lunes, 30 de marzo de 2020

18 de mayo de 1967 (Tercera parte)


Víctor Cardona Galindo
Lucio Cabañas Barrientos y Serafín Núñez Ramos estaban de regreso reinstalados en la escuela “Modesto Alarcón”, cuando los maestros y padres de familia de la “Juan N. Álvarez” fueron a pedirles el apoyo. Ellos y los demás maestros del Movimiento Revolucionario del Magisterio habían logrado en su plantel cambiar a la directora y poner un director más sensible con la situación de los padres de familia. Tanto Lucio como Serafín aceptaron apoyar al naciente movimiento de la antes llamada Escuela Real y el movimiento incluyó al pequeño comercio, campesinos y colonos.
Serafín Núñez recuerda que fue Alberto Martínez Santiago y Anastasio Flores Cuevas quienes se reunieron con ellos para pedirles el apoyo.
El Zócalo de Atoyac, al centro el tamarindo llamado El árbol de la Víctoria,
donde se hacían los mítines en los años sesenta.

En el tiempo de los acontecimientos, Lucio moraba en la casa que fue de su abuela materna, Enedina Barrientos, donde vivía su tío Antonio Onofre Barrientos con su esposa Florentina Gudiño y sus hijos. A este domicilio llegaron los docentes de la escuela “Juan N. Álvarez”. Se dice que platicaron como una hora y se pusieron de acuerdo. Mientras su tío Antonio miraba todo aquello con desconfianza y aconsejó a Lucio “ya no te hubieras de meter en ese problema, no es asunto tuyo, no pertenece a tu escuela. Mejor déjalo”. Pero Lucio estaba comprometido con las luchas del pueblo y no le prestó atención a la advertencia. Algo parecido opinaba Serafín quien pensaba que los maestros de la escuela Juan Álvarez deberían de vivir su propia experiencia y foguearse al calor de la lucha. Sin embargo la opinión de Lucio se impuso y terminaron con firmeza encabezando el movimiento.
A partir del 20 de abril iniciaron las marchas con antorchas a las que llamaron cabalgatas. El 21 se llevó a cabo un mitin en el zócalo en el que se pidió la salida de la directora Julia Paco y el regreso de Martínez Santiago. Desde ese día los mítines se hicieron cotidianos y el 22 tomaron las instalaciones de la escuela y montaron guardia permanente. Hubo ligeros enfrentamientos con la gente de la directora y se fue radicalizando el movimiento.
El domingo 23 a las 13 horas se presentó a la escuela el subprocurador de justicia Humberto Romero Palacios y el Director de Educación en el Estado Prisciliano Alonso Organista. Al tratar de entrar a la escuela con la directora y la directiva de la Sociedad de Padres de Familia fueron sacados a empujones. Se dice que en este altercado a Julia, la directora, las mujeres que estaban de guardia, la tiraron al suelo y en el forcejeo le desgarraron la ropa. Por eso la reunión se trasladó al Palacio Municipal y los enviados del gobierno amenazaron a los manifestantes con meterlos a la cárcel, porque tomar la escuela era delito.
Los alumnos del profesor Martínez Santiago se juntaban con él por las tardes. Reuniones a las que asistían Serafín Núñez Ramos y Lucio Cabañas Barrientos. Los niños participaban en la elaboración de la propaganda, mantas y pancartas que se exhibían en las cabalgatas que salían por las noches. “Era impresionante ver el gran número de personas que pedían la salida de la directora y que salían a manifestarse alumbrándose con hachones”. Dice Elizabeth.  
El primero de mayo se realizó una cabalgata con antorchas, los manifestantes recorrieron las calles con lo que festejaron el día del trabajo y de paso pidieron el regreso de Martínez Santiago y la salida de Paco Piza. Al frente de esta movilización iba Lucio Cabañas Barrientos. Lo mismo ocurrió el 5 de mayo y casi todos los días había mítines en el zócalo.
“La sociedad ha mantenido cordura porque no quiere igualarse con la plebe y sólo prefiere mantener vigilado que no sea saqueado el edificio tomado desde el viernes 20 (de abril) por los alborotadores, ya que la construcción de este edificio lo costeó dicha sociedad y paga para su mantenimiento y conservación” publicaba El Rayo del Sur el 30 de abril.
