sábado, 27 de enero de 2018

Historia del Ayuntamiento XX y última parte


Víctor Cardona Galindo
En la calle Juan Álvarez, en lo que fue posteriormente la fábrica de hielo, elaboraban jabones de coco. Eran tiempos de prosperidad. El río daba peces de tamaños y peso que ahora no podríamos ni imaginar, muchos pescaban con dinamita. Con una moneda de plata de a peso se llenaba la canasta en el mercado y una coca cola costaba 50 centavos. Era una época hermosa, las parejitas de enamorados iban de la mano caminando hasta el arroyo Ancho y regresaban embelesados. Aunque para salir a dar serenata había que pagar 12 pesos al Ayuntamiento. Porque quien anduviera, por la noche en la calle, con una guitarra sin permiso era cliente de los gendarmes.
Aspecto de una danza prehispánica, que representa 
un sacrificio, montada en los años cincuenta por 
alumnos de la escuela primaria Juan Álvarez. 
Foto: Josefina Mesino Vélez

José Hernández Meza dice que “las corridas de gallo” en los años cincuenta, era llevar serenata a la novia, a la amiga o a quien se pretendía, “las calles por la noche alumbrada por la luz de la luna, o de perdida por la luz mortecina de un trasnochado foco con energía proveniente de la fábrica de El Ticuí”, se cantaban melodías como Despierta, Novia mía y Granito de sal.
En esos años también llegaba a la ciudad de Atoyac la industria de las palomitas, Medardo Reyes Gudiño venía de regreso de Estados Unidos y al pasar por Irapuato conoció la técnica para elaborar palomitas de maíz. “Cuando pasé por México sólo me traje una costalillita de 10 kilógramos, y fue el domingo 15 de mayo de 1954 cuando hice las primeras, quise sólo hacer para la familia pero no faltó alguien que se dio cuenta y por ser estas una ‘maña’ (antojo) que por aquí no había me acabé un kilo de maíz en ese momento, y dije… ¡Pos! Aquí está el asunto y en forma ya, me ubiqué en el corredor de la casa de mi padre al lado oriente del mercado actual… Al principio 10 kilos a la semana volaban… tenía que enviar giro telegráfico a la Ciudad de México para que me mandaran maíz en paquetería, hasta que le pedí a Adán Quiñones que me trajera esta materia prima, ya que Adán iba constantemente a México… ¡antes no se iba a México como ahora, era raro que alguien fuera, y ya trayéndome Adán el maíz todo era más fácil”, le contó don Medardo a Rubén Ríos Radilla.
Las plantaciones de café se extendían a 8 mil 604 hectáreas, el desarrollo de la infraestructura se dejó sentir casi de manera inmediata, pero también la ambición y conflicto por todo los que huela a café. El 17 de diciembre de 1954 se organizó una asamblea de comisarios ejidales en Río Santiago, para solucionar el problema del reparto de las cosechas de las huertas madres, 340 hectáreas sembradas de café que fueron propiedad de Germán Gómez, Salvador Gálvez, Andrés y Gabino Pino González ubicada en La Soledad y El Porvenir, que venían cosechando las autoridades agrarias de San Vicente de Benítez. Se dijo que el presidente de la República Adolfo Ruiz Cortines, ordenó el reparto de la cosecha, de las huertas mencionadas, entre las 21 comunidades agrarias.
Ya para entonces los Sanvicentes se convirtieron en el corazón de la sierra. San Vicente de Benítez era el centro del poder, ahí vivían los Cabañas herederos del agrarismo, había tiendas y cantinas. En San Vicente de Jesús don Juan Javier de Jesús, quien trabajaba como comisionista de Miguel Ayerdi, instaló un primer beneficio de café.  Se construyó una infraestructura con despulpadora, tanques para lavar el grano, sifón y patio para secar.
Se despulpaba por las noches, recuerda Lucio Javier Aguilar, a otro día se lavaba en los tanques, lo pisoteaban sacaban toda la cáscara y lo iban poniendo a secar. Ya seco lo traían para Atoyac, en un camión maderero al que llamaban El Cerro Alto. El primer chofer fue Sergio Delgado y trabajó para Juan Javier quien también fue el primero en meter un carro a San Vicente de Jesús. Fue en 1955 cuando se inauguró también la brecha a San Vicente de Benítez y la camioneta de Enrique Villalba fue la primera que entró, luego haría el trabajo de transporte las Líneas Unidas del Sur. Antes de eso la comunicación la hacían los arrieros que llevaban cerveza corona y superior, refrescos de naranja y coca cola a la sierra. En Los Valles una mujer por poco se arranca el labio al querer abrir un jarrito con los dientes.
