sábado, 3 de octubre de 2015

21 años de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS), catorceava parte.


Víctor Cardona Galindo
Aquel 18 de febrero de 1996, por la mañana, Agapito Rojas Hernández, Miguel Rojas Cortés y Genaro Martínez Sánchez venían en un Volkswagen color negro, modelo 1994, bajando por el camino de La Florida cuando del monte salieron los individuos que los atacaron. “Fueron interceptados por varios desconocidos que vestían ropas oscuras, quienes sin mediar palabra abrieron fuego contra los tripulantes del miniauto”, decía la nota de El Sol de Acapulco.
En el sitio del suceso “se encontraron cascajos de R-15, AK-47 (mejor conocidos como cuernos de chivo) así como de 45 y 38 súper, también en el lugar se encontró un cargador de pistola 38 súper marca Colt lleno de cartuchos útiles”, publicó Pablo Alonso Sánchez corresponsal del Diario 17.
En cuanto a la muerte de José Rojas Hernández, Isaías Rojas Osorio, Mauro Altamirano Osorio, Benigno Figueroa Alquisiras y Héctor Aguilar Navarrete acontecida por la noche, de la misma fecha, en lugar conocido como El Roble de la carretera nacional Acapulco-Zihuatanejo, la versión oficial decía que los judiciales Leopoldo Benítez López y Leonel Rosales Garduño realizaban un recorrido de rutina para resguardar la seguridad de los autobuses de pasajeros, cuando fueron atacados por un grupo de asaltantes.
Hilario Mesino Acosta ante la prensa.

El director de la Policía Judicial del Estado, Erit Montufar Mendosa difundió en un boletín la versión de que los cinco muertos “presuntos delincuentes” que al intentar asaltar en la carretera de Acapulco-Zihuatanejo, agredieron a balazos a elementos de la policía judicial del estado que patrullaban la zona y los judiciales dispararon para repeler la agresión y los fallidos asaltantes resultaron muertos y se les recogieron cuatro pistolas de grueso calibre dos 38 súper, una 9 milímetros y la otra calibre 380, mismas que fueron decomisadas en el lugar de los hechos. Más tarde se sabría que los occisos no iban armados.
Los medios de comunicación informaron que los caídos, en la carretera federal, viajaban en una camioneta, Nissan blanca, doble cabina, modelo 1995 con placas de circulación HA17715 del estado de Guerrero. Los dictámenes periciales confirmaron que los cuerpos presentaban lesiones de bala disparadas a corta distancia, algunas a quemarropa.
A raíz del asesinato de nueve ciudadanos de atoyaquenses, ocho de ellos de la comunidad sierreña de El Paraíso. “La población y las autoridades municipales se movilizaron para exigir justicia y para combatir la versión del gobierno que, una vez más, pretendía culpar a las víctimas”, nos recuerda Maribel Gutiérrez.
Dos de los masacrados por la judicial en la noche, José Rojas Hernández e Isaías Rojas Osorio eran hermanos de Agapito Rojas Hernández asesinado por la mañana junto a su primo Miguel Rojas Cortés y Genaro Martínez Sánchez  en el camino a La Florida.
La muerte de los ocho paraiseños con profundas raíces en la sierra, conmovió a la región y a la exigencia de castigo a los culpables se sumaron miembros de la Unión de Ejidos Agropecuarios General Hermenegildo Galeana y del Consejo Supremo de los Pueblos del Filo Mayor quienes demandaron a las autoridades el esclarecimiento inmediato del caso. El crimen también unió a los dos comisarios de El Paraíso, Alberto Sotelo Lucena que resultó del PRD y una alianza ciudadana, reconocido por el Ayuntamiento que encabezaba María de la Luz, y a Tobías Marcelo González quien era el comisario del PRI y era reconocido por la Dirección de Gobernación estatal.
El martes 20, llegó a El Paraíso para llevar, a los deudos, un mensaje del gobernador Rubén Figueroa Alcocer, el secretario de Gobierno Zotico García Pastrana, quien al hablar de los muertos ante la prensa nacional dijo: “Esto, en Guerrero, yo diría que es normal”.
