martes, 26 de febrero de 2019

Crónicas del Palacio XIX


Víctor Cardona Galindo
De acuerdo a diversas fuentes el Terrorismo de Estado en México, comenzó a partir del 23 de septiembre de 1965, después del ataque del Cuartel Madera en Chihuahua por parte del Grupo Popular Guerrillero, el gobierno respondió con represión hacia la población civil. Antes ya estaban las masacres en contra de los seguidores de Enrique Guzmán, el encarcelamiento de profesionistas y ferrocarrileros que luchaban por una mejores prestaciones salariales y mejores condiciones de trabajo. 
Doña Rosario Ibarra de Piedra toda una vida de lucha en búsqueda
 de los desaparecidos políticos. Foto: Archivo fotográfico de la Comisión
de la Verdad
.

En el estado de Guerrero, a partir del primero de abril de 1957, después de la toma posesión el general Raúl Caballero Aburto comenzaron una serie de ejecuciones extrajudiciales. Murieron muchos delincuentes, pero también gente inocente que por una simple denuncia fueron asesinados por la Policía Judicial.
Muchos campesinos llegaban a las cárceles municipales, de ahí los sacaba la Policía Judicial y en camino los iba ejecutando, sin mediar ningún juicio, ninguna investigación. Incluso los jefes de las policías municipales tenían permiso para ejecutar a los detenidos en flagrancia o por acusaciones de los vecinos. En Atoyac se hicieron famosos lugares de la muerte, como el Charco Largo y La Trozadura, donde aparecieron muchas personas ejecutadas.
Eso provocó que el pueblo se inconformara y se formara la Asociación Cívica Guerrerense que integró a todos los sectores sociales, incluyendo a miembros del mismo Partido Revolucionario Institucional (PRI) la exigencia de la destitución de este gobernador criminal fue una demanda generalizada.
Se hicieron muchas manifestaciones de protesta hasta que el 30 de diciembre de 1960, el Ejército disolvió violentamente una manifestación en Chilpancingo con un saldo de 13 muertos, 17 heridos y cientos de encarcelados. Eso provocó la desaparición de poderes y la caída del gobernador Raúl Caballero Aburto.
A un a pesar de la masacre el movimiento cívico siguió y se organizó para participar en las elecciones de gobernador, los actos de intimidación y manipulación que se dieron en las elecciones fueron terribles. Se consumó un fraude electoral y se vinieron más manifestaciones. Una de ellas la del 31 de diciembre de 1962 fue reprimida en Iguala, con muchos muertos y heridos. El líder cívico Genaro Vázquez Rojas fue responsabilizado de esa masacre y luego detenido. La matanza del 18 de mayo de 1967, luego vendrían la masacre de copreros el 20 de agosto de ese año y el enfrentamiento con militares al escaparse Genaro Vázquez de la cárcel de iguala el 22 de abril de 1968. La gota que derramó el vaso, a nivel nacional, fue la masacre del 2 de octubre, a partir de ahí muchos jóvenes voltearon a ver a los embriones guerrilleros que ya crecían en la sierra de Guerrero.
En aquellos años, con la represión vinieron por primera vez los caminos, las primeras clínicas y las primeras escuelas secundarias de la sierra. Aunque la apertura de la carretera a las comunidades de la sierra favoreció el cerco a la guerrilla y la represión sobre esos mismos pueblos que se debían beneficiar con dicha obra. Las canchas de basquetbol que se construyeron también sirvieron para que aterrizaran los helicópteros para llevarse a la gente detenida.
Aunado a la campaña militar, llegó en Plan Integral de Desarrollo que construyó carreteras, centros de salud, escuelas y fortaleció de las actividades del Instituto Mexicano del Café (Inmecafé).
El Ejército convirtió la sierra en un gran cementerio. Llama la atención el caso de La Peineta. En ese lugar el 28 de junio de 1971 el Ejército logró cercar por segunda ocasión a los genaristas. Los mandos de la 27 Zona Militar informaron: “Por el rumbo de La Peineta a las 14:15 horas tropas al mando del subteniente Florencio Salvador Sánchez Garduño del 32 Batallón de Infantería sostuvieron un enfrentamiento con guerrilleros salió herido el soldado Agustín Arizmendi y muertos cinco maleantes de quienes se desconoce sus nombres”.