El primero de enero de 1955 tomó posesión la Comuna municipal encabezada por Jesús María Serna Vargas, que estaría el bienio 1955-1956. La integraban también Trinidad Vega Astudillo como síndico y como regidores: Samuel Santiago Díaz; Demetrio Castro Girón, Rosendo Radilla Pacheco, Antonio Paco Leyva y la profesora Genara Reséndiz de Serafín primera mujer que ocupaba un cargo de ese nivel porque apenas se había instaurado el voto femenino, después de ella 30 mujeres han ocupado una regiduría, hemos tenido dos presidentas municipales y dos sindicas procuradoras. También tres mujeres han llegado a la diputación local: María de la Luz Núñez Ramos, Guadalupe Galeana Marín y María de los Ángeles Salomón Galeana.
El gobernador del estado ingeniero Darío Arrieta Mateos, arribó a esta población a las 10 de la noche del 14 de febrero. Fue recibido por las autoridades municipales encabezadas por Jesús Serna Vargas y los alumnos de las escuelas primarias, también se le ofreció un suntuoso baile en la terraza de la casa Onofre Quiñones. Al día siguiente el primer mandatario visitó la fábrica de hilados de El Ticuí, que para ese tiempo ya enfrentaba la falta de materia prima. Desde los años cuarenta los campesinos dejaron de sembrar algodón para sembrar palmas de coco.
También el 15 de mayo a las 12 del día, en un evento amenizado por la orquesta Hermanos Chinos de Espinalillo, se inauguró la escuela primaria federal Herminia L. Gómez en la calle Juan Álvarez Norte. Al acto asistió el director de educación federal en el estado Aurelio C. Merino, el diputado local Jesús Galeana Solís, el compositor José Agustín Ramírez y el presidente municipal Jesús María Serna Vargas.
Herminia Gómez Loranca fue directora de la escuela de niñas, antes de que se fusionara con la de niños para crear la escuela primaria Juan Álvarez. La maestra Herminia formó muchas generaciones de atoyaquenses, en agradecimiento a su labor las autoridades impusieron su nombre a esa escuela primaria.  Nació el 23 de junio de 1871, fue hija de Cayetano Gómez y de María de Jesús Loranca. Según Wilfrido Fierro hizo sus estudios en la ciudad de Chilapa, en un colegio católico, graduándose como maestra. Fue educadora en escuelas primarias de Atoyac, San Jerónimo y Tecpan. Falleció en 1926.
A pesar de que había muchas obras de beneficio social, el 20 de mayo fue desaforado el presidente municipal constitucional Jesús María Serna Vargas, por acuerdo del cabildo, quedando en su lugar el líder campesino Rosendo Radilla Pacheco quien se mantuvo en el puesto por 15 meses y al ser destituido por el gobernador, asumió el cargo el dentista Segundo de la Concha y éste también fue relevado por José Ortega Granados para terminar el periodo. Cuatro presidentes en dos años.
Ese año llovió mucho, una fuerte turbonada ciclónica, un tapaquigüe decían los viejitos, azotó la el 7 de julio que ocasionó el desbordamiento del río y arroyos. La carretera Acapulco-Zihuatanejo quedó destrozada en El Zapote, Los Cimientos, Zacualpan, Santa Rosa, Alcholoa y en el arroyo El Japón. Las aguas del arroyo Cohetero, que atraviesa la ciudad, se salieron de cauce, inundando las calles de Reforma, Victoria, Francisco I. Madero y Juan Álvarez. El arroyo alcanzó dos metros de altura en el consultorio del doctor Antonio Palós Palma y en el cine Álvarez hasta tres metros afectando el mobiliario y la pantalla.
José Ortega Granados, empresario del cine, y el doctor Palos perdieron muchos objetos de valor que fueron arrastrados por la corriente, de igual forma le pasó a María Vargas que vivía frente al cine. Los pueblos del bajo como San Jerónimo, Las Tunas, Los Arenales, Hacienda de Cabañas y La Sidra sufrieron serias inundaciones, casas, siembras y ganado fueron arrastrados por las aguas del enfurecido río Atoyac.
En la sierra no paró de llover y los ríos se mantuvieron bien crecidos. La maestra de la escuela Antonio Nava de Catalán, de Plan de la Delicias, María Dolores Catalán se ahogó el 13 de septiembre de 1955. Vino a traer una bandera a San Vicente de Benítez el 12 y de regresó el 13 a las 9 de la noche cruzaba el río por un puente hamaca de bejuco. Era una noche de luna e iba con Pedro Guzmán Sandoval, pero se rompió el puente hamaca y se los llevó el río. Gente de Los Piloncillos, Plan Grande y las Delicias fueron a buscarla. La encontraron Adán Sandoval y Pedro Bernal Cruz, ya sin vida a un kilómetro de distancia, en el lugar llamando El Paso del Guarumbo. La trajeron a Puente del Rey y ahí la sepultaron. Con el tiempo sus familiares se llevaron los restos a Palo Blanco de donde era originaria.
