sábado, 16 de junio de 2018

De escritos y escritores IV


Víctor Cardona Galindo
Juventina Galeana Santiago
Nació el 26 de diciembre de 1928, en Atoyac de Álvarez. Se casó con Juan García Galeana. Sus padres se llamaron: Félix Galeana Franco y Juventina Santiago Flores.
Aprendió las primeras letras con los maestros Modesto Alarcón y Rafael Flores. Estudió en la escuela Real, hoy Juan Álvarez, más tarde se trasladó al puerto para continuar su preparación en el colegio Acapulco con Felicitas V. Jiménez, La maestra chita y en la academia inglesa.
Doña Juventina Galeana Santiago fue promotora
 e investigadora incansable de la historia 
del municipio de Atoyac, a ella le debemos 
las investigaciones sobre la historia de la 
parroquia, la fábrica de hilados de El Ticuí,
 el café y los kioscos de nuestra ciudad. 
Foto: Cortesía de la familia.    

Estuvo internada en el colegio Franco-Inglés en la Ciudad de México y en Chilapa Guerrero en el colegio Morelos, hoy Carrillo Cárdenas, de la congregación de religiosas Siervas de Jesús Sacramentado, donde terminó la primaria y recibió estudios de contador privado, corte y confección, clases de pintura, dibujo, repostería, cocina y economía doméstica.
Dentro de las actividades culturales que realizó está la de haber pugnado por la instalación de un museo municipal, tomando en cuenta la gran riqueza arqueológica de la zona y la historia gloriosa de nuestro pasado cuitlateco. En el periodo del alcalde Javier Galeana Cadena se instaló un pequeño museo en la parte baja del kiosco de la plaza principal. Pero terminando ese mandato las piezas fueron a parar a diversos domicilios y unas quedaron de adorno en las oficinas de la secretaría general en la Ciudad de los Servicios.
Doña Yuve era una apasionada del pasado de este pueblo y la arqueología, conservó a lo largo de su vida vestigios arqueológicos para que los depredadores no se los llevaran al extranjero. Conservó piezas encontradas al crecer la ciudad y cuando se abrieron las carreteras. Logró tener la más grande colección regional registrada ante el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de piezas de los periodos preclásico y clásico, con rasgos olmecoides; líticas y cerámica.
Registraba minuciosamente todo lo que acontecía. “En unas excavaciones que hizo dentro de su casa don Telesforo Albarrán, en San Jerónimo de Juárez, encontraron granos de cacao en el año de 1963” y en Corral Falso “unos cañones de aves, transparentes, llenos de polvo de oro que encontraron en excavaciones que efectuaron junto al río, en 1960”, lo anterior en su artículo “La moneda en México” publicado el 27 de octubre de 1995 en El Sol de Acapulco, donde explica que durante el imperio azteca utilizaban el cacao para sus convenios normales, también plumas, miel y piedras preciosas.
Formó el grupo Convivencia Cultural Atoyac con diversas personalidades para impulsar la cultura y rescatar las costumbres y tradiciones de Atoyac. El grupo estaba integrado por la propia Juventina Galeana Santiago, el presbítero Pedro Rumbo Alejandri, Guadalupe Anahí Xóchitl García Galeana, Enrique Hernández Meza, Eduardo Parra Castro, Paloma Torreblanca García, Mireya Ma. de la Gracia García Galeana, Patricia Parra Cabañas, Margarito Ríos Orbe, Rafael Hernández Guerrero, José Hernández Meza, Dagoberto Ríos Armenta y Evodio Argüello de León. Del trabajo de este grupo surgieron los libros: Modismos Atoyaquenses y Medicina Tradicional, Los kioscos de Atoyac, La fábrica de hilados y tejidos Progreso del Sur Ticuí y La historia del general Juan Álvarez.
El grupo se movilizaba, visitaron el caso de la hacienda La Providencia. Realizaron investigaciones sobre el origen de Atoyac y sobre la vida del general Juan Álvarez. Después de una investigación exhaustiva en la que participó doña Juventina Galeana  y el grupo Convivencia Cultural se le suprimió la “N” a la escuela Juan N. Álvarez ahora se llama Escuela Primaria Urbana del Estado Juan Álvarez, porque se logró demostrar que el general firmaba únicamente como Juan Álvarez y la “N” no tenía razón de ser.