“El 27 de abril de 1967 Hilda Flores y Roberto Arceta encararon al enviado del gobernador. El 4 de mayo en la sala de Cabildos hubo una discusión ríspida entre Manuel García Cabañas y Lucio Cabañas. Manuel quería que aceptaran como director a Ramón Díaz Pantaleón […] Los padres de familia que están posesionados de la escuela Juan N. Álvarez, en Atoyac, se muestran decididos a no desocupar el plantel mientras no sea reinstalado el profesor Alberto Martínez Santiago, que está comisionado en una escuela de Coyuca”. Da a conocer el Trópico, Diario Independiente de información el 7 de mayo de 1967.
Al crecer el movimiento se fue la directora y el gobierno del estado nombró como director sustituto al maestro Ramón Díaz Pantaleón, desde el 3 de mayo; sin embargo al no volver el maestro Alberto Martínez Santiago la lucha continuó y las cosas siguieron igual.
“En lugar de Julita nombraron director a Ramón Pantaleón López. Ya que más de 400 alumnos estaban sin clases” dice El Rayo del Sur en su edición del 7 de mayo de 1967.
En mi opinión en la escuela Juan Álvarez se reprodujo el mismo esquema del movimiento de la Modesto Alarcón. Movieron a Lucio y a Serafín y cayó la directora. Los padres siguieron movilizándose regresaron a Lucio y Serafín. En la Juan Álvarez cayó la directora y regresó Alberto Martínez Santiago. Pero aquí con el agregado que después los padres querían que se fueran todos los maestros que apoyaron a la directora.
“El día de la madre, los manifestantes reciben la buena noticia de que, por órdenes del gobernador del estado, se decreta la salida de la directora… Así como la reinstalación del maestro removido”, escribe Fritz Glockner, en Memoria Roja. Historia de la guerrilla en México (1943-1968).
De acuerdo a un acta que Rene García desempolvó de los archivos, a las 9 de la noche del 10 de mayo de 1967 las demandas iniciales quedaban resueltas, se llegaba a los acuerdos: de entregar la escuela, se quedaba como nuevo director Ramón Díaz Pantaleón, regresaba a la escuela Alberto Martínez Santiago y el gobierno del estado se comprometía a no ejercer acción penal en contra de los manifestantes. Se firmó el acta. Por parte de los docentes: Anastasio Flores Cuevas, Miguel Sánchez Tolentino, Sebastián López Luna, Celestino Lévaro Ocampo, Margarito Flores Quintana, Guillermina Nava Pineda, Hilda Ríos Pérez, Cenelia Salgado Salas, Teresa Damián Bahena, Felipa Cabañas y Alberto Martínez Santiago.
Firma también el director Ramón Díaz Pantaleón, Alberto E. Camacho Agente del Ministerio Público y como testigo el Presidente Municipal Manuel García Cabañas.
Como los mítines se hacían bajo un tamarindo que estaba en un extremo de la plaza, los maestros inconformes lo bautizaron como “el árbol de victoria”, porque habían logrado sacar a la directora. Bajo ese árbol colocaban el aparato de sonido para arengar a los ciudadanos que asistían a las concentraciones. Eso fue el 12 de mayo cuando festejaron el triunfo de la salida de Julia Paco. “Año con año conmemoraremos éste acontecimiento bajo la sombra de éste tamarindo, hoy árbol del triunfo”. Dijo el maestro Anastasio Flores Cuevas.
Glockner también subraya que durante la asamblea del 12 de mayo se expone que también deber salir de la escuela aquellos maestros que apoyaran a Julia Paco Piza: “la limpia se antoja completa, pues si han conseguido la caída de la directora, ahora desean terminar la tarea. La autoridad se niega a considerar siquiera aquella nueva solicitud y con el fin de vigilar el buen desempeño de la escuela, es enviado un grupo de policías judiciales de la motorizada”.
 “Ahora piden el cese de otros maestros los revoltosos de Atoyac y sigue el lío” cabeceaba el Trópico el 13 de mayo de 1967 y agregaba en la nota “Quienes creían que el problema de la escuela primaria Juan N. Álvarez había llegado a su fin con la renuncia de la maestra Julia Paco Piza, se equivocaron pues los ‘cívicos’ no entregaron el plantel como se comprometieron y ahora están exigiendo la renuncia del resto de los mentores que estuvieron apoyando la conducta de la profesora destituida”.
Por eso el 17 de mayo muy temprano arribaron a esta ciudad el Procurador de Justicia del Estado Horacio Hernández Alcaraz y el director estatal de educación Prisciliano Alonso Organista, acompañados del capitán Enrique Arellano, comandante de la Policía del Estado, dependiente de la Dirección de Seguridad Pública y del jefe del grupo de agentes de la Policía Judicial con sede en Petatlán Rafael Radilla Maganda.
