Víctor
Cardona Galindo
A la colonia Sonora la bautizaron
así porque ahí habitaban los Benítez, ellos tenían un tambor con el que llamaban
a torear el Cortés. Los tonos se escuchaban a lo lejos y resonaban en los
cerros. Ahí también vivía don Aurelio Castro el primer cohetero de Atoyac y
gran apasionado de la danza. Ahora el tambor ya no se escucha en la Sonora pero
sigue llamando a combate y muchos siguen el sonido para sacarle una vuelta al
Cortés.
La danza del Cortés encabezando una marcha del PRD. Foto: Víctor Cardona Galindo, |
La danza
del Cortés se baila en nuestras comunidades, principalmente en El Rincón de las
Parotas, El Ticuí y en San Juan de las Flores. Es representativa de nuestro
aguerrido Atoyac. Cada Año Nuevo, habitantes de la colonia Juan Álvarez salen a
danzar por las principales calles de la ciudad.
Los
cronistas de Atoyac, historiadores y estudiosos de nuestro municipio coinciden
en que esta danza es una parodia de la conquista. El danzante principal representa
al español con su caballo, y el toreador –que solamente se defiende– representa
al indígena que no se decidía a combatir al invasor por creerlo un Dios. En
algunas comunidades los toreadores danzan recitando versos “¡Eh! caballero
Cortés/boquita colorada/quiero sacarte una vuelta/allá por la madrugada/e irle
a dar serenata/a la que es mi prenda amada.”
Sobre los
antecedentes de esta danza se sabe que los españoles tenían un campo de
entrenamiento en las cercanías de Acapulco en donde armó un astillero Hernán
Cortés, quien era el Marqués del Valle de Oaxaca, por eso al lugar ahora se le
conoce como Puerto Marqués. Los nativos de Acapulco observaban como entrenaban
los soldados españoles, y para burlarse de los invasores inventaron esta danza en
la que simulaban el combate y el movimiento del caballo.
Otra
versión es que un recluta de los españoles al no aguantar los agotadores entrenamientos,
a los que era sometido en Puerto Marqués, mató a su entrenador y escapó. Al
andar perdido en el monte enloqueció y al poco tiempo se presentó en el puerto
danzando en forma chusca diciendo “La culpa de todo la tuvo el Cortés”.
Andrea
Radilla Martínez considera que en la danza del Cortés se escenifica el impacto
del caballo en la mentalidad de los habitantes originarios del México antiguo,
quienes pensaban que caballo y jinete eran una sola criatura. La misma autora
nos informa que antes se bailaba frente a la casa de los principales,
para recordar la existencia de sometidos, de excluidos. Aquellos debían de
pagar una cuota económica o en especie durante las fiestas navideñas y de Semana
Santa. “En la danza del Cortés se ve el miedo a lo invencible, llámense seres
superiores, dioses, o poderosos. Muestra la mezcla de lo indígena, lo africano
y lo español. La vestimenta consta de cotón y calzón cruzado de manta, hasta
1963, se hacía con manta elaborada en la fábrica de hilados y tejidos del
Ticuí. La máscara con rasgos españoles que esconde la cara del mestizo
escenificando al conquistador. El tambor de origen africano, los cascabeles y
campanitas que suenan al bailar y provocan añoranzas españolas” Concluye
Radilla.
Uno de
nuestros cronistas Eduardo Parra Castro escribió: “El Cortés tomó carta de
naturalización en esta ciudad y ha contribuido al aprendizaje de la defensa
personal con el machete costeño”. Don Rosalío Flores Téllez nacido el 30 de
agosto de 1895, soldado del Cirgüelo (sobreviviente de la revolución) le
comentó que “el origen de esta danza se remonta a la época de la conquista de
la Nueva España, es una parodia de la batalla entre españoles y aztecas”.
No hay un
número determinado de integrantes, algunos grupos bailan con seis danzantes,
otros con 12, sólo el Cortés y el tamborero son indispensables, porque los
toreadores varían, según tengan el gusto de participar. Incluso es común que
alguno de los toreadores ceda su gabán y la cuchilla a alguien del público que
quiera “sacarle la vuelta” al Cortés.
Feliciano
Vázquez Alvarado escribió un manual para bailar la danza de acuerdo a la
experiencia que vivió en San Juan de las Flores y nos explica: “Se le llama
Cortés, a un personaje que representa a don Hernán Cortés y va montado en un
caballo con un manto blanco en el anca cubriendo la parte trasera”. Al
personaje se le representa con una máscara cuyo aspecto debe de ser de lo más
grotesco y horroroso posible, para que cause pánico o miedo a sus espectadores;
de bigotes grandes y barbas largas de color negro y espesas, con el rostro
arrugado. Lleva consigo una cuchilla de madera simulando una espada con la que
atacará a sus enemigos. Otro elemento es el aro que está hecho de un material
llamado bejuco de cortés y va sujeto al danzante por unos tirantes de mecates.
El aro termina en una punta que tiene cabeza de caballo y se le llama yegua,
la parte trasera se cubre con una sábana blanca y se adorna con un pañuelo
rojo. Por dentro lleva una campanita que suena al danzar.
El Cortés
lleva el ritmo de la danza, conforme le van dando el compás con un tambor,
mientras más se agilice el ritmo del tambor así mismo será el movimiento del
danzante principal. El Cortés tiene la facultad de atacar y golpear, pero no
debe ser atacado por los toreadores, ellos sólo se defienden. Tanto quien
personifique al Cortés, como los toreadores, tienen que ser personas alegres
para que el juego sea divertido.
Dice
Vázquez Alvarado que a la persona que toca el tambor se le llama cajero,
es quien anima y pone el ambiente entre los toreadores y el público, por eso
debe conocer los cinco tonos de los
toques, que van marcando las distintas etapas de la danza, los cuales se
describen a continuación.
