sábado, 12 de diciembre de 2015

La Gloria, tercera parte


Víctor Cardona Galindo
En Las Palmas más arriba de El Paraíso y ya cerca de El Edén, hay piedras grabadas con símbolos del sol, el agua y algunas plantas que parecen de maíz. Existe también un pequeño cerro de forma piramidal, lo que hace pensar en que en su cúspide se elevaron plegarias a los dioses y se ofrecieron rituales, dada la amalgama de creencias que tenían los pueblos fundadores.
“Luego que uno ve las figuras de tan lejana datación la imaginación va hacia aquellos siglos y viene la reflexión respecto a su brillante inteligencia y su ejemplar disciplina, así como su capacidad de expresión mediante estos rastros bien asentados en las rocas.
En Plan de Las Delicias existe otra piedra con marcaciones que datan de varios siglos y en Los Arrayanes hay una más”, nos comenta el cronista de El Paraíso, Esteban Hernández Ortiz.
En toda la zona cercana a El Paraíso, es abundante la presencia de vestigios prehispánicos, por eso para nadie fue sorpresa que en unos terrenos entre la comunidad de Los Planes y La Finquita, se encontrara en el 2011 el basamento piramidal, de un centro ceremonial prehispánico posiblemente del posclásico, en cuya fachada norte se observa una alfarda. Tiene cuatro escalones bien conservados, mide 30 por 30 aproximadamente.
Para los habitantes de los pequeños poblados circunvecinos ha sido normal que los “gringos” vengan en sus carros, tomen fotos y si alguna piedra les gusta se la lleven. Aquí les llaman “gringos” a cualquier extranjero que esté güero.
Monolito encontrado por unos campesinos
en un cerro cercano a San Francisco del Tibor
en la sierra de Atoyac. Foto: Víctor Cardona Galindo.