A un a pesar de las investigaciones de doña Yuve se sigue cometiendo el error en el nombre de otras instituciones. Eso pasa cuando se toma como base escritos y fuentes de internet que no son fidedignas. Se sigue escribiendo Juan N. Álvarez, cuando la “N” nunca existió en la firma de nuestro héroe, lo demuestran documentos certificados y su testamento. Se decía que se llamaba Juan Nepomuceno pero la investigación demostró que lo de Nepomuceno es un mito.
En 1989, el presidente municipal Alejandro Nogueda Ludwig la nombró gestora ante el INAH para investigar la toponimia del pueblo. Porque la gente tenía la creencia que el nombre de Atoyac se derivaba de atolladero, porque donde ahora está la ciudad cruzaban cinco arroyos y era un terreno cenagoso. Había que dar muchas vueltas para salir del atolladero cuando se iba de El Zanjón a Mexcaltepec o viceversa. Mucha gente decía lo mismo: “el pueblo antes se llamaba Atolladero”.
Pero investigando el origen del nombre, doña Juventina Galeana Santiago mandó, en 1989, un oficio al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) pidiendo un análisis al vocablo Atoyac. El departamento de lingüística de esa institución contestó que la palabra Atoyac proviene del náhuatl. Nombre que coincide con otros sitios que existen en la república como: San Pedro Atoyac Oaxaca, Atoyac Jalisco y Atoyac Veracruz. También el río Atoyac de Puebla.
La doctora Susana Cuevas Suárez directora de lingüística del INAH contestó: “Haciendo una revisión exhaustiva en varios códices tanto prehispánicos como coloniales se llegó a la conclusión de que no existe un glifo que represente a la población de Atoyac. Es muy probable que la razón de esto sea que el nombre de Atoyac no sea el original, es decir, que antiguamente esta población, haya tenido otro nombre”.
“El nombre original se puede conocer a través de estudios arqueológicos, en zonas (que es muy probable que existan) cercanas o dentro de los límites que corresponden a Atoyac. Existe la posibilidad de que al haber un desplazamiento de la zona arqueológica a la ubicación actual de la ciudad, el hombre original haya cambiado por el que ahora conocemos como Atoyac”.
Al hacer el análisis de la palabra Atoyac, asegura que es un vocablo de origen náhuatl: atl que quiere decir agua y toyaui que significa regarse o esparcirse. Por eso se concluye que Atoyac quiere decir agua que se riega o se esparce.
En el gobierno del presidente municipal Evodio Argüello de León, Juventina, recibió un excepcional apoyo a sus investigaciones históricas. Coordinó el concurso para la elaboración del escudo municipal que actualmente luce el ayuntamiento.
El 8 de noviembre de 1992 se creó el escudo municipal de Atoyac, mediante un concurso convocado por el Instituto Guerrerense de la Cultura y el Ayuntamiento. De los trabajos presentados ninguno reunió los requisitos, así que tomaron los elementos de los dos mejores trabajos presentados por Juan José Alvarado Lezma y José Hernández Meza para formar el colorido escudo que ahora luce el municipio.
En su conjunto el Escudo  representa las tres épocas de la vida de México: La prehispánica por el Glifo; la colonial por la torre de la Iglesia, inicio de la religión católica en el país; y la moderna con la carretera.
Así también en el escudo están representados todos los símbolos de Atoyac. El glifo que representa el nombre de Atoyac: Atl: “agua” y Toyaui: “Esparcirse, regarse o extenderse”. Lo que quiere decir, agua que se riega o se esparce. Sus verdes montañas y sus afluentes de agua que vienen de la sierra, la fecha de 1498 que marca la llegada de los aztecas a este lugar. El sol que ilumina esta tierra, los granos de café, la torre del campanario de la parroquia que simboliza la espiritualidad del hombre. La carretera nacional que atraviesa el municipio y nos une con el país. Pero sobre todo no podía faltar la frase del general Juan Álvarez Hurtado que dice: “Pobre entré a la presidencia y pobre salgo de ella”.