El 17 de septiembre los fuertes aguaceros causaron inundaciones en los poblados del bajo entre ellos El Tomatal, donde las familias emigraron a partes más altas para protegerse. Dos meses después arribó a esta población el gobernador del estado Darío Arrieta Mateos, fue el 22 de noviembre, vino a supervisar los trabajos de reparación en la carretera nacional Acapulco-Zihuatanejo destrozada por las lluvias que azotaron la región.
Se instaló en esta ciudad, el 3 de diciembre, la sucursal del Banco del Sur, S.A. con matriz en la ciudad de Cuernavaca Morelos fungió como gerente Donaciano Luna Radilla y como cajero Hermilio Carrillo Ruvalcaba. “Gran significación representa esta institución en Costa Grande por ser la primera, a que vendrá a beneficiar los servicios financieros del comercio y la industria”, comentó el cronista de la ciudad.
José Guadalupe Ríos Arzeta instaló el primer expendio de gasolina en Atoyac en 1955, su primo Guillermo Arzeta le financió para comenzar una pipa que le cabían 15 mil litros. Ese primer puesto de combustible estuvo sobre la avenida Juan Álvarez en el lugar que se conoce como El Tamarindo y el litro de gasolina costaba 45 centavos.
La familia Ríos vivía en las últimas casas, de ahí  eran puras palmeras, luego estaba un guamil y se formaba una lagunilla. Eran muy pobres “Comían frijolitos en conchas de sirian”, recuerda Antonio Ríos, luego se pondrían de moda las ejecuciones en La Trozadura, le llamaban así a las inmediaciones del Rancho de los Coyotes donde se trozaba la carretera cada temporada de lluvias.
En ese tiempo había pocos carros entre los que destacaban una “chevrolita” blanca. Los vehículos se prendían con cran y tenía uno Melitón Fierro. Circulaban puras camionetas Chevrolets y Willis. Luego el expendio de gasolina se fue más cerca de la salida. Donde había un llanete, ahora está ahí el hospital y la escuela secundaria. Comenta Antonio Ríos que Ramón Sarabia manejaba un Ford viejo en el que acarreaba concha de coco. También tenían vehículos Antonio y Benjamín Solís. Hicieron su aparición los primeros taxistas: Concho Fierro y el Cuate Santiago en Atoyac y en San Jerónimo estaban El Indio y El Palmolive, costaba un peso el viaje de Atoyac a San Jerónimo. Los taxis eran puros coches Chevrolets grandes.
Por cierto en 1955, el presidente municipal Rosendo Radilla Pacheco, compró ya usado el primer camión de volteo para el servicio de limpia. Entre las obras construidas durante la corta gestión de Rosendo Radilla están los primeros cuatro puestos del mercado municipal, construyó el cuartel militar que estaba ubicado en El Calvario. Rosendo tampoco terminó el periodo constitucional ya que fue depuesto el 31 de agosto de 1956 por órdenes del gobernador con quien no tenía buenas relaciones.
Contaba don Inés Galeana Dionicio que un día llegaron varios costales de maíz enviados por el gobernador Darío L. Arrieta Mateos para repartirse entre la gente más pobre. Pero cuando Rosendo Radilla lo estaba repartiendo en el corredor del Ayuntamiento, llegó el primer mandatario de la entidad diciendo que se habían equivocado y que el maíz no era para Atoyac. Rosendo ya había abierto cuatro sacos por ello el gobernador le dijo que repartiera los que ya estaban abiertos. A lo que el alcalde contestó “hágalo usted señor gobernador, la gente se va a sentir mejor si lo recibe de sus manos”. En eso llamó a sus subalternos y se retiraron del lugar dejando al gobernador solo con la gente que exigía se le entrara el maíz.
Otra ocasión llegó un comandante enviado por el gobernador, pero don Rosendo se fajó el pantalón y la pistola, ese tiempo los presidentes la portaban fajada al cinturón. No lo aceptó porque él ya tenía un comandante. Le dijo al enviado que podía quedarse pero que le pagara el que lo mandó. “Rosendo no se sometía ante el gobernador, tenía lo suyo”.
Emilio Barrientos Gudiño recordó que cuando fue presidente municipal don Rosendo Radilla vendía una vaca o una mula para pagar los sueldos de los empleados, pero no dejaba que se fueran sin nada a sus casas. La maestra Lupita Nogueda dice que la administración Radilla fue de puertas abiertas, “con él no andaba uno pidiendo audiencia, pasaba uno directo”.



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