Víctor Cardona Galindo
El cadáver de Lucio Cabañas
Barrientos
Cerca
de cinco mil soldados de seis batallones, y secciones de apoyos que venían de
la Ciudad de México, le tendieron un cerco que se prolongó hasta el lunes 2 de
diciembre de 1974, cuando cayó peleando a las 9 de la mañana en el paraje
conocido como El Otatal. Para entonces Lucio Cabañas Barrientos, alejado de su
familia y de sus bases de apoyo, únicamente se alimentaba con maíz asado y
retoños de plantas del campo. Fue lo único que hallaron en su estómago al
practicarle la necropsia.
La
tropa que lo batió tenía también tres días sin recibir abastecimiento, estaba
hambrienta y ya deseaba bajar de la sierra. Para no alertar al guerrillero los
militares evitaron el uso de helicópteros y se desplazaban a pie, algunos casi
descalzos con ropa de civil.
Como resultado de una delación el 2
de diciembre de 1974, efectivos del Ejército se enfrentaron a una columna
guerrillera, encabezada por Lucio Cabañas, en el paraje conocido como El
Otatal, después de combatir en forma decidida el líder del Partido de los
Pobres resultó muerto. La versión del Ejército es que cayó durante el
enfrentamiento, por otro lado existe la versión de que Cabañas al verse acorralado
se pegó un tiro con el M-2 que portaba, esta versión la defiende Felipe Fierro
en su libro El
Último Disparo.
Al
momento de su muerte Lucio Cabañas traía consigo el M-2 que fue expropiado a
los guardias del Inmecafé en El Porvenir. El campesino Isabel Ramos Ramírez decidió
denunciar a Lucio porque el Ejército tenía detenidas a sus parientes: Amalia
Ramos Espinosa, Gregoria Sotelo Ramos, Paula Ramírez Ayala y Jorgelina Ramos
García. El mismo guió al Ejército hasta donde estaba el guerrillero.
Ya
caído, el Ejército recogió el cuerpo de Lucio y lo llevó vía aérea al Cuartel
de la colonia Mártires. Con un
espejo reflejando la luz del sol, desde un helicóptero, avisaron al médico militar Rodolfo Guillén del Valle, que
estaba con su familia, que ya traían el cadáver del guerrillero. La maestra
Lupita, que se encontraba en ese momento en el domicilio del médico militar,
apenas pudo contener el llanto, cuando éste dijo: “Ya traen el cadáver del
maestro”.
El
cuerpo de Lucio Cabañas fue colocado en una plancha en una esquina del
cuartel. Presentaban tres lesiones, con
disparos calibre 7.62, uno en el maxilar inferior derecho sin orificio de
salida (tiro de gracia) otro en la axila
izquierda con orificio de salida en la espalda y un disparo más le entró en la
dorsal décima y le salió al nivel del hombro. Las lesiones del maxilar y de la
espalda eran mortales por necesidad. Se le localizó una cicatriz en la cola de
la ceja izquierda. Eso fue lo que informó a los medios de comunicación el
médico militar Rodolfo Guillen del Valle comandante del pelotón de Sanidad.
Según
lo informado por el médico, Lucio falleció entre las nueve horas con siete
minutos o nueve con 19 minutos. La herida que lo mató fue la del maxilar
inferior derecho. La versión oficial es que entregaron el cadáver a su tío
Pascual Cabañas. Al lugar acudió el presidente municipal Silvestre Hernández
Fierro y el gobernador Israel Nogueda Otero. Así como los testigos que
identificaron el cadáver.
El
periódico Milenio publicó el 11 de
diciembre del 2000, de la página 20 a la 27, donde detalla “El informe sobre la
muerte de Lucio Cabañas que envió el general de brigada Eliseo Jiménez Ruíz
comandante de la 27 zona militar a la Secretario de la Defensa Nacional
Hermenegildo Cuencas Díaz, el 7 de diciembre de 1974, fue el capitán primero de
infantería Pedro Bravo Torres, perteneciente a la patrulla ‘Vallecitos’ del 19
Batallón de Armas el que se adjudicó la muerte de Lucio.
Hace poco también se dio a conocer un video sobre la
necropsia al cadáver de Lucio Cabañas, el equipo de Televisa que se movió en
esa ocasión, filmó desde los aires el cuartel. Se ve que para ese día todavía
no se construían las casas que fueron las viviendas de los soldados de clase.
