Víctor Cardona Galindo
El 10 de septiembre de 1959,
en la Ciudad de México, quedó constituida la Asociación Cívica Guerrerense
(ACG) y se nombraron comisiones para recorrer el estado de Guerrero y formar
los comités cívicos municipales. Se buscaba recoger las quejas del pueblo
contra el gobernador Raúl Caballero Aburto para denunciarlas ante el gobierno
federal. En el primer recorrido que realizó Genaro Vázquez Rojas por la
entidad, se sumó en Iguala Elpidio Ocampo Mancilla, quien se convirtió en uno
de los integrantes más destacados del movimiento cívico en esa localidad. El
mitin realizado el 20 de abril de 1960 en la “ciudad de los tamarindos” le
valió su primera orden de aprehensión.
Elpidio Ocampo Mancilla. Foto: Cortesía de la familia. |
Elpidio Ocampo Mancilla nació el 4 de marzo de 1929 en la comunidad de Ojo de Agua municipio de Taxco de
Alarcón Guerrero. En su juventud emigró a Iguala para dedicarse a la sastrería.
Una vez integrado al movimiento contra Caballero Aburto, su domicilio de la
calle Abasolo número Uno se convirtió en el cuartel general de “los cívicos”,
que se reunían ahí para organizar manifestaciones pacíficas frente al palacio
municipal.
La ciudad de Iguala fue uno
de los bastiones más fuertes de los cívicos y estaba en pie de lucha
permanente: todos los días se realizaban manifestaciones. Los caciques acusaron
a Israel Salmerón, Elpidio Ocampo Mancilla y Enrique Bucio de intentar quemar el
automóvil del presidente municipal Darío Arrieta Leyva, razón por la cual fue
detenido Enrique Bucio.
El pueblo guerrerense se
levantó en contra del gobernador Raúl Caballero Aburto por sus numerosos
crímenes; los estudiantes mantenían tomadas las instalaciones de la Universidad
Autónoma de Guerrero (UAGro) en Chilpancingo, donde una parada cívica con apoyo
popular se mantenía a la expectativa, pues el ejército había sitiado las
instalaciones universitarias.
El 30 de diciembre 1960, en
la mañana, al electricista Enrique Ramírez le tocó la misión de colocar una
manta entre dos postes de la red de electrificación en la avenida Guerrero, uno
de los cuales estaba cerca del cordón militar que sitiaba a la universidad. Se
dispuso a subir al poste para colocar la manta, pero un soldado le ordenó que
no lo hiciera; Ramírez no le hizo caso y empezó a ascender. Apenas había subido
dos metros, cuando el militar le disparó con su rifle por la espalda, a
quemarropa. Una hora después, el electricista estaba muerto.
La noticia de este crimen se
extendió por toda la ciudad, se echaron a vuelo las campanas de las capillas y
de la parroquia principal para llamar a la gente e informarle de lo que estaba
pasando. Una muchedumbre se congregó cerca del cordón militar y a los pocos
minutos aparecieron sobre la calle principal tres pelotones con las bayonetas de
sus rifles por delante. Saúl López López en su texto “20 años de lucha universitaria, el caso de la UAG”
publicado Revista de la Universidad
Autónoma de Guerrero, en abril de 1983 dice: “La idea del pueblo fue
siempre la de defender el último reducto de libertad y democracia que
representaba la universidad, por eso, cuando la multitud vio venir a los
pelotones rumbo al edificio docente, surgieron voces que proponían no dejarlos
pasar, y armándose con leños y piedras que encontraron a la mano, hombres y
mujeres formaron una valla para detener al ejército; ya frente a frente, cuando
se iba a iniciar el parlamento, desde atrás surgió un proyectil que desató el
zafarrancho. Hubo muestras de verdadero valor y heroísmo, como el de la joven
Virginia Juárez D., quien se enfrentó a un soldado en desigual lucha, ella con
un leño y él con un máuser”.
Trabajadores en el inicio de
la construcción de la escuela
primaria de El Achotal, en febrero de 1969.
Foto: Archivo Histórico Municipal.
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La refriega duró escasos minutos, tiempo suficiente para que el ejército
dejara un saldo de 16 muertos y 54 heridos, muchos ellos de gravedad. “La
verdad es que el ejército disparó en contra de una muralla de más de 2 mil
ciudadanos, que al tañido de las campanas de la iglesia Santa María de la
Asunción, se habían congregado en la alameda Granados Maldonado a fin de
protestar por el asesinato de un electricista que murió a manos de un soldado
cuando subía a un poste para colocar un letrero de protesta contra el mal
gobierno de Caballero Aburto”, comenta Mario
García Cerros en su libro Historia de la
Universidad Autónoma de Guerrero.
