miércoles, 15 de abril de 2020

Toribio Gómez Pino (Primera parte)


Víctor Cardona Galindo
Toribio Gómez Pino, fue personaje central en la historia de Atoyac durante el siglo pasado. Fue querido, temido y odiado, su existencia va de la realidad a la leyenda. Su vida fue la intriga y las armas. Sus enemigos le temieron hasta el final por su extraordinaria puntería al disparar. Cuando la guerrilla de Lucio Cabañas lo condenó a muerte tenía 80 años, se dice que denunció a mucha gente, incluso a su propia familia. La sentencia no se cumplió él falleció de muerte natural. 
Toribio Gómez Pino

Toribio Gómez Pino nació el 16 de abril de 1892 en la ciudad de Atoyac. De sus orígenes se sabe que su abuelo Pioquinto Gómez era del Arenal de Gómez y estaba casado con Josefa Pino. Entre sus hijos nació Asunción Gómez Pino quien casó con Ambrosio Galindo, de esa unión nació Fortino Galindo Gómez. Pero al quedar viuda Asunción hizo vida con José Isabel Peralta el papá de Toribio, pero éste al crecer tomó los apellidos de su mamá y se firmaba como Toribio Gómez Pino, así se le conoció cuando fue presidente municipal de Atoyac en 1947.
Estaba emparentado con las dos familias más numerosas de Los Valles. Pues con Fortino Galindo Gómez eran hermanos de madre y con los Peralta era hermano de padre. Por eso los Galindo y los Peralta lo escoltaban armados hasta San Andrés de la Cruz donde tomaba una camioneta para viajar a Atoyac. En Los Valles se le conocieron tres mujeres: una que se apellidaba Dionicio, Josefa Villa y doña Gumersinda la última.
Vivía en un extremo de Los Valles y en su huerta de café, en Monte Colorado, al norte del ejido, tenía una casa de dos pisos que le hizo la gente del pueblo. También tuvo una huerta chiquita de café en Las Patacuas, cerca de la de su hermano Fortino Galindo Gómez.
Conocí a Toribio Gómez mediante las historias que mi madre María del Refugio Galindo contaba. Por ejemplo decía que en la parcela de Toribio brotaba un venero, siempre estaba húmedo y se formaban unos charcos. La milpa se daba completa, los mapaches no entraban a comerse los elotes, los jabalíes no aparecían. No había ni tuzas. Las plagas no existían para el hombre fuerte de Los Valles.
No era nada mágico, lo que pasa es que domesticó desde chiquita una masacoa. La tenía debajo de un frondoso árbol donde brotaba el manantial, le hizo un pequeño toro con techo de cartón. “Ahí se pasaba la serpiente que creció mucho -dicen los que la vieron- que medía seis metros de largo y bramaba como becerro”. Hubo quienes la encontraron colgada de un guayabo o alrededor de una mata de plátano y al ver esa boa tan grande corrían despavoridos, porque decían que devoraba seres humanos.
Toribio todas las tardes le llevaba carne para que se alimentara. Jamás se supo que se comiera alguna persona. Pero si un mapache, tejón, conejo o jabalí se desbalagaba no salía de la parcela. Con el puro vaho se bajaba de los árboles las chachalacas y las ardillas. Dicen que una vez con el puro hálito llamó a un venado que llegó solo hasta donde estaba enrollada en una mata de plátano y se lo comió. Alguien dice haber visto cuando únicamente se le asomaban las patas al pobre animalito. Otros iban más allá en sus comentarios, decían que se comía los becerros que pasaban por el camino cerca de la milpa.
La vida de este personaje me interesó, por las tantas balaceras en las que participó y salió vivo. Cuando me puse a investigar encontré que Toribio Gómez vivió tantos años porque sus enemigos le tenían miedo a su certera puntería y su habilidad para manejar la pistola, todavía ya de viejo algunas mujeres decían a sus hijos que le querían ajustar cuentas, “Toribio como Juan Ponce, donde disparan le meten toda la carga de la pistola a una persona”. Por eso lo respetaban. Una vez en una competencia con militares, en la que se rifó una botella de mezcal, le pegó a una cajetilla de cerrillos desde lejos, después el capitán con el que apostó lo quería matar, no aceptaba haber perdido.
Otra vez llegó un capitán a Los Valles y le dijo: “don Toribio, dicen que usted es bueno para pegar con pistola”. Toribio contestó “nomás tantito”. En eso iba pasando un gallo de esos que tienen el pescuezo pelón. Así como iba corriendo tras las gallinas le disparó y le voló el pescuezo. Entonces el capitán comentó: “Usted siempre será don Toribio Gómez”.