Dice Wilfrido Fierro que los funcionarios se dirigieron a la escuela “General Juan Álvarez”, para darle posesión al nuevo director y a los maestros: Javier Alonso Sagal, Martiniano Cantú, Juan Rivera, Fortunato y Clemente Díaz, Malaquías Pérez Alejo, Andrés Rabadán, María del Socorro Montoya, Mario Martínez, Antonia Nava Zamora y Teófilo Salas que habían permanecido leales a Julia Paco. Luego de cumplir su cometido a las tres de la tarde regresaron a Chilpancingo, dejando al capitán Enrique Arellano Castro como responsable del orden. Los policías se hospedaron en las oficinas del PRI ubicadas en Nigromante 3.
La noche de ese 17 de mayo, los integrantes del movimiento se reunieron en la escuela “Modesto Alarcón” donde organizaron el mitin del día siguiente a las 10 de la mañana. Fue una asamblea popular en la que se pedía el apoyo de la población.
Dice Ángeles Santiago Dionicio que los policías que vinieron a reprimir eran “puros escogidos, fornidos y con cascos blancos”. Días anteriores había llegado un dispositivo policiaco. Porque la escuela “Modesto Alarcón” donde trabajaba Lucio ya estaba vigilada, había guardias de civil apostados alrededor, que se asomaban a la escuela para enterarse de lo que ocurría al interior. En ese contexto se dio la reunión de la noche anterior a la masacre. Laura Castellanos en su libro México Armado 1943-1981 (2008) recoge el testimonio de Octaviano Santiago Dionicio que escuchó que un viejo le dijo a Lucio Cabañas:
“-No salgas Lucio. Hay informes de que si te ven en la calle te van a matar –dijo el señor.
-Si me quisieran matar ya lo hubieran hecho –respondió Lucio.
-No, no vayas –insistió el viejo.
-Sí, si voy a ir. Y voy a ir porque no creo que se atrevan a mucho. A lo más que se pueden atrever es a darnos unas pescozadas, quitarnos el aparato de sonido, y a meternos unas horas a la cárcel. Pero por si las moscas –dijo al final-, quien pueda llevar una piedra, que se las lleve, y allá nos vemos.”
El 18 de mayo, Hilda Flores Solís estaba en su casa cuando unas mujeres del mercado la fueron a ver, porque estaban preocupadas por la presencia de los policías, por eso ella antes de que comenzara el mitin se fue a ver el presidente Manuel García Cabañas para convencerlo de que se retiraran los agentes policíacos.
Según Laura Castellanos, le dijo “–Oye Manuel, a ver como está esta gente ahí.
Él le contestó –Yo no puedo hacer nada, ésta gente está por órdenes del gobernador, lo que pueden hacer ustedes es retirarse”.
Ese día Lucio salió por la mañana de la casa de su tío Antonio Onofre, como lo hacía diario, a dar clases a la escuela Modesto Alarcón. Era jueves y se sentía el ambiente pesado, había un silencio misterioso y la familia Onofre Gudiño estaba en tensión. Lucio llegó a la escuela como era su costumbre, era muy responsable en el horario. Faltaban 15 minutos para las 10 de la mañana de aquel fatídico jueves, cuando abandonó la escuela.
Era la hora del recreo, dejó a sus alumnos jugando salió de la escuela primaria Modesto Alarcón, caminó por la calle 18 de marzo, acompañado por algunos padres de familia, luego por Obregón y Arturo Flores Quintana. Al pasar por la calle Agustín Ramírez, le gritó al administrador de correos: “Córdoba vente para que te tiemblen las corvas”, luego subió por el callejón Melchor Ocampo y Nigromante para finalmente llegar a la Plaza Morelos, que estaba rodeada de policías judiciales y de la montada. Algunos estaban apostados como francotiradores en las azoteas. La gente lo vio llegar por un costado del Ayuntamiento.
El mitin se llevaba a cabo frente a la presidencia municipal, en el Zócalo, el sonido estaba bajo un árbol de tamarindo que había sido bautizado como “árbol de la victoria”. Había mucha gente del pueblo. Lucio Cabañas tomó el micrófono y subió a una silla para dirigir el mitin. Comenzó su incendiario discurso que movía las fibras más profundas del pueblo presente.



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