Víctor Cardona Galindo
De acuerdo a diversas fuentes el Terrorismo de
Estado en México, comenzó a partir del 23 de septiembre de 1965, después del
ataque del Cuartel Madera en Chihuahua por parte del Grupo Popular Guerrillero,
el gobierno respondió con represión hacia la población civil. Antes ya estaban
las masacres en contra de los seguidores de Enrique Guzmán, el encarcelamiento
de profesionistas y ferrocarrileros que luchaban por una mejores prestaciones
salariales y mejores condiciones de trabajo.
Doña
Rosario Ibarra de Piedra toda una vida de lucha en búsqueda de los desaparecidos políticos. Foto: Archivo fotográfico de la Comisión de la Verdad. |
En el estado de Guerrero, a partir del primero
de abril de 1957, después de la toma posesión el general Raúl Caballero Aburto
comenzaron una serie de ejecuciones extrajudiciales. Murieron muchos
delincuentes, pero también gente inocente que por una simple denuncia fueron
asesinados por la Policía Judicial.
Muchos campesinos llegaban a las cárceles
municipales, de ahí los sacaba la Policía Judicial y en camino los iba
ejecutando, sin mediar ningún juicio, ninguna investigación. Incluso los jefes
de las policías municipales tenían permiso para ejecutar a los detenidos en
flagrancia o por acusaciones de los vecinos. En Atoyac se hicieron famosos
lugares de la muerte, como el Charco Largo y La Trozadura, donde aparecieron
muchas personas ejecutadas.
Eso provocó que el pueblo se inconformara y se
formara la Asociación Cívica Guerrerense que integró a todos los sectores
sociales, incluyendo a miembros del mismo Partido Revolucionario Institucional
(PRI) la exigencia de la destitución de este gobernador criminal fue una
demanda generalizada.
Se hicieron muchas manifestaciones de protesta
hasta que el 30 de diciembre de 1960, el Ejército disolvió violentamente una
manifestación en Chilpancingo con un saldo de 13 muertos, 17 heridos y cientos
de encarcelados. Eso provocó la desaparición de poderes y la caída del
gobernador Raúl Caballero Aburto.
A un a pesar de la masacre el movimiento
cívico siguió y se organizó para participar en las elecciones de gobernador,
los actos de intimidación y manipulación que se dieron en las elecciones fueron
terribles. Se consumó un fraude electoral y se vinieron más manifestaciones.
Una de ellas la del 31 de diciembre de 1962 fue reprimida en Iguala, con muchos
muertos y heridos. El líder cívico Genaro Vázquez Rojas fue responsabilizado de
esa masacre y luego detenido. La matanza del 18 de mayo de 1967, luego vendrían
la masacre de copreros el 20 de agosto de ese año y el enfrentamiento con
militares al escaparse Genaro Vázquez de la cárcel de iguala el 22 de abril de
1968. La gota que derramó el vaso, a nivel nacional, fue la masacre del 2 de
octubre, a partir de ahí muchos jóvenes voltearon a ver a los embriones
guerrilleros que ya crecían en la sierra de Guerrero.
En aquellos años, con la represión vinieron por
primera vez los caminos, las primeras clínicas y las primeras escuelas
secundarias de la sierra. Aunque la apertura de la carretera a las
comunidades de la sierra favoreció el cerco a la guerrilla y la represión sobre
esos mismos pueblos que se debían beneficiar con dicha obra. Las canchas de
basquetbol que se construyeron también sirvieron para que aterrizaran los
helicópteros para llevarse a la gente detenida.
Aunado
a la campaña militar, llegó en Plan Integral de Desarrollo que construyó
carreteras, centros de salud, escuelas y fortaleció de las actividades del
Instituto Mexicano del Café (Inmecafé).
El
Ejército convirtió la sierra en un gran cementerio. Llama la atención el caso
de La Peineta. En ese lugar el 28 de junio de
1971 el Ejército logró cercar por segunda ocasión a los genaristas. Los mandos
de la 27 Zona Militar informaron: “Por el rumbo de La Peineta a las 14:15 horas
tropas al mando del subteniente Florencio Salvador Sánchez Garduño del 32
Batallón de Infantería sostuvieron un enfrentamiento con guerrilleros salió
herido el soldado Agustín Arizmendi y muertos cinco maleantes de quienes se
desconoce sus nombres”.