El toque de
traslado: es un toque lento y de un tiempo, es para llamar
a los participantes y a los espectadores.
El toque de
inicio es cuando ya el Cortés va haciendo su arribo a
donde va a ejecutarse la danza. Cuando se da este toque ya los toreadores deben
de estar dando gritos de alegría animando el juego. Cuando el Cortés va
entrando baila graciosamente al ritmo del tambor, el público o los toreadores
pueden gritar “¡calienta al cajero!” y el Cortés bailando se le acerca al
cajero simulando que le va a pegar, provocando que este acelere el compás del
tambor, cambiando a dos o tres tiempos y el Cortés se pasa al centro, rodeado
por los toreadores y el mismo cajero.
El toque
del tambor se modifica de inmediato acelerándose poco a poco el ritmo hasta
cerrarlo los más tupido posible. Esto provoca que el Cortés luzca su estilo de
bailar. Los toreadores gritan entonando versos… Hay que me gusta el gusto/y
más que me está gustando/y por darle gusto al gusto/sin gusto me estoy
quedando.
¡Hay
que me suda el anca/y más que me aprieta el cincho/habiendo tantas potrancas/nomás
por una relincho! Cortesito calabacero/de
la boca colorada/querido de las muchachas/y aborrecido por la viejas arrugadas.
¡Hay
caballero Cortés, /emperador de Cupido, /por una mujer que amo/tengo el gusto
perdido!
Algunos
de los versos usados en este evento son, a juicio de los participantes, de
provocación al Cortés. El cajero controla el ritmo y lo va acelerando poco a
poco para darle al Cortés todo el lujo de la gracia o emoción necesaria a sus movimientos
rítmicos y así dura unos minutos con el fin de que el público aprecie y goce de
una gran alegría y admiración.
El toque de
las cuchillas: este cambio de toque se realiza cuando los
toreadores se juntan en parejas, al tiempo que van girando en redondel, entrecruzando
las cuchillas en forma de tijeras y sonándolas al ritmo del tambor.
El Cortés
en este momento brinca a la primera pareja y se une a sonar o tocar también las
cuchillas, enseguida pasa a la siguiente pareja haciendo lo mismo, así
sucesivamente hasta recorrer las parejas de toreadores, terminando este tipo de
toques.
El toque de
guerra: este es el toque que se realiza al terminar de
sonar la cuchillas, donde el Cortés, al oír el fuerte y misterioso sonido del
tambor, con su propia cuchilla pinta una línea curva en el suelo, en forma de
media luna, dando a entender que ¡nadie! deberá entrar o pasar hacia adentro
del área marcada y quien así lo hiciere tendrá que enfrentar al Cortés que
bailando al ritmo del tambor y en forma burlona se prepara para atacar; el
cajero por su
parte
mantiene el ritmo del tambor acelerado y de manera misteriosa, entonces el
Cortés voltea a ver hacia el público y mímicamente pregunta si ya puede iniciar
con el primer ataque y si el público contesta afirmativamente, invita al primer
toreador a que lo ataque, y cuando pasa el primero, ambos empuñan sus cuchillas,
el Cortés para pegarle y el toreador para defenderse. Cuando el Cortés busca
donde asestar el golpe con la parte plana de su cuchilla, el toreador levanta el
gabán o zarape girando en diversas direcciones y con la cuchilla hacia adelante
se protege del golpe, sin golpear al Cortés, si logra esquivarlo que bueno,
pero si no, recibe un sonoro golpe, que el público festeja.
Así
sucesivamente le toca el turno a uno y otro hasta que pasan todos. Se repite la
acción las veces necesarias con el fin de dar un tiempo de regular al juego.
Nadie se salva de un golpe del Cortés. Son muy pocos los virtuosos a los que
nunca les golpea, porque saben evitarlo con mucha habilidad, lo cual es conocido
con el término local de “quitarse los golpes”.
El Cortés
cada vez que ataca se pone a bailar, dura un buen rato atacando y bailando, el
toque del tambor continúa de manera animada. Según la intensidad de la pelea,
así mismo va el ritmo del tambor.
Enseguida,
según la costumbre, el dueño de la casa donde se bailó obsequia una ofrenda al
Cortés, puede ser tequila, frutas, una cajetilla de cigarros o cualquier otro
objeto; el Cortés la recibe dando muestras de alegría o agradecimiento por el
obsequio, se lo enseña al público, así como a los toreadores, pero sin dejar de
bailar, es entonces cuando los toreadores lo amenazan con quitarle el regalo,
el público participa gritando ¡vuélvete loco Cortés! y él, furioso por los silbidos,
gritos y reclamos obedece al público y en ese momento sale de la pista
desesperado, sorprendiendo al público recorriendo el exterior, la gente se dispersa
sin saber hacia dónde correr a esconderse, enseguida el Cortés regresa a la
pista a seguir la danza, los toreadores vuelven a participar un poco más en el
evento; tratan de quitarle la ofrenda sin que este lo permita, ellos luchan por
lograrlo hasta dominarlo, una vez que le quitan el obsequio lo torean un poco más
para terminar con el juego.
El toque
final, se realiza al terminar el evento, dando tres
toques seguidos en dos repeticiones y otros cuatro toques continuos al final.
Concluyendo así el programa.
La danza
del Cortés se baila el 12 de diciembre, en Navidad y en Año Nuevo. Además se
baila por gusto, a veces hasta en un cumpleaños. También ha sido común que la
danza del Cortés encabece los cierres de campaña de cualquier partido. Al fin y
al cabo hay danzantes para todas las
expresiones políticas.
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