Luego el gobernador Israel Nogueda Otero saldría en la televisión nacional
dando la noticia de la caída del guerrillero y echándole porras al Ejército.
Silvestre
Hernández Fierro, la maestra Genara Reséndiz, la secretaria de la Agencia del
Ministerio Público Ricarda Alonso López y el determinador de la misma Raúl Orbe
Berdeja identificaron el cadáver de Lucio según el parte oficial.
Su
acta de defunción está asentada en la hoja 47 del libro de 1974. El certificado
de defunción fue expedido por el médico militar Rodolfo Guillén del Valle, con
cédula profesional número 270851. También estuvo presente el agente del
Ministerio Público, el licenciado Ángel Custodio Serrano quien después escribió
un libro sobre la época que le tocó vivir en ésta región.
El
acta de defunción dice que Lucio Cabañas Barrientos originario de El Porvenir
nació el 15 de diciembre de 1936, tenía 37 años. Dice que falleció a las 9
horas del 2 diciembre de 1974, en El Otatal, que se inhumó en el panteón civil
de Atoyac. Firma el médico Rodolfo Guillén del Valle con domicilio en el 27
Batallón de Infantería. Declarante: Raúl Orbe Berdeja de 52 años, empleado
estatal, con domicilio en Nigromante Número 1. Firman como testigos: Esteban
Acosta S. de 52 años, empleado municipal y Agustín Hernández de 40 años,
empleado municipal. El acta de defunción como dije es la número 47 está
levantada a las 15 horas del 2 de diciembre de 1974, ante el doctor Silvestre
Hernández Fierro.
Ese
día al Palacio Municipal llegó el coronel Alfredo Cassani Mariña, para pedirle
al presidente municipal Silvestre Hernández Fierro que se encargara de la
sepultura. El tesorero Régulo Fierro Adame instruyó a don Agustín Hernández
Vázquez, Casanga; que era inspector
de obras públicas para que buscara quien cavara la tumba. Eran las 10 de la
noche, cuando El Chino Galeana y
Ramiro Galeana a quienes se les pagó 100 pesos comenzaron a cavar. Cuando
estaban trabajando doña Evelia Organista la esposa de Hugo Martínez les prestó
un candil de dos mechas para que vieran en la oscuridad. Como a las dos y media
de la mañana terminaron de hacer la sepultura. La fosa se hizo normal, uno de
ancho por dos de largo.
Antes
del amanecer el cadáver fue sepultado en el panteón civil de Atoyac, donde el
cuerpo permaneció hasta que fueron exhumados sus restos el 3 de diciembre del
2001 y el 12 de agosto del 2002, los antropólogos forenses comprobaron que
efectivamente correspondían a Lucio Cabañas Barrientos.
“Los
soldados del 27 Batallón de Infantería resguardaron noche y día por dos meses
la sepultura de Cabañas, y a nadie dejaban arrimar; después de esos dos meses
de guardia continua, se retiraron. Al cumplir el primer año, volvieron los
militares a montar guardia y luego se volvieron a retirar”, nos recuerda don
Simón Hipólito Castro.
Ese
día 3 de diciembre de 1974 a las 8 de la mañana también fue sepultado en el
panteón municipal de Iguala Guerrero el cuerpo del soldado Luis García Pérez
del 49 Batallón de Infantería muerto en el enfrentamiento del paraje El Otatal.
Con él también murió el cabo Vicente Díaz Flores del 19 Batallón de Infantería
con sede en Petatlán que fue sepultado en esa ciudad.
De
los guerrilleros que iban con Lucio el día en que murió se tiene noticias
solamente de tres. Otros hablan de cinco, que dos lograron escapar. Según el
reporte del Ejército el primero en caer muerto fue Esteban Mesino Martínez, Arturo. Luego junto a Lucio caería Lino
Rosas Pérez, René. Mientras Marcelo Serafín Juárez, Roberto; fue detenido vivo. Algunos
testigos dicen que en la morgue improvisada del Cuartel de la Mártires, había
otro cadáver que tenía garrapatas entre los dedos de los pies. Pero ese no fue
identificado y tampoco se sabe cuál fue su paradero.