Genaro y su grupo lograron huir, aunque dejaron en el lugar un
portafolio con fotos que cayó en manos del gobierno. Cinco campesinos del lugar
fueron detenidos por el ejército: Eusebio Arrieta Memije, Miguel Cadena Diego,
Crescencio Calderón Laguna, José Ramírez Samaycón e Inocencio Calderón.
Según el informe de la Fiscalía Especial: “Fueron vistos en el
retén militar cuando estaban detenidos, ya que fueron a protestar por el
atropello; los habían llevado a El Paraíso y el oficial del Ejército les dijo
que ahí los tenía detenidos. Sin embargo, estas personas continúan
desaparecidas. Es muy probable que el ejército haya ejecutado a estas personas”.
En
esos días enrarecidos y de ocupación militar sin precedentes, desapareció Juan
García Fierro en los días últimos de 1971. Fue el primer desaparecido político
en la región de Atoyac, ligado al Partido de los Pobres, aunque la policía
política lo vinculaba, al igual que a Hilda Flores, con Genaro Vázquez Rojas y
en los informes de la época lo hacían responsable de todos los panfletos que
circulaban en la ciudad en contra del gobierno.
En determinado momento en los informes
militares se dejó de hablar de detenidos y todos se convirtieron en “paquetes
para su revisión” o “paquetes para investigación”. Nunca más se habló de
nombres.
Los
guerrilleros de refacción, eran campesinos que detenían en los pueblos, los
vestían de militares y los obligaban a cargar las mochilas de los soldados. Muchos
de ellos seguramente fueron asesinados donde hubo escaramuzas con la guerrilla
de Lucio Cabañas, como ocurrió en La Polvosa, La Pascua, arriba de Achotla y El
Posquelite. Es probable que donde hubo enfrentamientos, en el año de 1974, haya
campesinos inocentes y guerrilleros sepultados.
El
gobierno no puede negar que tuvo a muchos campesinos en sus manos. Hay escritos
donde se documenta su entrada al Campo Militar Número Uno, pero no su salida.
También de su entrada a la base aérea de Pie de la Cuesta de donde algunos
salieron otros no. Muchos campesinos fueron desaparecidos en el contexto de los
secuestros que realizaba la guerrilla.
En un principio los detenidos en los
operativos militares de 1969, 1970 y 1971 eran concentrados en el aeropuerto de
Pie de la Cuesta. Esos detenidos todavía regresaron a sus hogares. Después de
1972 el Campo de Concentración fue el cuartel de Atoyac, el de la colonia
Mártires, donde ahora está la Ciudad de los Servicios. Luego
a partir de 1975 vino la etapa de los Vuelos de la Muerte, se dice que muchos
detenidos fueron arrojados al mar.
Algo
que no se ha podido indagar es: ¿Qué pasó con los soldados encargados de las
desapariciones? ¿Cuál fue su destino? Nada más se sabe que hubo instalaciones militares habilitadas para acciones
encubiertas como la sede del Segundo Batallón de la Policía Militar, al mando
del capitán Francisco Quirós Hermosillo que tenía su sede en el Campo Militar
Número Uno.
Masacres
Los pueblos vivieron momentos de
terror. La masacre del
24 de abril de 1973 en Los Piloncillos, donde fueron fusilados por
militares: Crescencio Reyes de 60 años, Toribio Peralta de 19, Margarito Valdez
de 60, Santos Álvarez de 20, Eleazar Álvarez de 16, y Saturnino Sánchez de 70
años, quienes fueron acusados de ser bastimenteros de Lucio Cabañas Barrientos.
“El 24 de abril de 1973, era una mañana fría en Los Piloncillos
donde vivía Saturnino Sánchez García el más longevo del pueblo, tenía 70 años,
con su esposa María Romero. Saturnino era considerado el patriarca del lugar,
estaba inválido de ambas piernas. Así los soldados lo sacaron a rastras y fue
vilmente masacrado”, escribió en el periódico Opina Hoy, del miércoles 22 de diciembre de 1999, Ángel Custodio
Reyes Serrano quien fuera en aquel tiempo agente del Ministerio Público en
Atoyac.