El viejo revolucionario se sentaba todos los días en el corredor de su casa. Un día estando acostado en la hamaca, llegó un pistolero, llamado Toño El Loco, para matarlo, pero Toribio lo alcanzó a ver y le dijo –Que vas hacer muchachito-. El pistolero –contestó- nada don Toribio solamente venía a venderle esta pistola, y temblando se la mostraba. Pero Toribio -le dijo -¿que no estará mejor esta hijo?, y le mostró una vieja pistola calibre 45. El pistolero retrocedió con la arma de fuego en la mano y corrió, perdiéndose entre el monte que estaba alrededor del pueblo y se fue. Nunca se supo quién lo mandó.
Toribio Gómez Pino, quien en realidad se llamaba Toribio Peralta Gómez, desde muy joven construyó su leyenda, a sus 19 años participó en la toma de Atoyac el 26 de abril de 1911, bajo las órdenes de Timoteo Fierro apoyando a Francisco I. Madero. Luego junto con Felipe Reyes concurrieron a numerosas acciones de armas durante la revolución. Y años más tarde con el grado de teniente concurrió a la toma de Acapulco en 1918 cuando unidas las tropas mariscalistas con las zapatistas atacaron el puerto.
Participó en el famoso combate de la cumbre que se dio el 13  de julio de 1918 mismo que comenzó a las 10 de la mañana y duró todo el día, donde los mariscalistas y zapatistas derrotaron a las fuerzas federales encabezadas por Rómulo Figueroa. Peleando al lado de Silvestre Castro García, El Cirgüelo, Toribio Gómez acrecentó su fama porque en un enfrentamiento a cuchilladas, mató a un soldado yaqui en el combate de San Jerónimo el Grande y le quitó un cinturón de cuero de víbora que conservó por mucho tiempo.
Toribio era alto, moreno y fornido. Una vez se vio envuelto entre la tropa yaqui que vinieron a combatir a El Cirgüelo y se confundió entre ellos. Como recuerdo sus amigos le hacían una chanza que le seguiría toda su vida, le decían que se parecía con los yaquis. Al indultarse El Cirgüelo Toribio siguió combatiendo al lado de Timoteo Fierro hasta que se rindieron o murieron los principales líderes de la revuelta.
Toribio Gómez también se levantó en armas junto a Feliciano Radilla y Alberto Téllez, incluso iba entre los escogidos para sacar a Juan R. Escudero de Acapulco. Después durante muchos años perduró su amistad con doña María de la O. También participó con los agraristas en el combate de Petatlán el 23 de enero de 1924 y después durante la revuelta de El Plan de El Veladero formó parte del estado mayor del general Amadeo Vidales Mederos, por eso tuvo una participación destacada en el combate del Morenal que fue el 28 de octubre de 1926 donde los vidalistas prácticamente acabaron con un batallón de federales.
Después de la revolución se quedó a vivir en Los Valles donde cultivaba las parcelas que le tocaron después del reparto agrario. Pero en la década de los treinta fue nombrado el jefe de los guardias rurales de toda la región. “Tenía comandancias por todos lados. Salía a recorrer los pueblos donde era el jefe de armas”, recordó la tía Enriqueta Galindo. Los rurales vestían de beige y Toribio siempre andaba con un pelotón de gente armada. En el recuerdo quedó que una vez salió con su gente y por el rumbo de San Vicente de Benítez le mataron a tres de sus soldados entre ellos a Crispín Martínez.
Fue a principios de 1937 cuando se organizó el noveno batallón del cuerpo de defensas rurales, por el mayor del Ejército Alberto Orbe Domínguez quien nombró comandante de la primera compañía a Toribio Gómez Pino y el de la segunda compañía Crispín Ocampo fue nombrado por el general Joaquín de la Peña días más tarde.
Un hecho muy sonado fue el pleito que sostuvieron los líderes reservistas contra la familia Cortés de Cacalutla. Se dice Raymundo, Agripino, Francisco e Isidro Cortés querían deshacer la colonia agrícola Juan R. Escudero y formar un defensa armada que actuara a su favor.