Unos mil 500 habitantes de El Paraíso acompañaron a sus muertos al panteón de esa localidad, el miércoles 21 al medio día, por la tarde, a las 18 horas, unos 500 se reunieron con sus autoridades municipales para llevar a cabo un cabildo abierto, para tomar acuerdos.
Después de esa reunión, Ayuntamiento de Atoyac exigió la salida de la Policía Judicial Estatal y del Colegio del Policía del municipio porque “son generadores de violencia e inseguridad y asesinos de ciudadanos del municipio y que su actuación se limite exclusivamente a la ejecución de las órdenes de aprehensión que el juzgado correspondiente dicte”. En un comunicado que se publicó en los medios de comunicación el cabildo de ésta ciudad cafetalera también pidió el regreso del Ejército “ya que desde su partida se ha incrementado la ola de violencia”. Que se formalicen las policías comunales, bien equipadas y elegidas en asamblea popular.
Además los ediles pidieron depurar los cuerpos policiacos “sabemos que policías en activo y ex policías están involucrados en gran parte de los secuestros y asaltos que ocurren a diario en nuestra región”.
El presidente del Tribunal Superior de Justicia, Jesús Araujo Hernández no descartó una conexión del caso Aguas Blancas con los nuevos asesinatos en la Costa Grande “se debe investigar de manera profunda a los dos casos y a gente interesada en desestabilizar el estado”. Porque “es muy sospechoso que a unos cuantos días que el fiscal especial del caso Aguas Blancas dé a conocer la autoría intelectual de la masacre de 17 campesinos, ahora se susciten hechos de sangre en el municipio de Atoyac.
Por el primer caso de los tres primeros asesinados fueron consignados campesinos que nada tenían que ver con el crimen. A raíz del de segundo caso fueron destituidos de la policía judicial Leopoldo Benítez Pérez como comandante y Leonel González Garduño como agente. En su declaración Leopoldo Benítez dijo que los asesinados no eran unas blancas palomitas. Resultó inverisímil que en la ejecución únicamente participaran dos agentes. Llegó a circular la versión que en esa masacre cuando menos participaron dos grupos de judiciales.
Luego el secuestro y asesinato del presidente del comité de base del PRD en El Ticuí, Eliseo Díaz Pino, provocó que los priistas de esa localidad de organizaran y realizaran una marcha el viernes 23, en la que participaron más de mil personas. A Eliseo se lo llevaron el  19 de febrero de su rancho cerca de la presa derivadora Juan Álvarez, sus secuestradores pidieron por su rescate 100 mil pesos. Pero luego fue encontrado muerto en el lugar conocido como El Potrerito.
Ese jueves 22 de febrero agentes federales entraron a El Paraíso para detener a Reyna Bautista Reyna, la subieron a un automóvil gris, como los policías no traían uniforme, unos 40 ciudadanos armados realizaron una operación y alcanzaron a los agentes ya casi al llegar a Río Santiago, y les quitaron a la detenida. Los federales estuvieron a punto de ser linchados por la población, aunque llevaban una orden de aprehensión en contra de la detenida, girada por el juez quinto del distrito de Baja California, con sede en Tijuana, por delitos contra la salud.
Rubén Figueroa visitó el lunes 26 El Paraíso, fue recibido con mantas “alto a la violencia”,  “alto a la impunidad”, “no más Aguas Blancas”, en un acto público los dolientes pidieron “que se limpie su nombres y su imagen”. Don Miguel Rojas Gonzales papá de Agapito, José e Isaías dijo “no somos mañosos como dice el gobierno”. El dirigente campesino Pablo Cortés Varona primo de dos de las víctimas denunció que ahora en El Paraíso había 21 nuevos huérfanos, ocho viudas, y en el desamparo la mamá del joven Miguel Rojas Cortés que dependía de él.
Figueroa se comprometió a iniciar la gestión, ante la secretaría de la Defensa Nacional, para que regrese el Ejército a Atoyac y para que una partida se instalara en esa comunidad. También a retirar la policía judicial del municipio y a impulsar la formación de una policía comunal.
