Víctor Cardona Galindo
Las décadas de los cuarenta y cincuenta fue la
época de oro del municipio de Atoyac. Los cafetaleros prendían su cigarro con
un billete y viajaban en avionetas. Fue cuando se construyeron las grandes
fortunas de algunas familias originarias de aquí. En ese tiempo muchos
extranjeros vinieron en busca de riquezas, había españoles, árabes, alemanes,
libaneses, chinos y sirios viviendo en esta tierra de oportunidades.
Don Luis Bello, un ex trabajador de la compañía minera Los Tres Brazos. Foto: Víctor Cardona Galindo. |
Los extranjeros en Atoyac se reunían en la farmacia “Germana”.
En la casa de Manuel Radilla Mauleón y Sofía Ludwig Reynada improvisaban sus
tertulias. La vivienda de los Radilla Ludwig era muy concurrida, era farmacia,
restaurante y funeraria, ahí llegaron los primeros camiones de la Flecha Roja y
la Estrella de Oro allá por 1953.
El árabe Gabriel Salum tenía una bonetería, de él descienden
los dueños de la tienda café Wadi de Acapulco. Marcos Senado era sirio.
Ferreira era un español que siempre andaba de pantalón negro y camisa caqui. Francisco
Baumgartner y Luis Bremen, eran alemanes y se dedicaban a la agricultura.
También vivían en ese tiempo los árabes Gabriel y
Regina Zahar, a quienes don Simón Hipólito considera como los
primeros comerciantes en la rama del café, seguidos por los chinos Lorenzo Lugo
y su esposa. El matrimonio de árabes
vendía chaquetas de mezclilla además de comprar café.
El centro de la ciudad estaba lleno de negocios
importantes destacaban: la farmacia “Centro” de don Chano Luna, la farmacia “Cruz Roja” de Carmelo García, la “Guadalupana”
de Silvestre Hernández y la “Del Perpetuo Socorro” de Yolanda Ludwig.
Era importante el restaurante “Germano” donde estaba
colgado un cuadro de Porfirio Díaz, frente a él comió Juan de la Cabada cuando
vino a dar una conferencia. José Navarrete Nogueda
construyó el primer edificio de dos pisos para su tienda comercial “La
Competidora” en 1950 y ese año visitó la ciudad Miguel Alemán Valdés, segundo presidente
de la república que venía por estos lares. En su tiempo vino Lázaro Cárdenas
del Río.
En ese contexto de prosperidad se explotó al norte
de la ciudad, cerca de donde está la presa derivadora “Juan Álvarez”, una mina
llamada “Los Tres Brazos” cuyos vestigios van siendo borrados por el tiempo. De
esa mina se extraía tungsteno un mineral que se usaba para hacer los filamentos
de lámparas.
Se
sabía que en la sierra había yacimientos importantes minerales que hacían muy
rica la región. Se habla de que a
principios del siglo pasado el químico alemán originario de Hamburgo, Herman Wolff Ludwig explotó una mina de oro en Los
Tres Pasos y muchos más lejos cerca del Filo Mayor están Las Fundiciones donde
hay vestigios de que en ese lugar se explotó un mineral parecido al hierro,
aunque no se tengan antecedentes de quien lo hizo.
Una vista de la calle principal de Atoyac a mediados del siglo pasado. Foto: Cortesía de Omar Eugenio. |
En el caso de La mina
“Los Tres Brazos” fue explotada por capital español aunque tenía socios mexicanos,
como la familia Larequi Radilla de Acapulco. Cerró en 1958 porque los
inversionistas no quisieron dar prestaciones de ley a los trabajadores y al primer
indicio de inconformidad se llevaron la maquinaria a la ciudad de México, poco
a poco. “Lo que les costó más trabajo fue el compresor porque era lo más
pesado” dicen testigos.
La historia comenzó el 10 de febrero de 1943 cuando
se instaló la maquinaria bajo la dirección del
ingeniero José Suárez Fernández. Se le denominó Compañía Minera “Los
Tres Brazos” porque así se le llamaba al paraje donde se ubicó, recordemos los
tres brazos del río y el Arroyo los Tres Brazos que está arriba de la colonia
El Chico.
Su gerente fue el hispano José Garmendia y hubo
trabajadores de distintas partes del país, pero principalmente de los pueblos
cercanos como El Ticuí y Corral Falso. Fueron mineros Norberto Quintero Meza, Luis
Bello, José Castro Navarrete y Alberto Bello Hernández, quienes compartieron
sus testimonios con nosotros.
En el tiempo que el español Miguel José Garmendia
explotaba la mina “Los Tres Brazos”, la Fábrica de Hilados y Tejidos “Progreso
del Sur Ticuí” era trabajada por el también ibérico Antonio Esparza. Al decaer
la mina el terreno donde se localizaba pasó a ser propiedad de Miguel de León
Loranca, quien se lo vendió a Sergio Tabares; éste a Antonio Rosas y Toño Rosas
al Ejército, por lo que el predio donde estaba la mina ahora es propiedad de la
27 zona militar.
Norberto Quintero Meza recuerda que la mina era un
túnel recto, con tres ramales. Las tolvas estaban al pie del río y prendían con
diesel los calderos.
Luis Bello trabajó en la mina en el año 1957, en el
primer turno, secando los metales. Su jefe era el ingeniero Ricardo Cero Cero,
nos platicó que la piedra de tungsteno salía del túnel por una vía de tren; la
vaciaban al molino que la quebraba hasta hacerla polvo y luego se iba por una
“canoíta” que funcionaba a base de aire, diesel y agua. Una vez quemado el hierro
y el cobre, sólo quedaba el tungsteno. Sacaban 110 kilos por turno, era muy
pesado, “una lata de 20 kilos no la podían levantar”.
