todo el día, y al oscurecer, Figueroa tuvo que
dar retirada, dejando en el campo de batalla numerosas bajas y armamentos,
logrando sacar algunos heridos con destino a San Jerónimo en donde estaba su
cuartel general”, escribió Wilfrido Fierro.
Una vez más el
18 de julio Figueroa subió a la sierra y en el arroyo de Horqueta y en La
cuesta de la Polvadera cerca de El
Rincón de la Parotas en un sangriento combate Arnulfo Radilla lo derrotó.
Al
no poder desalojar a los conjurados atoyaquenses de la sierra, Figueroa buscó
plazas más vulnerables y el 20 de julio atacó la ciudad de Tecpan donde sus
hombres combatieron con fiereza logrando que los rebeldes abandonaran la plaza
y se retiraran con rumbo a los cerros. El 21 los federales atacaron San Luis la
Loma desalojaron a los sublevados y llegaron el 24 a Zihuatanejo. El 26 se
rindió en Petatlán el teniente coronel Adolfo Lara con 80 rebeldes. El 28 se
dio otro tiroteo en San Luis la Loma.
Después de eso se hizo una dispersión de la gente y
se cometieron muchos actos de pillaje, por eso el 30 de julio de 1918,
Silvestre Castro se acogió a la amnistía que el gobierno federal ofrecía y se
presentó en el puerto de Acapulco ante el general Fortunato Maycotte. El
corrido narra la historia:
“De ver que andaban robando/todos sus
jefes perdidos/dijo El
Cirgüelo indultarme/yo no quiero ser bandido…Aquí le entrego a mi gente/con toda su caballada/si
usted gusta fusilarme/soy hombre no digo nada”.
“Entonces dice Maycotte/viva la Costa de
Guerrero/que tiene valientes hombres/que quiero para compañeros…Entonces
dice El Cirgüelo/eso si que no hallo bueno/mejor prefiero la muerte/que tirarle
a mis terrenos… Entonces dice Maycotte/que se haga lo que usted quiera/le voy a
dar la embarcación/y se va para otras tierras… Entonces dice El Cirgüelo/de mi
tierra me separo/voy en busca de un amigo/que es el general Amaro”
Al indultarse ante Maycotte en
1918, éste lo quería incorporar a su fuerza, como había sucedido con Florencio Maya
pero él prefirió tomar una embarcación para irse en busca de su amigo el
general Joaquín Amaro a quien en un momento de la historia le había salvado la
vida. El cronista René
García Galena señala que: “El 31 de julio –habrá que decirlo- en condiciones no
muy honrosas aceptó trasladarse a vivir al estado de Durango con el grado de
teniente coronel, decayendo sensiblemente con sus ausencia la rebelión
mariscalista…No permaneció más de dos semanas en el Norte porque el 21 de
agosto de paso por la Ciudad de México ya está solicitando al Ministerio de
Guerra que se le extendiera un salvoconducto para trasladarse al estado de
Guerrero –a Teloloapan- para dedicarse a las labores del campo… Parece ser que
la Secretaría de Guerra prefirió retenerlo disponiendo que a partir del primero
de septiembre causara alta en el ejército percibiendo el haber correspondiente
a los militares de su grado. Al no presentarse en el Ministerio para las
anotaciones correspondientes se ordenó su baja por deserción el primero de
octubre del mismo año”.
“Ya El Cirgüelo se indultó/a Maycotte
le pidió indulto/llegó con valor sobrado/a ese puerto de Acapulco…El Cirgüelo ya se va/que triste
queda su gente/se separa del estado/un hombre de los valientes…Cirgüelo subió a la escala/para
el puerto un desconsuelo/hasta los niños decían/adiós valiente Cirgüelo”.
Mientras
tanto en la Costa Grande los acontecimientos armados siguieron su marcha y el 9
de agosto de 1918, cuando el general Rómulo Figueroa regresaba de una boda en
El Ticuí a San Jerónimo fue emboscado. Pero en lugar de matar a Figueroa
perdieron la vida dos familias, entre niños y mujeres, que fueron confundidos
con la tropa federal, por los insurrectos.
El
11 de agosto el Gobernador Interino Julio Adams se rindió ante las fuerzas
federales, de esa manera el movimiento mariscalista vino a quedarse sin su
cabeza política y sin Silvestre Castro su militar más destacado.
Para
ponerle fin a la insurrección Rómulo Figueroa inició, el 20 de septiembre de
1918, una incursión a la sierra, con la intención de llegar a Los Valles. Atacó
primero El Rincón de las Parotas de donde desalojó a Pablo Vargas utilizando
artillería pesada y luego mandó a quemar la pequeña población.
Los
figueroístas atacaron San Andrés de la Cruz, el 29 de septiembre de 1918, donde
los sublevados resistieron protegidos por la zona rocosa y la maleza, en un
combate de hora y media hasta que fueron desalojados de sus posiciones por la
artillería pesada de los federales. Este combate se dice que lo ganaron los
rebeldes porque no dejaron huellas de bajas, pero después de eso finalmente llegaron
los Figueroístas a Los Valles, donde fue el punto de reunión con otros grupos
de federales que entraron por Tecpan y por Coyuca.
Mi
abuela Victorina Romero era casi una niña cuando todos los del pueblo se
remontaron más arriba de la sierra. No había que comer, los niños bebían en la
mamila sólo panocha (piloncillo) disuelta en agua, por eso muchos murieron de
desnutrición. Casi todos los habitantes de la sierra tuvieron que refugiarse en
lo más recóndito de la selva, pasaban las lluvias debajo de casitas que hacían
de hojas de pito. Los habitantes de los pueblitos tenían que cuidarse de los
verdes pero también de los zapatistas que raptaban a las mujeres, se las
llevaban en los caballos jalándolas de los cabellos.
Por eso andaban en los montes, en los
riscos, donde no subían los caballos y cuando venía la tropa y los encontraban
en los pueblos escondían a las jovencitas en grandes ollas de barro o dentro de
los hornos, ahí estaban asándose mientras se iban los facinerosos. Porque
andaban todos robando, por eso se indultó El
Cirgüelo, porque él no era bandido y mejor se fue a entregar al gobierno
con su gente.
Arnulfo Radilla Mariscal fue aprehendido el 27 de
octubre en San Andrés de la Cruz. Con eso se terminó prácticamente el
movimiento que amenazaba al carrancismo en el estado de Guerrero, la zona quedó en paz y el primero
de noviembre de 1818, las fuerzas de Rómulo Figueroa dejaron San Jerónimo el
Grande. A decir de Gómez Maganda “La rebelión, terminó después de cruentas
operaciones. Acapulco vivió instantes de pánico y de heroicidad, con los
ataques impetuosos del general Silvestre Castro”.