El 4 de enero se conoció la
noticia de la desaparición de poderes y fue designado gobernador Arturo
Martínez Adame. La Coalición de Organizaciones Populares se mantuvo unida y se
convirtió en un cuerpo consultivo para el nuevo gobierno. Genaro Vázquez fue
excluido por su radicalismo y en ese tiempo ayudó a instalar consejos populares
en los municipios donde había alcaldes caballeristas, como en el caso de
Atoyac.
Elpidio, sin duda uno de los
dirigentes más reconocidos de la Asociación Cívica Guerrerense, fue comandante
de la policía municipal en el consejo cívico que encabezó Israel Salmerón en
1961. Antonio Sotelo Pérez en su libro Breve historia de la Asociación Cívica
Guerrerense, jefaturada por Genaro
Vázquez Rojas nos recuerda: “El municipio de Iguala, por primera vez en la historia
política de Guerrero, vivió un momento de verdadera democracia; las decisiones
eran sometidas a discusiones con el pueblo, la policía municipal era designada
a sugerencia de la ciudadanía. El comandante de esa corporación, Elpidio Ocampo
Mancilla, fue nombrado democráticamente por una asamblea popular de igualtecos”.
Durante el periodo de Salmerón hubo paz y tranquilidad, se eliminó la
inseguridad y se le dio protección a la ciudadanía. A eso se debió que
terminaran su periodo administrativo.
En los primeros días del gobierno de Martínez Adame, “los cívicos,
encabezados por Elpidio Ocampo Mancilla, Isaías Duarte, Enrique Bustos e Israel
Salmerón… formaban brigadas de autodefensa; una de ellas la tenían comisionada
en Chilpancingo, la cual estaba reforzada por cívicos de todas las regiones de
Guerrero. Estas brigadas se encargaban de no dejar entrar al palacio de
gobierno a los caballeristas destronados que buscaban la tablita de salvación”, dice Sotelo.
Un día, los principales caciques de Coyuca de Benítez y de San Jerónimo
quisieron entrar al palacio de gobierno en Chilpancingo pero los brigadistas,
seguidos de vendedoras del mercado que portaban canastas de tomates y zapotes
prietos, lo impidieron. “Rosendo Ríos Rodríguez, principal cacique de Coyuca,
sacó de inmediato una pavorosa 38 súper y avanzó hacia la puerta del edificio.
Elpidio y el grupo de igualtecos le cayeron encima, desarmándolo al instante;
las mujeres del mercado les pasaban las canastas de zapote y tomates a los
muchachos para que los utilizaran en contra del rijoso”.
En la segunda mitad de 1962 ya estaba la campaña electoral por la
gubernatura del estado. El candidato cívico José María Suárez Téllez inició su
campaña el 19 de agosto de 1962 en Ixcateopan, ante la tumba que guarda los
restos de Cuauhtémoc, acompañado por sus dos hijas, Genaro Vázquez Rojas, Blas
Vergara, Lucio Cabañas Barrientos y 80 igualtecos. Después de depositar una
ofrenda floral ante la tumba del último emperador azteca, los cívicos se
dirigieron al zócalo del lugar, donde desplegaron mantas con leyendas en las
que pedían “Sufragio efectivo. No imposición” y realizaron un mitin.
Las elecciones estatales fueron el 2 de diciembre de 1962, Fausto
Ávila Juárez en su texto inédito “ACNR: trayectoria de una organización
revolucionaria” señala: “la organización no tenía registro, situación que aprovecharon los colegios
electorales controlados por el gobierno y, siempre favoreciendo al partido
oficial, el resultado fue que los candidatos cívicos no fueron registrados,
eran ilegales. La única rendija que les dejaron para entrar al juego electoral
fueron las candidaturas independientes, cosa que aprovecharon postulando a
candidatos independientes y llamando a votar al pueblo por ellos marcando y
poniendo el nombre del candidato en el cuadro en blanco que aparecía en las
boletas electorales. Esto significó una dificultad más, pues Guerrero es un
estado con un alto índice de analfabetismo, por lo que los dirigentes tuvieron
que enseñar a los electores a escribir el nombre del candidato. El resultado
fue sorprendente, porque los candidatos cívicos ganaron las elecciones, pero el
aparato gubernamental les negó el triunfo y nuevamente impusieron gobernador:
un médico chilpancingueño que trabajaba en Iguala, desconocido políticamente,
pero que estaba manejado por el secretario de la Presidencia de la República,
el licenciado Donato Miranda Fonseca”.