“Los soldados a su vez, saquearon y golpearon a diestra y
siniestra, y de las demás viviendas, sacan del interior a los campesinos:
Margarito Valdez, Crescencio Reyes, Santos Álvarez, Eleazar Álvarez y Toribio
Peralta, estos dos últimos, de 15 y 17 años de edad, quienes violentamente son
llevados a la pequeña cancha de basquetbol de la comunidad, en donde de manera
por demás cobarde y artera, y sin explicación alguna, son masacrados por la
espalda, sin darles el mínimo derecho para su defensa”.
“Se oyó un estruendo y
luego escuchamos unos gritos. Bajó un niño, el niño de mi tío que tenía como
seis años dando de gritos y llegó corriendo y dijo, tía mataron a los señores”,
narró un testigo, de la masacre en Los Piloncillos.
“Ese
24 de abril, a las ocho y media de la mañana, un grupo de hombres vestidos de
blanco, con un pañuelo rojo al cuello y armados, atravesaron corriendo Los
Piloncillos. Al mismo tiempo, al menos 400 soldados con cuatro tanques rodeaban
el pueblo y sacaban a hombres, mujeres y niños de sus casas y los llevaban al
centro del pueblo. A cinco hombres de diferentes edades: Chencho Reyes, Toribio
Peralta, Margarito Valdez, Santos Álvarez y Eleazar Álvarez, fueron obligados
por los soldados a colocarse “con el rostro hacia el paredón grande,
cubriéndose los ojos y por detrás les tiraron -recordó doña Francisca-, nomás
les preguntaron que dónde estaba el bastimento de Lucio Cabañas”, escribió
Gloria Leticia Díaz en la revista Proceso.
Mientras
que a Saturnino Sánchez de 70 años, lo mataron en su casa, entre dos soldados,
lo agarraron, uno se puso en una puerta y otro en otra y le dispararon. Benito González Leyva, fue detenido con
Silvestre Calderón, pero fueron liberados antes de llegar al paredón, después
de recibir una golpiza.
Los
cinco cayeron juntos y a Saturnino le dieron muchos balazos, una banca quedó
destrozada, lo mismo una trozadora de madera. Francisca que es hija de
Saturnino dijo a Proceso esa vez: “De
mi papá quedaron pedazos de carne pegados en la pared, sus tripas en el piso. A
los demás los desbarataron de la cara y el cuerpo. Cuando terminó la balacera
las señoras recogieron quijadas, brazos piernas, y los enterraron en petates,
sábanas y costales. Mi papá sí tenía una gaveta que le mandó hacer una tía
antes de que esto pasara. Cuando los enterraron pusieron a tres en una tumba, a
dos en una y a mi papá aparte”.
La
movilización militar, duró cuando mucho media hora, e inmediatamente los soldados
salieron hacia El Paraíso, en helicópteros que ya los esperaban. Más tarde
descubrieron bombas molotov que estaban alrededor del pueblo, y se enteraron de
que serían utilizadas si no encontraban hombres.
“No
supimos ni qué batallón fue, y los de blanco yo creo que eran también guachos que se cambiaron, porque no los
vimos salir, luego estaba todo rodeado, eran como 400 soldados. Quedamos con
miedo de los guachos, luego gritaban
que iban a pasar y pensábamos que iban a hacer lo mismo. Mi esposo, mis hijos y
mi suegro nos venimos a El Paraíso al día siguiente del entierro”, le dijo doña
Francisca Sánchez a Gloria Leticia.
La gente vivía en la zozobra pues se
rumoraba que bombardearían los pueblos que estaban acusados de colaborar con la
guerrilla, la gente vivía presa del rumor y el miedo. El 17 de agosto de 1974
elementos del ejército sometieron a un bombardeo el lugar conocido como El
Otatillo arriba de Los Tres Pasos, principalmente el lugar conocido como Los
Cajones que se encuentra entre los ejidos de El Camarón y Los Valles. “Se
escucharon treinta y ocho explosiones, tal vez de bazucas, tal vez de morteros.
Después columnas de soldados descendieron, protegidos por helicópteros y
aviones”, nos comenta don Simón Hipólito Castro, en su
libro Guerrero Amnistía y Represión.
También en 1974 bombardearon el cerro
de Mojileca. Azorados ojos campesinos veían como los aviones a toda velocidad
dejaban caer bombas, se escucharon muchas explosiones. Se dice también que en
Zintapala, helicópteros ametrallaron a una patrulla militar que acampaba en lo
espeso de la selva. También hubo “fuego amigo” dirían ahora.