Hace
poco después de estar desaparecidos por más de 32 años fueron entregados los
restos de los guerrilleros, Lino Rosas Pérez René y Esteban Mesino Martínez Arturo.
Según algunos testimonios, después del combate, los tres jóvenes rebeldes
fueron detenidos con vida, Lino y Esteban fueron fusilados por los militares en
la culata de una casa en Guayabillo, para luego ser sepultados en el panteón de
ese lugar. Marcelo Serafín Juárez está desaparecido hasta la fecha.
La
Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado los localizó
y los restos fueron exhumados para aplicarles exámenes de ADN. Los estudios
resultaron positivos y una vez disuelta la Fiscalía, la Coordinación de
Investigaciones de la Procuraduría General de la República fue la encargada de
entregar a los familiares los restos, que fueron traídos a la ciudad de Atoyac
el jueves 8, en cajas de cartón. Los restos fueron puestos en ataúdes en las
oficinas de la Asociación de Familiares de Desaparecidos y Víctimas de las
Violaciones a los Derechos Humanos. Los dos combatientes fueron sepultados la
mañana del viernes 9 de febrero del 2007, para tal efecto se ofició una misa de
cuerpo presente en la iglesia de Santa María de la Asunción, de ahí fueron
llevados con música de viento al panteón municipal, donde estuvo sepultado
clandestinamente Lucio Cabañas. Ahí quedaron sepultados los jóvenes rebeldes, René y Arturo.
Se fue el batallón
En lo personal conocí el cuartel en
1986, cuando siendo presidente de la sociedad de alumnos de la Escuela
Secundaria Federal Enedino Radilla, asesorado por la profesora María de Jesús
Luna Radilla, acudí con otros compañeros, a gestionar apoyos para nuestro
plantel escolar, que siempre está en construcción.
Luego una noche de diciembre de 1989
dos militares, vestidos de civil, llegaron a provocar a la guardia del plantón
perredista que estaba en la esquina de Independencia y Agustín Ramírez, Ulises
Flores Santiago y yo enfrentamos a los soldados. Uno sacó su pistola y
apuntando a la cabeza de Ulises la amartilló, al otro día, acompañados de los
dirigentes del partido acudimos al cuartel a poner la denuncia. El cuartel era
muy bonito por dentro, bien limpio y arreglado, el coronel de ese tiempo mandó
a arrestar a los agresores.
A
mediados de 1994, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) retiró de
Atoyac la sede del 49 batallón de infantería. Nunca hubo una versión oficial de
la decisión, y extraoficialmente se supo que las instalaciones del cuartel eran
insuficientes y que los militares se retiraban mientras se construyera uno nuevo.
La alcaldesa María de la Luz Núñez Ramos envió al todavía presidente Carlos
Salinas de Gortari una solicitud para que no se fuera el Ejército de este
lugar, que se quedara para preservar la paz y la tranquilidad de la población.
Pero además que su presencia representaba una importante derrama económica para
el municipio. Sin embargo las peticiones no fueron escuchadas y el batallón se
fue para Petatlán.
María
de la Luz dijo a los medios de comunicación que no quería que se fuera el
Ejército porque durante el mes de junio, cuando hubo el operativo militar en
las comunidades sierreñas, no se registró ningún asalto y ningún secuestro.
“Porque a ellos si los respetan, no se meten con ellos”.
Las
casitas del cuartel que ahora ocupan las regidurías, desarrollo urbano y
reglamentos, eran ocupadas por el personal de tropa entre los que estaban: cabos
a sargentos primeros. La otra sección de casitas donde están Saneamiento Básico
y la Policía Ministerial las ocupaban de subtenientes a capitanes primeros. Y
las instalaciones donde ahora está el cuartel de la policía del estado, eran
los aposentos del coronel o general jefe del Batallón.
Los
grupos de militares estaba organizados de la siguiente manera: Un pelotón
equivalía a un sargento con 10 de tropa. Una sección 35 elementos con un tambor
y un corneta. Una compañía tenía 140 elementos y el batallón tenía tres
compañías.
El 14 de
noviembre de 1994 la Sedena transfirió el cuartel del 49 Batallón de Infantería
al gobierno del estado. A la entrega asistió el secretario general de gobierno
Rubén Robles Catalán y procurador Antonio Alcocer Salazar. Les hizo entrega el
general Juan Heriberto Salinas Altés comandante de la Novena Región Militar.
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