Luego de que los peones de Hermenegildo Torres Lorenzana encontraron las escalinatas, en los terrenos de su suegro Antonio Camacho, hubo quien pensó que había en esas ruinas un tesoro y le hicieron varios hoyos al montículo, en uno de ellos le colocaron la imagen de San Isidro Labrador.
Hace algunos años, los vecinos de Los Planes se preocuparon por recolectar los vestigios arqueológicos, los juntaron en una casa e hicieron un pequeño museo, pero ahora en el local donde funcionaba duermen los maestros. Al desaparecer el museo comunitario, las piedras que estaban en la escuela, fueron regaladas o se las robaron. Así las cosas en la sierra.
Los expertos coinciden que existen muy pocos estudios arqueológicos sobre la región, los primeros datan de la década de los cuarenta. Estos primeros textos sobre la arqueología en la Costa Grande los recogió Moisés Ochoa Campos en su libro Historia del Estado de Guerrero quien menciona: “En Coyuca de Benítez, se han localizado cerámica roja, correspondiente al arcaico superior del valle, tipo Ticomán (…) Los restos arcaicos más conocidos corresponden, por lo tanto, al balsas medio, a Coyuca de Benítez, a la pirámide de San Jerónimo, Mexcaltepec, Atoyac, Corral Falso y El Humo”.
Fue el arqueólogo Roberto J. Weitlaner, de los primeros en explorar la Costa Grande y de eso Ochoa Campos dice que en Coyuca de Benítez, Atoyac, San Jerónimo, Corral Falso, El Humo y Mexcaltepec, “se encontraron pirámides de adobe o revestidas con lajas. Su cerámica es tipo arcaico medio, pero también se encontraron objetos tipo teotihuacano y mayoide”.
Roberto Weitlaner exploró en tres ocasiones la Sierra Madre del Sur pero al bajar a la costa en El Humo y San Jerónimo encontró grandes plataformas que rodean amplias plazas, y montículos de tierra consolidados y revestidos con piedras careadas. Jaime Litvak King exploró en San Jerónimo montículos que tienen tumbas en su interior y Josefina Gasca investigó La Pintada y otros sitios. También Rubén Manzanilla López ha realizado importantes estudios arqueológicos en la Costa Grande
Manzanilla López dice en su libro La región arqueológica de la Costa Grande de Guerrero. Su definición a través de la organización social y territorial prehispánicas que Weitlaner reportó para Atoyac “material colectado en superficie que fue exclusivamente cerámica roja arcaica de formas similares a las del sitio Ticomán en la Cuenca de México, mientras que cinco kilómetros al sur, en la población de Corral Falso, encontró un extenso complejo de montículos bajos, ya muy destruidos donde excavó dos pozos estratigráficos. Las cerámicas obtenidas, según su informe, fueron de dos clases: una de color rojo y otra crema naranja, que se registraron en todos los estratos. Las figurillas asociadas eran las llamadas ‘arcaicas’. Aquí adquirió también una vasija de forma bulbosa y base anular, con líneas grabadas, que al parecer es del tipo fine orange de Veracruz y acabado plumbate, relacionada con la cultura y época tolteca, llamada en el texto ‘Mazapa’ ”.
“La excavaciones practicadas por Weitlaner en un montículo que no describe, y al que se refirió como ‘la pirámide de San Jerónimo’, revelaron una construcción de adobe, al parecer del Clásico, pero hecha con tierra de capas de niveles preclásicos. A una tercera parte bajo la cima aparecieron paredes de adobe con figuras grabadas de color rojo sobre fondo blanco”, anotó Manzanilla.
Durante 1959 y 1960 Charles Brush y su esposa Ellen Sparry, de la University of Columbia exploraron la Costa Chica y Costa Grande. Sus trabajos se concentraron en Puerto Marqués, San Jerónimo y Barrio Nuevo municipio de Zihuatanejo. A finales de la década de los setenta Lauro González Quintero y Jesús Mora Echeverría estudiaron también la laguna de Tetitlán.
“Brush también realizó colecciones de superficie en San Jerónimo y escavó parcialmente un montículo cercano a la terracería que conduce a Corral Falso. La cerámica obtenida le confirmó la afinidad de este sitio con Puerto Marqués, Tambuco y La Zanja”.
Dice Francisco Gómezjara en Bonapartismo y lucha campesina de la Costa Grande que los primeros pobladores de la región presentan una cultura de transición olmeca-teotihuacana, “que procede, según Lister, al establecimiento de una cultura teotihuacana local. Corresponde a una etapa que va del año 400 al 900 d.n.e. Para el mismo autor, el siguiente periodo es tolteca posclásico temprano de gran florecimiento en el occidente. Lo sitúa entre 900 y 1200 años d.n.e. y está presente en Coyuca de Benítez”.
En su análisis Gómezjara dice que culturas avanzadas olmecas-teotihuacanas y toltecas consideraron “la región como un simple centro de abastecimiento alimenticio o como refugio tropical, sin crear ningún centro económico, comercial o urbano de importancia”. Ahora se sabe que Cihuacán, como se llamó en el pasado La Soledad de Maciel, tuvo influencia teotihuacana y si fue importante.  Otros autores señalan que Guerrero era más bien “un territorio de tránsito de influencias culturales, donde se recibían modas y se modificaban de tal manera que tomaban cursos evolutivos diferentes”.
Román Piña Chan también ilustró dos placas de jadeíta en San Jerónimo y Josefina Gazca realizó en 1995 un rescate en el poblado de Las Tunas, que en época prehispánica debió ser parte del sitio de San Jerónimo o dependiente directo de este, ya que se encuentra a sólo dos kilómetros de distancia.
“Cerca del panteón de Las Tunas se localiza una plataforma de tierra y piedras y, junto a esta, la citada arqueóloga excavó seis entierros que corresponden a individuos adultos en posición de decúbito dorsal extendido, así como uno más, secundario, compuesto por un cráneo, costillas y fragmentos de extremidades superiores”, recoge Manzanilla.
Luego una generación de jóvenes arqueólogos exploró La Gloria, Piedras Grandes y zonas aledañas, encabezados por Miguel Pérez Negrete quien también emprendió la tarea de armar un atlas arqueológico de Guerrero.
Miguel Pérez Negrete subió cuatro veces a la sierra, mismas aprovechó para explorar, además de La Gloria, Piedras Grandes, El Camarón y San Andrés de la Cruz. Otros sitios conocidos como: la cueva de El Conejo, El Gobernante, El Cacao, El Carrizo y La Piedra del Sol en Río Chiquito. “A esta última pudimos llegar gracias a que Bolívar Castro Serrano puso a disposición su Jeep para el recorrido por la sierra y sirve para ejemplificar el proceso de destrucción al que son sometidas algunas piedras con grabados, cuando la gente piensa que son señales de algún tesoro o que dentro se contiene oro, y por los mismo son destruidos irremediablemente por una ambición irracional. Y justo la Piedra del Sol estaba el proceso de barrenación, es decir, tenía dos perforaciones desde las parte superior que usan para introducir dinamita y ‘volarla’ ”, escribió Pérez Negrete en la revista Revolución número 87.
Sellos y figurillas encontradas en Atoyac y 
que fueran parte de una colección privada 
registrada ante el INAH. Foto: Archivo 
histórico de Atoyac.