Antes de la creación del escudo la ciudad estaba representada por jeroglíficos, uno que tenía la ilustración de una montaña o cerro donde brotaba un río y otro que ilustraba una casa en construcción con un río a lado. Para muchos, esas ilustraciones querían decir: “los que vinieron de arriba del río o los que bajaron de la montaña”, en referencia a que el origen de la ciudad de Atoyac estuvo en la comunidad de Mexcaltepec.
Para el diseño del escudo, fueron de vital importancia las investigaciones de doña Juventina Galeana Santiago quien pasó muchos años de su vida indagando el pasado prehispánico de Atoyac.
El arzobispo de Acapulco Rafael Bello Ruiz y el padre Pedro Rumbo Alejandri la comisionaron para investigar sobre la historia religiosa de la parroquia de Santa María de la Asunción de Atoyac, encontró que la primera iglesia construida en Mexcaltepec se ubicó dónde está el actual panteón, a finales de 1992 encontró los cimientos de dicho templo, la campanita que usaban en la misa y una medallita con inscripciones en latín.
El 19 de enero de 1988, se le otorgó el nombramiento como miembro fundador de La Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística de Acapulco. Acudió a varios encuentros culturales haciendo escuchar su voz con nuevas propuestas y participó en diversos esfuerzos para darle unidad al movimiento cultural de Atoyac. Con Felipe Fierro Santiago, Decidor Silva Valle y Rubén Ríos Radilla formaron el grupo Alt-Toyaui.
Todas sus investigaciones fueron importantes, por doña Juventina Galeana Santiago se sabe que Gabino Pino González no sólo trajo a Gálvez como técnico para sembrar café, también vinieron con él Nicandro Corona y Jerónimo Loza. Nicandro puso una finca cafetalera que denominó El Zafir y Jerónimo instaló otras plantaciones que llamó El Porvenir.
El grupo Convivencia Cultural que encabezaba doña Juventina Galeana Santiago publicó en 1992, la Historia de la Fábrica Progreso del Sur, primer trabajo que se hizo para rescatar los testimonios sobre esa industria.
Viejos pobladores de El Ticuí le dijeron a Doña Yuve  que “a los españoles que fundaron la fábrica les fascinó el canto del luicillo”, un pájaro con alas cafés y pecho amarillo, por eso le pusieron Ticuí al pueblo.
Y que fue el 20 de agosto de 1904 cuando la fábrica quedó instalada y se probó el 16 de noviembre de 1904, dando buenos resultados, por lo que se empezó a trabajar regularmente el 1 de enero de 1905. Fue entonces cuando se inició la producción de telas como la Indiana y Manta. Aquí llegó a producirse una tela muy famosa conocida como Indio Atoyac, fiocos, driles y sedas. Había un equipo de ingenieros textiles de origen catalán y francés.
Doña Juventina Galeana Santiago escribió la Historia del Jardín de Atoyac partiendo del año de 1884, cuando Atoyac era un pequeño poblado y siendo su presidente municipal Feliciano Castro, se acordó que frente al Ayuntamiento y frente a las casas que conformaban el centro, estaría un jardín sembrado de almendros. El alcalde vio la urgente necesidad también de tener un kiosco que fue construido con techo de lámina.
Por sus diversas investigaciones recibió reconocimientos por su participación en el rescate de la cultura por parte del semanario local Atl; de los presidentes municipales: Evodio Argüello de León, Javier Galeana Cadena, Acacio Castro Serrano y Germán Adame Bautista y de otras dependencias y grupos similares.
Escribió sobre Atoyac, en la revista La capital de Chilpancingo, Guerrero. Publicó en el Diario 17, en “La página de Atoyac” y en “Atl Toyaui” de El Sol de Acapulco. En 1999 “doña Yuve” obtuvo el primer lugar en el concurso estatal “Viejos los cerros y reverdecen” convocado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en Guerrero, por su trabajo “Recordar es vivir”.
En octubre del mismo año, nuevamente el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, la premió con el segundo lugar por su trabajo “Historia del oro verde en la sierra de Atoyac” y la Secretaría de la Mujer la nombró “La mujer del año”.
Doña Yuve falleció el 28 de enero del 2007 y sus restos descansan en el panteón municipal de su amada tierra, Atoyac de Álvarez.

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