Genaro y su grupo lograron huir, aunque dejaron en el lugar un portafolio con fotos que cayó en manos del gobierno. Cinco campesinos del lugar fueron detenidos por el ejército: Eusebio Arrieta Memije, Miguel Cadena Diego, Crescencio Calderón Laguna, José Ramírez Samaycón e Inocencio Calderón.
Según el informe de la Fiscalía Especial: “Fueron vistos en el retén militar cuando estaban detenidos, ya que fueron a protestar por el atropello; los habían llevado a El Paraíso y el oficial del Ejército les dijo que ahí los tenía detenidos. Sin embargo, estas personas continúan desaparecidas. Es muy probable que el ejército haya ejecutado a estas personas”.
En esos días enrarecidos y de ocupación militar sin precedentes, desapareció Juan García Fierro en los días últimos de 1971. Fue el primer desaparecido político en la región de Atoyac, ligado al Partido de los Pobres, aunque la policía política lo vinculaba, al igual que a Hilda Flores, con Genaro Vázquez Rojas y en los informes de la época lo hacían responsable de todos los panfletos que circulaban en la ciudad en contra del gobierno.
En determinado momento en los informes militares se dejó de hablar de detenidos y todos se convirtieron en “paquetes para su revisión” o “paquetes para investigación”. Nunca más se habló de nombres.
Los guerrilleros de refacción, eran campesinos que detenían en los pueblos, los vestían de militares y los obligaban a cargar las mochilas de los soldados. Muchos de ellos seguramente fueron asesinados donde hubo escaramuzas con la guerrilla de Lucio Cabañas, como ocurrió en La Polvosa, La Pascua, arriba de Achotla y El Posquelite. Es probable que donde hubo enfrentamientos, en el año de 1974, haya campesinos inocentes y guerrilleros sepultados.
El gobierno no puede negar que tuvo a muchos campesinos en sus manos. Hay escritos donde se documenta su entrada al Campo Militar Número Uno, pero no su salida. También de su entrada a la base aérea de Pie de la Cuesta de donde algunos salieron otros no. Muchos campesinos fueron desaparecidos en el contexto de los secuestros que realizaba la guerrilla.
En un principio los detenidos en los operativos militares de 1969, 1970 y 1971 eran concentrados en el aeropuerto de Pie de la Cuesta. Esos detenidos todavía regresaron a sus hogares. Después de 1972 el Campo de Concentración fue el cuartel de Atoyac, el de la colonia Mártires, donde ahora está la Ciudad de los Servicios. Luego a partir de 1975 vino la etapa de los Vuelos de la Muerte, se dice que muchos detenidos fueron arrojados al mar.
Algo que no se ha podido indagar es: ¿Qué pasó con los soldados encargados de las desapariciones? ¿Cuál fue su destino? Nada más se sabe que hubo instalaciones militares habilitadas para acciones encubiertas como la sede del Segundo Batallón de la Policía Militar, al mando del capitán Francisco Quirós Hermosillo que tenía su sede en el Campo Militar Número Uno.
Masacres
Los pueblos vivieron momentos de terror. La masacre del  24 de abril de 1973 en Los Piloncillos, donde fueron fusilados por militares: Crescencio Reyes de 60 años, Toribio Peralta de 19, Margarito Valdez de 60, Santos Álvarez de 20, Eleazar Álvarez de 16, y Saturnino Sánchez de 70 años, quienes fueron acusados de ser bastimenteros de Lucio Cabañas Barrientos.
“El 24 de abril de 1973, era una mañana fría en Los Piloncillos donde vivía Saturnino Sánchez García el más longevo del pueblo, tenía 70 años, con su esposa María Romero. Saturnino era considerado el patriarca del lugar, estaba inválido de ambas piernas. Así los soldados lo sacaron a rastras y fue vilmente masacrado”, escribió en el periódico Opina Hoy, del miércoles 22 de diciembre de 1999, Ángel Custodio Reyes Serrano quien fuera en aquel tiempo agente del Ministerio Público en Atoyac.