Fue del 20 al 24 de octubre del 2005 cuando el equipo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) encabezado por Pérez Negrete realizó trabajos de inspección en La Sierra de Atoyac, donde se encontró evidencia suficiente para establecer que en dicho lugar existieron grupos prehispánicos con una avanzada cultura, que realizaban la medición del tiempo y trabajaban la metalurgia.
Miguel Pérez Negrete, investigador del centro INAH-Guerrero y director del Proyecto Atlas de Manifestaciones Gráfico Rupestres del Estado de Guerrero, acompañado de un equipo de trabajo formado por el jefe de campo Hans Marz de la Vega y Laura Lazcano verificaron 108 sitios arqueológicos, de los cuales 52 son lugares con petrograbados.
El equipo del INAH encontró sitios arqueológicos con basamentos piramidales en Santo Domingo y San Juan de las Flores, al igual que los petrograbados en Santo Domingo y el Camarón. En Santo Domingo se hallaron petrograbados de gran formato, un hacha de cobre y figurillas de “mujer bonita” fechadas entre los 200 antes de Cristo y 200 después de Cristo.
Los arqueólogos acompañados por José Aguilera Almanza y habitantes de Piedras Grandes caminaron por lo más intrincado de la sierra hasta llegar a la Cueva del Conejo que está a dos horas a caballo de Piedras Grandes en las estribaciones del cerro La Mujileca, subiendo las laderas del encañonamiento del Río Chiquito. “Pocos visitaban el lugar, ya que la gente cree que en ese lugar espantan y que uno se trae al muerto cuando va allá. Reitero estos datos del imaginario popular, ya que es riquísimo en cuanto a historias de espantos, muertos, ánimas, aparecidos, el diablo y muchas más como pocas se ha visto en una región del estado de Guerrero”, anotó Miguel Pérez Negrete.
“En la cueva se halla un personaje denominado El Conejo, el cual es un sacerdote con penacho que aparenta orejas de conejo y es justo ese el que dicen que espanta. La pared del abrigo se halla plagada de decenas de motivos grabados que recibe también el nombre de La Pintura del Pueblo”.
Narra el arqueólogo que hay, con diferentes cronologías, figuras humanas de forma cuadrada como las de Palma Sola, estimados hacia el 200 después de Cristo, cuentas numerales de puntos y líneas, glifos y hasta tlaloques o dioses de la lluvia de finales de la época prehispánica, o sea, el lugar fue sede de rituales vinculados al agua por más de 13 siglos. Ya cuando regresaban de visitar la cueva, José Aguilera que venía en la retaguardia sintió como una persona se le subió al anca del caballo y el animal se puso loco. A Aguilera le tocó el espanto.
En esa ocasión Miguel Pérez y la arqueóloga Lucía Felipe Valencia registraron sitios como Plan del Venado, El Aguacate y se completó información de dos sitios fortificados, que pertenecen al periodo de las pugnas étnicas, al final de época prehispánicas cuando también ocurre la guerra mexica-tarasca.
Miguel Pérez Negrete concluye que en la primera ocupación de la zona, detectada por figurillas en Santo Domingo y la Cueva del Conejo nos remite al periodo llamado Preclásico Terminal, entre los 200 antes de Cristo y 200 después de Cristo, y la ocupación más significativa es la que se asocia a los grandes petrograbados, lo que llamamos monumentalidad rupestre, con sitios de fuerte influencia tolteca que ocupan las estribaciones bajas y altas de la sierra desde Coyuca de Benítez hasta Coahuayutla, los cuales seguramente eran los llamados pueblos del metal, los cuitlatecos y los tepuztecos, etnias actualmente desaparecidas que se distinguían por su trabajo en metalurgia.


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