La Asociación Cívica Guerrerense propuso entonces un movimiento para
denunciar el fraude electoral cometido en contra del pueblo de Guerrero. Pero
el 31 de diciembre de 1962 llegó el golpe contra los cívicos. En la madrugada
de ese día se produjo una balacera frente al palacio municipal de Iguala, donde
había una concentración. Cerca de 3 mil personas fueron rodeadas por la policía
y el ejército a las 23:30 horas del 30 de diciembre. Tendido el cerco, buscó a los manifestantes
Victorio López Figueroa, El Cabello,
ex alcalde de Iguala, dos veces diputado local, regidor de policía y secretario
de finanzas de la Liga de Comunidades Agrarias de Guerrero durante el gobierno
del general Caballero Aburto. Pistola en la mano, retó a un duelo a muerte a
Genaro Vázquez Rojas. Al no
encontrar respuesta, hizo disparos al aire, que fueron la señal para que
comenzara la balacera. El resultado: seis muertos, cuatro heridos y 156
detenidos.
El golpe asestado a la ACG fue bastante duro. Sus principales dirigentes
cayeron presos o huyeron de Guerrero. Genaro Vázquez fue obligado a salir del
estado, porque a él y a otros líderes los
hicieron responsables de la matanza de Iguala. Suárez Téllez y 25 cívicos más
fueron procesados por los delitos de homicidio, lesiones, disparo de arma de
fuego y sedición. Poco a poco fueron dejándolos en libertad. Suárez Téllez fue
el último en abandonar la cárcel.
Después de la masacre de Iguala, cuando los principales líderes cívicos
entraron a la clandestinidad, “se incorporó un grupo de estudiantes y profesores
normalistas guerrerenses que habían constituido un grupo político cultural en
la Escuela Nacional de Maestros denominado Melchor Ocampo, entre los que
estaban los hermanos Contreras Javier, de Atoyac; Demóstenes Lozano Valdovinos,
de Tecpan pero radicado en Atoyac; los hermanos Bracho Campos, de Coyuca de
Benítez; los hermanos Solís Morales, de Hidalgo y cuñados de Genaro Vázquez;
Roque Salgado Ochoa, de Acatempan, municipio de Teloloapan; los hermanos
Francisco y Raymundo Valenzo, de Chilpancingo, y otros”, dice Fausto Ávila.
El siguiente año, la ACG decidió estructurar su militancia por sectores. En
la comunidad de El Ticuí, municipio de Atoyac, se fundó la Liga Agraria
Revolucionaria del Sur Emiliano Zapata (LARSEZ) en un congreso que se efectuó
los días 20 y 21 de marzo de 1963. Antonio Sotelo fue nombrado secretario
general. Se organizaron los copreros, cafetaleros, arroceros y ajonjolineros.
Como la represión y persecución en contra de los cívicos se recrudecía, en
1965 Roque Salgado Ochoa y Filiberto Solís Morales comenzaron a formar los
Comités Clandestinos de Autodefensa Armados en los municipios de Iguala,
Tepecoacuilco, Chilpancingo, Atoyac de Álvarez y Coyuca de Benítez, bajo los
lineamientos marcados por Genaro Vázquez.
Aún en la clandestinidad, Genaro se movía en todo el estado. El 20 de
febrero de 1966 presidió el primer Congreso de Copreros Independientes en
Coyuca de Benítez. Los maestros normalistas Ismael y José Bracho Campos,
Filiberto Solís Morales, Roque Salgado Ochoa, Demóstenes Onofre Valdovinos,
entre otros, eran el eslabón organizativo. El 6 de marzo de ese año Genaro
realizó un mitin de la LARSEZ, organización que iba más allá de los límites que
el régimen le imponía, pues planteaba el reparto agrario en Guerrero.
El 25 de mayo de 1966 la LARSEZ realizó su primer congreso en El Paraíso,
donde Genaro Vázquez emergió como secretario del Consejo de Planeación
Económica del Comité Ejecutivo de dicha organización.
En
abril de 1966 se constituyó el Consejo de Autodefensa del Pueblo (CAP) que
asumió el programa de los siete puntos: 1) Por un régimen popular de obreros,
campesinos, intelectuales patriotas y
estudiantes. 2) Por la planificación científica de la economía. 3) Por el
rescate de la riqueza minera. 4) Por el respeto de la vida política sindical y
la ampliación de los derechos obreros. 5) Por el reparto de los latifundios. 6)
Por la ampliación de la reforma agraria. 7) Por el desarrollo cultural del
pueblo.
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