“Los soldados a su vez, saquearon y golpearon a diestra y siniestra, y de las demás viviendas, sacan del interior a los campesinos: Margarito Valdez, Crescencio Reyes, Santos Álvarez, Eleazar Álvarez y Toribio Peralta, estos dos últimos, de 15 y 17 años de edad, quienes violentamente son llevados a la pequeña cancha de basquetbol de la comunidad, en donde de manera por demás cobarde y artera, y sin explicación alguna, son masacrados por la espalda, sin darles el mínimo derecho para su defensa”.
 “Se oyó un estruendo y luego escuchamos unos gritos. Bajó un niño, el niño de mi tío que tenía como seis años dando de gritos y llegó corriendo y dijo, tía mataron a los señores”, narró un testigo, de la masacre en Los Piloncillos.
“Ese 24 de abril, a las ocho y media de la mañana, un grupo de hombres vestidos de blanco, con un pañuelo rojo al cuello y armados, atravesaron corriendo Los Piloncillos. Al mismo tiempo, al menos 400 soldados con cuatro tanques rodeaban el pueblo y sacaban a hombres, mujeres y niños de sus casas y los llevaban al centro del pueblo. A cinco hombres de diferentes edades: Chencho Reyes, Toribio Peralta, Margarito Valdez, Santos Álvarez y Eleazar Álvarez, fueron obligados por los soldados a colocarse “con el rostro hacia el paredón grande, cubriéndose los ojos y por detrás les tiraron -recordó doña Francisca-, nomás les preguntaron que dónde estaba el bastimento de Lucio Cabañas”, escribió Gloria Leticia Díaz en la revista Proceso.
Mientras que a Saturnino Sánchez de 70 años, lo mataron en su casa, entre dos soldados, lo agarraron, uno se puso en una puerta y otro en otra y le dispararon.  Benito González Leyva, fue detenido con Silvestre Calderón, pero fueron liberados antes de llegar al paredón, después de recibir una golpiza.
Los cinco cayeron juntos y a Saturnino le dieron muchos balazos, una banca quedó destrozada, lo mismo una trozadora de madera. Francisca que es hija de Saturnino dijo a Proceso esa vez: “De mi papá quedaron pedazos de carne pegados en la pared, sus tripas en el piso. A los demás los desbarataron de la cara y el cuerpo. Cuando terminó la balacera las señoras recogieron quijadas, brazos piernas, y los enterraron en petates, sábanas y costales. Mi papá sí tenía una gaveta que le mandó hacer una tía antes de que esto pasara. Cuando los enterraron pusieron a tres en una tumba, a dos en una y a mi papá aparte”.
La movilización militar, duró cuando mucho media hora, e inmediatamente los soldados salieron hacia El Paraíso, en helicópteros que ya los esperaban. Más tarde descubrieron bombas molotov que estaban alrededor del pueblo, y se enteraron de que serían utilizadas si no encontraban hombres.
“No supimos ni qué batallón fue, y los de blanco yo creo que eran también guachos que se cambiaron, porque no los vimos salir, luego estaba todo rodeado, eran como 400 soldados. Quedamos con miedo de los guachos, luego gritaban que iban a pasar y pensábamos que iban a hacer lo mismo. Mi esposo, mis hijos y mi suegro nos venimos a El Paraíso al día siguiente del entierro”, le dijo doña Francisca Sánchez a Gloria Leticia.
La gente vivía en la zozobra pues se rumoraba que bombardearían los pueblos que estaban acusados de colaborar con la guerrilla, la gente vivía presa del rumor y el miedo. El 17 de agosto de 1974 elementos del ejército sometieron a un bombardeo el lugar conocido como El Otatillo arriba de Los Tres Pasos, principalmente el lugar conocido como Los Cajones que se encuentra entre los ejidos de El Camarón y Los Valles. “Se escucharon treinta y ocho explosiones, tal vez de bazucas, tal vez de morteros. Después columnas de soldados descendieron, protegidos por helicópteros y aviones”, nos comenta don Simón Hipólito Castro, en su libro Guerrero Amnistía y Represión.
También en 1974 bombardearon el cerro de Mojileca. Azorados ojos campesinos veían como los aviones a toda velocidad dejaban caer bombas, se escucharon muchas explosiones. Se dice también que en Zintapala, helicópteros ametrallaron a una patrulla militar que acampaba en lo espeso de la selva. También hubo “fuego amigo” dirían ahora.


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