La prensa nacional se ocupaba de los muertos de Atoyac, cuanto otro acontecimiento calentó más el ambiente. El periodista Ricardo Rocha en su programa Detrás de la noticia, transmitido la noche del sábado 24 de febrero de 1996, exhibió como nota exclusiva un video con duración de 16 minutos. El video sirvió “como evidencia real y verdadera de los hechos; y segundo, como testimonio irrefutable de la larga tradición política y de la cultura de poder arcaica, fundadas ambas en el uso exclusivo de la represión física y sistemática para resolver y disolver cualquier peligro de inestabilidad (entiéndase organización y movilización violentas y no violentas) que pueda surgir de la sociedad civil hacia el gobierno guerrerense. Debemos destacar aquí que se trata de la primera matanza de nuestra historia que ha sido filmada por sus propios autores (gobierno) y divulgada masivamente al pueblo mexicano. Este hecho horrorizó moralmente a millones de mexicanos y también a una parte importante de la comunidad internacional representada por el Secretario General de la ONU, Boutros Ghali”, comenta Gabriel Alfonso Castillo Leyva y coautores, en su tesis Inestabilidad Política en el estado de Guerrero. El Caso “Aguas Blancas” y su contexto.
El fiscal especial Alejandro Varela Vidales no tuvo acceso al original del video, porque el agente de gobernación Armado Espetia Nieto desapareció llevándoselo y no se pudo ejecutar acción penal en su contra, igual que los dos motorizados que también escaparon. El video que llegó a manos del fiscal y que se hizo público inicialmente tenía 17 cortes.
El 27 de febrero, inesperadamente Alejandro Varela Vidales dio por cerrada la investigación, con un informe final en que exonera a Rubén Figueroa al ex secretario de gobierno Rubén Robles Catalán y al ex procurador Antonio Alcocer Salazar. El PRD anunció que llevaría el caso ante la justicia federal. Ese informe fue objeto de múltiples reclamos de justicia de la sociedad nacional y de la comunidad internacional.
Según las conclusiones, “los campesinos abordaron en Tepetixtla, Atoyaquillo y Paso Real, dos camionetas, en una de ellas iban 60 personas que asistirían a la manifestación mitin y en la otra, azul claro, viajaban 56 campesinos, la mayoría en dirección a Coyuca de Benítez, a realizar actividades particulares y las excepciones al mitin”.
Para el fiscal, “el gobernador ordenó una operación ‘apegada a la legalidad’ y que los actos ilegales y delictuosos que se ahí se cometieron sólo son responsables los funcionarios a quienes él dio instrucciones que no cumplieron, así como a los agentes de la policía motorizada que se comportaron con impericia, y dispararon sin haber recibido alguna orden”, escribió en El Sur Maribel Gutiérrez.
El fiscal se basó en el dictamen emitido por los expertos de la Policía Judicial Federal (PJE), José Zepeda Ramírez y Andrés López Hernández, quienes concluyeron que “el retén de revisión no fe el adecuado, además que fue incorrecto para el mismo fin”, que se observó desorganización en la policía motorizada, y que la forma de efectuar el fuego fue por “simpatía”, es decir por inclinación al hacer lo que otros hacen, lo que se pudo evitar con el adiestramiento adecuado para los policías.
“El 27 de junio de 1995, Rosendo Armijo de los Santos, estando en funciones como subsecretario de Protección y Tránsito del estado de Guerrero, recibe instrucciones personalmente del gobernador a efecto de que realizara sin escatimar esfuerzo alguno cuantas diligencias necesarias dentro del marco de la legalidad, hasta lograr convencer a los organizadores del mitin para que sometieran sus peticiones e inconformidades al cauce legal, a través del diálogo en la misma negociación; (y que) de no ser posible recogieran las armas a los campesinos para evitar actos vandálicos y de violencia”.
Y Armijo abandonando su responsabilidad dejó todo en manos del el ex director operativo de Seguridad Pública, Manuel Moreno González, del ex subprocurador de justicia, Rodolfo Sotomayor Espino y del director general de Gobernación, Esteban Mendoza Ramos, quienes estuvieron en el lugar de los hechos sin evitar la masacre.
Mientras en Atoyac, el 28 de febrero, una comisión de ciudadanos, de la comunidad de El Ticuí, acompañó al comandante de la novena región militar general Tomas Salgado Cordero a supervisar 13 hectáreas de terreno ubicadas junto a campo de aterrizaje que eran las adecuadas para instalar el nuevo cuartel militar.



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