“Convenía trabajar en la mina, porque cuando en la fábrica
de hilados les pagaban a los obreros siete pesos al día, en la mina les daban a
los mineros ocho pesos y además les proveían de una comida”.
Don Luis entraba a las cinco de la mañana y salía a
la una de la tarde. Salía de su casa a las cuatro de la mañana y cuando iba
llegando a la mina se veían las luces de las linternas de los trabajadores del
tercer turno que salían del pozo. A las
9 de la mañana pitaba el silbato para almorzar, doña Daría Pinzón los atendía
muy bien en su fonda.
Había dos comedores uno de obreros y otro de los empleados
del más alto rango. Feliciana Flores Navarrete era la encargada del comedor de
los empleados y las encargadas del comedor de los obreros eran: Daría Pinzón,
Isabel y Tayde Hernández.
José Castro Navarrete contaba con 21 años de edad
cuando entró a trabajar, fue almacenista, tenía bajo su responsabilidad los
fierros, las pistolas, la pólvora, los barrenos; los víveres como: papas,
cebollas y huevos.
José llevaba la contabilidad de los obreros para
pasar la lista a don Antonio Ramos que era el pagador. Cuando se iba Garmendia
quedaba al frente de la industria el ingeniero minero Joaquín Bernal. Eran como
100 trabajadores en tres turnos, vinieron muchos de fuera había de Guadalajara
y Puebla. Eran como 32 empleados por turno.
El tungsteno apestaba como pólvora. Después de
quemarlo quedaba una cosa como el cemento, volátil, por eso Jesús Ramos de
Corral Falso se infectó de los pulmones. El producto lo transportaban hasta el
puerto de Acapulco, llevaban al Malecón 12 botes cada 3 meses, donde se
embarcaba “el polvito” y se lo llevaban hasta Inglaterra.
A los trabajadores les pagaban según la producción.
A los del pozo les pagaban el metro a un peso con 20 centavos, en un día se
hacían hasta 25 metros; cada minero por turno cobraría alrededor de 30 pesos a
la semana. En el pozo había 16 mineros, más lo sacadores. Casi todos trabajaban
dos turnos, los perforistas se echaban un turno a las cuatro de la tarde y otro
como a la una o dos de la mañana.
Cuando detonaban la dinamita dentro del túnel se
cimbraba el cerro, el mineral lo sacaban con malacates. Los carros salían de la
mina por rieles y descargaban en la tolva y de la tolva el mineral iba al
molino. El molino hacía polvo la piedra que venía por manguera a las mesas
donde salía el polvo blanco que pasaba a las secadoras y de ahí se envasaba.
La mina paró sus labores en 1958 porque Luis y
Genaro Ávila Juárez querían formar un sindicato. Por eso el español José
Garmendia se llevó la maquinaria y cerró. Aunque la versión de don José Castro
es que la mina cerró por falta de mercado. Como 15 años después volvieron hacer
limpieza pero no se concretó su reapertura.
Por su parte Alberto
Bello Hernández tenía 25 años cuando entró a trabajar a la mina en
1956. Trabajó como peón dos semanas, después fue almacenista. Entró como peón
perforista pero lo sacaron “aguado” del túnel, le hizo daño estar dentro. Un
día faltó el almacenista porque bebía mucho y Antonio Ramos se fijó en él y le
preguntó si sabía leer y escribir, contestó que sí, por eso lo pusieron a cargo
de toda la herramienta. “Molían con agua y en cantidades mínimas extraían plata
y oro. En ese tiempo estaba muy solicitado el tungsteno, por la Segunda Guerra
Mundial”.
Don Alberto dice que el administrador Antonio Ramos
traía una camioneta para transportar a los que salían lesionados en la mina,
pero alguien aconsejaba a los trabajadores para pedir sus derechos. Por eso un señor
de apellido Ávila logró convencer al personal que debían de exigir. Se hizo una
huelga y no aguantó la empresa.
En ese tiempo todavía trabajaba la fábrica donde
pagaban por metro de tela, pero convenía más trabajar en la mina. Había
mecánicos de la fábrica laborando como mineros. El ingeniero Maning fue el último
jefe que trabajó cuando quebró la mina. “Maning hizo una alberquita donde tenía
un perro de agua”.
Hace poco Decidor Silva Valle “El
Negris” realizó indagaciones sobre la
mina y encontró la leyenda, algunos lugareños afirmaron haber visto “a personajes
semejantes a como describen los extraterrestres” que por las noches llegan en
naves extrañas al pie de la mina. Especulan que los alienígenas “han estado
sacando el mineral”. Otros sólo se aventuraron a decir que ya muy noche “se
escuchan extraños ruidos al interior del túnel”.
La gente inventa sus historias sobre la
mina. Lo cierto es que el túnel ha sido cubierto por la vegetación y por los
deslaves de la ladera. Había pedazos de rieles que poco a poco han desaparecido
por la depredación humana. Muchos añoran la apertura de ese centro de trabajo y
los mineros que todavía viven recuerdan sus años mozos. Entonces
había mucho dinero y cuando salían de trabajar de la mina se iban a echar una
cervecita, la Superior estaba abriendo camino “en El Ticuí existían las
cantinas de Emigdio Méndez, Justina Juárez, doña Santos Cisneros, Antonio Pano
y Lico Saligán en cada cantina había tres o cuatro mujeres”.
Buenos tiempos aquellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario