Víctor Cardona Galindo
El Ticuí, con una población de alrededor
de cinco mil habitantes, está ubicado a escasos tres minutos de Atoyac, su
cabecera municipal. En el Ticuí por cada casa construida con cemento y varillas
hay 10 de adobe y tejas. A mediados del siglo pasado los ticuiseños se sentían
superiores a los habitantes de la ciudad de Atoyac, “indios” les llamaban,
porque tenían la seguridad de que su población había sido fundada por
españoles.
El Ticuí, con la fábrica de hilados y tejidos, en los tiempos de María la Voz |
A decir verdad, este pueblo es el que
tiene más familias de origen extranjero. Cerca del pequeño zócalo viven los Obé
de raíces francesas, los Alonso de origen español y los Ludwig de ascendencia
alemana.
El Ticuí fue el primer pueblo de la
Costa Grande en tener energía eléctrica y su orgullo siempre ha sido la Fábrica
de Hilados y Tejidos “Progreso del Sur Ticuí” instalada en 1904 por la firma
española Fernández Quirós y Compañía. Esta factoría, de la que ahora sólo
quedan las ruinas, fue entregada en 1938 por el presidente de la república Lázaro
Cárdenas a los obreros que formaron la Cooperativa “David Flores Reynada”, la
cual trajo progreso y desarrollo a la región. En ese tiempo El Ticuí suministró
de energía eléctrica a la cabecera municipal.
En idioma ñuu savi (mixteco) “Ticuí”
quiere decir agua. Los purépechas llaman Tinkui al correcaminos. El Ticuí es un
pájaro de plumaje azul en el pecho con las alas y cola color café, que habita en las selvas de Tabasco y
Venezuela.
Cuando, el que esto escribe, cursaba tercero
de secundaria dejaron de tarea investigar el nombre de nuestra comunidad y le
fuimos a preguntar al adulto mayor más sabio del pueblo, en ese entonces don
Antonio Galeana nos contestó que la palabra Ticuí significaba “lugar de
pájaros”. Otro compañero comentó que su abuelito le aseguró que los españoles
que fundaron la Fábrica de Hilados y Tejidos traían consigo un pájaro que se
llamaba Ticuí, querían tanto al ave que
bautizaron con su nombre este lugar.
Eres tú lindo
pueblito
Eres tú pueblo bendito
donde yo nací.
Viejos pobladores de El Ticuí le
informaron a doña Juventina Galeana Santiago, Doña Yuve que “a los
españoles que fundaron la fábrica les fascinó el canto del luicillo”, el pájaro con alas cafés y pecho
amarillo, por eso le pusieron Ticuí al pueblo. Aunque escuchando bien el canto
el luicillo dice “Luis, Luis” por eso se llama luicillo. El pájaro que dice
“ticuí, ticuí, ticuí” es el chicurro, al cual también se le conoce como
garrapatero o Pijuy.
Octavio Navarrete Gorjón dice que “Ticuí”
es la onomatopeya del sonido que produce el ave del mismo nombre: “En la mayor
parte del país se le conoce como Ticuí a ese pájaro que abunda en los establos y
lugares donde hay animales y que se alimenta de garrapatas”. Aquí en la Costa
Grande se le conoce como chicurro y en la Tierra Caliente como Chiscuaro.
Aunque en estos parajes también había
mucha ticuiricha (El tecolote albino), ave que no es otra que la lechuza a la
que se le dan atributos de mal agüero.
Es, pues, innegable que el nombre de la
comunidad de El Ticuí tiene que ver con pájaros y con agua. Algunos cronistas
locales aseguran: “antes de que los españoles le cambiaran el nombre este
pueblo se llamó Cuajinicuil”.
Eres tú mi encanto
que yo quiero
tanto
por eso te canto.
Querido Ticuí.
Aunque yo en lo personal considero que
no fueron los españoles fundadores de la fábrica los que bautizaron al pueblo.
En El Ticuí había unas cuantas casitas de bajareque con techos de zoyate y casi
junto estaba la cuadrilla del Cuajinicuil. Así que el Ticuí y el Cuajinicuil ya
existían cuando llegaron los españoles de Fernández, Quiroz y Compañía.
Concluyo esto por dos noticias publicadas en 1903. En el mes de octubre de ese
año el Periódico Oficial del Estado de
Guerrero informaba de la muerte de Felipe Hernández subcomisario del
Cuajinicuil municipio de Atoyac por una mordedura de víbora. Y en diciembre del
mismo año el mencionado medio informativo publicaba la noticia del hundimiento de
la lancha “Perla” que llevaba material para la construcción de la Fábrica de Hilados
que se construía en ese momento en El Ticuí, en el lugar conocido como El Real.
Las noticias se referían a dos lugares distintos.
Tú eres en mi vida
la estrella divina
que cuando estoy
lejos
me acuerdo de ti.
El Ticuí es un pueblo bonito rodeado de
lomas, palmeras y de dos canales, aunque un tanto melancólico que ha inspirado
muchas canciones como “Mi Pueblito” de Rubén Ríos Radilla (las estrofas que se
presentan separadas corresponden a dicha canción) y “Veredita” una canción muy
hermosa que don Wilfrido Fierro Armenta le compuso a la siempre estimada
Antonia Chávez. Dichas melodías las hicieron famosas Los Brillantes de Costa
Grande, grupo que a pesar de haber desaparecido sigue siendo orgullo musical de
esta comunidad.
Otra melodía es “Ticuiseña” muy sonada
en los años setentas y ochentas, muy rítmica y guapachosa, que emociona a todo
aquel que esté enamorado de una ticuiseña y tenga que dejarla: “Yo ya me voy
ticuiseña, llorando estarás, ticuiseña…” Ha de ser muy escuchada por los
paisanos que están en los Estados Unidos, porque los vínculos que hay en
Youtube de los Brillantes de Costa Grande son muy comentados.
Eres tú
quien tiene mi
preferida
la que es dueña de
mi vida
y tú la envuelves
Ticuí.
Filiberto Méndez García en su libro Mis dos pueblos llama al Ticuí “el
pueblito más pintoresco y bello de la región”, lugar donde vino al mundo el 8
de marzo de 1920. La primera impresión que se llevó Filiberto Méndez de la vida
“llegó confundida por ese ensordecedor ruido de las máquinas textiles, por el
traqueteo constante de las poleas y por la pelusa que se levantaba poco a poco
hasta formar una espesa bruma, que para mí terminaba a la cinco de la tarde con
el silbatazo que anunciaba la salida de los obreros”. Son los recuerdos de su
infancia, cuando dormía en los telares de la fábrica.
Eres tú
un orgullo de mi
costa
por tus tropicales
pozas
para bañarse de
ti.
El
Ticuí es la tierra de María La Voz, a quien Juan de la Cabada le hizo un
cuento. La voz que lloraba dentro de la casa y decía: “María si yo hubiera
estado no te hubieran matado”.
María
Sixta Gallardo Margara nació en El Ticuí. Una tarde jugando muñecas se le
incrustó en el abdomen la voz de un hombre que la acompañó hasta la muerte. Era
una mujer bravía. Le gustaba cabalgar. Con su marido tenían un ranchito donde
ahora es la colonia Los Llanitos. A su esposo Eusebio Cabañas, hermano del
general Pablo Cabañas, lo mataron los rurales en San Jerónimo.
Ella se
mantenía dando consultas, adivinando y contestando con la voz que le salía de
la barriga. Por eso le llamaban María, la Voz.
Tuvo seis
hijos y cuando mataron a Eusebio ella se dedicó a sacarlos adelante. Como al
mes de haber muerto su marido, un hombre la comenzó a enamorar; ella lo
rechazó. Había periodos que la voz que tenía
en el estómago salía de su cuerpo y no hablaba. En una ocasión la
voz le dijo que sentía que si salía algo le iba a
pasar. Y así iba a ser. En un momento en el que la
voz se ausentó el hombre que la enamoraba la asesinó a puñaladas
en el Barrio del Alto de El Ticuí. “Si no eres mía, no serás de nadie”, le dijo
en el momento que le clavaba las puñaladas.
En el
velorio, los que estaban presentes, sintieron la llegada y escucharon la
Voz que juró vengar la muerte de María. Posteriormente
el asesino murió hecho pedazos, sólo llegó la cabeza en el caballo, los demás
miembros quedaron regados por el camino. Tal vez el caballo enloqueció,
explicaron los vecinos. Aunque todos quedaron convencidos calladamente que fue la Voz quien vengó a María.
Este
episodio de la vida cotidiana de El Ticuí, le fue contado a Juan de la Cabada,
por la luchadora social Benita Galeana Lacunza, este escritor campechano hizo
un cuento y más tarde un guión de cine que se hizo película y se llamó María
la Voz.
Este
filme fue dirigido por Julio Bracho en 1955. Presenta a una María huérfana de madre,
quien vive con su tía en un pueblo del Istmo de Tehuantepec, en donde se dedica
a vender flores en la estación de ferrocarril. Las otras vendedoras la envidian
y dicen que está embrujada porque habla con una voz que no es la suya y sin
mover los labios.
Aunque la
película está ambientada en Oaxaca se mencionan los pueblos de San Jerónimo,
Atoyac y El Ticuí, incluso la escenografía se asemeja a las ruinas de la vieja
fábrica de hilados y tejidos, el reparto estuvo integrado por Marisa Belli, Miguel
Inclán, Rosenda Monteros y Víctor Manuel Mendoza.
De los
tiempos de María La Voz sólo queda el recuerdo entre los más viejos. Cuando la
veían caminar hacia el canal de la fábrica en donde lavaba su ropa y de las
muchas personas que llegaban de pueblos vecinos y lejanos a preguntarle por sus
animales o prendas perdidas. “Ella no era como los charlatanes de ahora,
siempre decía la verdad, la voz ronca le
salía de la barriga”, así se recuerda a María
La Voz, y el cuento de Juan de la Cabada con ese título sigue siendo
apasionante y habrá que volverlo a leer.
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