Al salir electo como presidente municipal de Atoyac Isidro Cortés García quien tomó posesión el primero de enero de 1937, Crispín Ocampo y Toribio Gómez se unieron con el comercio local y llevaron a cabo un mitin frente a la casa del profesor Modesto Alarcón, acto que estuvo dirigido por Canuto Nogueda Radilla. “Los manifestantes intentaban poner a Rosendo Galeana Lluck como presidente municipal”, dice Wilfrido Fierro Armenta. No lograron su objetivo Isidro Cortés siguió en la alcaldía.
El 3 de abril de 1937 la policía de Cortés asesinó a Arnulfo Vargas comandante de la reservas rurales. Debido a éste hecho los jefes reservistas Toribio Gómez y Crispín Ocampo se movilizaron para poner sitio al palacio municipal, pero el Ejército intervino salvando a Isidro Cortés García, después el gobernador lo destituyó nombrando en su lugar a Feliciano Fierro.
Isidro Cortés García al ser depuesto fue detenido en el palacio municipal por fuerzas federales después de ser balaceado por fuerzas reservistas en la sierra en abril de 1937. El gobierno del estado argumentó que lo depuso por haber cometido delitos del orden común.
Con la deposición del presidente las cosas no terminaron. Las intrigas continuaron por eso el 7 de junio de 1938 los reservistas al mando de Toribio Gómez y Crispín Ocampo atacaron en Cacalutla a la familia Cortés donde murieron Raymundo, Francisco y Antonio Cortés García.
Doña Ceferina Pino recuerda que los reservistas de Toribio Gómez se unieron con los de Tenexpa, Nuxco y El Quemado para atacar a Isidro Cortés en Cacalutla. “Las casas de ese pueblo eran de palapa y murieron en ese ataque Mundo, Celerino y Francisco. Isidro Cortés se salió vestido de mujer. Por eso después de ese ataque Feliciano Radilla a quien culparon de los hechos se fue a la ciudad de México”.
Luego se vendría otro acontecimiento, el 15 de noviembre de 1940 el teniente coronel Raymundo Cacho Peña comandante del 59 batallón de reserva depuso a todo el ayuntamiento constitucional del municipio de Atoyac de Álvarez Guerrero “valiéndose de la fuerza federal que se encuentra destacamentada en dicho lugar y acatando órdenes del gobernador del estado, quien desea tener elementos incondicionales en los Ayuntamientos para poder imponer como candidato al gobierno del estado a Francisco S. Carreto”.
El presidente depuesto el 15 de noviembre de 1940 fue Rosendo Nogueda a quien los militares quitaron para poner  a Antonio Ayerdi. “Viejos reservistas como Toribio Gómez participaron en esa deposición. Secuaces del gobernador Berber son Toribio Gómez y Mónico Aquino, quienes se han encargado de hacer la labor criminal de dividir al campesinado de la región habiéndose ganado ya a los campesinos de la zona cafetalera”, informaba el 3 de diciembre del 1940 el profesor Graciano Sánchez presidente del Confederación Nacional Campesina al secretario de gobernación. Se decía también que los campesinos de Atoyac opositores a Toribio Gómez apoyarían a Rafael Catalán Calvo.
Meses más tarde un enfrentamiento entre dos familias cimbraría el municipio. Ese pleito comenzó cuando Sixto Reyes mató el perro de la familia Mesino quienes llegaron a reclamar y se dieron de balazos. Los hechos fueron en el lugar conocido como Los Tamarindos en la parte norte de la Ciudad de Atoyac donde murieron Juan, Cristóbal y Catarino Mesino y de los Reyes murieron Ambrosio y Enrique.
De esos hechos Miguel Hipólito compuso un corrido cuyo primer verso dice: “Al pueblo en general /yo les vengo a noticiar /las desgracias que pasaron /en el pueblo de Atoyac… Por la calle derecha /sucedieron las matanzas /por esa entrada de la sierra /calle de Emilio Carranza”.
El cronista por excelencia de Atoyac Wilfrido Fierro Armenta escribió el 29 de abril de 1941. “Se registra un sangriento encuentro a tiros entre las familias Mesino y Reyes a consecuencia de la muerte de un perro. Los hechos tuvieron lugar en la Av. Juan Álvarez Norte de esta ciudad, en la que resultaron muertos don Catarino Mesino y su sobrino Juan del mismo apellido, así como los hermanos Ambrosio y Enrique Reyes y herido gravemente Sixto Reyes”.
Se dice que en este pleito Toribio Gómez tomó partido por los Reyes. Por eso los Mesino que eran originarios de El Camaron y también fueron revolucionarios vidalistas la agarraron en su contra y lo atacaron dos veces en Los Valles.

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